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+ ANGELICAL (MENTE)

I
( ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? )

                                                                          HERMANO MAYOR:
Todo resultó como
querías, ¿estás feliz?

      Leo su mensaje con felicidad plasmada, efervescente, sale por mis poros y rejuvenece mi piel, pese a los moretones que aún estaban sanando. «Estoy muy feliz», respondo, «gracias, hermano, sin ti nada de esto no hubiera sido posible». Lo siguiente que hice fue apagar la pantalla del móvil y dejarlo descansar sobre mis muslos, cerré los ojos un instante, complacido.

     Soy libre, al fin... 

     Porque fuí débil en el pasado. Confesar que he sido una presa fácil para dos hombres, no me da orgullo. Querían tener todo, a cualquier precio, con cualquier excusa que les haya podido justificar.

    Me desearon con el mismo anhelo que tendría un ávaro por el dinero. Se obsesionaron conmigo como ludópatas, esos que no sabrán abandonar una mesa de juego hasta vaciar sus bolsillos. Querían causar daño a quienes consideraban inferiores a sus apellidos, sin contemplación.

     Kim Seok Jin y Jeon Jung Kook. Los favoritos de Seúl. El número uno y el número dos.

      En la Universidad eran los leones orgullosos que ondeaban sus melenas y medían sus penes en los baños. Los populares que todos amaban, pues ellos movían a las masas con una sonrisa perfecta. En cuestión de preferencias: les gustaban darse por culo a escondidas.

    Tenían mucho qué perder esos imbéciles, porque si sus fanáticos se enteraban de lo que ellos en realidad eran, habrían perdido todo.

   También amaban la competitividad.

    Les resultaba una cómica manera de mantener la llama de la amistad, o la lujuria que sentían entre sí. Eran semejantes, de una naturaleza retorcida y tóxica. Mientras que yo, una inocente gacela que no previó que eran unos morbosos extremistas: era el premio, el objetivo ansiado. El juguete que debían corromper a toda costa sin medir las consecuencias.

     No les importó torturar y abusar de mí. No les importó...

     Mi padre adoptivo, trabajó para la empresa siderúrgica de la familia Kim. El padre de Jeon Jung Kook, era el abogado y por eso eran los mejores aliados.

     Era la estúpida (y única) razón del porqué creyeron tener derechos sobre mi vida. Presumieron en mis narices que yo era una pobre mascota, sin embargo, una amenaza de mi parte habría implicado problemas legales. Lamentablemente, lo hubieran invertido en mi contra, no pude aspirar una salvación.

   Recordar todos esos momentos me hicieron temblar.

    Mis moretones, mis heridas, mi sangrado... las oculté ante la vista de mi humilde padre adoptivo, quien se rompió la espalda en aquella maldita empresa. Mi madre adoptiva había muerto hace un tiempo, por una enfermedad crónica. No la mencionaré por respeto a su memoria.

    Una terrible opresión me quemó las vísceras. Me dolió renemorar, sentirlo en la carne, vibrante y lacerante; quema, quemaba... A veces quería arrancarme la piel a tiritas, deshacerme de toda esta suciedad porque lavarme no sirvió. No ayudó en nada, todo de mí me dio asco.

    Una vez, yo sucumbí al deseo de suicidarme. Era lo único que me hizo creer que, por un momento, iba a ser yo libre. Empeoró con el estrés de los estudios, el miedo, el disgusto de cada día, la incomodidad con mi propio cuerpo... La corrupción en mi sangre, el entender que era diferente y tener pavor de eso.

   Y cuando Jung Kook me invitó a su fiesta de cumpleaños, con la intención de «disculparse», pensé ... Pensé que sería el día en que sería liberado de la insoportable desdicha y humillación que sufrí. Fue un error. ¡Un error! Me habría abofeteado de haber adivinado que no era bueno ir. Fuí débil, ¿lo dije, verdad? Débil y estúpido por tener esperanzas.

   Ninguno tuvo la intención. Ni Kim ni Jeon tuvieron ese plan.

    Que estúpido he sido.

    No existió tal fiesta, éramos nosotros. Tres jóvenes en un salón de una residencia vacacional que apestaba a dinero, a perfume de flores, lujo, gastronomía espléndida y trajes.

     Solos.

     Me usaron como un conejillo de indias. Los niños ricos habían conseguido metanfetamina y cocaína. La inyectaron en mí, no habían calculado los efectos secundarios, los cuales fueron letales.

