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Capítulo 23 🌹

Samuele

No había nadie en la casa, ni siquiera la abuela estaba porque todos se fueron al evento de caridad que se celebraba cada año para recaudar fondos, era una cena importante donde solo asistían políticos y empresarios que mantenían nexos con Vitale, ya fuera por los negocios o por los tratos con la 'Ndrangheta.

Isabella estaba dormida y Vania en su habitación mirando alguna película o yo que sé. Fio no quiso ir con ellos y lo entendía, todavía se le dificultaba un poco socializar, y aunque había días que quería salir a caminar había otros en los que prefería quedarse en casa y no asomar las narices ni a la puerta.

Veíamos una película romántica, Chase preparó palomitas de maíz, papas y bebidas para que no tuviéramos que bajar, así que pasamos esta noche metidos en la cama mirando la televisión. Fio estaba a mi lado, la tenía abrazada y no ponía resistencia. Creo que con el paso de los días confiaba más en mí, entendía que no le haría nada, que estaba aquí para ayudarla en lo que sea que necesitara. No quería otra cosa para ella que no fuera su felicidad y su paz mental.

Cuando la película se terminó Fio era un mar de lágrimas, podía parecer una chica ruda pero en el fondo era una niña rota que necesita amor y comprensión.

—Que historia más trágica y romántica —cogió un pañuelo para limpiarse debajo de los ojos. Sus lágrimas empapaban sus tersas mejillas.

—Así es la realidad, ¿no? —me miró. Sus ojos estaban cristalinos.

—Por desgracia —exhaló con un poco de melancolía —. Samuele —levantó la cabeza en mi dirección —. ¿Te puedo hacer una pregunta? —asentí.

—Puedes preguntar lo que quieras —aparté el tazón de las papitas.

—¿Qué sientes por mí? Dime la verdad, sé sincero por favor —pidió. En su voz había un dejo de tristeza y quizá una pizca de esperanza.

—¿Qué siento por ti? —esperaba ansiosa una respuesta.

—Voy a aceptar la respuesta que me des, no importa lo que sea.

—Te quiero —no se esperaba esas palabras porque sus ojos se abrieron grandes —. Aquella noche que nos conocimos pasó algo que nos unió, no sé si tú también lo sentiste pero aquello me llevó a cuidarte de ese imbécil y no permitir que te pusiera una mano encima. Y cuando llegaste a esta casa fue tan raro porque no esperaba verte de nuevo, pero estás aquí y te quiero proteger de todos, quiero estar a tu lado.

—¿No importa cuánto tiempo pase? —negué. Ladeé la cabeza para tener una mejor vista de su hermoso rostro.

—No me importa esperar el tiempo que sea con tal de que tú sanes y que estés bien. Te quiero de una manera sana y dulce, no solo para tener sexo —subí la mano a su mejilla. Pellizqué su piel con dos dedos.

—Eres tan lindo conmigo, no sé como pagarte todo lo que haces por mí —cerró los ojos.

—No tienes que pagarme nada cuando lo único que quiero es verte libre y feliz. Quiero que seas tú y que nadie más te haga sentir menos, que no vales nada porque no es así vales mucho, Fio, y me importas. Eres valiosa, inteligente y talentosa, nunca olvides eso, mi pequeña Fio —sonrió dulcemente provocando que mi corazón se acelerara dentro de mi pecho.

—Te adoro —apoyó la cabeza en mi pecho y se acurrucó unos segundos —. ¿Sabes una cosa? Desde que me dijiste lo de Italia no dejo de pensar en eso, los dos en un pequeño apartamento lleno de lienzos y con olor a pintura, mi ropa salpicada de todos los colores que existen, tú a mi lado apoyándome, estás conmigo siempre —sonreí al escucharle decir estas palabras.

Yo también me imaginaba este tipo de escenas a su lado. Éramos tan jóvenes que el tiempo era lo de menos en ese entonces, solo me importaba que ella fuera feliz, es lo único que pedía para ella.

