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Capítulo Diez: Realmente no se puede solucionar

Últimos capítulos

Ese maldito tráfico, a esa hora de la noche, y todavía podía haber muchos vehículos. Taehyung se estaba desesperando, hace algunos minutos NamJoon le había llamado, donde parecía entrar en pánico, contándole que JungKook se había vuelto a pelear a los golpes con uno de esos bailarines de los disfraces de perro, y le rogaba que fuera donde ellos.

Maldecía a JungKook. Santos cielos, ¿acaso tenía un imán con esos chicos? Podía mantener la tranquilidad con los demás, pero no, con esos no.

Cuando estuvo lejos del tráfico, aceleró, lo más que pudo. La noche era oscura, pero parecía todo un experto en el manejo..., pero no tanto cuando se trataba del menor.

Llegó al lugar indicado, estacionó el coche y bajó de él, cerrando la puerta con un leve sonido por la fuerza adquirida. Sus pasos se volvieron acelerados y rápidos, en menos de dos segundos, se encontraba dentro buscando con la mirada por todos lados. Al instante, voces gritaban a la distancia, y corrió hacia allá.

Jesús. Sus ojos se abrieron de par en par al encontrarse con lo que, sin duda alguna, NamJoon le había informado anteriormente: JungKook sobre aquel chico llamado Mark, revolcándose en el piso. NamJoon y el hombre que atendía el lugar, procuraban detenerlos, pero sin obtener éxito. Los dos parecían perros rabiosos en combate.

Taehyung se apresuró hacia ellos.

—¡JungKook! —Gritó mientras se acercaba casi corriendo.

NamJoon giró la cabeza hacia el recién llegado, su semblante parecía perturbado y su cuerpo se desvanece por el simple hecho de que Taehyung estaba allí por fin. El dueño del lugar, aquel hombre que temía hasta de llamar a la policía, prefirió alejarse antes de ganarse más rasguños.

—¡JungKook, JungKook! —Repitió, agachándose enseguida para tomar al menor por su espalda, estirándolo. —Deja ya. Detente.

NamJoon también se acercó para forcejear. En cuanto lograron separarlos, Taehyung arrastró por el suelo a JungKook, sus dos manos bajo los brazos del castaño. JungKook miraba con la cara arrugada y furiosa, un poco cubierto de sangre por la nariz y boca. NamJoon se encargó del otro chico, que también parecía con más ganas de seguir en la lucha al igual que el menor.

—¡Idiota! ¿!Te crees muy gracioso, no!? Si quieres puedo seguir rompiéndote la cara. —Profirió JungKook, removiéndose en el suelo aún sostenido por el rubio.

—Mocoso, estúpido. —Mark quiso apartarse del agarre de NamJoon, levantándome del suelo al instante con un mohín en el semblante. 

—Mark, vete —le dijo NamJoon, y él giró la cabeza para verlo. —Ahora.

El muchacho se quedó allí por un momento, mirando al otro chico que también lo observaba con la cara de odio y desprecio. Sacudió sus hombros para quitar las manos de NamJoon con brusquedad, y comenzó a alejarse mientras echaba un último ojo por sobre sus hombros.

—¡Te advierto en no regresar, imbécil! —Le gritó JungKook.

—JungKook. —TaeHyung detrás suyo, le regañó seriamente en vos baja, frunciendo el ceño.

El hombre desapareció de su campo de visión y TaeHyung le dio la vuelta al castaño para verlo.

—¿Acaso te volviste loco? ¿No podías contenerte un poco? Podría haber terminando peor. NamJoon tráeme algo para limpiarle la cara. No puedes controlarte en absoluto —decía, utilizando un tono de reproche y todavía manteniendo el entrecejo arrugado.

Era la primera vez que TaeHyung estaba enojado con él, ni siquiera cuando recién se habían conocido, aquella vez donde le había tratado mal, no se había puesto de esa manera. JungKook se sentía diferente, extraño con sólo verle la cara a TaeHyung mientras limpiaba el suyo. TaeHyung se veía diferente, menos suave en su toque, haciendo que se quejara un poco.

Un sentimiento inminente recorrió todo su cuerpo dándole calor, y le tomó de una muñeca al mayor, deteniéndole en su trabajo de limpiarle la sangre. TaeHyung se detuvo, y miró extrañado al pelicastaño.

—Tienes razón —dice JungKook, mirando a los ojos del mayor —no puedo controlarme. Siento por eso, sigo siendo débil en esa parte. También siento que tengas que hacer esto, ya no tienes. —De la mano de TaeHyung, le quito el pequeño trapo y lo tiró al suelo. El rubio estaba desconcertado, mirando cada acto del menor.

—JungKook, entiende...

—Eso es lo estúpido —se ríe amargamente —, que trato de entenderme principalmente a mí, del porqué no puedo fácilmente controlarme y por qué sólo tú puedes hacerlo. Soy un inútil, no vale la pena para que sigas detrás de mí. Y ésta vez lo digo en serio. —Se alejó de TaeHyung, sintiendo un sabor amargo y metálico en la boca y un nudo en la garganta.

—Kook, no tienes que decir eso. Yo...

—Por favor no —le interrumpe, negando con la cabeza —, no quieras seguir convenciéndome erróneamente. Yo no quiero.

—JungKook, tienes que seguir yendo a tus terapias, no tienes que dejarte hundir, yo en verdad estoy tratando de ayudarte.

—Ese es el problema, realmente no se puede solucionar, por más que vaya a terapia o tú estés las veinticuatro horas del día conmigo. Siempre habrá un momento, algo o alguien que termine por colmar mi paciencia y yo termine transformándome, derrotado por la ira... Siempre será así. —Su voz había subido de volumen y habló casi apresurado.

—JungKook, tienes que calmarte —Le dice NamJoon, observando desde una pequeña distancia.

JungKook volvió a negar con la cabeza, llevando una mano a la cara para limpiarse inconscientemente la herida.

—No, no puedo, me iré ahora.

—JUNGKOOK —exclamó severamente TaeHyung —, vine aquí principalmente por ti.

JungKook giró medio cuerpo.

—Nunca debiste venir, TaeHyung. Nunca debiste desde un principio. —Eso fue lo último que dijo antes de alejarse y desaparecer.

Taehyung seguía parado allí como estatua, y NamJoon lo veía a él apenado.

—Hay que dejarlo solo, estará mejor pronto. —Le palmeó el hombro, queriendo consolar.

—Emm..., siento interrumpir todo esto —habló el dueño del lugar —, pero el lugar es un desastre, así que...

—¡Oh, sí! ¿Cuánto por todo? —Pregunta NamJoon.

Taehyung parpadeó, congelado y desconectado de la realidad.

Esa era la primera vez donde JungKook parecía hablar en serio, porque había pasado varios días, y el menor seguía sin aparecer y responder a sus llamadas y mensajes de texto.





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