~Primer Ocaso~
[~Si es por ti, puedo fingir ser fuerte incluso si estoy siendo lastimado~]
Todo el reino de los cielos se estaba desmoronando a su paso. Las nubes habían perdido su luz natural, las estructuras que sostenían cada reino, colapsaban una tras otra y los ángeles inferiores, perecían a causa del dolor. Sus ángeles ahora estaban contaminados por la oscuridad y el primer cielo se debilitaba un poco más a cada segundo, tanto como para dejar que los demonios entraran a las alturas sin ser detenidos. Sin embargo, a Seokjin parecía no importarle nada de eso. Volviendo ciegos a sus ojos respecto a lo que pasaba a su alrededor, solo pensaba en llegar con aquel arcángel. Sus alas una vez más se batieron con violencia y en el mismo instante en el que los muros cayeron, el fuego de Yoongi lo alcanzó, haciéndolo retroceder.
Después de aquella visión que había tenido de Jimin, aterrado en toda esa oscuridad, Yoongi no había dejado de intentar escapar de su prisión. Sin embargo, se quedó allí de pie, casi sin respirar, cuando vio a Seokjin frente a él, con el rostro y brazos lleno de cortes un poco profundos. Heridas que no le habían provocado sus llamas.
—¿Dónde está? Sé que puedes sentirlo.
—¿Qué ocurrió? —demandó saber Yoongi, cuando su hermano lo increpó con aquella pregunta. Ni siquiera necesitó mencionar su nombre. El pelinegro sabía que Seokjin hablaba de su pequeño ángel—¿Qué le has hecho?
—Él es el heredero de Lucifer, Yoongi. Tengo que matarlo.
—¡¿Cómo te atreves a pensar eso?! ¡Jimin no podría ser...! ¡No te atrevas a hacerle daño!
—¡Entonces mátalo tú, pero encuéntralo ahora mismo! ¡El primer cielo ya está desmoronándose por su culpa!
Entonces Yoongi enmudeció, siendo consciente del daño que estaban sufriendo. Pero Jimin... él no sería capaz de ser quien los estaba lastimando. No su ángel. No ese ser tan puro capaz de hacerle sentir tanto amor y paz con solo una sonrisa.
Tenía que haber un error.
Al menos eso quería creer hasta que recordó aquel día. Justo en el momento en el que Jimin había cerrado sus ojos, la destrucción llegó y arrasó con dos reinos hasta que él elevó sus parpados con temor. Como si hubiera presenciado todo en persona, Yoongi supo en ese entonces que Jimin sintió casi de forma real aquella masacre.
—Tú lo viste, Yoongi —volvió a hablar Seokjin cuando el otro solo bajó su mirada —. El día en que los separé. Cuando Jimin cerró sus ojos y dejó que su mente se perdiera...
—Alguien podría estar controlándolo...
—Nadie puede controlar a un arcángel sin ser descubierto.
—Pero él... —Yoongi buscó con desesperación algo más qué decir para defender a Jimin de aquellas acusaciones. Pero incluso en un momento así, él mismo comenzó a dudar.
—Si no vas a protegernos como tu deber lo dicta, entonces significa que estás con él y ambos serán castigados. Tú por traición y él por llevar la esencia de Lucifer —Seokjin se giró dispuesto a irse y tras sus pasos, los muros comenzaron a levantarse una vez más.
—¡Espera! —gritó entonces el príncipe del quinto cielo. No iba a permitir que lo encerraran de nuevo allí mientras él resto buscaba matar a uno de sus hermanos.
La piel de Seokjin no tardó en erizarse cuando sintió un calor abrasador emerger detrás de él. Sin voltearse, el regente del primer cielo se detuvo a oír al pelinegro.
—Lo haré —susurró Yoongi, dejando sus alas en libertad. Seokjin lo miró buscando engaño en su mirada, pero no vio más allá de una decisión implacable. Aquel príncipe sonrió sabiendo que podía confiar en la lealtad de Yoongi.
—Entonces ve y mátalo.
Yoongi ni siquiera tuvo que recorrer todo el cielo una vez fue liberado por Seokjin. Su propio instinto lo guio hacia un solo sitio que parecía gritar su nombre en desesperación: su propio santuario.
