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Paciencia

Nunca imaginé que a esto del narcotráfico lo llegaría a ver como una organización que pudiera estar tan perfectamente coordinada. En las novelas mexicanas se ve como algo naco como lo llaman ellos y violento, muy violento.

Aunque no sé porque pensé que en este lado de Chicago sería diferente, no dudaba que en la vida real fuera verdad. Pero si algo aprendí de la extensa reunión con Tom y Dominic es que son muy estrictos con la planificación de cada paso, al menos en el cartel Villanueva.

Con razón crecían sin control, eran muy competitivos, ganando en poder a los demás carteles con una gran ventaja.

Eran más de las ocho de la noche cuando terminamos. A Don Gruñón le había dado por extenderse con sus dotes de jefe. Disfrutaba atormentándome, estaba confirmado.

Ya en casa pongo música suave, lleno la bañera y vierto sales de baño. Me sumerjo en ella no antes de ir a la bodega en busca de mi vino favorito. Ahora sí, pongo en marcha mis pensamientos, sobre todo.

Todo se me había salido de las manos desde que lo conocí. Primero sus órdenes absurdas, luego la atracción estúpida que existe entre nosotros, cosa que negaré, aunque mi vida dependa de ello.

No vamos a pasar por alto nuestras batallas verbales y como olvidar su confesión de espionaje. Eran muchas cosas en que pensar, pero mi instinto me decía que aquí estaba pasando algo más que se me escapa y no estaba cerca de descubrirlo.

Con este pensamiento no puedo evitar tensarme y mirar en todas direcciones en busca de cámaras. Me envuelvo en mi albornoz y salgo a buscarlas por todo el ático encontrando un total de cinco, tres de ellas en mi habitación.

Joder, iba en serio lo que decía. La rabia se apodera de mi al sentir como mi privacidad, o al menos la que consideraba que tenía había sido invadida.

Gracias al cielo que no lo tengo delante sino soy capaz de cometer un homicidio. Pero me va a escuchar ese infeliz, eso podía apostarlo.

¿Alguna vez había tenido las ganas de matar a alguien? Creo que no. Pero si fuera una rifa, Dominic tenía todas las papeletas para ganarse como premio que lo asesinara lenta, fría y dolorosamente. Y eso que no soy amiga de la violencia, pero este hombre lograba sacar lo peor de mí con una facilidad inquietante.

El muy cabrón no se inmutó siquiera cuando le reclamé por las cámaras. Solo alegó en su defensa que debía mantener a su socia vigilada y que con respecto a eso no podía hacer nada. Por consecuencia me mantenía incómoda en mi propia casa.

Ya habían pasado tres meses desde que empezamos a trabajar juntos. Si es que se puede llamar trabajo a que esté haciendo cada día cambio de planes de donde se debían hacer las entregas. Llamadas en las madrugadas para una que otra transferencia, cambio de cuentas y contraseñas cada dos días, y sabe satán cuantas cosas más. Mi vida se había vuelto un infierno completamente.

Su frase habitual era que si él no dormía sus empleados no tenían por qué hacerlo y en esa oración entraba también yo.

Y eso sin contar con que seguíamos pidiéndonos la cabeza cada día tanto verbal como literal. Habían sido muchas, pero muchas las veces en las que pensé envenenar su café para librarme finalmente de él. Seguía prefiriendo llamar esto castigo divino en lugar de trabajo.

Como jefe o socio podía llegar ser un verdadero tirano. No solo dicho por mí, los empleados también se quejaban, pero para su desgracia la única que podía plantarle cara era yo y a veces no servía de mucho.

La operación iba muy bien, habíamos aumentado el régimen de trabajo en las últimas semanas y todo iba viento en popa.

Esta noche sería la inauguración de nuestra segunda fundación, Cara de Ángel. A diferencia de la primera, en donde ayudábamos a personas con cáncer y discapacitados, esta tenía como función darles refugio y comida a familias desamparadas. Además de facilitar tratamientos médicos y medicinas a los más pequeños.

En la plantilla de trabajadores me había encargado personalmente de incluir a los mejores especialistas en pediatría que puede encontrar.

La fundación, a parte de la labor que se realizaría en el edificio en sí, costearía tres de los seis comedores comunales y dos hospitales en la zona de bajos fondos.

