Capítulo 22 🌹
Bea
Llevaba puesto un vestido azul que hacía juego con el traje de Vitale. Era largo y tenía un corte en mi pierna izquierda dejando ver un poco mi piel. De tirantes delgados y un gran escote en la espalda. Vitale insistió en ponerme un abrigo que cubriera mi cuerpo para no pasar frío. Vitale se hizo cargo de todo incluso de contratar a alguien para que se ocupara de mi cabello y maquillaje, ni siquiera me reconocía, era una Bea totalmente diferente a la que andaba con pantalones anchos y camisetas mucho más grandes.
—Te ves tan bonita —musitó a mi lado. Bajamos del auto y me enganché de su brazo, nerviosa. Esta noche era importante para Vitale y su madre ya que era ella la encargada de la fundación así que todo tenía que salir bien, perfecto. No lo iba a arruinar.
Además de que esta noche se haría oficial que Vitale tenía una novia y la presentaría ante la sociedad.
Miré hacia el frente, observando mi alrededor. Había muchos reporteros, cámaras y micrófonos. Pasé saliva torpemente, mis dedos se hundieron en la tela del saco de Vitale. Me miró con un poco de diversión bailando en sus orbes.
—Ahora mismo siento que me voy a desmayar —admití y puso su mano encima de la mía.
—Yo te voy a sostener para que nunca te caigas, cariño —afirmé con la cabeza. Caminamos por el pasillo, nos dimos paso entre los reporteros que a cómo diera lugar querían tener la exclusiva y todos los detalles de quien era aquella mujer que había cautivado al soltero más codiciado de Calabria.
Vitale me sugirió no hablar con nadie ya que siempre acomodan las cosas a su conveniencia y podrían decir un par de mentiras. Lo mejor era no llamar tanto la atención. Así que pasamos en medio de todos ellos y entramos al lugar.
El lugar donde se llevaba a cabo el evento era grande y lujoso, había adornos por doquier, lámparas de araña en el techo, alfombras de color rojo en el suelo, floreros por todos lados, cortinas de color blanco cubriendo las ventanas, la tela se movía con la grácil brisa del Regio de Calabria.
Vitale me ayudó a quitarme el abrigo entregándoselo a una chica que estaba a nuestro lado, le agradecí con una sonrisa y se alejó para guardar la prenda. Dentro ya había algunas personas que nos sonreían y asentían con la cabeza.
—Todo aquí es hermoso —musité.
—Al igual que tú —se detuvo frente a mí, cogió mis manos entre las suyas. Sentí un delicioso escalofrío cuando su mirada se detuvo en mis ojos y bajó por mi cuerpo, deteniéndose un poco en algunas partes de este.
Todavía me ponía roja al recordar cuando se metió entre mis piernas y me devoró por completo, besó cada centímetro de mi sexo y disfruté tanto que lo haya hecho. Nadie me había tratado así como lo hacía él y me sentía tan rara porque todo era perfecto, pensaba que en cualquier momento las cosas iban a empeorar y todo se iría al demonio.
—Te ves hermosa, Bea, eres la mujer más hermosa de todo el mundo —dejó un beso en mi mejilla. Su boca estaba a solo milímetros de mi oreja, sentía su respiración caliente en mi mejilla —. Después del evento te voy a llevar a un lugar.
—¿Un lugar? —fruncí el ceño. Se separó.
—Sí, un lugar donde estaremos solos —sonrió, perverso. Aquella sonrisa solo prometía una noche de sexo y yo estaba encantada de que así fuera. Quería estar a su lado, entregarme a él por completo, ser suya de una vez y que nadie nos separara.
Estaba consciente de que André andaba por ahí, planeando cómo llegar a mí y llevarme con él, pero antes de que eso pasara prefería estar muerta, no pensaba regresar a su lado, no quería volver con él a esa vida llena de golpes e insultos. La vida con Vitale era mucho mejor que todos los malos tratos que recibí con el bastardo de André.
—¿En qué tanto piensas? —la suave caricia que dejó en mi mejilla me regresó a mi lugar seguro, a su lado.
