Ella vivía en un naufragio inmenso.

No sabía cómo la luna brillaba en su oscuridad sin frenos.

No entendía cómo su voz rasgaba almas cómo la suya.

Podía ser leona de cartón.

Con un poco de lluvia se deshacía, pero su orgullo rugía y no la veías caer.

Pero lo hacía, llegaba a arrodillarse ante su dolor.

Pero no la verías, nunca.

Eso era su retórica belleza, lo que brillaba entre su melancolía firmada en sus ojos.

Y ¡qué bellos orbes!

No había comparación, o quizás sea el amor hablando por mi.

Cartas que guarde en la manga, inútiles, ella siempre me ganaba en el póquer.

En las noches sin amantes ella me llenaba de insomnio por soñarla entre mis oscuridades, sin luz, tan frágil, sólo ante si.

No para mi.

Así que hoy te prenderé, te llevaré a la sala de interrogatorio y preguntaré.

Respóndeme,
si quieres.
No,
si quieres no,
respóndeme.

¿Quieres que me pierda?
Me pierdo en tus labios.

¿Quieres romperme?
Me rompo en tus brazos.

¿Quieres qué cambie?
Lo haré por mi, por querer hacerte feliz.

¿Tienes miedo?
Yo también lo tengo.
En realidad me carcome el terror.

¿Sientes que no puedes levantarte?
No importa, me acuesto contigo.

¿Quieres ver verdades?
Mira a mis ojos, ellos no te mentirían.

¿Quieres una canción?
Te la escribo y te la canto.

¿Una frase?
Tú.

¿Un sueño?
Despertar a tú lado.

¿Lloras?
Descuida, tengo un hombro dispuesto a aguantar lo que no puedas sola.

¿Te odias?
Tranquila, haré qué te enamores de ti de nuevo.

¿Quieres superarte?
Aquí te sostengo la escalera.

¿Quieres ser mía?

No responderé, hazlo tú.

Nunca serías mía pues ya eres tuya y así te quiero.

Leona de cartón, ámame si te da el corazón.