
Como Loco
«Aquí vamos otra vez»
—¡Fiesta¡¡Party! Esta es vida pequeña. La pasaremos en grande, ya lo veras —grita desde el baño terminando de vestirse, pero asoma la cabeza por la puerta para verme —¿Pero se puede saber a qué esperas? Los chicos estarán aquí en media hora y aun no te has vestido.
Ahora si sale del baño para enfrentarme y retarme con la mirada.
—No sé qué ponerme, creo que mejor no salgo —digo haciendo puchero, tal vez si sueno convincente me deja quedarme en casa.
—¿¿QUÉ TU VAS HACER QUE COSA?? —ya sabía que pondría el grito en el cielo —tu ahora mismo te vas a poner lo que voy a sacar del armario y no hay pero que valga, te arreglas y moverás el culo hasta el club sin chistar. ¿Hablé lo suficientemente claro Angeline?
—Si mamá —bromeo, pero ella no ríe.
Vaya sí que se lo toma en serio. La veo dirigirse hacia mi armario y descarta prenda tras prenda hasta que se detiene en un que saca y me la pasa sin miramientos.
—¡Oh no! definitivamente no. ¿Pero es que perdiste la cabeza por completo? ¿cómo voy a ponerme esto?
Hasta pone cara de diabólica la muy desgraciada. Si, hasta pude ver los tarritos rojos del diablo sobre su cabeza.
—Te lo buscaste bella, te lo pones y no se diga más. Arréglate que llegaremos tarde —y sin decir más se va al baño a terminar de maquillarse.
—Y ahora qué hago yo con esto —digo por lo bajo.
Ya ni modo, que más remedio. Me desvisto y entro en el vestido de zorra que la que dice ser mi amiga sacó. Si me fuera a prostituir ningún vestido sería mejor elección que este. No queda nada cubierto, lo voy mostrando todo.
El culpable de un posible arresto está noche es negro sin mangas por lo que tengo hombros y brazos desnudos, y un increíble escote en forma de corazón, se adhiere a mi como una segunda piel y lo mejor de todo, tenía el largo de una tanga.
¿En serio las mujeres como hacían para andar con esto? Y peor ¿Cómo fue a parar ese vestido a mi armario?
Llegaba justo hasta debajo de mis nalgas de seguro si me agachaba solo un poco de seguro se me veían hasta los riñones ¿Qué digo riñones? El alma completa.
—Te odio —le grito a Ana y camino en busca de unas medias para al menos no sentirme tan desnuda.
Se que es una estupidez, pero a estas alturas qué más podía hacer, me maquillo y peino en tiempo récord. Saco mis sandalias de tacón más lindas y a la vez más cómodos. Está prometía ser una noche muy larga.
Ya lista bajo las escaleras y voy al salón donde estaban los chicos y Ana esperando por mí. En cuanto llego sueltan unos silbidos que me ponen como un tomate al momento.
—Si vas a salir con ese vestido ya puedo ir diciéndole adiós a mis planes de irme con alguien hoy, no pienso dejarte sola por ahí. A saber, lo que puedan hacerte —suelta Julián nada más ponerme a su lado.
—No seas estúpido. Ya somos mayorcitas y nos sabemos cuidar muy bien solas, así que te puedes perder si quieres desde el momento en que lleguemos. En fin ¿nos vamos o nos quedamos hablando del clima?
Ana le reprocha obviamente porque tenía un vestido igual o más descarado que el mío, el suyo era rojo y la espalda desnuda, solo cubierta por dos tiras finas que se cruzaban en medio.
Entre risas salimos de la casa en dos autos, Ana con Max y yo en el coche con Julián. Llegamos a nuestro primer destino cerca de las 11:30 de la noche por lo que el ambiente aún estaba algo débil.
—Chicas busquen una mesa en lo que nosotros vamos a la barra y pedimos las bebidas —la voz de Max se hace sentir por encima de la música.
