Mensaje Nuevo
Lograron un viaje calmado, sin problemas y hasta cordial. Su mayor conflicto en ese instante debería ser quienes de los jefes estaba detrás de esto y el motivo. De ninguna manera, la poca o nula autoestima de Sasha debería impedirle desviarse de su principal objetivo.
Y era. Hacer pagar a quienes mataron a sus veinte hermanos.
El auto se detiene frente al hogar de los O'hurn, ambos se bajan avanzando en dirección a la puerta que se abre mucho antes, alguno de los dos toques le timbre.
—Preciosa...
—Sana y salva —le dice a la pareja que les ha abierto.
Se hace a un lado y ella entra siendo abrazada por sus padres, a quienes le contó lo sucedido, estaba en sus manos la manera de decirlo a su hija. En lo que respecta a él, su labor acabó aquí y tiene pensado dedicarse a sus propios problemas. Sonríe a su hijo que entra en su campo de visión, en traje de béisbol, gorra al revés y un bate.
—Te perdiste el juego —habla acercándose a él colgándose de su cuello —¿Qué tal te va?
—No tan bien como a ti, por lo que veo —responde retirando el sudor de las mejillas de Anker —ve por tus cosas, hay una casa que arreglar...
—Creí que te quedarías a comer — su pedido es interrumpido por la madre de Sasha, a quien niega indicándole a su hijo seguir. —es lo mínimo que podemos hacer por ustedes...
—No hace falta que me paguen... Le debo muchas al tío William.
Tantas que de tener que pagarlas no le alcanzaría la vida o el dinero para hacerlo. Entienden que no hay manera de hacerlo cambiar de parecer e ignora la mirada lastimera de Sasha. Su parte racional le dice, no tiene derecho a sentirse ofendido, ella puede si le da la gana volver con ese hijo de puta. La opresión, el pecho, susurra que hizo de imbécil al sentir miedo por ella, cuando nunca estuvo en riesgo real.
—¿Me puedo quedar un poco más? —pregunta su pequeño al pie de los hijos de Marck, con la misma ropa que él y manos tomadas.
Es consciente que varios pares de ojos están puestos en él, sobre todo unos grises a quien no le molesta ver por el conjunto de emociones que le causa.
—Por favor.
Las voces de apoyo hacia Anker le hacen sonreír y le mira antes de decidir cualquier cosa. Sonríe tomado de la mano de la pareja de hijos de Marck, tan rubios como su madre. El gen alemán de la mujer ha prevalecido. Esta vez no se sorprende cuando recuerda a Aydey con rabia. Ha dejado de sentirse culpable y este sentimiento dio paso al odio y de estar viva frente a él acabaría igual a quienes causaron daño en su isla.
Anker elimina distancia hasta quedar frente a él, su padre se arrodilla y le ve sonreír. Ha descubierto es imposible negarle cualquier cosa luego de tanto sufrimiento. Pero, de vez en cuando, es importante hacerle ver que no todo puede hacerse como lo quiere.
—¿Y la escuela? —le recuerda. —¿Las obligaciones? —continúa.
—Ya las hizo, me aseguré de ello. —comenta Vincent.
No quiere causar molestias y nada de esto es necesario, cuenta con un padre dispuesto las veinticuatro horas del día, con una rutina que no le gusta, se pierda. Hay labores que cumplir, tareas por hacer y muchas han estado en pausa por ir tras Sasha.
—Yo lo llevo a la escuela y lo paso a recoger... Si no es problema. —ignora la voz de Ivanna y sigue viendo el rostro de su hijo.
—No quiero quejas de ningún tipo... —empieza a decir y la respuesta es lanzarse a su cuello.
Se siente cómodo allí, tiene chicos de su edad, en una casa real Y organizada no el desastre de la suya. Se abraza al cuello de su padre prometiéndole hará todo lo que le digan.
—Gracias por el cariño —le dice a la pareja al levantarse —nos vemos mañana... que te mejores —comenta a Sasha sin dirigirle la mirada y avanza a su auto parqueado frente a la casa.
El viaje a casa es en medio de sus pensamientos y el detalle de los mensajes acumulados en su WhatsApp. Algunos de ellos son de Noah con Jaz, ambos preocupados por él, otros de Young para comprobar que esté bien. Un puñado de ellos le piden una reunión en el sitio en el que está y se imagina el motivo, por lo que los ignora.