—Yo te adoro más, Fio —levantó la cabeza y nuestros labios quedaron a tan solo centímetros, se rozaban, se tentaban de tal manera que todo mi cuerpo temblaba debido a esta cercanía —. No sabes las inmensas ganas que tengo de besarte —subí mi mano a sus labios, deslicé el pulgar por su labio inferior provocando estas ganas que tenía por probar sus labios —. Sé que está mal y que no debería siquiera pensarlo, pero...—puso un dedo sobre mis labios callándome de golpe.

—Bésame, Samuele, hazlo por favor.

Ante su evidente permiso para besarla me tomé mi tiempo, solo unos segundos en lo que no dejaba de contemplar sus pequeños labios y boquita, su bonita mirada. Repasé su hermoso rostro un par de veces antes de poner dos dedos bajo su barbilla y atraerla hacia mí. Mis labios rozaron los suyos tan delicadamente que apenas se tocaron, tenía miedo de hacer las cosas mal, cometer un error que llevara al traste todos los avances que había tenido estas últimas semanas. Solo quería demostrarle cuánto me gusta y lo mucho que sentía por ella, nada más eso. Así que abrí lentamente la boca y mi lengua salió despacio abriendo sus labios pausadamente, cuando nuestras lenguas se encontraron por primera vez yo me sentía en el cielo, podía tocar las estrellas y estaba más que seguro que si esta noche moría lo haría feliz.

Su cuerpo se apretaba al mío pero había límites que no debía cruzar y tocarla más de lo debido era uno de ellos, ella no estaba lista para llegar más allá de unos besos y si quería que las cosas siguieran tan bien como hasta ahora debía mantener mis manos quietas. Mi beso fue lento y dulce, algo que ella se merecía, mis manos se quedaron en su lugar sin llegar más lejos. Movía mi lengua dentro de su boca, ambas danzaban pausadamente, se conocían y se encontraban para danzar un poco más. Sentía mi corazón latir a toda prisa y temía que se fuera a salir de mi pecho. Nunca me sentí así con nadie más que con Fio, era un sentimiento extraño pero que amaba como calaba mi piel.

Me separé de ella después de unos minutos en los que ya no podía respirar bien, sentía que mis pulmones iban a colapsar en cualquier momento. Tomé una gran bocanada de aire sin separarme tanto de ella, miré sus bonitos ojos, sonreímos al mismo tiempo y de nuevo se acurrucó en mis brazos apoyando su cabeza en mi pecho.

—Me gusta estar así contigo —confesó con voz dulce y melosa —. Que nunca se termine esto por favor.

—Nunca, Fio, te lo juro —besé su frente rápidamente y seguimos viendo películas.

Compartir estos momentos con ella eran la felicidad completa, no necesitábamos nada más que estar juntos, conocernos y disfrutar de la compañía del otro para ser felices.

Bea

Se incorporó para al fin deshacerse de los boxers que cubrían su miembro, este saltó frente a mis ojos que se abrieron de par en par al ver lo que escondía con tanto recelo bajo aquellos pantalones. Estaba erecto y grueso, bonito era la palabra para describir aquello que le colgaba entre las piernas.

Desde que André me metió en este mundo de perversión y sexo vi muchos penes y tuve la mala suerte de tenerlos en mi boca, antes ponía resistencia pero después solo lo dejaba pasar porque ya no tenía caso luchar, pelear o tan siquiera decir una palabra sino me podía ir muy mal. Pero aquí, estando con Vitale, compartiendo este hermoso momento sabía que era mi lugar seguro, que por más dolor que pude llegar a sentir en el pasado ya no habría más de este porque a su lado todo sería mejor y que nadie me iba a lastimar de nuevo.

Abrió mis piernas con brusquedad, sus manos ascendieron a mis bragas que arrancó de mis piernas de un tirón dejándome completamente desnuda ante él.

—¿Te depilaste? —asentí. Lo miraba atenta, cada gesto, cada movimiento era seguido por mis ojos curiosos —. ¿Para mí?

