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~Tercer Alba~

Cuando Yoongi volvió a abrir sus ojos, sintió un inmenso calor subir por su rostro, hasta albergarse en sus mejillas y orejas.

«¿Qué hace él aquí?»

Lentamente se puso de pie, intentando no despertar al bello ser que dormitaba junto a él y miró hacia toda la habitación y fuera de ella a través de las ventanas. Las nubes ya habían perdido aquel color escarlata. Aunque todavía continuaban teñidas, pero no eran tan imponentes como antes. En ese momento, su cielo parecía transmitir tanta paz. Y suspiró porque era justamente eso lo que sentía en ese instante. Su pecho jamás se había sentido tan aliviado y sus labios luchaban con él, queriendo curvarse en una serena sonrisa.

Regresó a la cama, encontrándose con un canastillo con frutos sobre la mesa de madera. Pensó que quizás sus ángeles se lo habían dejado cuando el otro se escabulló dentro de su alcoba. Sonrió una vez más y analizó meticulosamente cada fruta hasta decidirse por unas uvas, que comió con parsimonia, mientras observaba al otro descansar.

«¿Cuánto llevará aquí? Parece bastante cansado»

Y como si sus pensamientos fueran escuchados por el otro, el arcángel a su lado abrió lentamente sus ojos, agitando sus pestañas hasta acostumbrarse a la intensa luz. Sin duda el regente del quinto cielo ya se encontraba radiante, de lo contrario, no habría tanta luminosidad en aquella habitación, en los pasillos y en todo su cielo.

—Hola...

—Hola —susurró, Jimin. Acomodándose de lado para ver mejor al pelinegro.

—No esperé encontrarte aquí al despertar. Me llevé un gran susto —el peligris sonrió ante el comentario del otro, contagiándole por una milésima de segundos aquella dulce mueca.

No es como si Yoongi no sintiera alegría o algo parecido, pero no se permitía sonreír frente a los demás. No porque quisiera mantenerlos alejados, sino porque no sabía cómo hacerlo. No creía que su sonrisa fuera tan dulce como la del peligris, capaz de llenar de alegría y paz a cualquiera que la viera. Su naturaleza era castigar a los injustos. Y uno no debía sonreír cuando llevaba dicha tarea sobre sus hombros. El castigo no era nada por lo que alegrarse. No cuando las almas pendían de un hilo tan débil, encontrándose en la brecha entre lo bueno y lo malo. Entre la posibilidad de salvarse o ser corrompidos.

—Me preocupé por ti —habló Jimin cuando el otro apartó la mirada, perdiéndose de nuevo en sus pensamientos. Con algo de temor, levantó una de sus manos y acarició apenas el dorso de una de las palmas del contrario, que descansaba sobre su rodilla. Sin duda, sentía temor a ser rechazado después de la forma en que lo trató mucho antes —. Y Hoseok... me preocupó más cuando nos contó del estado en el que te encontró.

—Ese bendito...

Jimin sonrió al verlo estresado, continuando con la suave caricia ya un poco más confiado.

—¿Me dirás qué te pasó? —preguntó cuándo su curiosidad ya no lo soportó más.

—¿Me dirás lo que hablabas con SeokJin? —contraatacó Yoongi, haciendo que el otro se apartara de golpe.

¿Por qué ahora sentía ardor en aquel lugar donde fue tocado por Jimin? Era como si toda su llama de vida, albergada en su ser, ahora se encontrara corriendo hasta el dorso de su mano.

—No te has olvidado...

—No —respondió Yoongi, volviendo a ser un tanto brusco —. Porque al igual que tú, también me preocupo. Tus lágrimas me preocuparon, Jimin. Nunca fuiste un ser que sucumbiera ante el miedo. Todo lo contrario. Siempre eres el que nos impulsa a ser positivos cuando todo parece desmoronarse. Eres amor... —el menor lo miró a los ojos, sintiendo los suyos un tanto aguados ­—, deberías dar amor y... sonreír dulcemente... como siempre... como a todos nos gusta que lo hagas.

Un silencio un tanto incómodo reinó entre ellos. Uno sintiendo sus mejillas comenzar a sonrojarse por la vergüenza ante lo oído, y el otro mirando lejos para evitar que el menor descubriera aquel brillo en sus ojos...

Amargamiel... como sus nubes.

—Yo... prometo sonreír más entonces... —murmuró al fin el peligris, ganándose un asentimiento de satisfacción de su mayor.

Ambos prefirieron dejar sus temas allí cuando presintieron que ninguno de los dos hablaría más. Yoongi terminó por ofrecerle algo de fruta al menor y comieron en silencio hasta que éste decidió que ya era momento de marcharse. El tiempo para ellos era infinito, pero si tuvieran que tener en cuenta las horas que corrían en la tierra y en el primer cielo, podrían decir que habían estado juntos por un día entero. Durmiendo, platicando, sonriéndose y apoyándose sin siquiera darse cuenta de ello. Jimin sabía que la mayoría de los arcángeles temía que Yoongi fuera aquel heredero del mal, y es por eso que se preocupaba tanto por el pelinegro. ¿Y Yoongi por qué lo hacía por el menor? Él simplemente odiaba ver lágrimas correr por el rostro de aquel ser puro de mirada tierna. Por eso quería hacer hasta lo imposible por liberarlo del dolor y todo aquello que lo atormentara. Aunque esa tarea fuera de Hoseok, el arcángel sanador.

