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Capítulo 10 🌹

Vitale

Todo olía a muerte, cómo si algo dentro de este lugar se estuviera pudriendo, el olor putrefacto era penetrante, fuerte, se metía en mis fosas nasales, quería vomitar. Algunas gotas de agua caían del techo, este era un asco total con manchas viejas de humedad y moho que se extendía a las paredes y el suelo.

—Apesta, quiero vomitar —dijo Samuele a mi lado. Le pedí no venir pero insistió tanto que aquí lo tenía pegado. Arrugó la nariz y se cubrió con un pañuelo.

—Te dije que no vinieras —levanté mi arma mientras que él venía detrás de mí. Cómo siempre lo estaba protegiendo.

—Tenía que venir —masculló.

El olor a putrefacción era fuerte mientras avanzamos más y más hacia la única puerta que estaba cerrada, los demás eran habitaciones abandonadas, con cajas vacías, algunos muebles rotos, basura que tenía ahí quien sabe cuantos años. Cuando recibimos el recado supimos que esto tenía que ver con mi padre, así que aquí estábamos, esperando saber algo del hombre que nos había enseñado todo lo que sabemos y a quien le debemos tanto.

Tres hombres venían detrás y dos más frente a nosotros, si esto era una trampa estábamos preparados para lo que sea. Les hice una seña a los dos hombres que estaban frente y pasaron frente a la puerta para abrirla y asegurarse que no había nadie dentro.

—No hay nadie, señor —dijo uno de ellos, se asomó de nuevo y dio un paso dentro de la habitación. El olor ya era insoportable, me tuve que cubrir la nariz con un pañuelo.

Entramos detrás de él y recorrí el lugar de hito en hito, aquí no había nada más que un tambo, en ese momento pensé lo peor. Me acerqué al tambo con cuidado, con el miedo latente de encontrar algo que nos dijera algo de mi padre. Pero lo que vi me dejó en shock, sin poder respirar, el arma que sostenía en la mano cayó al suelo, me llevé las manos a la boca y un par de lágrimas cayeron en mis mejillas.

—Vitale —habló Samuele a mi lado, quise apartarlo para que no viera el contenido dentro del tambo —. No, no, ¡no! —su grito me caló los huesos y ambos caímos al suelo de rodillas.

Samuele —tomé sus mejillas entre mis manos y lo obligué a mirarme. Estaba asustado, en shock. Seguía llorando, sin poder entender lo que estaba pasando en ese momento —. Samuele, mírame —le pedí una vez más.

—Está muerto, está muerto, Vitale —hundió el rostro en mi hombro, con los puños cogió mis ropas y se aferraba a estas con dolor —. ¡Lo mataron, Vitale! Lo mataron.

—Lo sé, lo sé —palmeaba su espalda con mi mano. Yo también estaba en shock, no podía creer que mi padre estuviera ahí, o sus restos mejor dicho.

El dolor nos recorría de los pies a la cabeza, se estancaba en nuestros cuerpos, el miedo y la rabia estaba presente, solo quería una cosa: venganza. La cual todavía no podía obtener.

Desperté con el rostro bañado en sudor, el pecho me subía y me bajaba, aparté las sábanas que cubrían mi cuerpo y me erguí para apoyar la espalda en el respaldo de la cama. Me pasé la mano por el rostro y fue en ese momento que escuché un grito, no lo dudé y me puse de pie para salir de la habitación. Caminé hacia la habitación de Bea, de donde provenían los gritos, empujé la puerta y encendí la luz.

—Bea —estaba agazapada en una esquina de la cama con las piernas recogidas en su pecho. Estaba llorando y se veía asustada —. Bea, soy yo, Vitale —caminé hacia la cama despacio, hasta que me senté en la orilla de esta y deslicé mi mano para tomar su tobillo. Se asustó y se alejó un poco pero cuando sus ojos se encontraron con los míos intentó sonreír.

Soy yo, Bea, no te haré daño.

—No pasa nada.

—Vitale —se acercó y me abrazó con tanta fuerza, estaba temblando —. Fue una pesadilla pero se sintió tan real —murmuró —. Era él, André.

No digas ese nombre, por favor.

—Él no está aquí, Bea, no te hará daño —pasaba mi mano por su espalda para intentar calmar el miedo que atenazaba su cuerpo.

—En mis pesadillas siempre va a estar, Vitale —se apartó y la solté un poco.

