Capítulo 17 🌹
Samuele
Fui al Night Club para asegurarme que todo estuviera bien. Madame Ricci se hacía cargo del lugar mejor de lo que lo estaba haciendo Flavio, al ser mujer entendía mucho más a las chicas y no se portaba como lo hacía el imbécil ese. Vitale estaba a nada de despedirlo pero hizo la mayor estupidez de todas y compró a Bea, esa fue la gota que derramó el vaso y Vitale lo mató.
Bajé de la camioneta después de que lo hicieran Chiara y Vania, cerré la puerta. Entramos a la casa y lo primero que escuchamos fue el lloriqueo de Isabella, caminamos a la sala y ahí estaban mi madre, la abuela, Fio y Chase que intentaban calmar a la pequeña que no dejaba de llorar.
—¿Qué pasa? —todos me miraron.
—No para de llorar —dijo mi madre —. Ya le cambiamos el pañal, le dimos leche y té pero no para de llorar.
Ella estaba a nada de llorar también.
—¿No será que extraña a su mamá? —pregunté.
—Puede ser —respondió mi madre.
—¿Tú que haces aquí, Chase? —fruncí el ceño.
—¿Qué se supone que deba hacer con esta niña que está llorando?
—Hey —lo señaló Fio.
—Ya, ya —levantó las manos en señal de paz y se alejó hacia la cocina.
—Yo mejor me voy, no tengo paciencia para estas cosas —Vania se dio la vuelta y se fue así, sin más.
Isabella no paraba de llorar, mi madre la sostenía entre sus brazos y mi abuela estaba a nada de ponerse a llorar con ella.
Que desastre.
—¿La puedo cargar? —Las tres me miraron de una manera extraña que no supe descifrar bien. Guardé el móvil en el bolsillo de mi pantalón —. Soy su tío, no le voy a hacer nada.
Me acerqué a mi madre quien temerosa me entregó a la pequeña Isabella, tenía los ojos hinchados de tanto llorar, sus mejillas rojas al igual que su nariz.
—Con cuidado, mete tu mano detrás de su...—antes de que terminara metí mi mano detrás del cuello y con la otra mano la sostuve con mucho cuidado.
—Hola —le sonreí. Dejó de llorar pero suspiraba y hacía pucheros queriendo llorar de nuevo —. Extrañas a tu mamá, ¿verdad? ¿Dónde está Bea o Vitale? —les pregunté.
—Ellos salieron a dar una vuelta, por eso nos dejaron a la niña.
—La voy a llevar a mi habitación —informé —. Fio —la miré de reojo —. ¿Puedes subir un biberón?
—Claro —salí de la sala para subir las escaleras y caminamos a mi habitación a la vez que platicaba un poco con la nena.
—Eres tan pequeña y extrañas a tu madre —entramos a mi habitación. En la cama estaba Aslan, acostado de lado. Solo levantó la cabeza para verme y movió un poco la cola, se echó a dormir de nuevo.
Me senté en la orilla de la cama y senté a Isabella en mis piernas.
—No llores, eh —pasé mis pulgares bajo sus ojos para quitar el rastro de lágrimas de sus mejillas.
—Aquí está el biberón —Fio entró y se sentó a mi lado —. Ya no llora —estaba sorprendida —. Te juro que hicimos de todo para que dejara de llorar, hasta le llamamos al doctor y nos dijo que no tenía nada malo.
—Extraña a su madre, es obvio que no se siente bien. Pero aquí la vamos a cuidar mucho para que ya no llore —le pedí el biberón a Fio y le quitó la tapa. Puse el chupón cerca de la boca de Isabella y no dudó en coger el biberón —. Pobrecita, yo me sentiría igual si mi madre me dejara al cuidado de personas a las que no conozco.
—¿Crees que ella regrese? —preguntó Fio.
—No sé —dije la verdad —. Sabemos que Massima es un hijo de puta —entornó los ojos.
