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Anhedonia

La nieve reinaba de forma pacifica sobre la ciudad.

Completamente contrario a la manera tan invasiva y agresiva en la que cubrió cada calle, cada centímetro de cada avenida, parque, casa, techo o prendas de ropa que colgaban en los patios traseros del vecindario, las cuales se balanceaban lentamente gracias a la pacifica brisa de viento helado que pasaba por la noche.

Los copos de nieve, que caían desde los cielos lentamente, sin importarles a donde fuera que cayeran, sin importarles el hecho de que su vida solo consiste en caer y desaparecer casi al instante de caer, creando un paisaje urbano que casi era hermoso, si tan solo no fuera por los anuncios brillantes que llenaban las calles del lugar. Luces estridentes que cambiaban de colores, números de teléfono para obtener servicios que realmente me hacían cuestionar.

"¿Acaso hay gente que puede llamar a esas cosas?"

Envidiaba a los copos. Envidiaba una vida que fuera carente de problemas. Que fuera tan clara como las instrucciones en los juegos de niños pequeños, con un inicio, un camino y un final, tan claro que seria casi imposible perderse amenos que alguien quisiera hacerlo a propósito. ¿Pero mi vida? Era todo lo contrario.

No recordaba la ultima vez en los últimos meses que realmente sentí algo de alegría o satisfacción al recorrer el largo camino a casa...

Un camino en el que antes solía correr tan rápido como mis tacones me permitieran hacerlo. El dinero, el tiempo, la hora, el clima... nada importaría. Nada importaba mientras pudiera tocar la puerta con tres toques suaves, toques gentiles, ni siquiera necesitaría decir una palabra, una oración para poder escuchar pasos lentos y tranquilos a los cuales seguiría verla a ella, abriendo la puerta con una sonrisa, limpiándose las manos con aquella pequeña toalla de color naranja suave, con pequeñas rosas diseñadas como un patrón en los bordes de la misma, con una pequeña linea curvada entre ellas, quitándose la humedad que usualmente tenia en sus manos después de realizar las tardadas labores de la casa, enunciando las mismas palabras cuando llegaba, suavemente con aquella voz que era capaz de quitar cada problema de mi cabeza, enunciando lo siguiente.

"¡Bienvenida a casa! Pasa, amor" Mientras sonreía, asintiendo un poco al decirlo. Siempre las mismas palabras, siempre, hasta que ese día llego...

Sacudí mi cabeza fuertemente de lado a lado, intentando quitarme de la cabeza su recuerdo tan invasivo, que como una sanguijuela continuaría apegándose a mi cabeza, a mis recuerdos intentando mostrarme tiempos mejores, tiempos en los que las sonrisas no faltarían, en los que la felicidad era algo claramente tangente a diario.

La caminata llego a su fin poco después, los tacones de un color rojo profundo que usaba dejarían de producir ese sonido que siempre realizaban al pisar. Mis manos abandonaron mi abrigo de manera lenta y metódica, bolsillos en los cuales buscaban refugio ante el imponente frío de la noche, sentía un suave hormigueo gracias al cambio de clima al cual ya me había acostumbrado. Al sacar las llaves levante mi cabeza rápidamente, admirando el lugar por unos segundos. Era tan familiar... y al mismo tiempo, se sentiría tan lejano que me hacia querer desaparecer de allí.

Era un lugar pequeño, bastante cómodo para el numero de personas para el que era originalmente planeado. Las paredes eran de color verde, combinando con el área alrededor del lugar, lleno de pasto, flores y pequeños arboles. Tenia una ventana que era casi del tamaño de la pared, lo cual le daba al lugar una iluminación natural que siempre me hacia pensar que le daba una apariencia hogareña.

Al abrir la puertas del lugar vería directamente adentro, entrecerrando los ojos por unos momentos para intentar acostumbrarme a la oscuridad del lugar. Suspire suavemente, entrando y cerrando la puerta detrás de mi, presionando el interruptor lentamente para decir

- He llegado - Seguido por una larga pausa. Se había vuelto una costumbre, una costumbre el esperar por una respuesta que sabia que jamas llegaría.

La luz mostraría el lugar en todo su caótico esplendor al cual ya me había acostumbrado. La sala que se encontraba hacia la derecha estaría llena de papeles, abrigos, zapatos los cuales ya no importaban en lo mas mínimo, en este punto... ¿realmente importaba?

Me quitaría mi abrigo lentamente, cada brazo tomándose un largo y delicado tiempo, al removerlo por completo lo arrojaría sin pensarlo demasiado hacia el sillón café de la sala, el cual estaba casi completamente cubierto por las prendas de ropa de hace días, incluso semanas.

La cocina tampoco estaría a salvo del caos que parecía lentamente cubrir la casa de manera invasiva, como la nieve de la ciudad en las calles del exterior.

El lava-trastes seria donde casi todos los platos que solían estar cuidadosamente acomodados en los estantes por tamaños, a ser todos arrojados en el mismo lugar. Sin importarme en los mas mínimo el supuesto "Orden" que antes solía procurar tanto, pero que ahora había desaparecido completamente, el caos reemplazando el orden completamente sin objeción, sin argumentos.

Lentamente tome mi asiento en los sillones de la sala que incluso parecían estar hechos de las mismas prendas de ropa que utilizaba de vez en cuando, viendo hacia el televisor que se encontraba suspendido gracias a los tornillos que la sujetaban por la parte trasera con la ayuda de un estante. la cual, realmente, no había visto ningún uso en tanto tiempo que ni siquiera sabia si el proveedor de cable si quiera seguía dándonos el servicio, el ¿control? Ni siquiera recordaba la forma del mismo. La pequeña mesa enfrente del sillón estaría llena de envolturas, tazones, sopas instantáneas vacías, entre otros.

Observaría el lugar por unos momentos, no sentía apetito, no sentía ninguna necesidad aparente, simplemente... no había un propósito. Los días se repetirían a si mismos, como algún tipo de disco rayado, era mucho mas que difícil el siquiera intentar distinguirlos el uno del otro. Me sentía tan... cansada, harta, quería escapar, pero... solo había una manera. Solo una...

Lo había decidido. Estaba segura que esta vez seria enserio. Es algo que te había prometido, ¿lo recuerdas?

Aquellas palabras que las parejas usualmente se declaran de manera tan vacía, de manera tan hipócrita que ni siquiera podrían tomarse enserio. Me las dijiste. Yo te las dije. Y mantendré mi promesa. "Sin ti... ¡jamas podría vivir!" harían eco a través de mi cabeza apenas las recordé. ¿Las recuerdas? ¿Recuerdas cuantas veces te las dije antes de dormir entre tus delicados brazos? Cuantas veces nos lo declaramos sin parar, prometiéndonos que las cosas jamas dejarían de ser así, que jamas nos dejaremos, el como nos jurábamos amor eterno... ¿y ahora que? ¿Que fue lo que paso después de... aquello? Cuando me volví mucho menos que nada, tus palabras taladrándose tan profundo en mi cabeza tanto que las alucinaba.

Las escuchaba casi a cada segundo de mi vida. Que me hacían sentir de la manera en la que solías llamarme antes de que desaparecieras como una sombra en la noche. Como una gota de lluvia en la tormenta. Como un copo de nieve en la ciudad...

Sostendría mi cabeza y mi cara, tomando mis lentes y descansando los mismos en la mesa, mis manos cubriendo mis ojos fuertemente, levantando la mirada y descansando mis manos en el sillón, el silencio siendo lo único que podía apreciarse en el ambiente solitario del lugar que parecía aterrorizar cada rincón, cada habitación, cada pequeño átomo que se encontrara vacío. El techo de la sala corroído por la falta de cualquier tipo de cuidado o mantenimiento al blanco territorio.

Me levante poco tiempo después, tomando mis lentes y colocándolos sobre el puente de mi nariz, los largos y negros brazos que se encontraban simétricamente colocados en lados contrarios descansan justo arriba de mis orejas para mantenerse en su lugar sin ningún tipo de inconveniente. Al levantarme camine lentamente por uno de los pasillos era un pasillo relativamente estrecho, un pasillo largo que llevaba directamente a solo dos puertas, una que conduciría al baño y a el cuarto restante...

Mis manos acariciaban suavemente la pared mientras me movía por el pasillo de manera sutil y tranquila, la luz del pasillo siendo un naranja que daba un ambiente suave, pero sencillo, no siendo nada agresivo para la vista y la oscuridad natural de la noche. Me pare frente a la puerta, admirando su contorno por tan solo unos segundos. Suspirando de manera pesada mi mano derecha tomaría la manija fuertemente, dudando por unos segundos... ¿realmente esto quería que fuera lo ultimo que viera antes de... liberarme? ¿Acaso... valía la pena dejarte entrar de nuevo en mi mente, acechando mis emociones y pensamientos de nuevo? Mis ojos solo veían al frente, pero con miedo.

Lo único que había aprendido a sentir... era el miedo.