Detiene el auto frente a su casa dos horas después, entra tirando el equipaje en la entrada y va tras el bar. Toma el móvil marca y pone el altavoz mientras se sirve un trago.
—Empezaba a preocuparme —comenta la voz de Noah del otro lado —me enteré lo de la chica ¿Qué tal esta?
—Bien... —el tono de voz debe advertirle, no desea tocar ese tema —Vladímir hizo todo pagado por Mackenzie, creo que tengo algo.
El detalle de lo sucedido aquella noche es escuchado por un Noah que llega a la misma conclusión que él. Le da un trago largo a la bebida que vuelve a llenar y se dirige al estudio. Vladímir no arriesgaría su vida por un extraño.
—¿Quién es lo suficientemente valioso para que arriesgue su vida? —pregunta el ruso.
—Solo familia y en este punto, el único a quien se debe tachar de esa lista es Jedrek —comenta a su amigo. —por obvias razones...
Nunca consideraron vivir para el día en que Vladímir arriesgara su vida por alguien. No lo vieron capaz de algo así por nada ni nadie, su vida solía ser mucho más importante que cualquier cosa o persona.
—¿Podría ser Mackenzie? Y antes que niegues debes ser consciente que el dinero que presume era de Tanned Duncan, tío de ese infeliz.
—Para cuidar a Gino y Gabriela Doyle, ese nunca fue prioridad para Tanned. —le recuerda.
No tendría sentido, no es un rival real, ni siquiera si se lo propusiera. Estaba el tema de Jedrek y Alessia, pero era algo que Sergey había aceptado aparentemente.
En cuanto a ser el sucesor...
Se había negado y todos eran conocedores que en ese punto no iba a ceder. Observa la luz que titila en el contestador, solo un puñado de personas, la gran mayoría de los bancos lo tiene. El número hace parte de su nueva vida y por ello no suele entregarlo a muchos.
—Buscaré por mi cuenta. Te llamaré sí sé algo y pido hagas lo mismo —promete antes de Colgar a su amigo.
Presiona el botón para escuchar el mensaje escuchando segundos después la voz aterrada de Sasha en medio de lágrimas.
"—Angelo... Vladímir está aquí. Entró a mi habitación y quiso... ¿Puedes venir por mí?"
Repite de nuevo la cinta varias veces ¿Sabía Vladímir que a quien llamó fue a él? No lo creía posible o de lo contrario no le diría aquello. Vacía el contenido del vaso y le da eliminar quedando frente al PC con el mensaje del correo directo de Sergey.
Una sola palabra, seguida de una casilla en blanco. Un lugar que debe llenar con un número y reenviar todo quedaría saldado. "¡Negociemos!" dice seguido de una línea en blanco. No es con él con quien debe negociar y algo le dice que quien está detrás de ese correo es la madre de Vladímir, un motivo de más para no responder.
El ruido del timbre le hace abrir los ojos y buscar a su alrededor. Por un instante le cuesta entender donde está, hasta que ve la botella en el escritorio. El insistente sonido le obliga a levantarse y avanzar hacia la puerta. Lleva tan solo dos vasos de coñac, pero. Su cuerpo reacciona como si fuera varias botellas cuando atraviesa la sala.
Apoya la mano en el manubrio y mira la mirilla encontrando del otro lado a una figura rubia con ojos llorosos. La vibración de su móvil en su bolsillo le dice que no tendrá paz y su castigo será tener a los O'hurn de por vida hostigándole.
—Está aquí —le dice a Marck antes que hable.
—Le hemos contado lo que ocurrió... lamentamos esta situación.
Consolar mujeres es su especialidad, tiene un máster en comprensión y ambiente tóxico. Su vida fue una mierda disfrazada de felices por siempre.
No tiene claro que le responde al hermano de Sasha, pero lo que sea logra calmarlo y abre la puerta en el quinto toque. No le ha dado oportunidad de extrañar su antiguo trabajo, el ambiente "normal", resultó ser igual o más peligroso. En este, no puedes dar un balazo a quien te impide avanzar y las autoridades no harán nada por ti.
"—Por eso creaste los cincuenta". Le habla bajito su subconsciente mientras mira a la mujer que le ve con rostro herido.
—¿Puedo pasar? —pregunta en un hilo de voz.
