Cap 24: El dragón.
-¡NO TAN ALTO!, ¡POR FAVOR, NO TAN ALTO!- chilló una aterrada e histérica Lauren, aferrándose aún más al brazo de Cassiel.
Justo a su lado, Zachary hacía lo posible por acomodar su agarre en el brazo restante de la humana, con los mofletes inflados por el esfuerzo. Cassiel se sentía igual: sus alas estaban comenzando a doler, y definitivamente quedarían moretones allí donde la joven de la coleta le estaba clavando las uñas, desesperada por no caer.
Tan solo unos metros detrás de la pareja de ángeles y su inquieta carga, Cupido los seguía con dificultad, batiendo sus diminutas alas a tal velocidad que producía un zumbido constante, el cual recordaba a un gran abejorro. El rostro del pobre hombre estaba lleno de sudor, y su expresión dejaba bien en claro que estaba haciendo un esfuerzo sobre-angelical para evitar precipitarse hacia el suelo como una piedra. Si era completamente sincera, Cassy no tenía idea de cómo era que él había aguantado volar tanto tiempo, y más con esas alitas que casi ni plumas tenían.
La base de la montaña pasaba bajo sus pies, con la cumbre sobre sus cabezas. Zachary y Cassiel habían tenido que convencer a Lauren y Cupido de que esa era la forma más rápida para llegar al otro lado de la montaña; a la primera, porque le aterraba la posibilidad de caer, y al segundo, porque cada aleteo de ellos le costaba unos veinte a él. Pero finalmente se habían puesto en marcha, rodeando la parte más baja de la montaña y sobrevolando las piedras de la playa negra.
-¿¡Por qué esta cosa es tan grande!?- chilló Cupido entre bufidos, haciendo un violento ademán hacia la imponente montaña.
-¡Es una montaña! ¡Eso es lo que hacen!- le respondió Lauren, quien había renunciado a mantener los ojos abiertos, y se encontraba sujetándose con fuerza de los brazos de los otros dos ángeles a ciegas- ¡Son grandes y estúpidamente difíciles de cruzar!
Si Cassiel no hubiera estado desviando toda la fuerza restante en su sistema a sus alas y brazos para evitar que cayeran en picada, probablemente se habría reído.
Todavía les quedaban unos cuantos metros parea rodear completamente la gran elevación de piedra que era la montaña, cuando, de pronto, y con el brazo que le quedaba libre, Zachary señaló algo a la lejanía:
-¡MIREN!
Todos los ojos se enfocaron enseguida en lo que el joven apuntaba. Al principio, Cassiel solo pudo ver un montón de puntitos que se movían, casi imposible de distinguir entre la playa de arenas negras. Aunque pronto su sangre se congeló al distinguir a las figuras caídas de Uriel y Aziel, con una aterrada Tatia intentando ayudarlas a recuperarse de lo que fuera que hubiera pasado. A unos cuantos metros, las llamas cubrían el cuerpo de Astartea, mientras parecía estar protegiendo a un cuerpo inconsciente tirado en la arena. Un paso enfrente, una silueta saltarina que solo podía ser Faith observaba con cautela una sombra que Cassiel no pudo reconocer a simple vista.
Pero no pudo continuar con su misión de reconocimiento, ya que repentinamente Lauren se sacudió tan fuerte que su agarre en su brazo se soltó. Zachary largó un agudo chillido cuando él y la joven del flequillo se precipitaron hacia la arena, el ángel cayendo de cara y Lauren aterrizando con las rodillas flexionadas, cual gimnasta. Apenas ella se hubo enderezado, echó a correr, ignorando los gritos de Cassiel y Cupido.
La joven se dirigió sin vacilar directamente hacia las figuras más cercanas, que eran las gem y Tatia, y, antes de que cualquiera pudiera reaccionar, se lanzó en brazos de su amiga, tirándolas a ambas a la arena, con una risa que expresaba más alivio que cualquier otra cosa. Aún sin descender al suelo, Cassiel pudo ver como el rostro de Tatia pasaba de la confusión a la sorpresa y finalmente, a la completa felicidad, mientras le devolvía el abrazo con fuerza a su compañera.
-¿¡Dónde rayos estabas, tontita!?- preguntó con fingido enojo, separándose para sujetar el rostro de su amiga, como si estuviera buscando heridas- ¡Nos tenías muertas del susto, Lúlu!
La aludida solo pudo sonreír. Cassiel podía sentir como su aura completa se tranquilizó al encontrar a la otra joven. Entonces, la mirada del ángel se enfocó en las dos cabezas pelirrojas que la miraban con los ojos como platos desde la arena, y su corazón dio un salto de alegría.
-¡URIEL!, ¡AZIEL!- gritó con regocijo, para luego plegar las alas a su cuerpo, cayendo a gran velocidad sobre las mellizas, quienes apenas tuvieron tiempo de extender sus brazos hacia ella antes de que la bala de cañón emplumada se estrellara contra ambas.
-¡CASSY, ESTÁS BIEN!- exclamó Uriel, abrazándola con regocijo y hundiendo el rostro en su hombro.
-¡Nunca nos vuelvas a asustar así, señorita!- la regañó Aziel, para luego unirse al abrazo grupal.
La mencionada rió, envolviendo con los brazos a sus dos mejores amigas, como si nunca quisiera dejarlas ir...hasta que escuchó un quejido proveniente de detrás de ellas, y se giró para encontrarse con Zachy, quien había logrado ponerse de pie con esfuerzo. Una gran mancha roja le decoraba el rostro en el lugar que su mejilla había hecho contacto con el suelo al caer, y se sujetaba la cabeza, desorientado, pero, por lo demás, parecía ileso.
Una bola de maldiciones y brazos robustos cayó a su lado, levantando la arena. Cupido Eroshell apenas levantó la cabeza, panza abajo en la orilla de la playa.
-Por eso odio volar- gruñó, aceptando la ayuda de Lauren y Tatia para incorporarse.
Lamentablemente, el bello reencuentro fue interrumpido por un grito estremecedor, que le puso las plumas de punta a el ángel rubio. Y luego, de repente, recordó quiénes faltaban en esa reunión.
A unos cuantos metros, la nueva figura que Cassiel había visto previamente detenía a una desenfrenada chica de piel morena sosteniéndola de la cabeza. Faith, que era la emisora de aquel grito que los había sobresaltado a todos, agitaba los puños con fiereza, intentando atinarle a su oponente. Pero a juzgar por la mirada relajada e inclusive divertida de este, no estaba funcionando: él se limitaba a observar sus intentos, sin que su brazo temblara siquiera mientras la detenía, ella refunfuñando como un toro en plena corrida.
Y un poco detrás de ellos, Aster se mantenía firme, plantada protectoramente delante de una figura inconsciente, repleta de escamas verdes. Cassiel no pudo evitar el gritito de sorpresa que salió de su boca al percatarse de que esa figura era en realidad Ágramon.
El diablo verde tenía los ojos cerrados, y estaba tirado con el pecho al cielo entre la arena de carbón. Las mangas de su abrigo y pantalón estaban hechas jirones, mostrando la piel magullada y lastimada que se ocultaba debajo. Aún inconsciente, tenía el ceño fruncido en una mueca adolorida, como si estuviera teniendo una pesadilla. La alas de Aster lo cubrían como un escudo, mientras que la dueña de estas no apartaba los ojos de su supuesto atacante.
Con rapidez, Cassiel corrió hacia la demoniesa, seguida de cerca por las gem y los demás.
-¿¡PLUMERO!?- exclamó la elementarista apenas la vio acercarse. Sus ojos centellaron como la lava cuando el ángel finalmente llegó a su lado, y la apuntó con una garra repleta de fuego- ¿¡Qué, en el nombre de Demonio, te llevó tanto tiempo!?
Tratándose de Astartea, eso podía traducirse como un saludo amable y repleto de alegría. Cassiel sonrió tensamente, muy a su pesar.
-Yo también me alegro de verte, Estufa- le gruñó en respuesta, para luego fijar su vista en la figura inconsciente del diablo verde, con sincera preocupación- ¿Qué sucedió?
La expresión de Aster se tensó. Sin dejar de proteger al joven, se volteó lo suficiente para mirar al ángel a los ojos. Esta pudo notar, con sorpresa, que los ojos de la demoniesa estaban hinchados y enrojecidos, como si hubiera estado llorando a lágrima viva.
-Apenas llegamos a la playa, Ágramon comenzó a sujetarse la cabeza. Decía que le dolía mucho, y de pronto colapsó. D-Debió de haber perdido sus lentes en la caída, porque...- se interrumpió, con la voz temblorosa. Tomó una larga respiración, cerrando los ojos por un momento, antes de continuar- No podía controlar sus poderes. e transformó en- en un lobo gigante. Creo que estaba asustado, tal vez desorientado, porque cuando se lanzó a por nosotras-
-¡Espera, ¿las atacó?!- la interrumpió Cassiel, completamente incrédula.
-¡El no sabía qué estaba haciendo!- lo defendió Astartea, iracunda- ¡Sus poderes lo estaban alterando, y no podía pensar claramente! Nos acorraló contra las piedras, pero cuando estaba a punto de abalanzarse sobre nosotras...-
Pero su narración fue interrumpida de nuevo. El desconocido parecía haberse aburrido de mirar a Faith debatirse sin siquiera tocarlo, porque la había lanzado contra ellos con brusquedad. El cuerpo flacucho de la chica voló unos segundos por el aire, para ser atrapado justo a tiempo por Cupido.
Apenas los ojos de la humana se enfocaron en el rostro del ex-soldado, su expresión se iluminó en una brillante sonrisa:
-¡Ape, estás vivo!- chilló felizmente, abrazándose al cuello del sorprendido hombre.
Pero ninguno tuvo tiempo de comentar nada, porque el atacante no parecía haber terminado. Dando unos de pasos al frente, extendió el par de alas negras y escamosas que Cassiel no se había percatado que tenía, y les apuntó con una espada que tenía todo el aspecto de saber manejar a la perfección
Y, cuando habló, su voz sacudió a la chica desde el núcleo:
-De acuerdo, a pesar de que me entretuvieron bastante con sus juegos, me temo que es hora de ir directo al grano- les dijo. Sus ojos morados perforaron a los viajeros, mientras hacía girar su espada, sin dejar de apuntarles- ¿Quiénes son y qué hacen en el Énferton?
La lengua de Cassiel parecía haberse congelado, junto con el resto de su cuerpo. Ni siquiera necesitaba aventurarse en el aura de ese tipo para saber que estaba frente a alguien que no dudaría en destrozarlos a todos. Pero lo más extraño de todo era que creía reconocer esa voz...
Cupido gruñó, dejando a Faith en el suelo, e interponiéndose entre el dragón y los jóvenes.
-Mira, mocoso, no sé quién te crees que eres, pero no venimos aquí en busca de problemas- gruñó, fulminando con la mirada al ser de escamas negras, quien alzó una ceja con interés.
-¿En serio?- dijo, con lentitud.
Lo que sucedió a continuación fue tan confuso que Cassiel tuvo que preguntarse si lo había soñado: un segundo antes, el dragón había estado a unos metros del hombre de alas diminutas, sonriendo; pero ahora, la punta de la espada rozaba la garganta de Cupido, y los ojos morados del chico se clavaban como pronto lo haría esa espada en el ex-arcángel, dejando escapar un gruñido inhumano.
-No se ha qué has venido aquí, arcángel, pero mis compañeros y yo ya dejamos claro que no nos interesa unirnos a su famoso ejército- susurró, amenazante, y alzando la otra garra cubierta de fuego púrpura, a centímetros del rostro de Cupido- Así que te recomiendo, en el nombre de Chaos, que te largues.
"En el nombre de Chaos" Y eso fue todo lo que Cassiel necesitó para reconocer a su atacante.
-¡ESPERA!- exclamó, interponiéndose entre Cupido y el enemigo- ¡No somos tus enemigos!
El dragón pareció confundido por un segundo, para luego solo largar una carcajada que carejcía de humor. Al sentir esa mirada de navajas sobre ella, el ángel casi se acobardó de su decisión impulsiva.
-¿Y cómo puedes probar eso?
Cassiel tragó saliva, antes de responder, con la mayor cantidad de seguridad que pudo reunir:
-Porque te conozco- la mirada sorprendida en el rostro del dragón le dio el tiempo que precisaba para continuar- Te llamas Runa Alexander Gutiérrez Daku.
Apenas hubo pronunciado esas palabras, el rostro del dragón se transformó completamente: todo rasgo de agresión desapareció de su rostro, reemplazado por la conmoción y la pura sorpresa.
-¿Cómo sabes ese nombre?- le preguntó, apretando más el agarre en su espada.
Cassiel tomó una larga inspiración:
-Porque he soñado contigo y con tus amigos. Y sé que odias a los Arcángeles tanto como nosotros. Así que, por favor, te suplico que nos ayudes.
Durante un minuto competo, nadie habló. Hasta que, finalmente, el dragón (Runa, se recordó Cassiel) bajó la espada, pero sin dejar de clavar con la mirada al ángel en el lugar.
Y, cuando habló, lo hizo en un casi susurro:
-Síganme- murmuró, para luego darse la vuelta y echar a caminar a paso apresurado hacia la montaña.
Cassiel, luego de compartir una leve mirada con sus compañeros (los cuales, dicho sea de paso, negaban aterradamente con la cabeza), lo siguió, apretando el paso para evitar quedarse atrás. Y, a juzgar por los resoplidos molestos, y el sonido de los pasos descoordinados, sus amigos y el resto de los viajeros la siguieron también.
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