Mi mano temblaba como si tuviera consciencia propia, como si mi mano misma supiera que detrás de la fría manija de metal... se encontraba todo aquello de lo que siempre quise escapar. Aparte mi mano delicadamente, como si la manija estuviera hecha del vidrio mas delicado del mundo, esta vez... lo dejaría todo.

¡Esos recuerdos no volverían a ser mi trampa!

Camine de vuelta hacia la sala lentamente, mis pasos siendo cautelosos como si estuviera en medio de un campo minado, siendo demasiado cuidadosa como... si no estuviera en mi hogar.

El pasillo se sentía mucho mas largo al intentar atravesarlo con mi ya propia manera lenta y cuidadosa, se sentía mucho mas difícil de lo que debió de ser. Cuando entonces... lo escuche. Una voz suave que parecía que sonaba justo detrás de mis espaldas, suave, gentil, dulce. Esa voz que era un poco grave, pero manteniendo el característico tono agudo y femenino que había escuchado prácticamente en cada momento de mi vida. Esa voz tan familiar y hermosa, pero al mismo tiempo... la cosa mas terrorífica que había escuchado desde ese día.

- Katherine... - Susurro aquella voz cuidadosamente, justo detrás de mi, como si estuviera justo en el pasillo que había querido abandonar solo hace unos segundos. Me congele en el lugar, como un animal cuando se siente amenazado, mis ojos abriéndose amplia-mente con terror, sacudiendo mi cabeza lentamente de lado a lado. No... no podía ser. ¡no podía ser cierto!

- N-No... N-No es real, ¡no lo es! - Exclame mientras daba un paso de manera decisiva hacia el frente, queriendo pensar que tan solo era algo pasajero, queriendo pensar que jamas iba a tener que confrontar a aquella voz que aterrorizaba mis pensamientos sin parar. Que me hizo todo lo que odio...

- Lo es. ¡Si lo es! - La voz dejaría de hablar con aquel tono suave y gentil, hablando de manera fuerte y decisiva, como el regaño de una madre ante su pequeño. Intentando comandarme... Ese tono de voz fue mas que suficiente para hacerme quedarme quieta de nuevo, aterrorizada. Todo estaba en mi cabeza. Todo... estaría bien. ¿No? - Acaso... - Susurro con sutileza, sus palabras siendo hipnóticamente nostálgicas. Mis manos se dirigieron a mí cabellera relativamente corta, ejerciendo una fuerte presión sobre mi cabeza, intentando pensar que solo era una maldita pesadilla. Lo era, ¿cierto?

- ¿No me recuerdas ya? - Susurraría suavemente, se sentía tan irreal, se sentía como algo que no debería de estarme pasando ahora mismo, pero esa asunción, esa maldita asunción.

¿Que crees que me olvide de ti?

- ¡No! - Exclamaría tan fuertemente como mi frágil y aguda voz me dejaría, mi cuerpo levantándose de una manera muy energética y agresiva, dándome la media vuelta mientras mi mano lanzaba un golpe patéticamente débil contra la nada, y como lo esperaba... Vacío. ¿Pero porque? ¡¿Porque no estabas aquí?! - Jamás lo hice, ¡jamás te olvide! Tu lo hiciste! Tu... ¡Me dejaste tan sola! - Intentaba desahogarme, gritándole a la nada, esperando que algo pasara, esperando... Verla de nuevo. Mis manos tomarían mi delgada blusa de color azul marino, arrancándola sin ningún tipo de cuidado de mi pecho, los pocos pedazo de tela que quedarían los tomaría en ambas de mis manos, arrojándolos hacia el pasillo. La adrenalina lentamente aumentando, podía sentir como mi rostro se enrojeció por completo, mis ojos apuntó de ceder ante la tentación de liberar otro mar de llanto como tantos que había dejado salir casi a diario.

Mis manos tocarían mis brazos, en los cuales se podían apreciar tantas heridas, tantas marcas y cortaduras que no habían sido hechas por mi... Había sido ella.

Solía llamarlas "Evidencias" pruebas, según sus propias palabras, de que me amaba. "Evidencias" de que yo le pertenecía y yo las aceptaba, las aceptaba tan felizmente por la atención de apenas unos segundos que sus ojos y acciones me brindarán por apenas unos efímeros momentos. Mis brazos llenos de pares y pares de cortaduras que le seguían la una a la otra en una secuencia casi sin fin, la mayor parte de ellas en un largo e insignificante proceso de cicatrización. Moretones y marcas de tonos morados oscuros que sus golpes me brindaban, las odiaba. Las odiaba porque solo eran falsas ilusiones de que todavía me amaba.

- ¡¿Acaso no las ves?! - Mis manos desesperadamente señalaron las marcas que seguían cicatrizando en mis brazos, he incluso algunos moretones que se encontraban en mi torso - ¡Todavía las tengo! ¡Tus marcas que alguna vez me hiciste sin pensarlo! - Declare tan fuertemente como podía. Los gritos haciendo eco en la ya de por sí vacía y deprimente casa en la que habitaba. - Porque... - Se haría un nudo en mi garganta que se haría más y más presente entre más cerca estuviera de acabar la oración. Mis ojos cediendo ante la tentación de llorar más de lo que ya era normal. Lagrima después de lágrima se deslizaba por mi rostro mientras el silencio hacia su omnipresente aparición - ¿Porque me hiciste esto? - Dije después de una larga pausa entre palabras, mi cuerpo frágilmente temblaba y se sacudía después del shock que llevaba esta maldita discusión imaginaria, una discusión que jamás parecía poder acabar y sobre todo, que jamás pude ganar.

Intentaba limpiar las lágrimas, los sollozos se seguían reproduciéndose uno tras otro en un cataclismo de emociones que no tendría un punto final, derrumbandome al suelo fácilmente, mis manos aferrándose de manera terca, dando golpes que serían inútiles contra el impasible suelo de madera que antes solía pensar que era hogareño.

- Pero acaso... - La dulce voz de ella se haría presente, tranquilamente continuando con su argumento sin importarle mis acciones o emociones - ¿Ya no sientes nada por mi? - Preguntaría hipócritamente la voz, casi haciéndolo como un reto. Mi cabeza instintivamente se levantaría de un solo tirón hacia arriba, viendo directamente al pasillo preparándose para la respuesta que era instintivamente obvia, mis labios se partirían, haciendo espacio para que las palabras salieran con odio, con un desprecio que jamás pude profesar anteriormente

- Y-Yo t-te...! - Exclamaría, pero las palabras no querrían salir, aquel "¡Te odio!" que siempre quise decirle, aquellas simples dos palabras que siempre quise gritar sin cesar... Se encontrarían con un destino similar. Se encontrarían atascadas tan solo en mi mente, para jamás salir.

Mis dientes chocaron con rabia los unos con los otros, y gruñendo con rabia azotaría mis puños contra el inamovible suelo de madera para hacer otro intento.

- T-te... E-eres lo que más...! - Tartamudearia antes de sollozar de nuevo, agitando mi cabeza y relajando mi cuerpo por unos momentos. Mis puños se convertirían en palmas después de liberar la tensión, tocando el suelo gentilmente. Las lágrimas cayendo silenciosamente contra el suelo.

No podía hacerlo. No podía mentirme. A pesar de todo... Todavía...

Te amaba.

- ¡Eres lo que más amo! - Exclamaría, liberando todo el aire que se había mantenido preso dentro de mí mientras intentaba exclamar algo que no sentía, odio.

Esta vez las palabras saliendo mucho más fácilmente que antes. - Te amo. Te amo... ¡Te amo! - Repetiria sollozando fuertemente, las lágrimas seguían cayendo sin cesar de una manera que era molesta, pero al mismo tiempo se las arreglaba para ser algo necesario y liberador. - Y por eso... ¡Te necesito conmigo! T-Todas las promesas... T-todo lo que dijimos... Todavía quiero que sea contigo... - Su recuerdo se mantenía presente y de manera constante haría aparición en mi cabeza.

Por más que quisiera odiarte. Por más que debería de querer alejarte de mi por completo, aún te necesitaba. Aunque me hiciste tanto daño... Quería estar contigo.

La voz callaría sin más espectáculo. Haciendo una pausa lo suficientemente larga como para permitirme tranquilizarme por unos momentos más, intente levantarme, mi cuerpo completamente agotado después de todo lo que había pasado. Mis manos suavemente subirían para presionar mis anteojos de manera delicada contra mis ojos, manteniéndolos en su lugar como ya era costumbre. La necesitaba.

Te necesito. ¡Ahora mismo!

Tomaría un poco de aire antes de levantarme por completo, dando unos cuantos pasos rápidos antes de correr hacia la puerta que me separaba de nuestro antiguo cuarto al resto de las salas, este siendo objetivamente el único cuarto al que le daría importancia.

Si iba a hacerlo, si iba a desaparecer de manera tan abrupta, sin dejar un rastro, al menos...

