Se busca amante...
... Para venganza seria.
Sasha
—Sasha... es para ti —la voz de Angelo se escucha en la primera planta y ella alza el rostro del lavamanos.
Ha vaciado todo lo que ha consumido e incluso un poco más. No entiende que pudo suceder "—Si lo sabes". Le dice una pequeñita voz interior. "—Eso se llama ansiedad" sigue la voz atormentándola.
—¡Voy! —grita antes de bajar el rostro y cubrirlo con abundante agua.
Cierra los ojos y sigue echándose el líquido frío en su rostro mientras hace buchadas con el mismo. Puede escuchar las voces de sus hermanos, bromear con Angelo y a este amenazarles.
—Los lanzaré por la ventana si dañan algo.
Esa amenaza solo puede ser dirigida hacia una pareja en particular. Christine y Vincent, sus hermanos mellizos. Abre los ojos mirando su aspecto en el reflejo del espejo e infla mejillas.
Una imagen detrás de ella le hace soltar el aire y contemplar ser vista con preocupación. Está intranquilo, cree que fue su comida la que causó ese malestar, ella sabe no es así. Son los constantes mensajes de Andrés y la certeza que debe enfrentarlo alguna vez. El último ha dañado la estupenda noche con Angelo.
—¿Todo bien? —pregunta pasando una mano por su cabello mientras acerca su cuerpo y besa su frente —estás pálida ¿Seguro no quieres ir a un hospital? No es bueno para mi ego decir que intoxique a mi mejor amiga... pero tu salud es lo primero.
Niega un tanto divertida debatiéndose entre decir o no la verdad. Andrés insiste en verla y su amante igual, un encuentro peor que el otro. El miedo a caer ante las excusas le impide querer llegar a su apartamento. Sin embargo, dice.
—Fue la bebida. —le calma, pero sus ojos cobrizos continúan viéndola a través del espejo preocupado.
Ubica un puesto en el lavado, toma una toalla pequeña que moja con agua caliente y da pequeños golpes en sus mejillas. Ese era el Angelo que conocía, piensa con algo de ternura al ver como da pequeños golpes en su rostro. Vuelve a mojar la toalla y la lleva a su mejilla de forma tan diligente, que de alguna manera acaba por sentirse mejor.
—Si te sigues sintiendo mal... me lo haces saber —le pide. —Iré a verte y pagaré mi falta.
Llegar a su apartamento no era su plan preferido, la última vez que estuvo allí fue con Andrés y aún era su novia. Partió a Moscú al cumpleaños de Giorgio, su primo, y como suele suceder, su visita se extendió.
El punto era...
Que existían allí cosas que le haría recordar. El lugar al que estaba expuesta y sola, ella no quería volver allí. Era quizás el motivo por el cual se había quedado en Atenas, luego en casa de sus padres y después había viajado. Ahora le tocaba enfrentar la realidad, vaciar su mente y apartamento lleno de recuerdos. Ese era el verdadero motivo de su malestar, ansiedad de volver a un sitio lleno de recuerdos.
—Debo ir a mi apartamento —confiesa al no poder soportar su mirada. —hay cosas allí que debo tirar...
—¿Deseas que te acompañe? —sugiere.
—Los chicos lo harán. —con su dedo índice y pulgar alza su mentón para que le vea.
—Esos dos, te dejarán en la entrada, luego se largarán. —comenta y ella sonríe.
—Regresarán a casa mañana y le dirán a mamá que estaban conmigo —continúa por él y lo ve afirmar
—De todas maneras, no tengo nada que hacer aquí —sigue diciendo y acaba por convencerle —seguiremos la fiesta allí, ve con ellos, yo te alcanzo en el auto. Si se quedan contigo me iré, si estás sola entró a echarte una mano.
Vincent y Christine, eran mellizos, los últimos hijos de sus padres, mimados, divertidos y con una unión entre ambos tan fuerte que la diferencia de sexo parecía no ser impedimentos para que uno secundara a otro en sus locuras.
Agradece y bajan las escaleras encontrando al dúo tras el PC de las cámaras de seguridad. Pero proyectando las mismas hacia los vecinos y enfocando a sus mascotas.
—Todos tienen un perro mejor que nosotros —comenta Vincent algo indignado.
—¡No tenemos perro! —responde Christine y en respuesta la ve con una ceja alzada.
—¿En serio fuiste el espermatozoide ganador?
