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2. Es mejor que no sepas nada

Golpeé la puerta durante más de una hora.

— ¡Malcolm! — perdí la cuenta de cuantas veces llamé a su nombre, pidiendo algo de piedad, algunas respuestas... rogando por libertad. Pero no obtuve absolutamente nada, más que silencio y soledad.

Cuando entendí que nadie respondería a mis llamados, desistí en aquella tarea aparentemente inútil. Preferí, en cambio, observar aquella habitación en la cual me encontraba encerrada.

Lo primero que hice fue ir a la ventana. Tomé los barrotes con fuerza e intenté arrancarlos de cuajo. Fue imposible, eran sólidos, y estaban atornillados por fuera de la pared, y yo no era una súper mujer.

Luego paseé por el lugar, abrí cada puerta del placar y cada cajón de las mesitas buscando algo que pudiera ayudarme para romper la ventana. Pero todas estaban vacías o no tenían nada de importancia. El placar tenía ropa de mujer antigua, como si ese armario no hubiera sido renovado en decenas de años.

Había una segunda puerta, esta sí estaba destrabada y llevaba a un baño con tina y lavado. Allí dentro tampoco encontré nada de importancia, sólo toallas y jabones aromáticos.

La habitación era hermosa, estaba amueblada de manera antigua y victoriana. Me sentía una princesa..., una princesa enjaulada.

No había nada que pudiera hacer. Estuve bastantes horas pensando en mi situación, analizando cada pequeño detalle, pensando en escapar, en idear algún plan, pero como no tenía idea de mi situación, ni dónde estaba ni qué querían de mí, no había nada que pudiera hacer al respecto más que esperar.

Me recosté sobre la cama, mirando al techo.

No me di cuenta cuando, pero Malcolm estaba parado junto a los pies de la cama, mirándome de manera intensa. Me estremecí entera cuando sus ojos oscuros dieron con los míos.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunté, pero no obtuve respuesta.

Temblé un poco cuando Malcolm colocó una rodilla sobre el colchón y sentí que este se hundió a su peso. Malcolm se acercó hasta mí de manera felina, hasta que sus dos brazos quedaron cada uno al lado de mi cabeza, y su cuerpo por encima del mío.

— ¿Qué...? — mi siguiente pregunta fue interrumpida por sus labios, los cuales fieros tomaron los míos sin preguntar.

Sentí el peso de su cuerpo sobre el mío cuando dejó de sostenerse con las manos para escabullir estas por lugares íntimos.

No sé en qué momento él se quedó sin camisa, ni tampoco cuando fue que él quitó la mía, pero los dos nos estábamos quedando desnudos y yo no podía seguirle el ritmo. Pero algo era cierto, mi corazón latía desbocado y el calor que comenzaba a quemar en mí era señal clara de que yo quería esto.

Rodeé su cuello y paseé mis uñas por su espalda.

Malcolm apartó su boca de la mía sólo para explorar hacia más abajo. Beso primero mi cuello e hizo un recorrido algo doloroso hasta mi hombro, de allí siguió descendiendo hasta que llegó al borde del brasier.

De repente sentí una opresión en el pecho, tan fuerte que me obligó a abrir los ojos. No era Malcolm ya quien estaba sobre mí, sino Jared sentado sobre mi pecho, intenté hablar, pero de mi boca sólo salió un quejido.

Al final, tuve que golpearlo en el hombro repetidas veces hasta que este decidió bajarse.

Me senté sobre la cama y pasé mis manos sobre mi pecho, todavía tenía puesta mi ropa. ¿Qué diablos acababa de suceder?

— Qué sueño delicioso — dijo Jared relamiéndose los labios y yo lo miré sin entender qué había sucedido y por qué era él quien estaba sentado junto a mí en la cama y ambos vestidos. ¿Dónde estaba Malcolm? —, pero todavía tengo hambre, ¿no quieres alimentarme un poco más? — dijo con una sonrisa ladina.

Jared se recostó de lado, con un brazo sobre la nuca y se desabrochó el primer botón de su camisa. Luego subió sus cejas de manera sugerente. Yo me reí, pero hubo algo repentino en sus ojos que me hipnotizó y despertó un deseo en mí de acercarme a él, de dejarme besar, tocar y de que él me...

— ¡No! — grité y luego desvié la mirada al techo. Si continuaba mirándolo sería peligroso.

— Buuu, aburrida — dijo y se sentó en la cama.

Inmediatamente, esa sensación atrayente de su parte desapareció como por arte de magia.

Esta vez volví a mirarlo, pero con cuidado de no volver a sentir nada extraño proveniente de él.

— Eres como Malcolm, nunca me hace caso.

— ¿Malcolm? — pregunté con interés al escuchar su nombre.

— Sí, él nunca deja que me alimente de él — realmente no tenía idea de qué estaba hablando —. Debe ser delicioso, estoy seguro... pero ese tipo es tan estoico y frío — luego me miró de reojo para volverme a sonreír coquetamente —. Claro, tú también luces deliciosa.

— Ni lo pienses — respondí de inmediato, sin saber bien qué estaba rechazando, pero de igual manera, creí lo más sensato.

— Ah, es tan aburrido estar aquí. Nadie quiere conmigo.

Lo miré estudiando al tal Jared, era delgado y hermoso, pero en un sentido extraño. Al parecer, si estaba aquí, estaba del lado de los malos, evidentemente. Su manera de hablar era algo confusa, pero... de todos mis secuestradores, parecía el menos peligroso. Así que, con esa idea en mente, creí que podría sacar algo de información de él. Me senté sobre mis pantorrillas y lo miré fijamente. Jared me observó de manera curiosa y luego hizo un puchero infantil.

— Odio cuando las personas se ponen serias.

— Necesito que me expliques qué diablos está pasando — le dije en un ruego, con desesperación en la voz. Esto de no saber absolutamente nada, me estaba volviendo loca. —. Dime algo, lo que sea: quiénes son ellos, dónde estoy, qué quieren de mí, qué me irá a pasar... — enumeré varias de mis dudas. Jared me miró con algo de lástima y negó con la cabeza.

— Sólo soy un súbdito, si dijera de más me matarían, ¿acaso quieres que me maten? — preguntó mientras se cruzaba de brazos, colocando un gesto ofendido.

— Por favor — insistí. Jared pareció por un momento suavizar su expresión.

— Deberías preguntarle a Malcolm, él es tu amigo.

— No — lo corregí —, es mi secuestrador.

— ¿No puede ser las dos cosas?, ¿amigo y secuestrador?

— No funciona así, esas dos cosas no son compatibles — intenté explicarle.

— Pero, si yo soy su mejor amigo y al mismo tiempo me dice que soy una molestia. Las relaciones sí que son extrañas.

— ¿No será que le molestas y tú sólo crees que eres su amigo? — intenté hacerlo entrar en razón. Este chico tenía ideas muy extrañas.

— Mejor amigo — me corrigió.

— Sí, mejor amigo — yo rodé los ojos —, la verdad yo no creo que él te vea como uno — y Jared también los rodó, como si mis palabras fueran dignas de una idiotez.

— Si que dices disparates. Malcolm es mi mejor amigo, siempre hemos estado juntos — yo lo miré, intentando estudiar sus palabras. Algo me decía que él era el único siguiendo a Malcolm por todos lados. Eso me dio algo de pena por él.

Estuvimos unos minutos en silencio. Él parecía entretenido sacándose el esmalte negro de sus uñas, en cambio, yo sólo podía pensar que él podía ser un aliado, no sé, talvez. Tendría que probarlo.

— ¿No puedes decirme algo, aunque sea una pequeña cosa para tranquilizarme? — al final volví a insistir, quería lo que fuera, aunque fueran migajas. Jared desapareció aquella mirada divertida de su rostro. Fue extraño verlo tan serio.

— Créeme, es mejor que no sepas nada.

Abrí la boca levemente. Aquellas palabras causaron una sensación de temor en mí. Era como si Jared me dijera que algo malo iba a pasarme, y era mejor no saber nada por el momento.

Al final, Jared se marchó luego de charlar conmigo casi una hora. Yo intenté sacarle información en varias oportunidades, pero sin éxito. Él sólo parecía interesado en contarme sobre la última serie que había comenzado a ver.

Estando sola una vez más, me senté en el suelo, con las rodillas tocando mi pecho y con la espalda contra la pared de madera.

¿Qué diablos haría ahora? No sabía que hacer...

De manera pensativa, llevé mis manos hacia mis bolsillos, y me sorprendí al sentir que había algo en ellos.

¡Lo había olvidado!

Miré la sortija entre mis dedos, el ángel seguía igual de puro y reluciente que siempre. Sin pensarlo demasiado lo tomé y me lo coloqué, deslizando con cuidado sobre mi dedo. Luego, instintivamente mis dedos fueron hacia al anillo que descansaba en mi anular. Era absurdo, pero tenerlo conmigo me brindaba una pequeña seguridad, era como sentirme acompañada por Chris, él único que no me había mentido.

¡Qué idiota!, debí hacerle caso cuando me advirtió de Malcolm, él lo sabía, sabía que el chico era peligroso... y yo lo ignoré. 

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