✨Capítulo 6✨
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Natsu retrocedió un paso por la sorpresa, en el instante que la Comandante golpeó su espada contra la suya, provocando un choque de ambas; mientras lo veía con una sonrisa llena de maldad. Ella ni siquiera lo miró dos veces antes de lanzarse, y cuando menos lo esperó, ya estaba armada. Recobró la compostura, y sus sentidos comenzaron a despertar. «¡Al fin!»
—Pero contemplen esa carita de niño bueno. Eres patético. Y yo que creía que eras un viejo decrepito o tenías alguna deformidad. ¿Por qué te escondes? ¿Te aterra verme? —Cuestionó maliciosa. Molesta por el hecho de haberlo perdido de vista. Y ahora, con ganas de degollar a alguien de sólo descubrir quién había sido la culpable de distraerlos y desaparecer al hombre del radar de Juvia. Divisó de reojo a Lucy, que al encontrarse con su mirada, retrocedió alarmada—. Tú y yo luego hablamos.
Natsu ojeó fugazmente a Lucy cuando ella bajó la mirada, con el temor palpable. ¿Hablar? Su reacción tan asustada no le parecía la de alguien que sólo sufriría un interrogatorio. Por lo que dirigió su vista nuevamente a la mujer de ojos marrones, que cada tanto ejercía fuerza en su arma, intentando golpearle. Erza incrementó la fuerza con la que empujaba la espalda. Ella estaba al frente, ¿qué hacía ése viendo a Lucy? Pensar que pudo haberla atrapado aumentaba su mal humor. ¡Qué inconsciente era esa niña!
—Dime algo monstruosa, ¿qué tienes que ver con los gitanos? —Aprovechó ese momento y deslizó el filo de la espalda por el largo del arma de su contrincante; retrocediendo al mismo instante y ocasionando que Erza se fuera hacia adelante por descuido. No obstante, la dama le dio otra pequeña probada de cuán veloz era. Todavía no impactaba el suelo cuando apoyó una rodilla, girando su torso lo suficiente para darle con su espada. Natsu apenas alcanzó a arquearse hacia atrás. Y la punta de la espada pasó rozándole, causando sólo un pequeño rasguño en su abrigo, y que un botón saliera volando—. Eres rápida.
—Tú también, más no lo suficiente. —Ambas espadas chocaban, buscando puntos ciegos en el oponente, sin bajar defensas en sus ataques. El rápido notó la razón por la que la pelirroja era tan temida en batalla. Siempre pensó que los soldados exageraban en sus historias, o que de plano eran demasiado patéticos. Error suyo. La subestimó, jamás se molestó en verla en práctica. Era rápida analizando al enemigo y buscaba puntos desprotegidos sin revelar los suyos. Para desgracia de esa mujer, tenía más años de experiencia que ella, por lo que no le sería tan fácil derrotarlo. Sin embargo, le atribuía puntos—. A ti no te incumbe qué relación tenga con ellos. Preocúpate de tus asuntos.
—Ese es mi asunto. Cualquier cosa que tenga que ver con el rey o el príncipe me incumbe. No dejaré que una mujer deseosa de poder quiera pasarse de lista. —Otro choque de armas y un sonido chirriante se produjo. Se turbó un instante. ¡Qué sonido más horrible! Tuvo que contener las ganas de cubrirse los oídos.
—¿Deseosa de poder, dices? ¿El rey? Ése bastardo no merece ese nombre, ni yo deseo poder. Tengo hambre de justicia. ¡De justicia por un pueblo obligado a callar! —El pelirosa notó como había tocado un punto sensible, pues la fiereza y destreza de Erza se incrementó. Pero no fue eso lo que provocó que dejara caer la espada de la impresión y se quedara sin habla. Apenas atisbó a ver como Lucy se cubría las caras con ambas manos, viéndolo con horror. La espada de la Comandante dobló su tamaño normal y una lengua de fuego la rodeó hasta volver la hoja rojo vivo. Dejó caer la mandíbula, atónito. ¿Magia? ¿Otra vez? No, ésta vez no era la gitana loca quien la usaba. «Oh, mierda», no estaba lejos de la realidad. La magia estaba prohibida, y Erza la estaba usando. Veloz recuperó su arma del suelo, justo en el momento que ella se lanzó nuevamente sobre él.
—¡¿Cómo...?!
