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Capítulo 15 🌹

Fio

—Decía que yo era suya, le pertenecía por el simple hecho de ser el primer hombre que me tocó —sentí un nudo en la garganta y asco a la vez. Hablar de Alonzo me provocaba ganas de vomitar, el estómago se me revolvía y me sentía sucia de nuevo —. A mi madre le inventaba mentiras para tenerme castiga y así aprovechar a estar conmigo.

Solté un par de lágrimas que bajaban por mis mejillas y las limpie con furia.

—Mamá tomaba pastillas para dormir cada noche porque él se lo recomendó, decía que tenía que descansar y dejar de pensar en el trabajo, ella le hacía caso. Sabiendo que estaba profundamente dormida se metía en mi habitación y abusaba de mí cada noche, me sometía y me forzaba a hacerle un oral, me golpeaba en el cuerpo para que nadie pudiera ver los golpes. Muchas de las veces me penetró por atrás y me lastimaba pero no le importaba.

Un agujero se formó en mi pecho, me ardía, cada palabra me estaba quemando.

—Eso fue cuando cumplí quince años y fue "mi regalo" porque ya era una señorita, desde ese momento ya no tuvo piedad y lo hacía cada que quería. Un par de veces me negué, lo golpeé, le escupí y quise huir pero era mucho más fuerte que yo. Me golpeaba hasta quedar inconsciente y así me violaba una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Muchas de las veces me despertaba y él seguía dentro de mí. Entonces dejé de luchar, dejé de pelear, ya no quería saber nada de nadie. Me quería morir.

—Por lo que me has dicho tenías buenas calificaciones —asentí sin abrir los ojos.

—Empecé a fumar y beber, me metía en problemas a propósito, me corrieron varias veces de los colegios y mi madre se cansó, me metió en un colegio público donde conocí a Anto y desde ese momento se convirtió en mi mejor amiga. Me apoyaba y me protegía lo más que podía. Dejé de darle importancia a mis estudios y lo único que hacía era intentar sobrevivir en esa casa, esperar que uno de esos días Alonzo me matara de un golpe —abrí los ojos de golpe encontrándome con el rostro de la psicóloga.

Estábamos en el despacho de Vitale, donde teníamos las terapias, donde me sentía más cómoda de hablar de esto.

—Entiendes que esto no es tu culpa, ¿verdad?

—Muchas veces me culpé por el simple hecho de ser mujer, pensaba que tenía la culpa por ser niña y no ser un niño. Me pregunté que hubiera pasado si fuera un niño, él no me tocaría, no entraría a mi habitación para abusar de mí.

—Quizá no hubiera sido así, Fiore. Las personas como Alonzo están enfermas y de alguna u otra manera tienen que saciar sus apetitos. No hubiera cambiado nada si fueras un hombre y no una mujer —de nuevo me quité el rastro de lágrimas de las mejillas.

—Pero me hubiera podido defender, quitármelo de encima —murmuré.

—No es tu culpa, Fiore, mucho menos que ese hombre esté enfermo. Debes repetir eso para que te lo creas porque es cierto. Alonzo está enfermo y todo lo que te obligó a hacer está mal y debe pagar por cada acto que cometió hacia ti.

Sí, debe pagar.

Pagará.

Asentí.

—Debes tener confianza en ti. Haber, ¿Qué cosas te gustan? —se acomodó en la silla.

—Las flores, la historia, me gusta ver películas, no importa el género —sonreí —. Me gusta cocinar y me gusta escuchar a Samuele cuando toca la guitarra.

En ese momento recordé la primera vez que Samuele me tocó una canción en su guitarra, lo disfruté tanto que quería más. Una de las veces me desperté gritando porque tuve una pesadilla con Alonzo, él corrió a mi habitación y me encontró agazapada en una esquina de la habitación, llorando. No me podía calmar hasta que empezó a pasar los dedos por las cuerdas de su guitarra y solo así pude conciliar el sueño.

—Comienza a hacer esas actividades para que desde ahora formes recuerdos nuevos y agradables, para que vayas dejando todo lo malo detrás.

—¿Cree que algún día podré superar este trauma? ¿Crees que me podré entregar a un hombre sin el temor de que me haga daño?