Sé que sonaba como un proyecto ambicioso y solo Satán sabía lo que me costó convencer a Dominic de que me diera luz verde para llevarlo a cabo. No tuvo más remedio que aceptar. Le presente un plan con las ganancias que tendríamos en los próximos tres meses. Estos superarían con creces las inversiones, eso junto a un sexy vestido que me puse precisamente para persuadirlo. No tuvo manera de negarse.

Estaba contenta, como toda historia, tenía un lado bueno y uno malo, y esta no sería la excepción. Por una parte, ayudaba a crecer el crimen organizado en la ciudad, no tenía de otra. Pero yo sacaría partido de esto y así ayudar a los más necesitados. Para mí, esto ya era un triunfo.

Obviamente yo no iba a ser la cara de la fundación, ya habíamos encontrado a una persona que iba a desempeñar esa función, yo sería la cara oculta de la luna básicamente.

Una cosa era estar obligada a hacer este trabajo y otra muy distinta era demostrar a los medios y al mundo entero que yo estaba relacionada.

Quería mantener el anonimato a toda costa, no necesitaba estímulos, ni reconocimientos para saber que dentro de tantas cosas malas estaba haciendo algo bueno.

Este se estaba volviendo un día realmente duro, coordinábamos los últimos preparativos. Debíamos regirnos por la lista cronometrada que Don Perfecto había diseñado para que el evento de la noche saliera bien.

El edificio ya estaba preparado con todo el equipo médico, útiles básicos para el hogar, ropa, calzados, juguetes y comida suficiente para todo un ejército militar.

Se enseñaría todas las áreas en un recorrido, aunque el evento se llevaría a cabo en el salón principal.

Carlotta Thomson, en este caso la "propietaria" de Cara de Ángel diría el discurso de inauguración. Ella no me daba buena espina, no me gustaba nada que fuera la seleccionada. Yo me había decidido por Dina Smith, ella tenía un estilo algo más sensible y a mis ojos era la indicada para el papel que necesitábamos.

Al parecer el día de la elección Dominic tenía el período o lo habían plantado la noche anterior porque estaba más irritante de lo habitual.

Había escogido a la rubia despampanante de tetas, culo y boca de silicona, incluso dudaba que su pelo natural fuera de ese color. En lugar de la mujer que verdaderamente podría hacer algo bueno por la gente que llegaría pidiendo ayuda. Pero a este punto esta demás decir que llevarnos la contraria era el detonador clave de nuestra relación laboral. Al final él tenía la última palabra, o era ella o me recortaría el presupuesto.

Yo en ese momento pensé más en los niños que en el odio que le declaré silenciosamente a él y a la muy perra. Si, lo sé, es un cliché, pero yo que culpa tenía.

Estas venían así de fábrica, tanta operación para conseguir el cuerpo perfecto comprobaba la teoría que era para disimular la escasa cantidad de neuronas en su cerebro. La pobre no podía sumar números de dos cifras sin sacar la calculadora.

A media tarde ya todo estaba listo así que Ana y yo no fuimos al Spa. Necesitábamos relajarnos para lo que se nos venía encima, y que mejor que en las manos de mi querido Mirko.

Tenía manos de un puto dios, además de estar tan bueno como un frasco de nutella. Lo sé, ya es trauma lo que tengo con esa crema, no lo puedo evitar. Pero como todo no puede ser perfecto había un problema. Para las mujeres, Mirko no estaba en el mercado. De no ser así, estoy segura lo hubiera violado en alguna de nuestras secciones.

—Piccola(pequeña) —me abraza en cuanto me ve entrar. Acaso hay algo más sexy que ver a un bombón andate y de paso que sea italiano —¿come stai? Non sei piú passata) (¿Como estas? No has venido más)

—Lo so tesoro, sono stata molto occupata. Ma sono arrivata, possiamo iniziare. (lo se tesoro, he estado muy ocupada. Pero ya llegué, podemos empezar)

Estaba feliz de estar en sus brazos. Después de Ana, Mirko es el mejor amigo que puedo desear.

—Si, vieni con me (si, ven conmigo) —se gira hacia un muchacho que va pasando en ese momento cerca de nosotros —Teo, per favore, dagli il massaggio ad Anna. Sonia ha dovuto andarsene. (Teo, por favor, hazle el masaje a Ana. Sonia tuvo que irse.

Teo asiente y nos guía a un cuarto de tonos celeste con dos camillas frente al enorme ventanal. Era un ambiente bastante relajante y un aroma que no sabría definir, pero inmediatamente hacía que te relajaras.

