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Cap 9: Sospechas y conspiraciones.

-¿Cómo que no se despertarán hasta dentro de unas horas?- exclamó Cassiel, totalmente sacada de sus casillas.

Frente a ella, la enfermera Saminah la miraba con expresión seria. Tenía la cara surcada de arrugas, que reflejaban perfectamente sus décadas de trabajo. Ser la mejor sanadora en el Instituto le había otorgado una capacidad increíble a la hora de determinar diagnóstigos en sus pacientes.

Pero eso, al parecer, no significaba mucho para la chica de alas rosas, quien repetía la misma pregunta una y otra vez.

La sanadora suspiró, cansada. Había usado gran parte de su magia para evitar que la situación de esos dos demonios se agravara, por lo que su paciencia estaba limitada.

-Le repito, Beamort, por si no entendió: estos dos jóvenes han perdido una inmensa cantidad de energía. Los poderes elementales casi siempre exigen más magia que otros- explicó- Si no los hubieran detenido cuando lo hicieron, habría grandes posibilidades de que se sumieran en un coma.

Ante esa noticia, Cassiel solo pudo quedarse callada. Observó como la enfermera Saminah se retiraba de la habitación, probablemente a tratar a otros pacientes.

Con el corazón aún latiendo fuerte, se volvió hacia las dos literas que se acoplaban como podían en la habitación, apenas dejando espacio para una mesa y un par de sillas. Y en esas mismas sillas, se encontraban sus amigos, quienes contemplaban nerviosos y expectantes a las dos figuras que descansaban en las camas.

Dómaco tenía el pelo azabache despeinado y caído sobre la cara. Aún siendo un elementarista del hielo, estaba bastante frío. Le habían puesto una cómoda remera blanca, suplantando su suéter chamuscado. Tenía los brazos escamosos al aire, los cuales estaban en su mayoría cubiertos de pomadas para aliviar las quemaduras. Dormitaba tranquilo, como un clásico dominguero.

En la silla de al lado de la cama del chico, un Abariel somniolento luchaba por mantener los ojos abiertos. Parecía tener una buena relación con Dómaco, a pesar de que Cassiel nunca los había visto charlar más de cinco minutos.

Astartea estaba más o menos en la misma posiciónque su hermano. Alguien le había puesto de nuevo sus guantes de cuero negro, y tenía la misma remera que el demonio helado. Lucía una expresión enfadada, como si hasta cuando dormía se molestara por cosas.

Sentado en la esquina de su cama, Agramon le pasaba un paño tibio por la frente, con extremo cuidado. Cada tanto, arropaba aún más a la chica, como si quisiera asegurarse de que estaba cómoda. Según la enfermera, a una demoniesa de fuego como ella no le convenía estar tanto tiempo en contacto con el hielo desnudo, por lo que había recomendado que la mantuviern abrigada. Y Agramon parecía haberse tomado muy en serio esas instrucciones.

Sentadas en las sillas sobrantes, Uriel y Aziel jugueteaban nerviosas con el dobladillo de sus vestidos. Esta última tenía una venda en la mejilla derecha debido a un corte relativamente importante, pero ambas parecían estar bien.

Zachary no dejaba de pasearse de un lado a otro de la habitación como un gato enjaulado. Ya había salido tres veces a buscar café para los demás, por lo que ya no tenía motivos para volver a retirarse. Cassiel lo comprendía: se sentía inútil, sin hacer nada productivo. Quería saber que podía ayudar de alguna forma.

Así que, cuando el chico pasó cerca de Cassiel, esta le puso una mano en el hombro. Él la miró, con los ojos marcados por gruesas ojeras. Llevaban unas tres horas esperando a que los hermanos se despertaran, y nadie había dormido en lo absoluto por culpa de la situación. De ahí el hecho de que hubiera una comunión de tazas de café vacías en la mesa, así como una cafetera de dos litros sin café.

-¿Qué sucede, Cass?- preguntó.

Ella simplemente lo miró, con los labios apretados en un casi patético intento de no mostrarse tan preocupada como en realidad se sentía.

Finalmente suspiró, antes de responder:

-Zachy, no deberías atormentarte de esa forma- le dijo, mirándolo. Los ojos anaranjados de su amigo habían perdido bastante de su brillo característico, sin mencionar las ojeras que (se recordó Cassiel) probablemente todos los demás también lucían.

Zachary pareció sorprendido. Tras un par de segundos, sacudió la cabeza, forzndo una sonrisa.

-No te preocupes, Cassiel; estoy bien. Solo estoy algo cansado...

-No- lo interrumpió ella, cruzándose de brazos- No estás bien. Puedo percibir emociones también, ¿recuerdas? Y sé  que te culpas por lo sucedido.

El ángel de pelo azabache  suspiró, bajando la vista.

-Tengo más culpa en este asunto de lo que parece, Cassy- murmuró entre dientes- Para empezar, ¡podría haberlos ayudado un poco más!- exclamó, abriendo los brazos como si quisiera resaltar sus palabras- Es decir, ¡ustedes literalmente corrieron hacia la muerte sin ayuda! ¿Y yo que hice?: ¡acerqué dos colchonetas!

Si no hubiera estado tan abatida, Cassiel probablemente se hubriera largado a reír a carcajadas. En cambio, le sonrió con comprensión.

-Zachy, sabes bien que los poderes de Uriel y Aziel solo abarcan determinado rango en torno a ellas. Teníamos que acercarnos- le explicó- Además, fuiste bastante más útil de lo que piensas.

De pronto, una risa la interrumpió. Agramon los observaba, secándose lágrimas imaginarias con gestos exagerados.

-Ay, amor joven. Son taaaan cursis- se burló, ajustándose los lentes. Ignorando la mirada fulminante que le lanzaban las mellizas, continuó- Déjenme resumir lo ocurrido, para ahorrarles saliva: ese infeliz profesor (el cual sé que no es buena persona, dicho sea de paso) nos otorgó la peor clase de entrenamiento que jamás recibiremos. Frosty y Asty están mágicamente agotados, el Colorínche ayudó un poco y yo los salvé. De nada- exclamó, para luego volver a arropar a Astartea.

Cassiel estuvo a punto de gritarle un par de cosas pasadas de tono, pero las palabras se le atragantaron al percatarse de algo que el diablo había dicho:

-Espera, espera, espera- miró con intriga a Agramon- ¿A qué te refieres con que sabes que el profesor Azrael no es una buena persona?

A pesar de no poder ver sus ojos, Cassiel habría jurado que Agramon parecía sorprendido.

-¿No te diste cuenta? Digo, además de su comportamiento, sus alas...

-¿Qué sucede con sus alas?- preguntó Abariel, confunmdio, uniéndose a la conversasión.

-Tal vez tenía las plumas un poco descuidadas, pero es no prueba mucho- argumentó Uriel, ganándose un asentimiento por parte de su hermana melliza.

El chico de los lentes bufó, exesperado.

-No me refiero a las plumas, críticos de moda: ¡estoy hablando del color!

-¿El color?- preguntó Zachary, ladeando la cabeza- A mi me parecía un buen tono de verde. ¿O el verde lima estaba pasado de moda?

Agramon se jaló del cabello, gruñendo.

-¡No es el color en sí, si no lo que representa!- les gritó, ya sin paciencia- ¿Creen que es solo casualidad que mis escamas sean de color verde? ¡PIENSEN!

Cassiel comenzó a recordar, con algo de esfuerzo, una clase que habían tenido casi a principios de año, en Biología Anatómica. El profesor les había explicado que el color de las alas o escamas de debía a un hecho intrigante: podían transmitir cómo era la personalidad de la persona. Se acordó de cómo el profesor los había avergonzado a varios al describir de punta a punta sus características, basándose solo en el tinte de sus plumas o escamas.

Y también recordó que, cundo se había referido a Agramon para ejemplificar, había descrito el verde con unas simples palabras: el color de quien ejerce miedo en otros.

Al mirar a sus amigos a la cara, Cassiel supuso que todos habían llegado más o menos a la misma conclusiónh, a juzgar por las expresiones de sorpresa.

-Sabía que había algo en ese hombre que no cuadraba- dijo, ganándose la atención de los demás- Es decir, la primera vez que lo ví, ¡ni siquiera tenía aureola!

De pronto, las mellizas se pusieron en pie de un salto.

-¿Qué dijiste?- prácticamente le gritó Aziel, mirándola con los ojos como platos.

El ángel de alas rosas repitió, confusa:

-Que la primera vez que lo ví, ni siquiera tenía aureola- dijo, con cautela.

Aziel miró a su hermana, quien le debolvió la misma mirada de terror.

-Eso es imposible, Cassy- dijo esta, volviendo a fijar la vista en su amiga- Todos los ángeles mayores deberían poseer su aureola, como representación de que fueron dignos de ganarla al pasar las pruebas de la Orden.

-Pero...¿y que tal si no es digno?- murmuró entonces Zachary. Todos los ojos de la sala se volvieron hacia él- Es decir- carraspeó, algo incómodo por la atención que estaba recibiendo- La aureolas son la representación de la pureza y los buenos sentimientos. Un ángel que carezca de eso, sería...- sacudió las manos, intentando buscar la palabra correcta.

-Malvado- terminó Abariel, con el semblante sombrío.

Zachy asintió, en silencio. Parecía que iba a decir algo más, pero, repentinamente, Agramon lanzó un grito que ocasionó que todos voltearan a verlo, asustados...susto que desapareció al instante al contemplar cómo el diablo verde sacudía la mano, chillando de dolor. Astartea le gruñía, despierta por fin e incorporada en la cama, mirando a Agramon con el ceño fruncido.

-¿Qué pasó?- cuestionó Cassiel, intentando ocultar el hecho de que la aliviaba ver a la demoniesa despierta.

Agramon soltó un quejido, y señaló a Aster.

-Estaba corriéndole un mechón de pelo que se le había metido en la boca, ¡cuándo de pronto se despertó y me mordió la mano!- exclamó con tono acusador.

Astartea lo golpeó en el brazo.

-¡Tú también tendrías esa reacción si, al despertar, lo primero que vieras fuera una mano escamosa que se dirige a tu cara!- se defendió.

Cassiel tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para no reírse. Luego de unos diez segundos de respirar hondo, para asegurarse de no estallar en carcajadas apenas abriera la boca, volvió a hablar.

-¿Astartea?- llamó, intentando reunir la valentía suficiente para hacer lo que estaba apunto de hacer. Cuando tuvo la atención de la demoniesa de fuego, lo dijo- Me...alegra que ya estés bien- farfulló.

La mirada asombrada que le lanzó Aster fue lo que necesitó para bajar la mirada, sonrojada de vergüenza. No estaba tan acostumbrada a expresar alivio por la situación de personas que parecían odiarla. Pero la reacción de la otra chica fue totalmente inesperada: abrió y cerró la boca un par de veces, como si se estuviera atragantando con un caramelo blando; carraspeó y, casi susurrando, respondió:

-G-Gracias, supongo- murmuró, en un volumen lo suficientemente bajo como para que Agramon lo encontrara divertido.

Le pasó un brazo por los hombros a la chica.

-¿Tan difícilmente fue, nena?- canturreó, ganándose rápidamente un puñetazo- ¡OYE!- se quejó, tasajeándose un cachete- ¡ESO DOLIÓ!

-¿PODRÍAN GUARDAR SILENCIO?- exclamó de pronto una voz.

Abariel lanzó un chillido, y se cayó de la silla. Y Dómaco, quien se había despertado lanzando aquella protesta, lo miró confundido.

-¿Qué haces aquí?- al instante, se percató de que los demás lo miraban- ¿¡Qué hacen aquí!?- gritó, con unos decibeles más altos de lo que cualquier hombre desearía tener. Rojo de vergüenza, se aclaró la garganta, y repitió la pregunta- ¿Qué hacen aquí?

Cassiel miró a los demás, sonriendo incómoda

-Es una larga historia.

(...)

Veinte minutos después, finalmente habían logrado terminar de poner al día a Dómaco. El pobre demonio parecía más perdido de lo que Cassiel esperaba, pero no podían culparlo. Toda esa información era mucho más de lo que cualquiera debería tener que procesar, pero así estaban en ese momento. Pero quiso el destino que, al parecer, Dómaco y Astartea tendrían mucho tiempo para reflexionar, porque en ese momento volvió la enfermera Saminah. Pareció aliviada al ver que los dos demonios ya estaban despiertos, pero casi enloqueció cuando observó el estado somnoliento en el que se encontraban los demás. Así, sin más ceremonias, los mandó directo a sus habitaciones.

Cassiel no protestó, ni sus amigos tampoco. Caminando arrastradamente, con las alas colgando sin fuerzas a ambos lados y seguida de cerca por Uriel y Aziel, se dirigió a su habitación. Con un último esfuerzo, se lanzó sobre su cama (la cual le parecía la cosa más hermosa de la creación en esos momentos) y se quedó dormida...cosa que, después, desearía no haber hecho.

(...)

Cada vez que se dormía, una pequeña parte de su alma entraba en contacto con la parte superior del Limbo, lo que le daba una pequeña visión de sucesos que estaban sucediendo alrededor de los Cuatro Mundos. Normalmete veía escenas simples, sin importancia, como el casamiento de una pareja en la Tierra, o una fiesta en el Calleum, pero esta vez fue diferente.

Se encontró parada en el medio de una caverna rocosa, por no decir húmeda. Goteras y chillidos que sonaban como aves se oían de fondo, ocasionando un pequeño eco. Estaba bastante oscuro, de no ser por una luz que venía de una gruta escondida dentro de la misma cueva.

Curiosa, Cassiel se dirigió casi sin pensar a la luz, escondiéndose detrás de una roca cuando oyó voces. Con el corazón latiéndole contra el pecho, se asomó un poco.

A unos cuantos metros de su escondite, rodeando una inmensa fogata y largando maldiciones al aire, se hallaba el demonio más extraño que Cassiel hubiera visto jamás: tenía el pelo de un extraño color plateado, la piel pálida (exceptuando la base del cuello, que parecía estar también cubierta de escamas negras) y una cola de dragón, la cual se agitaba de un lado a otro. El chico estaba de espaldas, por lo que se le hacía imposible verle bien la cara, pero habría jurado que miraba con furia a la fogata frente a él.

-¡No puedo creer que el viejo cascarrabias de Fafnir halla aceptado la oferta de ese loco! ¿Qué espera?, ¿¡que todos terminemos viviendo felices en los Mundos Superiores sin problemas!?- exclamó, dándole una patada a una roca cercana con tanta fuerza que esta se partió en dos.

De pronto, y para asombro total de Cassiel, lo que ella había tomado por una fogata se agitó, casi como si se estuviera estremeciendo.

-Runa, por favor, intenta mantener la calma solo una vez, ¿quieres?- dijo una voz claramente femenina, que parecía salir de entre las llamas- Aunque no apoyo su decisión, comprendo sus motivos- una cara casi humana se distingue entonces, al tiempo de que el fuego se moldeaba hasta tomar la forma difusa de una chica.

Y en ese momento, como alcanzada por un rayo, Cassiel comprendió: lo que había tomado por una simple fogata, era en realidad un Incendum, un espíritu del fuego. Ni en el Calleum ni el la Infratierra habían esas criaturas, por lo que entonces debía estar en...

<<El Enferton>> pensó Cassiel, asustada.

El Enferton era uno de los Cuatro Mundos, pero no era precisamente el más bonito. Por lo que ella sabía, éste se había creado producto del caos que provocaron Ángel y Demonio con su pelea. Era un reino oscuro y difusional, donde habitaban las criaturas más retorcidas que la mente jamás podía imaginar.

De pronto, el ángel oculto se percató de algo importante. Si estaban en el Enferton, donde solo los habitantes de este podían vivir, entonces significaba que el demonio de escamas negras en realidad era...era...

-¡YA LO SÉ, JULLIE!- rugió el dragón, volteando lo suficiente para que Cassiel pudiera ver los llameantes ojos púrpuras, los cuales (para su fortuna) no parecieron enfocarla- ¡Yo también deseo respeto de parte de esos estúpidos ángeles-!

-No digas groserías- le advirtió el Incendum, cruzando los brazos con una expresión crispada en su rostro de fuego.

-¡...pero esta definitivamente no es la forma de conseguirlo!- continuó él, haciendo caso omiso al regaño de su compañera- ¿A ninguno le pareció sospechoso la oferta de ese hombre? "¡Únanse a mi ejército, y les prometo que gobernaremos el Calleum, BLA BLA BLA, obtendrán el respeto que se merecen...!" ¿En serio no lo ven?: ¡solo los va a utilizar!

El espíritu de fuego, Jullie, se acercó al chico dragón, y le puso una mano en el hombro. Por la falta de reacción, parecía que a éste no le dolía.

-Runa Alexander Gutiérrez Daku- pronunció, ganándose un gruñido de parte del chico- No puedes hacer nada para que cambien de opinión. Sabes que muchos de nuestros amigos se han unido a la causa de esos tales "arcángeles", pero escucha: todo estará bien.

<<¿"Arcángeles"?>> pensó, confundida y asustada, Cassiel <<¿A quiénes se refiere?>>

Intentó inclinarse para oír más, pero, en ese momento, un grito la sobresaltó:

-¡JULLIE, RUNA, GRACIAS A CHAOS QUE LOS ENCUENTRO!- chilló de repente una voz, y un chico entró volando a toda prisa a la gruta. En vez de manos, tupidas alas de plumas amarronadas asomaban por las mangas de su chaleco. Garras sorprendentemente afiladas, parecidas a las de los pájaros, ocupaban el lugar donde un humano común tendría los pies.

La criatura emplumada aterrizó frente al otro par, jadeante y sudoroso. Runa y Jullie se miraron, extrañados, para luego voltear a ver al recién llegado.

-Allen, ¿qué sucede?- le preguntó el dragón de escamas negras, acercándose al joven nuevo para ayudarlo a calmarse- ¿Qué haces aquí?

El chico pecoso levantó la mirada, y Cassiel pudo ver claramente el miedo asomando por sus ojos amarillos de águila.

-Y-Ya ha comenzado- murmuró, tosiendo por culpa de la carrera.

-¿Qué ha empezado?

-El ataque. Han comenzado el ataque al Calleum.

La sangre de Cassiel se convirtió en hielo. Pudo sentir cómo las criaturas continuaban hablando, pero solo escuchaba un eco sordo. Sentía el pulso palpitar contra sus orejas; le costaba respirar...

<<¿¡Ataque!? ¿¡De qué están hablando!? ¿¡QUIÉN ATACARÁ EL CALLEUM!? ¿¡DÓNDE!?>>

Apenas se hubo formulado estas preguntas, sintió como un estruendo terrible sacudía la cueva. Durante unos segundos, pensó que era la caverna la que estaba temblando. Pero, al ver como los tres chicos continuaban discutiendo, comprendió: el temblor venía de SU lado.

Gritó cuando repentinamente el sueño se hizo añicos como el cristal, arrastrándola bruscamente a la realidad.

(...)

-¡Cassiel! ¡CASSIEL, DESPIERTA!

Ésta abrió los ojos, alarmada, y se encontró con la cara rosada de Aziel, quien la zarandeaba de los brazos, con el rostro lleno de miedo.

-¿Qué sucede?- exclamó Cassiel, incorporándose rápidamente.

Casi al instante, el sonido de una explosión sacudió por completo el cuarto, seguido de otros más apagaos, como si se tratase de mortales fuegos artificiales. Ambas chicas se encogieron por intento, aterrorizadas, cuando cayeron algunos trozos del techo.

Al mirar hacia la puerta de la habitación (abierta de par en par), pudo divisar como los demás estudiantes corrían, presas del pánico, directo hacia las escaleras. Cassiel contuvo un grito cuando otra explosión hizo temblar el suelo.

-¿¡QUÉ ESTÁ PASANDO!?- chilló aterrada, mirando a Aziel con desesperación.

Esta le devolvió la mirada. Sus bellos ojos estaban empañados por el miedo.

-Están atacando el Instituto.

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