Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Verdades a medias

Dom

—Estuve pensando en lo que me dijiste en la oficina y creo que es hora de que te cuente algunas cosas. Tal vez después de que lo sepas dejarás de pensar que solo eres un rollo para mí porque está bastante lejos de la realidad.

Habíamos ido a la cocina a por las copas para el vino y allí nos habíamos quedado, sentados frente a frente sobre los taburetes que estaban junto a la isla de la cocina.

No tenía idea de cómo saldría todo esto, pero estaba claro que ella quería respuestas y yo debía dárselas.

—Tu dirás —sé que estaba impaciente.

—Para que puedas entender lo que te diré te contaré todo desde el inicio.

Bebo un sorbo de vino para llenarme de valor antes de revolver en el pasado.

Algunos años atrás yo apenas había entrado en el negocio familiar. Mi padre me lo había impuesto en cuanto cumplí la mayoría de edad.

Si bien al inicio me tomó completamente por sorpresa, me acostumbré rápidamente a mi nueva realidad, esa que a partir de ese momento se volvería mi nueva vida. Me llevó tiempo, porque a diferencia de lo que muchos puedes llegar a creer es bastante complicado entrar a este mundo, no es que en cuanto llegué me convertí en el hombre de confianza.

Observé, tomé nota, aprendí y crecí

Todo aquello me absorbió hasta convertirse en una más de mis extremidades. Gracias a mi inteligencia y a mi disposición en las misiones subí como la espuma. En poco tiempo había aprendido todo lo que se necesitaba saber sobre las drogas, los cruces de frontera y la infiltración en la seguridad. Incluso hasta la maldita fórmula que nos hizo crecer a tal punto que nuestro cartel era conocido en todo el Oriente y muchos puntos de México.

Por esa época comenzamos a abrirnos hacía otros negocios como los casinos, peleas ilegales y fiestas clandestinas. Lo que antes eran lugares secretos esparcidos por toda la ciudad, más tarde se reorganizaría en un solo punto que se conocería como La Villa.

Uno de esos lugares ocultos y mi favorito en particular era El Escondite, a las afueras de la ciudad. Unas callejuelas desiertas que llegaban hasta la cima de una colina muy cerca de un lago. Para haber sido creado en tan poco tiempo la verdad es que había conseguido una muy buena fama entre la gente.

En una de esas noches en las que estaba por allí haciendo de las mías, vendiendo uno de los tantos paquetes que les robaba a mis jefes, apareció un chico queriendo desafiarme.

Ni siquiera después de haberlo rechazado dos veces dejaba de insistir. Sus palabras exactas fueron.

—No pienso irme de aquí hasta que te haya ganado. Es un buen negocio hasta para ti. Si gano, ese hermoso Dodger Charger del 70 que tanto presumes será mío. En cambio, si ganas tú te quedas con el mío y a mi hermana como bono.

—Nuestro amigo sí que está desesperado.

Lucca se burla a mi lado sin despegar esa mirada precavida que tan bien conocía de nuestro visitante. Si alguien tenía el don de intimidar a alguien con la mirada desde pequeño, ese era Lucca.

Habíamos sido amigos desde la infancia y era el único de mi círculo al que le conté el giro de 180 grados que había dado mi vida y él había estado más que interesado en participar en mis fechorías.

Nos considerábamos un equipo, indestructible. Muchas peleas, muchas carreras, demasiadas noches de compañía que sería imposible contar. Pero sobre todo demasiadas anécdotas, tanto buenas como las que no lo eran tanto. No podría pedir un compañero mejor para cometer locuras y pedir consejos. Era el verdadero capo de la labia. Tenía el don de hacerte desear hasta lo que más odias con tan solo proponértelo. Así era como toda la mercancía que robaba no duraba una hora en nuestras manos.

—Ya lo creo. Aceptaría encantado, pero no tengo ganas de cargar en la conciencia con el llanto de tu madre cuando acabe contigo. Ahórranos problemas a ambos y desaparece.

Se molesta por el comentario por lo que cierra las manos en un puño, pero eso se volvió aún más divertida la situación.

El chico era alto y delgado, aunque su estatura podría llegar a engañar, se notaba que apenas estaba superando la etapa de la adolescencia.

—La oferta va en serio. Ves ese mazzeratti rojo que esta junto a la chica vestida de blanco. Si ganas, tanto la chica como el auto serán tuyos. En cambio, si gano yo me quedare con esa preciosura que tienes y puede que algunos kilos de eso que vendes a escondidas.

Me tomo la libertad de mirar en la dirección que indicó antes de mandarlo nuevamente a tomar por culo.

Tal como había dicho, había un mazzeratti de un rojo brillante llamando la atención de todos los presentes y que seguramente, o se lo había robado a papi, o había sido el regalo por haber entrado a la universidad. Típico de los niños ricos. La visión de volver a casa en esa bestia roja ya me había convencido a darle una lección a ese estúpido que se había atrevido a desafiarme.

Pero... había algo más allí. Junto al coche habían dos chicas que en mi opinión no tenían nada que hacer allí. No eran el tipo de chicas que había siempre en esta clase de fiestas.

Una era rubia que no estaba para nada mal. Podría ser la típica rubia tonta, pero con un cuerpo que te hacía girar la cabeza cuando pasaba por tu lado. Aunque para mí no tenía nada en especial, está claro que tampoco diría que no a traerla a mi cama. Nunca se podía decir no a follar con una rubia. Jamás.

La otra, en cambio, sí que llamó mi atención. Esa sí que era una hembra como diría mi abuelo. Tenía el cabello oscuro que enmarcaba ese rostro de guerrera del inframundo, esa que no te importaría que te matara solo por tener la oportunidad de ser su rostro lo último que verías antes de morir. Su cuerpo, esa silueta en donde todo estaba generosamente proporcionado, podía ser considerado el de reina. Ahora mismo no me importaba ser un piloto experto al volante porque me perdería encantado en cada una de esas curvas.

Un sencillo vestido blanco que se adhería a su cuerpo resaltando sea unos senos en donde me encantaría ahogarme con tal de devorarlos. Y ese un trasero redondo y tentador que provocaría más de un accidente si fuera semáforo. Sus piernas que estaban desnudas, eran largas y sexys, volviéndose el pecado al que ningún hombre podría resistirse.

Soy consciente de que la miré más tiempo de lo debido, tal vez para el mundo habían pasado un par de minutos, pero para mí no era suficiente. Mi vista no se saciaba de ella por más que la mirara.

En ese momento se gira, como si hubiera sentido el peso de mi mirada sobre ella. Solo estaba a unos metros de mí, pero juro por cada ángel que había en el paraíso que el mundo entero desapareció cuando esos ojos grises se posaron sobre mí.

Nos sostuvimos la mirada por unos segundos y solo ver como mordía ligeramente esos rosados labios, provocó con ese mínimo gesto que mis dos cabezas se centraran en una sola cosa. Esa fue la última motivación que necesitaba para decir.

—Acepto.

Esa simple palabra desató toda una lujuria ante los espectadores que observaban el debate desde un inicio.

No me pregunten el por qué acepté. Esa pregunta sobraba ahora. La quería a ella.

—¿Estás seguro de esto? —Lucca me detiene por el brazo cuando abrí la puerta del auto.

—Nunca he estado más seguro en mi vida.

Todos se hicieron a un lado para que lleváramos los autos a la línea de partida. Tiffany ocupa su posición en medio de los dos coches que mantenían los motores rugiendo con una agresividad salvajemente peligrosa.

Comienza la cuenta regresiva:

3... miro a través de la ventanilla a mi contrincante que se cree tener oportunidad contra mí.

2... hago rugir despiadadamente el motor y chirriar los neumáticos sobre el asfalto con una exageración preocupante.

1...la miro a ella, y esos ojos grises que no perdían detalle de todo aquello que ocurría.

—¡Vamos!

Salgo disparado como una flecha al sentir la palabra de partida sin la mínima vacilación, estaba decidido a ganar esta carrera sí o sí.

