~Tercer Día~
Cuando Taehyung abrió de nuevo sus ojos, ya no tenía en su presencia aquella bruma oscura que lo único que le provocaba era terror y desesperación en su alma. Ahora se sentía en paz. Algo débil todavía por toda la energía que había gastado en proteger las puertas del reino de los cielos, pero en calma por recordar lo que había logrado junto a uno de sus hermanos. Sabía que, por el momento, estarían seguros hasta que las fuerzas del mal decidieran volver a atacar. Al menos eso pensó hasta que sus ojos se enfocaron en el ser durmiente junto a él.
—¡Jungkook! —gritó el rubio, aterrado, cuando reconoció al príncipe del cuarto cielo a su lado. Jungkook se veía tan lastimado que resultaba difícil creer que aún respiraba, pero lo hacía. Él junto con Seokjin eran dos de los arcángeles más poderosos que debían resistir hasta el final, o todo podría terminar para la humanidad. Solo por eso, aquel castaño resistía y se forzaba a continuar respirando.
Con la ayuda de los ungüentos de Hoseok, Taehyung había despertado en poco tiempo, mientras que Jungkook... no corría con la misma suerte. Cuando Seokjin lo había traído, el pequeño arcángel se veía aún más demacrado que en ese momento y a pesar de haberse recuperado bastante, aún no era capaz de abrir los ojos.
—Él estará bien, solo debemos darle tiempo —lo tranquilizó el de hebras naranjas cuando vio el miedo reflejado en la mirada de su pequeño hermano. Y aunque esas palabras sonaban tan seguras, Taehyung aun así continuó decaído mientras los ángeles de Hoseok lo auscultaban para cerciorarse de que ya no se encontraba en peligro.
—Lo hiciste bien allá afuera con Yoongi —lo felicitó el príncipe de ese cielo cuando el silencio se hizo presente. El rubio no habló, pero una pequeña sonrisa lo traicionó cuando miró a su hermano, agradecido por sus palabras de aliento.
Entonces recordó a Yoongi y observó todo el lugar, comprobando que solo se encontraban ellos tres, contando a Jungkook, y otros ángeles más que actuaban de asistentes para Hoseok. Cada uno concentrado en lo suyo, yendo y viniendo para asistir a los demás heridos. Después de todo, Jungkook no era el único que había terminado sumamente lastimado.
—Si te preguntas, Yoongi ya se esfumó —comentó Hoseok y rio al recordar la ansiedad en los actos de su otro hermano cuando trajo a Taehyung en sus brazos —. Parece que se tomó muy en serio su tarea de protector y no quiso dejar a Jimin solo por mucho más tiempo. Al menos eso nos tranquiliza a todos. Si Jimin se mantiene a salvo, podremos resistir a tanta oscuridad.
Taehyung asintió a las palabras del mayor y sonrió, sintiendo su alma más calma con la certeza de que podrían resistir. Sin embargo, todo sentimiento de paz se esfumó como la última brisa de otoño antes de dar paso al frío tormento.
Un ángel detrás de Hoseok... Sus alas eran negras.
—¡Hoseok, ten cuidado! —pero cuando Taehyung gritó ya fue demasiado tarde. Aquel ángel que pertenecía a su propio reino, atravesó la espalda de su hermano con un rayo de luz oscura —. ¡No! —volvió a gritar cuando el príncipe del segundo cielo cayó y aquel corrompido intentó atacarlo una vez más.
Entonces, miles de plumas negras volaron a su alrededor cuando se escucharon más aleteos. No solo los ángeles del cielo de Taehyung estaban corrompidos, sino también los de Hoseok. Todos los rodeaban, queriendo cortar sus alas puras, atacando a otros pocos ángeles que todavía no portaban oscuridad en sus plumas. Todo ángel que intentó protegerlos, fue atravesado por un rayo de luz, perdiendo sus purezas en manos de sus propios hermanos.
—Ju-Jung-kook... —susurró Hoseok cuando vio a Taehyung llegar a su lado. El de finas facciones lloraba mientras trataba de socorrerlo, pero el de hebras naranjas solo podía pensar en el descendiente de Miguel —. Llévate... a Jungkook... —suplicó adolorido.
Los ojos de Hoseok se cerraron luego de pronunciar aquello y Taehyung temió perder a su hermano, cuando con un grito, un manto de luz se expandió a su alrededor, ahuyentando a aquellos que buscaban destruirlos.
—No iré a ningún lado sin ti —espetó y se puso de pie junto al otro, concentrando toda su fuerza en su centro para pedir ayuda a los otros. Solo esperaba que alguien los socorriera antes de que fuera demasiado tarde.
Al ser recibido por los querubines de cierto peligris, Yoongi no se esperó ver a Seokjin cuidando de su otro hermano. Al parecer, Jimin había seguido sus indicaciones y ahora se encontraba durmiendo en el regazo del otro mientras el de hebras rosadas acariciaba sus cabellos para crear dulces sueños en su descanso. Cualquiera podría notarlo por la bella sonrisa que el peligris dejaba ir, incluso estando en la serena inconsciencia.
Parecía estar rodeado de tanta paz. Por un momento el pelinegro llegó a sentir una pequeña punzada en su pecho cuando la vaga idea de no ser él quien causara aquella sonrisa, le molestó. Y eso lo aterró. Ellos no debían sentir celos.
[~Pero él es amor~]
Susurró la voz de su conciencia y la simple lógica lo hizo sonreír en paz. Eso era. Jimin era el arcángel del amor, y al estar conectados, ellos sentían las mismas emociones que controlaba aquel príncipe. Yoongi no tenía por qué temer, porque no era como si él... lo amara.
Un leve calor comenzó a irradiar en la habitación y fue entonces cuando Seokjin notó la presencia del otro y sonriéndole asintió hacia él como un modo de felicitarlo en silencio por haber logrado mantener seguras las murallas del cielo. Yoongi no tardó en gesticular un "no fue nada", incapaz de ocultar la felicidad que burbujeaba en su pecho. Muy pocas veces era útil o hasta necesitado, por eso mismo se sentía como un querubín recién llegado al cielo cada vez que alguien agradecía su ayuda. Después de todo, por más triste que pareciera, el pelinegro, al igual que Namjoon, siempre serían los arcángeles respetados solo por causar temor a los otros, a pesar de ser los de corazones más puros y devotos a sus naturalezas.
Sin darle importancia a aquellos malos recuerdos que siempre estarían presentes, como las sombras causadas por la luz, Yoongi avanzó sonriente hasta los otros dos para ocupar un lugar junto a Jimin.
—Puedes irte si lo deseas —dijo sin mirar a Seokjin, cautivado por los tranquilos suspiros del príncipe de ese cielo —. Por ahora el manto que creamos con Taehyung resistirá el tiempo suficiente para que recuperen sus fuerzas.
—Eso es un alivio —susurró el otro celestial y se alejó de Jimin lentamente, dispuesto a marcharse, hasta que algo pasó.
Los dos arcángeles se miraron cohibidos cuando sintieron al mismo tiempo el llamado de Taehyung, suplicando por ayuda. Seokjin fue el primero en ponerse de pie y no tardó en desaparecer antes de ordenar a Yoongi que no le quitara los ojos de encima al peligris.
Jimin incluso dormido, pudo sentir la misma ansiedad que sus hermanos. No terminaba de entender lo que estaba pasando, pero de la nada, en su mente todo fue oscuridad sumada a un grito de súplica que rasgaba su alma pidiendo ayuda. Él reconocía aquella voz. Era Taehyung quien incluso en su mente parecía temblar de terror tal y como él ahora lo hacía. Sintiendo una horrible sensación de asfixia y miedo serpentear por su cuerpo.
—Jimin... Todo está bien —susurró Yoongi, atrayéndolo a sus brazos cuando vio su primera lágrima caer. Él también podía sentir el miedo de Taehyung ahora que todos estaban conectados, pero luchaba por mantenerse imperturbable para darle seguridad a aquel bello arcángel que parecía tener una pesadilla entre sus brazos.
Sin embargo, no existía nada que Yoongi pudiera hacer para darle calma al peligris. Cuando Jimin apretó aún más sus ojos, lo vio todo más claro. Oscuridad, alas negras, sangre y destrucción. El segundo cielo estaba siendo absorbido por la noche. Todos los ángeles habían sido corrompidos.
—Tienen que salir... ya no pueden salvarlos —sollozó entre sueños y Yoongi lo miró preocupado.
—Jimin, despierta. Debes despertar. Solo es una pesadilla —la ansiedad comenzó a hacerse dueña del cuerpo de Yoongi cuando el otro no abrió los ojos. Parecía como si Jimin no pudiera despertar de aquel mundo onírico. Como si otro ser superior a él quisiera que fuera testigo de tal destrucción, y que viera la sangre de los suyos correr y el caos desatarse en aquel santuario de paz y armonía.
—Todos... Todos...
—¡Todos ¿qué?! ¡Jimin, despierta! —gritó Yoongi, sacudiéndolo para que reaccionara cuando aquellos pequeños puños se ciñeron en las telas de su cuerpo.
Entonces al fin el de hebras plateadas abrió los ojos y el pecho de todos dejó de doler. En el segundo cielo, los ángeles corrompidos habían desaparecido en el mismo instante que, en el tercer cielo, el alma de Jimin volvía a estar en paz. Ahora entre aquellas nubes solo habían quedado Hoseok, Taehyung, Seokjin que había acudido en su ayuda, y Jungkook aún inconsciente.
—¿Qué benditos acaba de pasar? —susurró Seokjin viendo la nada misma a su alrededor.
Cómo fue posible que tantos ángeles se corrompieran en el segundo y sexto cielo y los demás continuaran intactos. Lo más raro de todo, era que ahora no había nada. Toda alma oscura había desaparecido como si nunca hubieran estado allí para atacar a sus príncipes... Como si los ángeles de los descendientes de Rafael y Zadquiel nunca hubieran existido.
Entonces Seokjin lo vio... Cientos de plumas a su alrededor, pero no cualquier tipo de plumas. Eran las más puras sinigual, bañadas de pequeños destellos similares a los del fuego, que solo podían pertenecer a un único arcángel.
Jimin se abrazó con fuerza a Yoongi hasta que volvió a respirar con calma. Sus ojos todavía picaban, pero el peligris quería hacer hasta lo imposible por no cerrarlos con tal de ya no ver oscuridad. Aquel sueño... Todo había sido tan real, tan creíble. Y lo peor de todo, sentía que él mismo lo había provocado. Sino aquella sangre en sus manos no se hubiera sentido tan real.
—Respira con calma —le susurró entonces el pelinegro, acariciando su espalda. Solo así Jimin pudo comenzar a calmarse cuando las manos de Yoongi arrullaron su cuerpo por sobre las telas que lo vestían. Solo así podía volver a sentir paz. Solo con Yoongi.
Lentamente, comenzó a apartarse del otro cuando la calma fue lo único que lo rodeó y miró hacia aquellos ojos oscuros que lo observaron con cariño. Eran tan distinto a la ira que corría por sus venas cuando debía castigar a los malos.
—¿Te sientes... mejor? —preguntó Yoongi algo perplejo cuando Jimin solo se le quedó viendo con algunas lágrimas furtivas todavía surcando sus mejillas. Él las cesó con dulzura en tanto esperaba una respuesta, sin embargo, el otro no hizo más que respirar aquella paz y dejarse hacer.
—Si no pestañeas tus ojos no dejarán de llorar —bromeó Yoongi cuando notó que Jimin evitaba realizar tal acto.
Y fue entonces cuando la sonrisa del peligris volvió a desaparecer.
—Pero si cierro los ojos... —susurró Jimin, intentando bajar sus párpados, terminando por abrirlos en el mismo instante en que la oscuridad agitó su corazón a causa del miedo —. No puedo... solo hay oscuridad...
Yoongi volvió a abrazarlo cuando vio como aquel príncipe volvía a alterarse. Él tampoco sabía por qué, pero pronto sintió la extrema urgencia de protegerlo cuando vio nuevas lágrimas caer de sus ojos. Quiso abrazarlo hasta que los brazos de Jimin también lo rodearan y no quería soltarlo incluso cuando sus existencias se esfumaran.
No sabía qué le estaba pasando, pero Yoongi supo que algo andaba mal cuando empezó a codiciar algo que Jimin no podría darle. Algo que no se le podía dar a un hermano sin pagar un horrible precio.
[~Pero él es amor... Está bien recibir su amor...~]
Y de nuevo allí estaba aquella voz, justo en el mismo momento en el que ambos se miraron con sorpresa cuando las manos de Yoongi comenzaron a moverse por sí solas. Sus largos dedos pronto tomaron con devoción el mentón de Jimin dibujado por el mismísimo Dios y lo guió a la altura de su rostro, sintiendo su suave aliento chocar justo sobre su boca. Algo en el alma de Yoongi le gritaba que lo hiciera. Que no se contuviera. Que no mirara las consecuencias. Que reclamara su libertad...
¿Pero qué? ¿Qué le pedía aquella voz que reclamara?
Jimin tembló cuando los labios de Yoongi casi rozaron los suyos y se alejó del todo cuando una ráfaga los atacó.
En un segundo, ambos ya se encontraron mirando hacia el mismo lado y fue cuando vieron a Seokjin, quien apareció junto con dos de sus ángeles en el instante en que la verdad llegó a sus ojos.
—Enciérrenlo —ordenó entonces aquel ángel supremo y los suyos fueron por Yoongi, aprovechando la confusión en su mente para poder llevárselo a los confines del cielo.
—¿Qué... qué está pasando? ¡¿Por qué se lo llevan?! —exigió saber Jimin cuando aquellos ángeles arrastraron a Yoongi de su lado. Otros dos ángeles aparecieron para retenerlo cuando él mismo intentó liberar al pelinegro. Y Seokjin, interponiéndose entre el arcángel del amor y el del castigo divino, reveló aquella prueba que fue el motivo de su decisión.
—Yoongi corrompió a los ángeles de Hoseok y Taehyung. Sus plumas estaban incrustadas en los corazones de aquellos ángeles que... al desaparecer, fue lo único que quedó en el segundo cielo.
—¿Qué? ¡Seokjin, sabes que no haría tal cosa! —intentó defenderse el pelinegro, pero el príncipe del primer cielo no lo quiso oír. Ni siquiera lo miró cuando le ordenó una vez más a los suyos que se lo llevaran lejos de Jimin.
Lo último que debía permitir era que aquel celestial también cayera preso de la oscuridad.
—Seokjin... —Jimin lo miró herido cuando las súplicas de Yoongi se perdieron en el aire junto con los demás ángeles —. ¿En serio crees que él...? ¿Dudas de nuestro propio hermano? —exigió saber, pero en vez de recibir una respuesta del otro, la voz en su cabeza fue la única que escuchó.
[~Solo mira sus ojos y descubrirás la verdad en su corazón. Al final, ese arcángel no dudará en acabar con todo aquel que amenace su cielo. Ni aunque termine por tratarse de un inocente~]
Nina glastor
[corregido 08/04/19]
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