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✨Capítulo 9✨

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—¡No soy lo que ustedes dicen! —Natsu alzó su voz, sintiéndose amenazado ahora sí. ¿Qué sabían ellos de la extraña marca en su piel? ¿Por qué les interesaba tanto? Empezó a recordar todo lo que ese maldito tatuaje le trajo. Absolutamente nada bueno. Se levantó, pues parecía que cada vez ellos estaban más cerca, a pesar de estar como dos metros lejos, sin haberse acercado más desde entonces.

¿Cuándo fue la última vez que se sintió así de agitado? No encontró respuesta; no porque no la hubiera, sino porque una mano se posó justo tras su hombro, y veloz se sacudió, dándose la vuelta y viendo amenazante a la chica que lo metió en todo ese embrollo en primer lugar. Lucy dio rápido un paso atrás, abriendo los ojos de par en par al ver el veneno qué él despedía con sus mirada. Sólo quería saber si estaba bien. Al parecer no. Debió haber cerrado la boca y hablar con él en privado antes de decir lo que dijo. Pero nada le aseguraba de que Wendy no hubiera hablado, intentó consolarse. 

—No es necesario que te pongas agresivo... —murmuró Jellal viéndolo fijamente, luego de notar a la rubia retroceder con miedo en sus ojos—. Sólo tenemos curiosidad.

—¿De qué sirve ese tatuaje? ¿Por qué dicen que soy portador? —Jamás había sabido para qué servía esa basura. En esa zona donde el tatuaje se localizaba —justo al costado de su hombro izquierdo— tenía una sensibilidad alarmante en la piel. Si llegaba a recibir un golpe allí —así fuera un maldito raspón—, era un dolor infernal lo que tenía que sufrir, y simplemente no entendía la razón.

—Verás... —Jellal trató de decir, guardando silencio y viendo seriamente a Erza. La mujer le devolvió el gesto, y ambos, sin que nadie lo notase, intercambiaron sencillas palabras mentales. Natsu observó un anillo plateado —con una única gema de color escarlata—, quedando a la vista luego de que la Comandante se quitase el guante derecho que cubría su mano. Acto seguido lo hizo girar en su dedo, retirándolo sin preámbulos, y ocasionando que él casi dejase soltar una maldición por el asombro.

El cabello rojo de la Comandante cambió por completo, volviéndose oscuro y cambiando finalmente al negro. La mujer lo peinó un poco con sus dedos, dirigiéndole una mirada risueña ante el desconcierto del hombre. Gray se apretó el puente de la nariz, sin ocultar su total desaprobación ante lo que hizo Erza.

—Genial, ya nos vas a delatar... —Se quejó para que todos fuesen capaces de oírlo. Wendy avanzó a las grandes puertas de la bibliotecas, cerrándolas atrás suyo y apoyándose en ellas para ver a Gray.

—Es portador, Gray. Debe saberlo.

—¿Saber qué? —Natsu dirigió sus ojos desconcertados a Lucy, pero ella en ningún momento lo vio. No tenía miedo de que cerrasen las puertas. Su problema era que, más allá de un truco, lo que Erza hizo fue emplear magia, no tenía duda alguna. No obstante, decidió jugar a la vehemencia—. ¿Q-qué? ¿Qué le pasó a tu cabello?

—Volvió a su tono natural. —Ella respondió con simpleza, jugando con el anillo entre sus dedos—. No íbamos a decirte nada, pero lamentablemente nos vemos en la obligación de reclutar a más guerreros para ésta causa. General Fierce, ¿qué tanto crees en la magia?

—No creo en ella. —No dudó ni un sólo segundo para decirlo. Y Lucy alzó la mirada con asombro a él—. Jamás lo he hecho.

—Pero tú sabes perfectamente que existe —objetó la Comandante, viéndole a través de sus oscuras pestañas. Algo contrariada al oírlo, lo asoció a la prohibición de la misma, pues, así como milagrosa, las artes mágicas también eran peligrosas—. No lo niegues. No voy a entrar en mucho detalle, porque sé que eres consciente de la clase de mundo que habitamos. Hay cosas que escapan de nuestras manos.

—Directo al grano, Comandante. —No estaba para rodeos. Si querían decirle algo que hablaran ya. Era obvio que supiera de magia, el ejército solía manejarla en casos extremos; tales como feroces y extraños animales adentrándose en la ciudad.

—¿Qué? ¿Sin preliminares? —comentó jocoso Jellal, dirigiéndole una mirada divertida.

—Ya basta, ¿a dónde quieres llegar Erza?