Me rompes el corazón, Bea.

—No, no digas eso. Te juro que haré lo que sea para que esas pesadillas se vayan, voy a reemplazar todos esos malos recuerdos por unos mejores y más bonitos. Te juro que haré de mis brazos un refugio para ti.

Sonrió con lágrimas en los ojos y pasé mis pulgares por su piel para borrar el rastro de dolor que aún se podía ver en su bonito rostro.

Eres la mujer más hermosa que he tenido el privilegio de mirar, Bea.

Nunca me cansaré de observarte.

—Eres tan tierno —puso su mano encima de la mía —. No sé cómo te voy a pagar todo lo que estás haciendo por mí.

—Solo quiero que estés a mi lado —le pedí —. Nada más eso, ¿puedes? —asintió sin dudar.

—No me iré de tu lado, Vitale, jamás —se acercó dejando un beso en mi mejilla —. Eres tan lindo y tierno, no puedo pensar en la posibilidad de dejarte cuando en tan poco tiempo me has ayudado tanto.

No lo hagas, por favor, si te pierdo a ti lo pierdo todo.

—Quédate a mi lado, Vitale, no te vayas. No podré dormir en paz sino te quedas conmigo —su voz se escuchaba rota y suplicante —. Por favor.

Me pidió de nuevo y no me pude negar a sus peticiones.

—Está bien, me voy a quedar esta noche a tu lado.

—¿Nada más esta noche? —inquirió.

—Bea...—sonrió.

—Nada más esta noche, por ahora —me señaló. Me puse de pie para apagar la luz y me metí bajo los cobertores a su lado. Sentí sus brazos rodear mi cuerpo y mi mano fue a su cintura para atraerla a mi lado —. Contigo me siento segura, siento que nadie me hará daño si tú estás a mi lado.

—Nadie te hará daño, Bea, te voy a cuidar como lo más hermoso que tengo. Te lo juro.

Dejé un beso en su frente y la escuché bostezar. Estar a su lado se sentía como tener paz después de estar mucho tiempo en una constante lucha conmigo mismo. Me sentía bien, sin preocupaciones, no le temía a nada, yo podía con todo solo por ella.

Bea

Habían pasado un par de días desde que llegue a esta casa pero se sentía cómo si hubiera vivido aquí hace años. Hasta puedo decir que le agradaba a Chase quien parecía odiar a todo mundo, y que decir de Aslan, era un perro fiel y tan cariñoso con todos, pero Vitale decía que si tenía que atacar lo haría sin pensarlo hasta matar. Creo que no quería ver eso.

Vitale había salido con Samuele y su madre tampoco estaba, al igual que Chiara y Vania que tenían que cuidar de sus jefes, así que estaba en la casa sola con Fiore con quien apenas había hablado pero me agradaba y quería conocer más. No sé cómo ella también terminó en esta casa, pero quería ser su amiga.

Tomé el móvil que me había dejado Vitale y marqué el número de Ele, ya quería hablar con ella, saber cómo estaba, si había pasado algo en este tiempo que no nos habíamos visto.

¿Diga? —preguntó temerosa.

—¡Ele! Soy yo, Bea —pegó un chillido y supuse que estaba saltando de la felicidad.

¡Amiga! ¿Cómo estás? ¿Dónde estás? Has desaparecido y me preocupa cómo estás, dime que esto no tiene que ver con André —solté un suspiro —. Maldita sea —masculló.

—Han pasado muchas cosas, Ele, quiero verte pero es peligroso.

¿Estás bien? —preguntó de nuevo.

—Sí, me encuentro bien pero no quiero que André...

—No me menciones a ese imbécil —masculló. Yo mejor que nadie sabía todo el odio que Ele sentía por André y estaba justificado, ella fue testigo como por años me golpeó, me trató como basura cuando yo estuve enamorada de él, pero ahora no, lo odiaba tanto que quería verlo muerto.

—Todo tiene que ver con él y no sabes como lo desprecio pero ahora estoy mejor, Ele.

Tenemos que vernos, Bea, cuanto antes —le di la razón porque yo también quería verla.

—Voy a hablar con Vitale y...—me interrumpió.

Espera, ¿quién es Vitale? ¿Qué está pasando, Bea?

—Han pasado muchas cosas, estoy en un lugar seguro pero no puedo salir, al menos no por ahora.

¿Por qué? —estaba confundida, yo también lo estaría en su lugar.

—Por ya sabes quien, eres mi mejor amiga y quizá él ande por ahí.

Ya entiendo, ¿podemos hablar por teléfono, al menos?

Vitale me había regalado este móvil así que sí podía hablar con ella todo lo que quisiera.

—¡Claro! Estaremos en contacto hasta que nos veamos, haré lo que sea para que puedas venir a verme.

Me alegra saber que estás bien, Bea, ya quiero verte —suspiró.

—Y yo a ti, amiga. Nos vamos a ver pronto, ¿sí?

Está bien. Más tarde te llamo ahora tengo que salir.

—No te preocupes, Ele, te llamo más tarde —colgué y suspiré. Al menos sabía que mi mejor amiga estaba bien y que pronto la iba a ver. Tenía que hablar con Vitale para decirle que quería ver a Ele, si es que me daba permiso y no se enojaba.

Dejé el móvil en la cama y decidí salir de la habitación. Crucé el pasillo y bajé las escaleras. Al salir al jardín trasero alcancé a ver a Fio observando las flores, pasaba sus dedos por los pétalos con mucho cuidado de no romperlos o hacerles daño.

—Hola —me acerqué a ella y me sonrió al verme.

—Hola, Beatrice —dijo tranquila.

—Dime, Bea —le pedí —. Yo sé que al igual que yo estás aquí por uno de los hermanos y...bueno —ahora no sabía que decir —. Creo que vamos a vivir bajo el mismo techo, ¿no es así?

—Samuele me está ayudando a no regresar con mi madre, ella no es una buena persona y me ha hecho mucho daño —suspiró.

—¿Cuántos años tienes, Fiore? —empezó a caminar y lo hice a su lado.

—Acabo de cumplir dieciocho, ¿y tú? —sostenía una ramita que cortó de uno de los arbustos.

—Veinte —me miró un poco sorprendida.

—Eres muy joven —dijo.

—Tú también lo eres —sonrió un poco.

Era un poco seria pero me agradaba.

—¿Qué te trajo a esta casa? —caminamos hacia una de las bancas que había en el jardín y me senté a su lado.

—Un novio golpeador que me vendió a un imbécil.

Que por cierto Vitale mató.

—¿Tu ex novio te vendió? —asentí.

—Desde los dieciséis años me empezó a vender con otros hombres, me golpeaba, me trataba cómo basura, una vez me hizo abortar a golpes. Él no quería un bebé solo una puta que le asegurara una vida sin que tuviera que mover un dedo —sus ojos se abrieron de par en par.

—Que idiota —masculló.

—Me vendió con uno de los empleados de Vitale en el Night Club y ahí fue donde me encontró, por eso me trajo aquí —su rostro cambió de la indignación a la sorpresa.

—Vitale no es malo, ni Samuele —asentí —. Ahora él te cuida.

—No podría estar más agradecida con él, se ha portado como un caballero y yo...No sé, le estoy muy agradecida —suspiré.

—Yo me salí de mi casa hace un par de semanas y todo este tiempo estuve viviendo con una amiga pero mi madre me fue a buscar a su casa y ya no pude regresar, vine a buscar a Samuele para que me ayude y lo hizo sin pensarlo.

—¿Puedo saber por qué te saliste de tu casa? —mi pregunta le sorprendió un poco —. Sino me quieres decir está bien, Fiore.

—Cuando mi padre se fue mi madre metió un hombre a la casa, desde hace años él ha abusado de mí. Empezó con palabras, me tocaba, hasta que un día él me violó —apreté las manos en puños —. Lo hacía cada que podía, cada noche que mi madre se dopaba con esas pastillas que la hacían dormir.

Hijo de puta. Maldito imbécil.

—Fiore —puse mi mano en su hombro —. No tenía idea de que...

—No te preocupes, Bea, llegó un momento donde ya no sentía nada, asco o miedo, temor de que me fuera a matar mientras me violaba, ya no sentía nada. Solo era una bolsa de huesos sin sentimientos.

Me duele lo que pasaste, Fio.

—¿Y tu madre lo sabía? ¿Algún día le dijiste lo que estaba pasando? —soltó un sonoro suspiro.

