El rostro de mi enemigo.
Según le contaron, Alexandra logró acceder a la torre en que estaba, hizo la llamada a su padre narrándole en forma parcial lo sucedido, lloraba y de pronto se cortó la comunicación. Desde entonces no ha habido información con ella o alguien que pueda dar detalles. El trámite con la embajada es lento e imposible esperar tanto cuando su vida corre peligro.
Solo necesitó de la ubicación que reenvió a Rodrigo Sousa y en minutos obtuvo resultados. Debía tomar un vuelo rumbo a Río de Janeiro, allí lo esperarían y entregarían el material suficiente para el rescate. No era ajeno a esas situaciones, existe un sinfín de ellas en su haber, cuenta con la experiencia suficiente para hacer un buen trabajo.
Nunca ha sido alguien cercano y eso la hace especial.
Todo saldría bien si ella está en los alrededores y su físico o nacionalidad no llamaron la atención. Con esa información, esperanzado en que seguiría el sentido común y se ubicaría a salvo hasta ser rescatada, se embarcó en el avión. Solo, pues no quería a nadie estorbando y no sabía cómo iba a encontrarla.
Dejó a su hijo con los O'hurn y miles de promesas de traerla de vuelta. Su mamá insistió en ropa porque la llamada fue en la noche y ella dijo algo que estaba dormida y fue asaltada por alguien antes que la comunicación se fuera.
No sabían mucho del asalto, la poca información fue por Sasha, hombres fuertemente armados irrumpieron en la madrugada, asaltaron a los diez soldados que custodiaban la torre y al personal médico. Entraron a su habitación y ella había logrado huir, bufa frustrado escuchando al capitán que dicen han llegado y se ajusta el cinturón.
Diez minutos más tarde cruza el aeropuerto, va directo al cartel que se encuentra por una de las salidas y que tiene escrito el nombre "ángel".
—¿Ángel? —pregunta al verle.
—Más bien, Demonio —le aclara y el hombre sonríe.
—João, —se presenta —Rodrigo me lo describió, pensé que había exagero... por aquí. —señala hacia las afuera y le sigue en silencio.
Se embarcan en un jeep, en la radio suena una música movida que el hombre empieza a tararear y silbar. Apaga el móvil, no sin antes señalar ha llegado y lo guarda en el morral, sin dejar de creer que lleva más de doce horas sola en medio de la nada.
La situación empeora si fue sorprendida por los asaltantes. Una mujer con su físico no saldría viva de ninguna manera de una situación así y eso le hace sentir miedo por primera vez en años. De poco el vehículo se aleja de los edificios, empezando a verse casas pequeñas y cada vez zonas más verdes.
—¿Qué se sabe algo del asalto? —pregunta y el chófer asiente —lo popular, no lo que dice la radio.
Lo piensa un poco antes de responder, no le extraña que no le diga nada. Muchos no suelen ser amables con el extranjero por la fama que llegan a quitarle la paz o las riquezas de su suelo.
—No fueron locales, de los diez soldados solo cinco lograron repeler el ataque, los otros fueron ajusticiados en sus camarotes —explica mientras se hace la señal de la cruz en su rostro y pecho —lo sé por qué uno de los heridos es hijo de una comadre.
—¿americanos? —pregunta y le mira de reojo divertido.
—De milagro dijo que no eran de aquí, esa criatura está casi al borde de la muerte. Es posible que ella cruzara la montaña. — aclara e imagina se refiere a Alexandra. —la falda de la cordillera ¿Es su novia?
—Sobrina y no se alejará de la zona...
Solo ella está desaparecida, hay cinco muertos y siete heridos de gravedad. Ninguno de ellos ha dicho algo sobre la médica internista que estaba con ellos. Su estado de salud es delicado para poder declarar algo.
—Si es lista hará lo que le digo —insiste el hombre y Ángelo guarda silencio.
El clima cálido de la ciudad se va humedeciendo conforme pasan las horas. En un cruce de caminos, un segundo hombre salta a la parte trasera del Jeep y le entrega a Angelo un morral. Revisa el contenido y asiente metiendo en él algunas cosas del suyo.