¿Para qué o por qué? Le dice su ceja arqueada, pero acaba dándole paso. Se dirige a la cocina al preguntarle si ha probado bocado y verla negar.
—¿Por qué no lo dijiste? —pregunta y se encoge de hombros abriendo la despensa.
—No suelo hacer el papel de amigo comprensivo —comenta sacando varias cosas del lugar —aquel que se hace el voluble dependiendo como este tu relación tóxica.
—¿Es lo que opinas de mí?
Su indignación es notaria en su voz y se permite pensar antes de responder.
—¿Acaso miento? —responde llevando las cosas al buró donde ella está sentada. —es tu vida, tú decides como y con quien vivirla. Pero, no me pidas que me quede de brazos cruzados sin hacer nada, viéndote destruir por quien no lo merece.
—No es lo que deseo.
Va por los vegetales, una vez más se queda en silencio, saca del bolsillo el móvil que vuelve a sonar y le apaga sin ver de quien se trata. No habló con él durante el tiempo que estuvo en Brasil, solo con sus padres, Angelo y Anker, mantuvo una conversación diaria. Reconoce pensaba en quedarse, pero no era algo concreto y solo lo había hablado con su padre cierto día.
—No sé por qué lo sabe... papá no tiene idea—sigue diciendo —apenas empezaba a llenar los documentos que me exigían.
—¿Qué piensas hacer? El delito fue cometido en Brasil, pero dudo que trascienda.
Sergey no lo dejaría, no sé cómo son los lazos entre Brasil y Moscú, pero si es igual a todos lados... solo se paga dinero por la ofensa y no ha pasado nada. Corta los vegetales viéndola de vez en vez mientras lo hace, la mayor prueba que le aún le importa son es esas lágrimas que se resiste a dejarlas salir.
—El tío William se va a encargar...
No hizo más preguntas el resto de la velada, ella le ayudó con la mesa y disfrutaron la comida. Una hora después, en un silencio bastante cómodo, insistió en lavar los trastes y vieron la serie que solían ver cuando estaba en Brasil, esta vez juntos.
No hizo comentarios sobre Andrés, si se había comunicado con él o los detalles de lo sucedido con Vladímir. Una fuerza oscura dentro de su cabeza le decía, no quería saberlo, tener detalles era hacer algo por su cuenta y ya tenía suficientes problemas.
(...)
—Creo que soy la última persona a quien deberías buscar. —dice tras un largo silencio —debiste llamar a tu familia primero...
—Solo pensé en ti, era la única persona a quien quería cerca. —sonríe cerrando los ojos y los abre de nuevo segundos después —no estaba del todo mal, hace unos minutos vi tu mensaje que irías por mí si no aparecía... irías, no enviarías por mí —corrige.
Está sentada de medio lado en el sillón con un brazo apoyado en este y el otro en sus piernas. Toma el brazo estirado en el sillón y la atrae hacia él, cuando la ve somnolienta a punto de dormirse.
—¿Puedo hacer algo por ti? —pregunta con cautela y sin querer parecer antipático en medio de la pausa del programa jugando con un mechón de su cabello.
—Que dejes de fumar —responde apoyando la cabeza en su pecho.
—Me refiero a algo para ti...
Corrige al creer ella no le ha entendido y la siente sonreír sobre su pecho. Saca de su bolsillo la caja dorada en donde suele dejar los cerillos y cigarros. Lee la inscripción en ella y la firma que finaliza la misma.
—Es para mí, tu bienestar es el mío —le dice lanzando un bostezo.
—¿Me dejarás fumar un último? —pregunta.
Pasa las manos por aquel te amo que ella escribió en innumerables ocasiones y él devolvió emocionado. Cierra la caja con fuerza como si el ruido lograra desechar los recuerdos dañinos en su mente.
—Solo si lo compartes conmigo y cerramos así el trato...
Ella no fuma, aunque confiesa lo hizo en alguna ocasión intentando verse interesante. El día de hoy lo hará como una muestra de apoyo a su causa y ambos sonríen con ese comentario. ¿Cuándo fue la última vez que alguien hizo algo por él desinteresadamente? No lo recuerda, por más que intenta recordar algún detalle le es imposible.
Lo que si le llega es el día antes en que Alexis Ivannov se fue de este mundo y todo cuanto le dijo de su sobrina. En aquel instante pensó que era solo producto de un abuelo orgulloso.
Hoy día sabe que no mentía...
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