Angelo y ella se detienen en mitad de las escaleras, observando como intentan golpearse la cabeza con las manos entre sí. Se odian en ese momento, pero solo atrévanse a meterse con alguno de ellos en ese instante.
—En casa quien peleaba de esa manera hacía trabajos de limpieza —comenta Angelo continuando su descenso y ambos se detienen bruscamente —aquí hay muchas cosas que hacer.
Sonríe a la pareja de 22 años, que parece tuviera doce y ambos se alejan. Que le teman a Angelo es toda una sorpresa, porque suelen no aceptar órdenes de nadie.
¡Nietos de Alexis!
—¿Limpiar, Vincent y Christine? —pregunta Sasha con fingida indignación y ambos ríen golpeándose entre sí.
—Nunca se sabe lo que desees tirar —Christine empieza a toser mientras lo dice y su mellizo le da palmadas en su espalda sin poder contener la risa.
—¿Hay algo interesante para nosotros? —Vincent es más osado y habla de frente —somos buenos empleados y obedecemos...
—Fuertes y responsables—sigue Christine con una mano en los vaqueros —¿La paga es buena?
—¿Qué les hace pensar que voy a contratarlos o pagarles? —pregunta Angelo cruzando sus brazos y ambos se ven entre sí —ni siquiera necesitan el dinero.
—Pero si la excusa para salir de casa —sigue Christine y le hace un guiño —tú nos ayudas y nosotros a ti.
—Negocio redondo —finaliza su hermano sonriente.
Ambos ríen alzándose de hombros, Sasha se despide tomándolos de los hombros para salir de la casa. Antes de hacerlo le hacen señas con su mano en medio de oreja y boca mientras murmura un "llámanos" que es recibido por Angelo con una risa fuerte.
—Mamá nos dijo que estabas aquí —comenta Vincent abriéndole las puertas del auto a ella y a Christine —iremos a cine ¿Quieres ir?
Alza una su ceja rubia y se cruza de brazos negándose a entrar. Ambos la ven expectantes y hasta parecen inocentes, pero sabe algo hay detrás.
—¿Qué? —increpa su hermana —también tenemos gustos básicos —sigue diciendo. —después de ello iremos a una fiesta... pero ya hemos ido a cine contigo...
—Soy su coartada —resume a ambos.
—Básicamente...
—Pero no quiero ir a cine... —las protestas no se hacen esperar y alza una mano para hacerlos callar —diré que si fui... solo envíenme la película y de que trata.
Habiendo pactado lo que dirían, sellan el trato con un estrechón de manos entre los tres como en los viejos tiempos y la conducen a casa.
Son buenos chicos, con una manera de disfrutar la vida un tanto exótica (carreras de autos, motos ruidosas en el desierto, etc.) Sus padres temen por ellos, aunque aseguran nunca manejan y solo disfrutan verlo. En más de una ocasión, Marck, Alexis o ella habían ido de sorpresa, comprobando que solo bebían y apostaban, tal cual lo habían asegurado.
Aun así, seguía siendo peligroso.
—Espero no ser partícipe de una nueva locura —les dice a ambos cuando ya están frente a su apartamento siendo observada con sorpresa —apuestas, autos, policía, exceso de velocidad, estación —enumera y ambos sonríen al entender.
—Eso quedó atrás...
—Envíen su ubicación... no sé, quizás quiera pasar un rato agradable —al verlos a punto de negarse recalca —es eso o decir a papá que me han mentido y en media hora tendrán a todo el puto escuadrón buscándolo por New York.
Los adora, pero cuando tiene que ver con su bienestar y protección eso se va al carajo. Aprietan sus labios y juntan las cejas, pero obedecen y en segundos recibe ambas direcciones.
—Más les vale, me digan la verdad —advierte al revisar el móvil —o me voy a enfadar mucho...
Antes que la noche acabe, ella irá a asegurarse que esos dos estén donde dicen y haciendo lo que aseguran. De no ser así, estarán en problemas con sus padres y con ella. Se cruza de brazos viendo a su hermana salir de la parte trasera y ubicarse al lado de su hermano.
Permanece allí hasta que el auto se ha ido. Solo cuando son dos luces rojas en medio de muchas de la vía entra a su apartamento. Decide enviar un mensaje a Angelo diciéndole que estaba en lo correcto con sus hermanos y su respuesta le hace sonreír.
"Lidie con la peor de los O'hurn. ¡Por supuesto que tenía razón! En unos minutos estoy allí"
La noche era aún joven, eran casi las diez cuando entra a su apartamento. Los recuerdos quedan suspendidos y si regresas a ellos te golpean tan fuerte que pueden desvanecerte. Eso le sucedía a ella en el instante en que abrió las puertas de su hogar y vio todo a su alrededor.
Se independizó de casa para tener privacidad con Andrés. Quería sentirse libre y poder disfrutar de su sexualidad al lado del hombre que amaba y que le hizo creer él a ella igual.
Este sitio era el primer hogar para ambos. Por lo menos, eso habían dicho en aquella ocasión en que sentados en ese mueble gris de la terraza (lo único que trajo el apartamento), buscaron cada objeto para decorarlo.
El sitio era una mezcla de los gustos de Andrés y ella. Tanto así que no podía ver lo que él había escogido sin recordar el instante en que lo trajo o fueron juntos a comprarlo.
—Quizás solo deba recoger mis cosas y donar el resto...
—O llenar este de tus propios recuerdos —habla una voz muy conocida detrás de ella.
No quiere llorar, lo ha hecho tantas veces que hoy día solo tiene odio hacia él. Le hizo daño al fingir amarla, también a sus padres y hermanos cuando envió a ese grupo a asustarla. Andrés Mackenzie no merece de ella una sola lágrima más o cinco minutos para ser escuchado.
Porque tiene la osadía de pedir verse, como si fuera merecedor de algo de esa naturaleza. Insiste en que es un malentendido y que Ángelo es el causante de todo.
—¿Qué tipo de recuerdos Angelo?
—Es lo único que odio de ti —interrumpe y siente su cuerpo cerca al suyo —la autocompasión... Te odio cuando haces eso —rodea su cuerpo y avanza hasta quedar en mitad del apartamento que mira con ojo crítico —¿Por dónde empezamos?
El color fue idea de Andrés, en crudo y gris, debería empezar por allí. Deja el bolso en los muebles y se cruza de brazos mirando todo en general.
—Un dolor alivia otro dolor, y un amor cura otro amor —no sabe que lo ha dicho en voz alta hasta que la voz de Angelo la interrumpe.
—Es lo más tonto que se han inventado los hombres y mujeres para cubrir las ganas de follar tras una ruptura —su explosiva respuesta le divierte.
Ha empezado a hacer su propia limpieza retirando las fotos en donde aparece Andrés con quien sea. Sonríe al verle lanzar al suelo los retratos y el ruido del cristal romperse de alguna manera causa alivio en ella. Es como la toalla tibia que pasó por su rostro y que alivió su malestar. Uno que no era más que sentirse sola y a punto de afrontar una situación tan ridícula para algunos, pero dura para ella.
—Es liberador, deberías intentarlo—comenta tomando una fotografía, esta vez están ambos. — ¿Lo intentas?
—¿Y el desastre mañana? —pregunta y sonríe alzando su dedo índice junto con una ceja.
—Agencias de aseo... Tengo mi propia teoría y la experiencia para decir es verás. —responde dándole la foto —cuando nos gusta alguien, nuestro cerebro tiende a hacernos una imagen del futuro con esa persona. Esta imagen es perfecta, de esa manera nuestro cerebro crea una película (irreal) de lo que sería la vida en pareja con ella, un mundo perfecto. En esa película, solemos ignorar los defectos y nos centramos en virtudes, son esas las que nos hacen enamorarnos y crear un junto por siempre. Al final quedarnos constantemente en esa idea perfecta.
Alexandra solo observa su espalda ancha y su andar lento viendo todo a su alrededor. Su presencia llena toda la estancia y no lo dice por su estatura, es el aura de seguridad y magnetismo que emana de él. Hace una comparación con el Angelo de antes y el de ahora y descubre es el mismo.
Cubierto de oscuridad a su alrededor, pero es el de siempre...
—¿De allí que el amor es ciego? —pregunta al verle tan concentrado mirando el decorado con ella siguiendo sus pasos.
—Podría ser. —responde y puede sentir su risa —Si se acabó no era amor, si te fueron infiel no era amor, si no eras prioridad no era amor. Debí llegar a esa conclusión hace mucho tiempo, me hubiera ahorrado problemas.
Todo cuanto decía lo hablaba con base en su experiencia. La falla de ella fue idealizar a Andrés y no escuchar consejos la de Angelo y Aydey, sin dudas fue la falta de comunicación.
—Según tu teoría ¿Cómo compruebo que lo idealicé y no estuve enamorada realmente?
Golpea con el retrato en la pared y tras retirar el cristal va por la fotografía que rasga a la mitad. Lanza al suelo la de Andrés quedándose con su imagen sonriente a la cámara. Quien tomaba esa foto era Alexis y fue el día en que se comprometió con Emma. Fue un día extraño y muy malo para su hermano, aún lo es, piensa con nostalgia al saber que está lejos por esa sin cerebro.
—Es probable que todo lo que creíste "él era" —hace comillas al decir aquello y gira su cabeza encima de su hombro mientras sonríe — solo era producto de tu película perfecta. Hazte preguntas que lo pongan en dudas ¿Cómo fundamento lo que creí que pasaría? ¿Qué hizo él realmente para que yo lo creyera? ¿Por qué no quise salirme cuando lo pidió tanto? ¿Por qué no escuché razones?
Los siguientes minutos son de ambos recogiendo los recuerdos. Él no le hizo más comentarios y en algún momento solo fue un acompañante. Se sentó en la cama y la observó meter en una maleta las pertenencias de Andrés que aún estaban allí. El nudo que aumentaba en su garganta era insoportable por no poder desahogarse como quería.
Fue como retroceder en el tiempo, él no tenía ese cuerpo tatuado y ella no le había demostrado cuanto le importaba. Antes de cerrar la valija observa con tristeza el contenido de esta. Bastó solo una de ellas para llenar los tres años de relación.
Decir que el dolor se había esfumado era mentirse, estaba allí tan o más fuerte que al comienzo. La diferencia entre hoy y seis meses atrás, era el rencor que crecía en su interior hacia Andrés y las ganas de hacerle pagar todo cuanto hizo. De manera brusca sierra, el equipaje lo deja en el suelo y lo arrastra hacia la entrada.
Su padre sería el encargado de llevarle sus cosas, ella no quería volver a verle. Baja las manos y hombros derrotada una vez sola lanzando un gemido desesperado.
Un par de brazos la hacen girar y es atraída a un pecho firme y confortable. Ella no lo rodeó por la cintura como solía hacerlo, porque no deseaba eso en ese instante.
Una maestra cierta vez les dijo en clases de educación sexual que la frase "paso lo que tenía que pasar", dicha por adolescentes cuando tenían sexo irresponsable, era incorrecta. De tenerla en frente en ese instante se burlaría de ella. "Tenía" la certeza que lo que iba a suceder estaba destinado a hacerlo desde hace años.
El abrazo se sintió distinto, su refugio no era protector, ni fraterno. La mano que deslizaba hacia su cintura e iba directo a su espalda baja no era amistosa, ni el calor que ella sentía contra su pecho, ni las ganas de sentir su piel desnuda contra la suya.
—Bésame —le dice simplemente.
Sus ojos se había oscurecido, sus pupilas dilatadas en un hermoso dorado que en ese instante le era magnético. Eufórica y con ganas de sentirse deseable, elimina la poca distancia que hay entre sus labios. Cada uno hizo lo propio en acercarse, lo correcto e incorrecto pasaba a segundo plano. No había sentido común, no cuando el hombre frente a ella la mirada con tanto deseo, como si no hubiera nada más en el mundo.
No hubo palabras, de haberlas el momento acabaría y ambos no lo querían. Cuando sus bocas se unieron y las lenguas dieron aquella danza que solo el deseo proporcionaba, ella supo no se quedaría solo en un beso. Le bastó solo le, roce de sus labios para que Sasha deseara mucho más, en adelante nada sería igual.
Y no importaba, estaba convencida de que el acto lo valdría. Los labios de Angelo parecen extasiarse con los suyos y de poco la ropa va siendo retirada de sus cuerpos.
—He intentado no hacer esto —le escucha decir mientras muerde su labio inferior y baja el cierre de su vestido. —pero mi sensato cerebro hoy no ha funcionado.
—Ni el mio —logra responder cuando el aire les ha llegado a sus pulmones.
Sus dedos rozar su desnudez le erizan la piel y se estremece en sus brazos. Volvió a besarla, esta vez de manera lenta al tiempo que la alzaba en brazos. Solo es consciente del calor que despide su piel cuando Angelo roza con sus nudillos uno de sus pezones al retirar del todo su vestido.
Se aleja un instante y lo observa en búsqueda de arrepentimiento. Está convencida que uno de los dos acabara con ese sentimiento al terminar, en ese instante no lo hay y se siente aliviada por ello.
Ha visto su dorso desnudo muchas veces, el día de hoy lo siente más fuerte y poderoso. La deja en el sillón solo para desnudarse, mientras lo hace no despega sus ojos de los de ella y Sasha recuerda la conversación de hace unas horas.
—¿Buscas el elefante? —le pregunta con voz ronca, consciente que ella no ha podido separar los ojos de los suyos, pues está hipnotizada observando cómo es vista por él. —¿No eres participativa Sasha o tienes miedo?
—Ambas —responde recibiéndolo y le escucha reír.
Agitada y al borde de la histeria recibe la hilera de besos en su cuello, humedece sus labios y arquea su cuerpo al saber que el viaje acabará en su ya duro pezón. Se estremeció al sentir su lengua y ahogó un grito cuando le mordisqueo.
—Así que eres una gatita —susurra en su oído al verle gemir bajito.
En la vida había sentido tanta lujuria, ternura y magnetismo al mismo tiempo. En algún momento su cuerpo explotaría en miles de fragmentos, estaba convencida de ello cuando tiró de la última prenda que le impedía verla desnuda.
Podía sentir el calor de Angelo, calor viril que le hacía pensar en sexo dulce y salvaje al mismo tiempo. Su libido le hizo olvidar lo incorrecto de ese encuentro y solo pensaba en liberar el deseo en su interior. La tocó íntimamente, se estremeció ante el contacto de sus dedos masculinos en su hinchada piel húmeda. La sincronía entre aquella caricia y sus labios en su piel le hizo gritar su nombre.
—Angelo —rogó.
Su voz salió ronca, irreal, sin ningún tinte acostumbrado. Regresó a ella ingresando un segundo dedo, que la hizo arquearse en búsqueda de más.
—Caliente, húmeda ... pero muy estrecha... Mi ángel —susurra moviendo sus dedos en el interior. —por fortuna soy un hombre muy disciplinado.
Tiró de sus pezones, acariciándolo entre el pulgar y el índice. En movimientos tan perfectos que aquel placer se convirtió en una locura. Ajenos a todo hasta el ruido del timbre liberaron a una pasión incontrolable.
Cuando se instaló entre sus piernas y le miró con ojos traviesos de rodillas ante ella supo estaba perdida. Alzo sus caderas al sentir su lengua en su carne húmeda encontrando aquel punto sensible. Gritó su nombre una y otra vez, lo escuchó reírse, pero no detenerse. Solo lo hizo al llegar al orgasmo y grito tan fuerte su nombre que estaba segura quien estuviera detrás de la puerta la había escuchado.
Se posicionó encima de ella y volvió a besarla, al tiempo que se introducía lentamente. Paso sus piernas por sus caderas al sentir su erección crecer en su interior, el erótico frotamiento la hizo estallar en pedazos al llegar juntos al clímax.
Fue alzada en brazos minutos después y llevada a la tina, se permitió ser mimada por un hombre que sabía no era dado a ello. En algún momento el timbre dejó de sonar y fue reemplazado por el teléfono.
—¿Esperas a alguien? —pregunta instalándose detrás de ella en la tina, empezando a frotar su cuerpo con sus manos.
—No... —logra responder cerrando los ojos y abriendo las piernas al sentir sus dedos avanzar a esa zona dispuesta para él. —nada más importante que esto...
—¿Prioridad? —comenta acrecentando el ritmo de sus dedos en su interior y ella sonríe en respuesta.
—Yo le llamaría Lujuria... —lo escucha sonreír besando su cuello sin dejar de mover sus dedos mientras su otra mano ha capturado su pezón.
El ruido del contestador se escucha en su habitación, pero ambos están ajenos a cualquier distracción que no sea el otro. De estar conscientes hubiese reconocido que la voz del otro lado. El mensaje en el contestador lo escucharía a la mañana siguiente cuando Ángelo salió al encuentro con Elvis y Sebastián llegándose la basura con él.
Era Andrés...
Sin leer lo que tenía que decirle, borró los dos mensajes que había dejado. Buscó varias valijas y se dijo que lo mejor era regresar a casa.
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