Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Camino al peligro

—¿Lista muñeca?

Dom me observa nervioso y sé que teme por mi seguridad y confieso que yo también, pero creo que sabré como arreglármelas, o al menos eso espero. Los camiones habían llegado justo a tiempo al lugar acordado, ya habíamos controlado que todo estuviera en orden y nos preparamos para salir.

—Suerte, chicos. Nos veremos en unas semanas.

Pablo se despide de nosotros y vuelve a subir a su camioneta junto a sus hombres.

Dom me da un beso que me quita el aliento y yo no me corto ni un poco en apresurarme a profundizarlo.

—Te amo. No lo olvides pase lo que pase

Me vuelve a besar para luego darme uno de los audífonos de la otra vez.

—No hables como si te estuvieras despidiendo porque juro por Dios que dé cómo me dejes, bajo a buscarte al infierno y hasta satanás se apiadará de ti y de cómo te lo haré pagar.

Le amenazo y estoy más que dispuesta en cumplir mi palabra. No habíamos pasado tanto tiempo en reencontrarnos como para permitirme perderlo de nuevo. No en mi guardia.

Esta era la primera vez que conducía un camión, no era tan diferente al auto, al menos en lo básico. Pero debía andarme con cuidado y más atenta que nunca.

Yo iba escrutando la carretera a cada minuto, supongo que del nerviosismo. Muchos autos pasaban a nuestro lado, pero no tenían nada sospechoso.

Ya comenzaba a relajarme un poco cuando siento un disparo no muy lejano. Veo en los retrovisores tres camionetas grandes que nos pisaban los talones.

—¿Dom que está pasando? —digo aterrada.

—Como sospechaba, vienen a por la mercancía. Les abran dado el pitazo a los del cartel de Tijuana. Se quieren adueñar de esta ruta y no es la primera vez que hacen algo así.

Justo después comienza a disparar. Sé que me había advertido, pero por mi cabeza nunca pasó que pudiera ocurrir un escenario así. Y mucho menos contaba con que una de las camionetas se pusiera en mi camino, cortándome el paso y obligándome a frenar.

Desesperada, comienzo a disparar sin vacilaciones, vaciando el cargador y dándole a un hombre en el acto. Los otros dos se ponen a resguardo detrás de las puertas de su camioneta.

Los pierdo de vista un segundo y al siguiente aparecen cada uno en las puertas de mi camión, sacándome a la calle de los pelos y sin darme manera de defenderse. En un momento veo a lo lejos como Dom se libraba a disparos con tres tipos más.

—Vaya belleza tenemos aquí. Pablo sabe cómo estar rodeado de putas linda y más está que tiene cara de ser barata. Si no tuviéramos tanta prisa te haría gozar como seguro no lo has hecho nunca. Quizás en la otra vida —da ganas de vomitar solo de imaginarme su cuerpo grasiento sobre mi —mátala, yo me llevo el camión.

Ordena al que aún me mantenía sujeta por la espalda.

Este, suelta una de mis manos para coger su pistola y aprovecho este descuido para darle un codazo en el estómago seguido de otro puñetazo. Consigo que me suelte y con algo de fuerza lo hago caer al suelo.

En el forcejeo había perdido mi pistola, pero me las arreglo con una piedra que estaba a mi lado lo bastante grande para hacerle daño si le daba con la suficiente fuerza. Logro darle en la cabeza dejándolo inconsciente.

Por suerte para mí el tipo gordo de antes seguía caminando hacía mi camión, de espaldas a lo que acababa de ocurrir, y sin haber notado nada extraño.

Tomo el arma que estaba junto al cuerpo inconsciente y le disparo, la idea principal era darle en el brazo, pero le di en la pierna, igual me servía.

—Te lo pensarás dos veces antes de volver a decirme puta barata —le escupo.

Le doy una patada en el estómago dejándolo doblado de dolor y le quito el arma de la mano antes de que me dispare a traición y salgo en busca de Dom.

No estaba preparada para el escenario que me esperaba al llegar, encontrarlo cubierto de sangre, desarmado y con un tipo apuntándole a la cabeza era más de lo que podría soportar

—Hasta aquí llegaste, pedazo de mierda —dice el hombre que estaba por justiciar al hombre de mi vida justo frente a mis ojos.

