No crearé sílabas en el borde de esa sonrisa, en la cornisa de aquella mirada, ni decir que te soñé una vez más, pues es un grito a la nada.

La nada de un imposible en cada calada de ese cigarro que me sabe a melancolía, traté de ser ese vaso de eterno remedio para tus palabras.

No lo logré, una léxica flexible ante el vacío de mi mente, un concepto lleno de impulsos equivocados, esos mismos que hacen qué te falle cada día más.

Entiendo, no te llegues a culpar. Te espero, lo hice toda mi vida.
No me importa hundirme en ese magma que no es aún convertido en lava.

Aún mi volcán no llego al límite, me explico?. Tú eras quién llenaba mis páginas con letras llenas de esperanza.

Tú "te quiero"
Mi "te amo"
Tú "te extraño"
Mi "te necesito".

Te reclamo qué no olvides ese verano, esos atardeceres, la fe con la que te deje llegar a mi.
Sabes que la vulnerabilidad no es lo mío, pero, tú derribabas cada ladrillo de mi muro con sólo mirarme.

Tus besos eran la más adictiva droga que jamás he probado. Me abrigaste, conociste mi lado oculto, el que resonaba en mis oídos, el que nadie veía.

No sé si lo entenderás, no sé si esto te hará recordar. No sé si esto bastará.

Entiendo, te fallé, no te cuide.
Lo sé, lance vocablos en métricas sin sentido, pero perdí lo único que jamás desee con tanta impotencia y rabia.

Tú.

No te diré nada más.
Estás letras son lo qué de este sentimiento sobrará.
No es tú culpa. Nunca la fue ni será.

Pues si al mirarme a los ojos no recordaste quién era este desecho humano, este ángel que rechazó sus alas por ti, quién perdió la eternidad, la luz, lo que sobró de este pedazo de carne herida.

Si no lo sentiste, no hubieron flashes en tú memoria, y sólo me dijiste que no sabías quién era yo.

Pues eso respondió mi sentencia y tú cómo aquel juez qué sentencia unos ojos a la llama del sufrimiento eterno.

Pues eso basto. Ni las palabras dulces de esa hada encantada podrán saciar este fuego inmenso que me quema, por eso...

Adiós.

Por un tiempo.

Ya qué.

No soy la mejor compañía para tal perfección que eres tú, no mientras me apartes. No puedo respirar sin evitar sentir un frío beso de aquel vaso lleno de alcohol que invade mi cuerpo y recuerdos, el mismo que hace que pierda los estribos y caiga en las pesadillas dónde no te veo brillar, ya no eres mi aurora en ese ártico que es mi vida.

Sin embargo creí, ese fue mi error.
Creer que tal alma amaría mi helada, ese hiel que no sólo congela, sino también quema.

No lo hiciste. No me amaste con tal fuerza cómo creí.

¿Cómo lo sé?.

Pues, no me reconociste.

No es tú culpa, es mía. Debí tratarte mejor, decirte más poemas, sacrificar más tiempo, más heridas, más lágrimas por ti.

Mi estrella fugaz, paso muy rápido por mi cielo. Me dejó un gotero en este corazón que moldeó con sus dedos hechos de terciopelo. A su medida, a su gusto.

Rompí mi cuerpo entre estas líneas, ahora serás otro fantasma. La única musa para mi arte sin espectador.

Seré eso que no toqué, lo qué no besé, ese esperar y quedarse sin días. Ese suelo lleno de espinas.
Esa despedida que jugó con la muerte del poeta desdichado.

Unas últimas líneas, las mismas que siempre, antes de dormir te decía:

"Entre algorítmicas rimas asesinas se asoma dos corazones sin ser prodigiosos en ese sufrimiento llamado "amor".

Ambas se enlazan en cánticos de eterno giro entre la melancolía y la alegría.

Tú y yo, yo y tú. La perfecta rima sin melodía.

Almas sin paz entrecortándose el aliento y secretos sellados con ese beso suicida.

Sin cuentos. Sin gritos.

Te amo, para pertenecerte, para adorarte, para simplemente amarte.