Capítulo 14 🌹
1 mes después.
Vitale
Estuve un mes sin salir de casa, sin hacerme cargo de los negocios, de eso se encargaba Samuele. Ni mamá ni la abuela querían que me arriesgara, para ellas mi salud era lo más importante, Bea también se preocupaba por mí y me daba cuenta de que sentía algo por mí porque me atendía, me ayudaba con la herida y de vez en cuando se quedaba en mi habitación para dormir juntos. Si por mí fuera pasaría toda la noche a su lado pero Bea no estaba preparada para eso, tenía heridas que sanar, todavía tenía cicatrices que no cerraban y había algo que no me decía pero tampoco le podía exigir que lo hiciera.
Quería que fuera ella la que diera el primer paso para empezar con esta relación, me gustaba tanto, deseaba tenerla a mi lado y hacerle el amor. Sentía que me volvía loco solo con estar cerca de ella sin poder tocarla, sin poder besar cada centímetro de su piel.
—¿En qué tanto piensas? —me preguntó Bea. Me estaba ayudando a ponerme la camisa. Todavía se me dificulta moverme, la herida se abrió y casi se infecta, por eso no estaba al cien para seguir con mi vida como antes del ataque.
—Ya quiero regresar a los negocios —me ayudó con los botones de la camisa.
Este día se veía tan bonita, su cabello estaba suelto, llevaba puesto un vestido de flores que se ajustaba a su delgado cuerpo. Se había maquillado solo un poco resaltando sus bonitos luceros de color avellana. Sus delgados hombros estaban al descubierto y lucía tan hermosa.
Deslicé mis manos por su cintura y la atraje a mí para apretar su cuerpo al mío.
—Tienes que aguantar un poco más, hasta que la herida sane por completo —sonrió. Terminó por abotonar la camisa y subió sus manos a mi cuello.
—Hoy te ves muy bonita —hice a un lado algunos mechones de cabello dejando libre su bonito rostro.
—¿Solo hoy? —ladeó la cabeza.
—Siempre —dejé un beso en sus labios.
—Tú siempre te ves guapo —de nuevo baje la mano para hundir mis dedos en su delgada cintura.
Bea había estado yendo a terapias con la psicóloga al igual que mi madre y Fio, quien también estaba dañada por dentro, por todo lo que el malnacido ese le hizo. Las tres estaban sanando poco a poco y ver el proceso era tan placentero, porque lo único que quería en este momento era verla plena, libre de fantasmas del pasado. Ella más que nadie se merecía poder soltar y empezar de nuevo para seguir adelante, no me importaba que no fuera a mi lado aunque era lo que más anhelaba, más que nada en este mundo. Añoraba formar una familia, salir con ella y que todos supieran que Beatrice Caruso era la mujer de mi vida, la que quería para ser mi esposa y la madre de mis hijos, solo si ella quería serlo.
—¿Cómo van las cosas con la psicóloga?
—Bien, dice que voy avanzando mucho. Me repite que nada de lo que pasó es mi culpa, que el único culpable es André y que debería pagar por cada golpe que me dio —soltó un suspiro. Miró el ventanal a nuestra espalda y de nuevo su mirada se quedó en la mía —. Lo sé, ahora sé que nada es mi culpa y que no tengo que pagar nada que no debo. André solo me usó a su antojo, hizo de mí lo que quiso pero ya no más. Te juro que si lo vuelvo a ver lo que haré será matarlo.
Negué de inmediato.
—No, tú no te vas a manchar las manos con una basura como él —solté su cintura y cogí sus manos entre las mías. Las subí a la altura de mis labios y dejé besos en cada centímetro de estas —. Lo voy a encontrar y cuando eso pase yo mismo voy a terminar con su vida.
—¿Lo prometes? —sus ojos se abrieron en modo de suplica. No podía decirle que no, mucho menos porque era algo que estaba ansiando hacer desde hace mucho.
—Lo juro, Bea, te juro que va a pagar cada golpe, cada lágrima que derramaste por él. Lo juro —sonrió y se puso de puntitas para dejar un tierno y suave beso sobre mis labios.
—Gracias —cogió mi mano y juntos salimos de la habitación.