Quería escucharla una vez mas.

Abrí la puerta suavemente, la oscuridad no dejaba que nada se pudiera distinguir o admirar de manera clara, y al prender la luz entrecerré los ojos para ajustarme a la nueva iluminación naranja. Abriéndome puerta al lugar que siempre me hacía quererla más.

El cuarto sería sorprendentemente el lugar más arreglado de todo nuestro hogar. Dando cabida a una habitación un poco más grande de lo que uno se esperaría al entrar.

La cama sería una cama lo suficientemente grande como para unas 3 personas, usando una cobija de un color completamente blanco con unas almohadas rojas de un color rojo profundo, al tocarlas se podría sentir con facilidad la suavidad de las mismas.

Justo al frente de la cama se encontraría una televisión bastante grande que estaba suspendida con la ayuda de más tornillos y estanterías que estaban tontamente colocadas, era de aquellas que uno se encuentra al entrar a un supermercado en la sección de electrónicos. Mis dedos lentamente la tocarían, dándome una pequeña risa nostálgica.

Había sido un regalo mío para ella por su cumpleaños.

Debajo de la pantalla se encontraría un pequeño estante que había visto días mejores en el pasado, un espejo ovalado que apuntaba directamente a la cama, labiales y más utensilios de cosmética que no se habían ni siquiera destapado en varios meses. Cajones que se encontraban llenos de ropa como pantalones y camisas casuales.

Al caminar lentamente hacia adelante el piso crujiría de manera que irrumpiría en el silencio que se hacía presente siempre.

Mis pasos cuidadosamente avanzarían, intentando evitar hacer demasiado ruido, alcanzando el closet de color café que tenía dos puertas corredizas con manijas de color dorado, revelando vestidos y ropa un poco más "Elegante" por así ponerlo.

Mis dedos lentamente recorrieron la fabrica de los vestidos, era lo suficientemente sedosa y suave como para ser agradable al tacto, haciéndome sonreír de manera involuntaria, me detuve en uno de los vestidos color plata que ella solía vestir.

Presione la tela delicadamente entre mi dedo pulgar y mi dedo índice, moviendo mis dedos para sentir la sedosa fabrica del mismo que me recordaba a ella.

Me di vuelta hacia la cama, sus colchas completamente desatendidas que llevaban en la misma posición desde aquel día.

Se mantenían en la misma posición en la que ella las dejó al destaparse de ellas cuando se fue de este lugar, ella solía utilizar el lado izquierdo de la cama, usualmente dejando su pijama de color gris y púrpura en el borde de la cama para doblarla de manera relajada, poniéndola en los cajones o en la ropa sucia, dependiendo del caso.

Esta vez la había dejado, desastrosamente arrugada y atorada entre las sábanas de la cama que teníamos, la tome por unos momentos, suavemente sintiéndola y acercando la hacía mi nariz, oliéndola por tan solo unos segundos para percibir ese característico olor al perfume que utilizaba, generándome un extraño escalofrío gracias a lo familiar que me resultaba, tanto traumatico como nostálgico.

Me pare, no sin antes dejar descansar la prenda de ropa en una posición casi similar a la que ella la había dejado. Moviéndome lentamente hacia la mesita de noche que se encontraba al lado de la posición que ella solía utilizar para dormir. Se encontraría una pequeña lamparilla de noche que se prendería al dar un ligero jalón en el hilo que colgaba por debajo de la misma. Y justo allí estaría el teléfono de nuestro hogar.

Recuerdo exactamente porque se mantendría allí.

Ahí estaba el teléfono para que ella o yo lo utilizáramos durante las noches si es que una de nosotras no estaba presentes. Mi cabeza se movería cuidadosamente de lado a lado en un gesto de desaprobación, sacándome una pequeña risilla.

Era de aquellas cosas que hacían las parejas que apenas se juntaban, siendo tan dulces y tan apegados al otro que parecía que si se separaban por demasiado tiempo morirían, pero sólo hacía falta tiempo. Tiempo para dejar esa etapa de ensueño pasar y convertirse en algo monótono, en algo que lentamente... Acabará en corazones rotos.

Levante el teléfono rápidamente hacia mi pecho, la pantalla verde que tenía brillando con una raya baja que no haría más que parpadear de manera expectante.

