YO TAMBIÉN EXISTO
ADVERTENCIA: EN ESTE CAP HAY VIOLENCIA EXPLÍCITA, ASÍ QUE SI ERES SENSIBLE, ANDA CON CUIDADO.
Una casa aparentemente normal. Es una casa pequeña y humilde, de tejado triangular y de color rojo. Las paredes fuera de la casa son amarillas. Una verja de madera blanca rodea la casa. Detras de la casa, hay un bonito jardín, cuidado por la madre que vive allí. En una de las ventanas, se ven que las cortinas son rosadas y con dibujos de flores grandes y blancas. La puerta de la entrada es marrón chocolate. El picaporte es dorado. Hay un escalón antes de llegar a la entrada. En él hay una alfombra que reza "Bienvenido".
No saben que en breve la tragedia llegara a su puerta.
Y en forma de Rafael.
***
En la cocina se oía un alegre borboteo, la cual provenía de la cacerola que hervía al fuego. Matilda se relamió los labios cuando el delicioso olor de la sopa de pollo que estaba cocinado llegó a sus fosas nasales. Con una mano regordeta, agarró una cuchara, tomó un poco del líquido y sopló un poco para enfriarlo antes de llevarselo a los labios.
-¡Hmmm! -asintió con la cabeza, satisfecha con el resultado. Mientras disfrutaba del sabor, no notó que alguien se acercaba detrás de ella sigilosamente. Alguien muy alto y delgado quien, sin que Matilda se lo esperase, la abrazó de golpe y gritó:
-¡No te lo comas todo!
-¡AH! -chilló Matilda, dejando caer la cuchara. Cuando giró su cabeza, vio que era su marido, quien se echó a reír-. ¡Elías, me asustaste! -protestó mientras se llevaba una mano al pecho.
-Lo siento, lo siento -respondió, antes de darle un beso en la mejilla y colocarse a su lado. Superaba en altura a su esposa, que era mucho más bajita y rellenita. Elías, en cambio, era bastante flaco. Tenía un gran bigote negro bajo su nariz aguileña, ojos grandes y expresivos, de un color azul como el cielo. En aquel momento llevaba una camiseta rosada, un chandal negro, calcetines grises y sin zapatos. Matilda, en cambio, tenía una camiseta amarilla, una falda hasta las rodillas color naranja, y unas zapatillas de andar por casa verde claro-. ¿Cuánto falta? -preguntó Elías, señalando la cazuela. Matilda sonrió ampliamente.
-¡Ya casi enseguida! ¿Puedes poner la mesa por favor?
-¡Claro!
En un par de segundos, sacó cuatro platos, y encima de ellos puso cuatro cucharas. Una para él, para su hermosa esposa, para Dylan, su hijo más pequeño y... Rafael.
Hizo una mueca con la boca mientras colocaba todo sobre la cuadrada mesa cubierta con un mantel rojo en el salón. ¿Ahora donde estaba ese chico? No lo recordaba. O quizás él ni los había avisado. Chasqueó con la lengua. Típico de Rafael. Irse sin avisar. Como si pudiese hacer lo que se le daba la gana en esa casa. Pues no. Tendría que hablar de aquello con Matilda. No podía seguir así.
-¿Ya es la hora de la cena, papá? -preguntó Dylan, asomándo su cabeza por la puerta. Tenía 13 años, unos enormes ojos color miel, igual que su madre, y el cabello corto y negro, como su padre.
-Claro.
-¡Genial! -y rápidamente fue a sentarse a la mesa. Elías se sentó enfrente de él.
-Oye, Dylan...
-¿Sí, papá?
-¿Sabes donde esta tu hermano?
-Fue a visitar a su novia.
-¡Ah, vale!
-Creí que él os lo dijo...
-La verdad, es que no lo recuerdo -se rascó la cabeza, avergonzado de su negligencia. Dylan le sonrió.
-¡No pasa nada! El caso es que sabemos donde esta.
-Ya... -miró su reloj de muñeca. Las 8:59. Hizo de nuevo una mueca con la boca. Se estaba tardando. Decidió llamarlo... justo cuando la puerta de la entrada se abrió de golpe. No sólo eso, se oyó también un portazo.
