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Capítulo 21 🌹

Fio

Ver a mi madre en ese estado tan deplorable por una basura como Alonzo solo me hizo sentir más rabia hacia ella, odio y rencor. El día que mi padre se fue se veía tan contenta de por fin librarse de él, tal parecía que nunca lo dijo pero que lo anhelaba más que a nada en esta vida. Y cuando Alonzo llegó a su vida no habían pasado ni dos meses que lo metió a su casa. Cada día me pregunté porque mi padre se fue, porque no me llevó con él.

Con el paso de los años entendí que tenía sus razones para alejarse de ella, no era una buena esposa, mucho menos una madre maravillosa. No lo odiaba por irse, no podía sentir odio por él, pero sí sentía coraje porque se fue sin importarle lo que me pudiera pasar en manos de la loca de mi madre a quien nunca le importé, menos cuando el pervertido de Alonzo llegó a nuestras vidas.

No entendía todavía porque tuve que pasar por esta desgracia pero si todo fue para estar en este momento, en este lugar al lado de Samuele lo soportaba porque todo era mejor a su lado. La desgracia quedó atrás, el dolor se estaba yendo y el gran peso de los fantasmas estaba desapareciendo poco a poco.

—¿En qué tanto piensas? —solté un suspiro y abrí los ojos, encontrándome con la delgada figura de Bea. Se veía radiante y esa sonrisa en sus labios no desaparecía. Hoy tuvimos terapia pero la psicóloga se había ido horas atrás.

Me hice a un lado para que tomara asiento.

—El día que fui a ver a mi madre Samuele me dijo algo que me dejó pensando.

—¿El qué? —frunció levemente el ceño.

—Dice que se irá conmigo a Italia para que pueda estudiar arte. No dudo que lo haga pero no quiero que deje a su familia —suspiré de nuevo. Me giré hacia Bea, ahora más que nunca necesitaba a una amiga —. ¿Qué hago?

—¿Qué crees que sea lo correcto? —me encogí de hombros.

—No sé —dije bajito.

—Samuele se ha portado muy bien contigo y por lo que me has dicho nunca se ha intentado propasar —afirmé con la cabeza —. Tal vez es hora de que él también tome su camino y si es estar contigo que mejor, ¿no?

—Pero...no sé cuando podré abrirme a él, dejarle llegar más allá de un simple beso —los labios de Bea se aplanaron en un fina línea.

—Samuele lo sabe, entiende que todavía no estás lista para dar ese paso. Está consciente de que hay heridas que tardan mucho en sanar y estoy segura de que sabrá esperar hasta que estés lista —cogió un mechón de mi cabello y lo puso detrás de mi hombro.

—Solo quiero paz para mi vida, no pido más.

—Y la vas a tener, Fio, tú más que nadie se merece lo mejor de esta vida. Ya has pasado por mucho dolor y penas, un día serás feliz estoy segura de eso.

—Eres una gran amiga, Bea, lo eres —la abracé y correspondió a mi abrazo sin dudarlo.

—Eres tan linda, Fio, eres un sol que debe brillar en lo más alto del cielo —sus palabras eran tan lindas que hinchaban mi corazón de felicidad.

—¿Han sabido algo de Alessia? —Bea negó con la cabeza agachada. Su mirada me lo dijo todo, temía que su padre le hubiese hecho algo malo.

—Vitale teme que la haya encerrado, que ya sepa de la existencia de Isabella.

Ella al igual que todos en esta casa nos habíamos encariñado con esa pequeña. Era fácil amarla.

—Si eso hubiera pasado creo que ya tendríamos aquí a ese monstruo —opiné.

—Es lo que yo también pienso pero no podemos descartar nada. Hoy van a tener una reunión con el Don de la Camorra —sostuve sus manos entre las mías.

—Todo va a salir bien —sonrió.

—Espero que sí —Aslan llegó a nuestro lado para mover su cola y lamernos las manos. Era un perro fiel y amoroso.

Vitale

Samuele se preparaba a mi lado para ir con Rossi, el Don de la Camorra, que gobernaba Campia y sus alrededores. Nos íbamos a reunir en terrenos neutrales, lo que quería de ellos era una alianza no desatar una guerra. No me convenía hacerme de enemigos, no quería poner en peligro la vida de mi hija.

Mi hija.

Que bien se escuchaba aquello.

Mi móvil empezó a sonar, en ese momento la puerta del despacho se abrió y Bea entró. Cogí el aparato, al mirar la pantalla se me hizo raro no tener el número registrado, en ese momento pensé que tal vez era Alessia y respondí sin pensarlo. Levanté un dedo hacia Bea que se quedó frente a mí.

—¿Diga?

Vitale —la voz de Alessia me hizo sentir más tranquilo. Al menos ahora sabía que estaba bien —. Soy Alessia.

