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Capítulo 18 🌹

Samuele

—¿Estás seguro de esto? —Vania estaba a mi lado cargando su arma y asegurándose de tener las municiones suficientes para que nada saliera mal.

—Estoy más que seguro y nada de lo que digas me hará cambiar de opinión —detrás estaba Carter, mirando a la vez que comía una manzana. No le paraba la boca y creo que eso era lo que más hacía enojar a Vania que sino se la pasaba hablando estuviera comiendo.

—No, ya sé que no por eso me pagan para cuidar tu trasero —la miré hacia abajo y le sonreí.

—Te gusta hacerlo pero dices que no —me mostró la lengua y procedí a pellizcar una de sus mejillas. Se apartó dándome un manotazo.

—Lo vuelves a hacer y te corto la mano —zanjó.

—Hermano, no tienes que hacer esto. Te puedes meter en problemas —sugirió Carter pero al igual que Vania no iba a obtener nada. Quizá lo hacía por ella, para quedar bien porque el día que le dije lo que iba a hacer no protestó y ahora me decía esto —. La madre de Fiore tiene un puesto importante en el gobierno.

—¿Y eso qué? Vive y duerme con un violador —metí el cartucho a la pistola —. Lo protege y le da cobijo, debería agradecer que no la matemos a ella también —espeté.

—Ya se lo dije pero no va a cambiar de opinión —dijo Vania a mi lado.

—Bien, haz lo que quieras pero después no vengas a decir que algo salió mal —me giré hacia Carter con la pistola en la mano.

—¿Cuándo las cosas nos han salido mal? Además Vitale va a ir conmigo.

Él no va a permitir que algo malo me pase.

De eso estaba más que seguro, porque Vitale daría la vida por mí y yo lo haría por él sin dudarlo ni un segundo.

—Solo te pido que te quedes en la casa, no confío en nadie y vamos a tardar un poco. ¿Lo puedes hacer? —pregunté temeroso.

—¡Claro que sí! —su expresión cambió y se acercó para palmear mi hombro —. Además Chase dijo que la merienda ya está casi lista. Por cierto, me tienes que decir que pasa con la niña, me desaparezco unos días y ya tienen un bebé en la casa.

—Es algo difícil de explicar pero después te digo —me sonrió y de nuevo palmeó mi hombro.

—Está bien.

Vitale entró a la habitación y detrás de él lo hizo Chiara. Venía de hablar con Bea sobre lo que íbamos a hacer y ahora que oficialmente eran pareja tenía sí o sí que avisarle a su mujer lo que hacía día y noche. No me molestaba o me parecía ridículo, al contrario, Vitale era un hombre muy entregado cuando se enamoraba y ahora no podía ser diferente, estaba enamorado de Bea casi desde que la vio de nuevo y esta vez no iba a dejar que se la arrebataran o ella se fuera.

Vitale quedó frente a la mesa y extendió los brazos para que Chiara le ayude con el saco, dio un paso atrás y mi hermano cogió un chaleco para cubrir su torso.

—¿Listo? —me preguntó.

Asentí llevando una mano a mi garganta, la sentía seca y rasposa.

—La verdad estoy un poco nervioso pero es normal —Vitale sonrió y terminó de ponerse el chaleco.

—Carter, por favor nos avisas si algo llega a pasar, de todos modos Chiara se va a quedar en la casa —a Chiara no le gustó lo que mi hermano dijo porque en sus labios se dibujó una mueca de desagrado.

—Ya te dije que puedo ir y no quieres que te cuide —espetó. Vitale no se giró a verla, lo que hizo fue coger un arma y recargar.

—Te dije que prefiero te quedes aquí a vigilar, me sirves más aquí que allá. Además Vania va a ir con nosotros —Vitale la miró de reojo y la pequeña rubia levantó la mano para hacerse notar.

Chira golpeó el suelo con su pie y se alejó. Era más que obvio que prefería estar pegada a Vitale que tener que cuidar de Bea porque eso le pidió Vitale a su mano derecha, que cuide de la mujer que ama para que su proxeneta no vaya a venir por ella.

—¿Qué te dijo Bea? —le pregunté a Vitale en un tono de voz muy bajo para que solo él me pudiera escuchar.

