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NADA PUEDE SALIR MAL


Mi nombre es Bella y amo Crepúsculo

No sólo que lo amo; me he releído toda la saga como unas diez veces. Y me he revisto las pelis unas veinte veces. Me he comprado hasta la adaptación en cómic, y de momento, me lo he releído unas cinco veces. Me sé todos los diálogos de memoria, he subrayado mis frases favoritas, y no importa cuántas veces he visto el final, siempre me pongo a llorar. 

Y si creéis que eso ya es suficiente, pues os equivocáis, porque hay más. Tengo posters de Crepúsculo en las paredes (la mayoría de Edward Cullen, mi amado). Me he teñido mi cabello negro a unos castaño similar al que tiene Kristen Stewart y peinado lo más similar posible. Menos mal que ya soy mayor de edad, porque ahora mis padres no pueden decidir sobre mi físico. A ver, aún hay ciertas cosas, como mantener mi cuarto ordenado, ayudar en la cocina, y poner la mesa y de vez en cuando lavar los platos. ¡Pero! Aparte de eso, tengo bastante libertad para hacer lo que me gusta. 

Pero a pesar de todo, no quiero ser una carga para mis padres así que busqué un trabajo de medio tiempo. ¿Y qué creéis? ¡Lo encontré! En un supermercado. Y tengo que colocar productos en estantes y tal. Yey. Emocionante. Menos mal que pagan bien, que si no...

Lo que quiero realmente hacer es escribir novelas de romance. Ser una escritora tan exitosa como Stephenie Meyer y conmover a una gran cantidad de adolescentes, como lo hizo conmigo. Descubrí la novela de casualidad. Estaba paseando por el centro comercial con mis padres aburrida, hasta que vi el libro en la estantería. Pegué la nariz en el cristal para verlo más de cerca, porque me llamaba la atención la portada y el título. Mis padres, algo complacidos porque estuviese interesada en algo "productivo" (encerrarse en el cuarto y escuchar BTS por varias horas sin parar no era algo productivo según su punto de vista) entraron a la tienda y me dejaron ojearlo. Me llamó de inmediato la atención, y con sonrisas tan grandes en su cara que daban miedo, me lo compraron. 

Una vez en casa, me lo terminé de tirón. No podía dejar de leerlo. Me enamoré de la historia, de Edward Cullen y de su historia de amor tan interesante con Bella. Una vez terminé el primero, supe que necesitaba leerme el resto de la saga.

Y así nació mi amor por la saga, que se incrementó cuando se estrenaron las películas. Los actores simplemente eran perfectos... aunque Kristen Stewart podría ser algo más expresiva, pero no puede ser todo perfecto. 

Sin embargo, no todos comprenden la belleza de esta saga, y se me quedan mirando raro cuando lo leo en el instituto, o hablo con emoción de esta junto a mi mejor amiga. ¿Qué les pasa? Así que trató de mantenerlo lo más oculto posible. 

Sólo mis padres y mi mejor amiga, Katy, lo saben. 


                                                                                           ***

-Otra chica ha desaparecido, esta vez una de unos 17 años llamada Maddie, la cuál fue vista por última vez hace dos semanas... 

-Ya es la quinta chica -murmura mi padre antes de tomar un sorbo de café de su taza. Sus ojos azules están clavados en la TV, y se nota la tristeza en ellos. Mi madre escucha lo que papá dijo, y me mira asustada.

-¿Estás segura de que es buena idea ir al trabajo sola, Isabella? 

Yo puse los ojos en blanco. Ella siempre se preocupaba de más... ¡y no me llamaba Bella! 

-Sí, mamá, la tienda está muy cerca de casa, no te preocupes -respondo agitando una mano. Pero aún así, ella sigue mirándome como si fuese a viajar sóla hasta Transilvania, y no al supermercado que estaba a dos calles de aquí. 

-Papá podría llevarte... -empieza mientras apoya una mano sobre su mejilla. 

-Que estaré bien, mamá. Sabes que la tienda está casi al lado. Te llamaré, ¿okay? 

Ella suelta un hondo suspiro.

-Bien -y toma su tostada-. Entonces date prisa, o llegarás tarde.

Me quedo congelada y reviso la hora en mi reloj de muñeca. ¡Mierda! 


                                                                                           ***

-Llegas tarde -dice mi jefe mirándome con sus diminutos ojos entrecerrados. Yo agacho la mirada.

-Perdona -balbuceo. Como odio que me regañen. Oigo como el jefe chasquea con la lengua, seguro que decepcionado de mí. 

-Que sea la última vez -dice simplemente-. Agarra esa caja y vete al estante 15 -yo me acerco y agacho para tomarla, cuando él justo dice-. ¡Ah! Y hay un chico nuevo. Se llama Edward. Si él necesita algo, ayúdalo, que es novato.

