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Capítulo 9 🌹

Bea

La mamá de Vitale se había portado tan bien conmigo, fue amable y linda. Me dijo que esta era mi casa y que haría lo que fuera para que me sintiera cómoda. Anoche el chef de la casa, Chase, me subió la cena a la habitación pero no podía quedarme aquí encerrada toda la vida, tenía que salir y conocer, pero solo con ver desde la terraza de mi habitación todo se veía tan grande, tan verde por los grandes y frondosos árboles que rodeaban la propiedad. Había muchos colores por las rosas que había en los jardines, era tan bonita y lujosa.

Aquella mañana miraba desde la terraza, llenando mis pulmones del aire de Calabria, miraba el patio, un gran doberman corría de un extremo al otro, sus orejas apuntaban hacia arriba, su hocico estaba abierto, sacaba la lengua, de pronto un chico apareció y le lanzó una pelota. Ese debía ser el hermano menor de Vitale. Empezó a jugar con el doberman.

—¡Aslan! —le gritó cuando lo perdió de vista pero Aslan no tardó en aparecer con la pelota que le había lanzado segundos atrás.

—Es hermoso, ¿no? —pegué un brinquito cuando escuché su voz tan cerca de mí. Me aparté un poco y pudo notar mi incomodidad, así que dio un paso atrás.

Al darme la vuelta me encontré con Vitale, ahora su barba estaba más recortada, su cabello un poco más corto y traía ropa negra, de los pies a la cabeza. Se veía tan bien de negro, el color le ayudaba a acentuar más el bonito color de sus ojos. Tenía las manos detrás de la espalda.

—Buenos días y perdón por asustarte —sonrió.

—Buenos días, Vitale —le sonreí pasando uno de mis rizos detrás de mi oreja.

—He comprado algunas cosas para ti —levantó un dedo —. Y no digas que no —zanjó.

—¿Me queda de otra? —negó —. Entonces no —ambos reímos.

—Le pedí a Chiara que te comprara ropa, zapatos, abrigos y todo lo que necesitas.

—Vitale...—me quise quejar pero no me dejó —. No tenías que hacerlo.

—Sí tenía que hacerlo, Bea, haría lo que sea por ti.

¿Por qué me decía estas cosas? ¿Yo le gustaba? Si así era, ¿por qué? No tenía nada en especial que me hiciera gustarle a un hombre cómo él, porque eso es Vitale, un hombre, uno muy atractivo, no cómo el imbécil, estúpido de André.

Espero que te pudras en el infierno maldita cucaracha.

—¿Por qué? —acortó la distancia que nos separaba y cogió mis manos entre las suyas. Eran grandes y bien cuidadas, con dedos gruesos y largos también. Su piel estaba pálida —. ¿Por qué haces todo esto por mí? ¿Por qué me das algo que no merezco?

—Ya te lo dije, te voy a dar todo lo que se te negó, te voy a comprar ropa, zapatos, las joyas más caras, la ropa más lujosa, la vida que te merecías tener. Si no te hubiera perdido de vista te juro que cuando tu padre murió te hubiera traído a esta casa, hubiera cuidado de ti, te compraría todo. No lo pude hacer antes pero lo haré ahora. Por favor, Bea, acepta mis regalos, te los hago con gusto y no quiero que me des nada a cambio de ellos.

—Vitale —tenía que hacer esta pregunta —. ¿Yo te gusto? —levanté la barbilla solo para ver su respuesta, sino ni siquiera hubiera tenido el valor de mirarlo a los ojos. A veces me intimidaba su mirada, esta podía parecer fría pero yo veía solo fuego en ella.

Vitale era la clase de hombre que prometía peligro, maldad y un amor ardiente. ¿Estaba dispuesta a algo así?

Desde que André me sacó de mi casa viví en un lugar frío a su lado, no tenía un hogar solo un departamento lleno de golpes e insultos. André no me amaba, llegué a pensar que sí porque cuando apenas empezamos a vivir juntos prometía que a su lado nada me iba a faltar, amor, pasión, felicidad, pero...mintió, nunca me dio nada de eso, solo golpes, insultos, patadas a mis sueños que día con día se desvanecían más. Yo quería un amor que me consumiera desde los cimientos, un hombre que me llenara de halagos, pasión, fuego, amor, romance, él no me dio nada de eso. Solo me dio días llenos de tristeza, dolor, amargura y ahora llegaba Vitale y me prometía solo felicidad y un romance lleno de pasión y fogosidad.