Nos pide que vayamos al cuarto contiguo para prepararnos y cinco minutos después estábamos las dos bocabajo sobre las camillas, teniendo como única prenda la toalla cubriendo nuestros traseros.

Así pasamos unos magníficos 30 minutos de un masaje bendecido por los dioses y adornados por los cotilleos que Mirko no se perdía de la prensa rosa.

Ahí me enteré de que estaba de moda, quien era víctima de los últimos chismes y quien había hecho el ridículo en la última alfombra roja. En fin, todo lo que un buen curioso debe de saber.

Terminamos y nos vamos a la sauna, ahora sí que me sentía renovada. Tenía energía para enfrentarme a Dominic y a diez como él.

Noto a Ana, que estaba sentada en el banquillo frente a mi mirándome de forma extraña. ¿Sabes cuando estás en un interrogatorio y el policía se ponía arrogante? En plan cara de malo y la típica ceja alzada esperando la confesión después de mostrar todas las pruebas.

Pues así estaba ella, y cuando estaba en ese plan no era para nada bueno. Solo podía significar una cosa, un tercer grado. Aquí vamos ¡tres, dos, uno!

—¿Me lo vas a contar o te lo tendré que sacar a la fuerza? ¿Qué está pasando entre Dominic y tú?

Bingo, ahí está. Ya se había demorado

—No sé de qué estás hablando. Entre nosotros no hay nada o no te has dado cuenta de que siempre estamos como perro y gato.

—A mí no me engañas pequeña. ¿Se te olvida que eres como un libro abierto para mí? Te conozco como la palma de mi mano y sé que algo pasa. Si que es verdad que siempre están discutiendo, pero sé que estás sintiendo algo más. Solo hay que ver la cara de boba que pones cuando lo miras y crees que nadie te está viendo. Y sin contar que te pones modo araña trepando las paredes cuando lo ves coqueteando con las chicas de la empresa.

Me quedo sin palabras ante su observación. Qué iba a decir si ni yo misma sabía que me estaba pasando con ese hombre.

—Si me conoces como dices sabes que no voy a confirmar nada. Pero no necesitas que te lo diga, tú ya sabes la respuesta —reconozco avergonzada.

—Lo sé, pero cuéntamelo cuando te sientas preparada, vale. Solo espero por tu bien que no caigas en su juego. Y disimula un poco mujer. ¡Carajo! Pareces cordero degollado cuando se pasa días sin ir por la empresa.

A Santa Ana nunca se le escapa una, con razón ejerció la abogacía. Pero cómo decirle que él despierta en mí sensaciones que no creí volver a sentir. Que disfrutaba como una niña en parque de diversiones con nuestras discusiones y sobre todo cuando me hacía salir tarde del trabajo con sus estúpidas excusas de último minuto, encerrándonos en su oficina hasta quien sabe qué hora.

Por no reconocer que me había masturbado más de una vez con las llamadas en las madrugadas para hablar de no se cual cuenta. Eso no lo reconocería ni bajo amenaza de muerte.

Esas cosas ya se habían vuelto rutina. Tanto como nos molestábamos el uno al otro, sentía que a nuestra manera, buscábamos excusas para ir a la oficina del otro y así tener unos minutos a solas, aunque fuera para jodernos la vida nuevamente.

¡No! Eso me lo guardaría solo para mí.

—Cambiando de tema ¿te fijaste en lo bueno que esta Teo? ¡Jesús! casi llego al clímax cuanto puso sus manos sobre mí. Me llevo directito a las nubes y más allá. Sobre todo, cuando sus manos se desviaban profesionalmente muy cerca de mis nalgas, de haber deslizado la mano entre mis piernas me habría encontrado mojada — no tiene vergüenza.

—Si claro que lo vi, no estoy ciega ¿Así que ese era el motivo por el que estabas tan ida en el chisme? Eres una puta pervertida —me lanza la toalla que la tenía cubierta para golpearme y rompimos en carcajadas.

Reformadas y listas nos vamos a mi casa para prepararnos. Estábamos algo atrasadas, Mirko nos entretuvo más de la cuenta. Ana se quedaría a pasar el fin de semana conmigo, ya había preparado una lista con todos los clubs de moda de la zona a los que debíamos ir.

Había trabajado hasta en la excusa de que ya no salíamos como antes, haciéndome sentir culpable y sin darme otra opción.

