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01.Una razón

Capitulo 1

Una razón

CAPÍTULO 1

Tengo un sueño especial, bueno, al menos para mí lo es, como para cualquier otra persona que tiene el suyo. Sueño que tengo mi propio programa de televisión dónde puedo entrevistar a diferentes artistas, conocer sobre ellos, compartir vivencias, un programa en el que interactuó de manera didáctica y espontanea con artistas de diferentes medios, bailarines, cantantes, escritores y por supuesto a mis autores favoritos, el programa se encuentra entre los mejores del país, es un éxito, yo soy exitosa, sonrío y me siento plena frente a mi público, pero cuando la alarma suena, despierto. Despierto y vuelvo a ser una chica normal con una vida normal, con una golden terrier durmiendo a sus pies, en una esquina de su cama, con tareas pendientes de su último año de preparatoria, y con un dolor que ocultar detrás de cada sonrisa.

Me incorporo sobre la cama, apago la alarma y tomo el pequeño cuadro de la mesita de noche con la foto de mi padre junto a mi cuando tenía cinco años.

—Buen día papá. Hoy como siempre... sobreviviremos —deposito un pequeño beso en la foto y la devuelvo a su lugar.

Salgo de la cama antes de que la cobija me seduzca más de lo debido y haga que llegue tarde a clases.

La vida en una nueva preparatoria durante el último año de preparatoria, no es una experiencia que le recomendaría a nadie, todos son extraños, todos tienen sus grupos, todos se conocen y tienen chismes en común de los cuales hablar, mientras que yo... bueno sobrevivo gracias a Gia mi prima y mi única amiga en Addforst.

—¡Cariño baja rápido que se te va a hacer tarde! —el grito de mi abuela hace que salga a pasos largos del baño.

—¡Bajo en un segundo abuela!

No creo que eso sea matemática ni físicamente posible, pero es mucho más rápido y fácil que decir que bajo en cinco minutos, además de que un segundo es menos tiempo y la abuela me apresura menos.

Apenas me visto, busco una vincha para mi cabello, recojo los libros en los que estuve estudiando por la noche de mi escritorio y los meto en mi mochila.

Como puedo me recojo el cabello con la vincha mientras bajo las escaleras con mi mochila colgando de un hombro.

Princesa viene a mi encuentro moviendo su cola de un lado al otro con entusiasmo, la glotona desayuna en lo que yo me arreglo para salir y sube a seguir durmiendo mientras yo bajo a desayunar, ha sido la misma rutina desde que llegue hace más de una semana a vivir con ella y la abuela.

—Buenos días abuela.

Entro a la cocina y deposito un pequeño beso en su cien.

—Buen día mi niña, ¿qué tal la pasaste anoche, pudiste dormir un poco?

—Si, creo que princesa ayudo un poco —confieso mientras me sirvo una taza de café.

—Lo sabía —afirma con entusiasmo—. Es como un guardián de los sueños, desde que tu padre me la regalo no hubo noche alguna en la que no pudiese dormir.

—Papá era muy ingenioso —digo e inevitablemente una sonrisa melancólica se forma en mi rostro—. Sea cual fuese el problema siempre encontraba una solución, incluso curo tu insomnio al regalarte a princesa de manera más efectiva que una pastilla.

—Lo sé, era alguien muy especial, igual que tú mi niña —su voz se suaviza, igual que siempre que hablamos de papá. Suelta un pesado suspiro antes de mirarme con una sonrisa—. Eres especial Emilia, eso nunca lo dudes.

—Gracias abuela —me acerco a ella y la rodeó en un abrazo que ella devuelve. Tocar el tema de papá aún hacía que se pusiera sensible, y yo me había propuesto ser su pilar para evitar que callera en una depresión sin salida.

—Ya basta de melancolías —dice en cuanto nos separamos un poco—. Ahora a comer, no quiero que te enfermes. Te hice tus panqueques favoritos, así que te lo comes todo.

Sin poder si quiera protestar ante tan deliciosa tentación me senté en un taburete al lado de la barra y comencé mi desayuno. Llevaba un año entero comiendo como un pajarito, y eventualmente baje de peso. Desde que falleció papá las cosas ya no han vuelto a ser iguales, mi vida cambio, mis amigos dejaron de ser mis amigos, mi casa dejo de ser mi casa, y ahora, ahora vivo con la abuela en Addforst el pueblo en el que vivió toda su vida junto al abuelo antes de su fallecimiento.

Caminar hasta la parada del autobús me ayudaba a digerir, pero acortaba mi tiempo de desayuno. Cuando papá vivía era distinto. Vivíamos en California, el clima era cálido, él me llevaba todos los días a la preparatoria e iba por mi sin falta a la salida. Pero todo cambio cuando un accidente de coche apago la luz de sus ojos. Desde entonces me quede sola en California la abuela llevaba ya dos años viviendo en Addforst estaba acostumbrada a la comodidad y la calidez que le brindaba la gente de aquí, y sí no quería vivir con mi madre en Ecuador tendría que venir a vivir con la abuela, al menos hasta cumplir la mayoría de edad. Logre quedarme un año en California escudándome detrás de mis estudios, pero el año acabo, el verano acabo, mis amigos cambiaron y no pude más, no sola, el único refugio que me quedaba para ocultarme de la presión social que empezaba a agobiarme era mi abuela y ella estaba en Addforst.

Eventualmente mi vida no es perfecta, pero ¿La de quien lo es?

—¿Tienes los apuntes de Lauren?

—Y los de Switf, los de Malcran y los de Historia cuyo apellido extraño de la profesora no recuerdo.