Al bajar fuimos a la sala porque ahora mismo en el despacho estaba Fio con la psicóloga y no podíamos interrumpir.
—Chiara trajo estos papeles y dijo que los tienes que revisar —se deslizó y cogió una carpeta que me entregó, le sonreí como agradecimiento. Puse una mano en su pierna y le di un apretón.
—¿Sabes a que hora se fue Samuele? —pregunté.
—Después del desayuno, cuando te estabas duchando —asentí.
—Vitale —Chiara apareció bajo el umbral de la puerta. Nos miraba a Bea y a mí. No quité mi mano de su pierna, no lo iba a hacer.
—¿Qué pasa, Chiara? —dejé la carpeta sobre mis piernas.
—Hay un problema, y uno muy grande —dio unos pasos dentro de la sala. Ella siempre estaba seria, no enojada, solo seria, pero esta vez se veía preocupada, asustada. Como si algo malo estuviera pasando.
—Me estás preocupando. Dime que pasa, por favor.
—Alessia —un agujero se formó en medio de mi pecho.
—¿Qué pasa con ella? —mis dedos empezaron a repiquetear en la pierna de Bea. Pudo notar mi incomodidad porque puso su mano encima de la mía.
—Está allá afuera.
¿Qué? Después de tanto tiempo tiene el descaro de regresar como sino hubiera pasado nada.
Que descaro.
—No quiero verla, dile que se vaya por donde vino pero no quiero verla —de nuevo cogí la carpeta para intentar pensar en otra cosa que no fuera ella.
—Dice que es importante, urgente.
—No quiero verla, Chiara...—al levantar la cabeza Alessia iba entrando a la sala, detrás de Chiara. Se veía igual que hace un año que se fue, solo que ahora su cabello era más largo y ella se veía...¿bien?
—¿Por qué no quieres verme, Vitale? —reparó en Bea, que estaba a mi lado, mi mano en su pierna. Me puse de pie y me pellizco el puente de la nariz.
—Todavía preguntas porque no quiero verte —me reí de manera burlona —. Eres una descarada. Chiara, déjanos solos —asintió y salió de la sala.
—Yo también me voy —habló Bea pero la detuve.
—No, quédate —se quedó en su lugar —. ¿Qué demonios haces aquí? —me giré hacia ella —. Dime que haces aquí y vete.
—Tenemos que hablar —se quitó el bolso y lo dejó a un lado, encima del sofá.
—¿De qué?
—De todo. Te voy a decir la verdad —miró a Bea que seguía en su lugar.
—Ella se queda, lo que sea que tengas que decir lo vas a decir frente a ella —zanjé.
Quedé detrás de Bea y puse mi mano en su hombro, la cogió acariciándola, este pequeño gesto me hacía tan bien ahora que tenía frente a mí a Alessia. No pensé que esto pudiera pasar, que ella fuera a regresar a mi vida.
—Habla de una maldita vez —le pedí. Se sentó en el sofá frente a nosotros.
—No sé por donde empezar porque probablemente no me creas pero en este momento eso es lo de menos. La seguridad de una persona depende de ti, Vitale, nada más de ti.
—Por favor, deja de darle vueltas al asunto y dime de una vez todo lo que tengas que decir —mi mano se hizo puño.
—Yo te mentí, te oculte una verdad que me pesa tanto, algo de lo que no estoy orgullosa —pasó saliva —. Mi verdadero apellido es Alessia Massima. Usaba el apellido de soltera de mi madre.
Eres la hija de Massima.
—¿Por qué? Eres la hija de mi peor enemigo, Alessia —mascullé —. ¿Por qué?
—Cuando te conocí había huido de mi casa, estaba harta de las comparaciones de mi padre con mis hermanos. Nunca me quiso por ser mujer, siempre ha preferido a mis hermanos antes que a mí. A lo largo de toda mi vida solo escuché reproches, insultos, me negaba muchas de las veces y me cansé. Salí de mi casa y te conocí a ti, en el momento no supe quien eras pero cuando me enteré que eras Vitale Schiavone yo ya estaba enamorada de ti y no te podía dejar.
Mentirosa.