—Sorpresa —cantó la fémina antes de chocar otra vez las espadas, comenzando a derretir la del hombre al instante. Natsu soltó el arma, maldiciendo por las llamas que parecían solamente incrementar su tamaño y que, en un parpadeo, alcanzaron sus mangas. Se hizo hacia atrás, golpeando con sus manos las llamas para extinguirlas. No tardó en apagarlas. Encontrando parte de su espada fundida en el suelo. Retrocedió rápidamente, esperando. Si ella le volvía a atacar, no tendría más remedio que usar su poder. Estaba mal si creía que iba a dejarse.
—Espera, ¿de qué estás hablando?
—¿No lo sabes? —escuchó preguntar a Lucy. La miró desconcertado. El ángel deseó con todo su ser no estar equivocada. Si había algo que no le fallaba, era ver la verdad en los ojos de los demás, por más que alguien intentase ocultarlo. Lo descubría. Y él estaba terriblemente desconcertado. Se acercó, suplicando con la mirada a Erza que se mantuviera tranquila. Y aunque la misma le envió una mirada airada por meterse en su camino, no se amilanó. Tenía que hacer eso.
—¿Saber qué?
—Los devoradores están atacando entre las sombras, consumiendo a las personas. Cada vez son más. Ya han atacado a distintas zonas del país, incluso en ciudades vecinas, se están acercando —explicó Lucy con tono serio. Natsu la miró con advertencia. ¿Sabría Erza de esas criaturas para que la rubia anduviera hablando tan libremente? Porque si era no, pues ya lo sabía—. Lo peor no es eso, el rey está ayudándolos.
Aquella declaración lo hizo apretar los puños. ¡Ahora sí! Una cosa era meterse con él. ¡Se los dejaba pasar! ¿Pero Yuri? Eso sí que no. Se acercó amenazante a la gitana, y al mismo tiempo Erza tiró de la joven, interponiéndose en su camino y quedando ambos de frente. Era más alto que ese demonio pelirrojo, por lo que pudo encontrar la mirada achocolatada de Lucy y la señaló con advertencia.
—Donde te vuelva a oír hablando cosas de TU rey, prepárate para prudrirte un mes o más en una celda, gitana. Yo no me tiento el corazón. —Natsu estaba que ni las llamas de la espada de Erzase comparaban con las que él tenía dentro de sí. Era cierto que el rey se había vuelto una persona un tanto extraña, pero tampoco era para afirmar su relación con aquellos demonios. ¡Era descabellado! Unos dedos se chasquearon frente a sus ojos y, no sin darle una última mirada fulminante a la rubia, observó a Erza.
—Vuelve a amenazarla estado yo aquí o no, y te voy a prender fuego hasta que ni tus huesos queden, imbécil.
—Entonces que se deje de decir estupideces —escupió entre dientes. Lucy lo miró con el ceño fruncido, y no dudó en acercarse y verlo con enojo.
—No son ningunas estupideces. Aprende a escuchar, ¿o temes que te abran los ojos?
—No tengo nada que escuchar de gente como tú.
—¿Te crees mejor que yo? Eso es triste, de cierto modo... Pero no me sorprende viniendo de alguien que sólo ve lo que quiere.
—No dije que me creía mejor que tú...
—¡Lo has insinuado!
—¡Lo haya o no he hecho me da igual! Tú eres la que está haciendo cosas que la ley no permite. Te perdoné dos, a la tercera no me creas tan misericordioso.
—Me das pena —admitió Lucy. ¿Cómo era posible que ese bobo no lo viera? Sabía sobre los devoradores, ¿estaba del lado de ellos? Por más que rogara que no, era lo único que le venía a la mente. Eso y algo más.
Acaso... ¿Acaso él no la reconocía?
•••
Sting sujetó su adolorida cabeza, y se levantó lo suficiente para recargarse en la puerta de su habitación. Ni siquiera recordó cómo llegó allí, y no quería averiguarlo: estaba tirado en el suelo. Intentó que los temblores abandonaran su cuerpo, deseando que el dolor de todos los morados que empezaban a surgir en su piel, desaparecieran. No era la primera vez que su padre le pegaba, ya antes lo había hecho, pero lo quería tanto. Podían tacharlo de masoquista, cualquiera lo haría y no los culparía. Aún le costaba creerlo. Estaba seguro de que algo debía estar sucediendo para que su padre se comportara así, con él, y con su reino entero.