—Vaya, me impresionas —confiesa Gia metiendo las manos en su chaqueta.

—Por recordar los apellidos de tres profesores y no el de la de historia —inferí.

—Por tener apuntes de química, matemática y física. Dios, no entiendo como no te duermes.

Sonreí y me encogí de hombros como respuesta, antes de pasarle mis apuntes a Gia. Llevaba apenas una semana en la preparatoria y ya tenía muy bien organizados mis cuadernos y mis notas sobre cada materia, el año pasado apenas y logre pasar, quizás me regalaron un par de milésimas por lastima, después de muerte de mi padre me convertí en la huérfana de la que todos hablaban en secreto, naturalmente mis amigos no fueron la excepción, o los que creí mis amigos, al menos aquí puedo pasear por los pasillos sin temor a que alguien se regrese a verme dos veces para confirmar que soy la hija del periodista que murió en un accidente de coche mientras conducía hacia la escena de un crimen para hacer su trabajo.

—¿Qué harás hoy en la tarde?

—Planeaba estudiar, y tal vez no sé ver alguna serie con la abuela.

—¿Es en serio Emilia? ¿Qué edad tienes? ¿Por qué mejor no te adelantas y te encierras en un asilo? Dios tienes diecisiete no sesenta.

—Lo siento, pero sí quiero conseguir una beca debo esforzarme este año. Y cada minuto cuenta desde que las clases iniciaron.

—Entiendo que quieras una beca, pero eso no significa que debas morir como una momia clavada en los libros.

—¿Y entonces qué? Salgo de fiesta me emborracho como una loca, consumo polvos extraño y tengo más novios que Evelyn Hugo maridos, sí, esa definición de diversión no va conmigo.

—Ni conmigo, pero podríamos hacer otra cosa, salir y hacer otra cosa que no tenga que ver con libros aburridos de tercer año de preparatoria.

—También podríamos ver un maratón de películas y pedirle a la abuela que nos haga galletas.

—Te encanta revivir tu infancia y no digo que a mí no, pero también quisiera que al menos por una vez viviéramos un poco de nuestra adolescencia. ¿Te has detenido a pensar al menos que este es el último maldito año en el que vamos a poder salir divertirnos y echarle la culpa a las hormonas y a la edad?

—Si y sigo sin sentir emoción por salir —me mantengo firme, y ella suelta un bufido.

—Eres imposible.

Sonrío después de verla entrar molesta a clase de historia, la sigo de cerca y tomo asiento en una de las bancas de enfrente.

Continuando, es clase tras clase, historia, inglés, matemática y física hasta que finalmente nos dan un respiro y podemos ir a comer algo.

—¿Qué tal tu clase de ciencias? —pregunto mientras tomo una porción de pure para mi charola.

—Horrible, justo la materia en la que más te necesito no estás, me duermo de solo oír al maestro saludar.

—Que exagerada seguro que tienes más apuntes que cualquier otro dentro de la clase.

—Ni siquiera sé cómo lo hago sí al final cierro mi libreta y no entiendo nada.

Caminamos en busca de una mesa libre en la cafetería y por suerte hoy encontramos una en la esquina cerca de las ventanas, al menos aquí siento que puedo comer con menos miradas sobre mí.

—¿Por qué siento que la cafetería esta más vacía que la semana pasada? —digo mientras dejo la charola sobre la mesa antes de sentarme.

—Mmm ¿Qué fecha es hoy? —quiso saber Gia.

—Hace rato miss Lourdes dijo que hoy era diez.

—Diez de agosto, mierda —soltó antes de llevarse la pajilla de su bebida a la boca. —Hoy retorna el equipo de fútbol de la preparatoria de un torneo de verano, en el que tengo entendido salieron victoriosos, así que medio mundo debe estar esperándolos en la puerta, por eso hoy se puede respirar aquí.

—Bueno, entonces deberíamos comer antes de que los semidioses del futbol capases de hacer que media preparatoria se salte la hora de la comida vengan a invadir la confortabilidad de comer sin tantas personas alrededor —dije poniendo mi mano de forma dramática en mi frente. Gia tuvo que hacer un esfuerzo por no reír y atorarse con la comida.

—Tienes razón, aunque confieso que pagaría por ver la cara que va a poner Rayan cuando vea a los del equipo de fútbol con una nueva copa, mientras que su equipo va de mal en peor.

—¿Hay dos equipos de fútbol?

—Por supuesto que no. Rayan es el capitán del equipo de básquet. ¿Recuerdas a el pelirrojo de la clase de historia?

—¿Él que literalmente se quedó dormido toda la clase y le lanzaron agua para que se despertara?

—Ese mismo. Este año no parece ser el suyo, escuche por allí que lo van a destituir de su puesto de capitán, porque al parecer el príncipe perdió su encanto y eso lo tiene irritado.

—Ahora entiendo porque reacciono de forma agresiva cuando esos chicos mojaron su cabello en historia.

—Si, por suerte solo comparto esa clase con él.

—Yo lo veo en dos.

—Pues sí no quieres estar en el ojo del huracán y continuar siendo invisible, mantente alejada de él, y en lo posible, sí quieres mantener un perfil bajo tambien mantente alejada de Álva...

Una chica de cabello castaño oscuro se acercó a la mesa y se aclaró la garganta.

—Gia, ha pasado un tiempo, veo que ya no comes sola ¿Le pediste barnie que te diera una amiga? —comentó con un tono de burla que hizo que Gia cerrara sus puños entorno a sus cubiertos con fuerza.

—No, pero ¿Quieres que yo te dé a ti un nuevo color de sombra de ojos? Porque estoy pensando seriamente en levantarme y estampar mi puño contra tu cara —contesto Gia con una sonrisa forzada.

