~Cuarto Ocaso~
—Yoongi.
El pelinegro miró asustado hacia su costado cuando escuchó la voz de su hermano más eterno, quien había detenido su huida.
—Namjoon... —murmuró, tratando de recuperar el aliento. Sabía que él no lo detendría, pero, aun así, el miedo no dejaría de trepar por su cuerpo solo de pensar que sus manos serían encadenadas de nuevo, solo para seguir alejándolo de Jimin.
Sin embargo, Namjoon no parecía tener intenciones de detenerlo o dar aviso a los demás de su fuga. Todo lo contrario. El de cabellos verdosos lo miró triste cuando las alas negras se asomaron por la espalda de aquel arcángel.
—Toma —dijo, tendiéndole una de sus plumas blancas con leves destellos en verde —. No puedo interferir en esto y lo sabes, pero puedo ir por ti cuando me necesites... Salva a Jimin... pero también sálvate a ti, Yoongi.
El otro ángel lo miró sorprendido y observó por un tiempo aquella pluma antes de tomarla.
—Lo prometo —le aseguró y se giró una vez más, dispuesto a abandonar el cielo. Sin embargo, algo más lo detuvo —. ¡Namjoon! —su hermano volvió a dirigirle la mirada —. Hoseok me dejó ir. Por favor, no dejes que Seokjin lo castigue.
—Yo lo protegeré —le prometió al pelinegro, entregándole una tenue sonrisa por primera vez en esa vida.
Y con eso, ambos continuaron con sus caminos.
No supo en qué momento había perdido el conocimiento, pero cuando sus ojos volvieron a abrirse, supo que ya no se encontraba en el mismo lugar. Aquel oscuro calabozo había sido reemplazado por otras tinieblas. Otras... que, misteriosamente, hacían sentir a su alma lejos de casa.
Entonces sus ojos se desesperaron por encontrar a uno de sus hermanos. Sus manos ya no estaban encadenadas, lo que significaba que alguien lo había dejado en libertad, pero también lo habían dejado solo.
—Yoongi... —murmuró cuando no vio ni un rayo de luz a su alrededor. Al menos esperaba que el pelinegro se encontrara a salvo.
En ese lugar, su cuerpo se sentía tan débil como si se encontrara fuera de su elemento. Sin embargo, eso no lo detuvo cuando se puso de pie. Si no veía a nadie que pudiera ayudarlo, sabía que él mismo tenía que encontrar una salida a ese lugar.
Si tan solo supiera dónde se encontraba...
Pero entonces, como si alguien hubiera escuchado sus pensamientos, un montón de sombras danzaron frente a sus ojos antes de darle forma a algo oscuro. Un ser tenebroso que él jamás había conocido.
Sus ojos eran similares a los de una serpiente. Sus cabellos caían sobre sus hombros, oscuros y recesos. En su boca se asomaban filosos dientes, iguales a las garras que sobresalían de sus dedos. Una larga túnica negra era lo único que lo vestía y detrás de ese ser, como dos ramas de un viejo sauce, nacían sus alas oscuras similares a las de un murciélago, sin una sola pluma en ellas.
—¿Te has perdido, pequeño angelito? —su voz resonó más terrorífica de lo que Jimin se habría imaginado y en ese momento, no solo su corazón tembló. Cuando aquella criatura se acercó al fin pudo ver bien su rostro. Las arrugar parecían comerse su propia piel, y todo de él era tan pálido a excepción de sus labios casi violáceos. Era como si a su cuerpo le faltara vida.
—¿Q-Quién... quién es usted? —Aquel ser oscuro sonrió cuando él se atrevió a hablarle —. Déjeme ir. Tengo que ir por Yoongi.
—Oh, pequeño. No te precipites. Estoy seguro que él no tardará en venir por ti —rio de forma perversa, al mismo tiempo que, de fondo, se oían gritos agónicos. Ese ser ni siquiera le había dicho su nombre, pero Jimin al fin comenzaba a adivinar en donde se encontraba.
El infierno.
—¿Cómo llegué aquí? ¿Acaso fui...desterrado?
—No, hermano —habló alguien, apareciéndose detrás de él, haciendo que Jimin diera un brinco en su lugar y pronto se girara para ver a sus espaldas —Yo te traje aquí.
—Taehyung... —susurró con horror al conocer la verdadera forma de aquel ángel. Todavía no había perdido sus alas, pero había caído. El símbolo de Lucifer en su frente lo proclamaba así.
En ese momento, un árbol seco comenzó a nacer a espaldas de Jimin y atrapando su cuerpo, el tronco se elevó, creciendo hasta tres metros para separarlo del suelo, aprisionándolo con sus ramas que no dejaban de apretar un poco más cada vez que él luchaba por liberarse.
—Has hecho un buen trabajo a pesar de ser un ángel —lo halagó Lucifer tras aparecer junto a Taehyung.
—¡¿Por qué, Taehyung?! —gritó Jimin cuando ya no pudo escapar —. ¿Por qué nos traicionaste?
—Oh, por favor —rio el de hebras doradas, acercándose a su hermano —. ¿En verdad me lo preguntas? ¿Tú que pecaste con la carne y no te importó arrastrar a la misma suerte a Yoongi? —se carcajeó escandalosamente y sus ojos brillaron cuando vio el miedo reflejado en los otros —. Todo este tiempo estuvo en ti elegir si escuchar o no a la voz que todo este tiempo te dijo que hacer.
—Tú...
—Sí, yo —sonrió con sorna —. Pero no me veas como si te sintieras traicionado, hermano. Porque no te arrepientes ¿verdad? Con o sin mi ayuda, hubieras terminado cayendo en la tentación. Después de todo era tu destino. Un castigo justo por ocupar un puesto en las alturas que nunca te correspondió.
Jimin miró al otro ser oscuro luego de que Taehyung dijera aquello. Él sabía a qué se refería con ocupar un puesto que no le pertenecía. Pero así lo decidió Seokjin. Alguien tenía que hacerse cargo del tercer cielo luego de la caída de aquel poderoso. ¿Acaso lo habían arrastrado hasta allí por venganza?
Lucifer sonrió como si pudiera leer sus pensamientos.
—Él ha llegado.
En ese momento los muros de arcilla y rocas comenzaron a temblar, al mismo tiempo que las llamas infernales crecían en el río de los lamentos. Todo alrededor de ellos parecía rodearse de un pesado odio, arrastrado por ráfagas violentas que parecían quemar la piel de Jimin cada vez que lo rozaban.
Aquel pequeño ángel cerró con fuerza sus ojos cuando no supo a qué se enfrentaría ahora. Menos sabiendo que no podría defenderse al encontrarse preso de aquellas ramas. Pero entonces todo cesó.
Una nube de humo de polvo y fuego nació frente a él y plumas negras volaron frente a sus ojos cuando un fuerte aleteo se oyó.
Yoongi había llegado por él.
—Yoon... gi... —murmuró el peligris y sus ojos no tardaron en llenarse de lágrimas cuando vio las marcas en el cuerpo de aquel ángel. Yoongi había abandonado el cielo aun cuando lo tenía prohibido y por eso su cuerpo se había tatuado con la marca del exilio. Aquella que parecían ser serpientes dibujadas en su carne.
—Al fin estás aquí, descendiente de Samuel. ¿O debería decir, de Satanás? —Lucifer sonrió —. Bienvenido a casa, rey de las tinieblas.
Jimin tembló cuando escuchó la forma en la que Yoongi fue llamado. ¿Rey de las tinieblas? Acaso eso podría significar que él... No. Yoongi no podría ser aquel heredero que se levantaría contra el cielo al final del último ocaso. Él siempre fue el más fiel a su naturaleza y el que, junto a Namjoon, eternamente respetó los mandatos del Todopoderoso.
Hasta ese momento.
—Deja ir a Jimin ahora mismo.
—Oh vamos. ¿No crees que estás siendo un poco demandante? —bromeó el ser infernal. Por su parte, Taehyung prefirió mantenerse calmado, sabiendo que el Yoongi que ahora lo observaba, no era el mismo que hubiera perdonado su vida en las alturas —. Tu pequeño ángel está cómodo allí y puedo asegurarte que nada le pasará siempre que decidas elegir éste como tu reino. A diferencia de Miguel, yo soy un ser de palabra —escupió con veneno. Todo para que quedara claro el odio que sentía hacia aquel que alguna vez consideró su hermano.
Sin embargo, Yoongi lo ignoró. Al momento en que su corazón de oprimió en dolor, sus ojos no tardaron en buscar a aquel único ser al que le pertenecía su vida.
—N-No tenías... que venir —habló Jimin mientras sus oscuras lágrimas manchaban su hermoso rostro. El pecho de Yoongi dolió cada segundo más solo con ver el temor reflejado en ese rostro que tanto ama.
Sin resistirse, a pesar de saber que podría lastimar a Jimin, Yoongi batió sus alas con violencia, haciendo que las ramas que aprisionaban a su ángel se rompieran. Y entonces Jimin cayó.
—Yoongi —sollozó cuando unos brazos los rodearon rápidamente. Al fin podía volver a sentir esa calidez que tanta seguridad le daba. Sus dedos pronto buscaron el rostro de su príncipe y sus labios ardieron cuando Yoongi no se contuvo en unirlos con los suyos.
—Estoy aquí. No tienes que temer, mi ángel —sonrió y tomó una de sus manos, sosteniéndolo con fuerza para volver a enfrentar a Lucifer. Dicho ser que se mantenía muy calmado, contrario a su verdadera naturaleza.
—Sin duda llevas la sangre de Lilith en tus venas. Dispuesto a enfrentarlo todo por tus ideales. O bueno... por un amor —Lucifer rio con burla —. Lo que importa es que estás aquí y juntos podremos destruir a aquellos que creen ser perfectos.
—No estoy aquí por ti —bramó Yoongi, haciéndole frente al de filosas alas —. No me interesa tu guerra eterna con Seokjin. Jimin y yo ya no pertenecemos a las alturas, pero no por eso habitaremos en el averno. No permitiré que su alma se pudra como la de él —aseguró, mirando de reojo a Taehyung, quien sonrió con cinismo.
—¿Y cómo pretendes sacarlo de aquí sin que yo te lo permita? —lo cuestionó Lucifer. Con una desagradable sonrisa en sus labios, el señor de los infiernos tronó sus dedos y desde la tierra reseca, emergieron enormes serpientes que se enredaron con gran velocidad al cuerpo del ángel de grisáceos cabellos. La violencia de los reptiles terminó por alejar a Yoongi cuando uno de ellos clavó sus colmillos en el dorso de su palma —. Te lo regresaré si destruyes al descendiente de Miguel. Quiero que acabes con su sangre de una vez por todas.
—¡Yoongi, no! —gritó Jimin, tratando de liberarse. Sin embargo, lo único que conseguía eran fuertes mordidas en su cuerpo.
—¡Haz que paren de lastimarlo! —se enfureció el pelinegro al ver como esos reptiles mordían a Jimin para mantenerlo inmóvil.
—Está en tus manos dejar que mis preciosos jueguen con él. Tú decides, heredero. La vida de Miguel, a cambio de la suya.
—Yoongi —sollozó Jimin, sin apartar su mirada de él —. Por favor... no... no...
Yoongi quiso escucharlo. Sabía el precio que significaba enfrentar a sus propios hermanos. No solo había perdido su eternidad en las alturas. Después de eso, también perdería su último rastro de luz y pureza que quedaba en su corazón. Pero Jimin lo valía. Por él, estaba dispuesto a morir eternamente si así podía salvar su alma de toda esa oscuridad.
—Lo siento, Jimin.
—¡No! —gritó el otro príncipe, pero cuando sus lamentos lograron abandonar sus labios, ya fue demasiado tarde.
Yoongi se había ido.
(6/8)
Para que esto quede clarín. A los que no entienden por qué Namjoon siempre supo la verdad y aún así no hizo o dijo nada: Namjoon es el ángel de la muerte. Él no puede interferir en el destino. Por lo que siempre conoció la verdad, ya sea de Seokjin o la traición de Taehyung, en su momento descubrió que Jimin se estaba corrompiendo y al final Yoongi, pero al no poder interferir, no dijo ni hizo nada.
Si tienen más dudas, haganmelas saber aquí -->
Final in coming~
Nina Glastor
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