—Vale tráenos unas margaritas. No tardes guapo —se pone de puntillas y lo besa. Los chicos se alejan a la barra y nosotras conseguimos mesa en buen lugar.
—Uff, bájale a las hormonas vaquera o te lo violaras antes de que sean las 12.
—¿Qué quieres que haga? Lo veo y me pongo cachonda. Por cierto, no estaría mal que sacudas las telarañas que tienes entre las piernas. Ya viene siendo hora de que rompas el castigo que te pusiste hace tres años —espera expectante mi respuesta.
—Se que tienes razón, ya veremos que me regala la noche ¿vale? No prometo nada —tuve que taparme los oídos con semejante grito que da.
—¡¡VIVAAAAA!! —grita como loca, llamando la atención de quienes están a nuestro alrededor.
—¿Qué celebramos? —pregunta Max
—¿A qué se debe semejante escándalo? —le sigue Julián cada uno más curioso que el otro al llegar junto a nosotras.
—Por los simples placeres de la vida. ¡Uff que fuerte! —dice tras un trago a su copa.
A Julián no se le escapa la risita que brota de mi garganta tras el comentario, pero no dice nada. En su lugar se pone a mirar el local con interés, buscando su primera víctima.
—Por los placeres de la vida pues. ¡Salud! —brindamos y salimos a la pista a disfrutar que la noche aún era joven.
Copa tras copa y canción tras canción disfrutamos como unos quinceañeros que salían por primera vez.
Serían las tres de la mañana cuando decidimos ir a The Terrace que estaba a unas cuantas calles más allá. Este a diferencia del Lux, que estaba en un sótano era en la terraza de un edificio, pero no por eso dejaba de ser ostentoso. Al contrario, destila dinero y buen gusto por todas partes. Y he de agregar que había mucha más gente que en el Lux.
Nos vamos abriendo paso hasta la barra y pedimos nuestros tragos, yo sigo con las margaritas. Ya me basta una resaca por ese fin de semana.
Copa en mano nos vamos a buscar mesa, pero no tenemos suerte así que nos vamos a la pista. Estaba una canción de Daddy Yankee, no importaba cual, porque todas te obligaban moverte aunque tengas dos pies izquierdos, suerte para mí el baile era un don.
Ana bailaba con Max y se restregaba como gata en celos por todo su cuerpo. Julián ya andaba con dos chicas, una a cada lado bailando pegadas como garrapatas. Y yo bueno, seguí bailando sola.
No sé porque, pero sentí su mirada posada en mí aún entre el mar de personas en el que estaba. Fijo la vista ¿Y cómo no? Ahí estaba él, a unos metros de mí, sentado en uno de esos reservados laterales con una chica a cada lado y un vaso de alcohol en la mano.
Estaba tan jodidamente bueno que estuve por dejar caer la barbilla al suelo si no fuera porque reaccioné a tiempo. Estaba malditamente sexy con ese look de chico malo que le iba como anillo al dedo ¿En serio? ¿De tantos clubes que había en la ciudad debíamos coincidir en el mismo?
¡Menuda cagada! Levanta su copa para saludarme, pero me giro hacía Ana. Le hago señas para que vayamos a por las copas, esta ronda nos tocaba a nosotras.
Llegamos a esta y pedimos, en lo que el barman nos atiende me giro hacía ella levantando la voz para hacerme sentir por encima del ruido.
—Dominic está aquí, lo acabo de ver —Ana abre los ojos parecían que se saldrían de las órbitas.
—No me jodas Angeline —dice seria.
—¿Crees que me lo estoy inventando? —lo que me faltaba que mi mejor amiga me creyera pirada —sé lo que vi.
—Maldita sea, no puede ser cierto ¿Quieres qué nos vayamos?
—No, eso sería una estupidez, contando con que lo veré todos los días en la oficina. Solo lo ignoraré y ya está —digo convencida.