—Tan rustica como siempre —rodo los ojos antes de ponerlos sobre mí. — No se te vaya a pegar sus mañas de rareza, nueva.

Gia dio un fuerte golpe sobre la mesa y se puso de pie, la chica se sobresaltó antes de volverse hacia ella y sonreír con cinismo.

—¿Te vas por las buenas o te arrastro hasta la puerta y te saco por las malas?

La castaña sonrió de costado y volvió a posar su mirada sobre Gia.

—Me voy porque quiero, pero te recuerdo que la cafetería no es tuya nena. Bye, hay un jugador de fútbol al que debo ver —movió sus dedos frente a Gia en un gesto de despedida.

—¿Quién es? —pregunto una vez la castaña se aleja.

—Nadie, solo una vibora odiosa. Ya se me quito el apetito, me voy, tengo clase de inglés —sentencia y sin que yo pueda si quiera decir algo se va hacia la barra y deja su charola en un tiempo record antes de salir hecha una furia de la cafetería.

Apenas había probado bocado, y sí no comía mi estomago dolería otra vez, la abuela ya me lo había advertido, sí enfermaba ella tendría que llamar a mi mamá y eventualmente ella me llevaría a Ecuador, así que no me quedo más remedio que terminar de comer sola.

Aún tenía tiempo antes de mi clase de filosofía por lo que después de comer aproveche que había poca afluencia de estudiantes para conocer la biblioteca de la preparatoria.

Al caminar por los pasillos solitarios divise a través de una ventana que había una gran concentración de estudiantes en el estadio de la preparatoria, y bueno el equipo de fútbol acaba de ganar un campeonato de verano probablemente todos querían homenajear a los portadores de tal logro. Y que se note el sarcasmo en mis palabras. ¿Qué a nadie le importan las clases en este lugar?

Abro la puerta corrediza frente a mí, un lugar lleno de paz y conocimiento se revela ante mis ojos. Saludo a la encargada, una mujer de unos treinta años de cabello café oscuro con lentes que se encuentra detrás de un pequeño escritorio de madera escuchando música con auriculares, ella asiente con la cabeza sin muchos ánimos y me hace una seña indicándome que siga con mi camino.

La biblioteca en si no es tan grande como la biblioteca que había en mi antigua preparatoria en California, unas cinco estanterías llenas de libros y unas cuantas mesas de estudio al fondo era todo lo que tenía en frente. Y todo lo que necesitaba para ser feliz, al menos mientras no hubiera tantas personas cerca.

—Ciencias, investigaciones, biografías...—paseaba mi dedo curiosa por el lomo de los libros mientras avanzaba en medio de un par de estanterías.

—Si buscas algo de misterio romance o suspenso, creo que has venido a la biblioteca equivocada.

—En realidad buscaba un libro de...

Me corté a mí misma cuando fui consciente de que la voz que habló no estaba en mi cabeza, alguien me estaba hablando, alguien me había hablado.

Con los ojos abiertos de par en par levante la cabeza hacia el portador de la voz. ¡Y Dios!, ¿Dios por qué a mí?

Allí, frente a mí del otro lado del anaquel había un par de ojos castaños claros viéndome con ¿diversión? ¿burla? No lo sé, no estoy segura, solo sé que será mejor si me voy.

Si, debo irme.

Lo más rápido que pude gire en mi propio eje y camine a pasos largos hacia la salida.

Pero tal vez mis pasos componen uno o quizás dos de los suyos porque incluso antes de que pudiera llegar al fin del pasillo entre las estanterías, él se interpuso en mi camino.

—Lo siento ¿Te asuste? Te juro que no fue mi intención.

Atrapada en medio de dos estanterías, levante lentamente la mirada, paso de un par de zapatos deportivos a unos jeans blancos no muy ajustados hasta una chaqueta azul y luego una cálida sonrisa.

—¿Estás bien? —pregunta ante mi casi eterno silencio.

Las palabras se pierden en mi garganta y no puedo hablar, aunque quiero no puedo, las palabras e incluso mi propia voz parece haberse desvanecido de mi garganta.

Asiento con la cabeza bajando la mirada hacia cualquier cosa que no sea él.

—¿Necesitas que te ayude en algo? No lo sé ¿Buscabas algo en específico?.

Niego con la cabeza.

—¿Eres muda? —pregunta dudosa pasando una mano por detrás de su cabello.

—No —para mi sorpresa respondo en voz alta haciendo que la encargada de dos palmadas sobre el escritorio. Ambos nos regresamos hacia ella y nos hace un gesto que ruega por silencio llevándose un dedo frente a los labios.

—Vaya que es sobrenatural, se supone que tiene puestos los auriculares —comenta sin dejar de mirar a la mujer.

—Yo la llamaría anormal —solté por lo bajo.

—Y eso me recuerda... ¿Qué es lo que haces en una biblioteca si no buscas un libro? ¿Te ocultas del mundo o algo así? —pregunta en un susurro señalándome con el dedo indice.

—Si pudiera esconderme dentro de los libros entonces sí que lo haría —confieso antes de darle la espalda y comenzar a caminar entre las estanterías.

—Ok, no juzgo gustos, pero yo preferiría esconderme dentro de una película un mundo que, aunque es fantástico visualmente ya conozco.

—¿Por qué adentrarse en un mundo predeterminado por una sociedad cuando puedes ser libre de vivir aventuras inéditas en un mundo de fantasía dónde no existen reglas ni limites?

—Punto a tu favor, aunque eso dependería mucho de la película y el libro ¿no?

—Si, tal vez.

—Porque no me imagino viviendo en un libro escrito sobre la Segunda Guerra mundial.

—Como el diario de Anna Frank, sí, yo tampoco, hablaba sobre mundos mágicos.

—Esos deben ser mejores, admito que jamás lo había visto así.

—Y yo tampoco, sí no hasta que comencé a leer.

—¿A qué edad comenzaste a leer?

—Como cualquier persona normal a los seis y libros a los doce.

—Ok —contesta mientras trata de disimular una risa —¿Y qué te trae por aquí entonces? ¿Investigación?

—¿Se vale la curiosidad?

—Si, la flojera de convivir también —me gire a verlo intrigada.

—¿Estás aquí porque no quieres convivir?

—Digamos que me agobia el exceso de personas con miradas hipócritas que tienen todas sus expectativas y miradas maliciosas sobre mí.

Su respuesta me pareció demasiado directa, o más bien fue demasiado sincero.

—Entonces el que se refugia en la biblioteca eres tú, no yo.

Sonrió nuevamente.

—Me atrapaste —confeso. —Este es el único lugar de la preparatoria al que casi nadie viene, ya nadie necesita de un libro desde que existe el internet, así que me gusta venir aquí cuando requiero algo de soledad.

—Sí ese es el caso creo que debería irme entonces.

—¡No! Es decir, no era indirecta, tu compañía no me molesta en lo absoluto.

—Ook —esbocé una sonrisa nerviosa cuando un par de hoyuelos aparecieron en su mejilla. Me di la vuelta un poco incomoda, o más bien avergonzada, y continué paseando mis dedos por los libros en las estanterías. Era un extraño, un llamativo e interesante extraño debo admitir, pero, aunque quisiera dejar atrás ese mal que me sigue desde lo que paso en California y abrirme a otras personas, no podía, no me era fácil ¿Qué se supone que diga?

—Entonces ¿Te gusta leer?

Para mi sorpresa continúo caminando detrás de mí, y continúo hablando. Hablándome.

—Si. De hecho, tengo varios libros en casa.

—¿De ciencias y esas cosas? —quiso saber.

—No, de aliens y sus invasiones futuras — intente bromear.

—Entonces sí que deben ser interesantes

Lo mire por encima de mi hombro divertida, estaba de brazos cruzados observándome con una sonrisa recostado en la estantería.

—Son juveniles, tienen un montón de temas, dependen mucho del género —aclaré

—De hecho, sí lo imagine —confeso esbozando una sonrisa.

—¿Y tú no lees?

—De hecho sí, desde que tenía seis o siete —aunque quice no pude contener la risa ante su comentario. —En serio, no es broma sí sé leer.

—Sabes a lo que me refería.

—Claro, pero no fuiste especifica, y sí, si he leído uno que otro, la mayoría porque los profesores de literatura tomarían un examen basado en ese libro.

—Entonces lees por obligación, no porque te guste.

—Dije que había leído la mayoría por obligación, lo que quiere decir que hay una pequeña cantidad que leí durante mi infancia porque me parecían interesantes.

Continué caminando hasta que el pasillo entre las estanterías se acabó y quedamos al final del pasillo frente a una de las mesas de estudio, avance hacia una silla al lado del enorme ventanal que iluminaba el lugar y me senté en ella.

—Te escucho entonces.

—¿Quieres nombres?

—Si.

—Bien —contesto dejándose caer relajado sobre una silla en el otro extremo de la mesa —pero entonces deberás decirme tu nombre, no puedo confiar el secreto mejor guardado de mi vida a una persona sin nombre.

Bajé la cabeza y sonreí por lo bajo. Cuando volví a verlo me estaba observando expectante. De todas formas era solo un nombre, bueno mi nombre, nada más, porque no le daría mi apellido.

—Emilia.

—Ok Emilia, soy Manuel —dice extendiéndome la mano por encima de la mesa.

Esbozo una sonrisa, paseo mi mirada entre su rostro y su mano extendida dudando un poco interiormente entre sí tomarla o no, podría ser una broma y bajar la mano antes de que la tome, pero... No, ya no estoy en California le extiendo la mano y termino estrechando la suya.

—Mucho gusto, o debería decir interesante gusto —dice mientras mantenemos nuestras manos unidas.

—¿Interesante gusto?

—Tú eres interesante, en buen sentido claro.

—¿Interesante? ¿En serio? Que pésimo alago —digo burlona.

—¿Verdad? Nunca se me han dado mucho eso de los halagos, pero, al menos digo lo que pienso, y no me copio de los demás cuando quiero sonar cool, eso es válido ¿no?

—Si, supongo.

Separamos nuestras manos y él se acomoda frente a la mesa antes de volver a hablar.

—Bien, como lo prometido es deuda aquí te va una pequeña lista que hizo que mi infancia fuese un poco mágica: Peter pan.

—Yo leí ese, pero es un cuento y es más corto que un libro.

—Tranquila que fue el primero, lo mejor va al final.

—Ok, te escucho.

—Las Crónicas de Narnia —mostro su dedo índice —Las aventuras del Capitán Calzoncillos —tuve que poner una mano sobre mi boca para ocultar una risa. Él niega con la cabeza y continúa contando — Harry Potter, tuve la saga de Harry Potter.

—Yo también.

—¿En serio?

—Si, de hecho, aún la guardo.

—Yo perdí la mía cuando me mude, pero aún me quedan las películas supongo.

—¿Cuál es tu favorita?

—Las reliquias de la muerte. ¿Y tú?

—El prisionero de Azcaban.

—¿En serio?

—¿Qué? Me pareció de las mejores francamente.

—Definitivamente prefiero las reliquias de la muerte.

—Como quieras, no voy a discutir contigo sobre buenos gustos.

—Ok —levanta las manos en señal de rendición. —Por cierto, no te había visto antes ¿eres nueva verdad?

—Habías tardado en notarlo —digo algo incomoda asintiendo con la cabeza.

—En realidad lo noté desde el momento en que te vi.

—No te creo ¿Entonces porque no preguntaste antes?

—¿Debería haberlo hecho? Es decir, me paro frente a ti de la nada y te digo oye eres nueva mucho gusto yo soy el... ¿viejo?

Suelto una risa al mismo tiempo que él.

—Noo eso sonó horrible.

—¿Verdad?

—Pésimo —afirmo.

—Y dónde vivías antes, porque supongo que también te mudaste.

—¿Es tan obvio?

—Dímelo tú, esta es la única preparatoria del pueblo.

—Claro. Pues sí, me mude hace poco, de hecho, hace tan solo una semana.

—Con el tiempo justo para iniciar las clases.

—Exacto.

—No quiero sonar entrometido, pero, tengo curiosidad de saber dónde vivías antes de venir a uno de los confines de la tierra.

—Qué exagerado, no me parece uno de los confines de la tierra.

—Cuando vivas aquí más de diez años te lo preguntaré de nuevo.

—No creo que viva tanto tiempo aquí, antes vivía en California pero me mude aquí para vivir con mi abuela.

—¿Con tu abuela? ¿Y tús...

El sonido del timbre alerto mis sentidos. Era hora de entrar a clases, y el salón al que debía entrar estaba en la planta baja, ósea dos pisos abajo, y para mi suerte en esta preparatoria no existen los ascensores.

—Debo irme o llegare tarde —anunció poniéndome de pie.

—Te acompaño

—No es necesario tengo clase en el primer piso, adiós —me despedí como pude antes de salir literalmente corriendo del lugar.

—Pero igual puedo...

Cegada por la presión de llegar tarde ni si quiera me detuve a terminar de oír lo que decía. Debía llegar al salón antes que el profesor o estaría en problemas, serios problemas para mi boleta.

***

El día había sido largo, más que todo la tarde, me mantuve encerrada en mi habitación estudiando y preparando todas y cada una de mis tareas pendientes, así que por la noche decidí bajar a despejar un poco mi mente y a hacerle compañía a la abuela, cocinamos juntas la cena y después de comer terminamos en el sofá viendo uno de sus programas favoritos en la televisión.

—¿Ya entendiste el sentido de la novela? —pregunta la abuela.

—Un poco, se supone que a Valentina la dejo plantada su prometido y ahora su corazón se hizo de piedra y el hombre apuesto de la hacienda vecina que si tiene buenos sentimientos le cae mal.

—Más que eso, al principio lo odia, pero después irá cayendo poco a poco ante sus encantos.

—¿Ya la has visto antes?

—Pues claro hija sí esa novela es antigua, solo que llevaba años sin verla, y es muy buena, a diferencia de esas series cortas que hacen hoy en día.

—Son muy buenas, al menos los k-dramas lo son.

—Te refieres a esas novelas chinas que ves y no se entiende lo que dicen.

—Abuela son coreanas.

—Bueno, bueno, eso, por cierto, yo creo que princesa ya estiro las piernas, porque no vas a abrirle la puerta.

—Ok, como la reina eres tú y ella la princesa, esta noble doncella se dispone a cumplir órdenes —suspire bajando mis pies del sofá.

—No dejes que entre nada sucio a la casa. El otro día el dio por entrar con una cubeta llena de tierra y tuve que limpiar toda la sala.

Sonreí al imaginarme a princesa haciendo tal desastre y con algo de pesades me levante hacia la puerta que daba al patio trasero para llamar a la canina, pero lo que no me esperaba era que princesa no estuviera.

Princesa era una golden, una golden que se hacía notar a simple vista y el patio estaba vacío, no había ni un solo rastro de ella.

Carajo, esto no era bueno. Princesa es muy especial para mi abuela, perderla puede causarle un colapso emocional muy grande, pero tampoco puedo alertarla falsamente, tendría que buscarla y encontrarla a como dé lugar.

Entre abrí la puerta un poco y constate que mi abuela siguiera viendo su novela, el capítulo duraba casi una hora, así que estaría ahí un buen rato más y yo podría salir a buscar a princesa sin que se diera cuenta y ojalá pudiera encontrarla.

Dejo la puerta entreabierta y salgo al patio dónde el frío me abraza y me eriza la piel. Llamo a princesa por lo bajo, pero ella no da señales de ningún tipo. Definitivamente, aquí no está.

La cerca está en buen estado, tendría que haber saltado para salir o alguien tuvo que sacarla.

Abro la pequeña puerta de la cerca y salgo a la calle que en este momento se encuentra con escaso tránsito, aferro mis brazos a mi torso para menorar un poco el frío y comienzo a llamar a princesa.

Camino por la acera sin dejar de buscarla con la mirada, la llamo mientras avanzo y le doy la vuelta a la casa hasta llegar al patio de enfrente dónde tampoco se encuentra.

—Dios mío que le voy a decir a la abuela si no aparece.

No podía ponerme a buscarla por medio pueblo a esta hora, ni siquiera conocía el pueblo, ni a los vecinos, pero podría llamar a Gia ella ayudaría, pero deje mi celular a dentro, mierda ¿Ahora qué?

¿Qué hago?

Me pase las manos por el cabello con frustración.

Más en medio de mi desesperación a lo lejos escuche un ladrido, un ladrido conocido acompañado de una risa sonora.

Sin detenerme a pensar en nada camine hacia la dirección de dónde provenían los ladridos, no estaban muy lejos, venían prácticamente de la casa de alado.

Caminé por la acera hasta que vi a la causa de mis preocupaciones parada en dos patas apoyada en el pecho de un extraño, al menos para mí porque ella parecía muy familiarizada.

—¿Princesa? ¡Princesa! —la llame y finalmente se dignó en bajarse del pecho de aquel chico, pero no dejo de dar vueltas a su alrededor.

Y en lugar de obtener la atención de la canina obtuve la atención del extraño que en cuanto se incorporó reconocí de inmediato. Traía el cabello revuelto, vestía ropa deportiva color negra como sí acabara de hacer ejercicio.

—¿Tú? —enarque una ceja.

—Tú —respondió con una sonrisa.

—¿Qué haces aquí?

—Vivo aquí ¿y tú?

—Buscaba a una fugitiva —señale con el mentón a la canina que seguía aferrada a Manuel.

—¿Princesa?

—Si es mía

—¿Tuya? —me miro confundido.

—Si, o bueno, es como sí lo fuera, es de mi abuela.

—Momento ¿Eres nieta de la señora Corbett?

—Si.

—Vaya conciencia. Somos vecinos.

—¿Qué? Aunque bueno, eso explicaría porqué cierta señorita parece tenerte una considerable estima, al punto de literalmente escaparse de casa.

—Lo siento, no fue mi intención meterla en problemas, la señora Corbett es una señora de edad y Princesa es una Golden, necesita actividad por eso suelo llevarla a pasear de vez en cuando para que estire sus patitas.

—Quieres decir que tú la raptaste.

—Técnicamente solo le abrí la puerta y ella salió —se encogió de hombros apenado.

Esboce una sonrisa y el paso una mano tras su nuca apenado.

Después de discutir el mal accionar de su parte al sacar a princesa sin permiso nos sentamos en los escalones del umbral de su casa a hablar un rato mientras princesa jugaba en el jardín con una pelota de hule.

—Así que sí existes

—¿A qué viene eso?

—A qué después que te fuiste te busqué, pero no te encontré, creí por un segundo que te había alucinado.

—Solo fui a clase de filosofía no a otro mundo.

—Pues cuando cruzaste la puerta de la biblioteca por un segundo pareció como sí, si lo hubieras hecho. Es decir, incluso le pregunte a las tres miss que dan filosofía si sabían de tu existencia, pero ninguna me dijo recordarte de su clase

—Eso debe ser porque aparte de ser la nueva no alcance una banca en frente gracias a mi pequeño retraso.

—Seguro fue eso, al menos llegaste a tiempo, que es lo que importa ¿no?

—En efecto.

—Lindas zapatillas —comento y mis mejillas se encendieron.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

Hasta ahora vine a recordar que literalmente estaba en piyama. Llevaba mis pantalones cuadrados de algodón y mis pantuflas de cerdito con orejitas, con orejitas ¡Dios que vergüenza!

—¿Sabes qué? Yo creo que la abuela debe estar preocupada —hice un ademán de levantarme, pero él me tomo de la mano y detuvo.

—Solo jugaba se ven geniales, son adorables —argumento refiriéndose a las pantuflas.

—¿Estás de broma? Manuel llevo literalmente el piyama, yo no debería estar afuera.

—¿Y usar piyama te hace un fenómeno? Tranquila yo también uso, y quien se atreva a burlarse debería ser un anormal que duerme sin nada.

Reí y volví a sentarme.

—Ok, supongo que tienes razón.

—De hecho, la tengo señorita Corbett.

—¿Siempre eres así?

—¿Así como?

—Así, no sé, así como eres.

—Pues la verdad no sé cómo soy, solo existo en mundo en el que respiro aire y bebo agua para sobrevivir ¿Qué me dices de ti? ¿Te escapaste de alguna historia fascinante? ¿Por qué te pareces mucho a una interesante protagonista?

—Que más quisiera yo, pero en realidad, solo soy una adolescente de lo más normal que quiere graduarse de la preparatoria y sobrevivir para ir a la universidad, nada de ningún otro mundo.

—No lo creo, la mayoría solo piensa en beber e ir a fiestas a pasársela bien con la excusa de que es su último año, pero tú, tú ya estás pensando en tu futuro, en lo que quieres hacer y cremé a esta edad no es fácil planificar o luchar por algo de manera constante, así que no creo que seas el estereotipo de adolescente normal. Eres diferente.

—Tú tampoco pareces seguir estereotipos, mírate, raptando mascotas a escondidas de su dueña en lugar de ir de fiesta.

Sonrió y los hoyuelos volvieron a aparecer, sus ojos cafés se iluminaron con un brillo especial cuando se volvió a verme.

—Supongo que somos parte de algún estereotipo independiente.

—¿Y tú que tienes planeado? Para este año y el que viene.

—El que se avecina no lo sé, el futuro siempre es incierto, pero sobre mi presente pretendo primero: sobrevivir a la preparatoria y conseguir el bonito diploma de cartón que nos darán al terminarla, para colgarlo en la sala de mi casa y hacer que mi madre se sienta orgullosa. Y segundo: entrenar como un loco y aferrarme a lo que todos piensan que es invisible.

—¿Lo que todos piensan que es invisible? —fruncí el entrecejo confundida.

—Los sueños. Ya sabes, eso que anhelas con todas tus fuerzas, pero que solo está en tu cabeza.

—Oh eso. Claro, aquello que te apasiona es lo único por lo que el corazón y el cerebro se alinean en una sola voz.

—Exacto, es ese sentimiento de que sabes lo que quieres, sientes que eres bueno en eso, que puedes mejorar sí es necesario, pero, aunque llevas años luchando no encuentras una salida o algo que te catapulte a dónde quieres estar, así que vuelves a tu realidad y te das cuenta de que solo estabas literalmente soñando ¿Comprendes?.

Lo mire confundida por un instante. Eso era exactamente lo que me pasaba a mí. Podía soñar que era una comunicadora exitosa, en mis sueños era muy sociable y se me daba muy bien el entablar una conversación con otros pero al despertar la realidad me pegaba de frente, y todos los años en los que practique con mi padre la buena postura el buen uso de la palabra y un lenguaje formal se esfumaron de mi mente junto con su existencia en este mundo.

—Sé lo que se siente —afirme volviendo mi mirada hacia el cielo nocturno. —Alguien me dijo que para los sueños no hay asesor, lamento decepcionarte pero tal catapulta no existe. Aunque el camino es más largo, el progreso no se ve en línea recta, se ve en escalones, una larga escalera en dónde cada escalón es un aprendizaje, es así hasta la cima del éxito. Una escalera que no cualquiera se arriesga a subir y que no todos terminan, luchar a veces cansa y muchos terminan estancándose en el camino por la frustración.

—Tal vez sea por eso que me siento estancado, digo, si subes un escalón a diario no verías gran avance y eso eventualmente lleva a la frustración.

—Si, pero sí subes un escalón diario en un año habrás subido 365 escalones. ¿Subirías una escalera así de grande en un día sin cansarte?

—Bueno si lo planteas así, las cosas son totalmente diferentes, hasta podría sentirme orgulloso por lo que he logrado hasta ahora.

—Lo sé, todo está en la mente, ella puede ser tu amiga, pero también tu peor enemiga. Es como un cuchillo de doble filo que solo tú tienes el poder de controlar, siempre que por alguna razón te quiera arrastrar a la frustración recuérdale que has subido 365 escalones y sí llevas más de un año imagínate en el punto de la escalera en el que debes estar.

Repítetelo a ti misma más seguido entonces.

Siempre he sido buena aconsejando sobre algo a los demás, y siempre he sido buena en no aplicar lo que aconsejo, es algo extraño que nunca terminaré de entender. Todo lo que le acababa de decir eran cosas que papá solía decir.

—Demasiado alto. Tanto que daría miedo.

—Tranquilo, en tu mente no hay límite, puedes imaginar que la escalera es de algodón.

—Muy graciosa.

—Solo decía, ya decides tú de que la armas.

Por un segundo nos quedamos en silencio, observando la tranquilidad de la noche interrumpida por los ladridos de princesa. Reímos cuando vimos que se enredo con sus propias patas dando un trampolín en el césped tratando de perseguir unas luciérnagas.

—Por cierto, Emilia, quiero preguntarte algo, sí no te molestas, pero sí vivías en California ¿Por qué venir aquí?

—No lo sé, porque me gusta explorar la diversidad de mi país tal vez —bromeé con un tono de voz que sonó muy seguro.

Manuel me rozo su hombro con el mío dándome un pequeño empujón divertido.

—Ya, en serio.

—En realidad vine porque no quería ir a vivir a otro país con mi mamá, así que para huir de ella me refugié en mi abuela, y mi abuela esta aquí así que, así fue como vine.

—He vivido prácticamente desde que tengo memoria aquí pero no recuerdo haberte visto antes, digo, la señora Corbett solía pasar largas temporadas fuera, pero siempre volvía. Y sí mal no recuerdo hace dos años que ya casi no sale.

—Bueno, mi abuela iba a visitarnos a Californía por largas temporadas cuando papá tenía que cubrir coberturas en otras partes del país, ella se quedaba conmigo y cuando papá regresaba volvía aquí —baje la mirada para abrazar las rodillas a mi pecho.

—¿Y tú papá? —pregunto un poco dudoso.

Trago saliba.

Mi padre, mi padre ya no esta.

Bajo la mirada por unos segundos, aunque quisiera ocultárselo eventualmente terminará enterándose y sí no quiero que lo que paso en Californía se repita, esta vez debo ser clara y fuerte al mismo tiempo. Solo así las personas mostraran su verdadero rostro conmigo, como lo hizo el idiota ese el año pasado.

—Falleció hace un año —dije con voz suave sin regresarme a verlo.

Silencio.

—Lo siento, de verdad no lo sabía, perdóname, si quieres cambiamos de tema y...

—Está bien, me gusta hablar de mi papá, no preguntaste nada malo —le asegure esbosando una pequeña sonrisa, porque así es, me gusta hablar de papá como sí fuera un tema de conversación normal. Su expresión se suavizo y me mostró una sonrisa de vuelta.

—Entonces háblame de él, ¿Cómo era? Supongo que, así como princesa es la princesa de la señora Corbett tú debiste ser la suya.

Sonreí y negué con la cabeza.

—¿De verdad quieres que te hable de alguien que ni si quiera conocías? —enarqué una ceja.

—Pero tú lo conocías, y yo puedo conocerlo a través de ti, claro sí tú me permites conocerlo.

Lo miro con el entrecejo fruncido.

—Eres extraño, en un buen sentido agrego.

—¿Por qué?

—Porque nadie en sus cinco sentidos me había dicho eso, es decir, cuando murió papá todos me veían como...

Me corte a mí misma incomoda. Yo vine aquí para olvidar eso, no para revivirlo. No, no debo decirlo sí quiera.

—¿Cómo...?

—Nada, olvídalo —musite al final con la mirada perdida pero él siguió indagando, y yo no iba a decirle que todos empezaron a llamarme pobre huérfana, no quisiera sí quiera volver a oír eso, así que desvíe las cosas. —Es solo que nadie se interesó en mis sentimientos ni en saber sí quería hablar, aparte de la psicóloga de la preparatoria claro.

Aquello no era mentira del todo, los que creí mis amigos me dieron la espalda, y de buena fuente sé, que fueron ellos quienes me pusieron el sobrenombre de pobre huérfana.

—Pero no estas sola, tienes a tu abuela, y aunque lejos tienes a tu madre y sí quieres y me lo permites ahora puedes tenerme a mí.

Lo mire con las mejillas ardiendo.

—Como amigo agrego.

—Gracias, pero no quiero que seas mi amigo por lastima.

—¿Qué? ¿Quién ha hablado de lastima? Emilia, fui yo quien te hablo en la biblioteca cuando pude simplemente haberte ignorado por el simple hecho de ser una desconocida, pero, al contrario, sin conocerte y sin importarme en lo más mínimo algo sobre ti, me acerque a ti conociendo únicamente tu mirada a través de la estantería y la verdad no me arrepiento.

Baje la mirada y nos quedamos en silencio, él tenía razón, él se acercó primero, tal vez yo estaba viendo cosas dónde no las había, y él estaba siendo sincero. Justo cuando levante la mirada para agradecerle una voz irritada grito desde dentro de la casa.

—¡Manuel! ¡Plaga andante, hasta que hora vas a quedarte afuera!

Disimulé lo mejor que pude, pero al final no pude contener la risa. Manuel bufo e inclino su cabeza hacia atrás.

—A veces la detesto —musito negando con la cabeza. —¡Ya voy!

—¿Tú mamá?

—Aún peor, mi madrastra.

—No imaginé que tuvieras madrastra.

—Ni yo, hasta que abrí los ojos después de nacer y me di cuenta de que no era el primero, sino que ya tenía hermana.

La hermana de Manuel volvió a gritar su nombre y él le aseguro que ya no tardaba.

—Es una pesada, creo que ya debería devolver a princesa y a su fiel doncella a su castillo ¿no?

—No es necesario.

—Insisto, además, no es que me muera por ir a dentro a verle la cara de amargada a mi hermana.

—Como quieras —dije al tiempo que me ponía de pie.

Manuel le puso a princesa la parte de la cadena que conectaba con la pechera y comenzamos a avanzar por la acera, yo me aferraba a mi torso mientras el caminaba sujetando a princesa.

Dimos vuelta a la casa para poder entrar por la puerta del patio trasero, allí Manuel retiro de la correa a princesa y yo entre al jardín del otro lado de la cerca junto con ella.

—Supongo que es un hasta mañana.

—Supongo que sí, nos veremos camino a la preparatoria ¿no?

—Eh si, seguro, tomas el autobús ¿no?

Afirme con un asentimiento de cabeza.

—Bien, entonces nos veremos mañana.

—Ok.

Manuel retrocedió hacia la acera después de despedirse de princesa y avanzo hasta la puerta del patio trasero de su casa. Yo por mi parte entre en silencio a la casa, tratando de evitar cualquier ruido con la puerta, pero mi perruna amiga no fue para nada cautelosa, apenas entro fue corriendo hacia la abuela que seguía en el sofá viendo la televisión

***

Manuel

Seco parte de mi torso con la toalla antes de ponerme la camiseta que deje sobre la cama. Vuelvo mi mirada hacía el balcón que da a la casa de a lado, veo la silueta de la nueva moverse por la habitación hasta apagar la luz. Suspiro como un idiota al recordar la forma en la que su mirada se ilumina cuando sonríe con ganas. Es tierna, pero a su manera ella es...

Carter

Mierda, Carter. Me doy una palmada en la mejilla para devolverme a la realidad. Tenía que llamarlo antes que se durmiera o no me cogería el móvil.

—Carter, no será necesario que vengas por mi mañana —digo apenas descuelga la llamada.

—¿Tú hermana te dejara por fin manejar el coche? —dice somnoliento.

—No.

—¿Y entonces qué? Vas a caminar hasta la preparatoria.

—Tomare el autobús.

—¿Quién? ¿Tú? —su voz se exalta.

—Si yo —afirmo.

—No te creo, sí quisieras tomar el autobús y caminar mañana y tarde hasta la parada nunca me hubieras pedido que fuera por ti, así que habla, ¿Qué bicho te pico ahora?.

—Ninguno, solo quiero caminar un poco ¿Qué hay de malo en eso?

—Lo malo es que te conozco, y sé que no harías eso sin una razón en específico. Así que suelta la sopa ya —.A este punto toda pizca de sueño se había esfumado de su voz.

—No entiendo tu comentario, solo quiero que estimes gastos en gasolina, es todo.

—Vamos, soy tu mejor amigo de toda la vida, te conozco, así que habla o ni tu ni yo dormiremos esta noche, y sí te atreves a apagar el teléfono mañana mismo te hago pasar la vergüenza de tu vida en la preparatoria, tú decides.

Mantengo el móvil cerca de mi oreja y me recuesto en la cama. Carter a veces es dramático, demasiado dramático y pesado a decir verdad.

—Solo te diré que hay una chica —admito y una sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Lo sabía, lo sabía, ¿cuál de todas es?

—No es ninguna de todas, es especial. De hecho, no es cualquier chica, ella es... la chica.

Nota de la autora: holis, pasaba por aquí a hacerles una pequeña petición la cual es que sí les ha gustado el capítulo me ayuden dejando su voto y comentando. Así llegaremos a más lectores juntos Con amor Evie♡.

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