-¡Debe de ser él! -exclamó Dylan, levantándose rápidamente y corriendo al recibidor con una sonrisa. Vio a su hermano, dandole la espalda y mirando hacia la puerta. Estaba empapado debido a la fuerte llovizna de afuera-. ¡Hola, Rafael! -sin embargo, la sonrisa murió en sus labios cuando su hermano volteó. Estaba muy pálido, tenía el ceño exageramente fruncido, y sus dientes rechinaban. No sólo eso, notó como apretaba los puños y temblaba ligeramente-. Oye, ¿estás bien?
-¡¿Y tú que haces aquí?! ¿No deberías estar en tu cuarto, leyendo esos libros de mierda?
-¡RAFAEL! -exclamó Elías, quien se acercó al oír el grito de su hijo mayor-. ¡No vuelvas a hablarle así a tu hermano!
-¡Bah! -escupió mientras agachaba la mirada, haciendo que parte de su flequillo castaño cayese sobre su rostro, y que un par de gotas de agua se despegasen de su cabello, mojando el suelo.
-Oye, oye, ¿qué pasa? -preguntó Matilda, acercándose confundida. Rápidamente, Rafael se alejó de ahí, corrió hacia las escaleras y subió saltando los escalones de dos en dos, para acto seguido, encerrarse en su cuarto de un portazo, dejando un rastro de agua en el suelo. Elías resopló y se echó el cabello negro hacía atrás.
-Cada día entiendo menos a este chico... Y eso que lo he criado yo...
-¡Oye, no sólo tú!
Elías sonrió divertido.
-Cierto...
-En fin, id a sentaros, la cena esta lista.
-¡Genial! -exclamó Dylan. Él y su padre comenzaron a dirigirse hacia la mesa que estaba en el salón, mientras que Matilda subió las escaleras para hablar con Rafael. Una vez enfrente de su habitación, golpeó la puerta con los nudillos suavemente.
-¿Rafael? ¿Cielo?
-¡¿Qué quieres?!
-La cena esta lista... ¿No tienes hambre?
-...
-Hice sopa de pollo. Pensé que te gustaría.
-... Bueno... Primero me voy a cambiar -y cerró la puerta de un portazo. Matilda soltó un hondo suspiro.
Era verdad que Rafael era un chico de personalidad... fuerte. Pero aquella noche lo notaba algo raro. Parecía que algo lo perturbaba, y ella quería saberlo para poder ayudarlo. Quizás cuando estuviese un poco más tranquilo... Bajó al comedor, y tras un rato, Rafael salió en pijama.
Una vez toda la familia en la mesa, comenzaron a comer, al principio en silencio, haciendo que lo único que se oyese era la cuchara al golpear los platos, los sorbidos y el sonido de las gotas de lluvia al chocar contra el pavimento de afuera.
-¡Ah, casi olvido deciros! -exclamó Dylan alegremente-. ¡El entrenador ha dicho que en breve podremos tener otro partido con un nuevo equipo rival!
-¡Estupendo! -exclamó Elías-. ¡Sabía que podríais! ¡Sois el mejor equipo de toda la ciudad, y seguramente, del país!
-No exageres, papá... -respondió Dylan ruborizándose. Matilda soltó una suave risita.
-Eso, no exageres -intervino Rafael. Todas las miradas se clavaron en él. Tenía la mirada fija en su sopa humeante, y removía el líquido con la cuchara. Apenas había probado bocado. Tenía una mano apoyada sobre su mejilla. Parecía distraído.
-¿A qué vino eso? -preguntó Matilda.
-Tampoco son para tanto -comentó-. Son críos de 13. No pueden ser tan difíciles. Seguro que ganaron de pura chiripa.
-¿Cómo puedes decir eso? -preguntó Elías, alzando la voz, furioso-. ¡Él y su equipo ganaron a otros 5 veces seguida! ¡No puedes llamar a eso suerte! -sus ojos azules soltaban chispas por la ira.
-Déjalo, papá, no me molesta... -dijo Dylan, sintiéndose culpable.
-¡No! Él siempre se comporta así contigo. No esta bien. Eres su hermano, y debe apoyarte -clavó su mirada en Rafael-. Lo que sea que le haya pasado, no es excusa para que te trate como la mierda.
-¡Elías! -exclamó Matilda-. ¡Por favor, ese vocabulario no!
