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━━ I | què busquem?



❝¿Cuál es nuestra inocencia?

¿Cuál es nuestra culpa?

Todos estamos desnudos, nadie está a salvo.❞

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baltimore, maryland | zeke's coffee | viernes, febrero 3, 2012 5:47 p.m | 8 años antes.

LA MUJER REVOLOTEABA SUS OJOS a cualquier punto del café, buscando a su huracán, un hombre de ojos azules y cabello negro aparecía por la puerta con un maletín en brazos, alcanzó su vista hacia ella, con paso firme se dirigió a su mesa sin desviar su mirar de ella, la pelinegra entrecerró los ojos y como algo inconsciente su gesto fue volviéndose duro.

—Espero que tengas los papelesUna vez estando el pelinegro lo suficientemente cerca, lo soltó con pesadez sobre la silla, se sentó y la pelinegra quien estuviese ligeramente inclinada ahora se recargaba en el respaldo de la silla guardando distancia.

—Tengo algo mejor El hombre la miró con una media sonrisa, sin titubear —Ya firmó los papeles, solo faltas tu. Él ya no te quiere ver.

La mujer suavizó sus gestos, tratando de ocultar una bien merecida sonrisa, el hombre una vez sacase los papeles de su maletín los deslizó sobre la mesa, los dedos cálidos alcanzaron el borde de estos y con un bolígrafo que guardaba dentro de su bolsa los firmó desesperadamente. Sostuvo el documento entre sus manos releyendo y retumbando en su cabeza la oración una y otra vez 'en este acto, ratifican la decisión de disolver el vínculo matrimonial que los une', sintió el picor de una mirada sobre ella, subiendo la suya supo que ahora todo su futuro estaba en manos suyas, al igual que el dinero de las acciones de los inversionistas. El hombre la miró con intriga, puesto que ahora sabía que era libre de hacer lo que quisiese y que con solo pedirlo su orden se haría.

—Fue un plan muy bien ejecutado, ¿Qué harás ahora?— ella tronó los dientes y miró con discreción el documento por última vez antes de regresarlo al maletín, guardó su bolígrafo y por último lo vio a él.

—Quiero tener una vida tranquila.

Burlonamente rio el pelinegro, cabeceando varias veces —Por supuesto, si yo tuviese 250 millones de dólares en mi cuenta bancaria yo también querría tener una vida tranquila.

—No molestes, yo no busqué todo esto, quiero recuperar mi normalidad— La mujer trató de buscar cambio para salir del lugar, pero antes que nada dirigió su vista al hombre una vez más — Necesito que manejes la firma por mí, no estoy preparada para...

—Lo sé— Interrumpió con sinceridad —Ser abogada no es lo tuyo, papá y yo ya lo descubrimos, pero no puedes huir de tus problemas.

—¿Hablaste con papá?, ¿él qué sabe?— Su mirada se tornó molesta y un escalofrío invadió su espalda.

—Tienes que mantenerte alejada por un tiempo, Lari— Él tomó su mano para hacer presente su apoyo, pero ahora la pelinegra se había cerrado ante él —Si me das tu consentimiento, manejaré la firma hasta que vuelvas.

—Que te lo de papá, de todas formas ya eres su monigote.

La pelinegra se levantó de su asiento para irse, escuchó los murmullos pidiéndole volver de su hermano, tratando de tomar el asunto con discreción. Sin embargo, ella no volvió la vista, ni siquiera cuando escuchó el tintineo de los utensilios moverse bruscamente sobre la mesa o los pasos acelerados detrás suyo. Acercándose a la entrada del establecimiento, con la mirada al frente, su mirar paró en un hombre alto, aproximadamente igualaba su edad, con ojos azules riéndose junto a una mujer, ambos caminaban a una misma dirección. Su mirada fue suficiente para que él la viese también, habíase visto la forma en que se mirasen, como una lluvia cayendo sobre sándalo, como fuego ardiendo en una vela, se conectaban con solo pensarse y sin imaginarse que la dicha que sentían era ahora solo una ilusión marchita. Las rosas ya no tenían color y la lluvia ya no refrescaba; el sol ya no daba calor y el hielo ya no congelaba nada. Ignorando todo aquello siguieron sus respectivas direcciones, él en la entrada y ella en la salida.

Ella tomó un bus hacia su antigua casa, recorriendo el camino mirando la ventana, vislumbrando aquella sensación, olvidándola casi por inercia al levantarse del asiento, pagó con lo poco que tenía en su bolsillo, ahorrando todo el dinero que podía en lo que encontraba un cajero donde sacar más, entró discretamente a la casa, subió las escaleras y con algunas maletas guardadas en un viejo closet, guardó todas las cosas que tenía de valor o significasen algo para ella. Entre ropa, joyas y perfumes, miró por última vez su dormitorio, reprimió sus ganas de llorar apretando los labios. Se dirigió escaleras abajo, tomando las llaves del coche que tenía olvidado entre los deportivos de su ex pareja, guardó sus cosas y condujo a donde sea, con su orgullo por los cielos, sin mirar atrás.




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