—Esa es mi chica —dice orgullosa —vale, deberías hacerlo sufrir un poquito. Ya sabes, poner en marcha el plan de esta tarde.
Joder, no había pensado en eso. En ese momento nos ponen nuestras bebidas frente a nosotras y me lanzo a por ella como si fuera mi única salvación.
—Creo que tienes razón. Tu lleva las que puedas me quedaré por aquí unos minutos, en un rato me uno a ustedes
Ella me mira interrogante pero no dice nada, recoge las bebidas y se va dejándome sola con una copa medio llena y mil pensamientos que organizar. Afortunadamente uno de los taburetes que estaba a mi lado queda milagrosamente y me siento.
—Tu hermana sí que cuida de ti —dice una voz a mi lado me giro para saber quién es.
¡Ay, Jesús y el amor divino! Junto a mi tenía a un hombre que perfectamente podía hacerse pasar por ángel tan solo le faltaban las alas y el arito de la cabeza.
Rubio, de ojos azules, de cuerpo atlético y bronceado, aunque su ropa escondía lo bien que estaba aun así pude admirar unos brazos bien definidos. Era muy, pero que muy guapo. De seguro si Mirko lo veía se le tiraba a la yugular y no lo soltaba. Carraspeo ante su mirada a la espera de mi respuesta.
—No es mi hermana, es mi mejor amiga, pero si puede ser un grano en el culo cuando se lo propone —fuera de lo planeado el misterioso hombre comienza a reír con ganas.
—Así que un grano en el culo ¿eh? Gracias por la advertencia
—Hay perdón, ¿Querías con ella? Por favor no le digas que arruiné su ligue con mi comentario porque es capaz de tirarme por las escaleras —y vuelve a reír divertido.
—Eres increíble, con dos frases tuyas he reído más de lo que he hecho en la última semana —hace una pausa y continúa —pero tranquila, no pienso decirle nada, primera porque la veo muy entretenida y segunda porque con quien me estoy divirtiendo de lo lindo es contigo y tus ocurrencias.
Válgame Dios, que hoyuelos tan divinos se le formaban al reír, podía quedarme embobada mirándolos toda la noche.
—Decía de la advertencia por ¿cómo crees que tomará que me vea hablar contigo?
Yo que tenía la copa en los labios acabé atorándome con el contenido de esta, haciéndome toser como loca. Y hay que recalcar que de una manera nada sexy. No sé cómo no salió corriendo de mi lado.
—Disculpa debí esperar que terminaras de tomar antes de decir eso, al menos sé que te pongo nerviosa esa es buena señal ¿no?
—Jajaja ¿Depende de cómo lo veas? Acabo de hacer semejante papelón frente a ti y aun no me das la espalda, así que se puede decir que si, vas en buen camino.
—Bueno es saberlo, estoy algo oxidado con esto de ligar y eso ¿aún se dice ligar? —se pasa la mano por el pelo desordenándolo un poco más, ese gesto lo hizo parecer un niño de 10 años —por cierto, me llamo Jace.
—Yo soy Angie —empieza una canción que me gusta muchísimo y le digo —tienes dos opciones tal como yo lo veo ahora —ese comentario llama su atención —o te vienes a bailar conmigo esa canción o te dejo aquí solito a expensas que alguna de esas vampiresas que están detrás te acaben. Yo que tú, escojo la primera.
—Que difícil decisión, hmm —hace gesto de pensar —pues ya que eres una buena samaritana te dejaré hacer tu buena obra del día. Sálvame de esas vampiresas.
Divertidos tomo su mano y lo guio entre la gente hasta donde estaban los chicos para empezar a bailar y lo hacíamos realmente bien juntos.
Por un momento me permití olvidar el chantaje de Hudson, la víbora de Carlotta, las humillaciones de Dominic y me dispuse a dejar todo eso en una gaveta de mi mente y disfrutar el aquí y el ahora.