El circuito era de ocho kilómetros, ida y vuelta en una compleja combinación de zic zac que caracterizaba las calles de la colina, y que creen. ¡Era mi maldito territorio!

Debo reconocer que el chico tenía talento al volante, no todos sabían manejarse en esa secuencia de curvas. No me extrañaba que se creyera capaz de vencerme manejando de esa forma, pero ni aun así tenía oportunidad. Decido darle un poco de ventaja cuando estábamos llegando a la última curva.

Justo ahí, en una maniobra que solo los de fórmula 1 podrían creerse capaz de hacer, paso a su lado llevándome la cabeza de la carrera y... Fin.

Todo acaba mucho antes de lo previsto.

Aparco entre toda la que gente que venía en manada a felicitarme por la más que lógica victoria, pero esta vez no me detengo en jactarme el triunfo. No, hoy no. Había algo más importante que merecía mi atención. Un premio que reclamar.

Camino a paso calmado hacía el coche que tan bien me había ganado, viendo como el chico que seguía pegado al volante sin poder quitar la mirada del frente. Me detengo a la altura de su ventanilla antes de decirle.

—Te lo puedes quedar. No me interesa. Pero yo que tu no iría apostando mi auto a cualquiera, no todos son tan benevolentes como yo.

Recorro la zona con la mirada en busca de ese trofeo más que merecido y la veo apartando a cada uno que se mete en su camino entre ella y el auto.

—¿Julián, estás bien?

Su voz. ¡Joder! Su voz era tan dulce, tan melodiosa incluso cargada de ese tono de preocupación que me parecía increíble que la gente no se quedara babeando embobados al escucharla.

Me dejo llevar por ese sonido encantador que me estaba transportando a otro mundo antes de aclararme la garganta para que reparara en mi presencia.

Me lanza una mirada llena de furia y no puede evitar pensar en si sería así de salvaje en otro contexto.

—Creo que tú eres mía por esta noche.

Meto desinteresadamente las manos en los bolsillos del pantalón mientras su mirada se transforma en confusión y la pasa de su hermano hacía mí y nuevamente hacia él como esperando que alguno de los dos dijera que era una broma. El permanecía en el auto sin mirarnos mientras yo no podía quitar mi mirada de ella.

—Angie, te lo pido por favor no hagas una escena y ve con él. Te lo suplico.

Su tono dejaba más que claro cuánto le desagradaba esta situación, pero a él nadie le pidió que apostara a su hermana y la verdad me importaba un comino si ellos lo habían acordado o ella no tenía ni puta idea de nuestro acuerdo. Una apuesta era una apuesta y yo desde luego quería mi recompensa.

—Pero ¿tú qué diablo te has creído? No me jodas y sal de ese puto coche de una jodida vez.

Vaya, vaya con el vocabulario de la niña fresa. Hablaba como un camionero y un albañil juntos.

—Angeline. Has lo que te digo por una vez en tu vida o nos podría ir mucho peor.

—Tu estas drogado si piensas que me iré con este tipo solo porque al estúpido de mi hermano se le ocurrió apostar sabrá satán qué. Ni de joda, págale lo que sea que hayas dicho, pero a mí no me vas a meter en tus juegos de porquería.

No puedo evitar reír al escucharla mencionar a satanás y no a dios como es lo habitual en cada ser humano de este planeta. Esta chica me sorprendía por cada segundo que pasaba.

—Y a tu ni te creas que me pondrás un dedo encima porque soy capaz de arrancártelo de una mordida.

—No me importaría tener la marca de tus dientes sobre mí, mamacita. Es más, lo estoy deseando.

—A mí no me jodas que no me vacila ni Dios.

—¿Y qué crees mami? cuando yo quiero algo, no me lo impide ni Dios.

Nos debatimos en una silenciosa batalla de miradas cada una más cargada que la otra. La mía, de excitación por encontrar a la primera mujer que se atrevía a plantarme cara de una manera tan jodidamente deliciosa, y ella, llena de furia por toda la situación en la que se encontraba. Estaba rabiosa con su hermano por haber jugado con su nombre, y conmigo, bueno con esa mirada que me estaba lanzando no dudaba que me virara la cara con una bofetada.