—Dime, ¿cómo estás? Pensamos que te había pasado algo —suspiró.

Me quise comunicar antes pero no podía hacerlo sin poner en alerta a mi padre. ¿Cómo está mi bebé?

—Ella está bien, ¿cómo van las cosas allá?

Papá está molesto porque me fui un año a Nueva York, me pregunta que hice todo este tiempo, mis hermanos me acosan con más preguntas que no quiero responder. Si ellos saben de la existencia de Isabella no van a dudar en ir a por ella...—antes de que dijera otra cosa la interrumpí.

—Antes de que eso pase tendrán que pisotear mi cadáver para llegar a ella —escuché una sutil risa detrás de la línea.

¿Ya comprobaste que es tu hija?

—Sí y lamento haber dudado de ti —me disculpé.

No pasa nada, es entendible que hayas dudado. Cualquiera en tu lugar lo hubiera hecho.

—¿Necesitas algo?

No, por ahora no. Si llega a pasar algo yo te aviso. Cuida mucho de mi bebé y dile que su mamá la ama mucho —sonreí. Bea me contemplaba seria.

—Se lo voy a decir, no pierdas cuidado. Tú también cuídate, lo que sea que necesites no dudes en llamarme.

Gracias, Vitale, te llamo pronto.

Colgó y dejé el móvil encima del escritorio.

—¿Todo bien? —puse mis manos en su delgada cintura, terminó con la distancia entre los dos y puso sus manos en mis hombros.

—Todo bien, no se había podido comunicar pero se encuentra bien —sonrió.

—Menos mal —sus labios dibujaron una bonita sonrisa —. Cuídate, te voy a estar esperando.

—Siempre voy a encontrar mi camino para llegar a ti —dejé un suave beso sobre sus labios.

—Te amo —murmuró sobre mis labios.

—Y yo te amo a ti, princesa —apoyé mi frente contra la suya, subí mi mano a su mejilla dejando una suave caricia.

—Cuídate mucho —pidió, su voz era un hilo delgado que estaba a nada de romperse.

—Lo haré, por ti y por Isabella —asintió. Sus manos seguían en mis hombros.

—Sé que llegarás con bien.

—Tenemos un evento al que asistiremos juntos, te quiero presumir ante todos —en sus labios se dibujó una sonrisa.

Nos separamos, enlacé mis dedos con los suyos y salimos del despacho. Al lado de las escaleras esperaba Samuele junto a Chiara que iría con nosotros a ver a Rossi, no le tenía confianza a nadie y pensaba que me podía hacer algo, a los dos.

—Hijo —mamá se acercó a mí —. Ten cuidado por favor —sostuve sus manos y asentí ante sus palabras.

—No debes tener miedo, nada malo va a pasar.

—Con cuidado —nos dijo a los dos. Solté sus manos y salimos de la casa para subir a las camionetas. La reja se abrió a nuestro paso y dejamos la propiedad.

No tardamos en llegar al lugar donde se llevaría a cabo la reunión con Rossi. Nos citó en un restaurante que pertenece a una de las cadenas más importantes en Italia, algo neutro para que ni él ni yo desconfiemos del otro. En la mafia nadie puede confiar en nadie, mucho menos si se trata del bando rival, aunque no teníamos muchos problemas con Rossi, era un hombre con el que se puede hablar y llegar a acuerdos no como Massima.

Bajamos de la camioneta, miré el lugar y me acomodé los puños de la chaqueta que llevaba puesta ese día. Samuele salió detrás de mí y entramos al establecimiento, mirando a nuestro alrededor. Chiara venía detrás con dos hombres más, mientras que los otros se quedaron afuera para vigilar que nada saliera mal. El lugar se encontraba vacío salvo una de las mesas de enmedio que estaba ocupada por un hombre. Rossi. Nos encaminamos hasta la mesa, jalé la silla para sentarme, Samuele lo hizo a mi lado.

—Los hermanos Schiavone —nos miró a mi hermano y a mí —. Que milagro que se quieran reunir conmigo.

—Es algo urgente y de suma importancia —subí las manos a la mesa.

Un hombre se acercó para servir vino en las copas que estaban frente a nosotros, hizo un asentimiento con la cabeza, se dio la vuelta y se alejó.

—¿Qué es eso tan importante que me quieren decir?

—Vamos al grano —habló Samuele —. Se trata de Massima, tenemos que deshacernos de él.

El rostro de Rossi pasó de la diversión a la sorpresa en una fracción de segundo.

—¿Qué? —parpadeó, incrédulo —. Están jugando, ¿no es así? —ambos negamos —. Es una locura. Es como meterse en la boca del lobo, un lobo hambriento y despiadado.

—Lo sabemos, somos conscientes de que Massima es muy poderoso pero nosotros también lo somos —nos señalé a los tres.