—No te dije nada por miedo a que me odiaras. Te amaba tanto que no veía mi vida sin ti.
—Creo que eso no te importó el día que te fuiste y me dejaste, ¿o ya lo olvidaste? —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Me sentí la peor de todas cuando tomé esa decisión pero mi padre me estaba buscando, me iba a encontrar a tu lado y te podía matar. No estaba dispuesta a permitir eso, nunca hubiera permitido que te hiciera daño —de su bolso sacó un pañuelo y se limpió las lágrimas que mojaban sus mejillas.
—No te creo nada, Alessia, no creo ni una de tus palabras —espeté.
—Lo sé y lo entiendo. Debí decirte lo que estaba pasando, nunca debí huir así como lo hice —se tomó su tiempo para hablar.
Lo único que yo quería era que se fuera de una vez, que esto terminara ya.
Vete por favor. Solo vete y no regreses.
—¿Ya terminaste? —negó con la cabeza y solté un bufido. Bea se mantenía en su lugar sin decir nada.
—Cuando iba a regresar a casa con mi padre me di cuenta de que estaba embarazada...
Me quedé en shock cuando dijo esto último, se sintió cómo si mi alma hubiera salido de mi cuerpo y solo fuera un cascarón. Fue como recibir un golpe en el estómago, no podía respirar bien.
—¿Por que mientes de esta manera? Estás cayendo tan bajo, Alessia.
—¡No es mentira! No miento cuando se trata de nuestra hija —se puso de pie.
—¡Mientes! Todo lo que me has dicho es solo una justificación para no aceptar que te fuiste y me dejaste, ¡porque eso hiciste, te fuiste!
—¡Ya sé! Sé que te dejé, sé que debí decirte la verdad antes de huir como una cobarde.
—Vitale —habló Bea, me solté de su agarre y se puso de pie para quedar frente a mí —. Escúchala, por favor.
Puso sus manos en mis mejillas, obligándome a mirarla.
—¿Cómo me pides que la escuche si todo lo que dice es mentira tras mentira?
—Solo hazlo, no pierdes nada con escuchar lo que tiene que decir —miré a Alessia y seguía llorando —. Por favor —miré de nuevo a Bea.
—Si hago esto es por ti, nada más —me sonrió y se quedó a mi lado.
—Tenía dos meses cuando lo supe, así que me fui con mi madre a Nueva York, todo este tiempo he estado allá ocultándome de mi padre, que no sepa que tengo una hija de su peor enemigo.
—¿Pretendes que te crea? —Bea sostenía mi mano.
—No, pero puedes hacerle una prueba de paternidad para que te des cuenta de que es tu hija. Vitale, tengo que regresar con mi padre porque me está exigiendo hacerlo pero no puedo llevar a nuestra hija conmigo.
¿Qué? ¿Qué estás diciendo?
—¿Cómo puedes decirme esto? Es tu hija.
—Es nuestra hija, Vitale, por eso no la puedo llevar conmigo a esa casa de lobos. Mi padre no dudará en hacerle daño si se entera que es tu hija —recalcó la palabra "tu" haciendo hincapié en ello, era más que obvio que su padre era una mala persona, eso ya lo había demostrado —. Mi madre espera en el auto con nuestra hija...
Ni siquiera pudo terminar porque una mujer a la que no había visto nunca en la vida apareció en la sala con un bebé en los brazos.
—Hija —Alessia se acercó a ella —. Tu padre me está llamando, quiere que regresemos a casa cuanto antes.
Alessia tomó a la pequeña criatura entre sus brazos.
—Vitale, ella es mi madre. Estuvo conmigo todo este tiempo y sino hubiera sido por ella no sé que sería de mí —le sonrió a la mujer que tenía un gran parecido a Alessia. Levantó la mano a modo de saludo e hice lo mismo por educación.
—Mucho gusto —dije.
—El gusto es mío —sonrió.
Alessia se acercó a mí, con la niña en los brazos. Quedamos cara a cara, en ese momento me di cuenta de que ya no sentía nada por ella, ya no se me aceleraba el corazón al tenerla cerca, ya no quería estar a su lado, ya no anhelaba devorarla a besos y hacerle el amor como un desquiciado. Alessia había quedado en el pasado porque ahora mi presente era Bea.