—Le dije pero ella nunca me creyó, el día que me fui le recordé que su esposo me violaba pero dijo que no era cierto, que Alonzo es un buen esposo y no sé que más. Esa fue la gota que derramó el vaso, ¿sabes? Nunca en mi vida me he sentido más en paz que ahora mismo en esta casa.

—Que rabia, que impotencia.

Tenía ganas de romper algo, de golpear el imbécil que le destruyó la vida a Fiore.

—Ya sé, por eso estoy aquí —giró la cabeza y me sonrió a medias —. No pienso regresar a esa casa jamás, no quiero verlos, saber nada de ellos. Solo espero que ambos se mueran y así poder vivir en paz.

—Aquí vas a estar segura. Ni Samuele ni Vitale van a permitir que ellos te hagan algo —le di un apretón a su hombro.

—Samuele se ha portado tan bien conmigo, es tan comprensivo y atento, su madre es un sol por permitir que esté aquí.

—Ella también es un sol —me dio la razón —. Somos afortunadas, ¿no? Por encontrarnos con los hermanos Schiavone.

—Yo creo que más que eso —suspiré.

Se respiraba tanta paz en este lugar, no había ruido de la ciudad, sin casas alrededor, sin nadie que pudiera hacernos daño. Me quería quedar aquí para siempre con Vitale, quería darme una oportunidad con él y saber lo que era el amor verdadero. Él era tan bueno conmigo, me daba todo lo que no le pedía, me estaba ayudando a que André no me encontrara y estaba más que segura que cuando apareciera Vitale no iba a dudar en matarlo así como lo hizo con Flavio.

Levanté la cabeza y a lo lejos venía la señora Schiavone, al vernos sentadas en la banca levantó la mano en modo de saludo. Le devolvimos el gesto y nos quisimos poner de pie pero ella se adelantó y se acercó.

—Chicas, ¿cómo están? —nos saludamos con un beso en la mejilla.

—Señora Schiavone —nos hicimos a un lado para que se sentara en medio de las dos.

—Díganme Francesca —pidió —. ¿Cómo están? ¿Se sienten bien en esta casa? —intercaló miradas entre Fiore y yo —. ¿Eh?

—Bi-bien —habló Fiore con algo de pena —. Es difícil acostumbrarse a vivir aquí pero es mejor que estar en la calle —su voz se cortó al final y sentí una opresión en el pecho.

Fiore había sufrido tanto, pasó por mucha mierda antes de llegar aquí, se merecía ser feliz y olvidar todo lo que pasó, las dos teníamos que olvidar todo lo que pasamos en la calle a manos de nuestros verdugos, teníamos que dejar atrás la basura de vida que vivimos y mirar solo hacia delante, ver solo las cosas buenas que había en la vida y nada más.

—He estado pensando las cosas —pasó saliva —. Sé que su vida no ha sido fácil, sé que han pasado por mucho dolor y penas —nos miraba a ambas y cogió nuestras manos para enlazarlas con las suyas —. Yo también he pasado por mucho dolor, mi esposo murió hace un año y el dolor sigue aquí —se llevó una mano al pecho y un par de lágrimas empezaron a mojar sus mejillas —. Tengo que soltar y avanzar pero es tan difícil.

Cada una de las palabras que decía era más dolorosa que la anterior, podía sentir el dolor que ella estaba sintiendo y no pude evitar derramar un par de lágrimas que me limpie con el puño de mi sudadera.

—Vitale y Samuele hacen lo que sea para que yo intente salir de esta depresión pero no han conseguido nada y la verdad ya estoy cansada de vivir así, de sentir esto que me quema el pecho. Amo a mi esposo y siempre lo voy a amar pero su recuerdo es una constante en mi vida que quiero dejar atrás.

—¿Qué quiere decir, señora Schiavone? —preguntó Fiore. Tomó aire y soltó esto que le estaba quemando el pecho.

—Quiero ir a terapia, quiero dejar atrás este dolor y creo que ustedes deberían hacer lo mismo. Sé que no es fácil decir todo por lo que han pasado pero hablar con alguien de esto les va a ayudar y mucho. Yo sé lo que les digo —apretó nuestras manos y se puso de pie sin soltarnos —. Piensenlo, no me digan nada ahora.

Se limpió las lágrimas que había derramado y nos regaló la mejor de sus sonrisas.