—¿Sabes lo que va a pasar si nos deshacemos de Massima? Es el Don de la Cosa Nostra.

—¿Sabes lo que va a pasar si nos deshacemos de Massima? —Le hice la misma pregunta que él me hizo a mí pero con un tono de voz más sugerente —. No te pido más que tu ayuda.

—¿Y qué gano yo con eso? —dejó caer la espalda en el respaldo de la silla. Sus dedos repiqueteaban en el cristal de la copa.

—Te vas a quedar con Sicilia y sus alrededores —sus cejas se elevaron —. No te voy a pedir nada más, no necesito nada.

—¿Cómo estoy seguro de eso? ¿Cómo sé que más adelante no me vas a quitar Sicilia y no me vas a dar una puñalada por la espalda?

—Sabes que no haría eso. Mi apellido habla por mí, no soy ese tipo de persona —me sentía indignado con sus estúpidas suposiciones.

—Las personas no son lo que aparentan, Vitale —chistó con la lengua.

—¿Lo harás o no? —preguntó Samuele con un poco de violencia —. Te conviene tener Sicilia bajo tu poder, ganarás mucho más si te alías con nosotros y nos ayudas a matar a Massima y sus hijos.

Rossi negó un poco con la cabeza. No estaba convencido de ayudarnos con esto, dudaba y si yo estuviera en su lugar también lo haría porque en esta vida no puedes confiar en nadie, mucho menos en un mafioso italiano.

—Debo pensar bien las cosas —nos miró a los dos —. No es fácil confiar y menos deshacerse de Massima —cogí la copa que tenía frente a mí y le di un sorbo al vino. Sabía bien —. Es muy poderoso y tiene muchos socios que no dudarán en dar la vida por él.

—Contigo al mando te puedes deshacer de ellos —opinó Samuele.

—Todos tendrán que obedecer tus órdenes —terminé yo.

—Lo que me sorprende es que no quieras ni un pedazo de esa región, puedes extender tus territorios hasta Sicilia y más allá. ¿Es que están tramando algo malo? —negamos.

—No quiero nada más que matar a Massima, es un peligro para mi familia —Rossi subió las manos a la mesa.

—¿Esto tiene que ver con una mujer?

—Algo hay de eso.

Nadie podía saber de la existencia de Isabella porque le podían decir a Massima y ahí sí estaríamos en peligro, más que nada mi hija a quien no quería poner en peligro por nada del mundo. Su seguridad y la de toda mi familia estaba en mis manos.

—No lo pienses mucho —le dijo Samuele —. La oferta puede caducar —bebió del vino de la copa.

—Lo voy a pensar y en estos días les aviso, pero suena tentador matar a ese bastardo. He tenido algunos problemas con él y la verdad me gustaría verlo muerto —Samuele y yo compartimos una mirada. Rossi también tenía motivos para deshacerse de Massima, ahora que sabía que se podía quedar con Sicilia estaba más tentado a ayudarnos.

—Nosotros nos vamos —nos pusimos de pie —. Cualquier cosa te comunicas con Chiara —asintió y se puso de pie.

Estrechamos las manos y dijimos adiós. Chiara venía detrás de nosotros, asegurándose de que Rossi no nos fuera a poner una trampa. Me podía esperar cualquier cosa de un tipo como Rossi así como de Massima por eso tenía que estar muerto cuanto antes.

Subimos de nuevo a la camioneta, quería regresar a casa para ver a Isabella y Bea.

—¿Cómo les fue? —preguntó Chiara. Iba en el asiento de adelante mientras que Samuele y yo íbamos en los de atrás.

—Yo lo vi muy convencido —habló Samuele a mi lado —. Cuando le dijimos que se puede quedar con Sicilia estaba tentado a decir que sí, pero se tiene que hacer del rogar.

—Yo también creo que va a aceptar, no puede desaprovechar una oportunidad como esta. Te imaginas tener Campia y Sicilia en tus manos.

—¿Tú no quieres eso? —preguntó Chiara.

Ella más que nadie sabía lo mucho que me había costado llegar a donde estaba, lo difícil que fue para mí escalar hasta la cima y hacerme de un nombre como mi padre. Después de su muerte las cosas no fueron fáciles, nadie creía que Vitale Schiavone iba a poder sacar la 'Ndrangheta del agujero al que cayó con la muerte de su Don.

—Por raro que suene no, no quiero Sicilia, no quiero nada más, ya lo tengo todo —sonrió genuina —. Necesito que Isabella crezca en un ambiente sano, sin correr peligro de su propia familia.

Lo que podía hacer por ella era alejar a su abuelo que era el más peligroso de todos, conociéndolo sabía que le haría daño sin importarle que solo fuera una bebé.


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Había estado un poco desaparecida por aquí pero he regresado con las actualizaciones :)

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