-Lo siento... -balbuceó sonrojándose un poco. Dylan soltó una suave risita y Maltida se cruzó de brazos mientras negaba con la cabeza. Elías se llevó una mano a la cabeza, avergonzado. Nadie notó que cuando él mencionó "Lo que sea que haya pasado" Rafael apretó con fuerza la cuchara y palideció, teniendo el mismo color que el de una calavera.
-Oye, ahora que recuerdo... -comenzó Matilda. Después, miró con sus pequeños ojos color miel a Rafael-. ¿Cómo está Emilia?
Ese nombre... El nombre de su novia... Fue como una soga que se le enrollaba alrededor del cuello, lo asfixiaba y no lo dejaba respirar. Fue como una mano helada que agarraba su corazón y lo apretaba con fuerza, provocando que dejase de latir. Fue lo que hizo que comenzase a sudar frío, y empapase su espalda y frente, haciendo que se le pegase el flequillo.
-¿Rafael...? -preguntó Dylan. Todos lo miraban con los ojos muy abiertos y conteniendo la respiración. Tras una eternidad de silencio, Rafael se levantó de golpe.
-No tengo hambre -soltó en un hilo de voz. Después se alejó a grandes zancadas, ante la expresión confundida y preocupada de su familia.
-¿Qué le pasa? -preguó Matilda, algo asustada, sin dejar de mirar por donde salió Rafael-. Nunca nos cuenta nada. ¿Y si está metido en algo grave...? -lo último lo dijo en un susurro, como si fuese un tabú.
-¡Mamá, no digas eso! -exclamó Dylan, levantándose y acercándose a ella para apoyar una mano sobre su hombro derecho-. Sé que él es algo grosero, pero no es malo. Confío en él -y abrazó a su mamá.
-Yo también -añadió Elías-. No temas, cariño. Lo hemos educado bien.
-Sí... -le aliviaba que su familia tuviese esa confianza en Rafael. Pero... aquel temor no se le iba. Era como un peso sobre su pecho, y un ruido en su mente. Como un zumbido.
Y mientras Matilda se temía lo peor, Rafael se encontraba en su cuarto, tratando de ocultar sus sollozos con la almohada, mientras pensaba en Emilia.
Emilia y su bonito cabello corto negro.
Emilia, tan moderna con esos mechones azules.
Emilia, con esos ojos tan profundos como el mar en los que se perdía.
Emilia, con esa voz que le ponía los vellos de punta.
Emilia y sus comentarios sarcásticos y graciosos que le sacaban una carcajada.
Emilia y ese cuerpo tan perfecto que había acariciado y besado varias veces...
Fue con ella con quien perdió la virginidad. Hasta que la conoció, ninguna chica le había atraído, o le había parecido bonita.
Todas le parecían estúpidas y superficiales. Ninguna le prestaba realmente atención. Ninguna lo miraba realmente.
Pero Emilia lo hizo. Lo vio por quien era. Se interesó en él y se acercó a él. No cucicheaba sobre él a sus espaldas, o se reía de él. Lo escuchó con interés real y lo respeto. Además de que le recomendó bandas y cantantes que ahora eran sus favoritos.
Todo eso comenzó hace tres meses.
Poco a poco, Emilia fue perdiendo esa chispa. Ya no hacía tantos comentarios graciosos, apenas le hablaba, y hasta parecía aburrida cuando estaban juntos.
"Estoy siendo paranoico", se decía, temeroso ante la probabilidad de que Emilia se hubiese cansado de él. ¿Qué haría si ella ya no gustaba de él? ¿Volvería a estar sólo? ¿A ser invisible? ¿A ser el blanco de las burlas? ¡¡¡Eso sí que no!!!
Su respuesta la obtuvo esa misma tarde.
***
-¡Vaya! -exclamó Matilda al entrar al salón-. ¡Rafael! ¿Tú viendo las noticias?
-Sí -respondió él en forma de gruñido. Estaba de brazos cruzados y miraba la pantalla de la TV sin parpadear. Su padre estaba sentado en el sillón, leyendo un libro de ciencia ficción, ya que según él, no había nada bueno en la tele. Aquel libro era de un amigo suyo escritor, quien había decidido empezar a escribir ciencia ficción, a pesar de que antes escribía romance, el cuál su esposa leía.
Matilda acababa de bañarse y revisó a ver que hacía su familia.
Dylan estaba en su cuarto hablando con sus amigos por teléfono. Y por lo que ella oyó, se lo oía muy feliz, haciendo que Matilda esbozase una sonrisa. En el salón... su marido estaba muy centrado en la lectura. Y Rafael... se lo veía igual de mal. Había estado así toda la semana. Ya era sábado.
Miró el reloj de la pared: las 3 de la tarde.
Y en ese momento...
-El lunes 15 de septiembre de esta semana, una pobre chica de unos 17 años fue encontrada en su casa brutalmente asesinada -Matilda soltó un jadeo, y Elías alzó la mirada-. Según la autopsia de la policía, la chica fue golpeada en el cráneo repetidas veces con un objeto duro. Y aunque de momento no se sabe que objeto fue usado exactamente para perpetuar el asesinato, la policía sospecha que se hizo con una lámpara que la joven tenía en su cuarto, ya que esta desaparecida. Si alguien sabe sobre quien pudo haber cometido...
-¡Qué horror! -exclamó Matilda cubriéndose la boca. Elías volteó al oírla, y notó sus ojos llenos de lágrimas-. Esa pobre chica... Tan joven... ¿Quién haría algo así?
-Oh, cariño... -Elías dejó el libro a un lado y se levantó para ir hacia ella y darle un gran abrazo-. Yo siento lo mismo que tú. Pero no temas. Estoy seguro de que atraparán a ese malnacido.
-Eso espe...
Se quedó callada al notar algo raro. Un sonido raro que provenía del sofá. Tanto ella como Elías notaron a Rafael hiperventilando.
-¿Rafael? -Elías se acercó y se sentó a su lado. Los ojos del chico estaban muy abiertos, tenía una mano arrugando su camisa y jadeaba con rapidez, como si el aire se negase a entrar en sus pulmones.
-Cariño, ¿qué pasa? -preguntó Matilda, acercándose para acariciarle la cabeza. Pero apenas lo tocó, Rafael la apartó y se levantó de golpe.
-¡Quiero estar sólo! -y una vez más echó a correr, pero esta vez salió a la calle.
-¿Qué esta pasando? -preguntó Dylan, bajando las escaleras.
-Han encontrado a una pobre chica muerta... -respondió Elias.
Dylan entonces fijó su atención en la TV y sus ojos se abrieron de manera exagerada.
-Yo la conozco... -susurró. Rápidamente sus padres voltearon a verle.
-¿Sí? -preguntó estúpidamente Matilda.
-¿Quién?
-Era... Emilia... La novia de Rafael.
***
Rafael caminaba, notando su corazón latiendole en la garganta. Sus manos temblorosas y sus palmas empapadas.
Menos mal que no le contó a los pocos amigos que tenía lo de él y Emilia. De lo contrario... Caminó sin saber a donde ir, hasta que acabó en un parque. Se dejó caer en un banco y dejó que la fría brisa le acariciase su rostro lleno de sudor.
"Estaré bien" se repetía. "Estaré bien. Aparte de mi familia, nadie sabe sobre nosotros dos. Nada va a pasar. Nada va a pasar".
Y sin embargo, y mirando en retrospectiva... le dolía el motivo por el que ella le pidió aquello.
Cuando comenzaron a salir oficialmente como pareja, ella le pidió que no se lo contase a nadie, y que era algo personal. Él, que en aquel momento estaba cegado de amor por Emilia, accedió sin pensarlo demasiado.
Sin embargo, una tarde en la que todos estaban comiendo en familia, sus padres no paraban de alabar a Dylan y centrarse en él.
Siempre Dylan.
Dylan, tan educado.
Dylan, tan inteligente para su edad.
Dylan, el mejor de los deportes.
Dylan, querido por todos.
Dylan, Dylan, Dylan, Dylan, Dylan, Dylan Dylan Dylan-
¡¡¡Odiaba al maldito Dylan!!!
Ya no aguantaba más. Quería que sus padres lo mirasen a él también. Que centrasen su atención en él. No importaba el por qué, sólo quería que lo hiciesen. Así que soltó:
-¡Tengo novia!
Al instante se hizo silencio y sus padres y Dylan lo miraron impresionados. Los ojos de mamá se llenaron de ilusión.