Lo leí en sus ojos, la mano le picaba ansiosa por realizar la hazaña, pero antes de que eso llegara a ocurrir le tomo de la mano y la arrastro hacía mi auto sin perder tiempo.

Como buena fiera que se empeñaba en ser no paraba de resistirse, sin darse cuenta de que eso cada vez provocaba más a mis demonios. Su actitud estaba sirviendo de alimento a mi lado dominante, importándome bien poco estar dando un espectáculo a todos a mi alrededor que miraban con diversión.

—Tienes dos opciones tal como yo lo veo. O te subes por las buenas o te subo por las malas. Créeme que siempre obtengo lo que quiero y ahora mismo te quiero a ti, en mi auto alejándonos de aquí. Y lo tendré, de una manera o de otra.

—No me puedes obligar a ir ninguna parte contigo. Eso es ilegal

—Como todo lo que hay aquí, y tu estas en medio por si no te has dado cuenta. Mira, no voy a alargar más esto, sube porque puedes jurar de cómo nos iremos al infierno de que te vienes conmigo —mi tono no aceptaba reclamo.

Ella no se deja intimidar y continua su lucha sin sentido por liberarse de mi agarre. Mi lado perverso se relame con el pensamiento que se me cruza por la mente dos segundos antes de llevarlo a cabo.

«No me lo pensabas poner fácil ¿cierto? Bueno, tú te lo buscaste mamacita.»

Le tomo de la cintura y la alzo sobre mi hombro derecho para cargar con ella hasta el coche. No la suelto hasta depositarla sobre asiento de copiloto con algo de brusquedad. Aquí la princesita no paraba de darme guerra y removerse sobre mí, alentando más cada palmo de perversión que había dentro de mí. De como la siguiera sosteniendo un segundo mas no me hubiera hecho responsable de lo que haría.

Salgo disparado de allí en cuanto mi culo se deja caer sobre el asiento sin darle tiempo a procesar lo que pasaba. Con el carácter que se cargaba no dudaba que se tirara sobre mí de un segundo para el otro o romper la puerta para lanzarse fuera.

Esa madera de guerrera me estaba volviendo loco. Esas ganas de pelea, ese fuego que tenía en su interior y que me había mostrado unos minutos atrás me tenía hipnotizado. No se veía todos los días que una chica se hiciera sentir y se plantara tan firme ante algo más poderoso que ella. No veía la hora de poner distancia entre nosotros y el resto del mundo y comprobar si también era así a solas.

Sigo por el camino empedrado que conocía tan bien mientras ella iba maldiciendo en todas las maneras habidas y por haber. Me sorprendía y me hacía gracia a partes iguales a la velocidad de vértigo a la que era capaz de hablar mientras mencionaba a todos mis antepasados.

Veo el final de camino unos minutos después así que disminuyo la velocidad hasta quedar a pocos metros del borde del lago.

Un pesado silencio se cierne sobre nosotros, a mi lado sentía la respiración agitada de mi acompañante mientras yo no quitaba la vista del reflejo de la luna que bailaba sobre las ondas del agua.

Descubrí en ese momento que estaba nervioso. Algo desconocido para mi hasta ese momento.

—Y bien. Montaste toda esta escena ridícula para sacarme de allí y ahora que estamos solos te quedas callado —se gira hacía mi aún con el tono de molestia y sarcasmo en la voz.

—Veo que te está gustando mi compañía.

—No te sigas diciendo eso. No quiero pinchar tu globo de fantasías cuando te de una patada en las pelotas.

—¿Fantasías? No tienes ni la menor idea de todas las fantasías que sé me están ocurriendo hacer contigo en este momento.

La noto nerviosa a mi lado. Juraría que no era tan inmune a mis palabras como quería demostrar. Se tocaba el cabello con nerviosismo, colocándolo detrás de la oreja. Humedece sus labios con timidez para luego dejarlos entreabiertos. Eran claras señales que en la escuela llamada vida había aprendido muy bien su significado. Solo podían significar que le gustaba o al menos la atraía. Y eso, señores, era un gran avance.