Frotó sus brazos, sintiendo el frío del lugar calar a través de su ropa. Estaban en pleno verano, ¿cómo era posible que sintiera que se estaba congelando?. Apoyó su cabeza en la puerta, y tomó entre sus manos el collar de extraño sello que portaba en su cuello. Aquel que evitaba que cediera ante el demonio. Era demasiado débil para enfrentarlo solo, tal como su padre afirmaba tan duramente. Apretó la mandíbula hasta más no poder cuando las palabras que más odiaba, comenzaron a sonar en su cabeza.
«Eres un inútil.»
«Siempre traes desgracia, jamás podrás superar a tu amigo.»
—Cállate... —pidió con apenas un hilo de voz. Aferró con más fuerza el collar entre sus dedos. Allí estaba, el devorador que vivía tan cómodamente dentro de su cuerpo, burlándose de él una vez más.
«Yo pude atraparte porque eres débil, débil. Ve a llorar a tu cama, siempre haces eso.»
—Detente. —Odiaba esa voz, odiaba su condición, se odiaba a él mismo. ¿Por qué tuvo que ser tan débil?
«¿Te duele la verdad? Escucha algo, tú no le importas a nadie. Eres un peligro, por eso necesitas las protección de ese amuleto. Cobarde.»
—No lo soy...
«Eres un cobarde. Todos pasan sobre ti y tú sigues siguiendo los pasos de los demás.»
—¡Es mentira! —No había querido eso.
«Mataste a tu madre, dañaste a tu amigo y no pudiste proteger a tu padre. ¿Qué sigue? ¿Vas a exterminar a tu reino? Es cierto, ni para eso sirves.»
—¡Es suficiente! —Fue su feroz grito antes de levantarse y arrancar con furia el collar que lo protegía; rompiéndolo en su puño y lanzándolo al suelo con rabia. Vio hacia la ventana, allá donde el océano se extendía, y el sol comenzaba ocultarse.
«Entonces, demuestra lo fuerte que puedes ser... Supera a todos aquellos que se burlaron de ti, demuéstrales que eres el mejor en todo.»
—Eso haré —prometió.
•••
—¡No tengo por qué escucharte! Tu acusación es muy seria. —Natsu no daría su brazo a torcer. Si escuchaba, sería dudar de Yuri. Algo que nunca haría.
—¡Pero qué terco! —Lucy se colocó al frente suyo, retándolo con la mirada. Descubrió que su ceño fruncido le daba más risa que seriedad al asunto—. Escucha primero: Lo hemos estado vigilando durante mucho tiempo.
El General por poco se ríe en su cara. ¿Vigilar a Yuri? Yuri llevaba años postrado a una cama, y en una de las habitaciones más ocultas del castillo. Sólo Sting, unos cuantos criados y él sabían dónde estaba.
—Serás mentirosa. El rey lleva años sin salir del palacio, y yo me he encargado que nadie extraño entre al castillo. —Apenas acabó de decir aquello y Erza sonrió maliciosa. Eso no le dio buena espina. Ahora no tenía duda alguna. Ella debía ser la causante que varias cosas del castillo fueran reveladas. Entre ellas, el lamentable estado de Yuri. Muchas personas decían que no tardaría mucho en morir, y oír eso sólo le dieron ganas de arrojarlos a un agujero oscuro o simplemente cerrarles la boca de un merecido golpe. Eran unos chismosos.
—¡Y tú un pesado obstinado!
—¡Ya los dos! —Erza se metió en el caminó del pelirosa, decidiendo que de aquella forma no llegarían realmente a nada—. Novato, ¿sabes qué fue lo que Yuri mandó a construir estos seis años?
Y con esa pregunta, Natsu se mantuvo en silencio, dejando de ver con ira a la gitana para dirigir una mirada menos airada a Erza. Pensó un momento, no porque debiera reflexionar. Su respuesta era un sencillo no. Nunca quiso tener nada que ver con aquel proyecto, cuando Yuri siquiera le comentó de lo que planeaba hacer: reclutar una gran cantidad de personas para lanzarlas a quien-sabe-cuántos-lugares para un estúpido trabajo del que ya no quiso oír. Es que, ¿cómo se le ocurría siquiera pensar en separar familias de aquel modo, sin explicación? Peleó con Yuri aquel día, y desde entonces, dejó de visitarlo y tratarlo como tan comúnmente hacía antes. Ahora hacía lo posible por evitarlo lo más que pudiera.
