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Eras ese destello que nunca quise mirar, la perfección para mi corazón, muy alegre, veía lo bueno en todo, incluso en mi putrefacta mirada.
Preciosa alma intocable, pura, inocente. Lo que no sabia que quería hasta encontrarte.
No sabía qué los peces podían enamorarse de los ríos, los pájaros de los bosques y mucho menos yo de ti.
Jamás nadie logró domar ni invadir mi mente con tanta inquietud cómo tú.
Te sueño, allí te tengo, te abrazo de nuevo, tus ojos me piden a gritos un beso, yo, me quedo en desvelo por no querer dejar de observar tú silueta al dormir.
La misma que producía incalculables latidos en ese hueco que creí perdido. Contrabando de sentimientos que no puedo dejar de llorar, ni exclamar.
Sí, llorar, yo, losé... no es creíble, pero, tengo los ojos vestidos de nostalgia, de noches en vela, de una voz que no cesa.
Qué no calla pues cree que te encontrará al final de la esquela.
Soy un nictálope, un ser lúgubre sin rumbo. Un pedazo de torbellino qué empezó en tus piernas y acabó perdiendo incluso su poca cordura y la sangre de sus venas.
Te doy mi existencia si así sales de ese infierno, ese no es lugar para tus manos de terciopelo, más bien son para mi, para mi alma de hielo.
Te lo doy, pues sin ti todo me sabe a fuego, más caladas de las de antes, ni con el licor ardiendo en mi garganta sano esa herida que dejaste al marcharte.
Nunca pude pronunciarte, escribirte, reclamarte que ahora me tienes entre tus cadenas, que seré tú cuervo o tú anzuelo. Lo que quieras.
Siempre y cuándo camines al lado mio entre esa bandera y la carretera, Mientras me dejes tocarte lo que nadie, tú ser, tú alma, tú andén, dejar marcas en tú trayecto.
Caminar y qué me beses luego, verte de ese tono carmesí, que vuelvas a hacerme sentir que valgo, que no soy una basura más. Qué me ames, sólo tú y eso bastará.
Tú eres el numen del poeta. Lo qué permanece en lo onírico y relativo de esos anhelos.
Tú fragancia es mi cárcel, se mantiene en cada parte que toque, pensé que te había olvidado.
Fue un error.
Cometí un error al tratar de tapar tus innombrables pasos por mi invierno, con labios qué me producían frío y dolor con cada pequeña delgadez de cariño no dado.
Aunque.
Nunca pude superarte.
Lo admito.
Ahora soy un noctámbulo en busca de mi ángel. Un incipiente bosquejo que dejo de pintarse.
Un error que no puede repararse. Pero te ruego vuelvas, necesito de tú tacto por estas pesadillas. Para despertar y verte allí a mi lado.
Para que mi perspectiva sea más de tú agrado. Un te quiero olvidado. Un beso robado. Una caricia lanzado a ese mar salado.
No puedo ni quiero seguir sin ti a mi lado. Me iré, lo haré si no te veo robándome versos que son tuyos por legado.
Dejáme salvarte.
Dejáme rescatarte de ese oscuro lugar, te dije yo no soy si no tengo mi única razón para existir.
Mi molestia, inmensurable belleza, eterna bondad y delicadeza.
Me quedan pocas cosas que decir.
Un camino, dos manos, tres pasos y cuatro restigios de otoños prendidos, cinco letras que marcan mi eterno suicidio.
Que no las diré, pues es un grito sin coincidencias en el abismo del cuervo sin alas.
De un amor que se acaba calada tras calada.
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