—Será difícil pero no imposible, Fiore. Primero tienes que sanar tus heridas para poder entregarte por completo a alguien que te ame y te acepte así como eres, con tu pasado y tus cicatrices —me sonrió —. No pienses en la palabra no, que no puedes levantarte y salir adelante. Eres joven y aún tienes muchas cosas por vivir, mucho que probar y conocer. No sabemos el día de mañana que va a pasar, pero puedes estar segura de que tu pasado nunca te va a definir, puedes ser una mujer nueva, sin traumas ni miedos.

—Eso es lo que más anhelo, doctora. Quiero terminar mis estudios, quiero viajar y conocer, quiero amar sin restricciones y sin miedo. Quiero entregarme por completo a alguien que me ame.

—Y lo podrás hacer pero lo más importante es que creas en ti, en tus capacidades y que sí puedes salir de este bache, porque es eso, nada más un bache donde tuviste la desgracia de caer. Pero te puedes levantar porque es lo que quieres —asentí —. Nada te detiene, Fiore, solo tú.

Miró la hora en su reloj. La terapia había terminado y era hora de irse.

—Vas avanzando muy bien, Fiore pero tienes que mantener tu autoestima arriba, no abajo —aclaró —. Tienes que salir de este lugar.

—No puedo —negué —. Si alguien que conozca a mi madre me ve en la calle le puede decir y no quiero que me encuentre.

El miedo quería atenazar mi cuerpo pero no se lo permití.

—No es miedo —aclaré —. Solo es precaución —la doctora empezó a guardar sus cosas en su mochila.

—Pero puedes salir con Samuele, por lo que me dices te cuida mucho, así que salir con él es el primer paso. Pueden ir al cine, comer algo, dar un paseo corto. Puedes empezar con una caminata cerca —sugirió.

—Lo voy a pensar —se colgó la correa de la mochila sobre el hombro y se puso de pie.

—Tampoco puedes pasarte toda la vida encerrada, tienes que vivir tu vida, Fiore esta es tan corta y frágil —asentí.

—Gracias.

—No, gracias a ti por hablar más, por soltar todo lo que llevas cargando. Llevamos un gran progreso y si seguimos así, sin retrocesos estoy segura que en unos meses serás la Fiore de antes —caminé con ella hacia la puerta.

—¿Me lo dices de verdad? —nos detuvimos en la puerta antes de salir.

—Claro que sí —puso su mano en mi brazo —. Lo tuyo no es como lo de Bea, ella está sanando más rápido pero tampoco es imposible que lo hagas, dentro de poco ya no habrá miedo o pesadillas, te lo aseguro.

Estaba feliz de escuchar estas palabras. Sentía que cada platica con ella el gran peso que llevaba a cuestas era menos con el pasar de los días. Sin duda alguna asistir a terapia fue lo mejor que me pudo pasar.

—Gracias por decirme esto —sonrió —. No te imaginas lo feliz que me haces.

—Me alegra tanto, Fiore —abrí la puerta y salí detrás de ella. En las sillas que están al lado de la puerta esperaba Vania —. Nos vemos en dos días —le asentí.

—¿Te acompaño? —le pregunté y negó.

—Ya sé el camino. Nos vemos —le dijo a Vania que se puso de pie y salió de la casa.

—¿Qué te dijo? —preguntó Vania.

—Que si sigo así en unos meses podré dejar de asistir a terapia —suspiré aliviada.

—¿En serio?

—¡Sí! Es lo que más quiero, Vania, solo quiero dejar el pasado de lado. Le voy a decir a Samuele que quiero terminar de estudiar —hice el amago de ir a la sala pero Vania me detuvo.

—No vayas a la sala, hay problemas —nos quedamos en el pasillo.

—¿Qué pasa? —dudó un poco si decirme o no pero terminó por decirme. Antes miró por encima de mi hombro que no hubiera nadie cerca.

—Alessia regresó —mis ojos se abrieron de par en par.

—¿Alessia, Alessia? —asintió —. ¿Qué hace aquí?

—No sé pero su madre estaba en el auto y entró con un bebé en los brazos, llevan un buen rato ahí junto con Bea —en ese momento Vania señaló hacia la puerta y dos mujeres iban saliendo. Una de ellas era rubia, esa era Alessia, joven, delgada y bonita. A su lado iba una mujer, Alessia se parecía mucho a ella, así que era su madre.

Salieron de la casa, Vania y yo nos miramos extrañadas. Segundos después escuchamos el llanto de un bebé. Aquel llanto provenía de la sala.

—¿Eso es un bebé? —Vania asintió y juntas fuimos hacia la sala.

Entramos y Bea sostenía a un bebé que lloraba con sentimiento. Vitale buscaba quien sabe que en una maleta de color rosa.

—¿De quién es ese bebé? —pregunté. Vania se acercó a ellas.

—Su nombre es Isabella —Bea arrullaba a la bebé que seguía llorando, le susurraba y se movía de un lado al otro.

—Supongo que esto es el biberón —habló Vitale. De la maleta sacó un biberón que le puso a la bebé en la boca y solo así dejó de llorar.

—¿De dónde se lo robaron? —preguntó Vania. Bea le entornó los ojos.

—No nos la robamos de ningún lado —Vitale quedó a su lado.

—¿Entonces? —me acerqué y la bebé sostenía su biberón con ambas manos, estas eran pequeñas y blancas. Su ropita de color rosa. Su cabello oscuro y esos ojos de color azul. Miré a Vitale y de nuevo miré a la bebé.

—No —solté un jadeo.

—Alessia dice que es mi hija —habló Vitale.

—¿Dice? —Vania entornó los ojos.

—No sé si creerle.

Era obvio que tenía dudas pero yo le encontraba mucho parecido a la pequeña con Vitale.

—¿Eso es un bebé? —Fran y Bianca entraron juntas a la sala.

—Es una bebé, su nombre es Isabella —dije.

—¿Y qué hace un bebé aquí? —preguntó Bianca —. ¿Se la robaron?

—¿Abuela tú también? —cuestionó Vitale —. No nos la robamos.

—¿Entonces, hijo? —ambas se acercaron para apreciar a la nena que seguía sosteniendo el biberón. Sus grandes ojos observaban a las personas a su alrededor. Estos eran claros, con algunos toques de gris también, igual que Vitale.

—Siéntense por favor.

Fran y Bianca se miraron cómplices y tomaron asiento en uno de los sofás, mientras que Bea se quedó de pie arrullando a la nena que dejó de llorar. Tal parecía que no había bebé en esta casa.

Vitale explicó lo que le dijo Alessia, que era la hija de Massima, el Don de la Cosa Nostra, se enamoró de él y no le dijo nada por miedo a que le hiciera algo. Su padre la empezó a buscar y cuando iba a regresar a su casa se dio cuenta de que estaba embarazada y huyó a Nueva York para tener a Isabella. Estuvo ahí más de un año hasta que de nuevo su padre solicitó su presencia, ¿para qué? Quien sabe, pero tuvo que dejar a su hija a manos de su padre para que cuide de ella sino Massima la puede matar si se entera que es hija de Vitale Schiavone.

—Massima no va a permitir que uno de sus hijos tenga relación con un Schiavone —habló Vitale —. Si resulta que esa niña es mi hija la voy a proteger de quien sea, incluso de Massima.

—No creo que Alessia arriesgue a su hija nada más porque sí —todos me miraron —. Lo que yo pienso es que es hija de Vitale, bien pudo llevarla a otro lado, con su verdadero padre, ¿no creen? —Fran asintió dándome la razón.

—Si Vitale no fuera su padre no la hubiera traído aquí, la mejor opción era llevarla con ella sin importar quien sea su padre. No creo que a Massima le haya importado, pero no, ella la trajo aquí —terminó Bea.

—¿Le vas a hacer la prueba de paternidad? —preguntó Fran.

—Lo haré —respondió Vitale.

—¿Y si es tu hija, qué va a pasar? —la pregunta de Bianca provocó que Vitale la mirada.

—La voy a cuidar y proteger de Massima.

—¿Y sino lo es? —Ahora fue Fran quien preguntó.

—De todos modos la voy a cuidar, no voy a permitir que nadie le haga daño.

—De todos modos habrá que comprar cosas para ella, no puede estar así. Ropa, pañales, una cuna donde pueda dormir —miró a Vitale y Bea —. ¿Con quien va a dormir esta noche?

Ambos se miraron sin saber que responder.

—Yo me puedo quedar con ella —habló Bea —. Por mí no hay problema —le sonrió a la nena que ya había dejado el biberón. Se la acomodó en el pecho para que se incorporara. Miraba a todos extrañada, no conocía a nadie, todo esto era muy raro para ella.

—Pobrecita, se debe sentir rara con todas estas personas a las que no conoce —opinó Bianca —. La vamos a cuidar mucho, hijo, de eso no tengas dudas.

Vitale le sonrió a su abuela.

—Gracias a todas —se acercó a Bea y dejó un beso en su mejilla —. ¿Estás segura que te quedas con ella?