La dejé que se preparara en la habitación de invitados y me fui a la mía sabiendo que nuestro séquito de estilistas estaría esperándonos al salir de la ducha.

Me untan en mil cremas distintas y nos maquillan con gran maestría, a Ana con tonos claros, ella quería que no fuera tan cargado, quería que la atención se centrara en su escote. Eso sí, un sofisticado moño italiano que la hacía parecer madura.

¡Ja! Como si pudiera lograrlo un simple moño, mi amiga era una inmadura perdida. Por mi parte les deje hacer lo que quisieran, me maquillaron con colores neutros, principalmente negro. Delinearon los ojos de tal forma que parecían más grandes junto a un intenso labial rojo.

Les pedí un peinado semirrecogido de lado. Mi vestido era rojo de mangas largas y espalda descubierto. Llegaba hasta los tobillos, pero dejaba mi pierna derecha a la vista, mis tacones negros quedaban geniales con el conjunto. Perfume, joya a juego cartera y ya estaba lista para ir rumbo a la inauguración.

Estaba algo nerviosa, no lo puedo negar. Las manos me sudaron durante todo el recorrido en coche y no pude evitar mover la pierna derecha como un tic nervoso.

Por fin llegamos al edificio. Estaba en su máximo esplendor. Hicimos bien en contratar a un diseñador de interiores, todo estaba impecable y a su vez acogedor. Esa había sido siempre mi intención y me sentía orgullosa al verlo realizado.

En el recibidor unas chicas nos dieron la bienvenida. Los invitados cabían recalcar que eran de la lista de proveedores de Dominic. Algunos inversores, otros políticos que buscaban mejorar su imagen pública haciendo acto de presencia en actos benéficos como este. En fin, todos los políticos corruptos de nuestra cartera de clientes o posibles socios.

Entramos al salón y aprovecho para coger una copa de champagne de la bandeja del mesero que pasó junto a mí en ese momento.

—No te excedas que acabamos de llegar y la noche es larga. No vayas a perder los papeles ahora —me dice Ana tras el largo trago que le doy a mi copa.

—No te preocupes, no está en mis planes emborracharme, es solo para calmar los nervios —creo que lo digo para convencerme más a mí que a ella.

—Eso espero. Ahora disimula y pon tu mejor cara, el diputado Hudson viene hacía acá.

—Buenas noches, señora Black, señorita Muller —nos dice consecutivamente a cada una estrechando nuestras manos —no tenía idea que se presentara a este tipo de eventos, déjeme decir que está realmente preciosa esta noche, ambas lo están —le da un descarado repaso a mi atuendo y agrega al recordar la presencia de mi amiga.

—Debíamos estar a la altura de las circunstancias. No puedo decir que venga mucho a estos acontecimientos. Es un gesto muy noble el de la señorita Thomson así que me pareció buena idea mostrar mi apoyo —miento como una bellaca.

—Espero que la noche sea de nuestro agrado, la verdad es por una buena causa. Me encantaría que me pudiera regalar un baile —me propone.

—Cuente con ello —respondo a mi pesar.

Ya veré cómo me libero de esto en su momento. Asiente contento con mi respuesta y se marcha a saludar a una pareja que acaba de llegar.

De pronto siento una presencia detrás de mí y no necesito voltearme para saber de quién se trataba.

—¿Alguna vez en tu vida piensas ser puntual ¿Lo haces a propósito para molestarme? —dice el dueño de la voz más sensual que he escuchado en mi vida.

Me esfuerzo en poner mi mejor cara antes de girarme. Lo hago con lentitud, dándole tiempo a molestarse aún más. Pero el tiro me salió por la culata porque tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no dejar caer la copa y llevar mi mano a la boca para ahogar un gemido.

¡Hay Jesucristo bendito y todo el sequito de ángeles! Yo no quiero morir todavía, señor ponga de su parte por favor. Haz una señal o por lo menos pon cartel que diga: toma las pastillas de la presión antes de voltearte, porque este hombre está para comérselo completito y no dejar nada para después.

Definitivamente había sido creado para reflejar mis mejores fantasías y cumplir mis más oscuros pecados.

Llevaba un esmoquin que le quedaba endiabladamente bien. No, mejor que bien. Estaba tan jodidamente atractivo que no encontraba a un solo personajes de mis películas favorita con el cual poder compararlo ahora mismo.

Guapo se quedaba corto para como estaba. Ni siquiera el modelo mejor pagando del mundo podría pararse a su lado y no ser opacado por presencia de Dom.

¡Y puta madre! Él sabía la reacción que despertaba en las mujeres y lo explotaba al máximo. Para rematar esa sonrisa característica suya que vuelve loca a cualquiera que tuviera un par de ovarios no se borraba de su cara ni ahora que me estaba reclamando la tardanza.

¿A qué mujer en su sano juicio no le atraería este hijo de Satanás? Desde luego yo no era la excepción de la regla. Si es que llegaba haber una.

Me repongo luego de un disimulado codazo de parte de mi amiga, que, igual que yo estaba con la boca abierta, pero lo supo manejar mucho mejor.

—Lo importante es que ya llegué, así que bájale al drama. Además, no soy yo la que debe estar al frente de este circo, sino tu muñeca Barbie.

Aún después de haber unido mi mente y mi boca para responderle, en mi interior seguía sin recuperarme de la impresión que causaba este dios griego con esmoquin frente mí.

—¿Eso que escucho en tu voz son celos Angie? —y se divierte el muy cabrón —por cierto, cuando termines de babear por mí, acompáñame a la parte trasera del escenario, tenemos un inconveniente.

Arrogante como siempre. Supongo que en parte es mi culpa por subirle inconscientemente la moral ya de por sí alta, con mi actitud de quinceañera frente a su cantante favorito.

Él, ajeno a mis ganas gritarle y tomarlo del cuello hasta estrangularlo, da media vuelta y se marcha como clara invitación a que lo siga.

¡Lo odio! Que tipo más soberbio y prepotente. Todo lo que detestaba en una persona. Me pone enferma. Cómo disfrutaré cuando acabe el contrato y esté bien lejos de mí y de mi cordura.

Una parte masoquista de mi hace puchero ante este pensamiento porque aun con todo lo desesperante que puede llegar a ser, lo quiero cerca.

Y recalco lo masoquista porque a veces quisiera darle una patada en las pelotas, justo como ahora, a ver si se le bajo lo creído, pero tampoco quiero dejar de verlo. Ya me acostumbré a que se presentara ante mi cuando menos me lo esperaba o pasar tanto tiempo compartiendo oficina. Soy un dilema.

Dejo estos pensamientos de lado y lo sigo como me pidió. Llegamos a la parte trasera del escenario donde se encontraban los chicos de informática junto al dj.

Tal parece que se había borrado accidentalmente el video de presentación que habían hecho ¡Genial! ¡Sencillamente genial!

—¿Me puede decir alguien como carajo pudo pasar algo así? ¿Qué pasa con el disco duro? —pregunto a los dos informáticos que estaban tecleando frenéticos en unas computadoras.

—Señora lo siento muchísimo tuve que traer a mi hija—habla el moreno y señala a una nena de unos tres años que estaba en pleno ataque de llanto detrás de él

» Mi mujer está en el hospital y no tenía con quien dejarla. Me descuidé dos minutos y dejó caer su refresco sobre el computador. Le juro que estamos haciendo todo lo posible para recuperar lo que perdimos en los minutos que quedan.

—Si, hágalo y después se va derechito a la calle. Está despedido y me encargaré que no consiga trabajo en ningún otro lugar. ¡Esto es inaceptable! —Dominic estaba fuera de sí.

De verdad que lo entendía, habíamos trabajado mucho para que todo saliera bien y que algo se salga de sus planes lo pone medio loco. El pobre hombre estaba aterrorizado.

—No te preocupes, nadie va a despedir a nadie —le lanzo una mirada de advertencia a Dom para que no me contradijera

» en mi computador está la presentación completa. La estuve revisando esta mañana y aun la tengo archivada. Llamaré a Cecy para que la busque y la envíe —veo como exhala un suspiro de alivio —buscaremos a alguien que se haga cargo de la niña. No puedes trabajar y tenerla contigo. No podrás dar el 100% y eso es lo que necesito de ti ahora mismo. ¿Estamos claros?

Asiente dándome las gracias aliviado por conservar su trabajo.

Me alejo un poco y veo pasar a una camarera que ya conocía de antes. Habíamos contratado el servicio de catering de siempre así que no tardo en reconocerla. Le pido que se lleve a la niña al área de juego y la entretenga hasta que todo acabe.

Rápidamente llamo a Cecy para que busque el video y lo mande cuanto antes, solo teníamos diez minutos antes de que empezaran con el discurso.