—Tus nubes están algo rosa, Yoongi —habló Jimin encantado al ver por la ventana.

—Creo que tu visita me trajo un poco de paz —confesó de forma sincera, amando como aquellas mejillas volvían a teñirse del mismo color que sus nubes.

Repentinamente se asustó cuando comenzó a sentir un extraño cosquilleo en su pecho, llevándose una mano al centro, como si intentara frenarlo.

«No de nuevo»

Suplicó a los cielos, desconociendo aquel síntoma repentino. Al menos deseaba que Jimin se fuera antes de volver a tener otro ataque como el último que lo golpeó.

—¿Yoongi?

—Estoy bien —habló pronto —. Lo siento. Solo recordé algo que debía hacer. Será mejor que te vayas o tus querubines podrían comenzar a hacer de las suyas.

Jimin rio sabiendo que el mayor tenía razón. La última vez que se ausentó por mucho tiempo, un pequeño grupo había bajado a la Tierra sin su permiso, tomándose el atrevimiento de unir parejas. Amarrando un lazo rojo en los meñiques de cada par.

—Tienes razón —bufó, sonriendo hasta con los ojos, antes de agitar su mano en despedida y desaparecer en una nube de humo rosa.

Rosa... amargamiel... justo como su cielo se encontraba en ese momento.

Yoongi frunció el ceño, dándose cuenta que todo continuaba igual. Si el exterior se mantenía de tal forma, tan sereno y calmo, lleno de luz y pureza, ¿significaba que aquella punzada en su pecho... no era mala?

—Jin... —el nombrado se giró sorprendido de encontrarse al castaño allí, tan lejos de su cielo.

Pronto regresó su mirada al frente y posó su mano sobre el espejo para que solo su reflejo se volviera a dibujar en él.

—¿Qué sucede, Jungkook? —preguntó, caminando hacia el menor, invitándolo a sentarse en el sitio que siempre ocupaba Taehyung en la mesa, mientras él tomaba su puesto de siempre.

El menor se veía inquieto. O quizás preocupado sería la palabra correcta, pero ambos querían evitar pensar en eso para no afligirse más.

—Ya van dos noches en la Tierra que el escuadrón que envié no regresa. Solo debían explorar y notificar los daños de impureza. Pero... no han regresado. Y algunos de mis ángeles están inquietos. Dicen se sienten una presencia desconocida rondar entre nosotros. Y sabes lo perceptivos que son, por eso quería decirte.

—Shh... calma. Has hecho bien, Jungkook —lo tranquilizó, palmeando su hombro dulcemente, mirando luego detrás de él, a aquel arcángel que los observaba en silencio —. ¿Podrías encargarte, Namjoon?

El otro asintió y desapareció siendo tan silencioso como siempre.

—¿Desde cuándo...? —quiso preguntar el castaño, sorprendido de no haberse percatado de la presencia del peliverde.

—Él siempre está rondando a todos —sonrió Seokjin —. Ya deberías estar acostumbrado a que sea nuestra sombra —bromeó. Sin embargo, nada parecía ser suficiente para aliviar la pena del otro arcángel.

El menor suspiró y terminó por asentir, tratando de disipar su sorpresa, mientras que pensaba en si decir aquella otra cosa que lo molestaba un poco desde la última vez que todos se reunieron en aquella sala, exactamente hace siete albas. Sabía que eso podía verse como desconfianza hacia los otros, pero... no debía callarlo.

—Dilo —le susurró Seokjin, acariciando sus cabellos. El mayor sabía que había algo más que inquietaba a aquel ser puro.

—No quiero que parezca que desconfío de uno de mis hermanos, pero... él... Lo he notado raro últimamente y sus ojos ya no parecen expresar la calidez de su ser. Sus ángeles han estado inquietos y eso me preocupa. Ellos podrían comenzar a desaparecer si su regente altera el equilibrio y no sé si él es consciente de eso o no, pero... eso sería matar a los suyos y...

—Jungkook... entiendo que te preocupes. Luego del último ataque que Yoongi ha sufrido, se ha aislado un poco, pero confío en él. Sé que no nos traicionará. Confío en su fuerza y sé que él no es el heredero.

—No hablo de él, Seokjin —el mayor lo miró expectante, un tanto cohibido por aquella afirmación —. Me refiero a Jimin. Es él a quien he notado extraño y... —metió su mano entre sus prendas, revelando tres plumas manchadas de negro —... unos ángeles encontraron en el tercer cielo estas plumas impuras.



Nina Glastor

[corregido 08/04/19]

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