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Queríamos ser Pompeya,
las flamas de Troya,
lo fantástico de Venecia,
atrapar cómo la belleza de Roma,
tener más luz que París.
Pero nos convertimos en las ruinas, cómo los escombros de aquel imperio egipcio.
Saqueados cuál tumbas de faraones, interrumpidos por las palabras de un loco y no sabio.
Somos el error del tiempo
y la mejor elección del inversionista.
Nos robamos de nosotros mismos.
Nos olvidamos cómo vivir cada uno por su lado.
Pero olvidaré tus refranes y caducaré los pedazos de mi corazón que trata de correr tras tuyo.
Olvidando...
Así permanece el estatus de mi vacío atardecer sin tus manos enlazadas a las mías, gritando por una última mirada llena de vida.
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