¿Quería esto? Sí, lo quería. Quería un romance cómo el de aquellos libros que una que otra vez llegué a leer, los que Ele me regalaba para salir un poco de la miseria de vida que tenía.

Vitale era ardiente, desde sus labios rosados pasando por su cuerpo de infarto porque podría jurar que esas manos estaban acompañadas de un hermoso y escultural cuerpo creado solo para pecar. Vitale a pesar de la maldad que lo rodeaba era bueno, era un ángel malvado que llegó a mi vida para sacarme del agujero al que André me arrastró con sus golpes y reproches. Vitale me estaba dando todo de lo que carecí desde los dieciséis años, también amor, un amor que no iba a desaprovechar.

—Sí, Bea —dijo sin pensarlo —. Tú me gusta y mucho. Sé que tienes demonios que te atormentan, un pasado crudo y cruel pero si tú me dejas yo puedo hacer que olvides todo eso y que tu futuro sea mejor. Déjame arreglar todo, será difícil pero no imposible.

—Eres tan lindo, Vitale, eres un ángel, un ángel malvado lleno de perdición —la comisura de su labio izquierdo se elevó —. ¿Serás mi perdición?

—Solo sí tú así lo quieres —me mordí el labio.

—Tengo algo que advertirte. Estoy rota, Vitale, no soy pura, he estado con muchos hombre y no ha sido porque yo lo haya querido sino porque...Tú sabes porqué. No he amado a nadie y no sé cómo se hace pero, tú...Dios. No sé, siento que tú me darás una vida plena, llena de felicidad y amor. Quiero eso, soy una romántica sin remedio.

Sonrió.

Dio un paso cerca y quedó justo frente a mí. Mi corazón empezó a tamborilear lentamente en mi pecho.

—¿Quieres amor, Bea? Te lo voy a dar. ¿Quieres una vida plena? Te la daré. ¿Quieres pasión, romance, lujuria? Te lo daré todo. Y no me importa que por tu vida hayan pasado infinidad de hombres no fue por gusto pero si así hubiera sido no importa. Tu alma es pura cómo tus sentimientos, eso es lo que importa aquí.

Vitale, Vitale, no sigas así porque me voy a enamorar de ti.

—Vitale...—no me dejó terminar porque ya lo tenía cerca, con su mano en mi mejilla abarcando mi nuca y mi boca también.

Dios, que manos.

—Solo tengo una advertencia para ti —asentí sumisa —. No soy bueno, Bea, mis manos están manchadas con sangre, soy el Don de esta mafia y mi deber es mantenerla en lo más alto sin importar cómo, sin importar qué haga para conseguir estar arriba. Mi vida es un caos, tengo enemigos en todas partes, todos ellos me quieren ver muerto.

—Lo sé.

—Pero te juro que si me dejas entrar en tu vida te haré feliz, viviré para ti, para lo que necesites, eres una niña y mi deber es mimarte y cuidarte cómo lo más preciado.

—Sí quiero —estaba embobada en sus labios, estos se movían lentamente y yo solo podía escuchar poesía.

—¿Estás segura? —asentí.

—Pero...—levanté un dedo —. Hay que mantener esto a escondidas mientras sabemos que queremos los dos. No quiero que tu madre me rechace.

—Ella no lo hará pero puedo esperar y haré lo que me pidas. Creo que sí estaba enamorado de ti desde el momento que te conocí.

Soltó mis manos y rodeó mi cuerpo con sus brazos. No me resistí al gesto, dejé que lo hiciera porque lo anhelaba, quería estar en sus brazos, sentirlo cerca de mí.

—Gracias, Bea, gracias —se apartó y dejó un beso en mi mejilla. Caminó hacia atrás y fue a la puerta que abrió mucho más. Vi que se hizo a un lado y dos hombres vestidos de negro entraron a la habitación con bolsas y más bolsas de marcas reconocidas de ropa y zapatos.

—¿Son Louis Vuitton? —me llevé las manos a la boca sorprendida. Vitale asintió y se acercó a la cama.

—Suban lo demás —me acerqué dando brinquitos y miré todas las bolsas.

Gucci, Prada, Versace, Chanel. ¡Sí, sí!

—¡Gracias! —me le eché a los brazos y llené sus mejillas de pequeños besos —. Vitale, no lo tenías que hacer.