Puede que ella también notara la reacción involuntaria de su cuerpo porque momento seguido lleva la mano a la manilla y abre la puerta. Antes de darme cuenta ya estaba afuera y por un momento creí que saldría corriendo, pero no, va hacía la parte delantera y se sienta sobre el capó del coche. No tardo en imitarla y detenerme a su lado.

—No me creo que tu intención era traerme aquí. Es un lugar demasiado oculto como para que lo conocieras. Reconócelo, estamos perdidos.

—Como puedo estar perdido si acabo de encontrarte. Es imposible.

Puede ser que reflejase más emoción de lo que en mi voz y en mis ojos porque ella me observa con una mezcla de curiosidad, como si estuviera frente al pirado de turno.

Me pierdo nuevamente en los dos lagos grises que me estaban mirando con una intensidad tal como si fuera capaz de descifrar cada uno de mis más oscuros secretos y por una vez no temí. No sé, pero con ella no me importaba mostrarme tal como era, sin mascara, ni papeles que interpretar.

—No es de hombres apostar con un desconocido una noche con tu hermana y créeme que Julián me lo pagara. Pero tú, no veo porque tenías que aceptar. Podías tener a cuanta mujer hubiera en esa fiesta sin mucho esfuerzo. Y aun así me traes a mi después de dejarte claro cuan despreciable me resultaba toda la situación.

Me lo pienso un segundo antes de responder, aunque si ya tenía clara la respuesta.

—¿Y por qué no lo haría? ¿Te has visto? Cualquier hombre mataría por robarte en su auto. Lástima por ellos que ya tomé la iniciativa.

No pudo evitar dar un paso para acortar un poco más la distancia que había entre los dos.

—Mira machito, no sé qué te has creído ni mucho menos quiero detenerme a pensar cuales serán tus verdaderas intenciones, pero que te quede claro que a mí no me vas a endulzar el odio para follarme en el asiento trasero de tu coche. Regrésame de una vez a la fiesta antes de que palpite mi vena homicida.

Eso, continúa alimentando esa bestia interna que me dedicaba a ocultar. Yo no podía hacer nada si tu hacía méritos extras por provocarla ¿Lo quieres así preciosa? Pues que así sea.

—Si hablamos de palpitar podría hacerte sentir latidos en partes de tu cuerpo donde no creerías sentir.

Vuelvo a dar otro paso, acortando ahora sí, toda la distancia que existía entre su cuerpo y el mío.

—Si quisieras podría hacer, que tu vista se nublara por la excitación, que tu respiración se entrecortara y no podrías controlar la agitación de tu pecho. Podría hacerte sentir tantas emociones juntas que tus sentidos se volverían locos tratando de entender que está pasando. Podría hacerte creer que el resto del mundo ya no existe, y si existiera no te importaría en lo absoluto porque estarás tan ocupada recibiendo todo aquello que te daré el resto perderá protagonismo. Podría envolverte en una lujuria de la que no querrás salir, porque se volvería completamente adictiva para ti.

Me cuelo entre sus piernas y hablando en un susurro con un aliento helado a escasos centímetros de su oído doy el golpe de gracia.

» La pregunta es —disfruto el temblor que recorre su cuerpo al sentir mi cercanía envolviendo su diminuto cuerpo —¿Estás lista para recibir todo aquello que tengo para darte?

Por primera vez en la noche había logrado dejarla sin palabras. Su mirada había pasado de la curiosidad y la sorpresa a la excitación. Sus pupilas estaban dilatadas y con un brillo inconfundible. Sus mejillas tenían un dulce tono rosa que me estaba destruyendo. Esos labios rosados, húmedos, tentadores y ansiosos me hicieron perder la última gota de cordura a la que me estaba aferrando para no saltarle encima pero ya no podía resistir más a ese llamado silencioso. Y la besé.