Su número lo recordaba tan bien, mi dedo índice marcando los números rápidamente con el característico sonido agudo que harían todos los teléfonos. El último número, aún así, sería un problema. ¿Estaba segura? Si quiera... ¿Contestaría? La necesitaba de manera tan desesperada ahora mismo, la necesitaba aunque sea tener en mente, pero tan solo la pequeña expectativa de lo que diría... Sería arrolladora. Trague saliva para prepararme, aquel trago siendo demasiado largo para mí imaginación, y así, presionando el "6" y después aquel botón de llamar sería que me lo llevaría a la oreja, sentándome lentamente en el frío borde de la cama.

La pantalla después mostraría un "Marcando" que haría que mi corazón corriera instintivamente. Lo sabía. Sabía que prontamente escucharía esa voz que me confrontó en el pasillo, mi mano izquierda se aferraría al borde de el pantalón, mi torso prácticamente desnudo si tan solo no fuera por mi ropa interior se sentiría mas frío de lo que ya se sentía. Mis manos sudarían como un reflejo ya de por sí natural.

Como el de un inocente adolescente que se preparaba para una presentación al grupo.

Se sentiría casi perpetua la llamada que sólo se marcaba por un pitido que sonaría una y otra y otra vez, hasta que de repente paro.

- A-A! - Exclamaría antes de que un sonido cortara mis palabras.

- Por el momento... - Habría un pequeño silencio. Lo recordaba.

Era el maldito buzón de nuevo.

- ¡No podemos contestar! - Se escucharía al otro lado del teléfono. La voz que hablaba era la mía. Recuerdo cuando lo grabamos... Mi mano se tensaría, tomando la fábrica de él pantalón agresivamente - Si, lo sentimos, llame mas tarde y deje un mensaje - Mi voz y su voz exclamarían al unísono con alegría. Extrañaba aquel tono...

El pitido del buzón sonaría anormalmente fuerte está vez, indicando que debería de dejar un mensaje, guardando silencio por unos momentos lo pensé, sabiendo que, tal vez, solo tal vez, ella podría estar escuchando. Mis labios lentamente harían paso a mis palabras, mis ojos otra vez se encontrarían apuntó de dejar que las lágrimas salieran de nuevo, y así, entre pequeños sollozos empezaría a dejar mi mensaje.

El último mensaje.

- M-Me... ¿M-me escuchas? ¿Estas escuchando esto? En verdad... Espero que si. Ahora mismo... Estoy tan cerca de hacerlo. Recuerdas? Aquello que siempre me dijiste que debía hacerlo. Como me lo repetías a diario... Supongo que ya llego la hora, ¿acaso no? - Hice una pausa ligera, tomando aire por unos segundos para evitar que las lágrimas no me interrumpieran demasiado - Aún lo tengo... ¿Recuerdas? - dije mientras abría el cajón de la mesita de noche que estaría completamente vacío a excepción de una pequeña caja roja de terciopelo que guardaba lo que mas apreciaba en mi vida. La abrí de manera lenta, dejando un silencio en la llamada que se rompería cuando las lágrimas lo reemplazarían.

Dentro de la pequeña caja brillaría un pequeño anillo dorado que ella me había dado, lentamente poniéndome el accesorio, mis ojos humedeciéndose, haciendo que ver a través de los anteojos, por lo cual los removí de mi rostro, dejándolos descansar en la cama suavemente.

- "¿Quieres estar en mi vida, por el poco... O mucho que me quedé?" "Eres lo que mas amo, mi Katherine. Acaso no lo notas? Te amo!" - Un pequeño silencio le siguió - Fueron tus palabras. ¿Lo recuerdas? Lo prometimos... ¿Y ahora? ¿Que queda? - La pregunta era poco más que retórica, mi tono obviamente indicándole al acabar la oración con una risa pequeña - Me marcaste, me heriste, me amaste... ¿Pero después de todo? Después del dolor, de las lágrimas, de cada una de las pequeñas cosas dolorosas que me hiciste... -

Susurraría la última parte.

Esforzándome para ver si todavía podía decir solo un "Te odio" Quería abandonarte. Quería dejarte ir tan desesperadamente. Te mantuviste tan presente en mi cabeza que ahora... No puedo abandonarte. Te necesitaba. Te necesitaba de una manera tan grande y exagerada que no puedo vivir sin ti. - Sigues en mi cabeza. Y... Simplemente no puedo abandonarte. Te necesito... ¡Te necesito! - Exclame tan fuerte como pude. - Siempre te lo dije. ¡Siempre! Y ahora simplemente no importa. Jamás importo, ni por un segundo. Era insignificante. Siempre lo fui. Pero tu eres mi todo. Te amo... - Susurraría ante el teléfono delicadamente. No quería decir nada mas. Era mas que suficiente. Mi rostro se sentía casi en llamas gracias a las lágrimas y sollozos continuos ahora mismo. Eso era todo.

