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Capítulo 2 🌹

¡Hola! Espero dejen mucho amor :)  Aprecien a nuestro daddy Vitale 

Samuele

El frío de Calabria era el más crudo en el mes de Enero, la mañana estaba ventosa, el frío se sentía cómo filosas dagas en la piel. Tal parece que el clima se puso de acuerdo con los sentimientos negativos que teníamos esa mañana. Fuimos al cementerio ya que hoy se cumplía un año de la muerte de mi padre y dejamos flores en su tumba, algo que a mi madre no le hizo nada bien porque ahora estaba más triste que de costumbre. De por sí la muerte de papá fue algo muy duro para ella, este año fue el más difícil para todos, pero para ella y para Vitale fue cruel. Para empezar papá murió, o lo mataron, dejando casi nada de su cuerpo, después su prometida lo dejó, se fue porque no podía con esta vida, algo que ella siempre supo pero que muy poco le importó. Todo esto dejó a Vitale muy mal, ya no era el mismo hombre de hace un año, sufrió un cambio drástico que cambió su vida y la nuestra por completo.

Mamá tenía el plato frente a ella sin tocarlo siquiera, de igual manera Vitale, quien ni siquiera estaba bien sentado, tenía una mano en la barbilla y la mirada perdida en la nada. Aquella mirada fría me decía tantas cosas pero a la vez no decía nada, había solo confusión, pena y tristeza en sus orbes de color azul.

Aslan estaba a mi lado esperando que le diera algo de comer, pero sabía que tenía una dieta especial y solo estaba sentado gruñendo, pidiendo su comida de inmediato. Ahora yo no tenía hambre de solo ver a mi madre y Vitale, que no habían tocado su almuerzo.

—Ya he terminado —me puse de pie y empujé la silla hacia atrás, en ese momento mamá levantó la cabeza y asintió. En otro momento me hubiera exigido terminar mi almuerzo pero hoy no tenía ganas de estar discutiendo, menos conmigo que siempre le llevaba la contraria.

—Yo también ya he terminado —dejó la servilleta en su lugar y se puso de pie para salir del comedor.

Fui a la cocina donde Chase estaba haciendo quien sabe qué cosas.

—¿Le puedes preparar a Aslan su plato de comida? —Chase se giró hacia mí y dejó las hierbas en la encimera.

—Me pagan para alimentar a los humanos de esta casa —se quejó —. No para alimentar a la mascota —miró a Aslan quien estaba sentado a mi lado y parpadeó lentamente.

—Se te paga para ponerte de cabeza y caminar con las manos si es que te lo pido —me crucé de brazos y este rodó los ojos con hastío —. ¿De acuerdo?

—Eres un grano en el culo, Samuele —fue hacia el refrigerador donde estaba la comida cruda que se le daba cada día para que estuviera fuerte.

—Sí, ya me los has dicho muchas veces —dejó los pedazos de pescado y carne de res junto con un muslo de pollo en la mesa de la isla —. No te olvides de ponerle avena y sus vitaminas —pasé la mano por la cabeza de Aslan que se dejó hacer y disfrutó de mis caricias.

Aslan se quedó con Chase mientras yo iba a buscar a Vania, que no la había visto desde que llegamos del cementerio, a veces solo desaparecía y ya, se perdía por horas donde no sabía nada de ella ni qué hacía ni con quien estaba.

Al llegar al salón de entrenamiento me detuve bajo el umbral de la puerta y observaba a Vania, estaba haciendo yoga, con las piernas cruzadas y las manos encima de sus rodillas. Inhalaba y exhalaba despacio, tan lento que el movimiento de su pecho era casi imperceptible. Su cabello rubio no se movía, ni un pelo se salía de su lugar.

—Te hubiera matado en un parpadeo —dijo abriendo los ojos —. No me mires de esa manera —se puso de pie y se acercó al mueble para coger una toalla y secar su frente donde tenía algunas perlas de sudor.

—Estás aquí para cuidarme —le dije caminando a su lado —. Y te pagan muy bien.

—Si me haces enojar ni todo el dinero del mundo te va a salvar de mi ira —señaló y miró hacia la puerta donde Carter estaba entrando —. ¿Tú qué haces aquí? —cogió la botella con agua y le dio un sorbo.

—He venido a ver a mi mejor amigo —nos dimos un abrazo y un apretón de manos. Rodeó mis hombros sin soltar mi mano y sin quitarle la mirada de encima a Vania, lo tenía cautivado desde el momento que puso un pie en esta casa, estaba enamorado de ella pero Vania nunca le iba a hacer caso, me lo decía siempre.

—No quiero que le metas ideas tontas en la cabeza —Vania señaló a Carter —. Nada de alcohol, armas o drogas.

—Ya entendí, Vania —le dije.

—A veces eres un tonto —me dijo y pasó a nuestro lado —. Me voy a dar una ducha, si me necesitas llámame.

Esperamos que Vania saliera del salón y Carter se giró hacia mí soltando mi mano y mis hombros.

—Ahora sí, dime que quieres —no me creía el cuento que nada más vino a saludar.

—Este sábado va a ver una fiesta, en la casa del amigo de un amigo: Adriano. ¿Quieres ir?

—¿Crees que Vania me deje dar un paso fuera de la casa para ir a la fiesta del amigo de tu amigo? —enarqué una ceja.

—Pues que vaya contigo, hombre, así de fácil —negué porque no era así de fácil.

—No sé, a Vania no le gusta ir a ese tipo de fiestas, sabes que es muy difícil que vaya.

—¿Pero a esa mujer que le gusta hacer? Solo estar pegada a ti cómo una garrapata —miré hacia la puerta esperando que Vania no estuviera escuchando la conversación entre Carter y yo.

—Es su obligación cuidarme y no hables mal de ella sino te puede dar un buen golpe para que cierres la boca.

—Bueno, ¿vas a ir o no? —me separé de él y me giré para quedar de frente —. Un rato nada más, por favor.

—Lo voy a pensar —dije y sonrió de oreja a oreja.

—¡Bien! —se acercó para rodear mis hombros con su brazo —. Dime cómo van las cosas en el nuevo club, ¿hay ganancias? —fruncí el ceño.

—Creo que todo va bien, sabes que Vitale no deja que me involucre mucho en eso.

Hasta ahora me había mantenido al margen de los clubes porque eso significaba una cosa nada más: ya no había retorno cuando te metes en ese tipo de negocios. Mi padre lo aprendió a la mala y cuando quiso cambiar, todo salió mal y le costó la vida. No pudo cambiar un negocio que tiene muchos años, pero pudo mejorarlo y aunque al principio fue raro tener prostíbulos de manera legal poco a poco el negocio fue creciendo a tal punto que ahora en toda Calabria ya no se traficaba con mujeres, porque no son un objeto al que puedes comprar, tirar o recoger cómo si no valieran nada. Yo lo entendía, Vitale y papá lo entendían pero los demás no, sus socios no comprendían cómo darle derechos a una mujer y dejar que sea ella quien decida si quiere vender su cuerpo o no. A la Penose le funcionó tener clubs exclusivos, con mujeres sanas, que se hagan su chequeo médico cada mes, limpias, libres, con seguro social. Entonces, ¿por qué en Italia no podía funcionar también? La Ndrangheta no solo es muerte, armas, sangre, hay tradiciones también pero esas se pueden romper cuando sea.

—Vitale te cuida mucho de no meterte de lleno en los sucios negocios de la familia, pero no lo va a poder evitar siempre.

—Ayudo en los otros negocios también —resopló —. Y eso es mucho también.

—Sí —se puso frente a mí acomodando el cuello de mi camisa —. Pero no eres una blanca paloma, tus manos también están manchadas de sangre y sé, porque te conozco, que cuando sea necesario vas a matar sin dudarlo.

—Cierra la boca.

Pretendía ser un buen chico, porque eso es lo que mi madre quería, pero mi hermano mayor era el Don de esta organización y era inevitable no mancharse las manos de vez en cuando. Pero Vitale era otro caso, siempre fue diferente, cómo mi padre, no tenía piedad de nadie, era sádico, sangriento y vengativo. Ahora más que nunca lo era.

—No andes diciendo estas cosas, menos aquí. Que no te escuché mi madre sino...—negamos con la cabeza y se llevó un dedo a los labios.

—Soy una tumba —apretó los labios.

—Pero abierta —me dio un golpe en el brazo, me dolió pero no me quejé.

—Mejor invítame algo de almorzar, mi madre no quiso preparar nada —salimos del salón de entrenamiento y fuimos hacia la cocina.

—Tienes dos manos, Carter —le recordé —. Tu madre no es tu sirvienta.

Se quejó y no dijo nada. Cuando llegamos a la cocina Aslan estaba terminando su plato con carne y Chase estaba haciendo quien sabe qué.

—Que guapo —le dijo a Aslan que se limpiaba los bigotes con la lengua, había dejado su tazón limpio, sin nada de carne o avena.

—La mascota está más consentida que yo —Chase se quejó y regreso a lo suyo.

—Cierra la boca, Chase —le dijo Carter —. Mejor prepara algo para almorzar.

—Tú no me pagas, Carter —vi que metió las hierbas en la licuadora. Chase era de las personas que todo le gustaba orgánico, no compraba nada procesado, le gustaba preparar todo él mismo.

—Pero Samuele sí —le respondió Carter.

—Técnicamente quien me paga es Vitale —encendió la licuadora a propósito para no escuchar lo que decía Carter, quien no tuvo más que ir hacia el refrigerador para buscar algo de almorzar.

—Idiota —masculló Carter.

—Te escuché —comentó Chase.

Estos dos se la pasaban discutiendo todo el tiempo, no sé si se odiaban pero el hecho era que no se agradaban, ni uno de los dos y a mí me tocaba escuchar sus discusiones cada que Carter venía y Chase estaba en la casa, que era todo el tiempo.

Vitale

Estaba al tanto de lo que pensaba Samuele de mí y no estaba loco, no era un desalmado ni mucho menos. Solo era un hombre que se sentía solo y triste. Mi padre había fallecido y mi prometida se alejó de mí, ¿por qué? Quien sabe, pero se fue hace meses y no sabía nada de ella, tampoco es como que me importara, desde el momento que salió de mi vida dejó de importarme lo que sea que haga o con quien esté. Se podía ir al infierno con todos los sentimientos buenos que tenía hacia ella.

Me miré en el espejo antes de salir del baño, hoy se cumplía un año desde que mi padre había muerto y todavía no había rastro de quien o quienes fueron los responsables de esto, no sabíamos si fue la policía, la Cosa Nostra o la Camorra. Quien había sido el responsable iba a pagar por haber matado a mi padre, no iba a tener piedad de nadie. Si querían guerra la iban a tener.

Salí del baño y Chiara esperaba afuera con las manos frente a ella y esa postura que tanto la caracterizaba. Era una mujer hermosa, con una envidiable figura, también un buen gusto por la moda y era mortal, más de lo que lo eran los hombres que cuidaban mi espalda. Quien dijera que las mujeres no eran más letales que un hombre se equivocaba, Chiara era el claro ejemplo de ello, no por nada era mi mano derecha, algo que no le gustó a ni uno de mis súbditos, pero yo era el Don así que se haría lo que yo dijera, lo que yo mandara.

—¿Cómo estás, Vitale? —venía detrás de mí.

—¿Cómo estás tú, Chiara?

—Bien, gracias por preguntar. Te ves un poco mejor —quizá mentía pero no servía de nada decirle que no creía en sus palabras. No estaba bien y era consciente de ello, no dejaba de pensar en aquel día cuando encontramos los restos del cuerpo de mi padre, lo poco que quedó de él. Era una pesadilla que me iba a seguir el resto de mis días.

—Gracias por mentir —bajamos las escaleras y avanzamos hasta llegar a la puerta del sótano, un lugar frío, húmedo y oscuro. Al dar un paso dentro las luces se encendieron y bajamos las otras escaleras, nuestros pasos resonaban en el piso en un eco que se extendía por todo el lugar. Me detuve y Chiara lo hizo a mi lado.

Frente a nosotros estaba un hombre, un sicario de los jefes de la Cosa Nostra, un traidor que estaba infiltrado en mi organización, un imbécil que le daba información a Messina y toda su gente. Un pobre diablo que había encontrado la muerte en mis manos, porque sería yo quien se iba a encargar de terminar con su misera vida.

Su ropa estaba salpicada de sangre, desde sus zapatos hasta su camisa. Había sangre seca y fresca, ya no tenía algunos dedos de la mano y menos de los pies, sangraba tanto que en cualquier momento se podía desmayar pero yo lo necesitaba vivo. Me aclaré la garganta y se despertó levantando la cabeza, terminé con la distancia que nos separaba y quedé frente a él.

—Vitale —murmuró, apenas se le entendía lo que decía. Estaba tan golpeado, su rostro era una masa de golpes y sangre seca que ya no se reconocía quien era.

—¿Me vas a decir lo que quiero? —sacudió la cabeza en negación y aquello me hizo rabiar mucho más.

Le hice una seña a Chiara que entendió a la primera y acercó la mesa con los instrumentos de tortura que usaba para hacerle hablar y aunque hice de todo el desgraciado no soltaba palabra alguna. Era un sicario de Messina pero no lo iba a decir, era tan leal a su Don que lo único que iba a obtener de él eran negativas y un sin fin de mentiras, nada más.

—No —escupió sangre en mis costosos zapatos e hice una mueca de asco.

—Eran mis favoritos —me giré hacia la mesa y analicé cada una de las herramientas que había encima. Cogí unas pinzas y un par de guantes negros que ajusté a mis manos y de nuevo me giré hacia él —. Chiara —asintió y caminó hacia el hombre, se puso detrás de él y con ambas manos cogió su cabeza para inmovilizarlo, le abrió la boca dejando ver su dentadura —. Solo quiero que me digas una sola cosa —señalé —. Nada más.

Se retorcía en la silla a la que había estado atado desde hace días, se movía de un lado al otro pero no se podía zafar del agarre de Chiara, era mucho más fuerte que él.

—¿Me vas a decir qué le dijiste a tu jefe?

—No —dijo a duras penas porque Chiara tenía los dedos en su boca.

Acorté la poca distancia que nos separaba y apoyé una rodilla en su pierna ejerciendo presión, metí las pinzas en su boca y sin piedad arranqué una de sus muelas. Admiré el objeto y lo sostuve con las pinzas a contraluz. El sujeto gritaba de dolor y empezó a llorar.

—Si te portas bien el ratón te puede traer una moneda —dejé la muela dentro de la bandeja y Chiara soltó su rostro. Me quité los guantes y los dejé a un lado. La sangre empezó a salir de su boca, nunca tuve problemas dentales pero solo de pensar cuando me salieron las muelas del juicio me puede imaginar lo que estaba sufriendo, ¿me importaba? No, no me importaba si sufría, fue una estupidez suya meterse en mi territorio. Calabria era mía, nada más.

—Eres un imbécil, Vitale —Chiara no dudó en rodearle el cuello con un brazo y ejercer la presión necesaria para empezar a cortarle la respiración.

—Chiara.

—A Vitale no le hables así, a él no —apretó mucho más, tanto que su rostro se puso rojo.

—Chiara.

—¡Discúlpate! —le exigió Chiara —. ¡Hazlo!

—¡Chiara, basta! —la miré severo y soltó al pobre hombre que estaba tosiendo en busca de aire. Regresó a su posición llevandose las manos a la espalda.

—Lo siento, Vitale —se disculpó.

—Necesito que me digas que sabe tu jefe de mí —miré al hombre pero este estaba dispuesto a no hablar, no me iba a decir ni una sola palabra. Era un hombre leal, yo quería hombres cómo él, pero no así de traidores. Un golpe en la mejilla le hizo girar el rostro, no conforme le di dos puñetazos más pero lo que recibí de su parte fueron risas nada más.

—Hagas lo que hagas no te voy a decir nada, ni una sola palabra va a salir de mi boca.

Sonríe pasándome la mano por el cabello, la cual tenía un poco de sangre de ese imbécil.

—¿Estás seguro?

Asintió.

—Bien, vamos a ver si cuando tengas a tu familia aquí no vas a decir nada —le hice una seña a Chiara, el hombre abrió los ojos de par en par.

—Espera, a ellos no los metas en esto —me di la vuelta sobre mis talones —. ¡Escúchame!

—Fuiste tú quien decidió meterlos en esto el día que decidiste entrar a esta casa —solté y empecé a caminar hacia las escaleras.

—¡No te vayas! ¡No me des la espalda! —gritaba desde su lugar, pero esta vez fue mi turno de no decir nada.

Al subir las escaleras y cerrar la puerta me di cuenta que tenía sangre en la camisa y en los puños de la camisa. Ahora tenía que darme un baño.

—¿Qué quieres que haga? —me preguntó Chiara.

—Quiero que vayas por su familia y la traigas aquí. Quiero ver si es tan leal cómo dice y espero me diga lo que quiero escuchar —me detuve al lado de las escaleras.

—Vitale —Chiara puso una mano en mi hombro y me detuve de golpe —. ¿Harás esto? —me giré hacia ella y asentí ante su rostro desconcertado.

—¿Dudas que lo hagas?

—Tiene esposa y una niña.

—Haz lo que te estoy ordenando, Chiara y no me contradigas —abrió la boca y la cerró un par de veces, no podía ir en mi contra, yo era su jefe no podía desobedecer una orden mía.

—Está bien, Vitale, haré lo que me digas.

Me di la vuelta con la intención de subir las escaleras e ir a mi recamara pero Samuele junto a su amigo Carter iban saliendo de la cocina, detrás de ellos venía Aslan el fiel amigo de mi hermano.

—Vitale —Carter se acercó a mí —. Tienes que ayudarme a convencer a Samuele para que el sábado vaya conmigo a una fiesta.

—¿Una fiesta? —levanté una ceja en dirección a Samuele que se encogió de hombros.

—El amigo de un amigo —dijo él.

—¿A dónde y con quien? —le pregunté a Carter.

—Aquí en Calabria y con un sujeto de nombre...—se quedó pensando y apoyó su brazo en mi hombro.

—No hagas eso —le pedí y quitó su brazo de mi hombro.

—Adriano, sí así se llama el sujeto —miré a Samuele quien no estaba tan convencido de ir a esa fiesta.

—Yo no mando en la vida de Samuele, si él quiere ir entonces que vaya —señalé —. Pero nada de drogas o alcohol —esto último se lo dije a Samuele —. Y si vas, que Vania vaya contigo, no se debe separar de ti —Samuele asintió.

—¿Ves que fácil son las cosas? —Carter miró a mi hermano que solo rodó los ojos.

—Ven, vamos —ambos salieron de la casa y detrás de ellos lo hizo Chiara.

Cuando me encontraba solo subí a mi recamara y entré al baño para quitarme la ropa y los zapatos. Ese imbécil no quiso hablar y sentía que era una pérdida de tiempo intentar hacer que me dijera algo, me estaba colmando la paciencia y sino me decía lo que quería escuchar lo más seguro es que lo terminara matando a él y a su familia.

Al salir del baño caminé hacia el ventanal, corrí las cortinas con dos dedos y me quedé observando a mi madre que estaba revisando sus rosales. Al menos ahora les prestaba atención, dejó todo lo que le gustaba hacer después de la muerte de papá, le hizo mucho daño y sufrió mucho también, ella más que Samuele y yo. No me gustaba verla así pero todos decían que era un proceso y que un día iba a salir de ese agujero al que había caído, quizá sí lo era pero no me gustaba verla sufrir de esta manera, no podía vivir así.

Fui al closet a buscar ropa y cuando estuve vestido bajé para ir con mi madre y hablar un poco con ella, últimamente habíamos estado algo distanciados y eso era culpa mía, yo también estaba en un pozo sin fondo al que no le veía salida.

—Hola —mantenía las manos en los bolsillos de mi pantalón negro.

—Hijo, hola —traía puesto un delantal y en las manos sostenía unas tijeras de jardinería con las que cortaba las rosas y algunas ramas secas —. ¿Cómo estás? ¿Te bañaste de nuevo? —me miró de arriba abajo —. Que guapo.

Sonreí ante su halago.

—Gracias, ¿cómo estás tú? —suspiró y miró sus rosales.

—Bien, supongo —se encogió de hombros y continuo arreglando sus rosales —. Todavía duele pero con el tiempo todo va a pasar. Es lo que dicen, ¿no? El tiempo lo cura todo.

—Sí, es algo que dicen —me miró atenta.

—¿Has sabido algo de ya sabes quien? —negué y corté una hoja seca.

—No y ya dejé de buscar —expliqué tranquilo.

Había veces que hablar de ella me enfurecía tanto que quería encontrarla solo para matarla yo mismo. La odiaba tanto cómo la llegué a amar, pero ahora quería borrar todos y cada uno de los recuerdos que tenía a su lado, se sentían cómo una mentira en la que me envolvió y en la cual caí cómo un imbécil. Ojalá que nunca regresara sino se podía arrepentir de haber nacido.

—¿Y cómo te sientes?

—Bien —le respondí sereno.

—¿Solo bien? Vitale, yo fui testigo de cuanto la quisiste y...

—Por favor, no sigas —le pedí —. No hables más de ella, no me quiero enojar contigo —levanté la cabeza para encontrarme con esa dulce mirada llena de amor y dulzura.

—Está bien, hijo, pero no puedes huir de tu pasado, mucho menos de tus fantasmas.

Ojalá pudiera hacerlo para poder vivir tranquilo, pero llevaba una vida llena de muertes y crímenes, no habría paz en mi vida, jamás. Estaba consciente de ello y lo aceptaba, porque era mejor resignarse y saber que la vida no era miel sobre hojuelas que pensar que algún día esto iba a terminar y que tanto Samuele cómo yo tendríamos algo que no merecíamos pero que queríamos en demasía. Era malo soñar con un imposible.

—Yo no huyo de nada, ni de nadie —le aseguré pero mamá no creyó ni una de mis palabras.

—Vitale —arrastró cada una de las letras de mi nombre —. Soy tu madre —se giró por completo hacia mí y dejó una suave caricia en mi mejilla. Su toque era suave y delicado. El toque que solo una madre podía dejar con tanto amor.

—Mamá —sonrió.

—Le puedes mentir a todos, menos a mí —y era cierto, tenía tanta razón que no pude llevarle la contraria y desmentir sus palabras —. Soy tu madre y te conozco mejor que nadie en este mundo, más de lo que te conoces tú. Sé cuando las cosas no van bien contigo y aunque seas un adulto yo siempre voy a ser tu madre y tú siempre vas a ser mi hijo.

—Eres la mejor mamá que alguien puede tener —asintió orgullosa.

—Y estoy orgullosa de ti y tu hermano.

Mi madre era tan inocente, tenía tanta confianza en Samuele y en mí, no se daba cuenta de lo que eran sus hijos, o quizá sí se daba cuenta pero su amor de madre impedía que lo viera o lo dejaba de lado. 

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¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo, les dije que Vitale no era una perita en dulce, es un hombre frío (a veces) y muy cruel también. Espero que no lo odien, es un bebé, hay que cuidarlo. En esta historia le quiero dar poder a las mujeres y sí, una mujer puede ser la mano deraxh

¿Cuál fue su impresión de Vitale?

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