Mis pensamientos se detuvieron y dejo actuar a mi instinto. Levanto la pistola que aún cargaba en mano, apunto al sujeto que estaba por arrebatarme mi mundo entero y disparo.

Todo pasa a cámara lenta, la bala sale del cañón y atraviesa su espalda. Se desploma y Dom sorprendido mira en mi dirección. Nuestras miradas se cruzan un momento y me lanzo a por él antes de que caiga, apenas y podía sostenerse.

—Cariño, mírame. No te duermas —me llevo la mano a la boca ahogando un grito al ver las condiciones en las que estaba su hombro, no dejaba de sangrar —¡Dom!

—No es nada. Solo un rasguño, ya me ocuparé luego de él. Debemos salir de aquí, no estamos a salvo.

—¿Estás seguro de que puedes conducir así?

—Si, busca en mi mochila una camisa y una chaqueta limpia. No puedo pasar por la frontera así, llamaría mucho la atención —voy en busca de lo que me pidió junto a una botella de ron que encuentro en el asiento de acompañante.

—Bebe esto.

Lo desnudo de la cintura para arriba y le limpio la herida lo mejor que puedo. Luego rompo una de las mangas de la camisa sucia y le hago un vendaje lo mejor posible antes de vestirlo. Lo ayudo a subir al camión para luego hacer lo mismo en el mío. Solo nos faltaba un kilómetro para la frontera y lo habríamos logrado.

—Dom —le digo por el audífono —¿Cómo vas?

—Tranquila, golpes peores he superado.

Llegamos al peaje y no había muchos coches debido a la hora. Paso junto a unos militares que me pide detenerme, tomo mis documentos y bajo cumpliendo la orden.

En el otro carril veo como Dom pasa sin mayor percance. ¿Es que esta noche nada saldrá bien? No me extrañaría con la suerte que tengo terminar presa.

—¿Nena que pasa? ¿Por qué te detuvieron? —siento su voz por el audífono.

—Dom no puedo hablar ahora —susurro

—¿Dijo algo señorita? —me pregunta uno de los militares

—¿Qué? No.

—Abra la parte de atrás —me cago en todo lo que se menea.

Camino hasta la parte trasera, quito los seguros y la abro. Dentro de mi rezo a todos los jodidos santos que existen, hasta llegué a invocar a satanás por si diosito ya no me quería ayudar.

—¿Chaquetas de cuero dice que son? —el mismo chico de antes sube y revisa una de las cajas.

—Como puede ver, así es. Trabajo para una tienda de ropa. Solo cumplo mi trabajo de transportarla.

Lo veo coger una chaqueta para revisarla. En ese momento creo que perdí todos los colores del rostro. De ser diabética de seguro se me bajaba el azúcar.

Después de unos segundos de tensión el chico coge la chaqueta y sale del camión.

—Espero que no sea problema que me la quede. Siempre me han gustado, pero nunca he tenido oportunidad de comprarla.

—No creo que mi jefa se enoje.

Gracias a quien sea que me escuchó y se apiadó de mis súplicas la chaqueta era de las primeras cajas. Es decir que estaba limpia.

—Siga por favor, y buen viaje.

Me devuelve mis papeles falsos y le dedico una sonrisa. Me subo nuevamente y me voy pitando de ahí antes de tentar a mi suerte.

—Angeline dime que todo va bien.

—Y dudas de este pedazo de mujer que tienes. Mejor dime ¿Cómo es posible que si arreglaste todo con la llamada que hiciste en el almuerzo me hayan detenido estos idiotas?

—Es algo que voy a investigar, que no te quepa duda.

—¿Cómo estás? ¿Crees que puedas conducir el resto del camino?

—Eso creo.

Pasamos toda la madrugada al volante, y en todo el camino no deje de hablarle, preocupada de su estado y sintiendo como me abandonaba la excitación y la adrenalina del momento. Cerca de las tres llegamos a los almacenes donde ya los hombres de Dom nos esperaban para bajar la mercancía.

Dejamos todo en sus manos, ahora se encargarían de distribuirla a los clientes y todo lo demás. Cogemos nuestro coche y ponemos rumbo a mi edificio.

Él me preocupaba, tiene mal aspecto, estaba pálido y débil. Por más que insisto en llevarlo al hospital no quería. Por una parte, tiene razón, una herida de bala, aunque sea leve llamaría la atención. Los médicos incluso podrían llamar a la policía.

Llegamos a casa y le preparo la bañera mientras voy en busca del botiquín de primeros auxilios para curarlo. No soy enfermera y la sangre no la manejo bien, pero pongo todo mi empeño en curarlo.

De todas formas, llamo a mi médico para que venga a primera hora de la mañana. Ya limpio y curado le doy una pastilla para el dolor y se duerme enseguida, no sin quejarse de vez en cuando entre sueños.

Aprovecho para recoger todo el desorden y darme una ducha. Me cruzaban mil pensamientos por la cabeza, no paraba y no estaba segura de cómo manejar las sensaciones que me recorrían.

Salgo y me pongo mi bata antes de ir a la cocina en busca de mi mejor medicina; tequila, limón y sal. Con mi tratamiento en mano me dirijo al balcón y me siento en una de las tumbonas a contemplar la belleza de la madrugada que ya se iba.

Me preparo el primer chupito junto con la primera calada de cigarro. Dejo que el humo llegue a mis pulmones y expulsó para luego hacerlo nuevamente, dejando que el aire se tiña con esas siluetas deformes que se alzaban para luego desaparecer. Este simple hecho tenía un efecto relajante en mí.

Y así, sin esperarlo, sin proponérmelo, sin más, rompo a llorar. Lloro como no lo hacía desde la muerte de mi esposo. Lloro por amor, por odio, por rabia y por la muerte. Había dejado inconsciente y puede que muerto a un hombre a golpes, había disparado a dos personas, una de ellas puede que también esté muerta y a mí ni siquiera me tembló el pulso.

No había pensado mucho en eso en su momento porque era su vida o la de Dom y en ese instante lo tenía claro. No lo pensé, tan solo actúe. Pero ahora mi mente tomaba el control y me hacía sentir culpable por esos hombres, cayéndome el peso de su muerte en la conciencia.

¡Estaban muertos! Por más daño que nos fueran a causar solo cumplían órdenes, y sea como sea, era una persona que de seguro tenía familia. Y quién sabe, tal vez hijos. Hijos que ahora por mi causa puede que sean huérfanos de padre.

¿En qué tipo de persona me convertí? ¿Una asesina? ¿Qué estoy haciendo con mi puta vida?

«¡Dios!»

Ya no sabía si aún tenía el derecho a mencionarlo siquiera.

La culpa me consume por dentro y solo logro desahogarme con la bebida. A lo lejos veo como el sol va reinando en el cielo mientras mi anestesia va haciendo efecto y me duermo abrazada a la botella.

Siento como me mueven un poco y abro los ojos perezosamente. Enfoco la vista que aún tengo nublada por el sueño y veo a Dom arrodillado a mi lado con cara de preocupación.

—Nena ¿estas bien? Me asusté al no verte en la cama. Ya se fue el médico, estoy bien.

La verdad si se veía con mejor semblante. Solo él podría haber recibido una herida de bala y estar de rositas en la mañana. Todo lo contrario a mí, que debo estar con los ojos hinchados de tanto llorar y una cara de bruja que mejor ni pregunto.

—Estoy divina ¿Es que no lo ves? déjame sola quiero dormir. ¡Joder! me explota la cabeza.

—Y te seguirá doliendo si sigues de cara al sol. Anda, ven a la cama en lo que le pido a Lala que te prepare el almuerzo y lo subo.

Entro refunfuñando a la habitación sabiendo que tenía razón, pero sin querer dársela.

Dom cierra las cortinas dejando la habitación sumida en la más profunda oscuridad y yo me tiro en la cama, cubriéndome hasta la cabeza con las mantas. No lo veo, pero sí escucho la puerta cerrarse cuando sale de la habitación. Me quedo en posición fetal y logro dormirme sin mucho esfuerzo.

—Angie. Muñeca despierta. Debes comer algo son casi las tres de la tarde. Lala te preparo pasta a la carbonara, tu favorita. Y también te traje unas pastillas para el dolor de cabeza.

¡Es que es mucho pedir que me dejen dormir! En contra de mis deseos de seguir durmiendo me siento en la cama apoyando la espalda en la cabecera.

Me pone la bandeja de comida sobre mis piernas con la intención de que empiece a comer. Cojo la pastilla y la tomo con jugo de naranjas. Tan solo el olor a comida me da arcadas, así que pongo la bandeja a los pies de la cama y me vuelvo a acostar. Por hoy no quiero hacer nada más que perderme en mis sueños.

—Nena habla conmigo. No te encierres en ti. Sé que es difícil todo lo que pasó anoche, pero...

—No quiero hablar con nadie. Maldita sea, déjame en paz. Quiero estar sola.

Se me queda mirando como debatiéndose entre responderme o marcharse. Al final se va llevándose la bandeja consigo.

Mi cuerpo por más vueltas que daba no conseguía estar a gusto.

Frustrada, busco en mi mesita de noche unos somníferos. Cómo no eran fuertes decido tomarme dos ¿Oh tal vez fueron tres? No le doy importancia y me vuelvo a cubrir con las mantas. De a poco siento como mi cuerpo se va relajando y los párpados se me hacen más pesados. Los cierro y me dejo caer al abismo del sueño por quien sabe cuánto tiempo.

A lo lejos siento como un sonido se va haciendo cada vez más fuerte. Mi inconsciente lo ignora, pero se va haciendo más y más molesto. Sin más remedio abro los ojos en busca de lo que perturba mi tranquilidad, jurando destruirlo.

Después de un rato de inspeccionar la habitación con la mirada descubro que es la puta alarma de mi móvil, lo cojo y lo apago. Sigo estando cansada, tal vez no he dormido lo suficiente y las pastillas no han servido una mierda. A mi lado, la cama está vacía.

Me incorporo y escucho el ruido de la ducha. Me esfuerzo en levantarme, pero mi lado perezoso me pide que siga en cama y como no tengo fuerzas para contradecirle, obedezco. Ya se me cerraban los ojos nuevamente cuando la puerta del baño se abre y sale él tan solo cubierto con una toalla en la cintura.

—Buenos días, bella durmiente ¿Cómo estás? —al ver que no respondo continua —ya estaba por llevarte al hospital. Vi ese frasco de pastillas sobre la mesita y supuse que debiste tomarte todo el frasco porque llevas más de veinte horas durmiendo. ¿Te crees con la capacidad de regalarme unas palabras hoy y que estas no sean mandarme al diablo?

Mi cara debe ser toda una pintura de comedia porque él se ríe. Tarde o temprano tendré que hablarle, así que decido hacerlo ahora.

—Hola ¿Qué hora es? —consigo decir y siento la boca pastosa y la lengua enredada

—Poco más de las ocho de la mañana. Porque no te das una ducha en lo que te preparo el desayuno —se inclina y me roba un beso. Se viste sin demora y se va.

Entonces sí es verdad que dormí tanto. Estaba sorprendida. Benditas pastillas, creo que después de la nutella son el mejor invento del mundo

Me siento pegajosa y sudada así que descarto seguir en cama, en esas condiciones no es una opción. Hiendo a dos metros por minuto logro llegar al baño, me pesaba absolutamente todo, pero de igual manera continuo mi misión de ducharme.

Abro la ducha y entro incluso con el camisón puesto. Me costaba horrores quitármelo.

Después de un buen rato bajo el chorro de agua caliente y con mis músculos ya más despiertos comienzo a estirarme. Me termino de desnudar y me baño como dios manda.

Debo reconocer que al salir me encontraba mejor. Busco algo cómodo para andar en casa y bajo a la cocina. Percibo el olor de comida desde las escaleras, haciendo a mi estomago rugir como lobo feroz y descubro con asombro que estaba hambrienta. Sería capaz de comer un elefante en este momento.

—Justo a tiempo, ya está listo. Te hice tortitas, huevo con jamón y tostadas; y café, por supuesto.

Me lanzo a por la comida y dejo el café para último. Dom no dice nada, tan solo me deja comer mientras me observa desde el otro lado de la barra.

—Llegaron estas flores en la mañana. Casi las tiro a la basura ¿quién se siente en el derecho de mandarte flores?

Centro mi atención en el exagerado ramo de rojas y jazmines que Dom sostenía entre las manos. Es curioso porque pocas personas saben que son mis favoritas. En el medio había una pequeña tarjetita que leo sin tardar. Todo este asunto había picado mi curiosidad.

"Si ayer sufriste, lloraste... hoy estoy aquí para iluminar tu vida...Tú y yo contra el mundo, no tenemos final...

Dom".

Si hasta ahora había retenido las lágrimas no conseguí hacerlo por más tiempo. Lo amaba, de eso no tenía la menor duda, como también estaba segura de que las mejores y peores cosas de mi vida serían junto a él.

Me abraza para consolarme, pero lo yo sentía en ese momento no tenía consuelo. Porque por más bebiera para olvidar, por más que me diera baños interminables, no sería posible quitarme la suciedad del alma. Debía aprender a vivir con ello.

Nos separamos un poco solo para que el tomara mi barbilla y guiara sus labios sobre los míos en el beso más tierno que me hubiera dado nunca.

—Te tengo una sorpresa. Como sé que no estás en condiciones de trabajar, prefiero que estés acompañada en lo que resuelvo unos pendientes.

Sabía quiénes eran mucho antes de verlos. Siento sus voces en cuanto abren las puertas del ascensor y aparecen Mirko y Ana con más bolsas en las manos de las que podía contar.

—Buongiorno principessa (Buenos días, princesa) —me acurrucó en sus brazos.

—Ciao amore mio (hola amor mio)

Respondo mientras me limpia las lágrimas del rostro, pero estaba feliz de que estuvieran aquí. Mirko me regala una sonrisa toda suya y supe que las cosas podrían mejorar.

—De como sigan así me pondré celoso —nos dice Dom —bueno yo los dejo. Nos vemos luego nena —me da un beso se despide de mis amigos.

Pasamos un día muy relajante, estuvimos un poco en la piscina y viendo una que otra película. Los masajes y cotilleos también fueron participe de nuestro día de relajación.

De vez en cuando alguna lágrima intentaba salir, pero las logré retener y traté de mantenerme ocupada en cualquier cosa con tal de no dejarme consumir por la culpa.

Ana y Mirko me comentan que saldríamos esa noche a cenar a un restaurante nuevo y exclusivo. No había espacio al rechazo sino quería que me mataran. Así que vencida, voy a mi habitación no sin darles una a cada uno para que se prepararan.

Ingenua de mí, no tenía ni la menor idea de lo que estaba planeado

Llegamos a las 8:30 y me pareció raro que en vez de ir al salón principal nos dirigiéramos hacía uno de los reservados, pero conociéndolos a ellos algo tramaban. Solo que no habría adivinado ni en mil años. Ana abre la puerta y al atravesarla me llevo la más grata sorpresa de mi vida.

—¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS‼

El grito de decenas de personas me da la bienvenida ¡Madre mía! Ni siquiera me acordaba de que era mi cumpleaños. Lo que pasó hace unos días y el hecho de que estuve prácticamente un día entero durmiendo me hicieron perder la noción del tiempo.

En la sala estaban muchos de mis amigos y personas de mi círculo más cercano. Entre ellos mi hermano, que enseguida viene a mí con los brazos abiertos.

—Pero ¿cómo es posible que no me dijeran nada? Estuvimos juntos todo el día —le recrimino a Mirko y a Ana, esta última pone cara de inocente.

—Créeme que más de una vez estuve por decirte, pero logré callarme —declara feliz consigo misma.

—¿Quién organizó todo esto? —pregunto.

—Culpa mía. Arréstame si quieres, pero antes.

Dom aparece ante mí con un traje que me moría por arrancarle. Ser tan sexy debería ser pecado.

Pone una rodilla en el piso y saca una cajita de su bolsillo. ¡Hay Dios! ¿Esto era lo que yo creía que era?

—" Te amaría cada instante de este día... sin importar el mañana, porque sin ti no hay mañana... solo noches eternas sin una sola estrella que ilumine. Ahí donde estés, yo estaré contigo... aunque no puedas verme, cierra los ojos y me sentirás en cada parte de ti" ¿Angie, me concederías el honor de convertirte en mi esposa?

No sé qué me emocionó más si el hecho de que citará una frase de mi libro favorito o el hecho de que me pidiera matrimonio frente a todos. Solo sé que las lágrimas comienzan a adornar mi rostro y solo logro articular un simple SI.

Se levanta poniéndome el anillo. Por unos segundos nos miramos a los ojos, gritándonos en ese idioma cuanto estúpidamente estábamos enamorados del otro. Y nos besamos, y fue ese tipo de beso en el que los padres cubren los ojos de los niños porque les parecen demasiado pequeños para ver algo tan pasional.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro