Capítulo final 🌹
Fio
Miraba la habitación de arriba abajo, de un lado al otro, el sol se filtraba a través la tela de las impolutas cortinas que rozaban el suelo. Había cajas repletas con objetos, libros y maletas con nuestra ropa. Solté un suspiro en el momento que Samy entraba a la habitación con otra maleta ya que había mucha ropa en el closet.
—¿Qué pasa? —preguntó dejando la maleta encima de la cama. Se acercó para abrazarme por detrás y apoyar su barbilla en mi hombro —. ¿Todo bien? —hizo a un lado mi cabello descubriendo mi cuello, donde dejó un tierno beso.
Samuele nunca esperaba llegar a nada más con sus caricias y besos, entendía que no estaba lista para dar este gran paso y que debía darme tiempo, un poco más hasta que mis heridas sanaran y cerrarán por completo.
—Ya estoy extrañando esta casa —dije seria. Samuele me apretó con delicadeza a su cuerpo —. Nunca pensé que un día nos iríamos de aquí —me giró para quedar frente a él. Sonrió dejando una caricia en mi mejilla con sus nudillos.
—Vamos a venir un par de veces al año —asentí —. Vas a conocer personas en Italia, dijiste que el día que fuimos a la universidad conociste a una chica.
—Sí.
—Entonces ya tienes una conocida en la universidad, pequeña —cada que me decía pequeña sentía como mi corazón se hinchaba de felicidad. Me hacía sentir especial y amada.
—Me gusta que me digas pequeña —sonreí como una tonta, como si fuera una niña que necesitaba sí o sí de algunas palabras bellas.
—Eres mi pequeña —me abrazó apretando mis brazos también y dejó un beso en mi frente —. Siempre te voy a cuidar y proteger, solo si tú así lo quieres.
—Sí quiero, Samy. Tú me haces sentir especial, desde que nos conocimos me has hecho sentir así —musité —. Nunca me dejaste sola, ni siquiera cuando me entró la racha de alejarte de mí, tú solo llegabas y empezabas a tocar tu guitarra y con eso me hacías sentir mejor.
—Todo lo que pasaste fue duro y doloroso, me puse en tus zapatos para entender que había días en los que no querías saber nada de nadie, no me querías a tu lado y estaba bien, pequeña. No sería yo el causante de una de tus recaídas.
Todos esos meses Samuele estuvo a mi lado, después de cada terapia con la psicóloga. después de cada bajón que llegaban en cualquier momento, en mis ratos buenos pero más en los malos. Nunca se apartó de mi lado y es algo que siempre le iba a agradecer, le debía todo lo que hizo por mí desde que puse un pie en esta casa. Ahora iba a dejar a su familia para ir juntos a Italia y que yo pueda estudiar arte. ¿Qué más le podía pedir a la vida si lo tenía todo? Nada, absolutamente nada. Samuele me dio la familia que nunca tuve, el amor que se me negó y la comprensión que tanto necesitaba. Tenía amor a su lado, comprensión y respeto, él junto a Anto me hacían sentir mejor, mucho mejor de lo que me llegué a sentir en mi propia casa con mi madre.
—Nunca seré el causante de tus recaídas —añadió. Me separé unos centímetros dejando un casto beso sobre sus labios.
—Gracias por todo, amor —sonrió —. Por todo lo que me has dado.
—Te amo tanto —me abrazó por la cintura.
—Y yo te amo a ti —de nuevo besó mis labios y esta vez nos separamos para seguir metiendo la ropa en las maletas —. Por cierto, hablé con el dueño del departamento y dijo que si lo convencemos nos puede vender el lugar —abrí los ojos —. Me gustaría comprarlo para ti, para que tengas un lugar al que puedas ir en paz sin tener miedo de que algo malo vaya a pasar.
—Si tú estás a mi lado eso no importa, cariño —le dije doblando algunas blusas que sacaba del closet —. Yo solo quiero estar a tu lado y ya. Y con Aslan, y con Anto —añadí al recordar a nuestro peludo amigo que también iría con nosotros. Por ahora Anto no podía irse de su casa, sus hermanos la necesitaban y aunque su madre ya tenía un buen trabajo (gracias a Vitale) y mi amiga ya no tenía que trabajar sus hermanos la querían mucho y no podía dejarlos solos. Tal vez más adelante ella también iría a Italia con nosotros.
—Y un gato —comentó. Me volteé a verlo y le sonreí.
—Y un gato también —ambos reímos.
Seguimos metiendo la ropa en las maletas, algunas cositas que íbamos a necesitar para nuestro nuevo hogar. Ya habíamos visto algunos muebles pero en ese aspecto me gustaba que Samuele y yo estuviéramos de acuerdo para así no tener problemas de ningún tipo. Además teníamos gustos parecidos así que tampoco sería un gran problema amueblar el departamento.
—También voy a extrañar la comida de Chase —me giré y frunció el ceño —. ¿Dije algo malo?
—Creo que se te olvida que yo también sé cocinar. Todos estos meses he estado aprendiendo a cocinar con Chase para que cuando llegues de estudiar haya una rica comida sobre la mesa —sobó mis brazos con lentitud.
—Eres tan romántico y detallista.
—Tú me provocas serlo —en ese momento Carter entró a la recamara sin pedir permiso ni preguntar. Nos separamos al verlo y cada uno fue de un extremo de la pieza al otro.
—Perdón por interrumpir a los tortolos —dijo ya que había entrado a la pieza —. Solo quería ver como van las cosas aquí. Recuerden que este fin de semana tenemos que estar en Italia.
Carter ahora vivía en Italia y me gustaba la idea ya que así Samuele no se iba a sentir tan solo allá. Ni uno de los dos conocía a nadie en ese lugar y saber que Carter estaba cerca me hacía sentir mucho mejor, no nos íbamos a sentir tan solos.
—Ya sabemos que tenemos que estar en Italia este fin de semana —le dijo Samuele —. No me lo tienes que recordar todos los días, todo el día.
—Lo digo porque ese sábado habrá una fiesta y tenemos que ir —Samuele y yo nos miramos.
Desde aquella fiesta en donde conocí a Samuele nunca más asistí a una y ahora Carter decía que íbamos a ir, y yo no podía tener más miedo de que lo mismo se fuera a repetir porque esta vez no sé como iba a reaccionar, que iba a hacer.
—No creo que sea buena idea ir a una fiesta cuando apenas conocemos el lugar y las personas —le dijo Samuele a su amigo —. Además le prometí a Fio una cena juntos —me encogí de hombros ante la mirada de Carter.
—Par de aburridos —musitó y se dejó caer sobre el colchón.
Carter era una buena persona pero le gustaba salir de fiesta y ese tipo de cosas a las que Samuele mantenía lejos porque no eran de su agrado. Todo este tiempo juntos se quedó a mi lado cuando pudo ir con su mejor amigo a divertirse y conocer personas con las que podía salir y pasar un buen rato, pero desde que nos conocimos fue fiel a mí, a esta relación que no tenía nombre en aquel momento.
—Puedes ir tú si quieres —le dijo Samuele —. No tienes que dejar de hacer tu vida por nosotros.
—Podríamos ir después, quiero que conozcan Italia conmigo —nos hizo un guiño.
Se quedó con nosotros hasta que terminamos de meter la ropa en las maletas y acomodar todo para que este fin de semana estemos en Italia. Este día íbamos a comer todos juntos ya que en unos días ya no estaríamos aquí, todo sería diferente para ellos en la casa y para nosotros allá.
Vitale
Esperábamos frente a la lápida con el nombre de Alessia, cargaba a Bella en mis brazos y sostenía la mano de Bea con la otra mano. Desde hace meses veníamos a este lugar para que Bella recordara a su madre, para que al menos supiera que aquí podía venir para hablar con ella, contarle lo que le dolía o lo que la hacía feliz. Todavía no encontraban sus restos ni los de su madre, buscaban en todas partes, ríos, en el bosque, en cualquier lugar donde los pudieran esconder.
Tenía la esperanza de que algún día, no sé cuando, encontraran sus restos y poder darles el descanso que tanto se merecían. Mientras tanto me iba a encargar de platicarle a mi hija la maravillosa mujer que fue Alessia, cuanto la quería, todo lo que hizo por ella antes que nada, antes que ella misma. Bella iba a tener un buen recuerdo de Alessia, sabría lo bonita que fue y que aún cuando no estaba con nosotros la iba a querer toda la vida.
—Bella va a saber lo mucho que su madre la amó —habló Bea a mi lado —. Está rodeada de mucho amor y comprensión —apreté su mano. Giré la cabeza para observarla.
—Sé que tú le vas a dar todo el amor de una madre —también me miró y asintió con la cabeza —. Eres una buena mujer, Bea.
—No quiero que Bella sepa de mi pasado, que fui una prostituta, una mujer a la que obligaron a venderse por unos cuantos euros.
Nos alejamos de la lápida de Alessia y su madre para salir del cementerio.
—Vamos a educar a nuestra hija para que sea comprensiva y educada, no importa que sepa lo que pasaste hace tiempo ella lo va a entender y sabrá que la amas como a una madre —sonrió.
—¿Y si me odia? —preguntó trémula.
—Ella no te va a odiar —suspiró.
—No quiero ocupar el lugar de su madre, no pretendo hacer que la olvide ni mucho menos —llegamos a la camioneta donde Chiara esperaba con la puerta abierta subimos y esta vez fue Bea quien cargó a Bella.
—Tú nunca harías eso —el chofer encendió la camioneta y salimos del cementerio —. Pero vas a dejar que te llame mamá, verdad? —asintió con una sonrisa en los labios.
—Es lo que más quiero —dijo dejando un beso en la mejilla de Bella. Mi bebé apoyó la mejilla en su pecho y cerró los ojos para dormir. Todavía era pequeña y también se quedaba dormida cada que salíamos a algún lugar, mamá decía que el movimiento de la camioneta la arrullaba y creo que tenía razón en eso —. Sabes que me hubiera gustado tener un hijo, darle todo el amor y cuidar de él, pero la vida no lo quiso así.
—Vamos a tener todos los hijos que tú quieras, pero antes de eso nos vamos a casar y vas a estudiar, te vas a realizar primero como mujer para después hacerlo como esposa y madre —cogí su mano. La contemplé tan divina y maravillosa. Todos estos meses ayudaron para que sanara sus heridas, para que las pequeñas cicatrices que se habían mantenido abiertas se cerraran por completo y así ella pudiera seguir adelante como tanto lo anhelaba.
Estaba tan orgulloso de ella, de todo lo que había conseguido, que supo salir adelante y pudo perdonar, se pudo perdonar por cosas de las que no tuvo la culpa y le hicieron creer todo este tiempo. Siempre iba a estar orgulloso de la mujer que tenía a mi lado y que me apoyaba en todo en la vida.
Llegamos a la casa por la tarde. Hoy íbamos a comer juntos ya que Samuele y Fio se irían en unos días a Italia, ambos querían acoplarse a la ciudad antes de que empezaran las clases en la universidad, adaptarse a ese ritmo de vida.
Me iba a doler que mi hermano se fuera, que ya no estuviera con nosotros pero lo apoyaba en lo que sea que él decidiera hacer. Samuele quería hacer lo mejor para Fio y para él también, lo único que yo podía hacer era apoyarlos, a los dos ya que Fio era parte de la familia también. Quería a esa niña como una hermana pequeña a la que tenía que cuidar sí o sí. La veía tan indefensa y débil pero a la vez era fuerte y aguerrida al igual que Bea. Tal vez por eso eran tan buenas amigas, casi hermanas.
****
—Las cosas han salido bien estos meses —Chiara estaba frente a mí, sentada en una de las sillas frente al escritorio. Me entregó una carpeta con todas las cuentas de estos últimos meses. Estuve lejos de los negocios todo este tiempo ya que me concentré en pasar tiempo con Bella y Bea, estar a su lado, cuidarlas y quererlas mucho.
Chiara estuvo detrás de todo y lo supo hacer tan bien que estaba pensando dejarle más trabajo del que ya tenía, no para tenerla ocupada sino para darle el lugar que tanto se merecía en esta mafia. Chiara no era simplemente mi mano derecha, era una gran mujer que se podía defender y cuidar, podría matar a todo un ejército si se lo proponía, la admiraba mucho y no siempre se lo decía.
—Veo que has sabido llevar bien las cosas —sus mejillas se tornaron de un sutil color carmín.
—Hago lo que puedo —levanté un dedo.
—Haces lo que mejor sabes hacer —cerré la carpeta —. Si sigues así te voy a dejar a ti a cargo de todo cuando me retire —entornó los ojos.
—No pretendo quitarte el puesto, tú eres el Don —musitó —. Además nadie querrá hacer tratos contigo si saben que una mujer está detrás de todo este imperio. Un imperio que tu padre levantó y dejó en tus manos para mantenerlo en pie —recargué la espalda contra el respaldo.
—Va a llegar el día que me decida —suspiré —. Bella va a crecer, Bea y yo queremos más hijos y ya sabes —asintió —. Quiero tiempo para mis princesas —una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Hablas tan bonito de ellas. Las quieres tanto.
—Son mi vida entera, Chiara, las amo a las dos con toda mi alma —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Espero un día encontrar a alguien que me ame de la misma manera que tú amas a Bea —me acerqué a ella y cogí su mano por encima del escritorio.
—Un día vas a encontrar a esa persona, tú también mereces ser feliz —sonrió.
—Gracias por todo, Vitale.
—Gracias a ti por dar tu vida por esta familia —le sonreí.
—Sabes que los amo a todos.
—Y todos te amamos a ti.
Apreté su mano con mis dedos.
Chiara más que ser mi mano derecha o la mujer que se hacía cargo de nuestros enemigos era una amiga, una consejera y una buena mujer que siempre estaba al pendiente de todo y de todos.
****
Subí las escaleras y me encaminé a la habitación de Samuele. Me quedé bajo el umbral de la puerta al verlo ir de un lado de la habitación al otro, metía ropa en una de las maletas, buscaba en los cajones de su closet y puso la guitarra que mi padre le regaló a un lado ya que se la iba a llevar a Italia.
—¿Nervioso? —se detuvo de golpe al escucharme preguntar. Levantó la mirada en mi dirección y sonrió, nervioso.
—¿Te digo la verdad? —di un paso dentro de la habitación.
—Dime.
—Tengo miedo, hermano. Miedo de no ser lo suficiente para Fio, de no poder con todo esto —se dejó caer en el colchón, derrotado, temeroso...
—¿Por qué dices eso? Todos estos meses te he visto sanar a su lado, ser suficiente para ella y mucho más. No digas que no puedes porque sí puedes, hermano —me senté a su lado, palmeando su hombro —. Eres todo lo que Fio necesita para poder con esto, no la dejes sola —giró la cabeza para verme y sonrió.
—Nunca la voy a dejar, ¿pero qué pasaría si ella conoce a alguien mejor que yo? —negué de inmediato.
—Eso no va a pasar, créeme. Nunca va a conocer a nadie que la ame tanto como lo haces tú —suspiró —. Lo que sea que necesites no dudes en llamarme, siempre voy a estar para los dos.
—Te voy a extrañar, hermano, mucho —subí la mano a su mejilla y apreté mi frente contra la suya —. Nunca nos habíamos separado.
—No, pero ya es hora de que hagas tu vida, que hagas todo lo que has estado postergando desde hace años —asintió —. Siempre te voy a amar, Samuele.
—Y yo a ti, Vitale.
Bea
Las cosas iban bien en la casa, todo estaba marchando perfectamente pero tenía la espinita clavada de que algo malo podría pasar en cualquier momento, que toda la felicidad se iba a esfumar y regresaría a esa vida llena de dolor y miedo, que todo era un sueño más del que no quería despertar.
Samuele y Fio estaban a nada de irse, con ello Fran estaba melancólica y sentimental. Nunca se habían separado de esta manera hasta ahora, dicho por ella, pero era hora de que Samuele hiciera su vida lejos de casa. No dudó en acompañar a Fio en esta nueva aventura, ir con ella a todos lados para que cumpliera sus sueños y alejarla de este lugar que aunque ella no lo admitía le traía malos recuerdos. Su madre seguía ahí, llorándole al hombre que le hizo tanto daño, que la lastimó de tal manera que tardó demasiado en poder salir adelante. Era una pena que nunca se dio cuenta de la hermosa hija que tenía y haya puesto a un hombre sobre todas las cosas. Si yo fuera madre pondría a mis hijos sobre todas las cosas, incluso sobre un hombre como ese. Ella se perdía de tenerla en su vida mientras que nosotros habíamos ganado una amiga, una hija, una maravillosa novia y compañera.
Aquel día jugaba con Bella, la hermosa Bella tan parecida a su padre. Los ojos del mismo color al igual que el cabello, una sonrisa hermosa que encantaba a quien la viera, ese carisma de los Schiavone. Era la princesa de esta casa, todos aquí la querían y cuidaban, Aslan se dormía con ella y pasaba casi todo el día a su lado, Chase le preparaba comida especial que había visto en algún programa de comida para bebés. Usaba ropa de las mejores marcas, zapatos y joyas también. La abuela era quien lo hacía ya que decía que cuando Bella fuera grande las dos iban a compartir el gusto por las joyas.
—¿Quién es la niña más hermosa de esta casa? —ya se empezaba a sentar pero la mayoría de las veces se iba de lado, así que puse una frazada debajo de nosotras para protegerla del pasto —. Eres tan bonita, Bella —metí mis manos bajo sus brazos para cargarla —. Eres idéntica a tu padre —la senté en mis piernas dejando un beso en su cabello que ya estaba más largo —. Espero ser una buena madre para ti, ser un ejemplo a seguir, que te sientas orgullosa de mí.
A lo lejos alcancé a ver a Vitale, hoy traía ropa casual, unos jeans de mezclilla oscura, camiseta azul y una chamarra del mismo color. Sí, su color favorito es este. Su cabello estaba largo y su rostro se veía más relajado, en este momento la que se hacía cargo de todo era Chiara, Vitale se ocupaba más de su familia.
Cuando llegó a mí no dejaba de mirarlo, era perfecto en toda la extensión de la palabra, un buen padre, excelente hijo y nieto, un maravilloso hermano y un novio excepcional. Como todas las parejas teníamos nuestros problemas (ninguna relación es perfecta), por eso lo mejor que podíamos hacer era hablar para saber que le molestaba al otro.
—Hola —se sentó frente a mí cogiendo a Bella para sentarla en sus piernas —. ¿Cómo estás? —cada mañana me hacía la misma pregunta.
—Estoy bien, ¿y tú? —le pregunté, cogió mi mano apretándola suavemente.
—Estoy bien —sonreímos al mismo tiempo. El color de su ropa hacía juego con el bonito color de sus luceros, aquellos que no me cansaba de ver cada día y me gustan en demasía.
—¿Cómo va todo? ¿Qué te dijo Chiara?
—Todo va bien y dice que no ha tenido problemas con nadie —se refería a los demás mafiosos de la ciudad que se molestaron cuando Vitale les dijo que se iba a tomar unas vacaciones y que dejaría todo en manos de Chiara. No creían posible que una mujer iba a poder con todo pero ella les demostró que era eficiente y que no le tenía miedo a nada.
—Me alegra que ya no le pongan trabas ni peros.
—Por cierto —cambió de tema —. Me gustaría hacer una cena antes de que Samuele y Fio se vayan, ¿qué te parece? —levantó la mirada hacia mí —. Podemos invitar a Eleonor y también a Antonella y su familia, obvio que a Dona también. ¿Qué dices?
—Yo estoy encantada de hacer una última cena antes de que ellos se vayan —dije con pena. Me iba a doler no ver tan seguido a Fio y Samuele, ella era como la hermana que nunca tuve y aunque nos llevamos dos años nada más la veía tan pequeña e indefensa, pero muchas veces me demostró que no era nada de eso, al contrario era más fuerte que nunca.
Me hacía feliz que estuviera cumpliendo su sueño y que junto a Samuele empezaran una nueva vida donde el dolor ya no estaría presente. Iba a dejar a su mejor amiga pero tenían mucha comunicación últimamente, Anto venía a la casa, comía aquí y había veces que se quedaba a dormir también. Vitale le consiguió trabajo a la mamá de Anto para que pudiera sacar a sus hijos adelante, también lo hizo con Ele y le estaba agradecida por eso, sin duda alguna era un buen hombre.
Ele era mi mejor amiga, la vida la puso en mi camino para que me ayudara con el infierno que vivía al lado de André, para que me diera cuenta que nadie merecía los tratos que él me daba, como me hacía sentir conmigo misma y que nada de lo que hacía estaba bien, nada, absolutamente nada lo estaba pero fui tan cobarde, yo sola no pude salir hasta que Vitale me sacó de ese horrible lugar para llenarme de amor y comprensión, a su lado estaba segura, a su lado me sentía en mi hogar.
—¿Vamos a dentro? —preguntó a lo que dije que sí. Se puso de pie con Bella en los brazos y me ayudó a ponerme en pie también.
—He estado viendo lo de seguir estudiando —busqué su mano con la mía para enlazar nuestros dedos —. Pero me da pena porque ni siquiera pude terminar la escuela que es lo más básico —dije con pena.
—No debes sentir pena —musitó a mi lado. Apoyé la cabeza en su hombro mientras caminábamos dentro de la casa —. Podemos hacer algo, solo si tú quieres.
—Dime.
—¿Qué te parece si contratamos un maestro particular que venga a la casa a darte clases para que así no te dé pena tener que ir al colegio? Será más cómodo para ti ya que se va a centrar solamente en ti y no habrá más compañeros que te lleguen a molestar —se detuvo antes de entrar a la casa, esperando una respuesta que tardó en llegar.
—¿Eso se puede? —me giré por completo hacia él. Asintió con una sonrisa dibujada en los labios —. ¿En serio?
—Claro que se puede y sino podemos obligar a un profesor para que venga a darte clases —entorné los ojos y sonrió divertido —. No es cierto, es broma.
—No digas esas cosas, van a pensar que estás demente.
—Por ti sí —dejó un beso en mi mejilla. No terminaba de acostumbrarme a estas muestras de cariño pero con Vitale era así siempre, atento y cordial, amable con todos y un romántico sin remedio, por eso lo amaba tanto.
—Gracias —una sonrisa llegó a sus ojos. Entramos a la casa pero antes de subir las escaleras la abuela nos quitó a Bella porque le estaba tejiendo un suéter, había empezado a tejer solo por la beba ya que era una mujer de salir y andar de un país a otro, de compras y con sus amigas pero por Bella hacía lo que sea. Todos estábamos dispuestos a lo que sea por ella.
Recorrimos el pasillo antes de entrar a la habitación, Vitale venía detrás de mí, podía sentir su mirada clavada en mi nuca. Siempre me miraba, lo hacía de una manera en la que nadie me había observado jamás, para los demás solo era un pedazo de carne al que podían tomar cuando se les diera la gana pero para Vitale Schiavone era una mujer con valores, hermosa y me respetaba, me quería tal y cómo era. Cuando entramos a la habitación me miré en el espejo, de arriba abajo. Mi reflejo me sonrió, la chica rota y sucia ya no estaba, aquella que quería morir día con día, la que pensaba una y mil maneras de quitarse la vida había desaparecido, en su lugar había una mujer fuerte, valiente y guerrera, soñadora, que quería salir adelante por ella. Beatrice Caruso ya no tenía miedo de nada, ya no le temía a la vida ahora la abrazaba como si fueran las mejores amigas.
—Eres hermosa, Bea —me abrazó por detrás, rodeando mi cintura con sus brazos, apoyando la barbilla en mi hombro —. Eres la mujer más bonita que he tenido el placer de conocer en toda mi vida.
—No dirás lo mismo cuando Bella sea grande, ella será hermosa.
—No me digas eso —bufó lo que me dio risa, también sonrió pero después esa sonrisa se borró —. Por ahora no quiero pensar en eso, solo quiero disfrutar todo este tiempo a tu lado, a su lado —corrigió —. Tenemos toda la vida, Bea, toda la vida para estar juntos.
—Lo sé, yo también quiero estar a su lado, disfrutar con ustedes toda la vida —sus luceros se iluminaron, tenían ese brillo eléctrico que tanto me gustaba, que me volvió loca desde que lo vi de nuevo.
—Vas a ir a la universidad, vas a conocer personas de tu edad, vas a disfrutar todo lo que se te negó hace años y nadie volverá a cortar tu libertad —decía con ese tono de voz que me daba tanta paz y felicidad —. Te juro por mi vida que de ahora en adelante haré lo que sea para que tu felicidad sea completa —bajó sus manos a mi vientre donde enlazó sus dedos con los míos.
—Vitale, no necesitas hacer nada para que sea feliz, ya lo soy. Me has dado amor y una familia, no puedo pedir más —en mi garganta se formó un nudo, uno que no estaba dispuesta a desatar. Ya no iba a llorar por nada triste, porque ya no había ese tipo de sentimientos en mi vida, todo era felicidad plena.
»Me has dado tanto y no sé como te lo voy a pagar, no sé que darte a cambio cuando ya lo tienes todo —soltó mis manos, me giró para dar una vuelta como si estuviéramos bailando y me pegó a su cuerpo, apoyé mis manos en su torso.
—Lo tengo todo porque estás a mi lado, Bea, sin ti no soy nada, no soy nadie —dibujó una sonrisa en sus labios. Estos tan apetecibles, rellenos y rosados —. Te amo, Beatrice Caruso, te amo tanto.
—Y yo te amo a ti, Vitale Schiavone —apoyó su frente contra la mía, al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en nuestros labios. Esto se sentía tan irreal, como si fuera un sueño, uno del que no quería despertar. Pero estaba segura que no lo era, que aunque lo pareciera no era un sueño más. Esta era mi realidad y a veces podía ser dura, cruel y parecía que no había un camino que seguir sin que hubiera obstáculos adelante, pero también estaba segura que no importaba nada siempre tendría a Vitale a mi lado.
Y sabía que sería difícil, porque no todo es fácil en esta vida, pero daría lo mejor de mí para ser una buena madre, una maravillosa esposa y un excelente ser humano. Ahora lo tenía todo pero antes no tenía nada, solo pena y dolor, todo eso quedó de lado el día que Vitale y yo nos volvimos a encontrar, el día que me sacó de ese infierno, el día que antepuso sus deseos antes que los míos, cuando me dio una familia y amor. Me dio amor sin pedir nada a cambio.
Un día tuve el anhelo de ser feliz, que no importara como o cuándo, yo quería eso más que nada en este mundo. Hoy, ese deseo se hizo realidad.
Y en aquella habitación, cogiendo su mano, apoyando la otra en su pecho, con una de sus manos en mi cintura y su mirada clavada en mis ojos juré que nadie me iba a arrebatar esto, que nadie jamás me iba a pisotear y que nadie me haría sentir como una basura, como si fuera nada más que un cero a la izquierda. Jamás me iba a sentir de nuevo como alguna vez André me hizo sentir porque con Vitale me sentía una reina, la mujer más poderosa de toda Italia y sus alrededores.
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¡Hola!
De antemano les quiero pedir una disculpa por dejar esta historia a medio terminar pero siempre me pasa que cuando voy a acabar con un libro me entra tremendo bloqueo que por cierto odio tanto, pero al fin le he dado un cierre a esta historia. No sé si esperaban otro tipo de final pero para mí es el que mis bebés se merecían ya que su vida nunca fue fácil, espero que les haya gustado.
Antes que nada les quiero decir que sí habrá un epílogo que estaré subiendo en estos días, ya tengo claro que es lo que quiero escribir solo necesito tiempo. Pueden seguirme en Twitter para saber antes que nadie de mis próximos proyectos porque aunque Dane salió muy poquito le voy a hacer una historia también, pero eso será más adelante.
Nos vemos en el epílogo ;)
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