    Debido a mi machacado cuerpo, sufrí un accidente cardiovascular. La droga fue quien lo despertó, el constante sufrimiento me había dejaso secuelas. Acabé en el hospital porque el jueguete se rompió y dañó, entonces debían «tirarlo».

    Ah, los odié tanto.

    Encontraron cocaína en mi sangre, según me contaron; los otros dos, dieron el testimonio de que intentaron detenerme y yo no les hice caso. Al parecer iba a suicidarme esa noche, la presión de los estudios y la falta de dinero en casa me hizo enloquecer, rayarme a niveles en el que ya no deseé existir... Y no es para menos, era cierto pero por culpa de esos imbéciles.

    Fueron unos hijos de puta con todas las letras.

     Fue la primera vez que sentí el impulso de querer matar a alguien. Era una sensación alarmante, mi pecho latió como nunca. Era furia, impotencia por no poder haber hecho algo ni decirlo, ¿cómo era posible lo qué me pasó?

    En mi despertar, no había reconocido a nadie. Podía ver cada objeto con perfección, mas ningún rostro. Ni uno solo. La crisis nerviosa me hizo creer que algo fallaba en mí. Ni el rostro de mi padre reconocí, quien fue el primero que me recibió en sus brazos. Desconcertado, le había preguntado: «¿Quién es usted?», como si olvidase su aroma paternal, en el momento le hice llorar.

    Un trastorno sin cura, sin receta o medicamentos... mi cerebro no se repararía por un daño en el lobo occipital, causado por el traumatismo del infarto cerebral.

     Irreparable y permanente.

    Este problema, tenía un nombre que comencé a odiar: «Prosopagnosia adquirida».

    Sentí pánico. Creí que no me iba a adaptar, memorizar cada silueta que se parase frente a mí, era abrumador. Cada detalle como si fuera mi único mecanismo de defensa ante las multitudes. Temí por Kim Seok Jin y Jeon Jung Kook, eran los únicos que se habrían aprovechado de esta enfermedad.

    Lo mantuve en secreto porque, siendo sincero, sabía de sus gestos y andares por haberlos visto cada día de mi maldita existencia. Sus voces y risas estaban grabadas hasta en mis tímpanos, retumbaron ahí, susurraban como fantasmas; y lo mejor que pudo haber hecho mi cerebro: era no volver a ver sus estúpidos rostros, olvidarlos era suficiente... ¿En verdad quise eso? No, no era suficiente. No lo era.

    Era capaz de todo... De todo.

    El colmo fue cuando mi padre fue quien acabó también en el hospital, alrededor de seis meses después de mi accidente. Su suerte no fué como la mía. En sus uñas habían líneas de Mees. Eran líneas transversales blancas, lo que significaba que murió por intoxicación. La principal causa era por el arsénico. Y como no pude pagar su funeral, necesité hacer una denuncia contra la empresa por negligencia laboral, falta de seguridad y sueldos atrasados.

    Claro, mi voz era débil, nadie deseó escuchar lo que un enfermo tenía para contar, combatir, gritar...

   El mundo era demasiado jodido. Carente de sentido. Atropellado y violento. Nadie podía opinar porque, una jauría saltaría a morderteen las arterias y matarte en el proceso. No mentiré que tuve miedo, solo que salí de mi escondite y evolucioné; el tiempo estuvo de mi parte pese a mis secuelas. Graves y obsesivas, la venganza era primordial.

    Entré sin problemas a esa empresa después de mi graduación. No iba a correr sin antes aprender a caminar, eso significaba que no tuve prisas para lo que mi mente planeó en silencio por años. Seok Jin se convirtió en el CEO como estaba previsto. A mí me tomó mucho trabajo ocupar mi puesto y rodearme de compañeros pese a lo agotador que era recordar cada particularidad. En cambio, no me costó convertirme en el preferido del presidente cuando salíamos a los nightclub casi todas las noches puesto que ya me conocía.

    Él pretendíó emborracharme, él pensó, ¡oh, pobre estúpido qué pensó qué podía sacudirme de nuevo el corazón! Que era el mismo crédulo del pasado.

    En algún momento, encontré a alguien que jamás hubiera esperado. Él estaba en uno de esos clubs como alguien de paso. Sí, me vió con Seok Jin, con la camisa rota y el sufrimiento en mis orbes. Me arrastró con él, yo pensé en que era un flameante héroe, un hombre real. En cuanto mi nombre salió de sus labios, todavía no supe quien era. ¿Por qué interrumpió en mi vida de esa manera? ¿Con qué derecho? Era lo que pensé en esos momentos.

   «Tae Hyung, soy Ho Seok, ¿te has olvidado de mí?»

    Él y yo nos habíamos criado en un orfanato. Era mi hermano de sangre. Se lo llevaron a él primero, porque era sociable y fuerte. Todo lo contrario a mí, un que aparentó ser un niño tímido, pequeño y llorón que sentía pena de sí mismo.

   Esa era la imagen que él recordaba de mí, un pretexto que usó para convertirse en mi salvación.

    También era un buen momento para convencerlo de que fuera mi cómplice. Un hermano furioso, iba a hacer todo para protegerme. No le pedí perdón por usarlo, él quiso hacerlo por voluntad... Es decir, manchar sus manos y usar el poder de sus influencias.

II
( NO ES UN ADIÓS )

    Un día antes de su muerte, Seok Jin me despidió. El muy idiota se enteró que quería desmoronar su empresa con la ayuda de un detective, sumó la amenaza de que guardó un video sobre nosotros. El despido no me escandalizó. Tampoco me llenó de preocupación el vídeo.

III
( ERES EL SEGUIENTE )

    El perfecto chivo expiatorio era Jeon Jung Kook. Soltero, codiciado, las masas siempre lo amaron. Detrás de bambalinas, era otro cantar. A él no le importó ir de vez en cuando a los brazos de su rival político en secreto, era un amante que estuvo consciente de su matrimonio, las cámaras y los rumores.

    A las tres de la madrugada del 20 de mayo, él aprovechó que Seok Jin estaba solo en su despacho. Era un horario ideal para matarlo y culparle de un crimen que fue calculado con antelación. Las evidencias serían difíciles de admitir para la familia de Kim y Jeon.

    De saberse que los precandidatos a senador eran homosexuales por culpa de los videos tomados de las CCTV, ¡sus apellidos habrían quedado manchados! La deshonra caerían en las futuras generaciones.

   Era perfecto, como matar dos pájaros de un tiro.

    Decidí convertirme en el testigo principal del caso que mi hermano obtuvo, al parecer, su jefe iba a ayudarlo a cubrir la suciedad del difunto y desviar la atención mediática. Kim Seok Jin ha sido una pobre víctima. Asesinado por conspiración política y no por un presunto ataque de su amante «por celos». Ese vídeo quedó a mi favor después de todo.

      El resto, era señalar al culpable. No era un tonto, una vez que me presentara, debía actuar frente al detective del caso. Pensé que sería fácil... Pero de nuevo me topé con un obstáculo inesperado.

IV
( NO TE CREAS TANTO )

    Min Yoon Gi. Su nombre revoloteó por mi mente cuando Ho Seok me dijo quien era mi interrogador. Los nervios y la ansiedad fueron burbujas en mi estómago, cosquillas en mis palmas y sudor frío en mi sienes.

    Fue otra pieza que no concordaba con mi presente, sino con mi yo del pasado. Él había sido ese amigo que deseé que estuviera conmigo para siempre... Cuando su madre se casó, Min Yoon Gi se olvidó de mí. Nunca me llamó, nunca me buscó. Lo odié mucho por eso, y las experiencias de mi vida, me hicieron desconfiado, inhibido. No iba a quererle de nuevo. No quise su amistad en mi actualidad. Nada.

   Yo era desagradable, era defectuoso. Él me vería como ese amigo que recuerda, ¿no?, no me querría así. Era inútil siquiera pensar en un «un mañana para los dos». Era ridículo tener esperanzas de un «yo y tú», porque no sabía nada de él y viceversa.

    Pese a eso, lo esperé en la sala. Los minutos transcurrieron de un modo desesperante, porque él sería el único que entraría por esa puerta. No me costaría fingir, no dolería porque no era capaz de ver su expresión ni desear a primear vista alguien que era difuso. 

   Sus pasos fueron firmes, conté cuanto le tomó entrar a la sala de interrogatorios, él fue directo y su tono de sorpresa, fue un chapuzón de recuerdos.

   Me dio... me dio vergüenza.

    Él recordó mi nombre, me reconoció pese al tiempo. La adultez le sentaba bien, era un hombre hecho pero sonó inocente, alterado, impaciente.