- Te amo, te amo, te amo... Pase lo que pase, te amo, te amo y jamas dejara de ser así. Al final de todo... Quedamos que así sería. ¿No? Hasta la muerte... Te amo - Terminaría de susurrar, dejando el mensaje y colgando el teléfono poco después. Todo había quedado cerrado. Solo quedaba algo que hacer

Escapar.

Saldría del cuarto torpemente, admirando por unos últimos segundos el cuarto antes de cerrar la puerta con un gesto de tranquilidad. Podía sentir mis ojos claramente irritados, una sensación que no tan solo ya era costumbre al llegar a casa, si no que también seguía siendo tan molesta como cuando era una niña que era capaz de llorar por todo.

Me dirigí a la cocina con un paso decidido, todo había quedado aclarado, las últimas palabras habían sido dichas, palabras que tal vez podrían ser escuchadas, y sólo tal vez podrían ser importantes para ella. La cocina tendría varios cajones. Algunos guardaban platos, utensilios o vasos en algunos casos. Siempre pensé que era algo extraño meter vasos en algún cajón, pero era extravagante. El cajón que guardaba los utensilios de cocina sería mi objetivo principal, jalando la manija dorada para revelar tenedores de color plateado, cucharas del mismo color, pero buscaba algo más.

Mi mano derecha se aventuró dentro del cajón, moviendo de lado a lado los utensilios hasta encontrarlos. Revelando un cuchillo de gran tamaño completamente liso y afilado. Al tomarlo lo levante, colocándolo al frente mío para analizarlo lentamente, dándole vuelta mientras sentía otro escalofrío familiar, recordaba con cuanta facilidad podía cortar la piel, haciéndola parecer como apenas una hoja de papel que recubría nuestro débil cuerpo, para después dejar marcas, recordatorios, de lo débiles que en verdad somos. Lleve el cuchillo a mi lado con un paso más dubitativo, abriendo la puerta que llevaba justo al frente de nuestro antiguo cuarto, revelando un baño que no tenía ninguna característica muy prominente, un inodoro colocado a la mano derecha, un espejo que utilizábamos cuando no teníamos tiempo para arreglarnos dentro del cuarto.

Mi frágil mano se movería cuidadosamente hacia el grifo de la bañera, dos grifos se encontrarían al lado derecho, cada uno para agua fría y caliente, mi mano lentamente dio una tortuosa vuelta a la llave caliente, lenta pero de manera segura me encargue de que se empezará a llenar la vacía tina de color blanco.

El grifo al llegar a su límite se encargaría de empezar a sacar agua de manera rápida y con un ruido que era ensordecedor en su propia manera. El vapor del agua caliente se alzaba continuamente, empapando el techo y con cristalinas gotas que amenazaban con caer pronto.

Entonces lentamente me desvestí, sacando mi celular de manera delicada y dejándolo reposar en el lavamanos que estaba muy cerca de la tina, justo a mi alcance. Arroje mi ropa con un gesto débil hacia un lado, creando una pequeña pila de ropa que jamás me volvería a importar.

Con un gesto cuidadoso mi pie se encargo de tocar el agua, asegurándome de la ya obvia temperatura exagerada en la bañera fue que empecé a sumergirme lentamente, una pierna a la vez antes de meterme por completo. El agua seguía elevándose rápidamente, y al entrar yo fue suficiente para hacer que se desbordara, el agua cayendo en el suelo mientras un poco de la misma salía por debajo del marco de la puerta.

Tome el cuchillo lentamente con un gesto en mi rostro de asombro. Era tan... Surrealista. El sonido del agua corriendo continuamente, el imaginarme que todo acabaría pronto... Era un batidillo de emociones que estaba apuntó de probar.

El cuchillo entonces lentamente se sumergiría al lado de mi mano, y tomando un pequeño respiro mire hacia arriba. El techo blanco junto con el sonido de el agua corriendo sería cada vez más tranquilizante, convirtiéndose en un ambiente casi hipnótico.

Levantaría mi brazo, intentando alcanzar el techo en un esfuerzo casi inútil, notando las marcas en mis brazos antes de tensar mi mano en un puño

- Con que... Así acaba todo, ¿eh? - me pregunté a mi misma, riendo de manera irónica.

Hace un par de años pensaría que el suicidio era algo estúpido, y henos aquí. Sin mas salida...

