15. El escribano divino
— Sabes que si rompemos el pacto y decidimos entrar al infierno terminaremos con la paz de nuestras razas.
— Nunca hubo paz... — respondió uno de los ángeles.
Se estaba llevando a cabo una reunión en la biblioteca, donde habían asistido varios ángeles de rangos altos y el arcángel Miguel. Pues, él es el ser que se ha ligado a la protección de los humanos, y el más aguerrido a la hora de enfrentarse a las huestes malignas. No había mejor arcángel para dicha misión.
— No estamos adelantando el apocalipsis, sólo estamos rescatando a una chica que fue llevada a los infiernos — intervino Miguel, y todos guardaron silencio en señal de respeto a su impoluta presencia.
— Bien, ahora asignaremos a los ángeles que irán en el rescate de la humana Amanda... — un ángel, él que se sentaba a la derecha del arcángel, comenzó a nombrar a ángeles mientras los marcaba en una lista de papel.
Por supuesto, ni mis amigos ni yo fuimos parte de esa lista. Incluso mi padre quedó excluido.
Con Andrei, Mayo y Raguel, que estaban sentados a mi alrededor, nos miramos decepcionados, pero no sorprendidos, pues, esperábamos que nos excluyeran. El Arcángel Miguel no hacía más que minimizar nuestro valor, sólo por ser mestizos.
— Agréguenme a la lista, por favor — pidió mi padre, de manera triste. Me sorprendí al escuchar su petición. Él nunca había formado parte de la legión de ángeles guerreros.
— Vretiel — lo nombró el ángel superior, en su voz se dejó entrever respeto hacia mi padre, eso me sorprendió viniendo de un arcángel —, eres el escribano divino, encargado de los libros sagrados y de la sabiduría de Dios. El más sabio de todos los ángeles. Tu lugar es entre los libros, no entre las espadas. Y lo sabes. Sabes que no fuiste hecho para eso.
— Sé que no soy un ángel bélico, y que ir a un enfrentamiento pondría en peligro mi vida y la expedición... pero Amanda, es nuestra amiga, quiero formar parte de la expedición — mi padre se mostró sensible con el tema, y yo bajé la mirada. La diferencia con esos ángeles allí convocados y nosotros, era que nosotros sí conocíamos a Amanda de cerca, habíamos formado un vínculo, estaba seguro que mi padre llegó a quererla como a su propia hija —. El egoísmo no es un sentimiento digno de nosotros, pero quiero hacer todo lo posible por esta chica. Quiero que vuelva a nosotros, que sea una vez más parte de esta biblioteca, de nuestra familia.
— ¡Yo también voy a ir! — reclamé poniéndome de pie. Los ángeles allí se vieron perturbados por mi levantamiento de voz.
Mi padre me envió una mirada enfadada. Él me había advertido que si quería formar parte de la reunión que me mantuviera en silencio. Lo prometí sabiendo que no podría cumplirlo, y él me dejó formar parte también, sabiéndolo que no podría obedecerle. No podía quedarme en silencio, al margen, no como ellos querían.
Miguel se llevó una mano al rostro con cansancio. Al parecer le agotaba tener que lidiar conmigo. Pero sabiendo eso, sabiendo que estaba siendo una molestia para el ángel más cercano a Dios, no podía detenerme.
— Chico, ya lo hablé contigo, entiende — me miró gravemente, en regaño, me sentí tentado a retractarme y volverme sumiso, pero me contuve. Quería ir con ellos, quería formar parte de la legión que traería de vuelta a Amanda —. El infierno no es un lugar para un mestizo.
Lo entendía, entendía que nunca llegaría a la pureza de un ángel completo, mi parte humana nunca me lo permitiría. Por lo tanto, mi fuerza no podría igualarse nunca. Pero era esta parte humana la que me instaba a no rendirme, si fuera completamente ángel, sólo me dedicaría a asentir y aceptar mi destino.
— Sé que soy mitad humano, pero no creo que eso me haga más débil... — dije, procurando no levantar la voz.
— No — me interrumpió Miguel —, sólo te hace más testarudo.
Apreté los labios, sintiéndome impotente para volver a contestar. Ya había pasado el límite la primera vez al levantar la voz.
Entonces lo entendí, no había nada que pudiera decir, Miguel nunca accedería a que yo formara parte de su legión, ante sus ojos y los de cualquier ángel, sólo era un humano que se sentía especial por tener un poco de icor en su sangre.