—Así es —su sonrisa se ensanchó mucho más y no tardó en perderse entre mis piernas para devorar mi sexo como el experto que era.

Su húmeda lengua se deslizaba de arriba abajo, de un lado al otro de mi sexo, me follaba con ella y dos dedos que metía y sacaba sin contemplaciones. No tenía reparo en hundirse dentro de mí y mover sus dedos en círculos. El orgasmo estaba a nada de sacudir mi cuerpo pero antes de que eso pasara se incorporó de nuevo, sus labios estaban brillosos y pasó la lengua por estos.

—Me gusta como sabes, Bea —mis mejillas se pusieron rojas al escucharlo hablar.

Mis piernas estaban abiertas para él, así que no dudó en meterse en medio de estas, cogió su miembro con una mano acercando la punta en mi entrada que estaba húmeda y resbaladiza por él. Su punta rozó mis labios, la movía un poco provocándome mucho más, queriendo todo lo que me podía dar.

—Vitale —supliqué —. Por favor, te necesito dentro —casi lloro para que terminara con esta tortura, para que de una vez me hiciera suya.

Te necesito tanto.

—No te impacientes, mi amor —entró de una estocada embistiendo mi cuerpo con toda la fuerza que tenía para mí. Gemí. Salió y entró de nuevo sin dejar de mirarme a los ojos. Volvió a salir pero esta vez entró para dejarlo dentro. Apoyó las rodillas en el colchón provocando que este se hundiera por su peso, tomó mis caderas entre sus grandes manos y empezó a embestirme duro y fuerte.

Cogí las sábanas que cubrían la cama con ambas manos, cerré los ojos dejándome embriagar por todas y cada una de las sensaciones que se apoderaban de mi cuerpo, mi carne y mi piel. Abrí la boca buscando el aire necesario que mis pulmones necesitaban para no colapsar. Enterró sus dedos en mi piel para con un movimiento sentarme en sus muslos, las mías abrazaron sus caderas y lo pude sentir más dentro.

Abrazó mi cuerpo, apretándome con tanta fuerza que no me podía apartar de él. Movía su pelvis en círculos, era él quien me hacía sentir como si fuera lo más precioso que tenía en esta vida. Mis senos apretados a su pecho, nuestras bocas se comían desesperadas por querer mucho más, mis piernas abrazaban sus caderas. Todo en mí gritaba por dentro, lo quería sentir más allá de todo esto, quería mucho más de él.

—Te amo tanto —murmuró sobre mis labios —. Me gusta todo de ti, Bea. Tus dulces labios, tu boquita pequeña, tu estrecha vagina, el calor que tu cuerpo emana cuando me acerco. ¿Te gusta? —mis dedos se hundieron en sus hombros desnudos donde pude apreciar algunas pecas que no había notado las otras veces.

Sus manos ascendieron a mi trasero donde sus dedos se enterraron sin descaro. Gemí cerca de su boca, el calor de la suya acarició la piel de mis mejillas. Movía mis caderas al ritmo de su pelvis, sus labios devoraban mi boca, metía su lengua y a veces bajaba a mi barbilla para dejar pequeñas mordidas que bajaron a mis senos. Con una mano tomó uno de ellos para meterlo en su boca, chupó y lamió a la vez que me follaba tan duro como nadie lo había hecho jamás, pero era dulce y tierno que cada gesto y mueca me hacían enamorarme mucho más de él.

—Vitale...—jadeé —. Te amo, Vitale, te amo —sus labios se desplegaron en una sonrisa genuina.

—Yo también te amo, Bea —devoró mis labios una vez más. Subí mis manos a su nuca enredando mis dedos en sus cabellos, atrayéndolo a mí para que no quedara espacio alguno entre su cuerpo y el mío.

El vaivén de sus caderas aumentó y con ello podía palpar el sabor del orgasmo que arañaba las paredes de mi vientre. Este no tardó en explotar y con ello mi voz se escuchó en las cuatro paredes de aquella habitación. Mis labios rozaban su mejilla, los suyos se mantenían en mi hombro y sus manos no soltaban mi trasero. Lo oí gemir cuando se corrió dentro de mí a la vez que yo me sentía flotar en las nubes, sentía que podía tocar el cielo y quería quedarme ahí, donde nadie me podía hacer daño. Me dejó en la cama de nuevo recostando la espalda en los suaves cobertores que cubrían el colchón. Lo vi ir al baño y regresar a los pocos minutos con una toalla que no dudó en pasar en medio de mis muslos para borrar el rastro de su semen en mi piel.

—Eres hermosa, Bea —deslizaba la tela por mi piel con suma delicadeza —. Con tus mejillas rojas, tu cabello alborotado, tus labios hinchados —dijo con un tono de voz sugerente y provocador que me hizo pensar en otra cosa —. Me gusta ver mi semen deslizarse por tu piel canela —se mojó los labios en un lento movimiento que me encendió de inmediato.

—No hables así —pasé saliva —. No sabes cuanto me provoca —me mordí el labio.

—Te ves hermosa así, desnuda para mí —sin dudarlo me puse de rodillas, le quité la toalla de las manos y devoré sus labios con ímpetu. Deslizando mi lengua y metiéndola en su boca descarada que me recibió gustosa.

Puse mis manos en su pecho, descendieron perezosamente por su abdomen hasta llegar a la altura de sus caderas, sin miedo a nada cogí su miembro entre mis dedos para empezar a masturbarlo, puse mi pulgar en la punta llevando conmigo un poco de su lubricación.

—Bea...No sigas —murmuró sobre mis labios. Vitale no tenía ni idea de lo que tenía pensado para él.

—No digas nada —puse un dedo sobre sus labios, donde dejé un casto beso. Con pequeños besos y mordidas bajé por su barbilla, me detuve unos segundos en su cuello que no dudé en chupar y succionar, besé su pecho y abdomen, tracé el camino de su ombligo, me puse de rodillas para meter su pene mi boca.

—Bea —gruñó. Tomó un puñado de mi cabello.

—Hoy te voy a hacer feliz, mi amor —se dejó hacer a la vez que chupaba su pene y lo metía todo a mi boca, lamía la punta y lo masturbaba con mi mano. Lo escuchaba gemir, jadear y maldecir de vez en cuando.

Nunca antes había disfrutado tanto hacerle un oral a alguien y todo cambiaba porque esto lo hacía porque quería, no porque me estuvieran pagando u obligando a hacerlo. Además de que le debía tanto a Vitale y hacer esto no me quitaba nada, al contrario.

—Me voy a correr —lo saqué por un segundo de mi boca.

—Hazlo, no te detengas —movía mi cabeza al ritmo que marcaban sus caderas para al fin culminar en un orgasmo que explotó en su cuerpo corriéndose dentro de mi boca y labios. Me incorporé lamiendo una gota que se deslizaba en mis labios.

Sus hombros se relajaron, su cuerpo cedió y cayó sobre el colchón suspirando sonoramente.

—Bea, me vas a matar de placer —caí a su lado. Tenía los ojos cerrados y una gran sonrisa de satisfacción en los labios.

—Que bonita manera de morir, ¿no crees? —abrió los ojos de manera perezosa y sonrió genuinamente. Llevé mis dedos a su barbilla acercando mis labios a los suyos.

—Contigo, sí —besó mis labios. Su pecho subía y bajaba dada la conmoción del momento.

—Me gustaría quedarme aquí para siempre, a tu lado, mirando el mar chocar contra las paredes del acantilado, ver el sol salir por las mañanas y que no haya nadie cerca —me acomodé en sus brazos y no dudó en apretarme a su cuerpo.

—Ahora no te puedo decir que será así, sabes que tenemos muchos problemas pero en un futuro lo haremos. Vamos a vivir aquí cuando nuestros hijos ya estén grandes, te haré el desayuno todos los días, vamos a salir a caminar por ahí para perder el tiempo y cada noche vamos a ver el cielo y como la luna brilla en todo su esplendor.