Cuando oigo su nombre, siento mis brazos débiles. ¿Dijo... Edward? Y yo me llamo Bella... ¿Acaso...? Sacudo la cabeza. No, vaya tontería. Tristemente, mi querido Edward no es real, y sólo vive en imaginación. 

Agarró la gran caja de cartón llena de paquetes de papel higiénico y me dirijo al estante 15. Una vez ahí, dejó caer la caja de golpe con un resoplido y comienzo mi aburrida tarea. En serio, preferiría estar trabajando en mi novela y no en esto...

-Am, perdona... -oigo una voz masculina y que suena como música para mis oídos. Es una voz muy única... Profunda... casi no humano. Volteo y es entonces cuando lo veo. 

Tiene unos ojos verde oscuro y muy profundos que siento como me arrastran en ellos como un agujero negro; es muy alto, de hombros y espalda ancha; sus brazos están al descubierto por la manga corta y noto lo musculosos que son. Y a pesar del chaleco del uniforme, se nota que todo su cuerpo esta bien formado. Y su cabello... es de un castaño oscuro que me recuerda al chocolate caliente, aparte se ve muy sedoso y me da ganas de enredar mis dedos en ellos... 

-Esto... ¿Isabella? 

Parpadeo, como si acabase de despertar. Joder, ¿cuánto rato me quedé mirándolo embobada? Carraspeo y esbozo la sonrisa más bonita que puedo.

-¿Sí? Que pasa... -rápidamente me fijo en la tarjetita de su pecho. En efecto; ¡¡¡es Edward!!! ¡Y es más guapo de lo que creí!-. ¿Edward?

-Am... -aparta sus hermosos ojos color jade y se lleva una mano a la nuca-. No es nada realmente, sólo quiero conocer a todos mis compañeros... 

-Oh, ya veo -mi tonta cabeza ya había empezado a imaginarse mil tonterías. ¡Apenas nos conocemos! 

-Entonces, tú eres Isabella, ¿cierto? 

Estúpidas mejillas y estúpido rubor. 

-Claro, aunque puedes llamarme... Bella -susurro lo último, sintiendo toda mi cara roja. Él esboza una sonrisa y yo siento que me voy a derretir ahí mismo.

-Bella... -joder, podía sentir mi piel ponerse de gallina por lo hermoso que se escuchó mi nombre en su boca-. Espero que seamos amigos.

-Igualmente.


                                                                                           ***

Después de terminar de colocar los productos, hacemos otras tareas, como revisar los productos que las cajas que nos mandan, o asegurarnos si algún cliente necesita algo, entre otras cosas. 

Finalmente termina la jornada, y podemos irnos. Los empleados salen por detrás de la tienda. Al salir, me doy cuenta de que Edward me sigue y mi corazón empieza a latir como loco.

-Am, hola...

-Hola... -susurro yo. 

-No es que quiera molestar, pero... ¿quieres que te acompañe a casa? 

Oh, mi madre. ¡Oh, mi bendita madre! ¡¿Tan rápido?! No es que me queje, ¡es genial!

-Bu-Bueno, si quieres... -balbuceo-. A-Aunque vivo bastante cerca... -¡¡¡CÁLLATE!!!

-¡No pasa nada! No es molestia. Quiero asegurarme de que estés bien. Han habido tantas desapariciones últimamente... 

-Es verdad... -no iba a resistirme, obviamente. 

Durante el corto camino, ambos nos quedamos callados. Esta bastante oscuro. El cielo esta completamente negro, y las farolas iluminan con su luz blanca las calles. Él camina con sus manos en los bolsillos de sus vaqueros y yo camino con la cabeza gacha, y mis manos entrelazadas. No me atrevo a mirarlo. Es tan... bello. 

-¿Tienes novio?

Casi me atraganto con mi saliva al oír esa pregunta. ¡¿Es en serio?!

-No... ¿Y tú tienes nova?

-No.

¡ALELUYA! 

-Ah... Okay... 

Finalmente llegamos a mi casa. Nos despemidos y una vez dentro, me di cuenta de que había contenido la respiración.

Una vez en mi cuarto, le conté emocionada por teléfono a mi mejor amiga sobre lo sucedido, tumbada y apoyada en mis codos.

-¡Es que es simplemente hermoso, Katy!

-Ajá.

-¡Y tan tierno!

-Ajá.

-¡Y amable!

-Ajá.

-Y también tímido... Aunque no tanto como parece, ¡porque me pregunto si tengo novio!

-Vaya.

-Y yo le pregunté si tenía novia. Katy, en serio, creí que me iba a morir de la verguenza. Por suerte dijo que no. 

-Bien.

-¿Sabes lo que significa?

-Sí.

-¡Quiere invitarme a salir!

-Lo sé.

-... Katy, te noto rara. 

