Válido romperme.
Válido reemplazarme.
Válido reprenderme.
Claro...

Pero no es válido olvidarme.
Obviamente.
No es válido olvidarte.
Lamentablemente.

Por supuesto, no seré de las qué bailan con tacos altos, no, prefiero danzar con tenis. Es más práctico.
No llevaré bastos vestidos de etiqueta eventos de aristocracia disfrazada, vendría a rasgarla, llenarla de trazos rotos cómo mi alma.

No amaré recitales de ballet.
Prefiero ver dos luchadores meciéndose al ritmo de los golpes.
Ver ocasos sin nombre, arriesgarme en alturas con basta caída, ser tuya... tan idiotamente tuya.

Te detesto.
No detestar no, te odio.
Si, eso.
Te odio.

No quería más que darte cierto cariño.
Te lo canté, te lo imploré, te demostré qué te quería a ti, sólo a ti, sin importarme el dinero, problemas o lo qué se interpusiera.
Con magia de por medio, con esas ilusiones que incursionaron por mi podrida coraza qué explotó con aquella granada qué fue tú adiós.

Sientes mi vida desmoronarse
Me matas con ni siquiera preguntar si sigo respirando
Acaso realmente fui ese juego de difícil acertijo, la cuál una ves descifrada la tiraste a la basura cómo algo roto que tiras sin mirar atrás.

Si, soy tan insignificante en tú cuento sin final, que va... fui esa diversión para que en el descanso no pasarlo solo, no?

En tú peor momento, dónde sólo quería cuidarte me alejaste. Te comprendí, te di tú espacio. Cuándo supe qué estabas bien me emocioné.

Eras más importante para mi, cuál aves para el cielo.
Qué los peces a los arrecifes, qué el desvelo por amarte y tener miedo.

Qué hiciste dirás, pues me dejaste, sin siquiera tener el valor de decírmelo de frente.
Dejarme por ella. Eso destrozó mi corazón.

Así que sigue con otros labios.
Quiero ver que puedas olvidarte de mis desvíos a los tuyos. Quiero enterarme qué ella calo más profundo que yo en tú cuerpo.

Te reto a qué ella pronuncie tú nombre y te haga estremecer más qué yo.
Recorras su carretera, beses su bandera y te deje el mismo latido apresurado qué yo.

Olvidando mis susurros.
Olvidando nuestras noches sin luz.
Olvidando aquellas melodías qué sonaban sin un piano.

Olvida aquellas letras.
Olvida los sueños que me contabas.
Olvida las carreras, lo extremo.

Aunque sabes.
No te negaré que veas a ojos inocentes que te añoran.
Pero de mí, no verás ni pienses en saber jamás, así qué ni planees pisar éste sendero.

Veremos quién se rompe primero.
Veremos quién se hunde primero.
Si serás tú o yo... eso no suena bien en ésta oración.

Yo llevaré el rojo por mi cabeza llena de odio y rencor.
Tú ese marrón opaco qué son tus ojos que no me llenan, ni me causan temblores, cómo alguna vez lo hicieron con tú tacto.

Dedicarte versos me parece una tontería, pero nunca más te llamaré ni pregonaré idioteces humanas. No en nombre de algo qué nunca sentiste por mi.

Cuándo logres sustituirme te reto a que ella te ame con la misma sinceridad que yo lo hacía.

Qué ella busque razones para amarte aún cuándo no las tenga.

Qué ella busque sembrar lirios en campos de ortigas sólo para verte sonreír.

La reto a morir por ti cada día, a qué rompa las reglas por tus labios, que se olvide de su pasado. Que te diga te amo.

Cuánto odio te traigo, espero te trague tú propio dolor. Aunque claro, cómo nunca te importé seguro esto será gracioso para ti.

Espero que ella te amé más.
Qué seas feliz.
Por que aunque me hayas usado por simple instinto chico...
Cómo dije alguna vez, el odio es la consecuencia del amor.

Así qué pide suerte, para encontrar a alguien qué te quiera más qué yo.
Qué me olvides.
Qué veas todo de un rosa pastel.

Qué para el dolor me quede yo.
¿No?
Para despedidas en el andén y lágrimas qué caen sin calmar ni calcular la inmensidad del sufrimiento.

No me rescataste.
Me abandonaste.
El rencor es inmensurable.
Eres un cobarde.