—Dijo que tenía miedo de que algo nos pase, pero que ya es hora de que Alonzo pague por lo que le hizo a Fio —me miró —. ¿Y a ti que te dijo Fio?

Solté un largo suspiro.

—Está aterrada de que entre a esa casa, que lo conozca. Le hizo tanto daño que tan solo escuchar su nombre tiembla de miedo —sostenía el arma con una mano y el metal se enterraba en mis dedos. Vitale se dio cuenta de mi estado porque apartó el arma dejándola encima de la mesa.

—Sino puedes hacer esto, está bien, yo lo hago por ti. Pero una cosa sí te digo, si las cosas salen mal porque tus sentimientos interfieren con esta misión lo mejor es que no vayas.

—¿Qué? —pregunté sorprendido —. Tal parece que no me conoces, Vitale —cogí el arma —. Odio a ese hombre sin siquiera conocerlo pero deseo esto más que nadie, va a pagar lo que le hizo a Fio y yo me voy a encargar de eso.

Sonrió.

—Vania —le llamó a la rubia.

—Dime, Vitale.

—¿Todos saben lo que van a hacer?

—Sí —se acercó a nosotros —. Están informados que todo tiene que parecer un secuestro —hablaba segura —. Tus hombres esperan en el lugar indicado.

—Bien, entonces es hora de irnos —informó Vitale y no tardamos en salir de la habitación.

Al pasar por la sala, Fio y Bea salieron junto a mi madre.

—No tienes que hacer esto —dijo Fio.

—Oye —puse mis manos en sus suaves mejillas —. Quiero hacerlo para darte un poco de tranquilidad y paz. Necesito hacerlo para estar tranquilo también y más que nada para traerte un poco de justicia —sonrió. Subió sus manos a las mías que sostenían sus mejillas.

—Gracias, nunca voy a terminar de pagarte por todo lo que estás haciendo por mí —sonrió. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No tienes nada que agradecer, te quiero y es lo menos que puedo hacer por ti —dejé un casto beso en su frente y nos separamos.

Vitale y Bea se despidieron con un beso en los labios.

—Cuídense mucho —habló nuestra madre —. Vitale...—no dijo más porque solo ellos se entendían a miradas.

—No te preocupes, madre voy a cuidar de este mocoso —rio junto a mi madre que parecía más nerviosa de lo normal —. Chiara —dio un paso cerca —. Ya sabes lo que tienes que hacer.

—¿Y la abuela dónde está? —pregunté a mi madre.

—Arriba con Isabella —informó.

Salimos de la propiedad, frente a la puerta esperaba una camioneta con las puertas abiertas, la primera en entrar fue Vania, después yo y a lo ultimo Vitale. Cerró la puerta y el chofer condujo hacia la reja principal.

—¿Tienes miedo? —Vitale me miraba atento.

—Miedo no —relajé mis hombros —. Nervioso sí pero nunca con miedo.

Vitale sonrió feliz. Creo que se sentía orgulloso de que su hermano pequeño estuviera haciendo las cosas "bien". Aunque esto no tenía nada de bueno porque en el momento que Alonzo cayera en nuestras manos iba a sufrir en carne propia todo lo que le hizo a Fio todos estos años y su madre debería pagar el mismo precio pero a ella le tocaría después. El karma es un hijo de puta y estaba seguro que ella no se iba a salvar tampoco.

Llegamos con los demás hombres que nos iban a ayudar a concretar esta misión. Éramos diez en total y tampoco necesitábamos más ya que sería fácil entrar y sacar a ese bastardo, fingir que todo era un secuestro. Sería fácil ya que nadie sabía que Fio estaba con nosotros y que esto era más que nada una venganza.

—Ya saben lo que tienen que hacer —les dijo Vitale a sus hombres. Llevaban pasamontañas al igual que nosotros para que nadie nos reconociera —. Entramos y vamos por ese hombre, tiene que parecer un secuestro así que rompan cosas, llévense otras más.

—¿Y la mujer? —preguntó uno de los sujetos encapuchados.

—Ella no, se lo merece también pero a ella no le haremos nada.

—¿Y si se pone histérica? —preguntó Vania —. ¿Le puedo pegar? No sabes las ganas que tengo de golpearla.

