Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14: Iguales.

Blake abrió los ojos en mitad de un lugar que desconocía. A su alrededor había nada más que escombros y graffitis de algún vándalo. Parecía un edificio en ruinas y deshabitado. Se notaba cansado y la penumbra no le ayudaba a que sus ojos se acostumbrase a lo que observaba.

—¿Qué...? —murmuró, desconcertado.

Buscó a alguien conocido con la mirada en aquel extraño lugar y visualizó a Nathan a unos metros más adelante. Estaba adormecido. Él llamó su atención agarrando una pequeña piedra para tirarla a su brazo.

—Hey, despierta.

El varón gruñó, atontado. Lo habían drogado más que a Blake, pero eso no resultó ningún impedimento para que el nephilim se despertarse y lograra incorporarse.

—¿Dónde coño estamos? —preguntó el joven.

—¡Y yo qué sé! Tenemos que largarnos de inmediato.

—Espera, ¿sientes eso?

Nathan podía intuir las presencias de varios ángeles, custodiando a los jóvenes secuestrados. Sus habilidades le advertían de los enemigos que había cerca. Y no eran pocos.

Blake asintió.

—¿Por qué nos han drogado y para qué? —inquirió Blake.

—Probablemente para llevarnos a Serenor y encerrarnos allí: a ti por traición y a mí por ser una aberración.

—Pues no lo vamos a permitir. Si tenemos que defendernos, se hará. No voy a dejar que nadie me ponga la mano encima.

—Utiliza todo lo que sepas contra ellos. No pienses en nada más que en tu supervivencia —le aconsejó él.

Blake y Nathan se agacharon. Blake abrió con mucho cuidado la puerta sin hacer ningún tipo de ruido. Cuando la dejó entre abierta y sujetando el pomo, observó cuántos habían en el pasillo y de qué posturas. Dos de ellos estaban de espaldas mientras el otro estaba abriendo puertas de habitaciones y registrando en ellas.

Cada ángel tenía una posición diferente y eso era una oportunidad para atacarlos de manera silenciosa por la espalda. Portaban en sus manos flechas con fuego.

Nathan le hizo un ademán a Blake con la mano para que se quedara tras él y así deshacerse del que estaba más cerca de ambos.

De cuclillas se aproximó con mucha discreción por detrás y, una vez que lo tuvo en la posición perfecta para atacar, se levantó y rompió su cuello haciendo que sonara un fuerte «crack». Acto seguido calló desplomado al piso.

Ante el ruido provocado por el desplome, el otro ángel sintió intriga por saber qué ocurría.

—¿Qué está pasando? —interrogó desde el fondo.

Antes de que los pasos se aproximaran más y diese la voz de alarma, Blake agarró el arma que anteriormente sostuvo el otro para proceder a lanzar una flecha en llamas directa al corazón del oponente.

—Bien hecho —le dijo Nathan.

—¿Crees que es agradable matar a los míos? ¡Fueron mi gente!

—Bueno, tú eliges: matarlos o déjate matar.

Blake guardó silencio y Nathan siguió hablando.

—Separémonos. Busca la salida y espera a que los demás lleguen.

—¿Piensas luchar tú solo?

—Es mi guerra, ¿no? Solo vete.

El rubio accedió, aunque no del todo convencido.

*

Nathan bajó las escaleras de escombros con cuidado. Oía voces provenientes de algún lugar logrando que colocara una expresión adusta. Si algo tenía claro, es que iba a salir de allí derramando sangre. Le traía sin cuidado la misericordia que emplearan, pues él no podía sentir ni un ápice de compasión por aquellos que pretendían exterminarlo cual insecto peligroso.

Los ángeles se percataron de la presencia del nephilim y no dudaron en acudir a su posición para tenerlo rodeado con sus armas amenazantes. Él alzó sus manos al aire, imitando los gestos de un criminal descubierto por la policía.

—¡Se ha despertado! —dijo uno de ellos, dando la alarma.

—Tenemos que decírselo al supremo —añadió otro.

—¿No se supone que me queréis muerto, o cómo va el asunto? Porque ya me estáis confundiendo —comentó el varón.

—Resérvate la sátira para ti mismo. Te crees muy valiente, pero en el fondo solo eres un renacuajo malhecho.

—Tiene gracia, porque este ranacuajo malhecho es la envidia de todos los presentes que me rodean. Y me atrevería a añadir también que soy la envidia de vuestro supremo.

—¡Cállate! No eres digno de hablar de nuestro supremo.

—¿Quieren hablar de dignidad? Bien. Empecemos primero por el por qué no se atreve vuestro supremo en venir a por mí, en vez de mandar a sus malhechores.

Los ángeles se miraron cómplices los unos a los otros, insinuando algo que él no pudo entender.

El nephilim, cansado de tanta cháchara, decidió transformar su aspecto endemoniado para prepararse en defenderse: todas las pequeñas venas de su cara se pronunciaban de manera espeluznante. Sus ojos vacíos y sus dientes horripilantes obligaban a que los presentes tragaran saliva con dureza.

—¿Cómo es posible que con todo lo que le hemos inyectado aún se mantenga en pie?

—Es... un monstruo —murmuró uno.

Los ángeles pretendieron clavar sus flechas de fuego, pero las alas del nephilim evitó que eso sucediera, haciendo de escudo sobre su persona. Era asombroso como ni siquiera gruñó cuando agarró las flechas sobre sus alas y las quitó, arrojandolas al suelo.

El sudor frío caía sobre las frentes de los muchachos, atónitos ante la rapidez y agilidad del contrincante.

Cuando quisieron defenderse, Nathan los desarmó con mucha destreza y viveza. Recibió algunos golpes, pero supo devolverlos sin dificultad. No podían creer lo rápido que se movía y sin estar decaído por tanta sustancia suministrada.

Pronto comenzó a correr sangre: el chico no tuvo piedad alguna en arrebatar la vida de sus enemigos. Con sus propias manos arrancó de cuajó los corazones de alguno de ellos, quitándole la vida al instante con una fuerza inmensa.

—No vamos a poder defendernos con esa velocidad —susurró uno de los ángeles hacia su compañero—. Tenemos que irnos y reunir más de nosotros.

Como el techo del edificio no estaba en su estado, Nathan comenzó a apreciar que se estaba rajando y haciendo varias grietas. De hecho, se escuchaban ruidos provenientes de arriba y chillidos de mujer. Los demás vieron el rostro del nephilim, imitando su misma expresión.

Segundos después, el techó vino abajo. Entre tanto polvo y escombro, apareció la figura de Akane y Scarlett, fundidas en una trifulca. Llevaba una pistola, junto una daga guardada en una especie de ligero negro enroscado en su muslo.

La pelirroja ya mencionó anteriormente que iba a matarla, costara lo que costara. Y ahí estaba, defendiendo su palabra.

—¡Apartate de mí! ¡Bruja malparida! —maldijo Akane.

Scarlett no necesitó ayuda, ya que en poco tiempo se deshizo de la joven clavando su daga en el corazón. Akane expulsó fluidos por su boca para luego desistegrarse y convertirse en polvo y cenizas.

La pelirroja tenía varias heridas en su cara y piernas, dando a entender que ya llevaba tiempo luchando contra ella.

Un silbido en la distancia distrajo a los presentes, mirando a sus alrededores. Bajo el polvo apareció la figura de Kaiser, que portaba en sus manos todo tipo de armas.

—Vengo en son de paz —dijo el hombre.

—¿Y las armas? —preguntó uno de los ángeles.

—Por si os ponéis tontos.

Los ángeles sabían que habían perdido, así que decidieron huir al ver que la mitad de su gente se encontraban sin vida. Aunque no fue una decisión acertada, ya que a su supremo no le gustaban las retiradas ni las huidas.

—Vaya. Yo quería ponerme a jugar con ellos —dijo Kaiser—. ¡He traído mis juguetes para nada!

Kyle se presentó allí y dijo:

—No queda ninguno —les informó—. He inspeccionado el edificio y los demás han huido.

—Volverán en cualquier momento, así que permaneced alerta. Vámonos de aquí.

Scarlett se levantó del piso con un poco de dificultad. Luego sonrió a Nathan y el varón le devolvió la sonrisa. Aunque tuviera magulladuras, él la seguía viendo hermosa.

*

Blake esperaba afuera del abandono, custodiando el exterior por si alguno de ellos merodeaba cerca.

La presencia de Natsuki lo distrajo, aunque prefirió no dignarse en mirarla. Aún recordaba y tenía muy presente lo que sucedió hacia apenas unas horas con ella.

—¿Estás herido? —preguntó ella, examinando su cuerpo con la mirada.

—No —espetó.

—¿Estás molesto conmigo? No parecías así hace unas horas.

—Podrás burlarte todo lo que quieras, pero sabes muy bien que me prometí a mí mismo no probarte nunca más. ¿Sabes lo difícil que resulta tenerte cerca y recordar ciertas cosas que duelen, Natsuki? Ah, no, espera: tú no tienes empatía.

—Blake...

—No quiero hacer contacto con tu saliva nunca más —interrumpió—. Es veneno para mi.

Ella agachó la mirada y eso logró que él la observara de soslayo. Parecía arrepentida, pero la chica no solía manifestar el perdón.

*

Una vez llegaron sanos y salvos al centro de la ciudad de Tokio, los jóvenes caminaban por las calles hasta llegar a sus respectivos apartamentos. Nathan observó de reojo a Scarlett con algunas magulladuras sobre su rostro, brazos y piernas. Se arrepintió en cierta forma de haberla juzgado por ser una simple humana y que por ello no podría defenderse ante seres sobrenaturales, pero la chica le había demostrado que sí y que su fuerza era tan poderosa como la de cualquier otro.

—Siento juzgarte cuando te dije que eras solo una humana y que no podrías luchar. Me equivoqué —confesó.

—Una mujer puede ser tan poderosa como un soldado —dijo ella—. La fuerza no tiene género.

—Te doy la razón.

Kaiser notó la mirada ausente de Blake conforme caminaba. El rubio parecía entristecido y malhumorado por algo que no llegó a entender. Así que, sin apuro, le preguntó.

—¿Mal de amores, amigo?

No soy tu amigo. Déjame en paz.

—Estas hablando con el supremo de Ingelen. Deberías tenerme respeto. Encima que te pregunto y me intereso por ti.

—No lo necesito.

Blake tenía un cúmulo de sentimientos que no era capaz de deshacerse de ellos. Primero estaba la relación tan caótica que tenía con Natsuki, y después estaba el hecho de que Nathan no le agradeció nada por lo que hizo esa noche. Le salvó el pellejo e incluso asesinó a los que consideró «los suyos» por protegerlo a él. No se sentía apoyado, pero sabía que eso debía ganárselo.

Cuando quiso dispersarse del grupo para irse en soledad, Nathan lo interrumpió haciendo que el varón lo mirase a la cara.

—Gracias por lo de hoy —manifestó.

—De todas maneras es mi obligación, ¿no? Siempre a tu disposición —comentó con burla.

Y sin decir nada más, Blake comenzó a caminar en dirección al apartamento. Scarlett y Natsuki se despidieron y siguieron a Blake detrás.

Los tres varones restantes observaron como los demás se marchaban.

—Empiezo a sentir un poco de pena por él —confesó Kyle—. Es un desgraciado.

—Tampoco empezamos a olvidar todos los problemas que ha causado —comentó Kaiser—. Debe cambiar su actitud y mostrar arrepentimiento por todo lo que ha hecho.

*

Mientras Scarlett, Natsuki y Blake estaban llegando al apartamento, cuando iban a entrar al edificio, Scarlett abrió sus ojos con sorpresa tras fijarse en un hombre al otro lado de la acera. El corazón le dio un vuelco y comenzó a sentir escalofríos. Natsuki la observó. Conocía esa cara.

—¿Papá? ¡Papá! ¡Papá! —bramó, histérica.

Blake comenzó apreciarla, aturdido.

La pelirroja estaba muy alterada. Scarlett estaba apreciando a un hombre que la miraba con las manos metidas en los bolsillos de su gabardina y con una sonrisa dulce en su rostro. Natsuki intentó buscarla figura que la pelirroja estaba observando, pero antes de darse cuenta, Scarlett comenzó a correr tras él.

—¡Scarlett! ¡No! —exclamó Natsuki siguiéndola en la distancia.

La pelirroja comenzó a correr demasiado deprisa. Apartaba a la gente con cuidado de no chocarse con ellos. Los ojos se le humedecieron de la emoción de ver a su padre de nuevo. Veía como él comenzaba a andar tras un callejón a paso lento. La joven corrió más veloz bajo las negaciones de su amiga.

Cuando Scarlett llegó al callejón, ya no había nadie. Boquiabierta observaba el lugar, absorta de la repentina desaparición.

—Era real, era muy real... —musitó jadeando tras haber corrido muy deprisa.

—¡Scarlett! —exclamó Natsuki que estaba tras ella—. Tu padre no está aquí.

—¡Lo he visto!

—¿Qué has visto, exactamente?

—A él, sonriéndome.

—Scarlett...

—No me tomes por loca, Natsuki. Tú no. ¡Sé lo que vi!

—Sabes bien que está muerto, amiga. Tú más que nadie sabe eso.

Ella comenzó a llorar en silencio y su amiga la reconfortó en sus brazos.

*

A la media noche, Scarlett estaba plácidamente dormida en su cama. Había estado llorando un rato tras recordar a su padre, y verlo así, le había hecho romperse en pedazos.

Se despertó en la penumbra cuando sintió en la cama más de un peso y que las sábanas no se movían ligeramente a causa de una persona tumbada en ella. Abrió los ojos y se giró lentamente algo asustada. Pensó que sería Natsuki, pero se encontró con el rostro de Nathan. Se preguntaba que hacía allí y del por qué la estaba mirando. Parecía que la había estado observando toda la noche dormir, cosa que ella sintió vergüenza.

—¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó en un susurró.

—Natsuki me envió un mensaje de lo que te ha pasado. ¿Estás mejor?

—Era real, Nathan —recordó—. Sé lo que vi.

—¿Y si es posible que sólo fuese un hombre que se le pareciese?

—Es imposible. Era él. Yo... —hizo una pausa, melancólica—. Lo echo tanto de menos.

Él la abrazo con dulzura, llevando el rostro de la muchacha a su pecho. Pudo sentir el olor que desprendía el perfume varonil que usaba y lo disfrutó demasiado. Sentir sus latidos le daba mucha paz y tranquilidad. No necesitaba que le diera palabras de ánimo, pues sólo con una simple muestra de afecto ya se sentía sosegada.

—¿Me has visto dormir a media noche? ¡Qué vergüenza! —habló ella.

—He follado con el resto, pero solo a ti te he observado dormir a media noche —dijo él.

Ella alzó su mentón para mirarle. Los dos se contemplaron los rostros. La primera se sorprendió por sus palabras y el segundo tan solo le sonreía.

—Siempre me dejas sin habla —murmuró la joven.

—Bueno, dejar sin habla es una de mis especialidades. Si te dejas, puedo dejarte sin muchas otras cosas —bromeó.

Ella rió.

Nathan apoyó su mano en la mejilla de la pelirroja y le dedicó un beso francés. Ella, por supuesto, no iba a rechazar su afecto y disfrutó del beso como si hubiera sido un manjar celestial.

Sentía su lengua jugar con la suya de manera sensual y pausada. Sabía como hacerlo y como llevarla y eso lograba que la muchacha se estremeciera con gusto. Sus respiraciones se iban acelerando conforme pasaban los segundos, y la situación se comenzaba a calentar a tal punto de que el varón se posicionó encima de ella para continuar besándola.

—No hagamos ruido. Natsuki se inquieta mucho —susurró ella.

—Lo intentaré.

Nathan la agarró de la cintura y la apretujó contra él. Ella entrelazó sus manos por su cuello.

Le apartó su cabello a un lado y le dio una pequeña mordida a su cuello, haciendo que ella se excitara. Notaba como la húmeda de su parte baja le avisaba de la sensualidad que estaba sintiendo. Scarlett lo apretujó contra ella agarrándolo del cuello. Nathan le dio una mordida más fuerte haciendo que ella soltase un gemido, pero se contubo cuando recordó que podían escucharla.

En ese preciso momento Natsuki entró a la habitación. Nathan se despegó de ella y ambos actuaron con normalidad.

—Oh, aún sigues aquí —dijo observando a Nathan—. Kaiser me ha enviado un mensaje. Dice que te des prisa con lo que estés haciendo y vayas para allá que tiene que contarte una cosa. Y dice que no apagues tu móvil la próxima vez.

—De acuerdo. Me iré, entonces. Hasta mañana.

¿Por qué siempre nos tienen que interrumpir? ¿Qué clase de brujería es ésta?, se preguntó Scarlett para sí.

*

Cuando Nathan salió del edificio, una niña de siete años estaba jugando en mitad de la oscuridad con una pequeña pelota. Era muy tarde, y Nathan observó que sus padres no estaban allí.

La niña tenía el cabello marrón oscuro, largo y lacio. Portaba un vestido gris de vuelo. En cuanto ambos cruzaron las miradas, la infante dijo:

—¡Hola, Nathan!

El varón miró su alrededor tratando de buscar con la mirada a algún chico que tuviera su mismo nombre. La susodicha siguió dirigiéndose a él con naturalidad.

—Estoy buscando a mi padre —informó—. ¿Sabes dónde está?

—¿Tu padre? —enfatizó—. ¿De dónde vienes, pequeña?

—Ingelen. El súcubo que me cuidaba me ha dejado aquí porque mi padre se lo ha dicho. Soy un nephilim, ¿tú también eres un nephilim?—preguntaba la niña con entusiasmo.

—¡No me fastidies! —maldijo, sorprendido—. Dime, ¿quién es tu padre?

—Kaiser Growney —contestó, colocando una grande sonrisa en su rostro.

Y fue ahí cuando el silencio inundó la conversación.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro