Capítulo 2: lucha.
La pelirroja esbozó una sonrisa burlona y el joven la estudiaba con la mirada, intentando buscar una solución a su pregunta del por qué la muchacha sabía la existencia de seres sobrenaturales. Que aquella joven muchacha dijese ser una «caza demonios» no era lo que le sorprendía. Lo más misterioso era qué motivo tendría una simple humana para etiquetarse de esa forma.
La conversación que mantuvo con su madre por teléfono minutos atrás fue de los más intrigante. Tenía curiosidad por averiguar qué sabía ella y qué era lo que estaba buscando con tanto desespero.
La pelirroja se sentía extraña al mirar al joven con profundidad a los ojos. La sensación era peculiar y le hacía sentir incómoda, sobre todo por la forma de estudiar con aquella determinación. Scarlett con un acto de rapidez, volvió agarrar su arma que él le había quitado. Por la forma de moverse, supo que la joven sabía defenderse y no sólo por tener un arma.
Ello le apuntó haciendo que él soltase una risa simpática. La chica no comprendió la razón de su regocijo, pero sintió recelo y desconfianza. incluso aunque ella lo estaba amenazando con vaciar el cargador sobre su cabeza, había algo desgarrador en el muchacho: la observaba sin miedo ni armadura.
—¿Qué estás mirando que te mantiene tan callado? —rompió el silencio la joven con el ceño fruncido. Ella pensó que aquella expresión facial y el tono de voz intimidaría al muchacho, pero no fue así.
—Tu alma —respondió él. Aquella respuesta hizo que ella sintiese escalofríos—. ¿Por qué guardas tanto odio, tristeza y rencor?
—¿Cómo...? —masculló. Trató de no parecer nerviosa y volvió a hacer la pregunta—. ¿Cómo lo sabes?
—¿Tienes curiosidad? —cuestionó él con gracia.
—¿Qué te hace pensar que tengo curiosidad de un monstruo como tú?
—No me has volado los sesos. Conociendo a una caza demonios, ya lo hubiese hecho.
—No puedo matarte —comentó con la voz temblorosa—. No puedo hacerlo si no sé lo que eres.
La joven tuvo que esconder el arma tras su cintura cuando se percató de la presencia de varias personas curioseando el acontecimiento. No podía permitirse que llamasen a la policía ni especulasen cualquier disparate.
—Dame motivos para no tener que dispararte ahora mismo —murmuró enojada.
—No tengo malas intenciones. Ni siquiera sé quién eres ni cuál es tu historia, chica.
—Si no eres un demonio, ¿qué diablos eres?
El sonrió con seguridad.
—Soy un Nephilim.
La joven soltó una floja carcajada haciendo que este frunciese el ceño. Al ver la expresión del muchacho, ella apagó su risa con cierto rubor.
—¿No es una broma?
—Te aseguro que no. ¿Tengo pinta de estar de broma?
—¿Cómo es posible? —cuestionó la joven con fascinación.
—Mis padres copularon. ¿Sorprendida? —informó haciendo que la joven frunciese el entrecejo—. Digamos que a mis padres no les importaron desobedecer reglas estúpidas.
La chica pudo notar que usó el termino pasado. Dedujo que ya sus padres no yacían con vida.
—Lo siento, por la muerte de tus padres...
—¿Ahora te compadeces de un monstruo como yo? Me confundes, pelirroja. Te recuerdo que hace menos de cinco minutos pensabas volarme la cabeza.
—También perdí alguien. De algún modo sé lo que es sentir una perdida—desvió la mirada de él por unos segundos y se mantuvo cabizbaja. Nathan pudo notar aquel gesto, pero no le dio importancia.
—No pasa nada, hace mucho tiempo de eso.
—Entonces... — hizo una pausa—. Si hay demonios, ¿qué hay de los ángeles? ¿También están aquí?
—Eso creo.
—Al menos ellos no darán problemas.—sonrió con alivio.
Al oír la frase de la muchacha no pudo controlar soltar una risa sarcástica. Resultó enternecedor e inocente que creyese que ellos no darían problemas.
—¿Eso crees? —cuestionó con gracia—. Darán más problemas de lo que tú te piensas. Tienes un concepto muy erróneo.
—¿Pero...? —murmuró confusa sin comprender muy bien el contexto de su frase. No sabía qué podía tener él que ellos quisieran—. ¿Qué tan grave son?
Kyle salió del club y vio a su amigo unos metros más adelante hablando con una chica de cabellos cobrizos. Lo llamó alzando la voz haciendo que el cuervo se ahuyentase por su presencia. El joven se volteó para atender a su grito y rodeó los ojos al ver la forma de andar que llevaba su compañero. Estaba borracho.
—¡Nathan, colega! ¡Me has abandonado! —habló con una risa incorporada. Por el tono de voz se podía deducir que había tomado unas copas de más. Cuando ya estaba cerca de ambos, posó su brazo por los hombros de Nathan, luego miró a la pelirroja con una sonrisa picarona.
—¿Y esta monada quién es? ¡Ah! ¡La chica misteriosa de antes! —Nathan puso los ojos en blanco y suspiró. No soportaba tener que aguantar a su amigo cuando se ponía ebrio.
—Kyle, deberías controlarte más a la hora de beber —Rodeó su brazo por la cintura de éste ya que se estaba cayendo hacia los lados y casi no se podía mantener en pie. La pelirroja miraba al nephilim, aún intrigada por saber el por qué tenía odio a los ángeles. Él sacó un pequeño papel de su bolsillo derecho de la chaqueta. Ese papel contenía su dirección en la cual vivía. Se lo tendió para que lo agarrase y con recelo la chica lo aceptó.
—Llámame. Avísame si ves a los angelitos. Seguro se alegraran mucho de saber de mí —comentó con sorna.
Se giró para marcharse agarrando a su amigo y ambos pusieron rumbo a sus direcciones. Scarlett abrió el papel, lo miró y se lo guardó en un pequeño bolsillo de su pantalón.
*
Ambos caminaban por la acera tratando de que el muy ebrio de Kyle no tratase de estrellarse contra el suelo. El chico no paraba de maldecirlo ya que tenía que soportar su peso y sus tonterías de querer volver a irse otra vez de cervezas.
—¡Deja de hacer el idiota o te abandonaré aquí mismo! Dormirás en la calle.
—Eres malo conmigo. Debería darte vergüenza —reprochó él.
Cuando llegaron, cogió las llaves de los bolsillos del apartamento del chico y entró en el. Lo llevó hasta su habitación y lo tumbó en la cama. Resopló por la nariz y justo antes de darse la vuelta y marcharse Kyle lo paró con su mano agarrándolo del brazo.
—Nathan, ¿Por qué nunca me cuentas nada sobre qué te pasó en tu pasado? Sé que parezco un pesado, pero me gustaría que confiaras en mi y...
—No es el mejor momento para hablar —Interrumpió—. Acuéstate de lado, no vaya a ser que te ahoges con tu propio vómito, ¿vale?
—Está bien, lo entiendo —Kyle cerró los ojos tratando de dormirse.
—Descansa. Ya hablaremos de esto.
Salió del apartamento de Kyle y se adentró en el suyo. Se quitó la chaqueta y la posó en la silla de su escritorio. Con fatiga se tiró a la cama colocando sus manos detrás de la nuca contemplando el techo.
Justo cuando Nathan comenzaba a vivir como un humano normal, lo peor estaba por llegar. Aún no había descubierto todas las habilidades que el muchacho poseía. Ni siquiera podía mostrar nada si no quería que su apartamento fuese destruido por culpa de no controlarse. Sabía que sus palmas podían arder en llamas azules y que ese fuego era muy poderoso. En más de una ocasión intentó encender las llamas de las palmas de sus manos, pero la alarma anti-incendio del apartamento saltaba y alarmaba a sus vecinos.
Recordar el tipo de ser que era le hacía sentir la impotencia de no haber podido salvar a sus padres cuando tuvo la ocasión. Si hubiera sido un poco más astuto, si no le hubieran retenido mientras los mataban, quizás podría haberlo evitado. Pero de nada servía lamentarse.
Aquel dios de los ángeles que había ordenado matar a sus padres, deseaba verlo agonizar como ellos lo hicieron. No temía por enfrentarse a todos aquellos que pretendían buscarlo y acabar con él. Si algo tenía Nathan, era coraje y voluntad. El odio le impulsaba a ello.
*
A la mañana siguiente Scarlett se dirigía temprano al apartamento donde Nathan se encontraba. Miraba el papel tratando de buscar la calle y el edificio en donde se alojaba el joven. Cuando lo encontró, trató de llamar al portero telefónico, pero éste no contestó. Presionó con delicadeza la enorme puerta tratando de que se encontrase abierta y con fortuna así fue. Alguien no debió cerrarla bien la noche anterior.
Subió por el ascensor y se dirigió a la tercera planta, dónde estaba el apartamento de ambos jóvenes.
Golpeó la puerta del chico tres veces esperando a que contestase.
—¡Nathan, soy Scarlett! —informó tratando de oír una respuesta.
Pero seguía sin contestar. Ella insistió golpeando varias veces por si estaba dormido, pero como no contestaba, no quiso permanecer allí por más tiempo.
Justo en el momento en que la muchacha iba decidida a marcharse del edificio, Kyle salió de su apartamento. Escuchó la voz de la chica y la recordó por la noche anterior. La miró y dibujó una amigable sonrisa en su rostro. Scarlett era un tanto seria, y en aquellas circunstancias no se fiaba ni de lo más mínimo de nadie. El chico cerró la puerta de su apartamento y se acercó a hablar con ella.
—¿No contesta? Estará durmiendo, es un dormilón —rió con simpatía—. Lo siento por lo de anoche. Iba un tanto bebido y, si te dije algo fuera de lugar, de verdad que lo siento.
—No pasa nada. Será mejor que vuelva en otro momento —dijo.
—No, espera. Nathan guarda una llave de repuesto en este largo pasillo.—comentó—. ¿Ves esa planta de decoración que hay en esa esquina?—la señaló con su dedo indice—. Debajo de ella hay una llave de repuesto. Puedes cogerla y entrar.
—¿Entrar en su apartamento? —enfatizó—. ¿No crees que es un tanto maleducado? Prefiero venir en otro momento. No creo que le haga mucha gracia verme sin avisar.
—No te preocupes. Seguro que le gustará verte —Kyle se dirigió a la planta decorativa, la levantó, cogió la llave y se la tendió a Scarlett—. Despiértalo, ya es hora de que se levante. Nathan no se molestará por verte allí. Ni siquiera se molesta conmigo, con una chica como tú no creo que lo haga. Por cierto: no intentes asustarle, tiene un mal... genio.
—Pero, yo no...
—Entra y no seas vergonzosa —interrumpió con una amigable risa.—Tengo que irme, ya hablaremos en otro momento. ¡Hasta luego!
Kyle se metió en el ascensor y se marchó del edificio. Scarlett se quedó con la llave en la mano, mirándola. No sabía si entrar o devolver la llave a su respectivo lugar. Le seguía pareciendo descabellado entrar sin permiso.
Finalmente insertó con lentitud la llave en su cerradura.
«Me voy a arrepentir de esto», pensó.
Cuando ya estaba dentro, quitó la llave de la cerradura y cerró la puerta con cuidado. Se quedó eclipsada al observar el cuadro que había pintado el joven de sus padres. Las dos personas que salían en este eran hermosas. Por alguna extraña razón, la pelirroja sintió pesadumbre al mirar sus rostros sonrientes. El joven la distrajo de su ensimismamiento cuando apareció tras ella.
—¡Booh!— Le asustó haciendo que la joven se girase y sacase con rapidez el arma detrás de su pantalón. No soportaba cuando alguien trataba de asustarla—.¿Allanamiento de morada? ¿Acaso también persigues a tus enemigos a casa? Veo que le has agarrado el gusto a apuntarme a la cabeza. Puedes dispararme, no moriré de todas maneras.
—No quería entrar. Tu amigo me ofreció la llave —farfulló.
—Si no quisieras entrar aquí, no hubieses aceptado la llave que se te ha dado.
—Tenía algo importante que decirte—se justificó.
—Habla, entonces.
—Podría dejarte ahora mismo con la duda si me da la gana. Tu actitud no me gusta.
—Habla —ordenó—. Dispongo de poderes que pueden ser más fuertes que una simple pistola.
Ella soltó una risa sarcástica. Al final terminó accediendo en hablar.
—Anoche, después de que os marcharais —comenzó a decir—, entré en el club y, después que yo, llegó un chico vestido formal, de cabello corto y ojos verdes. Estaba en la barra cuando él se acercó y preguntó al dueño del local si conocía a un tal Nathan Growney y que dónde podría encontrarte. El dueño del local informó que sí te conocía, pero que no sabía dónde vivías. Ese chico te está buscando. Deduzco que ya sabes quién puede ser.
Nathan sonrió maliciosamente. Le resultaba excitante poder encontrarse cara a cara con uno de esos desgraciado a los que solían llamarse «ángeles».
—Buen trabajo, Scarlett —acarició su cabeza.
—¿Me vas a dar una galleta de compensación o qué? No soy un perro. Tan sólo me dijiste que te avisara si veía algo sospechoso. Ahí tienes tu información.
—Gracias de todas formas. Me has resultado muy útil.
—¿Por qué tienes ese odio hacia los ángeles? —cuestionó la chica intrigada. El joven agarró su chaqueta colgada en el perchero y la miró para responderle.
—Por matar a lo único que tenía.—respondió agarrándola de la muñeca, saliendo del apartamento.
Nathan se detuvo en un puesto de cafés para llevar. Pidió dos, los pagó y ambos se sentaron en un banco de un parque. Ella ni siquiera llevaba dinero encima, tampoco quería que le invitase a un café ya que nunca le había gustado sentirse que debía dinero a alguien.
—No tenías porqué pagarme el café.
—No te preocupes, quería hacerlo.
La joven sonrió agradeciéndole el buen detalle que tuvo el muchacho.
—¡Vaya! ¡Pero si sabes sonreír!—bromeó el chico con un falso asombro al apreciar la sonrisa de la pelirroja
—Muy gracioso —comentó burlona.
—Será muy interesante conocer qué quiere hacerme ese angelito. Me muero por tenerlo delante.
—Creo que volverá al club. El sabe que vas con frecuencia por allí, así que estará esperándote.
—Tiene lógica.
El muchacho miró el cuello de ella de reojo. Apreció un colgante de plata con un pequeño cuadrado que contenía una frase. Las letras eran pequeñas y desde ese punto de vista no se podían apreciar bien. Sintió algo de curiosidad por saber que ponía en su colgante. No tuvo pudor de preguntarle. Sin embargo, la sonrisa de la chica se desvaneció a su estado habitual de seriedad. Al ver el rostro de ella, Nathan se sintió confuso. Supo que había metido las narices dónde no le incumbían.
—¿He dicho algo malo?—preguntó mirando su rostro que yacía cabizbajo y agarrando su colgante como si fuesen a robárselo.
—No me apetece hablar de ello.
—Tranquila, no es necesario que me respondas. Me disculpo si te has sentido incómoda con mi pregunta.
Ella agachó su mirada.
*
Cuando se aproximaron al club, observó a su amigo Kyle hablando con el susodicho que había descrito la joven. Agarró a Scarlett con rapidez y la forzó a ocultarse en un callejón. El varón asomó su cabeza por el bordillo de la pared de piedra para observar la situación. Si aquel muchacho era el ángel que lo buscaba, ¿por qué Kyle estaba hablando con él como si se conociesen?
En la mirada de Kyle se podía apreciar frialdad. No se podía escuchar muy bien la conversación entre ambos. Tampoco quería imaginarse lo que no era, pues le resultó muy extraño que su amigo mantuviese contacto con uno de ellos.
«¿Qué diablos estás haciendo ahí, Kyle?», se preguntó por lo bajo.
Cuando el ángel se volvió a meter en el establecimiento, Kyle se marchó del lugar. No quiso detenerle el paso ya que prefirió hablar con él en un momento menos violento.
Salió del callejón y caminó hacia el club, Scarlett lo siguió también.
Entró observando dónde se había sentado el individuo. Aquel ángel estaba en la barra tomándose una copa. Scarlett se quedó más atrás observando al joven como entablaba conversación con el chico.
Nathan se sentó a su lado y con una sonrisa sarcástica, lo miró desafiante.
—¿Me buscabas?
El ángel le miró con asombro. Estudió su figura de arriba abajo para luego dibujar una sonrisa maliciosa en sus labios.
—Vaya, vaya... — habló—. Qué fácil ha sido encontrarte, y eso que llevo solo un día en el mundo humano. ¡Mírate! ¡El famoso Nephilim!
—Sí, bueno. No me hagas firmarte un autógrafo con tu propia sangre. ¿Cuántos como tú me buscan? —cuestionó con incordio.
—Son ordenes que debemos cumplir del supremo —comentó—. Debemos destruirte aunque nos cueste la vida. Eres peligroso para nuestra raza.
—Tengo un mensaje para vuestro supremo—Nathan se acercó al ángel y le susurró:—Dile a tu lider que estará muy guapo manchado de sangre cuando lo visite.
—¡Qué maleducado! —exclamó indignado—. No creo que le agrade ese mensaje.
—Espero que alguno de vosotros se llegue a enamorar algún día de lo que consideráis prohibido. Veréis como ahí os importa una mierda las reglas de vuestro «superior»— lo miró desafiante.
El ángel se levantó de su asiento y agarró al joven del cuello bruscamente. La gente del club se alarmaron al presenciar una pelea. Incluso Scarlett notó como su cuerpo se ponía tenso.
—No te las des de listo conmigo, Nathan Growney. A mi sí que me importa una mierda destruirte ahora mismo. Fíjate que hasta me empezabas a dar pena, pero alguien como tú, tan arrogante y sucio no se merece tal sentimiento de mi parte.
—¿Arrogante y sucio?— repitió—¿Estás describiendo el excremento que sois todos vosotros?
El dueño del local apartó a ambos de un empujón y les gritó enfurecido:
—¡Si quieren pelear, háganlo fuera!
Ambos salieron fuera del local. Se miraban desafiante como si sus miradas estuviesen a punto de arder. Nathan apretó su puño con fuerza y se crujió los dedos. El ángel lo miró sonriente y acto seguido desplegó sus grandes alas blancas como la nieve.
—¿Corres el riesgo de que un humano te vea?— cuestionó observándolo.
—¿Quieres luchar contra mi? Pues sígueme.
Se elevó de un saltó y comenzó a volar. Dudaba de seguirlo, pero deseaba tanto su muerte que ya nada le importaba. Así que él hizo lo mismo; desplegó sus alas, las suyas negras como el carbón y voló por el oscuro cielo tras él. Ese mismo instante Scarlett salió del local y gritó el nombre de Nathan al verle volar en el cielo. Éste no se percató ya que no pudo escucharle y siguió hacia delante. Scarlett corrió por las calles de Tokio para buscarle, miraba al cielo situando en donde se detendrían.
El ángel se paró en una terraza bastante grande de un edificio alto. Con una altura que daría bastante vértigo a cualquiera. Se paró justo en frente de él y su mirada cada vez ardía más. El ángel levantó sus dos dedos de su mano derecha e hizo provocar al joven levitar por los aires. Con rapidez lo dejó caer con un buen golpe en la cabeza. El muchacho se incorporó del suelo un poco aturdido por el impacto. No pudo percibir su ataque.
—¿Por qué no me muestras los poderes que tienes, idiota?—cuestionó al ver que el chico no lo atacaba.
Nathan no contestó y se limitó a levantarse del suelo aún quejándose por el golpe. Escupió un poco de sangre y lo miró fulminándolo.
—Espera un momento...—añadió el ángel estando a punto de estallar en carcajadas—. ¿No sabes usarlos? ¡No sabes usarlos! —se mofó estallando a carcajadas—. Qué patético.
El joven apretó su mandíbula, enfadado.
«He estado viviendo como un puto humano. Normal que no sepa usarlos».
Sus ojos comenzaron a ponerse totalmente blancos, cada vez se iba transformando poco a poco. Eso era buena señal para sus poderes.
Scarlett vio en el edificio que estaban tras correr medio Tokio, abrió la puerta de entrada y sin querer se chocó con una anciana
Se disculpó en japonés e hizo una reverencia. Corrió de nuevo y subió por esas interminables escaleras ya que el ascensor estaba ocupado por varias personas. Subía y subía casi sin aliento.
El ángel se acercó a paso lento hacia el chico. Nathan se apresuró en atacarlo alzando su puño, pero éste fue más rápido y se lo esquivo. Con rapidez le dio una patada en su estómago tan fuerte que hizo hacerlo alejar varios metros hacia atrás. Comenzó a jadear conforme recobraba la compostura.
—Qué patético —comentó el ángel.—Me esperaba algo mejor de ti y no parecer que estoy luchando con un simple y corriente mortal.
El joven se concentró en las palmas de sus manos. No iba a permitir que una bazofia como él se mofase en su cara. Encendió el fuego de sus manos haciendo que el ángel entreabriese su boca con asombro.
—Eso no es nada para mí —añadió apreciando el fuego.
Nathan alzó su mano con fuerza y con un leve movimiento dirigió el fuego hacia la manga del traje del ángel. Le provocó quemaduras al la vez que su manga se consumía.
—¡Voy a matarte, raza inmunda!—vociferó hacia el joven al observar como la manga de su traje se había consumido.
En ese momento en que el ángel iba a correr tras Nathan, Scarlett entró por la puerta de la terraza, casi sin aliento y gritó su nombre. El chicose volteó al oír su voz. La pelirroja le lanzó su pistola para que la cogiese.
El joven con rapidez lo disparó en el hombro sin previo aviso. El ángel comenzó a gruñir conforme se agarraba la zona malherida con su mano.
—Creo que ya le voy pillando el truco a esto.
El enemigo apareció delante de la pelirroja agarrándola por el cuello con fuerza. La sostuvo por los aires amenazándola con tirarla al vacío. La joven notó como le faltaba la respiración e intentaba salvarse a sí misma de las fuertes manos que la sostenían.
—¡Suéltala! ¡Ella no tiene nada que ver en esto!—vociferó el joven en cólera.
—¿Qué es más importante para ti? ¿Salvar a la chica, o tener la oportunidad de destruir a un ángel?
—¿Tú te consideras un ángel?—respondió con otra pregunta—. ¡La guerra es conmigo, no con ella! Si dañas a un humano, habrá repercusiones con tu supremo. No puedes ir contra las reglas y lo sabes muy bien.
El ángel se lo pensó dos veces si debía de matar a aquella humana. Sin embargo, soltó los dedos sobre su cuello y la dejó caer.
—¡No! ¡Nathan! —bramó Scarlett a todo pulmón mientras descendía del edificio.
El joven corrió tras ella, se lanzó al vació y desplegó las alas de su espalda. La muchacha estaba a punto de estrellarse contra el suelo y ser un cadáver. Ella agarró el colgante que llevaba en su cuello con fuerza y cerró los ojos esperando lo que se temía.
El muchacho la alcanzó y la abrazó antes de que llegase al suelo. Se deslizó con sus alas hacia el suelo abrazando a la chica que no dejaba de temblar. El corazón le palpitaba con tanta rapidez que creía que colapsaría en cualquier segundo. No podía creer que no estaba muerta. No dejaba de llorar y agarrarse el colgante de su cuello.
—Tranquila, estás a salvo —intentó calmarla.
Aunque sollozase y temblase como pura gelatina, agradecía no ser un puré en las aceras de las calles.
—Se ha escapado... —musitó el muchacho observando como el ángel se marchaba por el oscuro cielo.
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