—No, yo sólo cuido de la familia real.
Erza puso los ojos en blanco un momento, y lentamente dirigió una mirada a Lucy. La joven estaba cruzada de brazos y con cara de no-puede-ser. La apoyaba.
—Esto tiene que ser un chiste, ¡estás defendiendo algo de lo que ni siquiera sabes! —gritó exasperada, peinando su cabello hacia atrás y respirando hondo. Muy bien, se calmaría y sería lo más comprensiva posible. Sí, ni ella se lo creía, pero no había de otra—. Nosotros tampoco sabemos qué fue lo que mandó a construir para que tomara seis años. Pero he encontrado planos, mapas; demasiadas cosas que no tienen nada que ver con lo que prometió. Juró hacer algo que beneficiaría Fiore. Cuando fui por toda esa gente, estaban en una isla desierta, esperando la llegada del barco... ¿Sabes cuántos eran?
El hombre ni siquiera tuvo oportunidad de responder.
—... No eran ni la mitad de los que marcharon. ¡Murieron! Tantos años pasando hambre, trabajando de forma forzada y Yuri no metió ningún maldito dedo. —Erza intentó calmarse. Ya se estaba alterando de nuevo. Frotó sus ojos con pesar, antes de volver la vista al General—. Pero tú qué vas a saber, ¿no? Estuviste bien todo estos años, haciendo la vista gorda. No viste la desolación en la mirada de tantas familias, no viste las cicatrices en todas esas personas, no lo observaste... No estuviste allí.
—Pero... —No encontraba las palabras, no quería creer que aquello era cierto. La verdad, nunca había estado al pendiente de los asuntos fuera del palacio, jamás. No después del incidente con Sting cuando el chico tenía cerca de diez años. ¿Por qué tendría que creerle? Yuri no era así, no pudo haber hecho lo que ella insinuaba. Yuri no dejaría a tantas personas en tales condiciones. Sin embargo, y siendo consiente de que pasó por encima de sus protestas para no hacer aquello, ahora no estaba tan seguro. No debía dudar. No podía permitirse eso—. ¿Por qué tendría que creerte? Es la primera vez que nos vemos las caras directamente, y no has sido precisamente amigable, igual que yo.
—Es inevitable hacer esa pregunta, ¿no? —inquirió una voz masculina desde la entrada, llamando la atención de todos los presentes. Natsu miró a un hombre de azules cabellos, estos se encontraban largo en la zona del rostro, llegando a cubrir uno de sus ojos. Vestía las mismas ropas de un gitano. «Genial, otro», se quejó internamente. La mirada cobriza del recién llegado lo localizó antes de sonreír y entrar. Jellal ignoró la mirada de advertencia de la pelirroja e igual se metió—. Prácticamente no había nada. Ni siquiera una roca. ¿A dónde fueron a parar todos los materiales enviados? Nadie lo sabe. Es como sí sólo hubieran ido a dar un paseo por la nada.
—¿Y cómo es posible que no hubiera nada? —No daba crédito a lo que le decía. Escuchó más pasos, nuevas personas se aceraban y eso lo puso alerta. Seguía sin saber dónde se encontraba, por lo que prestó atención y algo en el techo llamó su atención. Ligeros pasos, murmullos. ¿Estaba en un sótano? Volvió su vista a la entrada al notar a una fémina entrando a pasos cortos, silenciosa y aferrando con sus manos la capucha que le cubría casi toda la cara.
—No lo había. Todo el perímetro fue revisado pero no había nada, y lo que es peor... —La mujer, de tez increíblemente pálida, se quitó la capucha, revelando su rostro. Rebeldes mechones azules que escapaban de su trenza, caían sobre su frente, enmarcando sus suaves facciones—. Las personas tienen una laguna en su mente, son seis años que no recuerdan. Ni una pizca. Lo mismo pasa con sus familias. Para todos fue como sí hubiera pasado un día. Nadie en Crocus tiene recuerdos del proyecto del rey.
Juvia terminó de decir aquello y veloz bajó la mirada, pues el hombre al que todos le tenían desconfianza no dejaba de verla fijamente. Sabía que dudaba de sus palabras, ella también lo haría de estar en su situación. Más no era así. Odiaba ser el centro de atención, prefería pasar inadvertida. En el pasado, todos la veían; con sorpresa, con horror, con codicia, con odio... Ninguna emoción fue buena cuando se trataba de ella. Y ahora sólo callaba y escondía.