—Vania —dije a su lado.

—¿Qué? Es una perra —espetó —. Al menos se merece un buen golpe por ser tan hija de puta.

—La puedes golpear —dijo Vitale —. Pero nada más.

La rubia saltaba de felicidad.

—Vamos —indicó mi hermano y de nuevo subimos a las camionetas para ir a la casa donde Fio vivió por tanto tiempo.

No tardamos en llegar a la propiedad. Era una casa grande de dos pisos, se veía bien por fuera. Nos estacionamos frente a esta y salimos. Lo que nos dijo Fio ayudó mucho ya que no había guardias que cuidaran la casa o sus alrededores así que este trabajo iba a ser pan comido.

Uno de los hombres con toda la experiencia que tenía abrió la reja principal y pudimos entrar sin problema alguno, fue más fácil entrar a la casa que al patio ya que la puerta era sencilla y no tenía seguros. Todo estaba a oscuras y apenas se podía ver lo que teníamos frente a nosotros, pero encendimos las lámparas que llevábamos y así fue mucho más fácil poder andar por ahí.

El lugar era tal como dijo Fio, una gran sala y en la entrada las escaleras que llevaban al pasillo, puertas a cada lado de este.

—La habitación de mi madre es la segunda puerta a mano izquierda, la mía era la última puerta al final.

De una patada abrimos la puerta y la conmoción llegó segundos después. Entramos con las pistolas en alto, rodeando la cama. La mujer empezó a gritar mientras que el hombre se quería echar a correr.

Maldito cobarde.

—¿Qué quieren? —preguntó la mujer. Ella y Fio eran tan parecidas pero poco le importó que su hija se parezca, solo dejó que el bastardo que dormía a su lado hiciera lo que quiso con ella.

—Lo queremos a él —Vitale señaló a Alonzo con el arma.

El infeliz que ahora temblaba de miedo se agazapa en la esquina de la cama. Miraba con miedo a todos, se cubría con las sábanas que tapaban su asqueroso cuerpo.

Vitale sacó a Alonzo de la cama y lo arrojó al suelo para cogerlo del cabello y ponerlo de rodillas.

—¡No! —Un grito desgarrador brotó de la boca de la mujer que se puso de rodillas sobre el colchón pero Vania la obligó a regresar a su lugar.

—Yo que tú no lo haría —chistó la rubia y puso el cañón de su arma en la frente de la madre de Fio —. Cierra la maldita boca, perra —espetó.

Ella al igual que yo sentía asco por estos dos.

—¿Puedo matarla? —preguntó inocente. La mujer empezó a temblar de miedo.

—¡No! —respondimos Vitale y yo.

—No dejan que una se divierta —se quejó.

—Ahora vas a hacer esto —me dirigí a la madre de Fio —. No vas a llamar a la policía, no harás alboroto por este bastardo y si lo haces se muere —sus ojos se abrieron grandes.

Vitale se encargó de golpear el estómago de Alonzo con una certera patada.

Ella gritó de nuevo llevandose las manos a la boca. Estaba llorando por esta porquería y su hija podía estar muriendo en un callejón pero a ella no le importaba.

—No le hagan daño.

—Cierra la boca —gruñó Vania. Sostenía el arma que seguía apuntando su frente, sé que quería hacerlo, sé que estaba a nada de apretar ese gatillo y matar a la mujer pero ese no sería un castigo digno para una basura como ella.

—No tardo —le informé a Vitale.

—No tardes, tenemos que salir de aquí.

Asentí y salí de la habitación. Abajo se escuchaban los destrozos que los demás estaban haciendo. Corrí hacia la última puerta y entré sin pensarlo.

—Encima de la mesita hay una foto de mi padre y yo.

—¿Solo quieres eso? —le pregunté.

—No necesito más —me sonrió.

Cogí el portarretrato y miré el lugar de hito en hito. Esta era su habitación, su refugio, el único lugar que ella creía seguro y fue profanado, estaba manchado. Se podían escuchar los gritos llenos de súplicas, el dolor, la rabia, podía sentir el la piel la desesperación de mi Fio cuando le pedía y le rogaba que pare, él no lo hizo al contrario...

