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~Primer Día~

—¿Jimin? —Yoongi lo llamó cuando se percató del terror reflejado en los orbes del otro. Jimin todavía se encontraba con la mirada perdida y sus querubines actuaban algo ansiosos, volando a su alrededor. Eso, sin duda, no era nada bueno.

Jimin estaba temiendo.

—Jimin, mírame —pidió Yoongi, comenzando a avanzar rápidamente cuando el peligris ni siquiera lo miró. Sus alas no tardaron en desaparecer, dejando tras él el camino de plumas blancas que ahora Jimin las veía puras en el reflejo.

Eso no tenía sentido. Las alas de Yoongi eran negras en su reflejo, pero al caer de él... se volvían blancas.

—¡Jimin! —ahora sí éste lo miró. Yoongi estaba siendo retenido por sus querubines que formaron una barrera frente a él, siendo el único que podía estar sobre el altar para llevar a cabo el ritual —. Al fin reaccionas —dijo y sonrió.

Cielos, esa simple sonrisa sí que le había regalado a Jimin más de un latido extra. Pronto sacudió su cabeza y se disculpó con el pelinegro antes de sentarse en el suelo, tomando posición para luego unir sus palmas de forma horizontal, una sobre otra, sus propios dedos rozando sus muñecas. Sus labios comenzaron a separarse en pequeños murmullos, luego en susurros, hasta elevar las notas a cánticos angelicales que hicieron emerger una potente luz de cada pluma, representando los cielos. Los ojos los mantenía cerrados y Yoongi no pudo evitar apreciar tan espléndida perfección sabiendo que no sería atrapado.

Ante los ojos de aquel arcángel, Jimin ya no parecía uno más. Por primera vez sus ojos brillaron en rojo al ver la hermosura del otro. Ver al peligris era como contemplar la gloria, la belleza entera del cielo concentrada en un solo cuerpo, la pureza eterna que solo los ángeles poseían. Ante sus ojos... Jimin parecía un dios.

Al momento en que las siete luces se unieron en lo alto de Jimin, Yoongi tembló porque sus orbes estaban pecando al no querer dejar de ver a su hermano con otros ojos, con su vista danzando por su cuerpo, acariciando cada curva y extremo como si quisiera sentir un poco de esa luz que emanaba, de esa calma... de esa perfección.

[~No codicies...~]

Apartó su mirada cuando sintió de nuevo los pinchazos. A su derecha, encerrado en las pareces, su reflejo lo observaba fijamente con una sonrisa extraña en sus labios. Pronto sus manos comenzaron a subir hasta su rostro y cubrió sus ojos como si quisiera darle un mensaje.

¿No veas?

o...

Nadie puede vernos... No te contengas.

De repente el suelo bajo sus pies comenzó a temblar. Entonces se percató que los querubines también se habían unido a los cánticos de su príncipe. Todos elevando sus alabanzas en un coro que parecía querer traspasar esas cuatro paredes en donde el eco de la sala las hacía más potentes. Pronto su pecho se sintió más calmo y una nueva energía fluyó por sus venas cuando sintió que las puertas de su cielo habían sido abiertas. Los siete arcángeles tuvieron la misma sensación e incluso Taehyung, que cuidaba el primer cielo, presenció el momento en que las puertas se abrieron detrás de él y la energía de los siete pareció fluir por cada rincón. No, no era la energía de los siete, era solo la de Jimin.

Los cánticos de detuvieron justo en el momento preciso en el que las plumas de sus hermanos y la suya se desintegraron sobre el altar, elevándose en el aire en forma de partículas y luz, uniéndose en un último destello antes de desaparecer. Entonces Jimin cayó hacia un lado, desvanecido. Esta vez, los querubines sí le permitieron el paso y Yoongi corrió para tomar al arcángel en sus brazos. Se notaba tan exhausto, incluso su piel se veía pálida y se sentía fría.

Los pequeños angelitos volaron a su alrededor y comenzaron a tironear de sus prendas para que los siguiera. Pronto entendió. Esos pequeños querían guiarlo de nuevo al cuarto del príncipe.

Cuando Jimin abrió sus ojos al fin, ya no se encontraba en el santuario. Su cuerpo ahora estaba vestido por finas y cálidas prendas que no revelaban más de lo necesario. Su pecho se sentía igual de confortable, como si la energía de los siete se hubiera fusionado en una, fortaleciendo los reinos y sus almas. Al fin sonrió y se permitió perder un poco de ese miedo que lo había estado controlando por días, haciéndolo caer en lo impropio para un regente.

Sin embargo, como si su mente no quisiera permitir su sosiego, un manto negro apareció entre sus pensamientos. Plumas oscuras, noche y destrucción lo atormentó. El recuerdo de Yoongi con sus alas puras extendidas y su reflejo batiendo unas impuras.