Desde hacía mucho tiempo no me sentía tan viva, me sentía libre. En un momento dado me dejó llevar, rodeo el cuello de Jace con mis brazos y lo beso. Él se sorprende por el gesto, pero me corresponde y marca el ritmo bastante rápido.
No sé qué esperaba sentir, tal vez era por el hecho que no había besado a nadie en los últimos tres años, y había perdido práctica. O quizás porque no sentía nada por él, a fin de cuentas, lo había conocido hacia solo unos minutos.
O a lo mejor porque estaba intimidada al estar rodeada de tanta gente, y que entre toda esa gente estaba Dominic.
Con solo pensarlo aumento el ritmo del beso, imaginando por un segundo que los labios que besaba eran los suyos y los poseo con hambre. Jace interrumpe el beso luego de unos segundos, teníamos la respiración agitada.
—Creo que deberíamos ir un poco más despacio o me tocará hacer una locura aquí frente a todos y no creo que sea lo más correcto.
—Lo siento yo... Yo solo... hmm, creo que me dejé llevar —tomo un profundo respiro antes de seguir, me había puesto muy nerviosa —no quiero que pienses nada equivocado de mí, yo no acostumbro a hacer estas cosas. Disculpa si te incomodé.
Las palabras salían atropelladas de mis labios mientras se sentía como se me enrojecían las mejillas de la vergüenza.
—No te disculpes, claro que no me molestó, al contrario, me gustó tanto que ya el pantalón me está quedando un poco pequeño —empieza a reír nervioso, yo miro hacia abajo y la verdad si me sorprendió la creciente erección que se le empezaba a notar —creo que iré a buscar una copa. ¿Quieres algo de tomar? —niego con la cabeza y se marcha.
—Vaquera bájale a las hormonas, casi te lo comes mujer. ¡Qué fuerte! —dice divertida Ana copiando mis palabras de antes.
—Mejor no te respondo, voy al baño.
Por suerte estaba casi vacío salvo por dos chicas que se retocaban el maquillaje y comentaban a quien le gustaba quien.
Yo me apoyo de la esquina del lavabo y me miro en el espejo. Mojo mis manos y me las paso por la nuca para baja la tensión.
¿Qué estoy haciendo? ¿Desde cuándo voy por la vida atacando como vampira a él primer tío que se me pasa por delante?
En esas reflexiones estaba cuando siento que abren la puerta y veo a un Dominic alterado y gritándoles a las chicas que salgan, y estas traicioneras obedecen, dejándome sola con la bestia. Pone el seguro a la puerta y camina hacia mí.
—¿Tu qué haces aquí, me estas siguiendo acaso? Sal, este es el baño de mujeres. A no espera, este es tu favorito ¿no es así? —el sarcasmo goteaba de mi lengua
—En todo caso eres tú quien me está siguiendo. Este club es mío y puedo entrar al baño que se me dé la gana ¿Ahora dime qué diablos estás haciendo? ¿Qué quieres? volverme loco con ese maldito vestido y darme celos con ese idiota. ¿Qué rayos quieres demostrar ah? Tu no vas a estar con nadie. Entendiste —grita como poseso.
—¿Quién te crees que eres para hablarme así? Tú no tienes poder alguno sobre mi vida privada. No eres quien para decirme que demonios puedo o no puedo hacer.
Lo empujó para salir del baño, pero me carga en brazos y me sienta en el lavabo para luego colarse entre mis piernas. Mis golpes y forcejeo no parecen surgir efecto en él ¿Pero este de qué va?
—Tu eres mía. Mételo en la cabeza de una vez, ninguno va a tenerte. Escucha bien porque no te lo pienso repetir.
Iba a responder cuando pone su mano en mi nuca y me guía a sus labios para besarme en un choque sin igual.
Y dios, que beso tan posesivo, arrollador y dominante. Hasta llegue a sentir que era suya en verdad. Era como si me reclamara, como si en verdad creyera que yo le pertenecía.
Su lengua se abre camino en mi boca y la recibo gustosa por un segundo, por una milésima de segundo me permití disfrutarlo porque descubrí que esto era lo que buscaba al besar a Jace.
Un beso que moviera mi mundo entero, que me hiciera perder el norte así que le devuelvo el beso con igual intensidad, hasta escucharlo deshacerse en gemidos por el deseo.
Tomo ese gemido como señal y lo muerdo lo más fuerte que puedo. Él se separa un poco y se pasa la lengua por la gota de sangre que sale de la herida que le acabo de hacer. Cuando intenta besarme de nuevo le doy una bofetada.
—Qué sea la última vez en tu puta vida que me tocas. Yo no soy tuya ni de nadie, y si me da la gana follar con él o con media ciudad lo haré.
Intento salir, pero me toma del brazo y me atrae hacía él, poniéndome contra su duro pecho. Baja la mirada hasta mí, que aun en tacones me seguía siendo más baja que él.
Parecía verdaderamente una bestia, en sus ojos se notaban la ira. Estaba fuera de sí pero no me asusté. Dime enferma o masoquista si quieres, pero me gustó saber que el motivo de que estuviera en ese estado era yo. Se merecía todo aquello que le hiciera y más.
—No me provoques Angeline o no respondo de mí. Si te veo con ese tipo de nuevo no sé lo que podría pasar. No le partí la cara para evitar un conflicto en mi local, pero me va a importar una mierda el mundo de como vuelva a poner una mano sobre ti. Ya estas advertida y de ti depende que él se vaya a su casa con sus dientes intactos.
Dicho esto, me besa con rudeza sin soltarme la barbilla. Se aparta arreglando su camisa, y se va dejándome echa un manojo de nervios.
¿Qué carajo le pasa a este imbéciles? A mí no me vacila ni Dios. Ahora sabría de que era capaz Angeline Black.
Arreglo mi vestido y retoco el labial. Ya verá chiquito, quieres guerra, pues eso tendrás. Salgo y me dirijo donde los chicos. Jace ya estaba allí.
—Hola. Ya me estaba preocupando, pensé que te habías ido sin despedirte de tu Romeo —dice en cuanto me ve llegar.
Me toma de la cintura y me da un casto beso en la boca. Yo no dudo en tomarlo de la solapa de su camisa y profundizarlo más. Abro los ojos y le lanzo una mirada desafiante por encima de su hombro a Dominic, que no perdía detalle del espectáculo.
Me miraba furioso y camina endiablado hacía nosotros. Justo antes de llegar, Jota y otro de sus hombres salen de la nada y lo sacan a la fuerza. Él pone resistencia, pero no puede contra ellos. Interrumpo el beso y saco el dedo corazón en un claro jodete sin que Jace lo notara.
Eso lo pone aún peor, pero no tiene nada que hacer al respecto. Río ante mi pequeña victoria y sigo la noche como si nada.
Mi Romeo, como el mismo se bautizó fue súper lindo conmigo, incluso llegué a pensar en aceptar su invitación a salir cuando intercambiamos número, pero solo quedó en un ya veremos.
Salimos del club cerca de las seis de la mañana. Con todo lo que había bebido no me sentía ebria en verdad, estaba achispada, eso si, pero me sentía bien.
Julián ya hacía rato se había ido con las chicas de antes. Ana pasaría la noche o lo que quedaba de ella con Max. Así que no tenía cómo llegar a casa.
Se brindaron a llevarme, pero deseché la oferta. No quería demorarlos en su noche de sexo desenfrenado, no me lo perdonaría.
—Llámame cuando llegues, así no me preocupo —dice mi amiga antes de alejarse hacía el auto.
—Como si fueras a responder, pásenla bien —ella ríe, veo como el auto se aleja.
Voy calle abajo en busca de un taxi, si conseguía uno a estas horas le daría la propina más generosa que le hubieran dado en toda su vida, eso seguro.