Ahora tenía muchas más ganas de matarlo yo mismo.

Mis dedos se asieron al portarretrato y salí de la habitación antes de llenarme de más odio y rabia. Al entrar a la habitación Vitale tenía de rodillas a Alonzo, la madre de Fio yacía en la cama con un gran golpe en el labio y un hilo de sangre recorría una de sus comisuras.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Se hartó y le pegó —mi hermano obligó al bastardo a ponerse de pie y lo sacó a patadas de la habitación.

—Más te vale que no digas nada —con el arma recorría la mejilla de la mujer —. Sino me vas a obligar a venir y golpearte —la cogió de los cabellos obligándola a mirarla a la cara —. Y después te voy a matar por ser tan perra.

La empujó cayendo sobre el colchón y juntos salimos de la habitación.

—No tenías que hacerlo —le dije.

—Se merece eso y más, maldita perra. La detesto —masculló.

Se adelantó para bajar las escaleras y salimos de la casa que quedó hecha un asco, muebles destrozados, cuadros rotos, todo patas arriba. Tenía que parecer un robo y un secuestro no un ajuste de cuentas. La madre de Fio podía adivinar que esto tenía que ver con su hija y quizá hasta la podía encontrar. No iba a poner en peligro a Fio de nuevo.

Subimos a la camioneta y Alonzo temblaba de miedo en su lugar, mantenía la cabeza escondida para vernos a los ojos.

—¿Qué quieren? —la voz le temblaba.

—Que idiota eres —mascullé a la vez que me quitaba el pasamontañas al igual que Vitale.

—Samuele, no seas así, debe estar cagado de miedo —se burló.

Levantó la mirada hacia nosotros y se sorprendió al vernos a su lado.

—Creo que sabes bien que hacemos aquí —estaba a nada de romperle la boca a golpes y dejarlo sin dientes —. ¿Recuerdas a la pequeña Fiore, la chica a la que violabas día y noche? ¿La recuerdas? —lo atraje a mí rodeando su cuello con mi mano, apretando su garganta.

—¿Fio?

—Es Fiore para ti maldita basura —apreté un poco más.

La camioneta empezó a andar para salir de este lugar.

—No sabes como voy a disfrutar hacerte pagar cada una de las lágrimas que le hiciste derramar, cada golpe, cada vez que la tocabas sin su consentimiento —tenía la boca seca. La garganta me ardía, sentía el estómago revuelto.

—Yo no le hice nada —la bilis me recorrió la garganta.

—Mejor cierra la boca —habló Vitale —. No hagas enojar a mi hermano o te puede cortar la lengua.

Le mostré la navaja que llevaba conmigo y sus ojos se abrieron al ver el filo de esta. La pasé por su mejilla, empezó a temblar ante el contacto de la hoja contra su piel.

—¿Se la podemos cortar ahora? —le pregunté a Vitale.

Sonrió negando con la cabeza.

—Tú no cambias, hermano.

Quizá no, tal vez nunca iba a cambiar y tampoco quería hacerlo. Solo había una personita que me podía pedir tal cosa y por ella haría lo que fuera.

Ahora tenía a su violador en mis manos y le haría pagar con creces todo lo que le hizo a Fio, iba a sufrir y suplicar que lo matara, me iba a rogar que acabara con su vida y lo disfrutaría en demasía.

Bea

Las horas pasaban en una incesante angustia que me quemaba el pecho. Sentía que algo podía salir mal, que estaban en peligro pero tenían que hacer esto. Samuele quería hacerle pagar a Alonzo todo el mal que le hizo a Fio, si era un poco como su hermano mayor entonces lo haría sufrir y no podía estar más de acuerdo.

Él al igual que André tenía que pagar, sufrir y suplicar por todo lo malo que nos hicieron a Fio y a mí.

—¿Tampoco puedes dormir? —iba de un lado del pasillo al otro. Isabella dormía en mi habitación mientras que Fran y Bianca esperaban en la sala. Chiara estaba con ellas y que bueno que estuviera lejos de mí, ella no me soportaba y no sabía que más hacer o no hacer para intentar agradarle un poco.

—No puedo —me llevé las manos al pecho. Sentía una opresión en medio, como si algo estuviera mal.

—Yo tampoco —me detuve frente a la puerta de mi habitación y Fio se quedó frente a mí —. No quiero llamarle, no quiero interrumpir lo que se que esté haciendo.

—Fio —di unos pasos para quedar frente a ella —. No pienses en eso. No importa lo que hagan o lo que dejen de hacer. Le harán pagar a ese bastardo, ¿sí? —asintió.

—Mejor no quiero saberlo —cogí sus manos —. Lo que sea que le haga está bien, mientras sufra y pague todo lo que me hizo.

—También quiero que André sufra.

Anhelaba verlo sufrir, suplicar que alguien lo matara y terminar con su vida de una vez por todas. Esperaba que apareciera para que Vitale lo matara porque él era el más impaciente para hacerle sufrir.

—¿Cómo está Isabella? —preguntó Fio.

—Bien.

Nos asomamos a la puerta y miramos a Isabella dormir en la cama. Que bueno que no estaba ni enterada de lo que pasaba a su alrededor. Era tan pequeña e inocente, ojalá que nunca creciera para que no sufriera y pasara penas. Ella no se merecía sufrir y estaba segura que su padre no iba a permitir que nadie le hiciera daño. Esperaba estar a su lado para verla crecer, estaba segura que sería una niña linda y amada.

—Como quisiera tener la edad de Isabella y no saber nada de la maldad de las personas —habló del otro lado de la puerta —. Me gustaba cuando era pequeña y lo único de lo que me preocupaba era de llegar temprano a casa para poder ver mis caricaturas favoritas.

—Yo amaba cuando mi padre llegaba con un bote de helado, no era todos los días pero él se esforzaba para no dejarme sin helado cada semana —suspiré.

—¿Por qué nos pasa esto a nosotras? ¿Qué mal hemos hecho para que la vida nos trate así? —sus ojos se llenaron de lágrimas —. Solo quiero un momento de paz, solo quiero vivir tranquila. No pido más, no quiero dinero o lujos, solo anhelo una vida tranquila y ya.

Cogí su mano y le di un apretón.

—Sé que a veces la vida nos puede patear las veces que quiera pero debemos levantarnos y salir adelante. Ahora que Alonzo muera podrás salir a la calle sin el miedo de que te encuentre, también podrás ver a tu amiga, Ele —sonrió.

—La extraño mucho —musitó —. Solo quiero que esta pesadilla termine ya.

—Y estoy segura que ella te extraña a ti.

Iba a hablar pero se quedó callada cuando escuchamos voces abajo.

—Ya llegaron —se soltó de mi mano —. Voy a ver —asentí y salió corriendo.

No me quería mover de aquí por si Isabella se llegaba a despertar no estuviera sola. Me asomé a las escaleras pero no había nadie cerca así que regresé a mi habitación, Isabella se movió un poco para cambiar de posición.

—Bea —me di la vuelta y Vitale venía por el pasillo. Sonrió al verme y me eché a sus brazos.

—¿Cómo les fue? ¿Qué pasó? —pasé mis manos por sus brazos.

—Todo salió bien —soltó un quejido. Miré sus manos y los nudillos estaban lastimados —. No es nada.

—¿No es nada? Vamos a que te des una ducha y te voy a curar eso —sonrió.

—Eso me gusta —se asomó para mirar a Isabella dormir y fuimos a su habitación.

Mientras él se duchaba yo buscaba el pijama. Al buscar entre sus camisas y pantalones me di cuenta que toda su ropa era de color oscuro, negra o azul. Tenía muy poca ropa de colores claros pero la oscura resaltaba más sus bonitos luceros.

Dejé el pijama encima de la cama y recogí la ropa sucia que se quitó. Al levantarla me pude dar cuenta de las manchas de sangre salpicadas por toda la tela.

¿Esto es lo que quiero?

Estaba segura de todo lo que conllevaba ser la novia de Vitale Schiavone pero jamás me había sentido tan segura con alguien así como con él. Podía dudar de muchas cosas en mi vida pero de este amor que estaba surgiendo por él no, nunca dudaría de mi amor por él.


🌹🌹

Por fin Alonzo va a pagar lo que le hizo a mi bebé Fio. Espero les haya gustado el capítulo.

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