—Nada de groserías —me señaló y cogí su mano para dejar un beso en el dorso de esta.
—Lo siento.
Ambos mirábamos a Isabella.
—Massima es un ser cruel y no dudaría ni un poco que le haga daño a Alessia si sabe que tiene una hija de mi hermano —acosté a Isabella en la cama pero empezó a llorar de nuevo. Aslan se acercó para olerla.
—¿Y si le tocas una canción de cuna para que se duerma? —me negué —. Vamos, Samuele, yo me duermo cuando me tocas una canción.
—Contigo es diferente —admití.
—¿Diferente por qué? —frunció el ceño.
—Tú tienes pesadillas y no me gusta que las tengas, además me gusta verte dormir. Te ves tan bonita cuando duermes —sus mejillas se pusieron rojas con mi confesión.
—Creí que salías de mi habitación cuando me quedo dormida —musitó.
—¿Y perderme la posibilidad de verte dormir? —chiste —. Ni que estuviera loco.
La verdad es que todo este tiempo a su lado me dejó ver a la verdadera Fio, aquella chica con sueños que cumplir, inteligente y encantadora, risueña y feliz. Ya casi no quedaba nada de la chica que llegó hace más de un mes, aquella que estaba aterrada y temerosa de que su madre la encontrara, la que no quería ni asomar las narices a la puerta por miedo. Ya casi no había nada de ella y me alegraba que estuviera tomando terapia, que alguien más le ayudara a superar sus traumas. Fio es hermosa y cada que podía se lo decía, estaba consciente de que pasaría tiempo para que se entregara por completo a una relación. ¿Lo quería? Claro que sí. Fio no tenía la culpa de lo que el asqueroso de su padrastro le hizo.
—No me digas esas cosas —tomó un mechón de su cabello y lo pasó detrás de su oreja.
—¿Por qué no? —no soltaba su mano y no tenía pensado hacerlo —. Eres muy bonita, Fio y no te lo digo para conseguir algo de ti. Sé que no estás completa y que todavía hay heridas que no sanan. Te lo dije esa noche y te lo digo ahora, estoy aquí para ayudarte y eso haré, no importa cuanto tiempo te tardes en sanar yo voy a estar contigo.
—¿Siempre?
—Siempre —me sonrió.
Solté su mano cuando se puso de pie y cogió la guitarra que descansaba sobre el sofá.
—Por favor —le sonreí y cogí la guitarra.
—Sabes que no te puedo decir que no.
Isabella ya no lloraba pero a cada rato suspiraba, quizá también le hacía falta su padre, por eso estaba así.
Mis dedos se deslizaron por las cuerdas, Fio empezó a cantar en un volumen bajo y suave, me sorprendió el tono de su voz y que fuera tan atrapante pero no se me hizo raro ya que siempre hablaba bajo y suave.
Ella cantaba a la vez que yo pasaba mis dedos por las cuerdas de la guitarra, Aslan tenía su cabeza al lado de la de Isabella, quien sostenía su biberón, sus ojos se cerraban pero tal parecía que ella se esforzaba en mantenerlos abiertos para no dormir.
No pasó mucho tiempo cuando mi madre junto a Vitale y Bea aparecieron bajo el umbral de la puerta, se nos quedaron viendo hasta que dejé de tocar y Fio dejó de cantar. Le dio un poco de pena así que apreté su mano.
—Yo me quedo con ella —mi madre entró en la habitación y se sentó en mi lugar. Dejé la guitarra a un lado y solté a Fio.
Isabella ya estaba dormida, así que salí y Bea entró también.
—Me dijo mamá que saliste con Bea —Vitale puso una mano en mi hombro.
—No me gusta que se la pase encerrada nada más. Además quería que comprara algunas cosas para el evento de recaudación —me había olvidado de ese evento —. ¿Vas a ir?
—No creo, Fio todavía no se siente lista para salir. No quiero que se sienta incómoda, además es muy probable que inviten a su madre.