Iba quejándome de mi dolor de pies por la calle por lo que no me enteré de nada hasta que ya me tiraba de la mano hacía el callejón. Me empotra contra una pared mugrienta sintiendo cada relieve deforme de los ladrillos clavándose en cada centímetro de mi espalda. Pero a él eso no le importaba porque me levanta como si nada en brazos por lo que no tuve de otra que rodear su cintura con mis piernas.
¿Qué por qué no lo alejé en ese momento?
Podría justificarme diciendo que a esa hora ya no podía resistirme a nada por el agotamiento, pero lo justo era que ya no podía seguir esperando y me permití gozar ese momento de violenta lujuria.
Antes de darme cuenta ya me estaba besando como un loco. Con una mano sujetaba las mías por encima de mi cabeza impidiendo que lo alejara, y la otra me sostenía entre su cuerpo y la pared.
—Te dije que no me provocaras Angeline, esta boca es mía —la muerde levemente —este cuerpo es mío —lo toca de manera posesiva, recalcando cada una de sus palabras —y hasta tus malditos pensamientos son míos, y él que se atreva a desafiarme lo pasará muy mal. Sino pregúntale a tu amiguito cuando salga del hospital.
Si hasta ese momento estaba flotando en una nube por el nivel de excitación que estaba teniendo, ese último comentario me sentó como un jarro de agua fría.
—¿Qué diablos le hiciste a Jace? No tienes derecho de meterte en mi vida, maldito cabrón —él aprieta su agarre lo que me impide liberarme —¿Qué le hiciste a Jace? ¿Cómo es eso de un hospital? ¡Habla maldita sea!
Sigo sin dar crédito de lo que estoy escuchando.
—No va a morir si es eso lo que te preocupa, y ahora espero que ya te haya quedado claro que no te acercaras a ninguno. He trabajado mucho para tenerte conmigo y no voy a permitir que un cualquiera me haga perderte.
¿Trabajo para tenerme? ¿Pero de qué hablaba? ¿Como pudo llegar a tanto? Los juegos y nuestras peleas eran una cosa, pero esto ya era demasiado incluso para él.
—Aclarado esto, espero que no le tengas mucho aprecio a tus medias porque pienso romperlas y hacerte mía aquí mismo. Solo dios sabe lo que me cuesta estar apartado de ti y más cuando juegas a desafiarme. Me pones a mil, nena.
Suelta mis manos para poder ejercer la tarea que se ha propuesto. En un descuido suyo lo empujo lo más fuerte que puedo y le doy una patada en las pelotas. Lo veo ponerse las manos en la zona dolorida y caer de rodillas maldiciendo como era de esperar.
—Yo no soy tu puta, no me trates como tal. Que sea la última vez que me utilices como tu fulana. Si te duele eso espera a ver lo que te haré si vuelves a ponerme una mano encima, maldito enfermo.
Él me gustaba, y mucho. Me volvía loca y cuando me besaba me hace ver estrellas de colores, pero no por eso seré un juguete en sus manos. Me negaba a ser una de esas mujeres que se dejaban manejar por un hombre. Nunca.
Dicho esto, le doy la espalda y salgo corriendo hacia la calle lo más rápido que puedo. Por bendición de alguien allá arriba que al parecer se apiada de mí, encuentro un taxi y lo tomó segundos antes de que Dominic se abalanzara a por mí.
Le pido al chófer que se apresure porque había un tipo que me quería violar y le paso mi dirección. El pobre hombre no pierde tiempo y arranca. Miro varias veces hacía atrás por si algún coche nos perseguía, pero no.
Ya más tranquila me dejo caer en el asiento. Exhalo un suspiro de alivio y cierro los ojos hasta que el chófer me dice que habíamos llegado.
Como lo prometido es deuda su propina sería equivalente a dos semanas de trabajo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro