Chapter One: Vínculo
°~Regalo Navideño~°
Capítulo Uno: Vínculo
No estoy muy segura de sí puedo quejarme o no pero justo ahora volaba directo al lugar donde se encontraba la persona a quien debía proteger, tenía toda su información y al saber todo lo que ha hecho solo podía pensar en lo difícil que sería llevarnos bien.
Perdón, les cuento: Soy un Ángel Guardián y mi deber es guiar a Piccoro... Sip, la reencarnación de Piccoro Daimaku, vaya suerte la mía. Una de las reglas más importantes de los Ángeles Guardianes era cuidar a la persona que te tocara sin importar quien fuese, por eso mantenía mis pensamientos solo para mí misma y acepté sin rechistar ante el Guardián Mayor.
—Esto será difícil —suspiré— O sino, imposible.
Desde lo alto pude presenciar cómo Piccoro yacía en el suelo malherido, había visto la pelea que tuvo contra Son Goku y debo decir que fue muy emocionante pero debía sacarlo de ahí y curarlo antes de que muriera, si el namekusei fallecía también lo haría Kami-sama así que como la Tierra necesitaba de un Guardián me centré en hacerlo por el que cuidaba el planeta.
Poco a poco descendí hasta quedar al lado del namekusei herido, me agaché y coloqué una mano su hombro con el fin de tele transportarnos a ambos a un lugar seguro ahí mismo en la Tierra. A unos metros estaban Goku junto a sus amigos y Kami-sama, parecían tener la intensión de acercarse pero no lo iba a permitir, me ordenaron estrictamente intervenir. Cabe destacar que yo era invisible ante los ojos de todos (literalmente) pero solo uno de ellos pudo verme, el Guardián de la Tierra me miraba fijamente y supuse que sabía el motivo de mi presencia ya que colocó una mano en el hombro del contrincante de Piccoro deteniendo su andar, se lo agradecí con un asentimiento.
Alrededor de nosotros dos se formó una luz cegadora para los terceros, dicha iluminación nos abrazó haciéndonos desaparecer del lugar, ya me imagino la cara de sorpresa que deben tener los que presenciaron el acto... pero era necesario.
—Bien, ya estamos aquí —hablé a nadie en específico viendo como una casa grande de color blanco aparecía en mi campo de visión.
Esa casa no era mía pero sí de una de mis hermanas y para ella era muy especial así que me pidió (o más bien me ordenó) que no la destrozara, que no quería ningún desorden o de lo contrario me mataría. Uy si supieran lo aterradora que puede ser a veces... su rostro adorable parece una máscara.
Llevé a dentro de la casa a Piccoro recostándolo en la cama con cuidado; agradecía ser lo suficientemente fuerte como para poder cargarlo, fui por el botiquín de primeros auxilios que estaba en el baño y saqué el alcohol junto con un algodón para comenzar a desinfectar sus heridas, ante el contacto con la sustancia mi protegido se removía entre sueños a causa del escozor pero seguí con mi labor.
—Lo lamento pero si quieres curarte debes soportarlo —lo regañé a pesar de que no me escuchaba.
Lo siguiente si me asustó; cuando puse el algodón en la herida de su mejilla él sujetó mi muñeca de repente, un jadeo salió de mi boca y sus ojos se entreabrieron conectando con los míos entonces un escalofrío recorrió mi columna haciendo que me tensara mas no duró mucho porque luego cerró nuevamente los ojos perdiendo fuerza en el agarre.
—Se durmió otra vez —murmuré.
Cuando terminé con sus heridas las vendé para que no se infectaran de nuevo, al término acerqué nuevamente mi mano pero esta vez a su pecho pues le daría un poco de mi energía para que sobreviviera. Al principio se me hizo extraño tocar su pecho desnudo pues nunca había tocado a un hombre pero dejé de lado mi pudor y la energía salió desde mí ser, pasando por mis dedos y finalmente entró en su cuerpo. Mi energía o ki como muchos la llaman, se manifestaba a través de líneas perfectas que fluían hasta su destino y cuando hube acabado retiré mi mano mientras contemplaba como la respiración de Piccoro se normalizaba y caía dormido plácidamente.
Las horas pasaron volando y con ellas los días, el namekusei de nombre Piccoro seguía dormido y a decir verdad era como tratar con un paciente en coma así que teniendo eso en mente me dediqué a mover su cuerpo miembro por miembro, a hablarle de cualquier cosa que se me pasara por la mente, se me hacía un poco raro pero aun así lo hacía esperando pacientemente a que despertara.
Aproximadamente cuatro días después me hallaba entrenando en el patio trasero de la casa, no quería bajar la guardia pues si se presentaba un inconveniente no me convenía tener un cuerpo flojo. Cada día que pasó podía sentir como el ki de Piccoro se restablecía y si seguía así de bien pronto despertaría. Lancé un golpe, otro golpe y luego una patada al aire dando por terminado mi entrenamiento así que me dispuse a entrar a la casa para bañarme, debía quitarme todo ese sudor asqueroso de mi piel.
—Uff, ¡qué cansancio! —exclamé estirando mis brazos.
Entré al baño, dejé la toalla a un lado, luego retiré mis ropas y me coloqué debajo de la regadera, las gotas de agua se deslizaban por mi piel desnuda quitando la capa de sudor que me agobiaba. Disfrutaba de mi baño y aproveché para lavar mi cabello con el champú que mi hermana me prestó.
—Olor a coco ¿eh? Jihyun, enserio amas tu cabello —dije contemplando la etiqueta del embace.
Cuando terminé cerré la llave dejando salir un suspiro de conformidad, se siente tan bien estar aseada, deslicé la cortina hacia un lado y estiré mi mano para alcanzar la toalla de baño para cubrir mi cuerpo desnudo pero una especie de karma me invadió. La puerta se abrió de golpe revelando una figura masculina más alta que yo y mis ojos se abrieron lo más que pudieron del susto, grité a todo pulmón y podría jurar que sentí la casa vibrar, con mis manos cubrí mis pechos pero mi equilibrio me abandonó haciéndome caer sentada, apenas pude ver cómo el contrario cerraba de golpe la puerta.
«¡Tengo que salir de aquí!» escuché lo que pensaba.
Ah no, Piccoro. Tú no te escapas de esta.
A la velocidad de la luz me coloqué mi ropa restaurada en mi cuerpo y salí rápidamente del baño.
(...)
—¡Déjame ir! —exigió molesto.
Lo ignoré.
—¿¡Qué esperas, mujer!? ¡Desátame!
Pero ya no podía soportar sus gritos así que me levanté bruscamente de mi asiento con fastidio y al verme en ese estado se cayó.
—A ver... ¿Por qué entraste al baño sin mi permiso? —alcé una ceja, al instante se ruborizó— ¿Qué no sabes que cuando alguien se baña no debes interrumpir?
Desvió la mirada claramente apenado, nunca había visto a una mujer desnuda y es obvio que yo también tenía pena pero no lo mostraría, jamás en mi vida le mostré mi cuerpo a ningún hombre haciendo más vergonzosa la situación.
—Pues... ¿por qué te no vestiste antes de que entrara? —estaba decidido a no perder la discusión. Rodé los ojos.
—No quieras girar la jugada, tú eres el intruso y punto —sentencié cruzándome de brazos.
—¡Ni siquiera sé dónde estoy!
—¿No te han dicho que gritas mucho? —Ahora fue su turno de rodar los ojos— A ver, resolvamos esto como gente civilizada. Mi nombre es Moonbyul y soy tu Ángel Guardián, mi trabajo es cuidar de ti —expliqué con serenidad, él entrecerró sus ojos analizándome.
«Su energía... su presencia es pura... es algo divino, para nada común» pensó Piccoro asombrado.
—¿Por qué? —interrogó refiriéndose al porqué de mi presencia con él.
—Es un secreto —me encogí de hombros restandole importancia, me miró con molestia.
—Todo tiene una razón de ser.
—Así es —asentí— pero es algo que no te concierne.
—¡Ja! Si planeas hacerme bueno pierdes tu tiempo porque yo voy a dominar el mundo —advirtió seguro.
Sin poder evitarlo reí a carcajadas divirtiéndome con la seguridad que intentaba mostrar, por favor querido Piccoro, conmigo las 24 horas del día no tendrás tiempo para ninguna maldad.
—Piensa lo que quieras —le di la espalda caminando hacia la cocina por agua, tengo sed.
«Si todas las mujeres son así de irreverentes no sé cuál es su trabajo en la Tierra»
Dejé mi vaso de forma tosca en la isla de la cocina, tanto que lo rompí. Hermana, prometo devolverlo.
—Al menos yo siendo mujer valgo más de lo que tú jamás podrás —lo miré sobre mi hombro, él se tensó.
—¿Cómo sabes...?
—Puedo leer tu mente —interrumpí y me senté en el mesón frente a él dejando colgar mis piernas— Una vez que me volví tu Ángel Guardián entre nosotros se formó un vínculo que me permite sentir si estas en peligro o no, hacen cuatro días de eso y dado lo reciente escucho tus pensamientos como si fueran míos. Cuando huías de mi sentiste un ardor en tu pecho ¿no? Pues se debe a que aún no está bien forjado el vínculo así que tienes que esperar hasta que se asiente y si debo tenerte amarrado pues que así sea.
Piccoro no lo podía creer, su cara lo delataba, sé que no le agradaba la idea de estar unido de alguna forma a un Ángel pero tenía que aceptarlo tarde o temprano.
—¿Piensas tenerme aquí amarrado para siempre? —se atrevió a preguntar receloso.
Crucé mis piernas y ese gestó llamó su atención pero su vista volvió a mi rostro algo avergonzado, eché mis brazos hacia atrás apoyándome en mis manos.
—Si es necesario, si —dije con una sonrisa juguetona, quería molestarlo, a pesar de que era una de los buenos disfrutaba hasta cierto punto verlo enfadarse.
Pero su reacción fue diferente al enojo, sus mejillas adquirieron un tono rojizo y desvió la mirada,¿pero qué le pasa? ¿No que muy malvado?
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