-¡Es maravilloso! -exclamó juntando sus manos.
-Vaya, ¿y quién es la afortunada?
Rafael, lleno de felicidad y satisfacción por la atención que estaba recibiendo, contó con detalle como fue el día en el que se conocieron.
Fue en una fiesta a la que fue. Había ido con sus dos amigos más cercanos. Era la primera fiesta a la que iba. Él se sentía incómodo y fuera de lugar. En un momento dado, cuando necesitó ir al baño, pisó sin querer a un tipo mucho más grande que él.
-¡OYE!
-¡Per-Perdona!
-¿Estás ciego o qué? -preguntó mientras escupía saliva. Rafael entrecerró sus ojos y sin querer dijo:
-Que asco.
-¡¿QUÉ?!
-¡No, no, espera...! -gritó cuando aquel grandullón lo agarró del cuello de la camisa. Podía sentir su corazón latiendole en la garganta, y un ardor en el agujero de su estómago. Palideció cuando el tipo acercó su cara a la de él.
-¿Te crees mejor que yo? -siseó.
-Marco, déjalo en paz -intervino una voz femenina. Sonó firme y decidida, y también algo amenazante. Rápidamente, Rafael miró hacia su derecha para ver quien era la dueña de una voz tan... tan... dominante.
Y sus mejillas enrojecieron.
Era una chica de su misma altura, con el cabello corto negro hasta los hombros, y las puntas de los mechones teñidos de un azul electrico. Sus ojos también era azules, aunque más oscuros, como el mar. Tenía ropa de cuero negra, unas botas, y estaba de brazos cruzados, mirándolos con el ceño fruncido.
Rafael la miraba asombrado. La había visto por los pasillos del insti y en clase, dándole la espalda, pero nunca habían hablado antes. Entonces, ¿por qué...?
-¡Emi, no te metas donde no te llaman! -ordenó Marco. Estaba tan furioso que se le marcaban las venas de la cara. Como respuesta, Emi rodó sus ojos y sonrió.
-¿Otra vez teniendo problemas de ira? Nunca vas a cambiar, ¿verdad?
-¡¿Qué insinúas?! -gritó, soltando de golpe a Rafael, quien retrocedió, con el corazón latiéndole por mil. Marco se acercó a grandes zancadas a Emi, quien tenía una mano puesta sobre una de sus caderas y lo miraba con una sonrisa burlona.
-¿Yo? No insinúo nada, lo digo alto y claro -apoyó su dedo índice sobre su pecho-. Tienes problemas de ira.
-¡Hija de...! -la agarró del cuello de su camisa, pero rápidamente la soltó cuando Emi le dio un rodillazo en la entrepierna, haciendo que se agarrase esa zona mientras caía de rodillas y soltaba berridos.
-Por animal -y miró a Rafael, quien la había observado con gran admiración. Se acercó a él-. ¿Estás bien?
-... ¿Eh? -le parecía tan irreal y extraño que la chica por la cuál se sentía atraído le hablase, que por un momento creyó que se imaginó su pregunta. Emi sólo se rio.
-¡Que si estas bien! -y le dio un suave golpecito en la cabeza-. ¿Acaso estás dormido?
-¡AH, nono! -enrojeció desde el cuello hasta las orejas-. Yo... -se rascó la nuca-. Mu-Muchas gracias... por ayudarme -murmuró lo último.
-No fue nada -agitó una mano-. Sentí que debía hacerlo... después de todo, es mi ex.
-¡¿Tu ex?!
-Sí... -suspiró-. Pero es un patán, así que lo he dejado.
-Se nota -comento sin querer. Ella se rio al oírlo, y él esbozó una pequeña sonrisa.
Después de eso, tomaron unas bebidas y conversaron más. Al principio, Rafael tenía miedo de compartir sus gustos con ella, por miedo a lo que fuese a pensar de él. Sin embargo, Emi lo escuchó con genuino interés, con una mano bajo su barbilla y asintiendo de vez en cuando. ¡Hasta hizo preguntas, queriendo saber más!
Intercambiaron números, y cuando regresó a casa, contuvo las ganas de llamarla y se limitó a mandarle un texto deseandole "buenas noches". Tras unos segundos ella respondió con un emoji de la luna, haciéndole reír.
