Anker
Al despertar aquella mañana Angelo recordó lo sucedido hace un año, estaba lejos de casa, llevaba tres meses por fuera y nada parecía acabar, trabajando el triple él y sus hombres.
Los cincuenta lo hicieron por colaboración, ellos no resultarían beneficiados en esa ocasión. Solo su jefe quien se jugaba su libertad del éxito de ese trabajo dependía si le daban el tan anhelado sí a las puertas a su libertad. Aunque no sería del todo libre, si pudiera estar más tiempo en familia.
El cumpleaños número 10 de Anker y la primera vez que no estuvo con él. El día anterior su madre había impuesto un castigo por portarse mal. Tres meses después y al llegar a casa encontró lo que en realidad sufría su hijo...
Desechando esos pensamientos saca la torta que elaboró la noche anterior cuando Sebastián y Elvis le ayudaron a distraerlo mientras trabajaba en la cocina.
—¿Necesitas ayuda? —alza el rostro encontrando a Sebastián en la entrada de la cocina y arquea una ceja.
—¿Tengo cara de querer tu compañía? —increpa.
Sebastián Yilmas, es uno de los pocos seres a los que su apariencia y comportamiento tosco, no le intimidan. Desde la primera vez que lo conoció no demostró miedo, si debe sincerarse consigo mismo, el tipo le cayó bien. Era de esos personajes que irradiaban confianza, en su compañía no te aburrías.
Su hijo estaba realmente feliz por verlos, su presencia le hacía recordar los viajes con su madre. A los dos le decía tíos, una idea que nadie le metió en su cabeza siendo decisión suya, el título y los afectos. Ni a él o a Aydey le molestaba, quería decir eso que era amado.
¿A qué padre no le gusta ver que su hijo es amado?
—En realidad no, tus gustos son pésimos —se señala así mismo antes de seguir —soy un manjar que solos los dioses pueden probar.
—¿Seguimos hablando de una torta para Anker?
Pregunta elaborando una rosa azul al costado derecho de la torta en forma de auto, la única rosa que ira, pues su hijo odia ese tipo de decoraciones. Sebastián lo observa en silencio dar los últimos toques del auto. Es reconfortante saber que le respeta lo suficiente para guardar silencio mientras decora.
No es repostero, detesta la elaboración de ellas, suelen ser de horas y necesita de mucha paciencia. Él no es virtuoso en eso y menos delicado, sus manos son torpes, es demasiado perfeccionista acabando siempre inconforme.
Aun así, esta es distinta, es para su hijo, el cumpleaños número 11 y el primero de los muchos sin su madre. Todo lo que suceda este día será recordado el triple, por la importancia que le dará que no sea su madre quien le despierte en esta ocasión.
—Es hermosa —comenta Sebastián sentándose frente a él —creo que le importara más quien la lleve.
—Extrañará a su madre —confiesa al hombre que asiente simplemente.
—Es el primer año sin ella...
—Y de lo que resta de vida —sigue por él.
Deja la torta a un lado y va en búsqueda de las dos tazas de café. Estarán allí una semana, pues quieren compartir con su hijo y Elvis ha decidido ayudar a Angelo en su búsqueda. Deja ambas tazas en la mesa junto al Sebastián y suelta el aire moviendo su cuello.
—Ya regreso...
Busca las dos piezas doradas que forman el número once, la ubica en mitad de su creación y guarda un encendedor en su bolsillo. Dentro de unas horas será el encargado de sacarlo de casa, tiempo en el cual Elvis y los demás decoraran su hogar. Una reunión pequeña, para levantar el ánimo. No quiere dar la impresión de que festejara la muerte de su madre o algo parecido.
Puede que suene cruel, pero es el primer festejo de cumpleaños real que su hijo tendrá. Nueve de los diez años anteriores solo fueron compartidos por los tres, en casa, Atenas, San Juan, etc. Pero, siempre los tres, nunca un particular, ni siquiera Noah.
El año anterior lo pasó con Kanoe, en más de una ocasión llegó a preguntarse si fue más especial que los compartidos con él. Lo más probable era que sí, él debía hacer que su hijo le amara y se esforzaría en ello.
En cuanto a su regalo no lo ha comprado, necesita de las decisiones de su hijo para hacerlo. La idea es que se sienta feliz y no se vea forzado a recibir algo por el simple hecho que lo obsequió su padre.
Sube las escaleras saludando a Elvis que sale en ese instante del estudio. Ambos han realizado una larga lista de posibles causas del ataque, tienen una idea vaga de quien puede ser.
Solo buscan los motivos, en su caso quería ratificar lo que sospechaba. Avanza con cuidado hasta llegar a la habitación de su hijo, abre la puerta despacio asomando su cabeza ocultando la pequeña pieza dulce.
Está despierto, tiene solo la cabeza por fuera de las cobijas y mira la puerta con ojos vidriosos. Su mirada cambia al verle y se sienta de golpe en la cama. Él estaba esperanzado en que ella entrara, tal cual él lo hizo cuando decoró la casa.
Toda la fortuna que pueda amasar una persona o el lujo a disfrutar, no le darán la felicidad que brinda ver la sonrisa de un hijo.
Él lo descubrió la primera vez que lo tuvo en brazos.
Ingresa del todo vigilando su rostro y movimientos. Pasa de la sonrisa al asombro al ver la pieza dulce en forma de auto que trae su padre en manos. Elimina distancia dejándola en la mesa de noche para abrazarlo primero.
—¡Feliz cumpleaños! —habla sentándose en la cama mientras su hijo lo rodea en un abrazo con piernas y brazos.
—Quiero regresa a casa... mi deseo hoy es que todo esto sea una pesadilla —su confesión le parte el corazón en pedazos.
Se considera un hombre fuerte, capaz de lidiar casi que con cualquier cosa. Lo sucedido con su esposa le fue difícil de entender y digerir, no imagina lo difícil que es para su hijo.
—No tengo ese poder hijo...
El término "casa" hace referencia al hogar que formaban los tres. Aun si Aydey estuviera viva, le sería difícil darle lo que pedía.
Solloza entre sus brazos y cierne sus brazos atrayéndolo sobre él. Lo más doloroso es verlo sufrir sin poder ayudarle. Un día como hoy, preguntaría que desea y pediría cualquier cosa vista en internet. Su madre pondría límites a su pedido y acabaría enojado por no obtener lo que quiere.
—Debes pedir un deseo —explica apoyando su mano en la cabeza y acariciando su cabello —¿No deseas un corte?
—Me lo dejaré largo como el señor Vincent —sonríe al escucharlo hablar así.
Aleja la cabeza del cuello de su padre y le mira sin decir nada. Hay una mezcla de felicidad, miedo y rabia en su rostro, aquella que había en él a esa edad. Cuando su madre tenía predilección por todos sus hermanos menos con él. Anker carga en sus hombros sentimientos de perdida y culpa. Limpia con el dorso de su mano sus mejillas mojadas y le señala la torta detrás de él.
—Se va a pagar sin pedir ese deseo —mira por encima de su hombro y se acomoda en las piernas de su padre. —a la cuenta de tres.
Le dice tomándola de nuevo y alzándola frente a él. Lo ve cerrar los ojos y al abrirlos sopla. Su rostro vuelve en segundos a la preocupación y al borde del llanto.
Una vez las velas se han apagado, su padre retira partes de la crema que deja en su nariz. Su reacción es cómica, arruga la nariz y frunce las cejas. Pero le divierte el gesto y la complicidad que hay en ellos.
—¿Puedo saber que pediste? —susurra viéndolo observar la torta en silencio. —podría ser algo que pueda darte...—niega mirándola y su padre suspira.
—Que las imágenes salgan de mi cabeza...—inicia —hace un año él me mostró las imágenes tuyas...
—¿Qué tipo de imágenes viste? —pregunta dejando la torta en la cama y haciendo que su hijo le viera.
En las veces anteriores en que los dichosos videos fueron nombrados su cabeza era un caos. Su esposa estaba desaparecida, 20 de sus hombres muertos y un posible enemigo que creía muerto estaba vivo... era el culpable de todo.
No había un control en pensamientos, ni emociones.
Su pequeño baja el rostro y niega. No hay manera que él fuera filmado dañando a nadie y la única vez se hizo fue golpeando a Gadien Doyle en esa cinta infernal.
¿Cómo permitir ser grabado asesinando? Uno de los éxitos de Hermes era lo que la señora Harris pensaba de él, una leyenda inventada por ellos para intimidar a los que pretendían traicionarle.
Le cuesta incentivarlo a hablar, pero una vez describe lo que vio Angelo lo contempla aliviado. Los videos tenían un contesto totalmente distinto al que se lo hicieron ver a su hijo.
—Te espero abajo —le dice dejándolo en el suelo —tu deseo pueda que se haga realidad...
Anker lo mira desconfiado, pero acaba obedeciendo, entrando al baño. Baja las escaleras y va directo al estudio, toma la laptop que enciende mientras sonríe.
Flashback
Más de un ochenta por ciento de sus hombres no sabían la fecha exacta de su cumpleaños. El día en que eran festejados solía ser aquella en que llegaron al orfanato, iglesia o simplemente fueron encontrados deambulando en las calles. Algunos ni la edad real sabían y no les importaba, solían gastar bromas sobre ello.
Para Angelo era muy importante integrarlos y hacerlos sentir en familia, eran una familia. Escogían un día en particular para festejar el cumpleaños de todos. La fecha decidida por unanimidad fue el día en que Noah, Angelo, William y Sergey decidieron crear el grupo. De todas maneras, aquella fecha en que su número, aumentaba no era real.
Afila el cuchillo mientras observa a sus hombres bromear entre ellos. Han degollado un cordero, le ayudaron a desollarlo y limpiarlo. Todo esto en medio de risas y tirándose las vísceras, sangre y piel entre sí.
Las serpentinas, globos, gorros y papeles de colores fueron remplazadas por trozos de piel, patas y sangre. La tarta era la cabeza del animal a la que le habían puesto un candelero sacado del interior de la casa ante la ausencia de una vela.
—¿Quién pide un deseo? —los escucha decir al tiempo que aviva el fuego.
—¿jefe? Tiene usted los honores.
—Por muchos años más juntos —les dice alzando el coñac hacia ellos.
Todos tienen una botella de su bebida preferida, los gustos son tan diversos como espeluznantes, pero se ha habituado a ellos. Sabe cómo va a terminar este día, todos alcoholizados tirados en el suelo, cubiertos de sangre y él haciendo de nana. Filmaría un video que acabaría haciendo parte de los más de diez que ya existe en el disco duro de su laptop.
Fin del flashback
Anker reía viendo los videos, duró dos horas pegado a ellos, algunos los repetía. Señalaba partes como aquellas que vio en el móvil del malnacido japonés. De esa manera supo que buscaron extractos de los videos de cumpleaños para mostrarlo a su hijo.
Una pregunta que no tenía respuesta en ese instante y que se sumaba al centenar que ya existía. ¿Cómo llegaron esas cintas a él? En realidad, pasó a segundo plano, pues logró eliminar un miedo en Anker.
El tío William aún estaba en la ciudad y quiso acompañarlos a ambos en la compra de su obsequio. No dejaba de reprenderlo por lo que hizo con esos autos e insistía en que dejara las cosas así. No solo lo de Sasha, también la muerte de sus hombres, todos los daños iban a ser pagados por la organización. Ningún dinero podrá pagar el daño que le hicieron a su hijo, lo tiene claro.
—Creí que eran usadas para playa —Anker está encima de una cuatrimoto sonriente y William le mira divertido.
—Tengo una casa en la playa... tenemos —corrige y su hijo sonríe viéndole.
—¿Compraste una casa en la playa? —pregunta, incrédulo y asiente. —empieza a venderla para que le pagues a Mackenzie los daños.
—Dudo que se atreva a pasarme factura —comenta con suficiencia —ha de estar agradecido por ser solo eso. Debí moler sus huesos, de esa manera le quitaría la obsesión con ella.
—Espero que no lo haga Angelo, porque la lista de cargos en tu contra sería casi una página del New York Times...
—No tienes por qué fingir conmigo ¿Te gusta esa? —pregunta a su hijo interrumpiendo por un momento la conversación. —sé que estás feliz y te sientes orgulloso de mí. Viste ese video cuatro veces, te vi...
William bufa, pero puede ver extractos de una sonrisa en sus labios cuando decide ser él quien pague por el obsequio. Anker se baja del vehículo avanzando hacia él, su andar es casi a brincos. Ha olvidado cuando fue la última vez que lo vio feliz. Una felicidad efímera acabará cuando vuelvan a estar solos o en el próximo recuerdo que tenga de Aydey.
—¿Cuándo la usaré? —pregunta rodeando con sus brazos su cintura y apoyando su cabeza en su pecho.
—El viernes... iremos de pesca y conocerás tu segundo hogar —comenta acariciando su rostro.
—¿Solos?
—¿Con quién más iríamos? Hay quienes odian el olor a pescado crudo...
—¿Por qué hacer una actividad que puede realizar alguien más experto? —comenta su tío al sentirse aludido con la sátira y Angelo le hace un guiño a su hijo que sonríe viéndolo a ambos.
—¿Puedo invitar a Tiffany? —pregunta en voz baja y el tío William sonríe codeándole.
—Imagino no te refieres a la mujer mayor, sino a la hija de Marck.
El rubor en sus ojos es indicador que no esté herrado y sonríe. Tiffany O'hurn Miller, era la hija menor del matrimonio entre Marck y Mauren. De todos los chicos que llegan al hogar de los padres de Sasha, es ella con la que suele pasar más tiempo.
—Tendría que preguntarle a su padre...
—Es de muy mala educación invitar solo a uno de ellos hijo —le dice William —lo correcto es a los tres.
Ya no sería un descanso, dejaría de ser divertido y pasaría a ser escalofriante.... Él con cuatro chicos, dos de ellos casi adolescentes, su cuerpo se estremece solo al pensarlo.
—¿Lo haces tú? —le pregunta...
Afirma a su hijo de mala gana y puede sentir la burla en los ojos del tío William. Sabe lo explosivos que pueden llegar a ser esos tres, no desea estresarse más de lo debido.
Unas horas más tarde los tres avanzan hacia la zona de parqueo con Anker caminando delante de ellos con varias bolsas en su mano.
El tío William ha insistido en comprarle ropa nueva, la que tiene le empieza a quedar pequeña. No se había dado cuenta de cuanto había crecido su hijo hasta que William se lo hizo saber. Fue Anker quien escogió lo que quería y podía ver en él ya pequeños toques de lo que sería su estilo en el vestir.
Todo por burlarse de Miles, la vida le enviaba a un hijo tan o más perfeccionista que su hermano.
—Solo por él deberías dejar a un lado esa investigación...
—En eso te equivocas —le interrumpe deteniéndose para no ser escuchado por Anker —precisamente por él lo estoy haciendo, necesita respuestas y yo también... veinte hermanos cayeron ese día.
Su tío niega con la mandíbula tensa y viendo detrás de él. Le recuerda que posiblemente estuvieron ocultando información sobre lo que sucedía en la isla con su esposa y el profesor. No es posible que todo pasara delante de ellos y nadie sospechara.
—Ese dinero pudo ser por silencio... son criminales Angelo, venderían su alma al diablo por dinero —le recuerda —¿Y ella? La mujer que te fue infiel. —señala a su hijo al finalizar diciendo —él es tu prioridad, tu única meta y el mejor trabajo que la vida puede darte... ¡Ser padre!
—No puedo pasar la página y hacer como si nada hubiera sucedido, ellos harían lo mismo...
—¿Ellos? —le interrumpe —¿Dónde están ellos ahora Angelo? Se largaron una vez, supieron, estabas por fuera... Te enviaron el recorrido de Aydey por Japón ¿Cómo lo obtuvieron tan rápido? ¿Te has cuestionado eso?
Con esa interrogante fue a casa en donde le esperaba la sorpresa a su hijo. No había música, por el respeto a la memoria de Aydey. Aunque Angelo estaba seguro a ella, no le importaría si era por la felicidad de su hijo.
Entre amigos, familiares cercanos, los hijos de Marck y unos amigos de estos, los Yilmas, el Tío William y Sasha. Esta última le evitaba desde hace varios minutos y él decidió no forzar las cosas.
La pequeña Tiffany estaba allí, con un vestido rosa y una coleta del mismo color. A su padre no parecía importarle la atención de Anker con su hija, era a su madre que no les perdía de vista.
—Sé lo que hago —le advierte a su padre que sonríe dejando un beso en sus labios—yo tuve un mejor amigo Marck... A esa edad.
—No me lo recuerdes.
Ignora la conversación de los esposos cuando nota algo que llama su atención. Sasha le ha entregado a su hijo un pequeño regalo de unos ocho centímetros. Observa a su hijo abrirla rompiendo el papel con violencia. Se arrodilla a su altura cuando Anker revela el contenido, una caja aterciopelada blanca. De su interior saca una cadena y un colgante...
—¡Ábrelo! —señala al camafeo y su hijo asiente tomando la pieza con ambas manos.
La sonrisa aumenta cuando ella pone la pieza en su nariz y le pide olerla. Sus ojos se iluminan y cierra los ojos inspirando varias veces la joya.
—El olor a mamá —le dice y Sasha sonríe.
—Ahora sabes que está siempre contigo. —como agradecimiento su hijo le abraza mientras le dice algo al oído.
—Es hermosa —la voz de Sebastián le trae de vuelta y guarda silencio. —hay alguien en la puerta que desea hablar contigo.
Afirma dejando a su hijo en las piernas de Sasha mientras camina a la puerta. No esperaba a nadie y estaba seguro quien sea podía esperar a cualquier otro día.
Cuando da media vuelta para ver de quien se trata se queda en una pieza. Los dos primeros son Noah y Estanislav, los demás están detrás en el mismo orden que suelen caminar, entrenar, etc.
Lo que queda de los cincuenta, con Iroshka...
—Nos dijeron que era una fiesta de cumpleaños...—habla la única mujer del grupo.
—Nunca hemos estado en una real, las nuestras sueles ser...—sigue Estanislav.
—Atípicas.
—¿Podemos?
Sonríe cuando elimina distancia empezando a estrechar sus manos. Lo que sea vengan a buscar no tiene nada que ver con el cumpleaños y lo ratifica cuando Noah comenta.
—Hay un último caso que hacer antes de despedirnos... Limpiar sus nombres. Solo necesitamos cinco. Los demás quisieron verte antes de seguir su investigación.
—Son dos —corrige y Noah le mira sin entender —saber tus orígenes y averiguar qué sucedió... Sé que son inocentes—le recuerda y su amigo sonríe.
Su hijo se queda viéndolos un instante antes de reaccionar y dejar las piernas de Sasha para correr hacia ellos.
Sonaba extraño, pero para Anker los recién llegados era la única familia que conocía desde que nació.
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