—Lo siento, eso fue lo que descubrí luego de... —Juvia ya no soportó la penetrante mirada del pelirosa. Se sentía estudiada, y no de forma agradable. No podía evitar pensar que todos siempre la vería como si no valiera nada, a pesar de que aquello que era, no fuera detectable a simple vista. Estaba por retroceder y regresar por donde vino, hasta sentir una mano masculina posándose en unos de sus hombros. Tanto la impresión como el frío glacial de aquella piel ajena a la suya, la hizo temblar. Ni siquiera el abrigo impedía que sintiese esas bajas temperaturas, y la mano del segundo hombre recién llegado, se apartó de inmediato. El nuevo, tan alto y fornido como el primero que había entrado; ojeó con expresión gélida al General, y éste le devolvió la mirada. Gray apartó su vista de él luego de estudiarlo en silencio, y miró, sin cambiar su actitud, a Erza.
—¿Está con nosotros o en contra? —Quiso indagar, todos estaban demasiado impactados todavía de que Lucy fuera capaz de llevarse a aquel hombre sin que ninguno de ellos los viera. Sólo supieron que estaba en el sótano de la taberna donde se quedaban cuando la dueña del mismo: Cana, les llamó al ver a la rubia arrastrando el cuerpo de un hombre por el local. Y aunque no lo admitieran, por la molestia que les causaba tal situación, eso tenía en parte su gracia. Lucy sola se descubría en sus travesuras, demasiado obvia.
—No seas idiota Gray, es obvio que dirá que está con nosotros. Sino, sabe que lo mataremos y echaremos su cuerpo a una zanja. —Se burló Jellal, alzando las manos en gesto despreocupado. Natsu arqueó una ceja sin cambiar su expresión seria. Lucy en cambio miró con los brazos en jarra al que hizo aquel comentario.
—¡Jellal! —La gitana regañó al peliazul. El mencionado sólo rió antes de ir a su lado y pasar un brazo por los hombros femeninos, atrayendo a la joven a su costado.
—¿Qué? Es la verdad bomboncito.
—Sí, sí —apresuró Erza, empujando a Jellal y Lucy a un lado, quedando frente a su rival—. Entonces, ¿qué dices? ¿Nos ayudarás a descubrir lo que hay detrás de todo esto?
Natsu la miró indeciso, retándola por la pequeña pelea de minutos atrás. Gray sólo sacó una soga extendiéndola al frente. Juvia abrió los ojos de par en par al ver eso. ¿La había traído consigo?
—¿Lo amarramos ya? —preguntó despreocupado. Jellal rió de forma macabra antes de sacar una pequeña pala de un rincón de la habitación. La Comandante tuvo ganas de darse cabezazos con la pared, y de paso, patearles la cabeza a ellos.
—Yo cavo la zanja.
Un momento le llevó a Erza sacar a los dos casi a patadas del sótano.
—Monstruosa, sólo dime algo. ¿Sting sabe lo que sucede? ¿O está involucrado? —Lo que menos quería era que, si lo que decían ellos era cierto, Sting también lo supiera e hiciera daño a tanta gente. Sabía que estaba cometiendo un error al aceptar involucrarse con ellos. Pero, ¿qué opción le quedaba? Estaba seguro de que ellos se encontraban alertas por su presencia, fuera de la pequeña escena; los dos hombres allí tenía la misma pose defensiva que él. Nadie se relajaba ni lo harían. Podía investigar por su propia cuenta, no obstante, también le serviría para ver qué se traían ellos en mano. Porque algo estaba seguro, y era que la gitana que lo llevó allí en primer lugar, nada tenía de normal.
—El príncipe está fuera de todo esto. Pienso que Yuri debe, de alguna forma, comunicarse con sus contactos exteriores sin que lo notara nadie —murmuró Erza, mirando de reojo a Juvia, que seguía completamente sonrojada, jugando nerviosa con sus dedos. Ella, fuera de aquella personalidad tan tímida que cargaba, era nada más y nada menos que la persona que estaba creando cosas con su don, una de ellas, el aparato que el ejército usaba para comunicarse entre ellos. Juvia vendía sus trabajos a mejores causas, pero permaneciendo en el anonimato. Según decía, no tenía que andar haciendo como figura pública, y eso era algo que le respetaba.