Pegue mi espalda desnuda contra la tina, regresando mi brazo abajo del agua, colocando el cuchillo arriba de mi brazo, de manera tentadora chocando la cuchilla contra la parte inferior de mi muñeca, y tomando un respiro... Un tirón con fuerza.

Un gruñido fuerte le seguiría a esa acción. El agua caliente junto a la humedad de mi piel sería perfecto para hacer todo más sencillo. La cortadura sería perfectamente visible, sangrando moderadamente, pero eso... No sería suficiente.

Alinee la cuchilla de nuevo en la misma cortadura, presionando suavemente mientras mis dientes se presionaban.

Un Tirón más. Con más fuerza.

Aquel tirón sería mucho más fuerte que el anterior, y sería mucho más notorio que antes. Mis piernas se harían hacia atrás con fuerza, mis pies estirándose gracias al dolor del corte, esta vez la sangre fluirá continuamente, y un ardor se haría presente, amplificándose gracias al agua.

Se repetiría el proceso una, y otra, y otra vez, hasta que el agua de manera continua se empezaría a teñir con el color de mi sangre. Mi cuerpo temblaba fuertemente por el dolor y ardor que me infligían las cortaduras, tomé el cuchillo y lo arroje con un intento de fuerza hacia el otro lado del cuarto que choco contra el suelo patéticamente, la debilidad Gracias a la falta de sangre... Sería más que obvia.

Me relaje, sabiendo que tan solo en unos momentos... Todo acabaría.

El agua sería casi completamente roja como el vino, y podía sentir como mis párpados serían cada vez más y más pesados, sonreí con esa ironía de la última vez, sintiendo como aquella ilusión de la muerte... Se hacía cada vez más presente.

Siempre me lo pregunté. ¿Acaso vería la luz al final del túnel? ¿Vería mi vida pasar frente a mis ojos?

Se sentía como el regresar después de un día de duró trabajo. Esa sensación al recostarse y simplemente... Descansar...

Mis ojos entonces se abrirían lentamente al oír un ruido que era diferente al agua corriendo. Un... ¿Timbre?.

Me levantaría con debilidad, mis manos intentando ser un apoyo para mi peso, pero fracasando absolutamente. Mis manos lentamente subirían, tomando mi teléfono y volteando para la pantalla con las opciones de responder y colgar. Pero el nombre... No podía ser cierto. No podía serlo.

Alice.

Mis ojos harían su mayor esfuerzo para abrirse completamente, pero todo se sentía inútil. Se sentía como que mi consciencia lentamente se alejaba de mi. Me pare de la tina de manera rápida, pero mi esfuerzo débil se vería castigado cuando tropecé. Cayendo en el suelo con fuerza mientras me pegaba contra en suelo que estaba inundándose gracias a la tina. Tomé el teléfono que se sentía como la cosa más pesada que había tenido el infortunio de levantar.

Era una mirada patética, simplemente yacía en el suelo inútilmente, boca abajo mientras intentaba responder la llamada, pero... Ya era tarde.

La pantalla del teléfono sin esfuerzo se apagaría, mostrando el fondo de pantalla que marcaba un.

"Llamada perdida. Alice"

Mi débil cuerpo ya no podía luchar más, la pérdida de sangre... Era más que suficiente, la agua tenía un delicado tinte de rojo, reposando mi cabeza en el suelo antes de cerrar mis ojos por unos momentos.

Se había acabado. Estos eran mis últimos momentos.

Dejé reposar el celular en mis manos, mis piernas completamente estiradas, sin capaz de moverlas gracias a la fatiga, mi cuerpo hormigueaba y era una sensación tan... Pacífica.

Sonaría un llamado a la puerta del timbre que se encontraba al lado de la misma. Haciendo un ruido que usualmente era tan molesto... Pero ahora mismo ya no importaba. Todo se escuchaba tan silenciado... Como los sonidos bajo una almohada, serían casi silenciosos. Sonreí suavemente, el timbre que sonaba tan persistentemente no me importaría. Con mis ultimas fuerzas vería la pantalla. El ver una llamada perdida de Alice... Me hacía tan feliz...

- G-G... G-Gracias... - Susurraría antes de callar por completo.

Mi muerte sería inconsecuente. No sería ningún evento importante o sonado en cualquier lugar. Sería inútil. Pero tu... Fuiste lo único que me importo.

Y como plumas en la blanca nieve invasora de la ciudad pasaría todo, mis manos relajadas y mis ojos cerrados, descansando con una sonrisa.

Y como un pequeño copo de nieve más caería, el espectáculo había pasado.

Todo callaría después de la tormenta.

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