—«Los dioses existen, la magia igual; hay criaturas que en la oscuridad aguardan, listas para salir a cazar» —citó y esperó en silencio. Natsu frunció el ceño.

—¿El escritor chiflado? —Aquel fragmento perfectamente citado pertenecía a un antiguo escritor, ya fallecido durante las épocas de guerra. ¿Qué tenía que ver eso? Fue asesinado luego de revelar ante todos, en uno de sus tantos libros, la existencia de las artes mágicas que los reinos escondían hacia las personas. Y cómo no, con tantas batallas y luchas sangrientas cualquiera podría ser el vencedor conociéndola—. Te dije que fueras directo al punto.

—Devoradores. Son criaturas monstruosas: demonios en potencia que cazan almas humanas para poder transformarse y conservar cuerpos físicos. Y en algunas ocasiones se alimentan de la sangre de sus víctimas; todavía no sabemos la razón, pero últimamente hemos visto unos cuantos en...

—Sé lo que esas cosas son. —La cortó. Erza no ocultó la confusión de su rostro al ver a Jellal. Momento que aprovechó para dirigir la vista a las dos gitanas que allí se hallaban, y darles una mirada de advertencia para que se callaran.

—¿Y cómo lo sabes? —Gray se acercó, cruzando los brazos sobre el pecho y viéndole con desconfianza. La misma que el General sentía de todos ellos.

—Ustedes son los que deben explicaciones, no yo.

—Tú... —Lucy se posó frente a Gray, negando. Y cuando éste desistió, aún con molestia en sus ojos negros, Erza continuó.

—Ellos no son los únicos aquí.

—¿Tú también? —suspiró cansado. Otra loca hablando de cosas fantasiosas—. Erza, se ve que puedes ser mejor que esos lunáticos que hablan sobre unicornios y hadas.

El ambiente se volvió tensó, cosa que no le importó. Todos los presentes, a excepción de Erza, lo observaban con un juicio en sus ojos. Cada uno matándolo a su manera por su ofensa indirecta. En cambio, la Comandante sonrió. Si había algo que amaba, además de su familia; era cerrarles la boca a todos los cabeza-cerrada. Pobre General inocente.

—Bien, intenté hacer esto con calma, pero tú lo quisiste. ¿Lucy?

Lucy caminó hasta colocarse al frente suyo y le ofreció una sonrisa de boca cerrada, casi como si aguantase carcajear. Dio un paso atrás cuando ella se acercó más. Olvidaba que a esa niña le encantaba invadir el espacio personal. Luego casi se cayó de golpe al ver una par de cosas surgir de la espalda de la gitana, no cualquier cosa: alas. Maldijo, alejándose de ella hasta casi caer de vuelta en el sillón donde antiguamente estaba. Buscó la mirada de los presentes, para saber que no era el único viendo eso, y notó a todos relajados. A ellos no les sorprendía. 

—Así como hay devoradores también se encuentra la existencia de guerreros creados para exterminarlos. Se supone que pasan desapercibidos entre los humanos: son guerreros de los dioses. Natsus escuchó atento a Erza, sin poder apartar la mirada del par de alas que surgían tras la espalda de Lucy. Se incorporó lentamente, comenzando a caminar a ella. Quería asegurarse de que aquello no fuera un maldito chiste. La gitana no se movió cuando él pasó alrededor de ella, viendo sorprendido su espalda; y comprobando que las alas eran reales al verlas surgir de entre sus omoplatos. Lucy le envió una mirada por sobre el hombro, y él encontró nuevamente las palabras.

—¿Qué eres? —La pregunta era directamente la ella, poco le importaba sin voz sonaba dura o demandante. ¿Con qué clase de personas se fue a meter?

—Creí habértelo dicho ya —susurró, esperando que Erza no la oyese o estaría acabada. Él la escuchó claramente.

—Yo no recuerdo qué fue lo que...

—Novato —llamó Erza su atención. Cuando él volvió a ver a Lucy de reojo, las alas ya no estaban, sólo unos tatuajes tribales y ligeramente dorados brillando en toda su espalda descubierta—. Estos guerreros no pueden luchar solos, necesitan a alguien que canalice su poder y les haga conocer sus límites.

—Por desgracia —gruñó Jellal por lo bajo, ganándose una mirada airada de la Comandante.

—Un portador es capaz de formar un contrato con uno de esos guerreros. —Continuó Juvia luego de ver a Erza callada, todo por tener su atención en Jellal. Seguía oculta bajo su abrigo, pero sabía que la podían escuchar con claridad. No levantó la vista del suelo en ningún momento, ya suficiente tenía con sentirse el centro de atención—. Los guerreros son...

—¡Chitón! —Fue la exclamación de Gray antes de cubrir los labios de la mujer de cabellos azules, quien enrojeció de pronto, haciendo que el hombre también mostrara un intenso sonrojo en sus mejillas—. ¿Te has sonrojado? ¡O-oye, no lo hagas! ¿Por qué fue?

—¿Me están diciendo que es una especie de conexión entre dos personas? —Esa era la conclusión del General después de analizar todo lo sucedido. Era la explicación más lógica o más absurda a la que había llegado. Todavía no podía creer que los siguiera escuchando. Allí estaban sus deseos de saber por fin para que era el condenado tatuaje. No obstante, seguía sin tener una respuesta clara. ¿Guerreros de los dioses? ¿Cuáles dioses? Si los libros prohibidos hablaban de muchas culturas, y una infinidad de dioses que los humanos en algún tiempo lejano adoraron. Obvio, dudaba que ellos lo supieran, pues por algo eran prohibidos.

—¡Eso! Existe un contrato entre guerrero y portador. Ambos se cuidan y se ayudan, a cambio, son capaces de percibir y sentir lo mismo que su compañero. —Lucy saltó divertida al decir aquello. Él arqueó una ceja. ¿A cambio? «Qué gran ventaja», pensó con sarcasmo. ¿Para que iba a querer sentir lo que otra persona? La empatía no era lo suyo.

—¿A qué te refieres con «sentir lo mismo»? —Quería estar seguro, mera curiosidad.

—Sí, por ejemplo: Erza y Jellal. Jellal recibió un golpe, pero Erza también lo sintió porque aunque no fue dirigido a ella, también percibió el impacto y el dolor. —Ahora fue el turno de Wendy para hablar. A su mente llegó la escena de minutos atrás, cuando ambos varones gitanos quisieron pelear y, tanto Juvia como la ex pelirroja, se mostraron extrañas. Pareció que recibieron un impacto.

—¿Ellos dos tienen un contrato? —Miró a tanto a la Comandante como al gitano de cabellos azules.

Estos se vieron a los ojos un momento, para luego bufar y girar la cara como un par de niños molestos.

—Sí —dijo Erza entre dientes.

—¿Y cuál es el fin de eso? ¿Por qué lo hacen? ¿Qué tiene que conseguir el guerrero con ello?

—Haces muchas preguntas. —Se quejó Gray molesto—. ¿Tienes o no el jodido tatuaje?

—Ya no... —Su seca respuesta dejó a todos en silencio. No era por lo cortante que fue, sino lo que sus palabras significaban.

—¿Cómo que ya no lo tienes? No seas payaso, naces con el tatuaje y mueres con él, no es posible que... —Erza no daba crédito a lo que oía. ¿Se podía quitar el tatuaje porque si era así ella quería quitarse el suyo, el cual mantenía bajo una hombrera metálica.

—Me lo quitaron. Ya no lo tengo. —Natsu percibió a Lucy acercarse con cautela, pero la detuvo con una furiosa mirada, estaba disgustado porque ella lo delató en primer lugar. No recordaba haberle mostrado el tatuaje, ni siquiera cuando se sacó el abrigo, pues lo tenía perfectamente oculto bajo un sencillo encantamiento.

—¿Puedo ver? —la escuchó preguntar, negó sin siquiera pensarlo. Nadie tenía que verlo.

—Suficiente deben tener con lo que les digo, ya no está. Ahora, déjenme tranquilo.

—Novato, no seas grosero. Sólo queremos saber, esto es importante.

—No les incumbe. —Caminó molesto a la salida luego de escupir aquello, pero Jellal se puso en su camino, con una sonrisa llena de gracia.

—¿Qué tiene de malo ver? Simplemente es curiosidad, pero si no quieres... —Ya se estaba hartando de aquello.

—No, no quiero. —Trató de pasar, y el gitano volvió a bloquearle el paso. Le miró directamente a los ojos, ya que, estaban igual de altos. Jellal quitó su fachada bromista para mostrarse más agresivo. Decían que los ojos eran la ventana al alma, pues el hombre sí que lo demostraba—. Sinceramente, no me interesa lo que ustedes sean. Así como a ustedes tampoco debería de importarles qué tenga yo sobre el hombro. Les recomiendo retirarse si no desisten de sus ridículas ideas fantasiosas. Y a ti, Comandante, ten cuidado con lo que haces.

El pelirosa se retiró, pasando de largo a Jellal que se mantuvo callado y respirando pesadamente, tratando sin éxito de controlar la ira creciente de su ser. Estaba por seguir a ése "General", pero la mano de Erza se posó delante de su torso, sin llegar a tocarlo. Con renuencia la miró a los ojos.

—Déjalo —ordenó Erza, ya veía para donde iba la actitud de su guerrero y no quería más peleas en ese instante—. No le justifico su reacción, pero no dudo que le hayan metido ideas a la cabeza.

—Es capaz de delatarnos, idiota —observó Gray, jugando con una figura de ave, hecha de papel, en sus manos.

—No lo hará —aseguró Wendy con una sonrisa misteriosa—. Podría jurarlo.

—¿Y eso cómo puedes saberlo? —Gray seguía sin estar convencido. El tipo no le daba buenas vibras; había algo extraño. Sin embargo, su don estaba un poco adormecido, y sin él no podría averiguar aquello que lo mantenía intranquilo.

—No te importa —respondió grosera.

Lucy, en cambio, miró con preocupación el lugar por donde el General se había retirado. Sí, debió mejor preguntarle antes de revelar algo. Una pregunta persistió constante en su mente, a pesar de todo.

•••

Natsu veía desde su celda como aquellos monstruos que los torturaban, día tras día, traían a otro de los niños, inconsciente: lleno de golpes y con el horrible aroma a cadáver por todo el cuerpo. Un aroma característico que se adhería a todos ellos luego de cada prueba. 

Éste también es un fracaso, ninguno sirve —confesó uno de los que se hacían llamar "médicos". Otro como él, a su lado, le dio un golpe, apuntando a donde él niño los observaba callado.

—¿Y ya probaron con él?

No lo que hacemos con los demás, el jefe le tiene un trato especial, igual que al otro sarnoso, todo porque ambos llevan ese estúpido sello de portadores.

—¿Portadores? —Natsu vio a Mavis, que aún a través de las barras metálicas, buscaba apoyarse en su cuerpo, intentando descansar de tanto terror.

No lo ... —No era la primera vez que le llamaban portador, a pesar de no entender su significado.

Pero Natsu, tienes el tatuaje que ellos mencionan...

Tranquila, todo estará bien.


•••


El General dio una fuerte patada al mueble que había en el pasillo, mandándolo a volar al final del mismo. Frustrado, se dejó caer en la pared, sujetando los mechones rebeldes que caían por su frente. Sonrió con amargura ante el lejano y casi indistinguible recuerdo de una voz infantil.

«Me encanta tu cabello, pero si sigue creciendo te verás como una niña.»

Su mandíbula tembló por la fuerza con la que apretaba. La ira lo invadía y con ello los borrosos recuerdos.

«Tengo miedo de ser libre, porque no si seguiremos juntos o si habrá más crueldad allí afuera. Aún así estoy contigo, y con seré feliz

Quería acallar esa voz infantil, esa voz que tantas alegrías le había dado, y que ahora sólo lo atormentaba en sueños, incluso despierto.

«Eres mi héroe...»

Cerró sus ojos con fuerza, escondiendo su cabeza entre sus manos; deseaba gritar, golpear algo, hacer cualquier cosa para olvidar esas memorias que terminarían con su cordura.

«Pase lo que pase, estaré a tu lado.»

—Mentirosa... —susurró, intentando controlar el ritmo de su frenética respiración. Tenía años que no se sentía así de afligido, no iba a iniciar ahora a lamerse las heridas de nuevo. Pero de verdad, no encontraba explicación para lo que sucedía. Tantos años esperando aquellos recuerdos que había olvidado con el tiempo: había olvidado a Mavis. Y ahora todo regresaba, o parecía querer hacerlo en un sólo instante. Aquello lo dejaba desconcertado. ¿Por qué ahora? ¿O eran simplemente alucinaciones?

Lucy se asomó cuidadosa al pasillo, luego de ver un pequeño mueble volando hasta estrellarse en la pared y romperse en pedazos. Cuidadosa observó al pelirosa que se apoyaba en la pared, frotándose la cara con aspecto cansado. Algo vacilante caminó a él, parecía que todavía no la había notado. Sus ojos encontraron la ventana que estaba cerca del hombre, donde divisó como ya el sol se escondía entre las nubes y el cielo empezaba a teñirse de colores, oscureciéndose con lentitud.

—Dicen que durante la noche somos más abiertos de mente, que dejamos fluir nuestras emociones y es cuando más reflexionamos. Y los sueños son un reflejo de lo que una vez vivimos y queremos recordar. —Ni siquiera supo la razón para decir eso, simplemente le vino a la mente—. ¿Estás bien?

Él ni siquiera se molestó en mirarla, gruñó alto para que supiera que su presencia le molestaba.  No le encontraba sentido a sus palabras, pues ella no podía saber la razón de su actitud, era ridículo. Y a pesar de eso, le parecieron tan acertadas.

—Largo.

—La soledad no es buena opción —vaciló.

—He dicho «largo».

—¿Quieres estar solo? Sé que puedes estar molesto, lo que pasa es que...

—No te incumbe si quiero o no compañía. Por algo te he dicho que te vayas.

—Eres mi nuevo amigo, me preocupo por ti. —Ella dio un paso más cerca suyo, motivo por el que se atrevió a verla, dejándole claro con su expresión que su presencia sólo empeoraba su situación.

—¿Nuevo amigo? Mira como muero de risa. ¿A qué juegas? —¿Cómo podía creerse su amiga? Ni siquiera a conocida la consideraba.

—No pareces divertido. Yo no estoy jugando a nada. —Él rodó los ojos por las palabras de la chica.

—Es sarcasmo niña, no tengo ganas de charlar ahora.

—Entonces puedo hacerte compañía en silencio. —Se decidió, dando otros paso a él. Bufó cansado, dando un paso amenazante hacia la joven gitana. 

—¡No! ¡¿Qué no entiendes que quiero estar solo¿! —Ya estaba harto de aquello, confundido por el giro que tomaban las cosas de un día para otro. No se arrepintió al verla bajar la mirada. La joven sonreía, pero su sonrisa era triste.

—Se amable con todos, porque nunca sabes quién está teniendo un mal día, o incluso una mala vida... Lo siento. —Aquellas palabras fueron como un balde de agua fría para su furioso temperamento. Le entraron unas ridículas ganas de disculparse por ser tan patán, sin embargo, no se molestó siquiera en detenarla al verla salir corriendo. Ella fue quien le importunó en primer lugar, trató de aferrarse a eso para que su mirada triste no le afectase.

—Simplemente... genial. —Se reprochó. Minutos más tarde, y como no queriendo la cosa, caminó a regañadientes por donde la vio desaparecer.

«Estúpida conciencia», culpó.

•••

—Y entonces, ¿qué dices sobre esto? —Juvia juntó todos los planos que había encontrado entre los libros. Quería un mapa completo de, básicamente, el mundo entero. Pasó la mano derecha por sobre cada uno, y una luz azulada surgió de su palma. Hizo lo propio con cada libro. Luego, con su don, creó un holograma de tonos azules, con todos los mapas recopilados; formando así un gran plano que abarcó un buen espacio en el suelo—. Ya tengo el mapa, ahora debemos empezar a buscar los puntos donde el proyecto fue llevado a cabo. 

—Sigo sin encontrar un patrón. Me están diciendo que todas esas personas estuvieron en al menos cinco puntos, suspendidos en el océano... ¿Cuáles son? —Gray frotó un momento la parte trasera de su cuello, tenso y frustrado por no poder encontrar algo que tuviera sentido. Aunque no le gustase, admitía que, el que Erza pusiera "de su lado" al General —algo que todavía no se creía— era de gran ayuda; pues tenían acceso a una basta y extensa biblioteca con libros que ni siquiera estaban permitidos para el público.

—¿Y Lucy? —Jellal lanzó una mirada rápida alrededor, sin encontrarla. Con facilidad se sujetó a los extremos de la escalera donde estaba, deslizándose hasta el suelo.

—Creo que se fue tras el General ése —comentó Wendy sentada sobre un sofá, viendo relajada el largo de sus uñas.

—De verdad quiere un amigo —suspiró Gray, antes de dirigir la mirada a Erza—. ¿O ya le urge el portador?

—Yo no puedo impedirle nada, tanto ella como ustedes buscan lo mismo. El problema es que ni ella o Wendy han tenido suerte. —La contestación de la Comandante provocó que todos se mantuvieran en silencio, pensativos por sus palabras. 

—¿Qué tiene de malo querer volver a nuestro hogar, Erza? —preguntó Jellal con evidente molestia.

—Yo no digo que sea malo, pero sinceramente ya han sido muchos años desde que ustedes vagan sin sentido y no veo nada productivo. —Sus palabras hicieron enojar a los tres gitanos presentes, y aunque los molestaba, sabían que tenía razón.

«Un ángel que tiene que demostrar con un acto de pureza ser digno de cuidar una vida.» —recitóGraya con sequedad—. Que cosa más patética...

—Ni que lo digas... —suspiró el hombre de cabellos azules.

━━━★━━━

Continuará...

N/A:

Siguiente capítulo

Muchas gracias a todos aquellos que sigan la historia (aunque sean lectores fantasmas 😢) y a los que votan y comentan. Pronto respondo los comentarios, por cierto.

Nos leemos.

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