Me apretó un poco más dejando un tierno beso en donde empieza mi cabello. Cerré los ojos un momento para disfrutar de este instante que la vida nos regalaba. Estábamos aquí, solos, haciendo el amor por primera vez, disfrutando de la compañía del otro. Quizá no íbamos a tener otra oportunidad así en mucho tiempo así que no iba a desaprovechar ni un segundo para estar a su lado.

Vitale

Cuando abrí los ojos la vi a mi lado, abrazada a mi cuerpo con su cabeza apoyada en mi brazo. Sentía este adormecido pero no me pensaba mover hasta que ella despertara. Verla dormir era mi momento favorito del día, su cabello largo esparcido por toda la almohada, sus pestañas rozando sus pómulos, su pequeña boquita a solo centímetros de mis labios.

—Eres tan bonita, Bea —se removió en la cama rodando a un lado. Por fin pude mover mi brazo y ponerme de pie saliendo de la cama. Cubrí su desnudez con una frazada dejando su espalda expuesta y parte de sus pies.

Entré al baño para darme una ducha, no demoré tanto pero cuando salí Bea no se encontraba en la cama, esta estaba destendida y las sábanas yacían sobre el suelo de madera. Salí al balcón encontrándome con una Bea recién levantada, con mi camisa cubriendo su pequeño y delgado cuerpo, tenía los brazos apoyados en el barandal del balcón.

—Buenos días —una toalla rodeaba mi cintura, algunas gotas de agua perlaban mi cuerpo todavía y el frío de la mañana me caló la piel.

—Hola —giró la mitad de su cuerpo y sonrió. La abracé por detrás para juntar nuestros cuerpos y abrazarla en el proceso.

—¿Algún día te gustaría casarte? —pregunté sin pensar en que tal vez hablar de este tema era delicado para ella. Pero quería saber que no era el único que pensaba en matrimonio y una familia, que no solo yo quería una vida lejos de el Regio de Calabria, lejos de la mafia y todos los problemas que esta traía.

Tal vez era joven para darme por vencido tan rápido, para dejar todo lo que mi padre construyó a lo largo de los años pero tenía que pensar en Isabella y Bea, ellas no se merecían pasar por lo mismo que pasó mi madre con papá. Samuele se iba a ir a Italia con Fio y yo solo quería paz para mi vida y la de mis dos chicas, era el momento de dejar todo en manos de Chiara, que ella fuera la nueva jefa de esta mafia, darle el lugar que tanto se merecía, que demostrara que no solo los hombres pueden liderar una mafia tan grande como esta.

—¿Por qué la pregunta? ¿Te quieres casar conmigo? —dejé un beso en su delgado hombro. Su piel era tersa y suave.

—Sí, sí quiero. Quiero ser tu esposo, quiero darte todo lo que se te negó hace años, quiero que tengas libertad de ir y venir, de hacer o deshacer a tu manera. Un día te cortaron las alas, Bea, te encerraron en una jaula de dolor y sangre, te juro por mi vida que nadie más te va a quitar tu libertad, nadie más te va a poner un dedo encima para hacerte daño —se giró hacia mí, subió sus brazos a mi cuello —. Nadie te va a lastimar.

—Gracias —dejé un beso en su frente —. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Te amo tanto.

Apreté su cuerpo al mío.

—Sí me quiero casar contigo, Vitale, sí quiero irnos lejos y no saber nada de nadie y sí quiero tener muchos hijos contigo —sonreímos juntos.

—¿Para toda la vida? —pregunté y asintió.

—Para toda la vida, mi amor —murmuró.

Nunca había hecho nada bueno en esta vida pero con Bea quería hacerlo todo bien, desde el más mínimo detalle para merecer su amor, para ser digno de ella. 


🌹🌹

¡Hola!

Perdón por haber demorado tanto en subir este capítulo pero me bloqueé con esta historia, pero ya no va a pasar. Ahora empieza la cuenta regresiva para decirles adiós a nuestros bebés :(

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