—Es tu hija, Vitale —le descubrió el rostro haciendo de lado la cobija de color blanca —. Mírala —me asomé y aprecié a una pequeña criatura de cabellos negros y piel pálida. Una tierna sonrisa se dibujó en mis labios y tuve el impulso de pasar mis dedos por sus mejillas regordetas.
—¿Cuál es su nombre? —Hice a un lado la cobija para apreciarla más.
—Isabella —sonrió Alessia —. Isabella Schiavone.
Levanté la mirada hacia ella, confundido.
—Es tu hija por todas las de la ley, Vitale y nadie te la podrá quitar, ni siquiera mi padre podrá hacerlo.
—Lo que me pides es una locura —me aparté unos centímetros.
—No es una locura, una locura sería que la llevara conmigo a casa, con mi padre y mis hermanos. Eso sí es una locura, Vitale. Estoy segura que a tu lado no le va a pasar nada, no le va a faltar nada porque serás un buen padre. Si quieres hacer una prueba de paternidad hazla, no me importa porque tú eres el padre.
Sus palabras eran seguras, sin temor a nada.
—Alessia...—su madre me interrumpió.
—Vitale, yo tampoco estoy de acuerdo pero yo más que nadie conoce a ese monstruo que tengo por esposo y mis hijos ni se diga —Bea se mantenía a mi lado —. Isabella solo va a estar segura a tu lado. No la podemos arriesgar a vivir con mi esposo, ni con mis hijos.
Si ella decía esto era por algo, no estaba hablando nada más porque sí.
Miré a Bea, ella solo me regaló una bonita y encantadora sonrisa. Me decía que solo yo podía tomar esta decisión.
—Yo te apoyo en lo que decidas —me dio un apretón en el brazo.
—Está bien —solté un suspiro —. Voy a cuidar de ella el tiempo que sea necesario.
—No te puedo decir cuando se va a terminar esto pero...—pasó saliva con dificultad —. Vitale, sin importar lo que pase me tienes que jurar que vas a cuidar de ella.
—No digas eso, parece que te estuvieras despidiendo —fruncí el ceño.
—No es una despedida —pasó los dedos por las mejillas de su hija y dejó un beso en su pequeña frente —. Pero temo que mi padre me haga daño —de nuevo me miró —. Me voy a comunicar contigo en cuanto pueda hacerlo —asentí —. Cuida a mi hija, Vitale, cuídala como si fuera lo más importante para ti.
Su madre salió de la sala y no tardó en regresar con una maleta de color rosa.
—Cargala —negué de inmediato y di un paso atrás. Fue Bea la que se encargó de cargar a la bebé y sostenerla con cuidado.
—Yo me hago cargo —Alessia le sonrió un poco.
—Aquí está la ropa de Isa, biberones, leche y todo lo que necesita. Cuídala, por favor —cogió mis manos entre las suyas —. Cuídala, es lo único que te pido —asentí.
Antes de irse se despidió de su hija, dejando un beso en su mejilla. Empezó a llorar y sentí un poco de pena por ella, no era fácil dejar a su hija y no saber cuándo la volvería a ver.
—Lo haré, voy a cuidar de ella —soltó mis manos y fue con su madre. No dejaba de mirar a Isabella en los brazos de Bea hasta que salieron de la casa.
Me giré hacia Bea, sostenía a la pequeña criatura entre sus brazos, sostenía su cabeza y su pequeño cuerpo, le sonreía aunque ella estaba dormida.
—¿Qué voy a hacer yo con una bebé? —me puse detrás de Bea, admirando a la bebé. Era tan pequeña y frágil.
—Yo te voy a ayudar, por eso estoy aquí —me sonrió. Dejé un beso en su mejilla y la abracé por detrás.
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¿Qué tal la sorpresa?
¿Se la esperaban? Yo sé que no, pero era algo que ya tenía planeado desde los primeros capítulos. Les aseguro que Alessia no será algún problema para la relación de Bea y Vitale.
¿Se imaginan a Vitale como papá? Será el padre más amoroso de todos y va a amar a Isabella con toda el alma. Espero les haya gustado este capítulo.
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