Yoongi...

Rápidamente se sentó en su cama buscando a aquel que ocupaba su mente. Ojos oscuros e intensos fueron con lo que se encontró; luego una sonrisa y más tarde, cuando el mayor al fin caminó hasta él, una caricia.

—¿Te sientes mejor?

Ante la caricia recibida en su mejilla, Jimin no pudo hacer más que cerrar sus ojos y asentir serenamente. Aquel tacto era incluso más cálido que las telas que lo cubrían. Tanto, que sintió la necesidad de protestar cuando dejó de sentirlo.

Esta vez, al abrir sus ojos de nuevo, Yoongi se encontraba sentado a su lado en la cama, regalándole una sincera sonrisa como si le dijera que lo había hecho bien.

—Deberías seguir descansando —le aconsejó el pelinegro cuando las palabras parecieron comenzar a faltar. Ni siquiera sabían por qué ambos se habían quedado viéndose por eternos segundos. Sin embargo, Jimin negó. Sentía que había pasado mucho tiempo en el mundo onírico y ahora lo único que quería hacer era continuar así con el otro.

Tímidamente, el arcángel del tercer cielo tomó la mano del otro príncipe y lo invitó a recostarse a su lado.

Solo un poco más de tiempo...

—Mis ángeles me notificaron que los demás lo están haciendo bien —habló Yoongi, como si quisiera llenar los espacios vacíos mientras Jimin solo lo veía a los ojos —. Aunque eso no significa que no haya dificultades...

—¿El oscuro? —Yoongi asintió, estirando su mano por debajo de su cabeza para llegar hasta las hebras del otro y acariciarlas con parsimonia. Jimin no pudo evitar soltar un débil ronroneo que caló por cada célula del pelinegro.

—Su objetivo es despertar al heredero y por eso primero buscará corromper a todos. Los ángeles de Jungkook...

Entonces Jimin tembló.

—Oh por los cielos, ¿no me digas qué...? —Yoongi negó.

—No me refiero a eso. Ellos están bien por ahora. Pero... también serán los primeros en caer si bajamos la guardia —Jimin asintió comprendiendo mejor. Si bien el cielo de Seokjin estaba más cerca de la Tierra, era Jungkook quien enfrentaba al mal con su ejército. Y sin ellos...

—Nunca había notado el lindo lunar que tienes aquí ­—susurró Yoongi, tocando sobre sus prendas, justo sobre sus clavículas. Por un momento Jimin quiso reír por el giro que tomó su conversación —. Lo vi cuando... estabas siendo purificado.

Y entonces reinó el silencio.

Ambos volvieron a mirarse como si llamas chispearan en los iris del otro. Se sentía cálido y a la vez tan desconocido. Tan así que sabían, debían alejarse de ese sentimiento que parecía llamarlos con ímpetu.

—A mí me parece bonita tu sonrisa —Sin embargo, Jimin parecía no querer rehuir a ese sentimiento que lo reconfortaba.

Yoongi fue el primero en apartar su mirada, soltando una pequeña risilla que pareció más una burla a las palabras del peligris, como si no creyera en ellas.

—¡En serio! —insistió Jimin, riendo cuando vio esas mejillas sonrojadas —. Deberías sonreír más... Quiso agregar «para todos» pero algo en su pecho no le permitió concluir la frase, como si deseara que esas sonrisas solo fueran para él.

Eso estaba mal.

[~No reprimas tu alma cuando anhelas su calidez~]

Y a la vez, alguien parecía decirle que no.

—¿Jimin?

El peligris levantó la vista cuando aquel llamado sí pareció lograr atraer su atención. Perdido en sus pensamientos, ni siquiera había notado que el otro continuaba hablando, negando y protestando a sus palabras.

—Ni siquiera me escuchas cuando me quejo. Justo por eso es que no sonrío, siempre me hacen enfadar —protestó y los dedos de Jimin hormiguearon cuando vio los labios levemente fruncidos del pelinegro.

Esta mal.

[~No reprimas tu alma cuando anhelas su calidez~]


Muy lejos de aquel par, alguien sonrió enormemente al sentir codicia en esos corazones.

—Eso es... codicien sus ojos, sus labios, sus cuerpos. Codicien cada mirada, cada sonrisa, codicien sus almas hasta que el desenlace sea irreversible; hasta que ya no puedan dar marcha atrás a su mismísima destrucción.

Otro aclaración por si les confunde: los ojos de todos son oscuros, casi negros. Así que cuando lean que son rojos, celestes o de X color, es porque están sintiendo diferentes emociones que hacen que estos cambien de color. 



Nina Glastor

[corregido 08/04/19]

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