Terminada la llamada me apoyo de espaldas en la pared del pasillo, cierro los ojos y respiro profundo. Necesitaba calmarme o de lo contrario no llegaría al final de la noche.

Al abrirlos, en la pared de enfrente estaba Dominic, devorándome con una mirada que no sabría descifrar. Lo que me faltaba ¡está enojado!

—Que sea la última vez que me desautorizas frente a los empleados. No podemos ser benevolentes con este tipo de comportamientos, estuvimos a punto de meternos en un problema.

—¿Desde cuándo al grandísimo Dominic le preocupa meterse en problemas? creía que esa era tu especialidad —vamos a provocarlo un poco.

Saca las manos de los bolsillos del pantalón. Camina los dos pasos que nos separan y se pega a mí, apoyando las manos a la pared, a cada lado de mi cabeza. Dejando nuestros rostros separados apenas por unos escasos centímetros.

—¿Quieres saber de verdad que es meternos en un verdadero problema?

Sus pupilas estaban dilatadas y saca la lengua con una sensualidad que lo caracteriza para humedecerse el labio superior. Lo imito y su mirada se posa en mi boca, con una clara intención de querer besarme.

» Esto sí sería un gran problema. ¿Por qué no puedo estar lejos de ti Angeline? ¿qué carajo estás haciendo conmigo?

Sus palabras me cogen por sorpresa. ¿Qué, qué le estoy haciendo yo? ¿Esto era en serio? Es él quien no deja de pasearse en mi mente como disco rayado.

Mi cuerpo empieza a reaccionar a su cercanía. Mis bragas ¿Qué digo braga? esas se perdieron desde que lo vi frente a mí. Estaba muy mojada y eso que aún no había surgido ni el más mínimo roce.

—Du hast keine Ahnung, wie verrückt du mich hast. Was würde ich geben, um dich jetzt zu meinem zu machen und dich so zu beanspruchen. Bergwerk. Wie es immer sein sollte.

No entendí ni una puta palabra de lo que dijo en alemán. Sabía que hablaba en ese idioma cuando estaba verdaderamente molesto o excitado. En este caso deseé que fuera lo último.

Me mataba la curiosidad e iba a preguntarle, pero en ese momento junta su frente a la mía, tratando de contenerse. Mi cuerpo vibró de anticipación sabiendo lo que venía a continuación.

Se inclina para unir de una vez por todas esos tentadores labios sobre los míos.

No me creo que esté pasando de verdad. Ya perdí la cuenta de las veces que he fantaseado con esto. Imaginar a que sabría su boca ¿Cómo besaría? ¿Qué sentiría? Quería pensar que opacaría todo rastro de los besos que me habían dado en la vida. Incluso los de mi esposo y los de esa noche que...

Mejor no sigo ese camino.

Ya estaba más que lista para perderme en ellos, pero en el último momento, justo en el último maldito segundo. El sonido de unos tacones acercándose y esa voz chillona que ya de por si odiaba con todas mis fuerzas, rompe nuestra frágil burbuja.

—Aquí estás querido. Te he buscado por todas partes —la muñeca de silicona se para a pocos pasos de nosotros —ya se solucionó el problema de proyección. Estamos por empezar y te necesito en el estrado a mi lado.

A mí me ignora descaradamente. Está de más decir que mi sentimiento hacía ella también era mutuo.

Dominic que aún se mantenía pegado a mí, da un largo suspiro como si le costara horrores separarse, pero lo hace. La mira y le regala una sonrisa que esconde las visibles ganas que tiene de darle unos cuantos gritos.

Es increíble como logro leer todos sus gestos. Al final va a ser verdad lo que dice Ana, le presto más atención de la que quiero admitir.

Se marcha sin decir nada y ella lo sigue como perrito faldero. De nuevo sola, trato de recomponerme un poco.

¿Qué estaba a punto de hacer? Después de todo tendré que agradecerle a la víbora que impidió que cometiera el mayor error de mi vida. ¿Iba a caer en los embrujo y labia de Dom? Aunque conociéndome, era solo cuestión de tiempo a que cayera. Ese hombre estaba despertando demasiadas cosas en mí.

Cuento hasta diez, me sereno, pongo mi máscara de: aquí no ha pasado nada y recorro el largo pasillo de vuelta al salón.

El show debe continuar.

*(No tienes idea de lo loco que me tienes. Lo que daría por hacerte mía ahora mismo y reclamarte así. Mía. Como siempre debió ser)

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