Ni siquiera sabía cómo había logrado soportar tanto tiempo. No pensé, desactivé todo aquello que no fuera ella y me lancé la perdición de su boca.

La besé, me respondió, me besó, nos besamos.

Nos besamos como nunca creí que fueran capaz de besarse dos personas. Bailando juntos en una sintonía en la que cada uno seguía a la perfección el ritmo del otro. Su tímida lengua juega sensualmente con la mía y me sentí perdido. Era un maldito deseo carnal, y nunca había sentido algo mínimamente parecido.

Besarla era como estar en el paraíso y quemarse en el infierno al mismo tiempo. La ternura de su beso me encendía de una manera indescriptible.

¡Joder! ¿Qué había en esta mujer que me hacía perder toda lógica y sentido común que me decía poseer? ¿Como fui capaz de decir estoy vivo cuando hasta ahora no había sentido lo que era verdaderamente vivir? No hasta que mis labios chocaron con los suyos.

Podrían decirme que mañana iría al infierno que les presumiría a los demonios y a Lucifer mismo que por unos segundos un ángel me llevó al paraíso y fue mía.

No hablamos al sepáranos, no hacía falta. Nuestras miradas se estaban entendiendo sin necesidad de palabras. Sería ridículo reconocerlo, pero sentí que me faltaba algo al separarme de ella.

—Dirás que estoy loca, pero... —no sé qué diría después, pero se interrumpió al notar al mismo tiempo que yo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor.

Aquí, ocultos en la oscuridad de la noche, iluminados solamente por la luna llena comenzaron a caer estrellas, una a una en un baile indescriptible. Regalándonos un momento mágico el cual me permití creer que era para nosotros.

—Pide un deseo.

—¿Qué? —pregunto confuso

—No dicen qué cuando cae una estrella debes pedir eso que más deseas? Bueno ahora están cayendo miles. Si existe alguna posibilidad de que eso sea real, sería ahora o nunca.

Me lo planteé un segundo. Nunca me había detenido a pensar en eso de los deseos, todo aquello que quería lo conseguía más tarde o más temprano. No sabía que significaba trabajar duro para alcanzar algo que deseaba. El dinero me hacía el camino demasiado fácil. Ahora que lo pensaba, el único momento en mi vida por lo que me había esforzado en ganar algo realmente fue en la absurda carrera en la que me había enfrentado a su hermano, por ella. Había sido por ella.

—Supongo que soy una persona sin deseos. Pero si debiera pedir algo, ese deseo serías tú.

Ella me observa como si yo fuera el acertijo más complejo al que se hubiera enfrentado en su vida. Era como si se planteara la posibilidad de que aquello que decía era cierto o una simple táctica de seducción, pero para ser sinceros nunca había sido más auténtico.

Al parecer un pensamiento se interpuso ante el otro en su cabeza porque ocurrió algo que nunca hubiera creído posible que sucediera. Se inclina hacia mí, llevada por alguna emoción que la guio a tomar la iniciativa de besarme. No sabía que pasaba por su mente, pero no me importaba, porque su beso fue lo más cerca que un simple mortal podría estar de algo celestial.

Actualidad

Me sorprendo a mí mismo viendo la cara de Angie en una mezcla de emoción y sorpresa al contarle la historia. No me extraña que ella nunca hubiera relacionado aquel chico loco de las carreras con el hombre que de cierta forma estaba cambiando su vida en un giro de 180 grados.

—¿Cómo...? —le cuesta formular la pregunta y no me sorprendía —¿Cómo es posible? Pasé meses recordando esa noche. Me costó muchísimo frenar mi mente que me la jugaba a cada rato cuando iba entre la gente y te buscaba con la mirada. ¿Y mis fantasías? ¡Maldita sea! No tienes idea de cuánto tiempo te soñé. Me negaba a creer que me encantaba el chico que me había secuestrado prácticamente de aquella absurda fiesta, pero la verdad es que esperaba ansiosa a que aparecieras otra vez ante mí. Y ahora me dices que eras tu tras todo aquello.

Me había matado al escuchar su confesión. No sabía que pasaría cuando le dijera que era yo el chico de aquella noche pero que me confesara que de alguna manera la había marcado como me había sucedido a mí, superaba todas y cada una de mis expectativas.

Yo también me había pasado meses, incluso años soñando con ella en mil escenas distintas, pero siempre era ella. Protagonista de mis sueños y fantasías, hasta llegué a pensar que todo había sido mi imaginación y dudé de mi cordura.

Pero no, aquí la tenía de nuevo ante mí, siendo ese ángel que saca lo mejor de todos los demonios más oscuros que habitaban en mí. Haciéndome caer en la más dulce de las tentaciones que habían dejado en el plano terrenal para los mortales.

—¿Qué paso después? ¿No me buscaste? Nada, desapareciste justo como llegaste —imagino que su cabeza era un torbellino de preguntas.

—Eso es lo más chistoso de la historia. Pasó el tiempo, pero nunca logré olvidar la sensación de tu boca, la imagen de esos pozos grises me tenía tan loco que llegué a obsesionarme contigo. Como ya te dije yo estaba creciendo en el negocio. Le pedí a uno de los hombres que llevaba algún tiempo en la organización y que tenía muchos contactos que te buscara a como diera lugar. Mas allá del nombre de Julián y Angeline no tenía más datos de como hallarte.

Luego de un tiempo aun no me daban información de ti y yo ya estaba completamente fuera de mí. Por esa época me vi obligado a irme a Alemania porque necesitábamos contactos y se estaba desarrollando un nuevo producto que nosotros queríamos a toda costa. El caso es que el viaje duró mucho, pero mucho tiempo y ya buscarte dejó de ser la prioridad, aunque sino lo había dejado por completo, solo lo había retrasado un poco. En ese tiempo Lucca, que también estaba entrando en la empresa de comunicaciones de su padre, tenía muchas más posibilidades de encontrarte, así que le pedí de favor que te hallara. Era mi última esperanza y una vez volviera, iría en tu busca. Pero las cosas no salieron como planeaba.

» Ya cuando ni siquiera tu nombre rondaba por mi cabeza. Cuando lo que paso aquella noche era un recuerdo mucho más que lejano, Lucca me llama diciendo que había dado contigo. No supe cómo reaccionar, mi corazón se aceleró con tan solo escuchar tu nombre de nuevo y de repente era como si hubiera encontrado ese motivo por el que despertar en las mañanas. ¡Eras real! No solo producto de mi mente.

» Me envía un correo con toda la información que había encontrado de ti junto a varias fotos tuyas. De un momento a otro ya tenía todos tus datos, tu dirección, todo. En ese momento supe que debías ser para mí y que si después de tanto tiempo por fin te había encontrado era porque así debía ser. Moría de ganas por ir a buscarte, pero aún no podía regresar. No había manera de volver en ese momento, aunque si todo lo que deseaba era ir corriendo a buscarte. Solo podía esperar un poco más.

Un año después volví, y volví dispuesto a recupera todo el tiempo que había perdido lejos, pero la realidad me cae como un jarro de agua fría encima sin dame un momento para recuperarme. Resulta que mi amigo, o bueno, quien decía ser mi amigo se estaba por casar con la chica que bien sabía que yo quería.

Aquello fue más de lo que podía soportar. O sea, estaba claro que ya habían pasado años, y que parecía un maldito loco obsesionado. Cabía la posibilidad de que en tu vida ya hubiera alguien a tu lado, pero no estaba listo para que fuera justo él, y menos verlos el día de tu boda.

—¿No me digas qué...? ¡Oh, por dios! —su voz estaba llena de sorpresa.

—Después de tantos años de buscarte te encuentro justamente el día que le dabas el sí a otro hombre. Fue como un puñetazo en el estómago. No, ni siquiera así se compara remotamente a cómo me sentí. Me quedé petrificado al verte salir de la iglesia con tu vestido blanco y de la mano de Lucca. No puede soportarlo y di la vuelta.

Me termino todo el contenido de la copa de un trago, mi garganta se había secado de igual forma como si estuviera reviviendo ese momento otra vez.

—¿No dirás nada?

—Yo... no sé qué decir, no me esperaba esto.

—Se que parece una locura, pero así fue.

—¿Locura? ¿Sabes qué es una locura? Qué tal como lo cuentas pareces un psicópata acosador que persiguió a una chica con la que apenas pasaste una noche como si fueras un puto loco. No sé si tenerte miedo y llamar a un manicomio para que vengan a buscarte o comerte a besos.

—Yo preferiría la segunda opción, me encantan tus besos muñeca —la levanto de su asiento para colocarla a horcajadas sobre mí y juntar nuestras frentes —no sabes cuanto te he deseado. Nunca has sido un rollo para mí y menos una más del montón. Contigo estoy dispuesto a todo. Si, soy consciente que puede sonar enfermizo, pero hace años que estas piernas tuyas me traen babeando.

Reímos por el comentario. Y no puedo evitar temer porque siga haciendo preguntas. Soy consciente de que dejé muchos cabos sueltos, muchos huecos en la historia que aún no estaba listo para contar, solo podía esperar a que ella no lo notara y no insistiera. Me quedaba solo demostrarle que la quería en serio y que no mentía cuando decía que ella era mía, porque era la más real verdad. Ella me pertenecía en cuerpo, mente y jodida alma. Toda mía.

Podía notar como removía sobre mí, intranquila, seguramente con mil preguntas en la punta de la lengua y debatiéndose en si formularlas o confiar en mi pobre explicación. Sentí el latido desbocado de su corazón pegado a mi pecho, tan acelerado que me daba miedo pensar que me temía.

—No entiendo. Si desde un inicio la intención era que me interesara en ti, entonces a que venían esas normas que me dijiste en nuestra primera reunión. Junto a ese tira y afloja que jugábamos todo el tiempo.

—Eso es fácil —digo entre risas —si yo te provoco con algo que tu quiere y luego te lo quito, en tu mente no desearas nada con más gana que obtener eso que se niegan a darte. ¿no es así, mamacita? —había olvidado lo bien que se siente llamarla de esa manera y me moría de ganas por hacerlo.

—¿Estuviste todo este tiempo jugando a psicología inversa conmigo? No puedo creer que no me haya dado cuenta y cayera redondita.

—Eso pasa cuando babeas por mis encantos, tu mente no razona y piensas solo en saltarme encima —pensé que reiría con mi comentario, como siempre, pero en cambio su rostro cambió.

—¿No hubo otras? ¿En todo este tiempo solo fui yo? —habla en un apenas audible susurro y con la cabeza baja como si le diera vergüenza el solo hecho de preguntar.

—Puedes dudar de todo menos de eso. Bésame, Márcame. Destrúyeme. Pero nunca dudes y nunca más te alejes. Yo estoy absoluta, completa y perdidamente enamorado de ti. Solo te pertenezco a ti.

No lo soporte más, me deje caer al precipicio y la besé. La besé como esa la primera vez. Sentir de nuevo sus labios era como estar en el cielo y bajar al infierno a quemarse y consumirse por aquella necesidad primaria de poseerla.

Y me aferré como quien se aferra a una tabla a la deriva tras un naufragio. Sabía que no era correcto, que habían cosas mal, y que ella merecía saber toda la historia, pero en ese momento me permití volverme egoísta y que no me importara nada, salvo ella y yo.

Solo un sentimiento correspondido que no dejaría ir y lucharía contra el cielo y el infierno para tenerla en mi vida. Aquí y ahora, solo importábamos nosotros y el deseo de nuestros cuerpos que no se quedaban atrás. Nos pedían a gritos que nos juntáramos en uno solo y así lo hicimos.

Nos desnudamos con pasión y deseo no solo nuestros cuerpos sino también nuestras almas. Así lo sentí yo, me estaba entregando a ella como había planeado hacerlo desde un inicio. No podía seguir negando esto que sentía y así se lo hice saber el resto de la noche, sin necesidad de palabras. Sin nada más que nuestros gemidos, y nuestros cuerpos sudorosos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro