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━━ VII | tere naina



❝ ¿Dónde comienza y termina el amor?, 

explícame con las palabras más suaves que conozcas, 

¿por qué la luz de la luna brilla si es de día? ❞

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boston, massachusetts | apartamento de larisa | domingo, marzo 14, 2021, 12:00 p.m | actualidad.

LA ALARMA DEL CELULAR CONECTADO EN el buró de Larisa comenzaba a vibrar desde hace 2 horas, cada 15 minutos, apenas había empezado la de las doce en punto. Después de revisar la ventana la noche anterior, se quitó el vestido, los tacones y como pudo cayó boca abajo adormecida por el alcohol. Rezongó un poco antes de abrir su ojo izquierdo para ver su celular, miró la hora y pensó en volver a dormir, pero era día de cobro y tenía que hacerlo temprano. 

Apagó la alarma un minuto después, respiró hondo y se cambió de posición mirando al techo, sonrió un poco para sí misma con satisfacción, habían brotado de los labios de ambos el no dejar de verse. Esto le suponía una nueva etapa a Larisa, la valentía y motivación de vencer el miedo a establecer contacto. 

Checó la carga de su teléfono y al ver el porcentaje en 100, lo desconectó, revisó si tenía mensajes no leídos y entre sus chats le resaltó el de Ada. Ya no le aterrorizaban los interrogatorios, después de la noche anterior, parecía una persona completamente efusiva, se sentía entusiasmada de contarle a Ada su velada romántica, y así lo hizo.

Chismosa.

Chismosa: ¿Ya llegaste?

Chismosa: Lari, ¿dónde estás?

Chismosa: ¿Estás dormida?

Chismosa: Llámame cuando estés disponible por favor.

Chismosa: ¿Ya despertaste?

Chismosa: Contéstame maldita.

Visto a las 12:05

Marcó a Ada en una llamada de voz después de ver todos los mensajes.

Seguía adormecida, pero simplemente no evitó las ganas de expulsarlo todo, de contarle a alguien su sentir con total atención, y quién mejor que su -probablemente- amiga Ada. Escuchó sonar el teléfono, esperando atentamente a que contestara la persona del otro lado, extrañamente estaba ansiosa por que respondiera.

—Bueno...— Ada dejó la palabra en el aire.

—Soy yo— Ada suspiró y esbozó una sonrisa del otro lado del teléfono, estaba lista para la información. Larisa estaba levantándose de su cama para cambiarse.

—¿Qué pasó anoche que no contestabas?— Dijo la morena juguetonamente, Larisa puso los ojos en blanco.

Ciertamente, a pesar de haber sido una velada muy tranquila dentro de lo que Larisa consideraba invasivo, también le había resultado estimulante. Era la sensación de haberse encontrado en los ojos de otra persona, de saber una opinión distinta a la suya, parte aguas de lo que podría ser considerar la opinión de los demás. Empezando con Chris, y ahora con Ada.

—Quiero contártelo, pero no por teléfono— Ada habría imaginado que la citaría en el café de siempre, pero, la pelirroja se había despertado muy espontánea—Te mandaré mi ubicación para que me alcances en mi choza.

Con un aire de incredulidad, ninguna de las dos realmente creyó que había dicho eso, sin embargo, dentro de su ímpetu por sentirse escuchada y hablar estruendosamente de forma libre, decidió que su primer gran paso por explorar los terrenos del desconocimiento sería el permitirle a un cercano conocer su apartamento por primera vez en años.

La sensación de dejar a alguien entrar le era revoltosa, sentía nauseas repentinamente. En contraste, se sentía bien, quería hacerlo y así lo haría. 

—Está bien, llegaré en cuanto pueda— Le respondió ocultando lo emocionada que estaba.

Después de colgar, se dispuso a enviar su ubicación, se duchó un largo rato, pensando en qué haría de comer, tenía hambre. Quería preparar algo para sorprender a su visita, sintió una calidez por dentro. Esa era la libertad de una amistad.

Larisa se vistió rápidamente, eligiendo algo abrigador, ya que era un día nublado y con viento. Posó su cabello húmedo en su espalda, mientras este secaba, comenzaba a preocuparle el desorden en el suelo que había. La morena se dirigía hacia su apartamento en un taxi, deseando poder comprar el auto usado para el que tanto había ahorrado y que compraría pronto. 

¿Qué podía cocinar Larisa que fuese rápido y que también le guste a Ada?

Por el tipo de paladar que imaginaba tendía, se dispuso a hacer unas pechugas que todavía tenía en su cocina, esperaba que Ada realmente tuviera tanta hambre como ella tenía, así que solo pensó en algo rápido, pechugas a la plancha con algunas especias, tal vez arroz o una ensalada de acompañamiento, nada fuera de lo ordinario.

Había pasado mucho tiempo desde que deseó apantallar a alguien con el orden de su estancia, así que en lo que estaba listo el arroz y terminaba de sazonar el pollo, se dispuso a levantar cualquier objeto a su alcance en el piso, a acomodar los cojines del diminuto sofá o los pañuelos usados en la igualmente diminuta mesita de café. Procuraba no tener nada lujoso, salvo ropa o cosméticos, así como los alimentos.

Cocinaba con preocupación, casi para finalizar su hazaña culinaria, escuchó tres golpes de la puerta, sabía que había llegado, porque nadie además del casero golpeaba su puerta. Se lavó levemente las manos, volviéndose a poner sus anillos del alhajero que tenía junto al lavabo, caminó hasta la puerta y cuando la abrió, la vio allí, sonriente y curiosa, esperando entrar.

—¡Qué cara!— Le dijo Ada al verla — Tus ojos lo dicen todo— Se rió levemente, había notado que bebió por la irritación en sus ojos y la resequedad en sus labios que ni todo el bálsamo labial del mundo podía tapar.

Volviendo a otro tema, su vista estaba en todas partes excepto Larisa. Cuando entró, dejó su mochila a un lado de la entrada y avistó cada objeto que había. Desde el teléfono que parecía una antigüedad, era de aquellos que no eran inalámbricos, colgado en la pared contigua a un armario. Vio el mini sofá gris para dos personas, bastante moderno, con apliques entre el relleno. A su lado, una silla que parecía antigua igualmente, patas y detalles de madera color blanco despintado, tenía un forro floreado, tonos fríos.

La pared blanca, inmaculada, parecía ser limpiada muy frecuentemente. Tenía una mesa de café blanca y pequeña, con llantitas, una planta muy peculiar encima, con una especie de pétalo único, rosado claro y su tallo era muy largo. La ventana era espectacular, tenía cortinas densas y blancas, para disimular un poco la entrada de luz en la habitación, el piso era de alfombra. color beige. Sin duda un lugar acogedor. A su lado la cocina.

Larisa no dejaba de inquietarse ante la inspección, pero lo encontraba natura, 

—Así que esta es la choza— Se miraron, aún paradas cerca de la entrada —Es bonita, aunque yo no le diría choza ahora.

—¿Ahora qué es?— Dijo Lari, apoyando un brazo sobre el otro, con su mano en su barbilla.

—Ahora le diremos la casita.

Ambas esbozaron una sonrisa, caminaron a la isla que tenía en la cocina, donde solo había un par de bancos negros de madera, no había comedor por el espacio del lugar.

—No sabía si tendrías hambre, así que hice comida, ¿me acompañas a comer?— A Ada le enterneció que quisiera alimentarla, ya había comido una merienda rápida antes de llegar, pero no le negaría una comida a alguien con quien comenzaba a fraternizar.

—Por supuesto, ¿qué preparaste?

—Hice pollo a la plancha, con arroz blanco y ensalada— Salivó levemente y asintió con la cabeza, reconocía que se había esforzado.

—Y bien, ¿qué pasó anoche?— Larisa se encontraba de espaldas, suspiró con fuerza.

Al voltear con los platos ya servidos, pudo notar que movía las cejas de arriba a abajo con una sonrisa sin mostrar los dientes, justo como el día en que hablaron por primera vez, Lari se ruborizó levemente y sirvió los platos. ¿Desde cuándo pasaban estos gestos cómplices?

—Pues fuimos a cenar, fue comida italiana —Puso los platos sobre la isla, se sentó a su lado y continuó el relato —Nos preguntamos nuestros nombres, el se llama Christopher Evans, yo le dije el mío...

—¡Al grano Lari!— Exclamó Ada entre emocionada y exasperada —¿Se besaron?, ¿hubo sexo?, ¿qué más?

—Pues, cuando me trajo aquí, nos besamos, pero solo eso— Dio otro bocado a su pollo, mientras Ada analizaba lo que había dicho.

—Me sirve— Dijo finalmente, tronando los dientes y comió igualmente —¿Se volverán a ver?

—No lo sé— Contestó con franqueza, no se había puesto a pensar en ello, pero tenía el presentimiento de que así era. De cualquier forma, había cierto destello de desilusión en sus ojos, cosa que no pasó desapercibida por Ada.

—Mándale un mensaje— Volteó a verla la pelirroja mientras terminaba de masticar su ensalada —Lo peor que puede pasar es que no te conteste o quiera hacerse el interesante.

Larisa se veía indispuesta, por la postura que tomó y la cara que hizo, Ada había leído en su lenguaje corporal que no lo haría, pero estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias de sus actos para formar una pareja.

—Vamos abuela, el bombón se derretirá si lo dejas todo el día al calor del sol— Le guiñó un ojo coqueta, Lari movió el bálsamo con un movimiento labial y se levantó por su teléfono.

Cuando volvió a la cocina para verlo junto a su compañera y confidente, pudo ver algo en la pantalla a lo que no le había puesto atención, tenía un mensaje de buenos días de un número que no había registrado aún, pero que reconocía por el último mensaje enviado. Era el número de Chris. Lo guardó, ante la vista confundida de Ada, y mientras pensaba qué escribir, expresó.

—¿Qué le digo?— Agarrándola del brazo un poco brusca, la morena puso en blanco los ojos, pensando en el nulo sentido del coqueteo que parecía tener Larisa.

—Lari, te dijo "buenos días, la pasé maravilloso anoche con tu compañía", ¿qué te nace decirle?— Se había quedado más confundida, la pelirroja se rascaba la cabeza mentalmente, ¿qué se supone que le debía nacer escribirle?


Chris.

Chris: Buenos días, la pasé maravilloso anoche con tu compañía.

Visto a la 1:48

Larisa: Hola lindo, puedo decir lo mismo.

Ada lo leyó, deseo con todas sus fuerzas tener una piedra mágica para devolver el tiempo, pero no era posible, no hay, no existe.

—¿Es enserio que le dijiste 'lindo'— Dijo acentuando la última palabra con un gesto de manos haciendo referencia a las comillas, Lari no entendía que estaba mal —¿Por qué no guapo?, o incluso bebé, tal vez fortachón como a Hércules, pero, ¿lindo?

La pelirroja no entendía el contexto de por qué le parecía ridículo, entrecerró los ojos levemente, hallaba el sentido de que tal vez podía ser infantil o de adolescente en despliegue hormonal, eso le había nacido y aunque no era ortodoxo, no se arrepentía del mensaje. Por la poca confianza o sutileza de Ada, ahora solo esperaba que lo encontrara mínimamente agradable.

El sonar de sus notificaciones la sacó de su trance, era otro mensaje.


Chris.

Larisa: Hola lindo, puedo decir lo mismo.

Visto a la 1:52

Chris: Quiero invitarte a cenar otra vez, regálame otra noche.

Visto a la 1:56

Larisa lo dejó en el aire, Ada abrió los ojos de par en par, sus bocas eran una 'o'. ¿Qué esperaba?, no lo sabía, pero por supuesto, la respuesta no sería una negativa.

—Dile que sí, dile que se las regalas todas— La atmósfera del amor había invadido a Ada, Lari, con un rubor leve, comenzó a escribir.


Chris.

Larisa: Nos vemos el viernes a las 8:00, donde siempre.

Visto a las 2:00

Chris: Ahí estaré, hasta entonces.

Visto a las 2:00 

Se vio tentada a escribir algo más, sin embargo, sintió perder el glamour, así que lo dejó como estaba.

Ninguna podía creer lo que estaba pasando, no se imaginaban en esa situación, comiendo juntas en su apartamento, tratando asuntos ajenos a los escolares. Era el cambio que estaba esperando. Ese era el rompimiento de la rutina.

—Ada, ¿me acompañarías al banco?, debo sacar un depósito— Pensó en pasar la tarde para seguir conviviendo con ella, si quería formar un lazo amistoso con ella, quería ponerle empeño.

—Está bien, termino y nos vamos— Ambas se sonrieron, terminando de comer.

En otra parte de Boston se encontraba él, sonriendo, específicamente en el departamento de investigaciones del FBI, secreteando mensajes amorosos desde su escritorio, investigando un caso.

—¿Y ahora de qué te ríes, Evansio?— Su camarada le había estado observando, había estado raro esos últimos meses, con sus idas al café en la hora de la comida o el revisar su celular con una extraña constancia.

—Tengo una cita— Se sinceró con su compañero, Hawthorne lo había acompañado por 5 años ya, hacerse su amigo era casi un imposible.

—Felicidades, pero la joyera volvió a atacar— Fueron interrumpidos por el director Salamanca.

Ambos hombres siguieron al director, tenían un día laborioso.




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Hola lectoras, bienvenidas al inicio del fin, este es el capítulo de hoy, corresponde al séptimo, el próximo viernes podrán conocer una sorpresa que tengo preparada para los siguientes capítulos.

Sin más que decir, y con mucho cariño, disfruten su lectura.

aaliah. 

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