Sus ángeles no tardaron en revolotear felices a su alrededor, gruñendo y soltando vitores, alegres de que su príncipe al fin fuera liberado. Ni siquiera les preocupaba la inestabilidad en el reino de sus hermanos porque ellos sabían que serían capaces de soportar cualquier cosa mientras su líder se mantuviera fuerte. Era un poco irónico que el ejército que Seokjin tanto deseaba tener, no le perteneciera a él. Pero poco le importaba eso a uno de los ángeles más poderosos, siempre y cuando, Yoongi le fuera útil.
[~¿Vas a dejar que te use como una herramienta?~]
El pelinegro siseó molesto cuando esa voz resonó en su cabeza. Muchas veces se preguntó si su santo Padre era quien le hablaba o si era aquel ser corrompido que se ocultaba entre ellos para dividirlos desde dentro. Más allá de quien sea, Yoongi solo conocía una realidad, aquella voz no hacía más que susurrarle verdades en su mente. Y si había algo que amaban los oscuros, era alimentarse de verdades ocultas recelosamente que podían lastimar mucho más que una dulce mentira.
Antes de llegar a su destino, Yoongi miró a sus lados, observando a cada uno de sus ángeles que lo veían con expectación. Su reino era el único que jamás lo traicionaría y solo por eso quería hacer lo posible por protegerlos de todo mal.
Pero matar a Jimin...
Bajando la mirada con pesar, separó apenas sus labios para dejar escapar una débil orden que de todos modos fue oída por los suyos. Sus ángeles no tardaron en volar lejos, tomando armas y escudos para lo que iba a venir. Yoongi estaba dispuesto a ir en contra de su Padre y sus hermanos, y abandonar el cielo para acabar el mismo con Lucifer, pero no lastimaría a Jimin.
Una vez quedó solo frente a las puertas de su santuario, empujó el roble y ambas hojas se movieron ruidosamente, revelando la oscuridad en su interior. Una vez más su mirada estuvo en alto y no vaciló al momento de comenzar a avanzar. Grandes antorchas siendo sostenidas por estatuas de fénix se encendieron al momento en que Yoongi continuó dando pasos en el interior y entonces lo vio. Al final de aquella pequeña pasarela, a los pies del altar donde se encontraba la fuente con la llama de vida que el Todopoderoso le había otorgado, se encontraba a quien buscaba.
—Jimin...
Aquel hermoso arcángel ni siquiera se inmutó con su llamado. Solo permaneció allí, dándole la espalda, admirando como el fuego flameaba frente a sus ojos mientras unas enormes alas negras lo abrazaban, como protegiéndolo de todo aquel que quisiera lastimarlo.
—¿Vienes a matarme, Yoongi? —preguntó y entonces Yoongi supo que el peligris estaba llorando. Su voz rota y débil lo había delatado mucho antes de que Jimin se pusiera de pie y se girara a verlo con aquellos ojos zafiro tan intensos.
Yoongi no dijo una sola palabra cuando Jimin lo miró. En cambio, les permitió a sus ojos viajar por todo el rostro de aquel bello ángel sumido en su propio dolor. Miró esos orbes que centellaban como zafiro rosa, sus ojos cayeron a sus mejillas bañadas de lágrimas oscuras y al final, aterrizó en sus labios heridos por sus propios dientes. Su pequeño cuerpo no dejaba de tiritar como si tuviera frío. Sus brazos se apretaban con fuerza contra su pecho y sus alas negras parecían tener vida propia, moviéndose en un suave aleteo como si estuvieran alerta, listas para atacar, listas para proteger a su portador que veía todo con miedo. Aquel que parecía no confiar ni en su propia sombra.
¿Cómo podía siquiera pensar en hacerle daño al verlo así?
Dando lentos pasos para no asustar al otro, Yoongi siguió avanzando hasta quedar a unos pocos metros de aquel príncipe. Él quería que fuera Jimin quien se sintiera lo suficientemente seguro como para correr a sus brazos.