   Yo no supe qué mirarle primero: sus atractivas y venosas manos, su chaqueta negra (desteñida por el uso), o, sus pantalones ajustados, tanto que mostraban unas piernas flacuchas, sin carne. Le quedaban horribles. Aunque su escencia era la misma que yo recordaba:  aroma a fresas, sutil, deliciosa.

    Intenté controlar mi niño interior, no debía notar que ya sabía de su identidad. Debía estar allí para testificar, nada más. No debía pedir ni exigir.

   Balbuceé, lo reverencié. Me hice el tonto. «¿Quien es usted?», la pregunta que todos odiaban oír. Él no fue menos. Se fastidió muy pronto, eso me dejó anonado.

    Insistió. Insistí. Insistimos.

«Lo siento, no sé quien es.»

«Vamos, no bromees... ¡Haz un esfuerzo! ¡Mírame!»

    Daba gracias de que no pude verlo. Odiaría reconocer que podría haberme flechado a primera  vista. No era bueno cegarme, aunque fuese de forma irónica: un ciego de rostros. Cuestión que le expliqué con sincera tristeza, él respondió com humor sarcástico e igual de irrespetuoso. Era un tema delicado, no me gustó su actitud y eso disipó todo el cariño que le tuve alguna vez.

   Contraataqué a ese tarado, lo puse en su lugar con una actuación de primera. Creíble, lo suficiente para hacerle creer que mi vida correría peligro. Hubo una mención menor de Ho Seok para pinchar su orgullo.

    Las palabras más venenosas habían sido: «¿Acaso no confiará en mí?» Como un reto, un desafío a su persona. Y no le convencí, joder. No me iba a creer por mucho que nos conectase un pasado, una vieja amistad...
   ¿En serio él iba a tacharme de asesino?, pensé. Pobre Min Yoon Gi, su vida fue tan dura... Lo entendí, he vivido también lo mismo en vida.

   «Venganza», mencionó, intentó hacer una estúpida hipótesis del porqué lo mataría. ¿Cómo qué por un despido buscaría venganza? Sonaba demasiado infantil. Yo quería venganza por algo peor. No le iba a contar mis planes, jamás. Él tenía su sentido de la justicia intacta, la mía no, fue corrompida.

    Le dije que no he sido yo, lo dije exaltado. No era una persona que gritara, era tranquilo e introspectivo, pero no me contuve, mis ojos pintaron la verdad tanto como me lo permití, en gestos suplicantes. No fuí yo, eso era cierto y lo juraría como una grabación.

V
( ROER UN HUESO )

    El instinto de Min Yoon Gi era como el de un sabueso, buscaría al culpable hasta debajo de una piedra. No me causó real amenaza, aunque para Ho Seok sí. Mi hermano temía que fuera a buscar más profundo, hasta las raíces del problema.

    De todos modos, él me informó que habían alterado algunos resultados de la autopsia de Kim Seok Jin. El dato de que encontraron el semen de Jeon Jung Kook en su cuerpo, fue destruido, nadie iba a sacar a la luz que ellos se habían acostado; sus huellas dactilares en cambio, fueron las pruebas decisivas.

    Que no fueron convincentes para Min Yoon Gi, a quien encontré en mi departamento, entre mis cosas, con su nariz olisqueando en todo... Dejó un perfume de fresa a su alrededor, contaminó mi ambiente con su silueta. Al principio creí que era un ladrón, lo amenacé con todo el ímpetu. Con su atípica, grave e impaciente voz, confesó ser él. No quería escuchar, no quería sujetarlo...

   En esa ocasión en específico, quise saber qué pensaba cuando me dijo inocente: «Recordar viejos tiempos.» ¿Por qué lo hacía tan díficil? Traté de no llorar, porque no tenía pañuelos a la mano. Me esforcé en controlar mi corazón, que no mentía y mis manos no supieron que hacer con tantos nervios... Por supuesto, los sentidos jamás mentían. Mi sonrisa tampoco le mintió, porque ante su recuerdo y lo incontrolable que era mi cuerpo, lo abracé sin pensarlo al extrañar el calor de un viejo amigo.

    Sentir sus brazos envolverme, fue bastante corto, lo suficiente para poder tener una huella suya. Lo único que conseguí fue quemarme, sentirme entusiasmado por su aroma y por eso, hice el mejor esfuerzo en haberle dicho cuánto estaba feliz de encontrarlo, de lo mucho que lo extrañé y esas tonterías que se dicen los amigos, ¿no? 

    Nunca tuvimos un «adiós» apropiado, ¿por qué debería haberle dado un «hola» apropiado?

     Lo peor fue cuando me soltó en mi propio rostro que tenía un vídeo de mí y Seok Jin, que follábamos me dijo, sin ningún tipo de tacto. La sangre subió a mi cabeza. ¿No podía detenerse y ya? ¿Hacer la vista gorda? Tenía todas las pruebas en su poder, pero él quería culparme a mí. La decepción se abultó en mi pecho, igual que la frustración que me pinchó como miles de insectos, y no supe entender porque aún lo quería tanto. Conmigo.

   Comencé a llorar, de impotencia, de rabia, al punto de enviarlo a la mierda. No  necesité que me juzgara como le dije, sino que estaba cansado de luchar solo. Deseé que me entendiera por una maldita vez, aún si debía de contarle la verdad a medias.

   No era el culpable, se lo confesé mil veces. Eso me desgastaba y él no me escuchaba.

   Su exasperación me irritó, no esperaba que paseara de un lado a otro, esperando por mi versión. Con mis palabras, mínimo, creí que apaciguaría su tormento. Torcí los hechos, pero nada fue mentira. Kim Seok Jin me usó, me grabó y violó a su antojo. Lo mencioné en otras palabras más suaves, fue esa la confesión que ni a mi padre le conté. No había más para contar, ni le daría todo en bandeja. Ya no confiaba en él, no lo merecía; mi corazón era demasiado inseguro y turbulento para poder afrontarlo con la sinceridad absoluta.

    Mis manos temblaron, con frío y nerviosismo, no adivinaría su mirada o qué tipo de expresión había hecho. ¿Se sentirá assqueado de mí? ¿Me verá como una basura? No podía saberlo, tampoco me importaba, no quería estar más bajo la lupa de sus dudas. Y todavía con todo esto, no logré emocionar su frío e insensible corazón.

«Cualquier versión que cuentes suena sospechosa.»

   ¿Lo dijo en serio? Lo dijo en serio... Él lo dijo en serio, ¿y lo dijo en serio?... ¿En serio? Maldita sea, Min Yoon Gi.

    Impedí que se fuera cuando quiso abrir la puerta. No la abrió, no le dejé irse. No me gustaría que haya pensado que pudiera ser el criminal, pese a esconder al verdadero y quererlo el doble que él. Por eso, ante todo pronóstico, le rogué. Y rogué con un abrazo torpe, infantil para que pudiéramos estar más cerca del uno del otro, desenfocarlo, cegarlo con la idea de mi mayor temor: El asesino estaba suelto, podría matarme.
La lógica era que podría convertirme en una víctima, debía actuar de antemano como una.

   «Él me puede matar», insistí.

    Lo besé en el cuello con delicadeza, quise acorrararlo como una presa. Lo llené de suspiros, alientos cálidos y oí como lo disfrutó, lo que me sorprendió porque pensé que me apartaría desde antes. Yo pensé que... Mi risa salió porque a veces quizá pensaba mal, era un tonto. Disfruté lo que pude de ese momento tan especial, después de décadas sin ser mimado apropiadamente. Saboreé cada parte de él, incluso bajé mi mano para verificar algo que me tenía con dudas: su miembro.

    ¿Lo tendría erecto por mi culpa? ¿O es qué estaba tan asustado que todavía no caía en la cuenta de lo qué pasaba entre nosotros?

   En cuanto apenas llegué a rozarlo con mis dedos, me empujó. Justo lo que había creído... Aquel rechazo me dio justo en el pecho igual a un rayo calcinante, en mi mente divagué su expresión de odio y repugnancia, tal como lo hacía de niño cada vez que deseé abrazarlo.

   Era como los demás, él era normal.

  Se despidió de mí, no lo detuve. No poseía ningún derecho, él era libre de escoger.

VI
( SOBORNO )

    Al día siguiente, decidí ir al Departamento de Policía. Pasear por ahí con café caliente y pasteles comprados de la pastelería más cercana, no me trajo buenos pensamientos; era contradictorio y estúpido de mi parte siquiera asomarme a buscarlo. Mi hermano era el único que me aceptaba por lo que era, sin juzgar mis acciones y planes. Estaba de mi parte, eso fué lo que necesitaba: un apoyo moral.

    Para mi desgracia, sería díficil convencer a Min Yoon Gi, por eso intentaría por las malas sobornarlo y fingir ineptitud por bienestar mental. No lo reconocería pronto, a menos que él abriera su boca, viera su degastada chaqueta negra o reconociese su extraño perfume.

   Apuré mi paso, hasta que encontré a un detective frente a mí, como este no habló, no tuve opción, debí preguntar por Ho Seok por si acaso.

   Al oírlo y ver que me quitó el café, mordí mi labio con disimulo. Él cayó redondo en mi trampa. Bajé mi vista, una mini sonrisa quiso plasmarse en mis labios, sobretodo cuando explotó de aquella manera.

   «Soy Min Yoongi», confirmó. No había sido necesario, ya había visto su ropa. Incluso identifiqué su desodorante y masculinas manos, las cuales fantaseé la noche anterior, me toqué pensando en él y no me arrepentía de nada. «¡Min Yoon Gi!», reiteró en una exclamación.

    Entendí que ese humor era parte de su carácter y que debía explotar junto a él para que se sintiera amenazado. Y por supuesto, que no se cambiara la chaqueta no fue con tinte irónico, en verdad me alegró poder aprender a reconocerlo.

   Busqué la salida, algo práctico para enfatizar mi falso enfado. No lo estaba pero, el resultado fue tenerle detrás de mí, frustrado porque herí su orgullo al pretender buscar a Ho Seok primero y no a él.

   ¿Eran celos? ¿Por qué su molestia? Quizá no, sería ridículo pensar eso.

   Tuve que ser un improvisado, de nuevo lo culpé de que no me protegería. Lo encaré con un temor inexistente, marcado por el dolor que él me otorgó de niños. En realidad no deseé su protección, me hubiera asfixiado. No era débil... debí serlo un momento más para que esto terminara y pudiera ser libre.

    «Te voy a proteger.»

    Creí escuchar mal en el instante que lo dijo... Ese idiota debió estar antes. Era tarde. Y aunque tomó mis mejillas con ternura, no me salvé de un evidente calor en mis pómulos mientras que el abrigo de sus dedos me inspiró. Su insistencia, por otro lado, me molestó de sobremanera.

    No era su deber, repetí en mi mente hasta que le cedí los pasteles. No me importó, eran suyos desde el principio.

VII
( NO SOMOS... )

    Esa noche, Ho Seok arribó a mi casa, lo llamé ya que hablar sobre Min Yoon Gi, era una prioridad. Tanto a él como a mí nos jodía. Mi apartamento no era grande, era suficiente para una persona solitaria como yo, pagar las cuentas no eran díficiles debido a la indemnización que la empresa me dio para que me callara y no hiciese nada por mi padre.

    Durante la conversación, me explicó Ho Seok porque era tan... Él.  Entendí entonces que era un peligro hasta para sí mismo con sus arranques de ira. Los casos lo obsesionaban desde el último en el que estuvo, cuanto más descubría menos quise saber. Cuando se trataba de personas abusadas, perdía el verdadero objetivo y motivación del caso... Y aunque me tratase como un criminal, que lo era en cierto aspecto, no habría deseado que por mi culpa acabara suspendido otra vez.

     Mi hermano prefirió que lo echasen.

     «Me duele que digas esas cosas de él, hermano... Será mejor actuar pronto sino será peor para Min Yoon Gi», dije con el ceño fruncido.

   Sus facciones eran un misterio hasta que comenzó a resoplar y desarmar su cabellera, llevó sus mechones de un lado a otro. Lo describí como si la inconformidad apresara sus articulaciones y lo transformaran en un temible animal. Salió de mi apartamento con urgencia, despidiéndose de mí sin mirar atrás y con la promesa de un llamado. Tras la puerta cerrarse, logré descubrir la presencia de alguien más vestido de negro... Negro... 

   Salí exaltado ante el barullo del exterior, no me aseguré ni de calzarme, mis medias se ensuciaron e incluso mis pies se helaron por la diferencia de los suelos. Lo primero que logré observar fue sangre en forma de gotas dispersas, sin formas. Escuché risas, no sabía quién pegaba a quien pero mi hermano usaba prendas claras y su contrincante apestaba en sudor, también de rabia entretanto se encargaba de rematar lo que él empezó.

    No, eso estaba mal... ¡Lo iba a matar!, fueron los pensamientos que había tenido, ¡detente, detente! ¡No debía matar a mi única familia! Su ahínico por destrozarlo también me enfureció, no podía creer que este fuera un bárbaro y un impulsivo. Lo abracé para detenerlo, porque era más fuerte que yo, creí que esa era la única manera de hacerle despabilar. Apoyé mi rostro en su pecho; su presión cardíaca galopó iracundo.

    Tum, tum, tuc, tuc. Era una relojería de explosivos.

     Ho Seok lo provocó, sus palabras me resonaron y tuve que mirar dos veces para entender a que se refirió él, le lancé una mirada para que se callara porque ya era díficil de por sí sostener al salvaje pelinegro. Luego de razonar su identidad, abrí mis ojos, los sostuve más fuerte con miedo a soltarlo e inspeccioné su chaqueta con cierto amargor y miedo. Menos mal que no usaba su arma reglamentaria... eso significaba que todavía tenía su humanidad.

    Lo que me extrañó fue que estuviera frente a mi departamento y que haya atacado a Ho Seok como si fuese lo más necesario del mundo. 

       ¿Era necesario?

      Hasta que me había dado cuenta de algo importante y que tal vez, él pensara que había algo entre Ho Seok y yo, cuestión que me parecía normal... pero no que lo atacara como si fuese mi propio novio. ¿Realmente sintió celos? Me lo cuestioné después de cómo vi la sangre en el suelo, me preocupé por él pero mi hermano decidió hacer amenazas en el aire y se fueron en paz mientras yo, permanecí estático en mi lugar, con estrés.

VIII

( OTRA VEZ  )

     «Empújame fuerte, no quiero que dudes», fue mi orden. Se lo pedí a Ho Seok sin ningún tipo de temor fluyendo por mi torrente sanguíneo. Mis músculos se aflojaron con tal de evitar que mi caída fuese un accidente débil. Contemplé el primer peldaño de la escalera al haber estado en la cima, como si fuese por primera vez el rey, se sintió bien. Su inseguridad la sentí sobre mi nuca, era una respiración agitada, él tomó mis hombros y me giró para mirarlo a los ojos. No tenía miedo y lo reflejé con todo el ímpetu que pude, ya no tenía más miedo... Mi cuerpo era una marioneta, me iba a sacrificar por un bien mayor, ya que debíamos deshacernos de las sospechas de Min Yoon Gi a toda costa, lo reiteré en mi mente.

      Y se lo dije a él. 

    «Él cree que tenemos algo, así que, ¡empújame antes de que su sospecha crezca, hermano!»

    Después de eso, solo cerré los ojos y me dejé empujar; reviví el doloroso infierno, muchas partes de mí se quebraron pero cada maldito hueso roto lo valió, mi aliento se fue de mi pecho y creí morir, ¿era así cómo se nos iba el alma del cuerpo? Experimenté muchas cosas y entre ellas, la sensación de haber visto a mi padre en la lejanía, con una decepción que expresaba en sus pequeños ojos llenos de lágrimas. Lo siento, lo siento... me disculpé con él muchas veces, con una tristeza que no se borró de mi espíritu calcinado por tantos actos inhumanos.

    Me habían quemado las alas, me habían demolido hasta las cenizas y resurgí de entre los muertos como un demonio... Otra vez.

IX
( INTENSA NOSTALGIA )

     Desperté y las luces me cegaron, estar en el hospital se había vuelto otra especie de vivienda. Sin ser consciente del tiempo ni de que aconteció durante mi ausencia, mi mente solo divagó en mi sufrimiento, reparé en ello al verme conectado a muchas cosas y tras reconocer la voz del detective, lloré por su apodo, uno que pocas veces usó conmigo cuando éramos una bonita amistad. Ah, me recordó a los días felices y no aguanté, le mostré mi debilidad después de que me abrazó con tersura, con un amor de fantasía y cuentos de hadas, fue mágico, lo admito... Y eso solo duraba poco porque en realidad, él me trataba todavía como un amigo. Yo me iba a esfumar en cuanto todo acabara, sin decirle adiós. 

      Al menos me acompañó y creyó con firmeza, esa era todo lo que necesitaba de él: su confianza de nuevo.

X
( ÉL )

     Esperar que encendiera la televisión fue un suplicio, solo una excusa era suficiente para reconocer la voz de Jeon Jung Kook e insistir. Porque la prueba irrefutable del testigo, yo, siempre iba a tener la última palabra en el caso, el fiscal y los oficiales contaron con eso para terminar de cerrar lo que impactó emocionalmente a la ciudad.

    No hubo necesidad de fingir un ataque, la voz del supuesto candidato enfureció cada partícula de mi ser, embullí para que mis sentidos y presión disparara a toda potencia, porque lo odiaba con extrema verdad, eso era lo que me ayudó a convencer acerca del pecado imperdonable que ha cometido. Después acabé dormido, pero antes de caer en el sueño, Min Yoon Gi había llamado a sus compañeros para luego, perderse fuera de la habitación con prisas.

    Sonreí diábolico. Y los días que había contado para ser libre, lentamente, paso a paso, se acercaban...

XI
( ME BESAS
ANGELICALMENTE )

     Lo que nos regresa al ahora. Después de leer el mensaje de Ho Seok, advierto la llegada de alguien más, no muevo la silla de ruedas. La dificultad que tiene al respirar debido a una corrida se oye, como un toro en caliente, entonces me doy cuenta de quien puede ser apenas dice mi apellido. Me eriza la piel, quizá viene a darme las noticias que yo ya sé pero, su tono carga sospechosamente una gran molestia en la que es posible que se debata cosas que nunca se hablaron entre nosotros, incluso me sorprende que aplastara sus zapatos y no tuviera cuidado alguno al acercarse.

      —¿Es usted, detective? —Lo corroboro al ver sus prendas, me trae cierto consuelo verlo aquí y no hago más que sonreír amplio—. Ah, sí lo es. En unos días me darán el alta. ¿No le parece bueno?

     ¿En qué piensas, Min Yoon Gi? ¿Por qué estás tan inmerso en ti? ¿Por qué tu silencio me desquicia? ¿Por qué te amo por quedarte a mi lado? Que tonto es amarte... que estúpido...

    Se tarda en decirme que arrestaron a Jeon Jung Kook. Lo sé bien, eso no hace que pueda ocultar mi emoción, casi que se me va la risa de demente. 

    —Sí, lo escuché en las noticias —respondo de un modo natural.

    —En las noticias, sí. —Aprieta sus puños, yo solo le miro como si le exigiera un: ¿Qué diablos te pasa?—. Por supuesto.

     —Gracias, detective Min. —Una nueva sonrisa le doy, una más dulce y paciente que antes—. Por todo.

     —De nada.

      De nuevo ese molesto silencio, no logro entender qué o cómo observa hacia mí, si de verdad sigue desconfiando o son ideas mías. Mi cerebro se hace pesado por trabajar más de la cuenta, todavía tengo dolor, resienten mis huesos y palpita mis sienes por los medicamentos en mi sistema. 

     No sabe nada, nada, nada, presumo... Fue una angelical mente, un pobre niño que vuelve para presenciar como destruí vidas otra vez, si es que sospechaba. Pero entre líneas es posible que haga muchas preguntas que nunca dijo en voz alta, por eso titubea al venir frente a mí, más cerca de lo que nunca esperé porque aunque fuí débil, de algún modo siempre me adelanté a los demás.

   No le dejo besar mi frente, eso era pátetico así que le robo un beso de sus labios por fin, anhelo saborearlos desde que me ha dicho que me protegería. El libido me otorga un color rojizo en el rostro. ¿Cómo no encenderse de lujuria si era un ángel, todo lo contrario a mí? Él no lo rechazó, algo que me excita y obliga a suspirar, con ganas de más, no me bastaría uno solo. Le digo que estaré bien, no debe preocuparse porque ya está todo resuelto aunque entre nosotros nada estaba concluído.

     Sin embargo, afirma lo que temía: «Pero yo no». Para después hacerme la pregunta que debió hacer desde el principio del todo, en vez de acusarme como un niñito con rabieta. 

    —¿Cómo te accidentaste, Tae Hyung? ¿Por qué ya no puedes reconocer los rostros ni el tuyo?

     Y silencio. No le respondo. Nunca tuvo interés por mí, solo el maldito caso era nuestra excusa, ¿no?

    Lo odio. Lo odio.

    —Tengo sueño, Min. ¿Puede llevarme a la cama?

        Cambio de tema. Nunca seré complaciente otra vez... pero si él está dispuesto a dejar de ser un ángel, estaría feliz de arrancarle las alas. Pluma por pluma.

    —Tae Tae. —Su apodo me revuelve el estómago—. Lo haré.

     Me ayuda con la silla de ruedas, la mueve y me acerca a la orilla de la cama.

    —¿Sabes, Min? —Digo riéndome—. Besas angelicalmente.

FIN.

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