Pistas y Traición
—¿Por qué dejarlo en la habitación y no entrar? —su hermano Demitrius entiende tanto o menos que él.
—La pregunta seria ¿Quién da la dirección de la casa?
El tío William ha viajado al saber la noticia, los O'hurn le han llamado para dar su voz de aliento. Su hijo inhaló humo, pero no resultó herido. Despertó varias horas después con una historia que a los ojos de Angelo y William no tiene ni pies ni cabeza.
Jugaba un videojuego en línea, Aydey no estaba en la casa, había salido. Regresó tiempo después, con varias bolsas de tiendas de ropas. Estuvo con él algunos minutos, se levanta, sale cuando escucha un ruido y regresa segundos después. Narró, además no escuchó nada ruidos de balas o gritos, Aydey no estaba alterada y se veía normal, al entrar y pedirle encerrarse. Era probable que para no asustarle.
—¿Qué piensas hacer? La policía está haciendo preguntas —insiste su hermano, al tiempo que sigue con la vista fija en el mar que ve por la ventana.
—Hay que dejarlos trabajar, igual no llegaran a la verdad —aclara el tío William —si hay alguna novedad me la haces saber, aunque lo dudo.
Tiene tantas personas que podría señalar como culpables que es imposible saber por dónde buscar. Es claro que debe iniciar cuanto antes y que cada día que pase es un riesgo, pero por primera vez no sabe por dónde iniciar o que hacer.
—¿Angelo? —le llama su hermano —sé que cuentas con un plan y no dudo de tu destreza...
Ante el silencio que sigue gira y ve a su hermano verle en silencio. Nunca han tenido necesidad de decir las cosas en voz alta, desde que su madre le castigaba y su hermano mayor salía a defenderle era así. La única crea que no lo hizo fue cuando lo enviaron al seminario.
—No quiero que pienses que te considero incapaz de esto...
—Nunca lo pensaría —le interrumpe pasando una mano por su cuello —necesito de alguien que tenga los pies en la tierra... yo solo pienso en matar y destruir, pero no sé a quién —confiesa y Demitrius asiente.
—Necesitas un bajo perfil —empieza su tío y señala detrás de él a los pocos hombres que le quedan (aquellos que estaban con él en Moscú) —llamaras la atención con ellos y los necesitas aquí por si algo raro ocurre.
Tiene razón, necesita que alguien se quede cuidando a su hijo y a su familia. Le escucha atento tratando de imaginar es uno de sus trabajos y no se está jugando su vida en ello. La mejor manera de pasar desapercibido es fingir ser un turista más en la ciudad.
—Tendrás más libertad y no llamarás la atención.
¡Es imposible no llamar la atención! Su cuerpo y tatuajes se lo harían difíciles. Sin embargo, se queda pensando en ello y lo que dice su hermano le hace pensar.
—¿De luna de miel? ¿Hay alguna mujer dentro del grupo que pueda ayudarte?
—Iroshka regresó a Kiev.
Es la única que se le ocurre, pues las otras ya no están allí. Sale a las afueras de la casa, ante la imposibilidad de concentrarse, y nota la figura sentada en el puerto con los pies dentro del mar. Lo primero que debe hacer es llevarla con su prometido.
—Yo la llevo—escucha a su tío —tienes cosas que hacer.
—Necesito ir a Londres, Sousa podría ser de ayuda. ¿Cuándo te he dejado un negocio a medias?
—Nunca y ella está lejos de ser uno de mis negocios.
Nota la voz de reproche, pero su mente está en la escena del fuego y sus hombres, el relato de su hijo, el mensaje de ella. Apaga la parte sentimental por un instaste y piensa en neutro, Aydey no es su esposa, es un cliente más.
¿Qué ha dejado pasar? Algo que cree imposible por los eventos, pero para su sorpresa no es así.
—Necesito encontrar a Aydey...
—Lo tengo claro hijo—ignora el tono conciliador de su tío y baja apresurado en búsqueda de Sasha.
Está observando el horizonte, tiene la mirada perdida y al notar su presencia se limpia el rostro. No le da el frente, pero es obvio, ha estado llorando, la duda es si ignora ese gesto o le pregunta qué sucede. Se decide por lo segundo y se mantiene detrás de ella.
—Nos vamos esta noche.
—No es necesario, puedo irme sola...
—De todas maneras, tengo que ir —le interrumpe dando media vuelta al no poder soportar verla llorar, quizás por ese hijo de puta.
¿Qué hace a un ser humano despertar un amor que no puede corresponder? Esa pregunta la tuvo ante su primer fracaso. Se detiene al pie de las escaleras que dan a la mansión y contempla la edificación de paredes blancas.
Justo en ese sitio, cuando tenía 15 años, su madre le dio la noticia que cambiaría la manera de ver el mundo.
Flashback
—No debes estar hablando en serio.
Su madre se cruza de brazos y alza el mentón, Angelo está al pie de las escaleras, ella a diez escalones por encima. Luce imponente y altiva, quizás un poco más ahora que le ha dicho su destino.
—Nunca he hablado más en serio en mi vida.
Ella disfruta al verle turbado y mirando a todos en búsqueda de apoyo. Sus hermanos solo bajan el rostro avergonzado por no poder hacerlo, se lamenta que su tío William ya no esté él no la dejaría hacer aquello.
—No tengo vocación para el sacerdocio ¿Qué te hace pensar que eso es la solución?
—Soy tu madre...
—¿Y? —interrumpe alzando los brazos —si lo que necesitas es librarte de mí... le diré al tío William.
—No es tu tío y por ende no tiene incidencia en mi decisión... recoge tus cosas.
Con una mirada que bien podría significar un lo siento, sus tres hermanos dan media vuelta ante la orden de entrar. Nunca ha tenido buena relación con ella y tampoco lo ha intentado ahora de adolescente. De pequeño entendió que el cariño para él no existía en ella y estaba seguro lo odiaba, pero...
¿Sacerdote?
A los cinco años lo vio quedarse abstraído sin responder a su llamado al quedarse contemplando como sacrificaban un animal para una de las tantas fiestas que realizaban.
Recuerda que caminó hacia el grupo de mujeres y se quedó a escasos metros del animal degollado. Veía con curiosidad y algo que sus escasos cinco años no alcanzaba a entender que era, el líquido espeso brotar del cuello del indefenso animal. "—¡Angelo!" el llamado histérico seguido del tirón de orejas le asustó, a su madre fue la sonrisa en su rostro al verle jugar con la sangre con sus manos.
Católica de nacimiento y con un exagerado modo de ver el pecado en todo, la respuesta fue rápida "Su hijo tenía el demonio dentro". Se obsesionó tanto con ello que solía golpearlo por todo lo que hacía y señalarlo de hijo del mal.
Hasta los doce años realmente creyó que era verdad, al no comprender por qué ese líquido color carmesí brotando de un cuerpo herido o fallecido le llamaba tanto la atención. Ella bien pudo buscar respuestas en otro sitio, pero imagina lo más fácil era decir que su hijo era un "Demonio".
—¿Puedes escapar, sabes? —sonríe a su medio hermano Eros y este le imita —aunque realmente siento pena por esos curas...
—Ella va a arrepentirse de esta decisión.
—Lo es —Eros avanza hacia él y pasa sus brazos por sus hombros empezando a subir los escalones.
—¿Me ayudas a empacar?
—Poca ropa imagino...
—Hay que preguntarle...
Y de paso le hace creer que se ha librado de él.
Fue a ese claustro y fingió obedecer, recibió instrucciones, bajó el rostro cuando era reprendido por ese obispo frente a su madre.
En resumen...
Puso en práctica la primera gran lección aprendida del tío William.
"No hay en la vida un momento (bueno o malo), del que no puedas sacar una lección o provecho"
Supo rápidamente que había varias falencias y no solo de seguridad, que era pésima, podías saltar la pared e ir de fiesta o visitar a las vecinas próximas (madres carmelitas), también escasez de alimentos y falta de sexo. De lo primero se hizo cargo a partir del primer mes gracias a Eros y a Demitrius, ellos solían enviarle paquetes con los encargados de la LAVANDERÍA.
De lo segundo...
Bueno, la ausencia de sexo no fue algo que supo en seguida sino tras el primer año. Se volvió el mercader en casi cualquier cosa, incluso enviar cartas a novias en los sitios más extraños. Aun así, seguía guardando rencor a su madre por dejarle allí, largarse e impedir a sus hermanos visitarle.
Su vida dio un vuelco de 180º cierta vez (12 de la mañana) en que recogía un paquete escondido en la parte trasera del claustro. Era una noche estrellada, la luna iluminada, todo el jardín y parte de la cancha de futbol.
Recogió la encomienda y ante la belleza de la noche decidió dar una vuelta por allí. No podía decir que amaba, está en ese lugar, le importaba una mierda la teología, Jesús y todo lo que fue su vida. Pero sin dudas, era mejor rezar que soportar la cantaleta de su madre y toda su sarta de estupideces por su supuesto demonio.
