La Última Enseñanza
—Tres, dos, uno... —escucha la cuenta regresiva de Noah siendo el cero la orden de disparar.
Las detonaciones que siguen al terminar la cuenta junto al bullicio de sus hombres le distraen. No ha accionado el arma al finalizar la cuenta, ha errado en la diana, lo que ocasiona mal humor. Arroja el arma a los pies de Estanislav, dando media vuelta alejándose de todos que lo ven sorprendidos.
Puede escuchar sus comentarios "¿Qué le sucede?, Mal sexo con la esposa, siempre he dicho que casarse es malo para nosotros". Nada más lejos de la realidad, estaba felizmente casado y amaba a su esposa e hijo.
El problema era otro muy distinto.
Habían atendido el llamado de Sergey, quien necesitaba sus buenos oficios. La llegada a Moscú, fue en silencio, les había pedido a sus hombres no mezclarse o coincidir con los de Sergey.
Fácil de pedir, difícil de obedecer.
Al llegar se encontró con la noticia que debía trasladar mercancía. No le han dado los medios, siendo ellos quienes deban enfrentar el riesgo y hacer el traslado por su cuenta.
Llega hasta el primer jardín y se detiene maldiciendo su mala suerte. ¡Él No traficaba con mujeres, armas, ni drogas! No era lo suyo y Sergey lo sabía, el tío William también ¿Por qué hacerlo llegar?
—¿Un mal día?
Busca dentro del jardín al dueño de esa voz y al hallarlo le sonríe. En pie, con una silla detrás Alexis, lo ha visto usar el arma, fallar y el exabrupto de mal genio.
—¡Armas, drogas y chicas! —es todo lo que necesita saber el anciano quien afirma.
Alexis Ivannov, se acerca a él con pasos lentos sosteniéndose con un bastón. Es la primera vez que debe hacer algo de esa naturaleza y espera sea la última. No está acostumbrado a ese tipo de trabajos, aunque sus hombres no tienen el mismo problema.
—Te siguen y respetan, harán los que les pidas sin chistar. Envíalos a ellos... Delegar funciones y saber a quién darlas hace parte de ser un jefe. —comenta señalando su grupo.
—He liberado a muchas mujeres de ese infierno que llevar a una lo considero desleal —se confiesa con el anciano.
—Has escogido un mal trabajo entonces. Aquí no hay distinciones...
Arrastra la voz y habla pausado, dando la impresión que cada palabra dicha le cuesta. Los nudillos de la mano que sostiene el bastón están blancos, producto del esfuerzo que hace para sostenerse. Se las arregla para disimular, pero no lo necesita, tiene el respeto de todos sin importar desde donde hable.
—¿Tienes un segundo al mando? —pregunta viendo a sus hombres entrenar y le señala a Noah.
—No es segundo, es tan importante como yo. —habla un poco orgulloso.
Sin Noah, nada de esto habría sido posible y no le da vergüenza en admitir que todo cuanto sabe es porque su amigo se lo ha enseñado. Algunas técnicas las ha mejorado, pero otras el ruso sigue siendo el líder. Alexis le observa en silencio, en este instante es el turno de Noah en disparar, lo hace ante los ojos de sus compañeros que ya no suelen sorprenderse por las proezas de su jefe.
—Es bueno. —dice señalándole —recuerdo cuando vino aquí diciendo que había matado a un sacerdote...
—Misha Vovk, era su padre, si es que ese título le queda —responde entre dientes —destruyó la vida de su madre huérfana y lo condenó a él a este mundo... la violó.
No disimula su sorpresa y se queda viendo a Angelo antes de regresar sus ojos a la pista en donde los hombres felicitan a Noah.
—Conocí la historia, pero no al protagonista. ¿Están seguro de que fue Misha? —gira el rostro hacia él y Ángelo asiente.
—Lo vio en los registros...
Niega de forma enérgica sin dejar de decir que aún le cuesta aceptarlo. Asegura conoció a Misha, él y Vladímir eran amigos, le aconseja investigar un poco más ese asunto.
—Podría haber Sorpresas... —una voz detrás de ellos le interrumpe.
Pone aquel rostro de un niño que es pillado en una travesura antes de enfrentar a su nieta.
—¿Qué haces en el jardín? —sonríe a Sasha quién se instala frente a él, brazos en jarras y mirada molesta. —No sabes lo mucho que me preocupo cuando no te veo en la mansión.
La disputa entre ambos sigue por varios minutos, Alexis insiste en que no le gusta el encierro. Tuvo suficiente en prisión y además no está solo, Ángelo está allí. En respuesta a ese comentario, solo afirma, los líos familiares no son su mejor opción para entablar una plática.
—Lo llevaré dentro cuando lo requiera... No me moveré de aquí sin él —promete distraído en lo que acaban de decirle.
—Creo que no tengo otra opción—responde ella.
La relación entre ambos ha cambiado y no es que se vean como enemigos, su trato es cordial y amistoso, pero Sasha ha puesto una barrera entre ambos. Empezó cuando le hizo prometer aquello, reafirmándose al saber estaba casado y con un hijo. Los mira a uno y a otro quedándose un tiempo de más en el anciano.
—Mis papás y hermanos vienen mañana —le recuerda —para tu cumpleaños. Necesito que estés bien... Y que lo hagas por mí.
Alexis asiente tomando el rostro de su nieta entre sus manos y dejando un beso en cada mejilla. Ella ríe devolviendo el gesto y a Ángelo solo le mueve una mano en el aire indiferente antes de dar media vuelta.
—Es como su abuela, mi Christine, anteponía el bienestar de otros antes que los suyos. Era feliz si sus seres queridos lo eran, Sasha heredó aquello a un nivel más alto. Mi único deseo es que encuentre alguien que si la valore—susurra cuando ya Sasha se ha ido y solo Ángelo puede escucharle.
—Estoy de acuerdo, es una mujer completa y no merece ser amada a medias. —su acompañante señala la diana antes de responder.
—Te daré un consejo hijo, pero primero llévame hasta ellos.
Algo que había aprendido de este extraño sujeto era a obedecer sin hacer preguntas. Le iría mejor con los regaños de William que desobedeciendo al anciano, cuyo temperamento y voz de mando aún era notoria.
Los años suelen pesar, dicen los sabios y en el viejo Alexis se notaba. Caminar lento, encorvado y aferrándose al brazo de Ángelo como lo hacía Anker, su pequeño hijo. En realidad, llevarle de la mano era como tener a un niño en esas condiciones, con peor temperamento y uso de un vocabulario soez muy extenso.
—Cuando solo necesites de segundos para desenfundar un arma y dar en el blanco sin sentir duda o miedo...
Empieza a decirle estando ya cerca y todos sus hombres guardan silencio al escuchar su voz. Se hacen a un lado y bajan el rostro al ver que viene con Ángelo. Es el único sobreviviente de aquella casta de ladrones que tenían honor y leyes, siendo respetado por todos precisamente por ello. Retira de las manos de Noah el arma y dispara en la diana segundos después.
— Te das cuenta de que has alcanzado el nivel correcto y este solo se logra aislando los sentimientos y aceptado que todos tienen la capacidad de dañarte.
Los chicos avanzan hacia el sitio y buscan el proyectil. Cada uno señala el suyo y es Estanislav quien descubre está encima del que ha disparado Noah. El único de ellos quien da en el blanco, desde donde le dé la gana ubicarse.
Incluso de espaldas y solo guiándose de un espejo...
—Me recuerdas a un viejo amigo, en la época en que éramos cazadores de sueños —Noah asiente algo aburrido y se excusa retirándose con los demás.
Para todos es solo un anciano senil con el único entretenimiento de hablar de sus años de juventud. Angelo, que lo conoce desde aquellos tiempos en que le dio el apellido a su tío William y le libró de la vergüenza de ser un bastardo.
Sabe que es mucho más de lo que cuenta. El anciano es casi una leyenda viva y su voz aún es ley sin importar quien seas.
Permanece con él como su lazarillo mientras descarga el arma en la diana. No erró un solo tiro y lo hizo sin que el pulso le temblara, lo que particularmente era extraño teniendo en cuenta su precaria salud y años.
—Hay cosas que no se olvidan —le dice, asiente con rostro sonriente y de nuevo es como tener a un niño frente a él —¿Llegaré a ser como usted?
Guarda silencio antes de responder y solo asiente sin pronunciar palabra en los siguientes minutos.
—¿Has pensado alguna vez en dejarlo?
—No —responde y el anciano sonríe mirando al frente tras entregarle el arma.
—¿Ser una persona normal, una vida común? —continúa.
—Esto es mi normalidad, antes de esto no me había sentido cómodo en ningún lugar —responde sin dudar—¿Por qué la pregunta?
—Me gustaría dar un paseo... con o sin ti me da igual...
Aquella mañana no entró a la casa y quiso caminar por los alrededores de las dos torres. En silencio y con una sonrisa en los labios cada que el viento frío golpeaba su rostro. Ángelo retiró su saco y le cubrió para darle calor. La sorpresa que no le molestó ese gesto que solía verlo como debilidad le dijo que algo andaba mal, pero la conversación estuvo tan divertida que lo olvidó rápidamente.
—No hay manera que no te ensucies, si eres limpio... —señala al grupo que está con Noah y luego a él —La envidia les hará querer verte revolcado en la mierda. Es mejor que dejes este mundo, aquí no hay concesiones, se hace lo que te ordenan... si no aceptas algo tan sencillo.
—¿Cómo podría eso cambiar? —pregunta y ambos se detienen. —no me gusta obedecer órdenes, ni ir contra mis principios.
—Lo primero que debes saber es aquí no existen principios, ni límites y tu única fidelidad es hacia la causa... la que sea te impongan —se niega a aceptarlo y el anciano lo nota, pues lo mira con una sonrisa en los labios.
Frente a él y viéndolo a los ojos, dura unos minutos en esa posición. Angelo logra con esfuerzo sostener su mirada, lo que parece agradarle. Su mirada es opaca, la cubre cierta sombra que alguna vez vio en su tío Giorgio. Comenta tras una larga pausa que solo hay una manera, pero que es muy difícil llegar a ese punto.
—¿Cuál?
—La perfección... —susurra golpeando su mejilla como quien le da un consejo a un niño—en nuestro mundo equivale a cero fallas, cero escándalos, anonimato, cumplir los códigos y... El silencio. —apoya el dedo índice en sus labios y sus ojos grises miran a todos lados —esa es la mejor manera de ser respetado y que tu opinión sea tomada en cuenta.
—¿Le funcionó? —sonríe extendiendo los brazos y señalando a su alrededor.
—Estoy aquí siendo una pieza de museo valiosa que nadie quiere usar o sabe dónde ubicar para no romperse. ¿Te digo algo más? —sigue y Ángelo asiente con una media sonrisa, en ese punto la conversación le parece productiva —si tu esposa no te ha puesto a pensar en las palabras "Retiro y cambio" es porque no es la correcta. Cuando se ama de verdad estás dispuesto a cualquier sacrificio y no veo en ti nada de eso.
Al día siguiente y cuando estaban a punto de embarcarse en el primer trabajo dentro de los cincuenta que lo hizo infeliz. Recibió la noticia que estaba en el hospital, tuvo que enviar la carga con los demás y fue a su encuentro.
El piso del hospital en donde pasó sus últimas horas había sido desocupado. Su familia en pleno estuvo allí, pidió hablar con William y con los Levenev, a ambos le hizo prometer cuidarían de Sasha en el tiempo que le faltaba de estudios. Todos estuvieron de acuerdo en ello, aunque Sasha ella se iría a casa por no soportar su ausencia.
Rodeado de sus nietos, hijos y yernos, partió de este mundo. Decían que se fue feliz, que en algún momento le dijo a su hija, debía irse, pues su Christine lo esperaba.
Se fue como los grandes, asegurando haber disfrutado de cada segundo de libertad. Con Sasha a su lado, vivió aquellos momentos que debió vivir con su hija y por estar en la prisión no le fue posible. Sus nietos eran su adoración, pero Sasha siempre fue especial por ser el recuerdo vivo de la hija que no pudo disfrutar.
Tomó en cuenta la gran mayoría de cosas dichas en ese día, algunas las puso en práctica, otras prometieron hacerlo. Años más tarde, se dio cuenta de que tenía razón.
Quizás la más importante, aquella referente a su esposa, no lo hizo y acabó olvidándolo.
Durante su funeral le lloraron los que debían. Angelo lo hizo con el recuerdo de sus palabras, consejos e historias. Era de los pocos que le gustaba saber cómo iniciaron "Cazadores de sueños". Como solía llamarse a sí mismo y a los cinco que buscaban el suyo.
Dinero, poder, respeto, venganza, etc. Cada uno de ellos tenía un sueño que cumplir. Aseguraba, todos lo habían logrado, aunque el precio a pagar fue la muerte.
—El mundo ha cambiado...—escuchó decir a Sergey durante el funeral. —es hora de hacerlo nosotros.
Con la muerte de Alexis Ivannov, fue cayendo de poco los códigos y el respeto hacia esa parte de la organización.
Por muchos años el jefe de los más de trescientos que estaban en Moscú había sido Vladímir o "El Mayor" como le decían sus subalternos. Sin embargo, eran mucho más en el mundo, tantos que la cifra le daría un infarto a más de un jefe de la Interpol.
El mayor, siempre aspiró al "jefe de jefes", título que le fue esquivo y ostentaba (según decían) un hombre mucho menor de los que estaban dentro, pero con un grado de peligrosidad inmensa. Por ello se había ganado el respeto y el título, uno que gozaba en el anonimato mientras se codeaba con presidentes, ministros y príncipes.
Cuando el ataúd cae en el sitio que ocupará en adelante, Angelo recuerda aquella ocasión cuando salió en primera plana de la prensa americana que habían apresado al jefe de jefes. Alexis se había burlado al decir que el verdadero jefe se fumaba un habano en alguna isla paradisiaca o con el Bósforo frente a él.
"—Planea cada movimiento, asegúrate antes de ir por tu presa: cuáles son sus debilidades y fallas. Organízate, pasa a papel todo cuanto tengas, piensa como un grande y serás un grande"
Fue lo último que le dijo al llevarlo a la sala para esperar allí a Sasha aquella tarde sin saber que sería el último consejo de su parte.
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