Eres mi eterno deseo,
ya sea en mi 11:11
en mis velas sopladas de mis aniversarios, mis ojos cerrados
en las estrellas fugaces.
En los dientes de león esparcidos por el cielo, eres mi eterno anhelo.

Pero...

Tengo miedo de apagar la luz,
que la oscuridad consume
la esperanza de mejorar.
La destroza.

Agonizo con los recuerdos.
Esto no es nuevo, pero estoy perdiendo la cordura,
el apetito, las fuerzas.

Me he convertido en lo qué había
(o creí) haber superado.
De nuevo en esa sonrisa fingida, escondida entre melodías.

Tú suicida, tú ángel; aquel ser qué es demasiado brillante para tus ojos.
La qué lleva tu marca tatuada en sus muñecas, la qué no teme de ti, la qué oculto todo por dejarte ser feliz.

Tú molestia constante, tú centro, tú mundo.

Y tú siendo esos ojos tristes, mi chico malo, mi oscuridad y mi luz, ese rompecabezas qué sólo yo logro completar.

Mi sonrisa cuándo miro a la pantalla del móvil. Mis temblores, escalofríos, angustia, deseo; maraña de sentimientos, el peor sufrimiento y mi completa e infinita felicidad.

El qué rompe mis esquemas, desorganiza mi vida, cura mis cicatrices, la tentación más dulce
y tediosa.

Mi historia de amor eterna, el escritor de estos versos. La voz resonando en mis oídos, la canción qué nunca sale del play.

Las manos qué me sujetan en el andén, la última parada de mi tren.
El arco iris después de la tormenta, torbellino qué destruye mis sentidos, la brisa en mi camino y mi eterno latido.

Desearía qué replicarás mis escritos, qué tus versos son más qué arte al oírlos. Tus palabras son preciosas esculturas qué ingresan en el fondo del cardio alojándose en medio de mi soledad y mi llanto.

Eres mi música,
mi melodía
mi noche
mi día.

Eres mi dolor incontrolable
mi felicidad indomable
eres todo lo qué no puedo
dejar de plasmar en letras.
Eres mi mapa, guía y meta.

19agosto2015