—No tengo ningún problema y si llora te la llevo a ti —ambos se rieron.

Se veían tan bien juntos, Bea le hacía tanto bien a Vitale y ella con él era tan feliz. Se notaba que Vitale la cuidaba y la quería mucho, no lo decía pero era más que obvio.

—Chiara —la llamó Vitale cuando entró a la sala.

—Dime, Vitale.

—Quiero que mañana venga alguien para que nos haga una prueba de paternidad a Isabella y a mí, ¿crees que se pueda mañana? Esto es importante —Chiara asintió.

—Claro que sí, Vitale, yo me encargo de eso.

Samuele

Llego a la casa y lo primero con lo que me encuentro es con la gran sorpresa de que probablemente Vitale es padre de una hermosa niña. ¿En qué momento pasó? Ni idea. Pero me explicó todo lo que le dijo Alessia y parecía convincente, las fechas encajaban, Isabella tenía cinco meses y creo que Alessia no tenía porqué mentir con algo tan delicado, ni porqué usar a su hija para su beneficio.

—Creo que si Alessia trajo a su hija aquí es porque tiene miedo de llevarla con su padre y sus hermanos —bebí de mi vaso de coñac mientras Vitale estaba sentado en el sofá.

Se encontraba confundido y aterrado por tener aquí a un ser tan pequeño a su cuidado. Yo tenía miedo y no era mi responsabilidad pero ahora que ella estaba aquí tenía la obligación de cuidar de ella también, cuidarla y protegerla de quien sea, no importaba si era el mismísimo Massima.

—¿Qué voy a hacer, Samuele? —sus cejas estaban hundidas. Enterró sus dedos en las hebras de su cabello.

—¿De qué tienes miedo, Vitale?

No lo decía pero lo conocía tan bien que estaba seguro que estaba aterrado.

—De todo esto, de que Bea se canse de esta situación. Yo no quería esto pero si resulta que Isabella es mi hija no la voy a dejar.

—No creo que Bea se vaya, ella te ama, se nota. Y si te ama no te va a dejar ahora que más la necesitas —bufó.

—Eso espero.

—¿Qué harás con Alessia? —lo miré desde mi lugar y frunció el ceño.

—¿Qué haré de qué? —se llevó el vaso a los labios y le dio un largo sorbo hasta terminarse el líquido. Procedió a servirse más coñac.

—¿La sigues amando? —negó de inmediato y regresó a su lugar en el sofá.

—No la amo, ya no siento nada por ella —se escuchaba tan seguro —. La voy a ayudar si me lo pide pero nada mas, que se olvide que voy a regresar con ella, por nada del mundo lo haría. Yo amo a Bea y eso no va a cambiar nunca —sonrió al decir esto último.

Le creía porque era cierto, Vitale amaba a Bea tanto como lo amaba ella a él. Quizá no lo decía pero eso no quería decir que no lo sintiera.

—Lo que decidas hacer me avisas —me terminé el líquido que tenía en el vaso y lo dejé encima de la mesita de noche —. Hoy fue un día cansado y necesito dormir.

—Descansa —le di la espalda e hice un movimiento con la mano diciéndole adiós. Subí ambas manos a mi nuca y solté un largo suspiro. Al subir las escaleras fui hacia la habitación de Bea porque escuché la voz de Fio. Me quedé bajo el umbral cuando las vi a ambas sentadas en la cama poniéndole ropa a la nena.

—¡Samuele! —Fio se puso de pie y se acercó para abrazarme.

Hacía semanas que me recibía así y a mí me gustaba que lo hiciera.

Rodeé su delgado cuerpo con mis brazos y cerré los ojos para disfrutar del aroma de que cabello.

—¿Cómo te fue? —nos separamos y puso sus manos en mis brazos.

—Bien, ya me dijo Vitale lo de Alessia —Bea levantó a la nena y cuando giró su cabeza pude ver el gran parecido entre mi hermano y esa hermosa criatura. Su cabello era oscuro como el de Vitale mientras que Alessia era rubia y sus ojos azules como los de mi hermano, todo lo contrario a su madre, ya que sus ojos eran de color avellana.

—Que tal —habló Bea. Sentando a la pequeña Isabella en sus piernas.

—Es hermosa —Fio me dio la razón. Pasé a su lado y me senté junto a Bea —. ¿No va a llorar? Ha de extrañar a su mamá.