No recuerda cuanto duró en el paseo, entregó el paquete al sacerdote (revistas para adultos), le dio el dinero (con que compraba tiempos extras o pagaba para que otros hicieran sus labores) y regresó a los cuartos.
Entonces pasó...
Detuvo los pasos al ver los arbustos moverse y escuchar los gemidos. No era un chico de miedos, jamás ese sentimiento y tampoco creía en fantasmas. A pasos seguros avanzó hacia los arbustos y los hizo a un lado, allí estaba.
El hombre que le dio el sermón, acusó de tener el demonio dentro (cuando él tenía algo mucho peor en sus partes nobles) Desfogando su pasión con uno de los sacerdotes, bastante joven y físicamente aceptable.
Sus rostros de espantos fueron inmediatos, acompañados de su risa incontrolable, el pobre sacerdote retiró su humanidad del anciano y el miserable se derrumbó a los pies de Ángelo.
En adelante y hasta aburrirse, hizo gala de la segunda gran lección dada por William...
"Aprovecha las oportunidades que la vida de té o de las debilidades de los demás"
Soborno a ambos y recibió regalos, dádivas y prebendas por ese silencio. Aprendí que no solo se traficaban sexo entre ellos, también traían chicas de la mala vida y una que otra monja "Golosa".
Duró dos años más, hasta que el vejestorio no soportó su presencia y burlas durante las clases y le envió a casa so pretexto que verificara mi fe.
Nunca más volvió, ni a ese sitio ni a ninguna iglesia, las odió a todas.
Fin del flashback.
****
No sabe si ella estaba viendo lo mismo, probablemente no o eso era lo que creía pensar. El auto los había recogido en el aeropuerto, pues ella no pudo contactarse con el animal de su novio. Mismo que ahora besaba a una mujer en la entrada de su negocio.
—Es aquí —su voz tiembla la al hablar y al verla descubre si lo ha visto.
Era un concesionario, Mackenzie estaba en la entrada del mismo con una mujer rubia muy conocida para él. A la duda de que clase de hombre desatiende a una mujer como Sasha se le suma otra ¿Qué imbécil regresa con una mujer como Edine Kelly?
Aquella miserable culpable de casi asesinar a su hijo. Se baja del vehículo tan rápidamente que es obligado a seguirla. Ella no es mujer de hacer escándalos o pelear con nadie. La intercepta a pocos pasos del vehículo e impide su avance con su cuerpo.
—¡No te atrevas! —Amenaza tomando una de sus manos, pero se sacude.
Ella tiene las manos empuñadas, sus uñas se incrustan en sus palmas, el rostro bañado en llanto y todas las ganas de asesinar a cualquiera de ellos.
—Si él en realidad valiera la pena, tú no tendrías que pelear por él. —sigue diciendo y sus hombros caen, saca del bolsillo un pañuelo que le entrega antes de finalizar —asegúrate no noten lo que te duela, aunque lo haga...
—Merece golpearlo...
—Y yo matarlo, pero ello le impediría verte feliz y con alguien que verdad te aprecie —sigue por ella, alza el rostro y lo ve en una mezcla de enojo y vulnerabilidad.
Aquella sensación que por años no sentía de abrazar o consolar regresa a él. Intenta desechar ese sentimiento que sabe es dañino y solo le produce debilidad, pero es imposible.
—¿Me esperas un momento? —pregunta retirando el anillo de su dedo y asiente haciéndose a un lado.
Al darle espacio y mirar hacia ellos, descubre que no los han visto, ambos están tan distraídos que solo notan a Sasha cuando ya está frente a ellos.
—No es lo que parece —Angelo sonríe es una frase bastante típica.
Pero entre el ser y él parece hay siempre un lazo. Que le dice no lo sabe, se asegura estar a distancia para no escuchar. Solo que el anillo se lo entrega a Edine, lo deja en la palma de su mano que cierra y sostiene con fuerza.
Da media vuelta y Andrés le toma por las manos impidiéndoselo, solo una fracción de segundo, pues lo siguiente hace sonreír a Angelo por primera vez. Lo último que ve antes de abrirle la puerta del auto es a Mackenzie retorcerse del dolor en su entre pierna.
Quién dijo que las mujeres eran el sexo débil no conocía a las Ivannov...
—No quiero ir a casa —le dice cuando el auto arranca.
—¿A dónde entonces?
—Te acompañaré a buscar a Aydey...
—Ni lo sueñes.
Pero ya ella estaba marcando a la única persona que era capaz de bajarle el cielo si se lo pedía.
Vincent Brock O'hurn, su padre.
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