—Si, tenía. Todo es tuyo, Bea —apreté los labios. Era una niña pequeña a la que le habían dado el mejor de los regalos —. Vamos a desayunar, mamá espera.

Me ofreció su brazo y lo acepté con gusto. Era la primera vez que iba a desayunar con ellos y estaba nerviosa de hacer las cosas mal, no quería defraudar a Vitale, estaba poniendo el mundo a mis pies, lo menos que podía hacer era comportarme cómo la niña educada que llegue a ser algún día.

—Antes de bajar te puedo pedir otra cosa —nos detuvimos a medio pasillo —. Es algo pequeño.

—Dime.

—Tengo una amiga, su nombre es Eleonor, desde que llegué al club no he hablado con ella, ¿crees que pueda llamarle para que sepa que estoy bien? Es mi mejor amiga, Vitale.

—Bea, no tienes que pedirme permiso para nada, esta es tu casa y puedes llamar a quien tú quieras. Ella puede venir a verte.

—No me quiero aprovechar de la situación, solo quiero decirle que estoy bien —en sus labios se desplegó una bonita sonrisa.

—Claro que sí, le puedes llamar —dejé un beso en su mejilla, se sorprendió por mi gesto.

—Muchas gracias, Vitale —seguimos por el pasillo hasta bajar las escaleras y fuimos al comedor que era grande, no sé cuántas sillas había alrededor, ¿ocho, diez? No sé, quizá eran más pero yo no podía despegar los ojos de todo lo que había aquí.

Chase apareció en el comedor y al verme sonrió. Le devolví la sonrisa y seguí a Vitale, jaló una silla para que me sentara a su lado, él lo hizo a la cabeza del comedor, era el Don, el lugar le pertenecía. Chase junto con una chica empezaron a poner el desayuno en el comedor, después entró su hermano seguido de Aslan su fiel mascota, Samuele se sentó al lado de Vitale a mano derecha.

—¿Y Fiore? —preguntó Vitale a Samuele.

—Debe estar dormida.

¿Quién es Fiore?

—Buenos días —su madre entró segundos después y dejó un beso en la mejilla de Samuele y Vitale, regresó al lado de Samuele y este se puso de pie para cederle el lugar a su madre quien le sonrió.

—Buenos días —respondimos todos.

—¿Cómo estás, Bea? ¿Dormiste bien?

—Estoy bien, señora Schiavone. Dormí muy bien —le sonreí.

—Que bueno, Bea, espero te adaptes a esta casa muy pronto.

Me quedé callada cuando una chica entró al comedor, estaba confundida, asustada, parece que se acababa de despertar porque su rostro se veía adormilado. Miró a Samuele y después a Vitale que se quedó serio también. Su madre no se había dado cuenta de la presencia de la chica.

—Buenos días —dijo apenada. En ese momento la señora Schiavone dejó de hacer lo que estaba haciendo y giró la cabeza hacia la chica que estaba justo detrás de ella.

—Buenos días, Fiore —Samuele se puso de pie.

Solo pude levantar la mano ante el saludo de Fiore.

—Samuele, ¿qué significa esto? —preguntó la mujer —. Alguien me puede decir que pasa aquí.

Arrastró la mirada de Vitale a Samuele.

—Mamá...—Samuele quiso hablar pero Vitale se puso de pie.

—Yo te explico —le hizo una seña a su madre que ella entendió de inmediato y dejó la servilleta encima de la mesa a un lado de los platos. Ella y Vitale salieron del comedor no sin antes mirar a Fiore con un poco de duda y curiosidad.

—Siéntate, Fiore —Samuele jaló la silla a su lado e invitó a Fiore a sentarse, empujó la silla a su lugar.

Fiore se veía nerviosa, preocupada y algo tímida.

—Fiore, ella es Beatrice —se dirigió a mí —. Es amiga de Vitale y también vive aquí.

—Hola —dije con algo de pena también.

No estaba acostumbrada a vivir en una casa así, con gente cómo ellos y no lo decía porque se dedicaran a esto sino porque ellos y yo éramos de clases totalmente diferentes, ellos se criaron con lujos, ropa costosa, zapatos de marcas reconocidas, fueron a los mejores colegios, tenían estudios y yo, ¿yo qué? Venía de una familia pobre y rota, me críe en las calles, fui una prostituta a la que vendían por unos cuantos euros.

Las dudas me carcomían de nuevo, eran más grandes que todos los sueños que yo tenía en ese momento. Por más que fingiera que era una señorita educada no quería decir que realmente lo fuera, era una puta barata que pasó por muchos hombre los cuales me golpeaban y usaban solo para pasar un rato, nadie me iba a tomar en serio nunca, ni siquiera Vitale. Él era mucho para mí y yo tenía que entender eso.

Minutos después Vitale y su madre aparecieron en el comedor, ella se veía más tranquila. Cuando se sentó al lado de su hijo observó a Fiore que estaba muerta de nervios.

—Vitale ya me dijo lo que pasa contigo, Fiore —esta pegó un respingo y miró a la matriarca —. Tienes nuestro apoyo en lo que sea y te puedes quedar aquí el tiempo que tú quieras.

—Gra-gracias señora Schiavone —la mujer sonrió —. Samuele se ha portado muy bien conmigo y no sé cómo le voy a pagar todo lo que está haciendo por mí.

—No es nada, Fiore, yo te ayudo con gusto —Samuele le sonrió a Fiore.

El desayuno transcurrió sin ninguna interrupción. Se unió Chiara quien no dejaba de mirarme. Sé que yo no le agradaba y estaba segura que si se lo preguntaba ella no lo iba a negar, quizá ella también creía que yo era poca cosa para su Don. No la iba a contradecir tampoco sabía el lugar que tenía en la vida de Vitale y solo era para una cosa...

Por la tarde me di un baño y empecé a sacar toda la ropa que Vitale me compró, metía los zapatos en su lugar, los vestidos los colgaba, lo demás lo doblaba y lo ponía en donde iba. Tenía mucha ropa, zapatos, abrigos, vestidos de gala. Todo esto era mí.

—Bea —escuché dos golpecitos en la puerta, al girar Vitale estaba bajo el umbral.

—Hola —dije apenas. No podía mirarlo a la cara, sentía pena por mi oscuro y sucio pasado.

—¿Pasa algo? —entró a la pieza y se sentó a mi lado en la cama. Cogió mi mano deteniendo mis movimientos.

—Vitale...—pasé saliva.

—Bea, por favor, no soy tonto. Sé que te pasa algo, has estado huyendo de mí.

—Vitale yo no soy buena para ti, soy una prostituta, estoy manchada, no soy pura, no soy virgen. Te tienes que dar cuenta de eso, por favor. No hay que cegarnos, yo no soy para ti, soy poca cosa.

Siseó y se puso de pie. Cogió mi otra mano y me giró para quedar cara a cara.

—Tú no eres una prostituta —puso un dedo sobre mis labios —. No tuviste otra opción más que vender tu cuerpo y no me importa cuantos hombres hayan pasado, tu alma no está manchada.

Subió su mano a la altura de mi pecho y la dejó ahí.

Él tenía su mano ahí.

¡Dios!

Me sentía cómo una adolescente a la que su primer amor la estaba tocando. Me sentía arder por dentro por este pequeño contacto. Era cómo si nadie me hubiera tocado antes, cómo si no hubiera estado con otros hombres, ellos ya no existían para mí solo estaba Vitale. Nada más que él. Tampoco quería que existiera nadie más, ni siquiera André ocupaba mis pensamientos ahora.

—Estoy sucia, te mereces a alguien que sea de tu clase social, una mujer que tenga educación, valores, estudios. Yo no tengo nada de eso, Vitale, no terminé los estudios, me crié en la calle, soy poca cosa para ti, no soy nada a tu lado.

—No digas eso.

Me aparté de golpe, di un paso atrás. Me limpié las lágrimas que había derramado y que ahora caían en mis mejillas.

—¿¡Por qué haces esto!? ¿Por qué me das esperanzas de algo que no se va a dar entre tú y yo? No me hagas esto, Vitale.

—¡Por qué me gustas, Bea! —le daba la espalda para no tener que verlo a los ojos. No podía enfrentarme a esta verdad —. Demonios. Bea, me gustas, siento algo por ti y no sé exactamente qué pero yo por ti podría matar, daría mi vida, mi alma, todo lo que tengo para tenerte a mi lado.

—No juegues conmigo, Vitale. No mientas.

—Yo nunca miento, Bea —se escuchaba tan sincero. Sentí sus manos en mis hombros y me tensé por el contacto.

¿Cómo me puede tocar sin darle asco?

—Sé que tienes fantasmas, demonios que te atormentan, sé que tienes un oscuro pasado que te da pena, sé que no te gusta lo que tuviste que hacer y no te juzgo por eso. No me importa tu pasado, Bea, solo tu presente.

—¿Por qué? —sus manos se deslizaron por mis brazos hasta que rodeó mi cintura con ellos, me apretó a él.

—Te quiero, ¿eso no es suficiente?

—¿Me quieres?

—Cuando te vi esa noche en la habitación de Donna algo dentro de mí revivió, algo que estaba muerto, podrido ya. Me negué a aceptar que con tan solo verte sentí algo que no había sentido hace mucho. Te quiero, Bea y si tú me dices que no sientes lo mismo yo lo voy a entender, solo dame una oportunidad para demostrarte que te quiero bien.

Me di la vuelta sobre mis talones y lo enfrenté.

Vitale era hermoso, con su cabello negro corto, sus bonitos ojos añil, esa barba que ya se había recortado. Su porte de hombre seguro, varonil, el aroma de su colonia y su cuerpo.

¿Qué se sentirá estar con él? ¿Qué se sentirá que Vitale Schiavone te haga el amor?

—No te vayas sin antes darme la oportunidad de demostrarte que vale la pena empezar de nuevo. Quiero que veas que en esta vida no todo es tan malo y que los hombres buenos sí existen.

—Tú eres un hombre bueno, Vitale —subí mi mano a la altura de su rostro y aparté un mechón que caía en su frente. Sus manos seguían en mi cintura.

—Estoy lejos de serlo, Bea pero por ti puedo cambiar.

No, no quiero que cambies, Vitale, así eres perfecto.

—No lo hagas por favor —hundí la cabeza en su cuello e inhalé un poco para llenar mis poros de su aroma. Mis manos fueron a su espalda y lo abracé con fuerza.

Vitale es el infierno pero a su lado yo subo al cielo.

—¿Entonces? —preguntó. Una de sus manos subía y bajaba por mi espalda.

—¿Podemos mantener esto solo para nosotros? Por favor, no quiero que si algo sale mal todos lo sepan. Quiero que esto sea de nosotros.

—Con una condición.

—Dime.

—No quiero que te menosprecies, no quiero que sigas pensando que eres poca cosa. No quiero que tu pasado defina quien eres y a donde puedes llegar. Si necesitas ayuda solo dime, haré todo lo que me pidas, pondré el mundo a tus pies, Bea.

¡Sí, sí quiero! ¡Sí quiero!

Me aparté y asentí, levantando la cabeza.

Su pulgar dejó una suave caricia en mi mejilla y acortó la distancia para dejar un casto beso sobre mis labios. Fue rápido y corto pero me hizo sentir más que todos los besos que algún día André me dio.

Vitale era mi lugar seguro, el único donde quería estar y donde me querían. No me iba a apartar de él, jamás lo haría.

Fiore

Me encontraba en la habitación mirando el bonito jardín que había en la casa, la madre de los Schiavone revisaba las flores, con tanto cuidado y delicadeza, hasta con amor. Las cuidaba y les hablaba cómo si estas la pudieran escuchar. Yo amaba las flores, mis favoritas eran las plumerías y tal parece que en la casa había de estas también.

Aslan iba de un lado al otro, corría y se aseguraba que la señora Schiavone le estuviera prestando atención, de vez en cuando le llevaba la pelota para que ella se la lanzara y seguir jugando. Sostenía el móvil en mi mano esperando que Anto me respondiera, le había estado marcando pero no me atendía.

—Hola —pegué un respingo al escuchar aquella voz femenina tan cerca —. Lo siento, lo siento —me había llevado una mano al pecho. Al girar un poco el cuerpo detrás de mí estaba Vania —. Mi intención no era asustarte,

—No te preocupes, es que estaba mirando las flores.

Vania se acercó y se quedó a mi lado mirando a la señora Schiavone.

—Cada día se dedica a cuidar sus flores, les habla, les quita los insectos, las hojas secas y se pasa horas ahí. Desde que su esposo falleció lo hace. Vitale y Samuele se preocupan por ella.

—¿Por qué? —pregunté con curiosidad.

—Está deprimida —Vania suspiró con melancolía —. Esa es su manera de lidiar con lo que pasó hace años.

Quiero saber más.

—Lo mejor es que Samuele te diga todo lo que ha pasado —se giró hacia mí y sonrió —. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes por estar en esta casa?

—Más tranquila, me siento mejor por no estar con mi madre y su esposo —pasé saliva.

Hablar de ellos dos me sentaba mal, la bilis me subía por la boca del estómago y tenía ganas de vomitar. Los odiaba a los dos, los despreciaba, el rencor era tan grande que estaba dispuesta a lo que sea con tal de destruirlos a ambos. Lo mejor que me podía pasar ahora mismo era que desaparecieran de mi vida.

—Cuando quieras hablar de lo que ha pasado, búscame, yo te puedo ayudar —cogió mis manos entre las suyas. Eran pequeñas, con dedos delgados, bien cuidados y con uñas largas, bonitas.

—Yo...

—No me quiero meter en lo que no me importa pero creo que debes hablar de esto con alguien.

—¿Un psicólogo? —inquirí. Ella asintió.

—No estás loca, eso ya lo sé, pero lo que sea que te haya pasado se puede arreglar —negué con la cabeza y apreté los labios.

—Yo estoy sucia, Vania, estoy rota por dentro. Mi cuerpo ha sido profanado, ultrajado y usado cómo un juguete —musité. Sentía un nudo en la garganta pero no quería empezar a llorar.

Ya no quería llorar por culpa de ese malnacido, solo quería dejarlo atrás, seguir con mi vida, dejar el dolor y los daños que dejaron los años de violaciones y golpes. No pedía más, solo anhelaba una vida normal para una chica de mi edad.

—Lo siento tanto, Fiore —palmeó mis manos con las suyas, en un gesto cálido —. Si necesitas hablar aquí estoy. Además de que te puedo enseñar a golpear y matar con una cuchara.

Lo que me dijo me sacó una sonrisa de los labios.

—¿Una cuchara? —soltó mis manos.

—Sí, una cuchara también puede ser un arma mortal —nos giramos hacia el ventanal. La señora Schiavone estaba regando sus plantas.

—Me gustaría ver eso.

—Cuando quieras te puedo enseñar defensa personal.

Me hubiera gustado aprender defensa personal antes.

Poder defenderme de ese poco hombre.

—Gracias, Vania.

—Ahora vives en esta casa y puedes considerarme una amiga en la que puedes confiar. Cómo te puedes dar cuenta no salgo mucho de esta casa, mi trabajo es cuidar a Samuele.

—Pero aquí no corre peligro —Vania llevó las manos a su espalda —. ¿No?

—Te puede sorprender pero sí, los Schiavone corren peligro en su propia casa.

Vaya, eso sí me sorprendió.

—Pero bueno, tengo que salir, comprar algunas cosas —se quedó callada y se dio la vuelta para salir de la habitación —. Bienvenida a esta casa, Fio —le sonreí y salió por completo.

Mi móvil empezó a sonar y giré la pantalla de inmediato. Al ver que era Anto no dudé en responder.

Fio, lo siento, lo siento. No te pude responder porque estaba en clase —soltó un suspiro.

—No te preocupes, Anto —estaba feliz de poder hablar con mi mejor amiga.

¿Cómo estás? ¿Ya encontraste un lugar dónde vivir? Cuéntame todo.

—Estoy bien, me encuentro bien. No te imaginas en la casa de quien estoy.

No, pues es que no tengo ni idea. No estás con tu madre, ¿verdad? Dime que no regresaste a su casa, por favor, Fiore.

—Vine a buscar a Samuele, el chico que nos ayudó en la fiesta —Anto pegó un chillido.

¿¡Qué!? ¡No! ¿En serio? —no la podía ver pero me la imaginaba toda feliz pegando brinquitos.

—Sabes que no tengo familia aquí, nadie que me pueda ayudar contra mi madre, así que vine a su casa y me dijo que me va a ayudar. No voy a estar aquí gratis, no sé, aunque tenga que lavar los pisos no pienso regresar con mi madre y...y ese bastardo —de nuevo sentía tanto coraje —. Así que aquí estoy.

¡Bien! ¿Cómo te han tratado? ¿Ya conociste a Vitale? Dicen que es muy guapo.

—Me han tratado muy bien, se han portado mejor que mi propia madre. Y sí, ya conocí a Vitale —de nuevo Anto chilló.

Yo quiero verte pero esos hombres siguen vigilando.

—No, no hay que arriesgarnos. Yo también te quiero ver pero por ahora lo mejor es que solo hablemos —suspiró.

Lo sé, no vaya a ser que me sigan y descubran donde estás —asentí.

—Por cierto, el dinero que está en mi mochila lo puedes usar para ti y tu familia.

No puedo aceptarlo, Fio, ese dinero es tuyo.

—Ahora es tuyo, amiga, me recibieron en tu casa, me dieron comida y me sentí tan feliz de estar con ustedes. Por favor, Anto, sabes que lo necesitas. Dile a tu mamá, compren comida y un pastel para tus hermanos.

Fio...—su voz se escuchó rota.

—Anto, no llores, es una manera de agradecerles lo que hicieron por mí todo este tiempo.

Está bien, amiga, lo voy a usar cuando estemos apretados de dinero, nada más.

—Está bien —me giré hacia la puerta y bajo el umbral estaba Samuele. Quien sabe cuanto tenía ahí de pie escuchando todo lo que estaba platicando con Anto —. Te llamo más tarde, ¿sí?

Vale, ahora tengo que ir a clases —colgamos al mismo tiempo.

Me guardé el móvil en el bolsillo de mi sudadera.

—¿Escuchaste todo? —pregunté. Samuele dio un paso dentro.

—Algo —traía el móvil en las manos.

—Oh —quedó a una distancia prudente.

—He mandado a Vania por ropa y zapatos.

—No te hubieras molestado —musité.

—No es ninguna molestia, vas a vivir aquí y lo menos que puedo hacer es que estés a gusto. Además no puedes andar con la misma ropa todos los días.

—La puedo lavar —me escuché apenada.

Samuele se rio y aquello me hizo estremecer, pero de la mejor manera. Su risa era contagiosa y me gustaba.

—De todos modos Vania ya se fue de la casa. ¿Quieres dar una vuelta? —dije que sí de inmediato. Se hizo a un lado y dejé el móvil encima de la cama.

—¿Bea es novia de Vitale? —Samuele venía a mi lado.

—Es su protegida.

¿Su protegida? ¿A qué se refiere?

Creo que Samuele pudo notar las dudas en mi rostro.

—Bea llegó al Night Club, fue vendida por su ex novio y Vitale la sacó de ese lugar. Aunque no son novios creo que Vitale siente algo por ella. No lo dice para no arruinar las cosas.

Bajamos las escaleras y salimos por la parte de atrás de la casa.

—Vitale se ve buena persona —dije.

—Y lo es pero en el amor no le ha ido bien. Hace tiempo estuvo comprometido pero ella se fue.

—¿Se fue así nada más? —giré la cabeza para verlo.

—Sí, así nada más. Sin dar explicaciones, sin decir nada. Eso dejó devastado a Vitale, le costó mucho reponerse.

—¿Puedo saber cómo se llama la mujer que le rompió el corazón a tu hermano? No quiero ser chismosa.

Samuele negó un poco.

—Alessia.

Y yo pensaba que Vitale era más frío que el hielo, me había equivocado, era un hombre que había sufrido mucho también.

—Primero papá falleció y después Alessia se fue, eso lo rompió pero creo que ahora con Bea todo será diferente —suspiró —. Espero que sea diferente.

—Creo que Bea es una buena persona.

—Eso parece —musitó Samuele.

Llegamos a una banca al final del jardín desde donde se podía ver toda la casa y sus alrededores.

—Esta casa es muy bonita, está apartada de todo y se respira tanta paz —suspiré —. No me quiero ir de aquí nunca.

—Y no tienes que hacerlo, Fio —me acomodé para verlo mejor —. Te puedes quedar aquí el tiempo que quieras. Tu madre no te va a encontrar aquí.

Eso espero. No quiero verla nunca más.

—No permitas que ella me encuentre, Samuele, por favor, no dejes que me haga daño de nuevo.

—Nunca permitiría eso, Fio, nunca —cogió mi mano con tanta delicadeza que yo me sentía flotar entre nubes.

Samuele me trataba cómo si fuera una princesa y no una chica que estaba rota.

🌺🌺🌺🌺

¡Hola! Espero les haya gustado el capítulo. Desde ya les advierto que la relación de Fiore y Samuele será más lenta y la más difícil, Fio tiene muchos traumas así que su proceso de recuperación será mas tardado, no esperemos que de un día al otro ya quiera a Samuele de manera sexual. Y con Bea, ella se siente poca cosa porque André se lo decía todo el tiempo, que solo podía servir como un objeto sexual, pero Vitale le va a ayudar dándole la confianza que ella necesita.

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