—Está invitada —dijo.
—No, por ningún motivo voy a permitir que la vea —bajamos las escaleras y fuimos al despacho —. Será un retroceso para todo el avance que lleva hasta ahora.
Nos sentamos en uno de los sofás y sirvió un poco de coñac.
—Hablando de eso —el tono que usó no me gustó para nada.
—No me digas que es algo malo —asintió.
—Hice lo que me pediste —no me había dado cuenta que encima de la mesita había una carpeta que Vitale cogió y me entregó —. Chiara estuvo vigilando al viejo. No son buenas noticias, Sam.
Le pedí a Vitale que vigilara a Alonzo para saber si estaba buscando a Fio todavía, si estaba tan enfermo como lo pensamos entonces no se iba a dar por vencido para tenerla de regreso, para hacer con ella lo que estaba haciendo todos estos años.
Dejé el vaso con coñac a un lado y saqué las fotografías que Chiara le había tomado a ese malnacido. El muy imbécil estaba siguiendo a Eleonor, la mejor amiga de Fio, la buscaba en su trabajo y su casa, la seguía a todos lados. Lo peor fue ver las fotos de él, entrando a un hotel de mala muerte con una niña que podía ser su hija.
—Tienes que tomar una decisión y tiene que ser ya —dejé la carpeta a un lado. Sentía tanto asco y repulsión.
—No me sorprende pero me da asco. No voy a dejar que ese imbécil toque de nuevo a Fio —cogí el vaso y le di un gran trago hasta terminar el coñac que había dentro —. No voy a permitir que la vea, Vitale.
Puso una mano en mi pierna y le dio un apretón.
—Yo te apoyo en lo que sea que decidas hacer.
—Lo haremos, Vitale. Quiero que pague por tocarla, por hacerle daño —Vitale sonrió feliz.
Él también amaba matar y más que nada hacer sufrir, torturar sin piedad y mancharse las manos con la sangre de los demás. Así que estaba encantado de poder matar a este violador, yo también estaba encantado con la idea.
—Pero no lo vamos a traer aquí, no quiero que Fio lo vea.
—Está bien, lo vamos a llevar donde siempre —asentí —. Por cierto. Gracias por cuidar de Bella.
¿Bella?
—Es una bebé y es tan adorable —de nuevo me bebí el coñac como si fuera agua.
—Sí, lo es —una sonrisa que no le había visto nunca se dibujó en sus labios.
—¿Cómo está Bea con todo esto?
—Bien, está encantada con Bella, ama a los niños y creo que las dos se van a llevar muy bien.
—¿Y qué vas a hacer con Massima? Alessia corre peligro en esa casa.
—Lo sé, lo sé —se pasó las manos por el cabello y suspiró con frustración —. Pero por ahora no puedo hacer nada, si ella me llama y me dice que vaya lo haré. Antes no.
—Lo que debes hacer es matar a Massima, es como un grano en el culo y lo sabes. Si se entera que Isabella es tu hija no va a dudar en hacerle daño y matarla, no solo a ella.
—No me digas eso —pidió.
—Vitale, seamos realistas, Massima tampoco es un santo. Al menos tú tienes un poco de valores, él no —me miraba atento —. Tienes que aliarte con el Don de la Camorra y matar a Massima.
—No es tan fácil, el Don de la Camorra no va a querer aliarse conmigo nada más porque sí. Va a querer algo a cambio —asentí.
—Dale la parte de Massima, mátalo a él y sus hijos. Libérate de ese imbécil de una vez por todas, dale a Isabella y Bea la paz que se merecen.
Se quedó pensando en mis palabras.
—Si se hace tengo que pensar muy bien en el plan. No quiero que nada falle.
—Sabes que te apoyo en lo que sea —le sonreí.
Alguien tocó a la puerta.
—Adelante —esta se abrió y Chiara entró al despacho —. ¿Qué pasa Chiara?
—Ya están aquí para hacer la prueba de ADN —Vitale me miró con miedo.