-Perdona, Bella. Es sólo que... -soltó un hondo suspiro y yo me incorporé en la cama-. Mi vecina y amiga Maddie lleva bastante desaparecida... Ojalá este bien.

-Katy, de verdad siento oír eso...

-Esta bien, no te preocupes. Espero que ese chico te invite a salir, eres una chica muy linda.

-Gracias, Katy.

Lo mejor es que sí lo hizo. Sólo que se tomó su tiempo. 

Una semana, para ser exactos.

Se acercaba a mí y teníamos pequeñas charlas, aunque no me contaba mucho sobre su vida fuera del trabajo, porque es tan tímido... hasta que ayer me invitó a una cita. 

-Hey, Bella... -se acercó estrechando sus manos. Tenía la mirada gacha, como siempre. Yo lo miré curiosa.

-¿Qué pasa, Edward? -cada vez que digo su nombre, siento una dulce sensación en la boca. 

-Yo... sé que nos conocemos de hace poco, pero... estaba pensando... -por un momento mi corazón se detuvo. ¿Es lo que yo creo que es?, pensé-. ¿Quieres... ir a una cita... mañana, sábado? ¿Por la tarde?

-¡SÍ! 

Y pues, así de fácil. Él me pidió que fuese en la tarde, y yo no tuve ningún problema. 

Ahora estoy terminando de prepararme. Me he puesto un vestido azul con tirantes y que me llega por encima de la rodilla, y unos tacones negros. Me he hecho un moño alto, puesto unos pendientes plateados que no suelo usar y usado sombra de ojos y delineador. 

Ah, y le conté a mi mejor amiga, obviamente.

-¡Qué bien, Bella! Sólo ten cuidado, por favor... No quiero perder a otra amiga.

-Katy... Todo va a estar bien. Mira, después de la cita, iré a tu casa y pasaremos tooooda la noche juntas, ¿qué dices?

-Eso suena genial -me la imaginé sonriendo, y eso me tranquilizó un poco. 


                                                                                    ***

Uff, estoy nerviosa. Él dijo que vendría a por mí, así que lo estoy esperando enfrente de la puerta. Entonces lo veo...

Se ha peinado el cabello hacía atrás, y tiene una camiseta negra ajustada, con un símbolo raro de color blanco, unos vaqueros grises y deportivas negras. Al verlo vestido ta informal, me siento ridícula.

-Oh, te ves bien... -balbuceo, enrojeciendo como un pimiento. Edward sonríe y alza una ceja.

-Tú te ves hermosa. 

Mis piernas y manos tiemblan como locas, así que escondo las manos tras mi espalda. Ojalá pudiese hacer lo mismo con mis piernas. Edward se acerca y me extiende su mano.

-¿Vamos?

-Vamos -respondo tímidamente mientras despacio lo tomo de la mano. Y por un momento, casi me echo para atrás, porque... juré haber tocado un témpano de hielo. Sacudo la cabeza y le estrecho la mano antes de pensar algo raro. 

Caminamos y vamos a un restaurante italiano. Mientras esperamos en una mesa cubierta por un mantel blanco, charlamos.

-¿Tienes hermanos? -le pregunto. Estoy dispuesta a saber más sobre él. 

-Bueno... Sí. Muchos hermanos.

-¿Cuántos, más o menos?

Él esboza una sonrisa.

-Unos 12 hermanos.

Me echo para atrás y arqueo las cejas.

-¡Bromeas!

Él se echa a reír.

-¡Lo juro!

-Vaya... -no puedo evitar sonreír divertida.-. Soy hija única, pero puedo imaginar el horror que sería tener tantos hermanos...

-No tanto. Nos llevamos muy bien y nos vemos a menudo. 

-Que bonito...

-Sí -responde, mirándome fijamente-. Lo es -y en ese momento, noto algo extraño en sus ojos. Primero un destello, o un brillo de un color... Además, la manera en la que me mira... Me esta costando mantener la sonrisa y no puedo evitar revolverme en mi asiento algo nerviosa. Es como una pequeña piedra en la boca del estómago.

Finalmente el camarero llega con dos platos de espaguetis y yo me relajo al verlo actuar como siempre. Sólo estoy teniendo ideas raras... 

Esta vez, decido hablar yo para distraerme y le cuento sobre mí: como que me gusta jugar al vóleibol, que a mí sí me gusta Adam Sandler, que me gusta escuchar a Rihanna, que lloré con El Rey León y que mi saga favorita es Crepúsculo.

Ante eso último, el forma un perfecto círculo con su boca, como sorprendido y yo aparto la mirada, avergonzada.

-¡Vaya, no sabía que aún hay gente que le gusta esa saga!

Yo me encojo de hombros.

-Bueno, pues a mí aún me gusta. 

-Y no tiene nada de malo. 

Alzo la mirada y lo observo emocionada. 

-¿De verdad piensas eso?

Él asiente con una sonrisa. Una gran calidez recorre todo mi cuerpo. ¡No lo puedo creer! ¡Quiero dar saltos!

Como mis espaguetis de muy buen humor sin dejar de contarle todo lo que amo de la saga. Edward simplemente me escucha con una sonrisa y asintiendo con la cabeza de vez en cuando. Estoy tan feliz que quiero llorar... 

                                                                                   ***

Después de comer (bueno, sólo yo comí, él apenas lo hizo, diciendo que no tenía mucha hambre), paga la cuenta, aún cuando insisto en pagar mi parte, y salimos agarrados del brazo. Afuera ya ha anochecido, y apenas hay gente en la calle, pero con él a mi lado, no tengo miedo.

-Ha sido divertido -comento en voz baja.

-Sí... Pero hay algo más que quiero enseñarte.

-¿El qué?

-¡Ya verás! 

Comenzamos a caminar hasta llegar a un parque. No hay nadie. Sólo hay como tres farolas. Los árboles se ven como siluetas negras. Él me lleva hacía uno bastante grande. 

-¿Qué es lo que querías enseñarme? -pregunto curiosa. Notó una brisa que me eriza la piel mientras Edward me mira con atención. Y entonces notó el brillo otra vez... Uno rojo-. ¿Edward? -musito.

-Bella... -se acerca y me abraza, haciendo que de un respingo. Pero no protesto. Sonrío y le correspondo al abrazo. Esta helado, pero no me molesta mucho, a pesar de que ya hace frío. Entonces noto su cálido aliento sobre mi cuello y siento un escalofrío que me recorre desde los talones hasta la nuca.

-Edward... -no puedo terminar... porque de repente siento algo afilado clavarse en mi cuello, haciendo que de un grito y lo empuje de golpe. ¡¿Qué acaba de pasar?! Noto que sangre cae por la barbilla de Edward... quien esta... sonriéndome divertido. Rápidamente me cubro la mordida con la mano, mientras comienzo a temblar como loca, esta vez del miedo-. ¡¡¡Edward!!! ¡¿Qué coño haces?! 

-¿No es obvio? -pregunta, ladeando la cabeza y mirándome como si hubiese dicho una estupidez-. Intento comer -dice mientras se limpia la sangre con el antebrazo.

-¿Comer...? -lo digo tan bajo que apenas me oigo. Mis piernas... se sienten tan débiles... que ceden y caigo al suelo, sin dejar de cubrir la herida que sigue sangrando. Puedo sentir mi cara pálida-. ¿Qué dices... ? -pregunto, esta vez alzando un poco más la voz. 

-Dije... -de repente sus ojos se vuelven completamente rojos-. Que intento... -noto como todos los dientes visibles en su boca se convierten en colmillos-. COMER -su voz cambia por completo. Se vuelve aún más ronca, más grave... como una voz gutural.

De repente echa su cabeza hacia atrás y comienza a contorsionar todo su cuerpo de manera rara, provocando chasquidos, como si los huesos de su cuerpo se rompiesen. Yo empiezo a gemir de miedo mientras despacio retrocedo hasta chocar contra el árbol. Siento toda la sangre de mis venas congeladas, mis manos tiemblan y lágrimas comienzan a asomarse por mis ojos. Esto debe de ser una pesadilla... 

Cuando por fin para, huelo un olor extraño como a putrefacto. Ya no tiene pelo, su cuerpo es mucho más grande, sus brazos más... largos, y el color de su piel... No veo que color es exactamente, pero parece ser uno muy oscuro... 

Oh, no... Se está acercando... Está sonriéndome... Mamá... Papá... Katy... Alguien-


                                                                                     ***

-Ya ha pasado una semana desde que la joven Isabella Grey, de 18 años, ha desaparecido. Fue vista por última vez el sábado. Si alguien tiene información sobre lo que le pasó, por favor, llame a este número...


                                                                                      ***

Katy no sentía nada. Sólo un extraño vacío. Hacía tiempo que ya no se peinaba su cabellera rubia. Bajo sus ojos marrones, tenía grandes ojeras. Había perdido a sus dos mejores amigas en dos semanas... ¿Cómo había sucedido todo esto? No podía entender.

Su madre había decidido que fuese a una terapia grupal para poder recibir algo de ayuda, aunque Katy dudase que algo la hiciese sentir mejor. O que la hiciese sentir algo de nuevo... 

La terapia era en una casa pequeña, de color blanco, con grandes ventanas cubiertas por cortinas rojas. Se despidió de su mamá, y con un gran suspiro, se dirgió hacia la casa. Justo cuando iba a abrir la puerta, una mano más quiso agarrar el pomo, apoyandola sobre la de Katy sin querer, haciendo que pegase un pequeño chillido.

-¡Oh, perdona! -era un chico. Y era muy guapo... 

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