— ¿Siquiera me consideran un igual? ¡¿Siquiera me consideran un ángel también?! — estaba enfadado, esa era mi parte humana que me hacía perder los estribos, si fuera completamente ángel, siempre mantendría la mesura y el equilibrio, sería un ser perfecto — ¡No soy un humano!
— No, y tampoco eres un ángel. Tú y tus amigos — dijo dándole una rápida mirada a Andrei, Mayo y Raguel, deteniéndose un poco más de tiempo en el primero. Andrei hizo una mueca incómoda, casi imperceptible al momento que el arcángel desvió los ojos de vuelta a mí — son nephilim — aquella palabra me dio un mal sabor de boca —, algunos más que otros — dijo, hablando con la serenidad propia de los cielos, como si esto no se tratara de una discusión, sino sólo de una lección —. Porque tu parte ángel sea más fuerte que la humana, eso no te convierte en uno. Sigues siendo un humano con icor, sigues siendo un nephilim. Tus amigos lo han entendido desde siempre, ¿por qué tú no?
Sí, lo entendía... entendía a dónde iban sus palabras, había una sola cosa que podría hacerte un ángel y ningún nephilim hasta el momento había sido capaz de alcanzarla. Lo había intentado por años, pero nunca llegué a ella.
— ¿Nephilim? ¿Ángel? ¿Humano?, ¿cuál es la diferencia?, sólo quiero volver a ver a Amanda sana y salva. No puedo quedarme aquí sabiendo que existe la posibilidad que nunca volvamos a encontrarnos, sabiendo eso quiero hacer hasta lo imposible para recuperarla.
Miguel entornó los ojos, y supe que mis palabras no le habían gustado nada.
Me puse visiblemente tenso, al leer sus pensamientos en su mirada. Era tan evidente lo que estaba pensando en ese momento.
— ¿Acaso te has enamorado de la humana?
Me costó pasar saliva, ya que me fue doloroso. Todo mi cuerpo se había tensionado, al verme debajo de su dura mirada. Lo entendía con sólo verlo. Podía sentirlo en el ambiente. Incluso podía adivinar sus siguientes palabras.
Miguel no esperó mi respuesta, pues, el dio por hecho de que sí lo estaba.
— El amor es el epítome de la perdición de los ángeles — dijo con pesadumbre, uniendo sus dedos bajo su mentón —. Nosotros no debemos mezclarnos con los humanos más que para protegerlos.
Miguel siempre intentó prohibir a los ángeles a enamorarse de los humanos, porque estos mueren y nosotros seguimos viviendo eternamente. Pero nunca tuvo éxito, el amor no se puede prohibir y por eso existen tantos como yo, nephilim.
— Por eso mismo tienes determinantemente prohibido, no sólo no participar del rescate, sino de volver a acercarte a esa humana.
Abrí la boca con sorpresa. Ahora sí era un ángel.
— Yo... — intenté que cambiara de opinión, pero Miguel ya no tenía su atención puesta en mí. Ya había terminado de hablar conmigo.
— Es lo mismo para ti, Vretiel — mi padre, intentó mantener una expresión seria, donde no se reflejara su disgusto. Pues, él era uno de los que había desobedecido a Miguel y se había enamorado de una humana, mi madre —, te necesitamos aquí, abriendo las puertas del infierno para nosotros.
Mi padre hizo un pequeño asentimiento de cabeza. Era una reverencia respetuosa, que, al mismo tiempo, confirmaba que acataría la decisión del arcángel. Se quedaría aquí, como si fuera un mestizo más. Me sentí culpable, talvez si no hubiera intervenido él habría podido unirse a la legión de rescate.
— Volveremos el día acordado, tienes tiempo hasta entonces, Vretiel, para preparar el portal.
— Sí, arcángel Miguel.
Y los ángeles se marcharon en un haz de luz, dejando, segundos después, la biblioteca vacía, a excepción de mi padre, de mis amigos y de mí.
— Esto es indignante — me quejé en voz alta.
— Christopher — me nombró mi padre en un suspiro cansado —, todos tenemos un papel en este mundo, tú ya cumpliste el tuyo, deja que los demás cumplan con el suyo.
Negué con frustración.
— Yo fallé en mi papel como ángel guardián.
Mi padre se mantuvo en silencio. Pensé que ya no me respondería, pero cuando lo hizo, su voz sonaba más calmada.
— Lo sé, y sé lo frustrante que es eso — sus palabras me hicieron pensar en mi madre, y lo triste que fue su muerte, y como le afectó a mi padre, culpándose de todo —. Así que confío en que sabrás cómo sobrellevarlo.
Mi padre saludó a mis amigos con un asentimiento de cabeza y se marchó al sótano, dónde se guardaban los libros más sagrados y los apócrifos. Seguramente iría a estudiar el portal al infierno, pues hacía mucho que no lo abría.
Mis amigos y yo nos sentamos en la sala de juegos, todos en silencio. Intentábamos pensar en una solución, pero nadie se atrevía a proponer una, pues era peligroso desobedecer a un arcángel, podías ser expulsado del Empíreo y volverte un caído.
— Tu abuelo siempre es tan... amigable — dijo Raguel con evidente ironía en la voz.
Andrei frunció el ceño con disgusto y Mayo se rio suavemente, de manera casi imperceptible.
— No es mi abuelo, sino mi tatarabuelo — lo corrigió Andrei.
Lo miré estupefacto. Como si sus palabras me sabrían a una fantasía. Ya sabía del parentesco, pero no por eso dejaba de sorprenderme el hecho de que alguna vez Miguel, ese viejo cascarrabias y todo recto, también se enamoró de una humana. Incluso el mismo arcángel había sido incapaz de evitar que su corazón mandara sobre su cabeza.
— Chris, ¿qué haremos ahora? — preguntó Mayo, llevando ambas manos a sus rodillas. Al parecer fue la única lo suficientemente valiente como para abordar aquel tema. Raguel la miró intensamente, como si sus palabras lo hubieran hipnotizado, pero en ese momento, yo no estaba con el suficiente humor como para buscarle un significado a la acción de mi amigo.
Me sobé el rostro insistentemente con una mano, en un hecho de frustración. No tenía ni la más pálida idea de qué hacer.
— No lo sé, no sé cómo puedo ingresar a la legión si no es por medio de Miguel.
— Mmm — todos miramos a Andrei cuando lo escuchamos realizar aquella expresión de pensamiento. Eso sólo podían significar malas noticias. Él, al ser un nephilim de cuarta generación, el icor era menos denso en su sangre, por lo tanto, su parte humana era fuerte y le era mucho más fácil dejarse llevar por caminos oscuros y errados, le era más fácil acatarse al libre albedrío.
— Tienes una idea, ¿verdad? — le preguntó Raguel, entre curioso y preocupado. Las ideas de Andrei siempre nos llevaba a desobedecer a su abuelo. Incluso, a veces, parecía que lo provocaba a propósito.
— No necesitamos ser parte de la legión de Miguel para entrar al infierno — dijo y yo entorné los ojos, sin comprender del todo sus intenciones.
— ¿Qué quieres decir, Andrei? — lo interrogué. Quería que fuera directo al grano.
— El portal que custodia tu padre en el sótano de esta biblioteca — ese portal, era el mismo que había llamado a Amanda en aquella tarde que habíamos hecho la fiesta de libros, pero su pureza la había dejado inconsciente. Nunca entendimos porqué ella tenía esa extraña vinculación con el infierno, las sombras la perseguían constantemente, eso fue hasta que supimos que su padre era uno de los príncipes del infierno, ese peligroso demonio que se hacía llamar Cronos —, no es la única puerta al infierno.
Todos lo miramos en silencio y con gravedad. No necesitó explicarse por completo para que entendiéramos de qué iba su plan.
— ¿Quieres que desobedezcamos a Miguel y busquemos otra entrada por nosotros mismos? — preguntó Raguel, su tono de voz me indicaba que no le agradaba mucho la idea.
— ¿A qué no es una buena idea? — preguntó orgulloso Andrei, mi mejor amigo.
— Seremos expulsados, nos volveremos caídos — declaró Mayo, indicando las evidentes consecuencias de seguir el descabellado plan de Andrei.
— Tiene razón, es una muy mala idea — concordó Raguel con ella.
— No — intervine y todos me vieron entre sorprendidos y curiosos por mi negativa —, no es una mala idea.
Miré a mis amigos y no pude evitar sonreírles. Estaba decidido, puede que yo fuera un nephilim de primera generación, que por eso mi sangre fuera más ángel que humana, pero... en ese preciso momento eso no me importó, sólo pensé en Amanda y que haría todo lo posible para llegar a ella, incluso volverme un desterrado de los cielos.
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