—Contigo todo es mejor, me siento protegida —le sonreí. Me entregó su brazo para engancharme de nuevo a este —. Y sí quiero ir contigo a ese lugar.
Sus labios se estiraron en una sonrisa de satisfacción. Llegamos con Fran que iba de un lado al otro, daba órdenes y quería que todo saliera perfecto, era una noche importante para ella.
—Bea, te ves hermosa —dejó un beso en cada mejilla —. Y tú te ves tan guapo —se dirigió a Vitale.
—Tú también te ves hermosa, Fran —miró en dirección a la entrada, esperando que tanto Samuele como Fio decidieran venir. Pero Samuele no iba a dejar a Fio sola y ella no estaba lista para estar rodeada de tantas personas.
—Ellos no van a venir —Fran hizo un puchero —. Pero Samuele te manda muchos besos y desea que todo salga bien —dejó un beso en la mejilla derecha de su madre.
—Gracias, hijo —sostenía su mano.
—No te preocupes, Fran, todo está perfecto.
—Los dos son un amor —suspiró —. Voy a asegurarme que la cena esté lista para cuando los invitados lleguen.
Le asentimos y se alejó para dejarnos solos.
—Quiero presentarte a alguien. Es un importante empresario en Norteamérica, un potencial socio para mí —me enganché de su brazo de nuevo y caminamos hacia el salón principal.
—Hunter Dagger —frente a nosotros quedaron un hombre y una hermosa mujer de cabellera negra —. Bea, él es Hunter Dagger. Hunter, ella es Bea, mi novia —el tal Hunter cogió mi mano para dejar un beso en el dorso.
—Mucho gusto, ella es Angel Rider, mi novia —estreché la mano con Angel. Debía admitir que era una mujer tan hermosa, su cuerpo era impresionante, la ropa que llevaba puesta, todo en ella gritaba elegancia. Me sonrió y le devolví la sonrisa, encantada.
—Pensé que no ibas a venir, Hunter, es raro verte en este tipo de eventos —dijo Vitale a mi lado.
—Eres cómo yo, tampoco te gusta ir a eventos, fiestas, reuniones. Pero siempre eres el foco de atención en toda Italia, Vitale —sonrió y miró a ambos lados.
—Tengo que guardar las apariencias —metió la mano izquierda dentro del bolsillo de su pantalón.
—Pero los negocios van bien, ¿no? Todo el mundo habla de ti y tus fructíferos negocios —inquirió Hunter. Me mantenía callada a su lado porque la plática era entre ellos dos.
—Claro que sí, con esfuerzo y mucho trabajo hemos logrado mantener a flote los negocios que mi padre nos dejó —había un deje de tristeza en su voz cuando dijo esto último.
—Sabes que lamento mucho lo que pasó, Vitale.
—Lo siento —se disculpó con ambos —. Ahora regreso —nos alejamos por donde vinimos y salimos del salón principal para entrar al jardín.
—¿Estás bien? —le pregunté y asintió —. Si quieres hablar de lo que sea sabes que estoy aquí para escucharte —se giró sobre sus talones.
—Estoy bien, Bea, no te preocupes —me regaló una hermosa sonrisa —. Cuando alguien menciona el tema de mi padre todo vuelve y me duele —suspiró.
—Tienes esa espinita de no encontrar el culpable de su muerte —asintió —. ¿Tienes idea de quien pudo haber sido?
—Tengo una idea pero no sé bien. Massima. Aunque nunca lo ha aceptado y dudo mucho que lo haga, es un cobarde que nunca lo va a aceptar y dudo mucho que me lo diga a la cara —estaba frustrado y dolido.
—No te atormentes con eso —di un paso cerca de él. Subí una mano a su nuca, mi pulgar quedó detrás de su oreja —. Estoy segura de que pronto las cosas se van a arreglar —apoyé mi frente contra la suya. Con el dedo pulgar y el índice cogí su barbilla, un gesto que tenía solo con él y que al parecer también le gustaba.
—Gracias por estar a mi lado, Bea, por no irte —sus manos sostenían mi cintura.
—No voy a ir a ningún lado, Vitale, me quiero quedar contigo toda la vida —una dulce sonrisa se delineó en sus labios, acercando estos a los míos para besarme de una manera lenta y suave. No había dobles intenciones detrás, solo era un hombre besando a la mujer que amaba y una mujer respondiendo a aquel beso del hombre al que más amaba en la vida.
—Te amo tanto —pellizcó mi mejilla con dos dedos, con las yemas dejó una caricia en mi piel —. No te imaginas cuanto te amo. Solo quiero hacerte feliz y que cumplas cada uno de tus sueños, Bea.
—Tú me haces feliz —le dije sonriendo —. Estar a tu lado es como un sueño y no quiero despertar —dejó un beso en la punta de mi nariz.
Sus manos bajaron por mi cintura a mis caderas.
—Tú también me haces feliz —confesó —. Desde que llegaste a mi vida todo es mejor, ya no es gris y triste.
—Te amo —ahora fui yo la que devoró sus labios en un tierno beso que ambos estábamos ansiando más que nada en esta vida. Mi lengua se deslizó sobre sus labios y entró dentro de su boca, sus manos se hundieron en la tela de mi vestido. Sentía que estaba ardiendo por dentro. El roce de su cuerpo con el mío, sus manos sobre mi piel, su boca devorando mi boca.
Nos separamos con la respiración entrecortada, mi pecho subía y bajaba, mis labios estaban hinchados y mi cuerpo quería más de él a tal punto que deseaba estar a solas, en otro cualquier lugar que no fuera este, solos, para disfrutar de esta pasión que nos consumía a ambos.
—Si seguimos así no voy a aguantar toda la noche —puso una distancia prudente entre los dos. Era lo mejor para mí, ahora mismo podía quitarme la ropa frente a él sin importarme que alguien nos pudiera ver.
—Lo mejor es que regresemos dentro —asintió y me cogió la mano enlazando nuestros dedos.
Recorrimos el lugar saludando a unas cuantas personas, a todas ellas Vitale les dijo que soy su novia, me presentó como tal y yo no podía estar más enamorada de él y feliz de que no se avergonzara de mí o de todo lo que fui meses atrás. Era feliz de saber que a pesar de mi pasado él no me juzgaba o señalaba, me aceptaba cual era, con todos mis defectos y los errores que cometí.
La cena transcurrió mejor de lo que pude llegar a imaginar. Las mesas eran redondas con grandes adornos florales en medio, había música en vivo que retumbaba por todo el lugar, la comida era deliciosa y la compañía mejor. Estaba sentada en la misma mesa con Vitale, Fran y Bianca, éramos el foco de atención de todos y me sentía un poco cohibida al ser observada por todos en el evento.
Escuché decir por ahí que la novia de Vitale Schiavone era hermosa y que él se veía tan feliz. Se decían muchas cosas y se preguntaban muchas más pero Vitale estaba renuente a decir una sola palabra de nuestra relación, decía que era solo nuestra y que nadie tenía por qué saber lo que pasaba entre nosotros. Le di la razón porque estaba de su lado, no estaba acostumbrada a las cámaras o micrófonos y tampoco iba a saber que responder. No quería decir algo que arruinara las cosas para Vitale.
Nos encontramos de nuevo con Hunter y Angel en la pista, ellos hacían una hermosa pareja, desde lejos se veía que estaban enamorados, o al menos es lo que yo veía por como él la miraba a ella y ella a él, ambos se derretían por el otro, era más que obvio.
Bailamos un poco disfrutando de nuestra compañía, acercándonos un poco más, conociéndonos.
Si de algo estaba segura en esta vida es de lo mucho que amo a Vitale Schiavone, estaba agradecida con él por todo lo que hizo por mí, el trato que me daba, yo era una princesa y él el príncipe de mi vida.
****
Cuando el evento terminó Vitale y yo subimos a un auto y esta vez no llevábamos chofer, íbamos solos con la música a todo volumen. Me quité los tacones porque ya me dolían los pies y solo quería descansar. Había bebido un poco de más pero no a tal grado de emborracharme, sabía lo que hacía y lo que quería más que nada.
—¿A dónde vamos? —le pregunté a Vitale una vez más.
Ya le había preguntado no sé cuantas veces y no decía nada, todo lo mantenía en secreto y no entendía porqué. Tal vez me llevaría a un lugar secreto del que nadie sabía y por eso tanto hermetismo con el tema.
—Ya te dije que no seas desesperada —musitó a mi lado.
Puso una mano en mi pierna metiéndola por la gran abertura de mi vestido, se detuvo en el interior de mis muslos y hundió sus dedos en mi piel. Miré su mano en mi pierna, seguí su brazo hasta llegar a su bonito rostro y ahora solo quería devorar su boca y tocarlo por todas partes.
—¿En qué piensas y por qué me miras así? —me miró de reojo por algunos segundos.
—Vas a pensar que soy una sucia caliente —hablé. Mis dientes se enterraron en mi labio inferior, después lo chupé.
—Dime —negué con la cabeza.
Sus dedos se hundieron más en mi piel arrancando un rico gemido de lo más profundo de mi garganta. Recorrió mi piel hasta llegar a mi sexo y no dudó en acariciar la tela de mi tanga. Era tan delgada que me permitía sentir el calor de sus dedos y solo quise que me follara con ellos otra vez.
—Quiero-quiero que me hagas tuya, Vitale, de todas las maneras que existen —sonrió de una manera tan perversa que casi podía ver las imágenes proyectarse en su mirada clara.
—No dudes que así será —sacó su mano de mi vestido y la llevó al volante para cogerlo con fuerza. Ejerció tanta presión que sus nudillos se pusieron blancos.
No hice más preguntas y solo dejé que la brisa de la noche me acariciara las mejillas y moviera mi cabello de un lado al otro. Bajé la ventanilla un poco más, la música retumbaba en los altavoces, inhalé profundo llenando mis pulmones de sal marina. Estábamos cerca del mar, ya olía a arena mojada.
Vitale bajó la velocidad del auto y entró en una pequeña vereda donde solo cabía un auto. Solo había árboles y algunas rocas que se alcanzaban a ver por los faros del auto. Se detuvo por completo, al mirar al frente divisé una pequeña cabaña de dos pisos. Vitale le quitó los seguros a las puertas y al fin pude bajar del auto.
—Espera —se acercó de prisa.
—¿Qué pasa?
—Estás descalza —dijo obvio —. No voy a dejar que camines así —en una mano sostenía mis zapatos pero ni siquiera me dejó protestar porque me atrapó entre sus brazos, mis pies dejaron de tocar el suelo y me llevó hacia la puerta de la cabaña.
—Puedo preguntar de quien es este lugar —se detuvo frente a la casa y empujó la puerta con un pie, entramos y cerró detrás de sí. Todo estaba a oscuras pero en cuanto me dejó en el suelo encendió la luz iluminando la sala.
—Es nuestra casa, Bea —me giré hacia él. Entre sus dedos colgaban unas llaves que dejó en mi mano.
—¿Nuestra? —pregunté, incrédula.
—Tuya, nuestra, que más da —encogió un hombro —. Voy por algo, espera aquí.
Obedecí y caminé hacia los sofás, frente a estos se hallaba una chimenea de piedras cafés, un tapete en el suelo, una mesita al lado de los sofás y encima de esta una lámpara. Más allá había una puerta desde donde solo se podía ver la oscuridad.
—Listo —lo escuché detrás de mí, al mirarlo sostenía una pequeña maleta en la mano.
—¿Qué es eso? —señalé la maleta.
—Ropa, zapatos, tus braguitas —sonrió —. Llevo preparando esto desde hace tiempo, Bea —me ofreció su mano que no dudé en coger. Me llevó escaleras arriba, caminó por el pequeño pasillo que solo tenía tres puertas, la casa era pequeña pero acogedora.
—¿Por qué no me habías dicho nada? —pregunté.
Dejó la maleta encima de la cama. Se sentó en la cama, apartó el moño que rodeaba su cuello y lo hizo a un lado. Quitó los botones de los puños de su camisa y subió las mangas a la altura de sus codos.
—Era una sorpresa —me senté a su lado —. Te mereces todo esto, cariño —cogió mi mano, la subió a la altura de sus labios dejando algunos besos en el dorso —. Te voy a preparar una rica cena, vamos a beber algo y disfrutar esta noche.
—¿Tu madre sabe de esto?
—Sí y aceptó cuidar de Isabella esta noche y mañana.
—Me siento halagada que hagas todo esto por mí, para mí —me llevé una mano al pecho —. Eres tan lindo y romántico.
—No sabes cuanto te amo, Bea —sostuvo mi mano llevándola a la altura de su pecho —. Late solo por ti, vivo solo para ti.
—Yo también te amo, Vitale —me regaló una genuina sonrisa.
—Quiero que esta noche te olvides de todo y disfrutes de este lugar y todo lo que haré por ti —ladeó la cabeza, así tenía un mejor ángulo de mi rostro —. No pienses en nada más, ¿de acuerdo? —asentí de inmediato por sus palabras.
Se puso en pie soltando mis manos.
—Voy a ir a la cocina y tú te quedas aquí —se aproximó hacia una puerta y la abrió de par en par dejando ver una espectacular vista hacia el mar y más allá —. ¿De acuerdo?
—Como digas, Vitale —acorté la distancia entre nosotros, pasé a su lado, puse un pie fuera de la habitación apreciando la hermosa postal que tenía frente a mí. Sentí sus manos en mis hombros desnudos, acercando su rostro a mi oreja.
—No tardo —me soltó y abandonó la habitación dejándome sola.
Apoyé los codos en el barandal, mis ojos se enfocaron en el mar y las olas que chocaban contra la arena, el agua retrocedía y volvía a regresar a la orilla. La luna era tan redonda que parecía casi imposible que algo así fuera posible, iluminaba todo a su paso, parecía que se fusionaba con el mar en la lejanía. Todo era tranquilo, no había ruido de autos o el murmullo de las personas, la brisa del mar besaba mis mejillas, movía mis cabellos sutilmente. Inhalé profundo llenando mis pulmones de aire limpio, se respiraba paz y tranquilidad.
Tomé asiento en una de las sillas que había junto a una pequeña mesa en la terraza. Subí los pies a la silla y disfruté de la soledad que me acompañaba, observaba la luna, el mar, la playa que se encontraba abajo, era tan hermoso. No sé cuánto tiempo pasó desde que Vitale bajó dejándome sola pero el tiempo se me hizo corto cuando escuché la puerta de la habitación y lo vi sosteniendo una charola. Dejó la charola encima de la mesa a mi lado y se sentó en la otra silla. Dentro de esta había dos sándwiches que se veían muy ricos, dos copas y una botella de vino, además de fruta.
—No sabía que sabías cocinar —cogí una uva llevándola a mi boca. No me pasó desapercibido que no dejaba de mirar mis labios.
Yo también estaba ansiosa por culminar esta noche entregándome a él pero no tenía que desesperarme, valdría la pena la espera, de eso estaba más que segura.
—Mamá nos ha enseñado muchas cosas y se lo agradezco, además de que papá nunca fue un machito con ella y le dejaba hacerse cargo de nuestra educación y nunca dijo nada.
—Hablas de él y tu mirada se ilumina, lo querías mucho, ¿verdad? —asintió. Cogió la botella de vino y sirvió en las dos copas entregándome una. Al mirar la botella detenidamente me fije en el logo descubriendo que el vino era de su marca,
—Fue un gran hombre, un excelente padre y un esposo maravilloso. Su muerte fue muy dura para todos pero mi madre...—negó —, ella se llevó la peor parte de todas. Llevaban muchos años juntos, eran tan unidos —pasaba la punta de su dedo alrededor de la orilla de la copa, no me miró en ningún momento, su mirada eléctrica se mantenía pérdida en el mar.
—Me imagino lo que debió sentir, perder al amor de su vida debió ser un golpe muy duro para ella —de un momento al otro me estaba mirando a mí.
—No me imagino perderte a ti, Bea, ya no —deslizó su mano para coger la mía con suma delicadeza. A veces creía que Vitale pensaba que seguía siendo la niña que le tenía miedo a todo, pero no, ya no era esa mujer, le demostré más de una vez que era fuerte y valiente, me podía enfrentar a la tormenta y salir sin un rasguño.
—Nunca me vas a perder, Vitale —sostuve su mano —. No me iré de tu lado —sonrió feliz.
—No lo hagas —me puse en pie y caminé hacia él. Sin soltar la copa me senté en sus piernas abrazando sus caderas con las mías, enganchándome a su cuerpo.
—¿Por qué tienes tanto miedo de perderme, Vitale? —me quitó la copa de la mano y la dejó a un lado encima de la mesa al igual que la suya que tenía poco vino.
—Porque te amo demasiado, no te puedes imaginar todo el amor que siento por ti. Soy capaz de cualquier cosa con tal de que no te vayas de mi lado —sus manos descendieron a mi trasero dejándolas ahí —. Eres mi luz entre tanta oscuridad, Bea —metí mis dedos entre los cabellos de su nuca enredando algunos mechones.
—Ya te dije que no me iré de tu lado, te amo demasiado como para pensar en irme.
—Eres tan hermosa —musitó.
Tenía un brillo especial en su mirada, era radiante, eléctrica, fascinante.
—Y tú tan guapo y sexy —sonrió arrugando la nariz. Amo tanto ese gesto, me parece tan adorable y encantador.
—¿Crees que soy sexy?
Sí, carajo, sí.
—Demasiado —sus provocadores labios estaban a tan solo centímetros de mi boca. El rico aroma del vino acariciaba mis mejillas.
—No te puedes imaginar cuantas ganas tengo de hacerte el amor —se mojó los labios con la lengua dejando una capa de saliva sobre estos.
—No me lo puedo imaginar pero me gustaría que me lo demuestres —pasé saliva.
—Quítate ese vestido —ordenó con voz ronca a la vez que me soltaba para que me pusiera de pie. Entendí lo que debía hacer y no dudé en deshacerme de la prenda que se me hacía un estorbo. Quería que me contemplara desnuda bajo la luz de la luna —. Hazlo lento, Bea. Te quiero ver bailar bajo la luz de la luna.
No rechiste y obedecí a sus peticiones. El vestido no tenía cierre así que no se me complicó quitármelo de encima, pasé los tirantes por mis brazos a la vez que me balanceaba de un lado al otro, cogí la tela con mis dedos. La tela descendió por mis senos dejando estos expuestos a sus ojos, tiré un poco más dejando a la vista mi estómago y mi ombligo. Me escaneaba de arriba abajo, esperando a que dejara mi cuerpo totalmente desnudo.
—Quiero hacerlo yo —estiró su mano y sus dedos rozaron los míos para atraerme a su cuerpo.
Me coloqué en medio de sus piernas, cogió la tela de mi vestido y sin pedir permiso tiró de esta dejando mi cuerpo desnudo para él. Aparté la prenda con mis pies a un lado.
—Eres hermosa, mi amor —atrapó mi mano enlazando mis dedos con los suyos —. Eres como una diosa que ha sido esculpida por un gran artista —jaló mi mano para atraerme a su cuerpo, abrí mis piernas para sentarme a horcajadas encima de él.
—Que palabras tan hermosas me dices —subí mis manos a su cuello, entrelazando mis dedos en su nuca.
—Porque es cierto —con sus dedos apartó mi cabello para dejarlo detrás de mi hombro dejando expuestos mis senos. Giró la muñeca para con sus nudillos acariciar la punta de mis pezones provocando un delicioso escalofrío en toda mi piel. Con sus palmas abiertas trazó cada parte de mi cuerpo pasando por mis costillas, mi cintura y así hasta llegar a mis caderas. Hundió sus dedos en mi piel trazando movimientos circulares encima de su gran y evidente erección. Sentía su miembro duro bajo la delicada tela de mis bragas, estaba ardiendo por dentro, sentía calor y escalofríos que me recorrían la columna —. Eres la mujer más hermosa que he visto.