—Se ha portado muy bien, casi no llora pero nos mira raro —respondió Fio.

—Somos extraños para ella —añadió Bea.

—¿Va a dormir contigo? —asintió —. ¿No te da miedo?

—¿Miedo por qué? Tenemos biberones y leche, además una gran dotación de pañales —señaló el mueble al lado de la puerta y efectivamente había muchos paquetes de pañales —. Si llora se la llevo a tu hermano —se encogió de hombros. Fio y yo reímos.

Pasé mis nudillos por la mejilla de Isabella, me miró con esos grandes ojos y recordé a Vitale cuando era niño.

Es su hija, de eso no hay dudas.

—Te dejo entonces, para que descanses —Bea me sonrió.

—Hasta mañana, Bea —Fio le dijo adiós con la mano —. Hasta mañana, Isa —salimos de la habitación.

Fio se enganchó a mi brazo.

—Tú también piensas lo mismo que yo, ¿verdad?

—Si te refieres a que Isabella es la hija de Vitale, sí —caminamos hacia su habitación —. Se parece mucho a él cuando tenía su edad, creo que todos lo piensan pero Vitale lo duda.

—Es normal, hace un año Alessia se fue sin decir nada y ahora regresa con una hija —dijo a mi lado.

—Mejor dime como te fue a ti con la psicóloga.

Este mes que había estado tomando terapia pude ver algunos cambios en ella, ya no se alejaba de los demás, ahora también mantenía una relación con Chase y Vania, jugaba con Aslan y salía a correr por el jardín.

—Dice que tengo que salir un poco —soltó un suspiro lastimero —. Que no me la puedo pasar encerrada. Sugiere que vayamos a comer algo fuera o ver una película.

Llegamos a su habitación y empujé la puerta, dejé que pasara primero y lo hice después de ella. Entré dejando la puerta entreabierta.

—¿Tú quieres eso? —se encogió de hombros.

Me senté a su lado.

—Tú tomas las decisiones, Fio. Te dije que nadie te va a obligar a nada, ni siquiera yo, no tengo derecho a hacerlo.

—Tengo miedo —musitó, temerosa.

—¿Miedo de qué? —mantenía la mirada clavada en el suelo.

—De todo y nada a la vez —estaba confundido. Puse dos dedos bajo su barbilla y la obligué a mirarme a los ojos —. Quiero terminar de estudiar, quiero salir e ir contigo al cine, quiero comer fuera pero tengo miedo de encontrarme con mi madre o ese bastardo —sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Yo te voy a cuidar —le sonreí. En sus luceros brilló la esperanza.

—Lo sé.

—Así que no debes tener miedo de que algo te pase, nunca dejaría que ese malnacido te ponga un dedo encima.

—¿Lo juras? —asentí.

Subí la mano para hacer a un lado un mechón de su cabello. Sus ojos cristalinos, grandes y redondos. Se veía tan frágil y dulce. Mis dedos se deslizaron por su mejilla y trazaron el contorno de sus labios. Solté un suspiro. Me dolía el pecho. Me sentía un bastardo porque de un tiempo para acá no dejaba de pensar en ella, se estaba metiendo en mi sistema y sacarla sería tan difícil.

—¿En qué piensas? —su pregunta me sacó de mis cavilaciones.

—Ahora mismo solo pienso en besarte —me mojé los labios —. Pero no lo haré, Fio. Sé que no se puede, sé que no estás completa para esto y yo sabré esperar.

—Samuele —sus manos fueron a mi pecho y ahí las dejó —. Me gustas —confesó. Mi piel se enchinó, mi corazón empezó a latir más fuerte.

—Tú me gustas a mí —bajé mis dedos a su barbilla. Apoyé mi frente contra la suya y ambos suspiramos —. No te voy a presionar, no hablaré más de este tema.

—Está bien. ¿Samuele?

—Dime.

—¿Me puedes tocar una canción con tu guitarra?

—Claro que sí, Fio.

Antes de separarme le di un beso en la punta de su nariz.


🌺🌺🌺🌺 

¿Estamos de acuerdo que odiamos mucho más a Alonzo? Estamos de acuerdo, les aseguro que Samuele lo hará pagar por tocar a Fio. Alonzo no sabe lo que le espera.

Hablando de Fio y Samuele, ¡Son hermosos juntos! Los amo demasiado, también a Bea y Vitale, las dos parejas me encantan. 

Espero les haya gustado el capítulo, muchas gracias por su apoyo :)

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