—¿Confías en mí, Jimin? —susurró casi como si se tratara de un secreto, esperando ansioso por la respuesta.
El peligris lo miró con ojos llorosos y labios temblorosos cuando Yoongi le regaló una sonrisa de labios sellados. Había estado esperando allí por él, pero ahora tenía miedo de que Yoongi lo lastimara. Sabía que Seokjin no lo hubiera soltado por nada. Yoongi era el arcángel del castigo divino después de todo y si no era Jungkook, Yoongi era el otro que podía empuñar una espada para acabar con su vida.
... una espada... ¿por qué Seokjin portaba la espada de Miguel?
Nada parecía ser correcto a su alrededor. Ningún lugar era su refugio y solo por eso ahora Jimin tenía miedo de avanzar hacia esa mano que lo esperaba. Pero ese ser frente a él era Yoongi. Aquel que lo abrazó cuando él tuvo miedo, aquel que no dudó en protegerlo cuando se lo impusieron como una misión y aquel que le sonreía solo a él justo como ahora lo hacía. Quería estar entre los brazos de Yoongi. Quería refugiarse en él y que una vez más le dijera que todo estaría bien siempre y cuando enfrentaran todo juntos. No importa si se trataba de una mentira, quería confiar en Yoongi.
—No dejaré que ni la luz ni la oscuridad te lastimen. Tendrán que pasar sobre mí antes de intentarlo —juró Yoongi con convicción. Entonces sus dos manos esperaron al menor y fue cuando Jimin ya no pudo negarse más a esa calidez. No temería a la muerte si al menos eran las manos de Yoongi las que le quitaban su último respirar.
Pero nada de eso pasó. Aquellos brazos lo atraparon contra el otro cuerpo y unos cálidos labios se posaron en sus cabellos cuando él lloró en aquel hombro.
—No me odies... por favor.
—No lo hago, Jimin. No podría jamás —lo consoló Yoongi y su pecho no tardó en punzar, sintiendo el mismo dolor —. Ni aunque fueras el mismísimo rey de las tinieblas te odiaría.
—Todo este tiempo fui yo, Yoongi... todo este tiempo... estuve roto... sucio...
—No digas eso —susurró Yoongi cuando Jimin se aferró con fuerza a sus prendas —. Tú eres la creación más perfecta de nuestro Padre.
—¡Pero pequé! Hice lo que ningún ángel debe hacer. Envenené a mi propio cielo con pensamientos impuros y deseos humanos. Yo... yo deseé... lo que un ángel no tiene permitido tener...
Yoongi se alejó apenas un poco de él para poder verlo a los ojos. Sus dedos acariciaron con dulzura sus mejillas mientras limpiaban la humedad y sus labios picaron por preguntar aquello que su mente no dejaba de gritarle como la verdad más prohibida de todas.
[~Todos tienen derecho a amar y ser amados~]
—Te deseé a ti, Yoongi... —confesó Jimin, acariciando una de sus mejillas y besando con algo de miedo la otra. Sus manos no dejaban de arder por tocar más de esa tersa piel. Sus ojos no dejaban de buscar los contrarios y sus labios hormiguearon por besarlo. Pero eso sería probar el fruto prohibido y Jimin no quería manchar a la única luz que siempre lo protegió.
Sin embargo, lo que tanto deseó, pasó.
Yoongi lo besó.
En ninguna de sus tantas reencarnaciones Jimin se hubiera esperado estar entre esos brazos como ahora. Ambos sintiendo miedo y a la vez, ignorando los mandatos divinos, dejando que sus labios fueran los únicos que hablaran con la verdad. Porque Jimin no era el único marchito. No era solo él el único culpable de pecar con la palabra y la razón. Y ahora más que nunca, no querían reconocer que aquello estaba mal.
Porque en sus mil y un formas, siempre acabará siendo amor.
(3/8)
Me siento orgullosa de haber disfrazado tan bien a mi ángel traidor~ jeje Incluso al heredero de Lucifer 7u7r Me encanta hacerlos dudar xD Porque al principio de la historia habían dicho que cierto personaje iba a ser el malo :3 Qué crees...
Más pistas ocultas 7u7
Nina Glastor
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