Puso una de sus manos debajo de uno de mis senos llevando este a su boca, abriendo ligeramente los labios, atrapó mi piel chupando y metiendo más dentro de su boca. Su ágil lengua trazaba círculos y mojaba todo a su paso, los movimientos de mis caderas se sincronizan son los de su lengua en mi seno. Me mojaba más y más con el paso de los segundos a la vez que me chupa, me lame y succiona.
—Vitale —gemí bajito sobre sus labios —. Te necesito —le estaba rogando que por favor terminara con esta tortura y me hiciera suya de una vez —. Te necesito ya —me mordí el labio inferior dejando un poco de dolor en este.
—Haré lo que tú me pidas —me bajé de sus piernas. Entramos a la habitación —. Sube a la cama —obedecí y trepé a la cama, el colchón se hundió cuando subí hacia la cabecera. Me acomodé en las almohadas esperando el momento para que Vitale hiciera algo. Lo vi ponerse de pie, empezó por quitarse los zapatos, siguió con la camisa y el pantalón, solo faltaban los boxers y yo estaba ansiosa por descubrir lo que escondía debajo de aquella ropa —. ¿Qué miras?
—Estoy esperando para verte completamente desnudo —admití sin ninguna pena.
Sería mentirosa si dijera que no soñaba con este momento, porque sí, muchas noches me imaginé cómo sería el día en el que me entregaría por completo al hombre que tanto amaba y todo estaba saliendo mucho mejor de lo que llegué a pensar. Vitale se estaba portando a la altura y mucho más, jamás pensé que iba a tener estos detalles conmigo y estaba amando todo, desde el lugar hasta la acogedora cama sobre la estaba acostada.
—Tú ya me viste desnuda a mí, me toca verte a ti —sonrió. Trepó a la cama quedando frente a mí. Sus manos viajaron a mis tobillos y abrió mis piernas con un poco de brusquedad, me sorprendió que lo hiciera pero no esperaba menos de él sabiendo que era un romántico, tampoco esperaba un hombre dulce y pasivo, al contrario, quería que fuera duro, rudo y que no tuviera piedad de mí.
—No seas impaciente —se aclaró la garganta.
Lo poco que había visto me estaba gustando, no tenía músculos exagerados, pero sus brazos y abdomen estaban marcados, sus piernas sí eran más musculosas y largas, sus brazos al igual que sus manos eran fuertes y sus dedos. Dios. Sus dedos estaban bien cuidados, gruesos y hacían maravillas. Casi gimo en alto cuando recordé el orgasmo que me arrancó aquella noche.
Se acomodó entre mis piernas rozando a propósito su pene con mi sexo que estaba cubierto por mis bragas y eran un impedimento para culminar con todo esto de una vez. Lo sentía duro y erecto, lo quería tener dentro de mí, quería que me besara de nuevo, sentir el calor de su cuerpo. Se agachó para besar la tela de mis bragas, subió a mi ombligo donde sentí algunas cosquillas y ascendió por mi abdomen hasta llegar al valle de mis senos.
—Te haré mía esta noche —metió su mano en mi espalda —. Y después de hoy ya no habrá vuelta atrás, estás comprometida conmigo, ¿entiendes? —asentí. Su mano en mi espalda me atrajo a su cuerpo —. Desde esta noche yo seré tuyo también, cariño —su pulgar trazó mi labio inferior de un lado al otro. Acercó su boca a mis labios y con sus dientes tiró de mi labio inferior para chuparlo.
—Soy tuya, Vitale, tuya nada más —su comisura derecha se estiró en una perversa sonrisa que me prometía una noche sin igual. Estaba segura que jamás en la vida me iba a arrepentir de lo que pasara hoy.
—Mía nada más, Bea.
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