—Esta es una nueva oportunidad para empezar y hacer las cosas bien, así que soltar lo que venimos cargando es la mejor solución para empezar de nuevo, ¿no creen? —ambas asentimos con la cabeza —. Me hubiera gustado tener una hija pero mi esposo dijo que con Vitale y Samuele era más que suficiente, pero ahora ustedes están aquí y quiero conocerlas a ambas. ¿Les gustan las rosas?

—¡Sí! —respondimos las dos al mismo tiempo y reímos las tres juntas.

—Yo amo las rosas —comentó.

—¿Nos puede enseñar a cuidarlas? —le pregunté y ella asintió gustosa.

—¡Claro! Vamos, cuidar de mis rosas, ellas han sido un poco el escape para soportar el dolor de mi esposo —nos enganchamos de su brazo y nos llevó al lugar donde tenía todas sus herramientas para cuidar de sus plantas, helechos, flores...Un sin fin de rosas que tenía en la casa y cuidaba de ellas.

Samuele

Pasé la tarde con Vitale revisando algunos negocios que estaban en peligro gracias a Massina, el Don de la Cosa Nostra, el maldito que nos seguía jodiendo los negocios desde antes de la muerte de mi padre. Ahora tenía que ayudar a mi hermano a sacarlos todos a flote, desde los negocios ilícitos hasta los legales, Chiara era de gran ayuda pero casi nadie la tomaba en serio por ser mujer, que idiotas. Muchas de las veces era mejor que Vitale y que yo, quien dijera que no servía o que era una inútil que solo estorbaba se podía ir al infierno.

Al llegar a la casa Fiore estaba con mi madre y con Bea en el jardín limpiando las rosas y cortando las ramas secas que tenían los rosales. No las quisimos interrumpir pero me quedé observándolas un rato, Fiore se veía feliz, alegre, mucho mejor que los últimos días. Me gustaba verla así, más tranquila y en paz.

Quería devolverle la felicidad que el imbécil de su padrastro le había arrebatado, le haría pagar cada uno de sus maltratos, cada vez que la usó y le pegó para obtener algo de ella.

—Vitale —entré a la oficina de mi hermano, ahí estaba Chiara, ambos revisaban algunos papeles y Vitale no se veía bien —. ¿Pasa algo? —pregunté.

—El último decomiso nos hará perder millones —alargó la mano para coger el vaso y beber de lo que había dentro —. Massima se está llevando armas y drogas, nos está llevando a la miseria —dejó los papeles a un lado con coraje.

—Lo peor de todo es que la carga tiene que pasar sí o sí por su territorio y eso lo hace un peligro. Con el último infiltrado hemos perdido mucho —bufó Chiara.

—¿Hay alguna solución? —miré las cifras y todo estaba en números rojos.

—Por ahora no, Massima ya sabe nuestras rutas, tanto terrestres como marítimas y no podemos movernos sin que él lo sepa, así que nos tiene en sus manos —se pasó una mano por la barbilla, pensando.

—Lo mejor será que por ahora dejemos de transportar y exportar, dedícate a los negocios legales, voy a pensar en alguna solución para que Massima no se meta más en los negocios —habló Chiara.

—Lo mejor sería matarlo —hablé y ambos arrastraron sus miradas hacia mí —. ¿Qué? ¿No sería lo mejor? Así dejamos de tener problemas con la Cosa Nostra, solo quedaría la Camorra pero ellos no dan tantos problemas —estaba al lado de Vitale.

—No es tan fácil —Vitale movió la mano para explicar —. Si mato a Massima todos sus socios se me van a venir como carroñeros, me van a destruir en un segundo y ustedes pueden quedar a la deriva, no me puedo permitir eso, menos ahora.

Sí, también por Bea, por quien estás enamorado.

—¿Entonces que haremos? —los miré a ambos.

—Esperar —habló Chiara y ella más que nadie sabía lo que decía —. No nos queda más que esperar y ya, es un punto a nuestro favor —soltó un suspiro.

Escuchamos dos golpes en la puerta.

—Adelante —Vitale se irguió y apoyó los codos en el escritorio. La puerta se abrió por fuera y Bea entró con una bandeja —. Bea —se puso de pie de inmediato al ver que su chica no podía sostener la bandeja y cerrar la puerta.

—Gracias —le dijo ella sonriendo. Miré a Chiara y su rostro me dijo que Bea no le agradaba.

Chiara, Chiara, no quieres tener problemas con Vitale.

—¿Por qué no vino Chase? —dejaron la bandeja encima de la mesita en medio de la sala —. No tienes que hacer esto.

—Quería hacerlo —musitó tímida.

—Ahora regreso —Chiara se puso de pie y salió de la oficina.

—Parece que no le agrado —Vitale sostenía las manos de Bea entre las suyas. Me acerqué a ellos y me senté en el sofá. Dentro de la bandeja había botanas y agua de sabor.

—A Chiara nadie le agrada, solo Vitale —me estiré y cogí un pedazo de queso. La mirada de Vitale era fría.

—Samuele, cierra la boca —se sentó en el sofá y con él lo hizo Bea. La tocaba con cuidado, pasaba sus manos por las suyas con delicadeza, cómo si fuera una delicada flor que se podía romper con el más mínimo roce. No cabe duda que Vitale estaba más que enamorado de Bea.

—¿Pasa algo? —Bea pudo notar el ambiente tenso.

—Cosas de negocios, pero no importa.

¿No importa? ¿Cómo que no importa?

Dios, ¿quién te entiende Vitale?

—¿Necesitas algo? —le preguntó a Bea y ella negó.

—Solo vine a dejarles esto, me dijo tu madre que estaban trabajando —se encogió de hombros. Era tan linda.

—Gracias, Bea —dejó un beso en sus nudillos.

—Yo los dejo, aquí ya hay mucha miel —me puse de pie, cogí un poco de queso y galletas para salir de la oficina y dejarlos solos.

Al salir Fiore iba subiendo las escaleras y me apresuré en subir también e ir detrás de ella. Entró a su habitación y dejó esta entreabierta, me detuve y toqué en la madera dos veces.

—Adelante —entré y no la vi en la habitación así que miré hacia el baño y ahí estaba ella.

Se estaba lavando las manos, el agua salía negra por la tierra de las plantas.

—¿Cómo estás? —le pregunté. Me apoyé del marco de la puerta y la observé.

Se veía mejor que hace días, más feliz y tranquila.

—Bien, estuve con tu mamá y con Bea, nos enseñó a cómo quitarles las plagas a las flores, las ramas secas y cómo pasar retoños a las macetas —su sonrisa se ensanchó al decir esto último.

—¿Te gustan las flores? —asintió.

—Mucho, mis favoritas son las plumerías —el agua dejó de correr y se secó las manos con la toalla que estaba al lado del lavabo. Me eché a la boca el último pedazo de queso que tenía en la mano.

—¿Te gustó pasar rato con ella?

—Es linda y tierna —pasó a mi lado y se sentó en la orilla de la cama —. Nos dijo que lo mejor que podemos hacer es ir a terapia —me senté a su lado —. ¿Crees que sea lo mejor?

—¿Tú crees que sea lo mejor? Has pasado por mucho, Fiore, mucho dolor y miseria, lo mejor que te puede pasar ahora es dejar atrás todo eso, ¿no crees? —asintió con algo de pena.

—Sí —murmuró —. La verdad hay mucho dentro de mí y creo que tengo que decirle todo esto a alguien más —suspiró. Largos mechones de su cabello caían en sus mejillas y los aparté con mis dedos. Mi contacto la tensó un poco pero cuando se dio cuenta de que no tenía otras intenciones con ella se relajó.

—Yo te voy a apoyar en lo que sea, Fio, no tendrás que salir de esta casa para tomar terapia, podemos llamar a alguien para que venga —asintió.

—Gracias —derramó un par de lágrimas por sus mejillas.

No llores, por favor.

—¿Por qué? —limpié sus lágrimas con mi pulgar.

—Por todo lo que haces por mí, es más de lo que mi propia madre ha hecho todos estos años, no sé como te voy a pagar esto.

—No tienes que hacerlo, Fio, solo quiero que seas feliz.

Sonrió y depositó un beso en mi mejilla, fue algo inesperado y repentino pero me gustó. Sabía que con Fio las cosas serían así, no pretendía llegar a nada sexual con ella y aunque se pudiera tampoco lo haría, menos si ella tenía tantos traumas y mierda detrás que le hacían daño. Esperaba que algún día pudiera ser libre de todo el mal que pasó por tantos años.


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¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo, sé que las cosas van algo lentas aquí pero les tengo una gran sorpresa en unos capítulos, algo que involucra a Vitale y Bea, será una bomba y espero les guste 👉🏻👈🏻

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