Temía que Isabella no fuera su hija y no poder evitar una desgracia si es que Massima se enteraba de su existencia. Pero todos en esta casa estábamos seguros que era su hija, de eso no había ninguna duda. Solo teníamos que estar seguros y ya.
—Gracias, Chiara. Ya voy —asintió y salió del despacho.
—Hay que hacerlo.
Nos pusimos de pie y salimos del despacho también.
Fio
Las personas que harían la prueba de ADN para comprobar que Vitale e Isabella eran padre e hija llegaron. Tuvimos que despertar a la pequeña ya que se había quedado dormida con la canción que le cantamos Samuele y yo.
Bea cargó a la beba y la llevamos a la sala donde esperaban junto a Vitale.
—¿Cuándo tendrán los resultados? —preguntó Vitale.
El hombre y la mujer venían de un reconocido laboratorio de la ciudad. Traían consigo una caja y dentro algunos instrumentos, entre ellos guantes, hisopos y pequeños tubos con algunos códigos.
—En tres días, este tipo de exámenes tardan un poco.
—Lo quiero lo antes posible —el hombre asintió.
—Le voy a tomar una muestra a la nena —dijo la mujer. Bea cargaba a Isabella mientras la mujer metía el hisopo en su boca y recogía restos de su saliva. Lo mismo hizo el hombre con Vitale guardando los hisopos en los tubos que ahora tenían sus nombres.
—Eso sería todo. Cuando estén los resultados le informaremos —informó el hombre. No tardaron en salir y subir a la camioneta que dejaron estacionada frente a la casa.
—Bueno, ahora solo nos toca esperar —habló Fran.
—¿Qué vas a hacer, hijo? —preguntó Bianca —. Si es tu hija, ¿qué harás?
Vitale miró a Isabella y sonrió a la niña que pedía ser cargada por su padre. Vitale tenía miedo de hacerle daño y no ser el padre que ella necesitaba.
Al final cedió y cogió a su hija entre sus brazos para sentarla en sus piernas.
—La voy a proteger de quien sea que quiera hacerle daño —habló —. Es tan pequeña y no debe saber nada de la maldad que la rodea.
Nos quedamos en silencio unos minutos.
—¿Puedo preguntar algo? —habló Fran —. ¿Ustedes cuándo se van a casar? —miró a Vitale y Bea.
—Mamá, no hablemos de eso.
—Vitale, por favor. Eres mi hijo y quiero verte casado con una hermosa mujer como Bea —no les quitaba la mirada de encima.
Tuve la necesidad de mirar a Samuele y este solo se encogió de hombros. Compartimos una dulce mirada.
—Sí, pero este no es el momento para hablar de esto, madre.
—Pues yo quiero una gran boda. Que Bea luzca un hermoso vestido como la princesa que es —añadió Bianca —. Conozco a diseñadores que lo harían con mucho gusto.
—Agradezco sus buenas intenciones pero por ahora no tenemos planes de casarnos o algo parecido —añadió Vitale —. ¿Verdad? —miró a Bea que estaba a su lado.
—Por ahora no. Solo queremos conocernos mucho más —compartieron una mirada cómplice.
—Entendimos esa referencia —dijo Fran.
—¡No! No me refiero a eso —a Bea se le calentaron las mejillas —. Yo...Quise decir que...—mejor se quedó callada.
—Sé lo que quisiste decir, querida —Bianca habló tranquila.
—Ya les dije que no pensamos en una boda —Vitale dejó un beso en el dorso de la mano de Bea —. No por ahora.
Sentí los dedos de Samuele en mi mano y acepté que los enlazara con los míos.
—Creo que lo mejor es dejarlos solos —opinó Samuele y asentí.
Nos alejamos sin hacer ruido y salimos de la sala. Al llegar a su habitación Aslan seguía en la cama, acostado.
—Tu madre hablando de una boda es tan irreal —le dije —. Está tan ilusionada con ver a Vitale casado.
—No lo hace por él, sino por ella. No la quiere presionar a nada que la ate, solo quiere verla feliz y libre. Lo que se le negó hace años —me senté a su lado. Apoyé la cabeza en su hombro —. ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Dime.
—Si pudieras evitar a toda costa lo que Alonzo te hizo, ¿lo harías sin dudarlo? —me tensé a su lado. Podía sentir el miedo recorrer cada centímetro de mi piel.
—¿Qué me estás queriendo decir? —me separé de él.
Escuchar el nombre de ese bastardo me daba ganas de vomitar hasta el estómago. Saber que seguía allá afuera me aterraba. Temía que viniera para hacerme daño.
Samuele pudo ver el terror en mi rostro porque acunó mis mejillas en sus manos. Me obligó a mirarlo a los ojos, pude ver en los suyos solo maldad y crueldad. Algo que no me hizo temerle, al contrario, sabía que a como diera lugar me iba a proteger.
—Samuele, ¿qué estás pensando? —pregunté de nuevo.
—Chiara ha estado vigilando, lo seguía a cualquier lugar que iba. Él ha estado siguiendo a tu amiga, la acosa en su trabajo y su casa. La busca en todos lados.
No, no.
Maldito hijo de perra.
—No me digas eso —un nudo se formó en mi garganta —. Eleonor no —gemí aterrada.
—No lo hará, no vamos a permitir que le haga daño, Fio, pero lo ha hecho con más niñas.
Sé lo que quieres decir.
—Hay que detenerlo, por favor —un par de lágrimas rodaron por mis mejillas con dolor —. Tienes que pararlo de una vez por todas. Ya no quiero que le haga daño a nadie más.
—Lo haré. Solo tenía que escuchar esto de ti para hacerlo —le sonreí.
—Gracias —le sonreí. Dejé un beso en su mejilla.
—No tienes nada que agradecer, hago esto solo por ti —me abrazó sin esperarlo y lo agradecí porque ahora mismo es lo que necesitaba. Un abrazo que me repara el alma y el corazón.
Cuando mi padre se fue y Alonzo empezó a tocarme empecé a creer que todos los hombres eran iguales, que todos estaban cortados con la misma tijera, pero al llegar a esta casa me hicieron darme cuenta de mi error. Vitale y Samuele son los jefes de la mafia en Calabria pero tienen más valores y principios que todos los hombres que se dicen llamar "buenos". Nadie se comparaba a ellos, mucho menos a Samuele que por dentro era un hombre sensible y romántico.
—Voy a ayudar a Chase con la cena —soltó mis mejillas.
—Sabes que no tienes que hacerlo —me puse de pie dejando una caricia en la cabeza de Aslan.
—Ya sé que no pero me gusta ayudar. No hago nada en esta casa.
—¿Qué quieres decir? —frunció el ceño.
—Me gustaría estudiar, Samuele, pero no quiero dejar esta casa.
—Y no tienes que hacerlo, podemos contratar a alguien para que te dé clases aquí —comentó y fue una idea que no me desagradó.
—Tampoco me quiero aprovechar de ti.
—Puedes hacerlo, Fio. Aprovéchate de mí —enarcó una ceja. Aquello me sonó a doble sentido pero no le di importancia.
Quizá solo estaba delirando.
—Te veo al rato —asintió y salí de su habitación.
Al dar unos pasos vi que Bea venía hacia mí. La tomé del brazo.
—¿Podemos hablar? —pregunté trémula.
—Claro.
—Vamos a mi habitación —me enganché de su brazo y entramos a mi habitación que estaba cruzando el pasillo.
—¿Qué pasa, Fio? —cerré la puerta asegurándome de que no había nadie en el pasillo.
—No sé si estoy loca o Samuele coquetea conmigo —Bea estaba cruzada de brazos frente a mí.
—¿Por qué lo dices?
—Le dije que no quiero aprovecharme de él y toda la ayuda que me ha dado todo este tiempo y textualmente dijo: "Aprovéchate de mí"
—Fio, claramente coqueta contigo.
—¡No puede ser! —chillé —. ¿En serio? Tú sabes más de estas cosas, yo no. ¿En serio? —pregunté de nuevo.
—Claro que sí, linda —se sentó en la cama y me invitó a sentarme a su lado —. Tú le gustas a Samuele, quizá al principio no era así, pero ahora no tiene ojos para nadie más.
—No es justo —musité.
—¿Por qué no es justo? ¿Él no te gusta? —la miré.
—Sí, pero yo no le puedo dar lo que él quiere.
—¿Y qué se supone que él quiere? ¿Sexo? —me mordí el labio —. Fio, no todos los hombres piensan en eso. Sí, son hombres y sí, al igual que las mujeres pensamos en tener relaciones con la persona que nos gusta pero no todo es sexo. Hay mucho más.
—¿Cómo qué?
—Atracción, química, gustos parecidos. Compartir momentos bonitos, hacer nuevos recuerdos. No todo es sexo.
—¿Tú y Vitale...? —desvíe la mirada porque esa era una pregunta intima y yo me estaba metiendo demasiado en su vida —. Lo siento, no debí preguntar eso.
—No tiene nada de malo, somos amigas.
¿Somos amigas?
Cogió mi mano.
—Vitale y yo no hemos hecho nada, aún, pero me ha dado a entender que él al igual que yo quiere que lo hagamos —mis ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Estás lista para dar este paso? Yo no podría, todavía no —me sobé el brazo con la mano.
—Sé qué sí, lo que más deseo ahora mismo es estar con él, entre sus brazos. Y no tiene nada de malo que no estés lista para dar este paso —le sonreí.
—¿Y si Samuele se aburre y se aleja? No quiero eso —musité con dolor.
Los ojos me escocían, quería llorar.
—¿Y si nunca puedo hacerlo?
—Claro que vas a poder entregarte a él o a cualquier otro chico.
Pero yo solo quiero estar con él.
—Tengo miedo, Bea —admití con un nudo formándose en mi garganta —. Tengo miedo de que los fantasmas no se vayan, que las heridas no cicatricen y dejen de sangrar.
—Lo harán, Fio, solo debes tener paciencia, el tiempo te va a ayudar —sostenía mis manos con las suyas y les daba un suave apretón —. No te desesperes, cuando menos te des cuenta las heridas se van a cerrar y el dolor ya no va a estar —sonrió de una manera dulce.
—Gracias por ser mi amiga —me atrajo a ella abrazándome —. Gracias por tus consejos.
En estos momentos extrañaba tanto a Ele y anhelaba verla, abrazarla y que me diera consejos pero no nos podíamos ver, solo hablar y hacer videollamadas, nada más. Temía que Alonzo la siguiera y diera conmigo, porque era él el más interesado en encontrarme, a mi madre le importaba un pepino si yo aparecía o no, lo mejor para ella es que estuviera muerta.
—No tienes nada que agradecer, estoy aquí para ti y lo que sea que necesites —asentí —. Voy a darme una ducha para cenar, hoy ha sido un día muy largo.
Se puso de pie con la intención de salir de mi habitación pero antes de que diera un paso fuera la detuve.
—Bea —se giró hacia mí —. ¿Te gustó salir con Vitale? —la sonrisa que se dibujó en sus labios me lo dijo todo.
—Sí, me gustó salir con él.
Ahora sí salió dejándome sola.
Yo también tenía que empezar a soltar y dejar el pasado atrás como lo estaba haciendo ella, solo que para mí era mucho más difícil poder olvidar todo lo que el asqueroso de Alonzo me hizo por tantos años, me dolía que mi madre nunca me creyó y solo creía todas las mentiras que ese bastardo le decía. Creo que eso era lo que más dolía de todo, lo que más tardaría en sanar.
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