Desde esa noche, comenzaron a verse más menudo. Se juntaban en secreto y charlaban. Quedaban fuera de la escuela, iban a comer, iban al cine, jugaban a los recreativos (ella siempre le daba una paliza).
Hasta que Emi lo invitó a su casa, y se acostaron. A partir de ahí, comenzaron a salir, y no fue la única vez que lo hicieron.
Rafael era tan feliz... Sentía que flotaba y que ya nada podía disgustarlo. Ni siquiera Aún si no podía contarle a nadie sobre su relación. Aún sabiendo que ella ya estuvo con alguien.
Aún sabiendo que últimamente se estaban viendo.
Cada vez que le preguntaba, Emi se limitaba a rodar sus ojos azules y responder en un tono molesto que "cosas de viejos amigos" para después, añadir en un tono acusatorio que no fuese tan celoso, haciéndole sentir culpable.
Pero no podía evitar sospechar. Desde que Emi y su ex se habían encontrado, ella parecía... aburrida de él. Ya no se reía tan a menudo, ya no le sonreía, y era él quien tenía que llamar para quedar. Sin embargo, últimamente parecía que siempre estaba ocupada. Que si su mamá la necesitaba en la tienda, que si había quedado con amigas, que si no se encontraba bien, que estaba ocupada con la tarea...
Siempre que pensaba en la probabilidad de que Emi lo dejase, sentía su estómago arder, una horrible sensación de vértigo, y un gran temor que lo cubría y lo hacía sentirse diminuto.
Sin ella... ¿qué haría? Emi lo miraba de verdad por quién era. Si ella estaba aburrida de él... ¿acaso eso significaba que realmente no valía la pena? No paraba de morderse las uñas mientras reflexionaba.
Su respuesta la obtuvo hace poco, cuando lo llamó para que viniese a su casa.
"Tenemos que hablar".
Fue todo lo que dijo.
Una vez en su casa, subieron a su cuarto, y él se sentó en la cama, como de costumbre. Pero Emi se quedó de pie, y de brazos cruzados, con una expresión seria. Los padres de ella no estaban en casa, hecho que normalmente lo emocionaría porque significaría que podrían hacer el amor. Sin embargo, por la manera en la que habló por teléfono y la actitud que ella estaba teniendo, sólo sentía tenazas aferrándose a su estómago.
-¿Y...? -Rafael tragó saliva-. ¿De qué quieres hablar?
No respondió de inmediato, sino que primero dirigió su mirada al suelo, luego puso sus ojos en blanco mientras resoplaba y se pasaba una mano por el pelo y giraba su cuerpo hacia otro lado, evitando todo lo posible hacer contacto visual con él.
-Yo... no sé como decírtelo -empezó, con sus manos apoyadas sobre sus caderas y mirando a la pared de al lado.
Al oír aquello, Rafael sintió una fuerte punzada en su estómago, y su respiración se cortó.
-¿A qué te refieres? -preguntó, pálido.
-Tenemos que terminar -soltó finalmente, mirándolo fijamente con esos hermosos ojos en los que se había perdido tantas veces... pero que ahora eran tan fríos como un témpano de hielo.
-Que... ¿Qué? -sus manos empezaron a temblar. Aquello no podía ser real.
-Tenemos que terminar -repitió, cruzándose de brazos, viéndose más calmada-. Ha sido divertido, pero ya no quiero seguir con esto, Rafael.
-... ¿Qué dijiste? -preguntó, levantandose lentamente y deseando que sus oídos lo hubiesen engañado.
-Ya te lo he dicho, joder, que tenemos...
-¿Qué fue divertido? -interrumpidó, acercándose. Emi dejó caer sus brazos y retrocedió hasta chocar con la pared tras ella.
-Oye, me estas asustando...
-¡¿Sólo fui un juego para ti?! ¿Una distracción? ¿Algo con lo que divertirte?
-Rafael...
-¡Tú me gustas de verdad! -la agarró de los brazos, provocando que ella diese un respingo y abriese sus ojos como platos-. ¡Y pensé que yo también te gusto!
-¡Y lo haces! -asintió con la cabeza-. ¡En verdad me gustas!
-¿Entonces?
-No sé... -agachó la mirada-. Simplemente ya no siento... la misma emoción.
-... ¿Es por él?
-¿Qué?
-Ese chico... tu exnovio... Damian...
-¿De qué estás...?
-¡¿ES POR ÉL?! -comenzó a sacudirla de manera violenta, haciendo que Emi pegase un pequeño grito-. ¡¿ACASO NO SOY SUIFICIENTE PARA TI?!
-¡¡¡PARA, ME HACES DAÑO!!! -chilló, pegándole una cachetada y luego empujándolo haciéndolo retroceder-. ¡¡Y sí, no lo eres!! ¡Eres un inmaduro, egoísta y violento!
-... No... -pudo sentir un cuchillo atravesar su pecho. Lentamente comenzó a retroceder-. Yo...
-¿Tú qué? ¿Ah? -Emi, en cambio, comenzó a acercarse a él, con sus ojos clavándose en lo más profundo de su alma-. ¿"Eres un buen chico"? Pff, por favor, ¡no le gustas a nadie! Eres taaan pesado y egoísta, y crees que el mundo te debe algo... -Rafael chocó con la mesita de noche, que estaba cerca de la cama de Emi-. Creía que eres un buen chico, pero eres patético, ¿me oyes? ¡Patético!
-Basta... -masculló entre dientes-. ¡¡Basta!! -y le dio tal cachetada que Emi cayó al suelo, haciendo que sangrase por la nariz. Ella se quedó en el suelo, temblando-. ¡¡No soy egoísta, no soy un pesado!! -comenzó a revolverse el pelo-. ¡¡¡Es la culpa de todos los demás!!! -grandes cantidades de saliva salían disparadas de su boca, algunas cayendo al suelo, otras escurriéndose por su barbilla-. ¡Siempre me miráis por encima del hombro, como si no valiese nada! -la señaló con el dedo mientras la miraba con tal odio que Emi trató lentamente de arrastrarse contra la pared-. ¡¡Yo también soy importante!! ¡¡¡YO TAMBIÉN EXISTO!!!
-Ra-Rafael... -balbuceó, sintiéndo su mirada borrosa por las lágrimas. Emi notaba en la mirada del chico algo raro... como si no la viese a ella. Como si le hablase a alguien más... ¿A quién?
-¡YA NO MÁS! -de repente, se volteó, agarró la lampara de la mesita y se abalanzó contra Emi quien gritó su nombre, antes de callarse al recibir el primer golpe.
Recibió otro. Y otro. Y otro. Hasta que su rostro se volvió irreconocible. Hasta que la sangre manchó el suelo, la pared de atrás... y las manos de Rafael.
Tras un buen rato, se detuvo, jadeando, con el rostro lleno de sudor. Y fue cuando se calmó, que notó el cuerpo enfrente de él. Sus ojos se abrieron de manera exagerada, haciendo que casi se le saliese las órbitas de sus cuencas.
-¿Emi? -susurró. Al no recibir respuesta, se dio cuenta de lo que hizo-. Oh, no -balbuceó dejando caer la lámpara-. ¿Emi? -se abalanzó de nuevo, esta vez agarrandola de los hombros con suavidad y sacudiéndola-. ¿Emi? ¡¿Emi?! -siguió así un buen rato, ignorando el rostro y cráneo destrozado de la chica-. ¡Emi! ¡¡¡EMI!!! -gritó sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas-. ¡¡Oh, por favor, no!! ¡¡¡NO!!! -la abrazó contra su pecho, soltando gritos de dolor-. ¡¡¡Lo siento, Emi, lo siento, lo siento!!! -sollozaba mientras la mecía suavemente. Se quedó un buen rato llorando, hasta que se convirtió en un suave sollozo. Se secó las lágrimas con las mangas, y con cuidado, alzó a Emi en brazos y la dejó con cuidado sobre la cama-. Lo siento -susurro, antes de apagar la luz, e ir al baño para lavarse las manos lo mejor que podía. Después, salió y cerró la puerta con cuidado, para acto seguido, echar a correr bajo la fuerte lluvía que estaba cayendo.
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Yyyyyy tras años sin subir nada, por fin, ¡nueva historia, y una mucho más larga! ¿Qué opinan?
¡Comenten y espero no tardar otros mil años en subir nuevo cap!
Besitos.
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