Ivanna insistió en que trajera un cambio de ropa para su hija, si el asalto fue a medianoche su bebé estaba en pijama en algún lugar de la selva. Aterrorizando a las fieras está seguro, pero el amor de madre es ciego, por lo que obedeció y guardó comentarios.
Su segundo acompañante es bastante parlanchín y le ha ayudado con un resumen de la zona en donde estaba Alexandra y los posibles grupos que pudieron ingresar. Asegurando que ninguno de ellos era, ¿Quién se metería con un grupo que solo ayudaba a indígenas?
—No son locales, entre los que ayudan están sino su madre, una tía, prima o hermana —asegura sentando en la parte trasera con el cuerpo en medio de Angelo y el chofer—todos hablan de la gringa que es linda... dicen que el asalto fue por ella.
—¡No digas estupideces! —le reprende el chofer y aun con su mal portugués, Angelo puede entender los insultos que siguen —¿Matar a tantos por una mujer? ¿Quién dijo que los gringos son tan estúpidos?
Lo siguiente son esos dos discutir por todo y hacer teorías conspirativas de cualquier manera. Cierra los ojos porque no hay un instante en que no tenga que poner a prueba su paciencia. La vida insiste en poner tarados en su camino, disminuyéndole la capacidad de socializar.
—Espero mis sospechas no sean ciertas —susurra en su idioma y sus dos acompañantes le miran espantados. —morirás en mis manos, lentamente y doloroso ... Te lo aseguro.
—¿Le entiendes? —pregunta el chofer al otro y niega encogiéndose de hombros.
—Está rezando...
No les aclara y se limita a ver el paisaje hasta que logra poner en orden sus pensamientos. Todo esto podría ser en contra, no solo de él como lo creyó, podría involucrar a todo el equipo. Alexandra estuvo en Moscú y fue fotografiada con él.
—De aquí en adelante hay que hacerlo a pie —le dice el hombre de la parte trasera y nota se han detenido al final de una carretera polvorienta en mitad de un bosque.
Le entregan una brújula, un mapa con el sitio exacto en que ocurrió la tragedia y el lugar en que se piensa ella puede estar. Niega la ayuda y pide el sitio exacto en que está la torre.
—Es aquí, pero no estará cerca —insiste el hombre y guarda silencio al darse cuenta de que es mirado con miedo —bien lo espero del otro lado, tiene cinco horas antes que oscurezca.
Irán en lancha hasta no sé dónde y luego en auto hasta no sé cuántos, pues necesitan eludir a la policía que querrá una declaración. Angelo solo sabe que deben llegar a la embajada, de allí Frederick y el padre de Alexandra harán el resto.
(...)
Ella no se iría muy lejos del sitio del asalto, pues tiene claro es el sitio en que su padre irá a buscarla. Alexandra tiene muchos defectos, pero no es cerrada de mente y conoce lo suficiente del trabajo de su padre para saber lo que debe hacer. Se detiene en mitad del bosque y revisa el mapa una vez más, no hay una cueva o algo en donde ella pueda haberse escondido. Acercarse un poco más es dejarse ver del ejército que le han advertido está allí y contempla las posibles salidas. Cada diez minutos hacen rondas, lo ha notado en las dos horas que lleva buscándola.
La selva huele a humedad, a lodo y esa parte en particular a mierda, no hay nada jodidamente atractivo en estar allí. Inspira fuerte y cierra los ojos frustrado, solo verde, barro y lluvia que está por caer. ¿Por qué tiene que ser tan loca? Hay tantas maneras de ayudar...
Regresa su mente al asalto y detalla lo que hasta el momento sabe. Los hombres entraron y salieron tras el ataque sin aparentemente llevarse nada salvo a Sasha si no está escondida. Gira a su izquierda para regresar al punto de encuentro y subir la montaña como le han dicho. Las voces acercarse le muestran que quienes protegen la zona están por pasar por allí. Camina hacia un montículo de lodo y maleza lo suficientemente tupido para ocultarse, pero tropieza con otro cuerpo que solloza.
—No me dispare, haré lo que quieras —el llanto incontrolable de Sasha le eriza la piel y las voces de los hombres se escuchan cada vez más cerca.
Apoya sus manos en su boca y se lanza encima de ella para evitar que el temblor en su cuerpo mueva la maleza. Está semidesnuda, cubierta de lodo y fango de la cabeza a los pies, de su hermoso rostro solo sobresale sus ojos grises aterrados que, pese a estar abiertos; miran sin ver a nada en particular.
—Calma cielo soy yo... estaremos a salvo en unos minutos —le dice acercando su rostro a su oreja, pero sigue temblando violentamente.
El ruido de las botas pisar las hojas junto con las risas masculinas les pone alerta. El debería salir y decir quiénes son, pero sigue sin saber quiénes causaron el asalto y por qué.
El temblor en su cuerpo aumenta y el estrés por ser pillado le obliga a tomar su rostro entre sus manos acercándose a ella. Por un instante ella sigue viéndolo como si fuera transparente. Ha pasado la noche en ese lugar, sola y casi desnuda, con los ruidos de la selva, el frío y los sonidos de las balas.
¡Claro que tendría miedo!
—Pequeña soy yo... —dice un poco más alto al ver que las voces se alejan —hueles horrible, te mereces un baño, ni tu mamá te abrazaría en ese estado... — ella empieza a reaccionar al sonido de su voz y le busca. —te dije que en cinco días llegaría por ti...es el sexto.
—¿Angelo?
Sonríe al asentir levantándose una vez las voces se han ido. Le pide quedarse allí y sale primero él, una vez se asegura está libre regresa a ella con el morral.
—Vístete, tenemos diez minutos para largarnos, es el tiempo entre ronda y ronda—ordena y obedece, pero tiembla tanto que acaba por llorar al no lograr abrir la bolsa. —yo te ayudo... no llores cariño... estamos a mitad de camino.
Parece que le hubiera dicho todo lo contrario, el llanto aumenta y le es imposible consolarla. La premura de salir de allí es más importante, ella está en ropa interior por alguna razón que desconoce. Toma la camisa que le ha enviado su madre y lo ingresa por su cabeza, acto seguido hace lo propio con el pantalón mientras le escucha decir.
—Eran ocho hombres, me despertó el ruido de las detonaciones junto con un cuerpo encima de mío. Me manoseaba—el sollozo aumenta y su ira igual al ayudar a levantarse.
Salen a la luz regresando por el sendero, pero ella no logra avanzar, cada ruido que escucha le hace detener e intentar esconderse.
—¿Te hizo daño? —le pregunta y acariciando su cabello lleno de lodo. —necesitas un buen baño... ¿Por qué estás desnuda?
La alienta hablar, una manera de sacarle información y distraerla de los ruidos propios de la selva. De poco se va calmando y empieza a retorcer sus manos en su vientre.
—Destruyó mi ropa, forcejeamos y logré quitarle el pasamontañas... Se aturdió al ver que le reconocía, le golpeé en la entrepierna y Salí de allí.
Subió a la torre, llamó a su padre y escuchó que le llamaban entre risas. Colgó antes de decirle a su padre que estaría oculta cerca, pero confío en que lo supondría.
—¿Sabes quién era? —pregunta, pero solo puede señalar a alguien.
—Vladímir...
Baja para observarla mejor y ve sus labios temblar ¿Por qué? Por estar con ella esos días o fue al azar. Todos sabían lo especial que era el tío William, con ella, cariño heredado de su abuelo, le encargó cuidarla en su lecho de muerte. Ese bastardo lo sabía más que nadie.
Sergey, su padre está en el hospital, siendo el hijo mayor disponible, es quien "imagina" debe estar a cargo. El chico que tenía la maña de enamorarse de las novias de sus hermanos. Él y Jedrek fueron los culpables de casi matar a Desiré Frederick y sus mellizas, recuerda que le dijo no llegaría a los 30.
No los ha cumplido, bordea los 28 y está dispuesto a que no llegue a los 29. Vladímir Levenev acaba de firmar su sentencia de muerte y la de Ángelo misma, es consciente cuál es el precio por pagar por asesinar a un hijo del Mayor.
Viaja en el tiempo, la época en que los cincuenta y Sergey se dividieron. Acaban de recibir la noticia que Jason Frederick había sido ingresado a urgencias, envenenado y que aprovechando esa confusión, Jedrek Levenev (que hacía de escolta para esos días de la familia) se había llevado a Desiré, la esposa de Gregory.
La persona que entró y dañó a Jason, dijo en la recepción, llegó de parte de William Ivannov y ello les creó en problemas. Tanto así, que los Frederick decidieron retirar apoyo y todo el dinero invertido en Moscú. Con su esposa en malas condiciones luego de un parto en un lugar asqueroso y sus dos hijas al borde de la muerte, Gregory Frederick pudo hacer eso y mucho más.
Flashback
—Calma.
Le pide su tío cerca de la pista observando el auto acercarse y niega molesto. Esos dos bastardos han usado el nombre suyo para dañar y destruir ¿Cómo mierdas le piden calma? Espera hasta que se baje el auto y nota viene con su hermano. Cuando está a pocos metros se lanza con furia haciéndolo caer en el proceso. Apoya su pierna en el cuello de la víctima y sonríe de forma sádica, no suele tener otra manera de demostrar su enojo.
Saca de la parte trasera de su pantalón algo y lo abre con la mano libre ante sus ojos. Es un cheque, con fecha de hace más de cuatro años, a nombre de Ángelo Vryzas. La fecha, cuando se enfrentaron, le tocó hacer de puta y dejarse coger por pagar un favor.
—Yo te dejé vivir —dice acercando su rostro al suyo —no fue ganar Jedrek, no te equivoques... —continúa —Ese día te dejé vivir, tu padre quería venderte la idea que eras experto y sagaz frente a todos tus hombres. De ganar yo, hubieras muerto, no dejo enemigo que a futuro me quieran tocar las pelotas ¿Entiendes? —pregunta en calma.
Jedrek y su hermano dañaron en tres horas lo que a él y William le habían costado cinco años en recuperar. No se notaban arrepentidos por lo que han hecho, una conducta normal en Vladímir, pero extraña en su hermano mayor.
Era la primera vez que Iroshka y Alessia viajaron con él, cuando descubrió la destreza de ambas, pero Alessia seguía siendo muy joven para ese grupo.
Fue allí donde Vladímir posó sus ojos en ella, pero la chica solo se fijó en su hermano mayor.
...
—Y él será vuestro jefe —le dice señalando a Jedrek a sus hombres quienes rodean al grupo en la pista de aterrizaje clandestina, tiempo después tras enfrentarse ambos grupos —creo que en algún momento en las fuerzas defecaste tu cerebro y lo que tienes en esa cabeza hoy día es... Excremento. —le dice a Jedrek y gira en dirección a Vladímir y ríe aún más amplio —por lo menos sé que el tuyo, está sin estrenar.
Al pasar por Vladímir empuja su cuerpo con violencia y la respuesta no se hace esperar. Se atraviesa en su camino, haciendo que el griego le sonría.
—Sé qué tienes que ver en esto... Toda esto huele a ti —dice cerca a sus labios —y puedo predecir tu futuro sin ser experto en las artes adivinatorias... No llegarás a los 30.
William ríe al tiempo que todos están en tensión, nada acaba hasta que esos dos se alejen.
Fin del Flashback.
Desde entonces su relación no es buena, Moscú y Hermes no se llevaron bien. Sergey le acusaba no solo de quitarle a un buen cliente, sino de llevar a Alessia, quien enfrentó a ambos hermanos. Hermes es un mal necesario y no hay nadie quien se arriesgue a ser este trabajo y si lo hace no tiene sus contactos o el respeto que él y sus hombres han obtenido.
Sonríe a Alexandra pasándole un pañuelo por el rostro y ella baja el rostro. Sin poder ver sus mejillas se nota esta avergonzada por algo, lo que le intriga.
—¿Qué sucede? ¿Hay algo más? —ella parece apenada y detiene sus pasos cuando el claro del camino que deben atravesar está frente a ellos.
—Me hice pis ... Tuve miedo y sucedió.
—Me place saber que eres una mujer ... Ya empezaba a sospechar de ti... —le responde simplemente abrazándola —con razón hueles tan mal...
—Gracias por venir por mí...—que no se enoje por lo que acaba de decirle habla de lo afectada que esta.
—Jamás te dejaría sufrir... De todas maneras, planeaba sacarte de aquí y que enfrentarás a ese miserable...
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