—Esta bien —suspiró el General, aceptando. Obteniendo una pequeña sonrisa por parte de la pelirroja. No les daría más razones para alertarlos. Se movería en silencio.
—Bien —respondió ella, girándose a todos aquellos que se encontraban en la habitación—. ¿Oyeron eso? El Novato se nos une, así que pórtense bien.
—No me importa —exhaló Gray con expresión aburrida, viendo al pelinegro. Natsu supo que no le caía bien. «¡Qué bien!», a él tampoco le agradaba ninguno de ellos.
—A mí tampoco. —Jellal se encogió de hombros.
—Como sea —Erza restó importancia al asunto—, ése peliazul irritante que ves allí es: Jellal, y el amargado de allá se llama Gray. La de allá es Juvia. Y creo... ya conoces a Lucy.
Natsu miró a la chica, que rápido le saludó alegre. Pasó de ella con enfado, sin notar como mostraba una mueca de decepción. Su orgullo estaba herido por lo fácil que la muy chistosa lo noqueó.
—Sí, ya sé quién es. —«¡Una secuestradora!», gritó su subconsciente.
—Bien, ahora sólo queda...
—Esperen un poco. Ese raro, ¿sabe lo que somos? —preguntó Gray de pronto, y viendo al "nuevo integrante". Algo en él no le daba buena vibra, más no lograba averiguar qué era.
—¿Gitanos? —preguntó Natsu, viendo que ambos hombres y Lucy tenían las vestimentas de ellos, además de unos tatuajes extraños. Ahora que les prestaba atención; Jellal tenía una extraña figura en el lado izquierdo del cuello, casi cubriéndolo por completo, Gray tenía otro igual de extraño pero parecido al anterior, sólo que lo portaba sobre el hombro derecho. Miró a la rubia, el de ella era más distinguible, una media luna, pero el suyo estaba sobre... Apartó la vista de golpe. ¿A quién se le ocurría hacerse un tatuaje en un pecho? El de ella comenzaba allí, sólo que un mechón de cabello lo había cubierto antes.
—¿Gitanos? —repitió Jellal cubriéndose la boca, y sin poder evitarlo, rompiendo en sonoras carcajadas. Esta bien, pobre inocente. Sabía que estaba mal de su parte reírse, ¿quién podría imaginarse lo que ellos eran? Pero la diversión nadie se la quitaba—. ¡Qué bobo!
—Es el General Bobo —apoyó Lucy, yendo junto al peliazul para soltar en fuertes risotadas. Tras ellos, Gray también temblaba ligeramente, intentando contener la risa. Siempre les había parecido divertido la forma en que los humanos los veían, mientras se mezclaban entre ellos.
—Lucy iba a decirle pero llegué a tiempo —comentó Erza, mientras que la nombrada asentía rápidamente. «Ops», tuvo ganas de decir. Natsu, en cambio, trató de recordar lo que ella había dicho que era antes de que la Comandante llegase. Nada, no pudo recordarlo.
—Entonces, ¿le decimos? —preguntó Juvia volviendo a ajustar como por cuarta vez la capucha sobre su rostro.
—¿Decirme qué?
—Que te machuque un tren —bromeó Jellal, codeando a Erza que puso los ojos en blanco de nuevo. Se reía como si fuera el chiste más gracioso de todos. Ganándose el gesto de molestia del General. No tomó importancia del desprecio en la cara de la Comandante—. Soy una chispa.
—De comediante te mueres de hambre —gruñó Gray, pues tanto Lucy como Jellal reían sin parar. Ella no contaba, se reía por cualquier ridícula cosa.
—No encuentro lo gracioso... —se quejó Natsu pasándolos de largo. Ya se iba, no tenía nada que hacer allí.
Lucy dejó de reír, viendo en silencio como se marchaba. Hasta que el pánico la llenó cuando Erza se posó delante suyo, cruzada de brazos. Intentó caminar a la puerta, y esta se cerró, ya que, Gray lo hizo y se le adelantó. Supo que si salía viva de allí, sería un verdadero milagro de los dioses en quienes ellos creían.
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Continuará...
N/A:
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Nos leemos \(★ω★)/
|God-Serena|Conejo|
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