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(Pasado, año 1980)

Una sala ambientada en hombres adinerados y con poder, que beben champán con delicadeza apenas rozando la copa con sus labios. Trajes lisos por allá donde mires y bigotes fijos sobre sus bocas adueñadas de palabras que forman estas conversaciones sin causa ni razón.

A sus lados, damas con vestidos limpiando el suelo, velos sobre sus hombros colocados con elegancia y collares extravagantes que lucen sobre su clavícula. Y por supuesto, no olvidemos mencionar las fingidas risas para contentar a sus hombres. Tal vez así se ahorran dilemas o golpes por parte de ellos, pero como a mi me da igual. 

Yo solo he asistido a esta celebración tan boba porque los Benedetti nos invitaron, porque sino está claro que sería inapreciable mi presencia aquí. 

— ¿Sta. Young?— Una voz me desconcierta, pero resultó ser solamente el señor Benedetti. El líder de la fiesta.

— La misma — muestro mi mano inclinada y el hombre la sujeta con delicadeza y la besa con el mínimo roce. 

— Me alegra verla por aquí, y a ustedes señoritas...

— Siempre será un placer asistir a sus fiestas, ahora somos vecinos. — Contesto siguiendo su fragancia. 

— Está en lo cierto, de hecho es el motivo de la invitación.— Admite con elegancia y voz firme. 

— Ow, lo sé, y me interesa hablar del tema. 

— Bueno, pues...como bien sabrán, señoras, el pueblo ha pasado por masacres que casi han llegado a destruir el pueblo. Primero los guerreros que quieren invadir nuestro territorio, luego el infiltrado de la mafia en nuestro equipo, y ahora, la presencia de sobrenaturales en nuestras calles. 

» Así que, se los repetiré una sola vez que espero que sea entendida a la perfección o se acercarán problemas. No sois bienvenidas, la gente está aquí porque soy el líder la fiesta, pero un despecho y odio enorme ronda por sus cabezas. No queremos hechiceras en el pueblo, ni antes, ni mañana, ni en el día de hoy. Tiene hasta el anochecer para desparecerse.

— ¿Para eso nos invita? ¿para insultarnos sin remedio? ¿y echarnos del pueblo?— sé altera Lisa. Pero alzando mi mano, se detiene y me cede el turno.

— A ver, Mr. Benedetti, entendemos su miedo, somos distintas a los humanos y podemos hacer magia y hechizos, extraordinario, pero horrible a vuestro parecer. Pero déjeme decirle que está equivocado si piensa que hemos venido con malas intenciones, solo queremos un nuevo hogar donde ser aceptadas, donde empezar de cero...

— Pero yo eso no lo puedo comprobar, así que para evitarlo...mejor vállase por la puerta en la que entró. 

— Podemos destruiros aquí y ahora si queremos. 

— Atrévase a mover un solo dedo. 

— ¿Sabe? supuse que pasaría algo así...— entonces cuando a punto de coger mi frasco y estallarlo al suelo para hacer el hechizo que pensaba por si esto mismo ocurría, un joven apuesto se presenta a nuestra izquierda, sonriente como si esto no fuera con él. 

— Por favor, hagamos de esta celebración un momento de paz. — El señor Benedetti queda avergonzado porque le hayan escuchado en la bronca y se da media vuelta dejando el tema por dado. Me quedo con mis señoras y el joven, que me observa con las manos atrás. 

— ¿Le importa si la saco de su grupo y le invito a un baile? — Proceso la información. Lo que me pide, y donde me lo pide, y supongo que me dejo llevar por sus encantos. Su piel lisa y con mínimo detalle a alguna arruga. Ojos grisáceos. Manos lo suficiente suaves para hacerme estremecer cuando me sujeta de la cintura. Mirada fina. Y postura de valiente. 

Un hombre sin duda a presumir. 

Bailamos al compás de la música tocada por un arpa y un piano. Los dos instrumentos más sensoriales en cualquier situación. 

— Por cierto, me llamo Romeo. 

— Nombre de conquistador. — Contesto. 

— ¿Y cómo es que se llama usted bella dama?

— Soy Nekane. Nekane Young. 

— El nombre de mi futura esposa. — Es un descaro, pero también una preciosidad. Y por muchas otras razones, me encanta. Y mi corazón, empieza a palpitar más rápido. 


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